No tienes por qué decírmelo… debo muchos fics, pero otra vez la idea surgió en la cabeza, y no pude evitar traspasarla en digital ú,u. Como sea, espero que disfruten mucho de esta nueva historia… en cuanto a la extensión de esta, no lo tengo muy claro aún. Que tengan una grata lectura :).

Disclaimer: 'Frozen' NO me pertenece a mí, sino que a Disney y sus asociados.

Nieve

Capítulo I

Por E. Waters

Anna de las Islas del Sur, estaba más nerviosa que nunca.

Aquel día, aquel helado y frío día de a principios de noviembre, que la prometida de su hermano mayor Hans llegaba a aquel reino, la misma que en dos meses se convertiría en reina de las Islas del Sur y Arendelle, en vista que ambos reinos se unificarían.

Ciertamente, la princesa había oído muchos rumores de su futura cuñada, desde que era la joven más hermosa que podría existir en esas tierras, hasta que tenía una personalidad gélida, estoica y fría.

Casi tan fría como el mismo invierno, él cual pronto se avecinaba en el reino.

—Princesa Anna, vístase con tus mejores ropas y coloca tu mejor sonrisa; la princesa Elsa no tarda en llegar y quiero que toda la familia esté presente.

La joven de ojos verdes azulados miró obedientemente a su tutor, un hombre de aspecto respetable llamado Olaf, antiguo amigo de la familia real.

Y es que aquel noble era él que tenía a su cuidado a Hans, el príncipe heredero, y a la propia princesa Anna, cuando los reyes murieron hace escasos meses atrás en una guerra, una guerra que había terminado con el compromiso entre los dos herederos de las Islas del Sur y de Arendelle.

Si bien, ella tal vez debería de odiar a Elsa porque sus padres provocaron la muerte de sus padres, ella sabía que la otra princesa debía de pasar por lo mismo.

Aunque su caso era peor que el suyo.

A Elsa de Arandelle la habían sacado de su tierra natal a vivir en un reino extranjero, un reino que tenían aún viejas rencillas con Arendelle, por lo cual no era bienvenida del todo.

Por eso mismo, era que Anna estaba enfrascada en ser amable con su futura cuñada, de ser educada bondadosa, en vista que la princesa sabía más o menos bien lo que estaba pasando Elsa.

Por otra parte, casarse con Hans no era algo así como el mejor consuelo del mundo…

El príncipe heredero Hans, el cual cumplía veintiún años a fines de diciembre, era un muchacho inmaduro, asiduo al flirteo y a los placeres banales de la vida, lo que no quitaba que fuese extremadamente ambicioso en el plano político.

Para él, Elsa de Arendelle era algo así como un premio, una especie de 'llave' para obtener el mandato del reino más rico y grande de los alrededores.

Además, casarse con la princesa de cabellos platinados tampoco era tan desagradable… como se había dicho con anterioridad, la joven era sumamente hermosa, por lo cual a Hans no se le hacía desagradable el casarse con ella.

En realidad y si lo pensamos con calma, la que más perdía en toda esa penosa situación era la propia Elsa.

—¿La princesa Elsa llegará al anochecer? — preguntó Anna, mientras era acompañada por el fiel Olaf, en su habitación mirándose en un espejo de cuerpo entero.

—Así es, princesa Anna.

Anna estaba por sobre todo ansiosa. La guerra había durado más de diez años, y en todo ese tiempo había permanecido encerrada en el castillo, todo por su seguridad, y conocía a poco y escasa gente de su edad.

En realidad, su única compañía era su petulante hermano Hans y Kristoff Bjorman, un paje de la corte real, compartiendo para nada con chicas de su misma edad, y bueno Elsa era mayor que ella por un par de años.

—¿Lista, hermana? — dijo Hans, con una gran sonrisa en su atractivo rostro, mientras abría un poco la puerta de la alcoba de Anna.

—Sí, Hans —la chica posó entonces su mirada en la figura de su hermano, y se preguntó que cuáles eran sus intenciones con la princesa Elsa.

Ella, Anna, estaba casi segura que él no amaría a su futura esposa, por muy guapa que fuese, en vista que el gran amor de Hans era sí mismo.

—Muy bien, te esperamos con Olaf en vestíbulo del castillo… se supone que la princesa Elsa con su comitiva, no tardan en llegar.

La muchacha asintió rápidamente con la cabeza, y se miró por última vez en el espejo, hasta que su hermano cerró la puerta y se dirigió posiblemente a vestíbulo. Cuando Anna se topó con su reflejo, se preguntó si realmente la princesa Elsa era tan guapa como decían.

Una vez que arregló su cabello lo mejor que pudo, y que cuando se hubo colocado el relicario que su madre le entregó a escasos días de morir, la chica siempre acompañada de Olaf, salió de su cuarto y se encaminó al inmenso vestíbulo del palacete real.

