Es extraño
Cuando un neonato humano introduce los dedos en una toma de electricidad y recibe una descarga, lo recuerda. En el momento no hace más que llorar y gritar pero, la próxima vez que lo vea, recordará el dolor que sufrió y apartará las manos de allí.
Lo mismo se aplica a los adultos. Y por eso, es extraño.
Es extraño que teniendo un explosivo dentro de su cuerpo, Gingetsu no tenga miedo de acariciarle la cabeza. Es extraño que sepa de la amenaza de A. y, aún así, se preocupe por él. Lo inste a buscar una luz propia, que brille para él, entre la oscuridad.
Ran no le pregunta nunca por qué lo hace. Piensa que es algo muy personal (no está seguro de cómo llegó a saberlo, pero lo sabe) y, aunque no lo admita, le intimida un poco el hombre a su cuidado.
No le pregunta, pero lo agradece en silencio. Sonríe frente al rostro serio, se permite rozar su mano. Fugazmente. Sin tener tiempo de pensar en su acción.
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Un trébol de tres hojas no vive demasiado tiempo fuera del laboratorio. Eso dijo el anciano del consejo. Ya pasaron cinco años, y el momento debe estar cerca.
Gingetsu se levanta, sin decir una palabra. Insondable, sin expresión.
Ran, curioso, lo ve acercarse. Se incorporaría él también, pero últimamente le duelen las extremidades, como si estuvieran agarrotadas. Gingetsu se inclina y sostiene su mirada como tantas otras veces.
-Falta poco...-susurra. Ninguno pregunta ni responde, pero ambos saben a qué se refiere.
El brazo del militar lo rodea. El corazón de Ran se dispara al notar sus labios en la propia frente.
-Está activada.
Otra vez, Ran sabe a qué se refiere. Los ancianos los vigilan y, seguramente, el explosivo esté en su cuenta regresiva.
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A. se retuerce de dolor y desdicha. No cumplió su promesa.
En el momento en que sintió que algo no estaba bien, se apresuró a transportarse a donde estaba C. Era hora de matar a quién estaba atrayendo su atención.
A. llora desgarradoramente, porque lo único que encontró en aquella casa fue un gran charco de sangre. Y dos cuerpos.
FIN