—Suerte.

Anna sonrió. Ahí estaba Kristoff dándole ánimos, mientras este mismo rápidamente pasaba por uno de los pasillos del lugar, llevando comida hacia el comedor de la inmensa edificación

Para Anna, Kristoff era incluso más importante que su propio hermano, pero… ¿estaba enamorada de él? Ni siquiera ella lo sabía, en vista que no sabía con precisión cómo era estar enamorada.

Pero eso de estar enamorada eran pamplinas. Ella sabía muy bien que pronto sería comprometida, limitándose a tener un matrimonio sin amor, y que tal vez si tenía algo de suerte de mutuo respeto.

La joven, siendo así, llegó finalmente al inmenso vestíbulo, y se colocó justo al lado de Hans, quien estaba con una sonrisa algo fanfarrona en la cara, mientras vestía las más elegantes y pulcras ropas.

Muy pronto, al menos para Anna, ingresó el mismo Olaf y con fuerte de voz anunció la llegada de la princesa Elsa de Arendelle, la cual además traía su propia comitiva.

—¡La princesa Elsa de Arendelle!

Tan pronto como las palabras de Olaf acabaron, las puertas del palacete se abrieron y ahí, con la espalda bien erguida y una sobria expresión en su rostro la princesa hizo entrada en el vestíbulo.

Los ojos de Anna se abrieron mucho, y su boca se abrió de forma ligera, a la vez que su pecosa piel se llenó de rubor cuando sintió como la mirada azul hielo de la otra princesa se clavaba, de forma momentánea en su figura.

—Buenas noches, princesa Elsa — dijo entonces el príncipe Hans, mirando de manera algo descarada y desvergonzada a la que era su prometida.

—Buenas noches, príncipe Hans — la voz de ella sonó fría y helada, en un tono de vez más gélido que Anna hubiese escuchado en toda su vida.

Y cómo nunca antes le había pasado a ella, el corazón de la princesa Anna latió más fuerte que nunca.

Después de las respectivas presentaciones, todos los participantes de esa reunión, una reunión que reafirmaba la unión y la paz entre ambos reinos, se sentaron en el inmenso comedor real.

—Esta comida está deliciosa.

—Hemos preparado los platos típicos de Arendelle, para que usted esté más cómoda aquí, princesa —dijo Hans, mirando intensamente a Elsa, aún con esa sonrisa en su cara.

—Muchas gracias por su esfuerzo, príncipe Hans.

Sin embargo, nadie sabía lo que realmente pasaba por la cabeza de la princesa heredera de Arendelle.

Aunque ella se veía calma, serena y tranquila, al interior de la muchacha pasaba una auténtica tempestad. La chica había sido criada para gobernar, encerrada en las paredes del palacio en Arendelle, y el saber que debería de compartir su poder con un hombre al cual ella no conocía ni un poco, era una auténtica burla.

Y aún más considerando que el chico era el hijo de los asesinos de sus padres…

¿Odio? ¿Ella acaso sentía odio? Ni la misma princesa lo sabía con exactitud.

Lo único que sabía era que a ella se le había confiado la gente de su amado pueblo, y que no se detendría ante nada y nadie para lograrlo. Incluso, si ella debía de entregarse como mujer a ese tal Hans, ella lo haría…

Porque al fin y al cabo, lo que a Elsa realmente le importaba era la seguridad de su pueblo, y nada más.

Pero eso no quitaba, que aquel especie de semilla vengativa se instalase en su dolido y helado corazón.

—Así que, ¿princesa Elsa, usted ha dicho que desea conocer el pueblo? —habló Olaf, ante la inquietud de la chica.

—Yo puedo mostrárselo.

Todos ladearon su rostro hacia Anna, la cual había estado callada toda la cena, hasta ahora.

—O sea… —e inevitablemente la princesa se sonrojó —. Lo que quiero decir es que estoy segura que mi hermano estará muy ocupado con sus debes reales, y yo no tengo actividad alguna, así que…

—Está bien, que la princesa Anna lo haga — y una especie de sutil sonrisa se dibujó en los delgados y pálidos labios de Elsa.

Y es que si somos completamente sinceros, a Elsa el hecho que Hans la mirase de esa forma, la incomodaba en exceso. La chica había sido criada rodeada de un ambiente recatado, un ambiente en el cual no había espacio para el flirteo.

Porque en una época de guerra, en donde ella era la salvación de su reino, había tiempo para todo, menos para precisamente el amor.

—Y dígame, príncipe Hans, ¿cuál es su visión sobre los gobiernos absolutistas?

—Eso no son temas para una princesa — y Hans sonrió de forma bobalicona —. Usted sólo deberá preocuparse de la crianza del que será el rey futuro, o sea nuestro hijo.

Al escuchar tales palabras el rostro de la joven de ojos azul hielo, casi sólo casi se desencajó. ¿Qué era eso de que 'no era tema para una princesa'? Elsa desde muy pequeña le habían criado para reinar, y el hecho de que Hans se lo negara para ella era casi inadmisible.

Sin embargo, ¿qué podía hacer ella al respecto?

De esta manera, la mirada algo perturbada de la joven se posó sobre su plato, cosa que Anna, que miraba muy atenta a la otra princesa, notó enseguida.

¿Era que la princesa Elsa de Arendelle, estaba condenada al sufrimiento y represión?

La cena finalizó, y la princesa de Arendelle, con aún esa expresión fría y estoica en su cara, se levantó de forma educada de la mesa y se encaminó a sus dependencias, las cuales se encontraban justo hacia el lado derecho del cuarto de Anna.

—Cualquier cosa, princesa Elsa, cuente conmigo —dijo Anna, mirando tímidamente a Elsa, y es que había algo en la muchacha de cabellos platinados, que le hacía sentir nerviosa, como alterada.

Definitivamente, una sensación que jamás había sentido con anterioridad, aún cuando recién la conocía.

—Muchas gracias y buenas noches, princesa Anna —y esta última casi creyó ver una sonrisa en Elsa —. Mañana nos vemos para que usted me presente el reino.

La mejor de ambas chicas, asintió de forma efusiva y de forma casi inevitable sonrió de forma abierta, de una forma tal vez demasiado abierta para el gusto de Elsa.

Esa noche, Anna no pudo conciliar del todo el sueño, y es que el hecho de saber que mañana pasaría todo el día junto a la que sería la esposa de su hermano, la tenía especialmente ansiosa… muy ansiosa.

Y en cuanto a la propia Elsa, ella tampoco pudo dormir del todo bien, aunque sus razones eran algo distintas a las de Anna.

Después de todo, la chica estaba en tierras extrañas, en tierras que en escasos meses atrás habían sido tierras enemigos. Y sí, todo era duro para ella, demasiado duro.

Si bien, ella había traído su propia comitiva, ella tuvo que dejar a sus personas más confiables en Arendelle, para asegurarse que el poder de su gente se mantuviese y no fuese desplazado por la gente de las Islas del Sur.

Y ahora ella estaba sola, completamente sola.

Aún así, ella no lloraría. Se haría fuerte, reforzaría su corazón, escondería sus sentimientos, negaría sus emociones, seguiría siempre digna hacia adelante.

Nadie el detendría, incluso Hans, puesto que la joven estaba más decidida que nunca para lograr todo sus objetivos, y sobre todo proteger a la gente de su tan amado pueblo.

Pero eso no era suficiente.

Para Elsa nada era suficiente.

Y tal vez ese sería su mayor error.

Al día siguiente, la joven heredera al trono se visitó con ropas cómodas, pero igualmente elegantes, y salió de su habitación muy arreglada lista para dar una buena impresión a al gente de las Islas del Sur.

—Buenos días, princesa Anna.

La aludida dirigió su atención hacia Elsa, y cuando la vio inevitablemente se sonrojó. ¿Era su imaginación, o era que la otra princesa estaba incluso más guapa que la noche anterior?

Su corazón, entonces, dio otro brinco.

—Buenos días, princesa Elsa.

Ambas chicas se dirigieron hacia el establo, en donde estaba el mismo Kristoff teniendo los corceles listos para las dos muchachas.

—Buenos días, princesa Anna… Princesa Elsa.

—Hola, Kristoff— y Anna sonrió de forma abierta.

Siendo así, tanto Elsa como Anna montaron sus respectivos caballos, y comenzaron a salir del palacete en dirección hacia la comarca del pueblo de las Islas del Sur. Mientras que Anna miraba tímidamente por el rabillo del ojo a Elsa, esta mantenía la vista fija hacia le frente.

—¿Me permite hacerle una pregunta, princesa Anna?

—C-claro —respondió la muchacha, no pudiendo evitar tartamudear un poco.

—Ese joven Kristoff… ¿usted está interesada en él

—Yo…

—Oh, lo siento —añadió rápidamente Elsa —. Sé que no nos conocemos mucho, simplemente me dio esa impresión.

—Para mí Kristoff es como otro hermano —Anna sonrió al decirlo, y es que en verdad consideraba a Kirstoff más hermana suyo que el propio Hans.

—O sea, ¿usted no está enamorada de él?

—Creo que no, princesa Elsa.

Y fue cuando entonces, una perturbadora idea surgió en la cabeza de la princesa heredera al trono de Arendelle… una idea llena de odio, cargada de dolor y mucha, pero mucha venganza.

La gente de las Islas del Sur pagarían por todo el daño hecho… y lo pagarían con la inocencia de la propia princesa Anna.

Si me envían un review, sería realmente feliz y me entusiasmaría para seguir continuando con esta historia, por lo cual si les ha gustado, los espero de ustedes. ¡Nos leemos!