Capítulo I
Dime si vas a volver algún día...
Si espero o te doy por perdida… si mato de un golpe este amor.
Dime si dejo una luz encendida en algún rincón de mi vida o dejo apagar la ilusión…
Dime por favor si mato de golpe este amor.
Las ruedas de las maletas se escuchaban secas sobre el asfalto. El sonido se detuvo cuando Santana se quedó frente a frente con Brittany. La calle frente a su departamento estaba en completo silencio que se rompió cuando el taxista bajó del coche para colocar las maletas de la rubia en la cajuela.
—Bueno me tengo que ir. Mi avión sale en tres horas —Britt le quitó la caja donde Lord Tubbington III estaba acicalando su pelaje muy cómodamente.
—Britt… —La rubio sonrió cálidamente y le dio un apretón en el brazo derecho de forma fraternal.
—Es lo mejor. Necesitamos ese tiempo. Las conferencias por Europa serán divertidas —Brittany había escrito un artículo sobre la glucosilación no enzimática de las proteínas. Para la comunidad científica era todo un suceso. Tanto que le habían invitado a dar conferencias por toda Europa empezando por Roma. Eran casi seis meses lo que iba a estar fuera. Tal vez un poco más —. El tiempo nos servirá para poner nuestras ideas en claro. Saber si debemos seguir o no. Francamente en estos siete años han existido momentos en los que creo conocerte pero luego todo eso desaparece. Hay un muro entre tú y yo. Vamos a ver si en estos seis meses puedes trabajar en él —Britt le dio un cálido beso en los labios —. Es bueno escuchar Santana pero a veces también es necesario hacerte escuchar.
Brittany subió al taxi y se marchó sin mirar atrás. Santana se limitó a cerrar sus ojos por un momento y llorar silenciosamente. Siempre le había sido difícil hablar, confiar en la gente, incluso con Brittany en ocasiones se limitaba a callar y al final eso había pasado factura en su relación. El estira y afloja había sido más evidente en el último año. Todo culminaba con esa tibia separación que al final desgarraba a Santana porque ella era una firme creyente de que eso de darse un tiempo no era más que una patraña.
Santana regresó a su departamento que estaba lleno de las cosas de ambas. Todo aquello hacía su separación más difícil y surrealista. Britt ya no estaba pero seguía en ese departamento a modo de imágenes y momentos que permanecían pegados a las paredes. Que impregnaban su cama de ella y de todo lo que se llevaba.
Santana era una actriz y se había acostumbrado a realizar un papel en su vida. Era la mujer de la serenidad, la mujer que tenía el consejo. La mujer con la palabra confiada y segura. Pero en el fondo estaba asustada de arruinar su vida. Hablaba poco de ella misma, de sus miedos y de sus historias inconclusas, Britt tenía razón. En siete años no se había atrevido a abrirse de capa con ella y la estaba perdiendo por eso.
Esa noche simplemente no pudo dormir en su cama. Decidió pasar la noche dando vueltas en su sofá y extrañando hasta el ridículo gato que tanto odiaba.
—Muchas gracias, Davies, pero de ahora en adelante ya no requerimos de tus servicios. Tienes toda la tarde y el día de mañana para empacar tus cosas y desalojar tu camerino. Dejaremos caer tu finiquito y tu último pago en tu cuenta a más tardar pasado mañana —La sonrisa condescendiente y tranquilizadora de dientes perfectos poco hacía para aliviar la estupefacción del actor.
—¿Perdón? —Alexander se obligó a contestar, confuso, mirando alternativamente a los dos hombres sentados frente a él. La expresión circunspecta pero apenada de uno distaba diametralmente de la sonrisa ensayada y pedante del otro —¿Es en serio? —Su voz, esta vez, manó indignada, estrellando las manos en el escritorio que los separaba los unos de los otros —¡Si sólo faltan un par de semanas antes del día del estreno!
—Lo sentimos mucho, Alexander. Fue una decisión de último momento.
El actor boqueó todavía molesto, tragándose sus comentarios de por dónde podía meterse sus disculpas antes de levantarse y despedirse de ellos con movimientos y voz tensa. Cuando la puerta fue cerrada con más fuerza de la habitual Kurt se permitió soltar aire y retirarse los lentes que descansaban en el puente de su nariz, esperando así poder alejar algo de su tensión.
—Esto es una mala idea, Blaine —Repitió mientras la mano de su marido se deslizaba desde su rodilla a más arriba —Estoy hablando en serio.
—Y yo —Anderson le dio un apretón en el muslo y se inclinó a besarlo con gesto posesivo, arrancándole un suspiro a Kurt apenas el beso culminó —Alexander no podía seguir trabajando aquí, Kurt, y lo sabes. Sus intenciones no eran del todo profesionales. Además no le necesitamos. Después de todo, ¿Quién podría representar mejor al Élder Price que el director de la obra?
Kurt se abstuvo de rodar los ojos, pero ganas no le faltaban. ¿Que sus intenciones no eran del todo profesionales? ¿Esas fueron sus conclusiones al verlo hablar con Davies en horarios fuera de los ensayos? Aunque le desagradara, no le extrañaba. Blaine siempre había sido un hombre posesivo, celoso e inseguro, y no era nuevo para Kurt el terminar discutiendo con él cuando algún actor o actriz parecía mostrar interés por pasar más tiempo con él. En más de una ocasión Blaine prefería despedir al artista en cuestión para seguir evitando futuros conflictos y, de ser necesario, tomaba su papel en la obra, justificando que era mejor asignarlo a él que a cualquier otro.
En un inicio Kurt había objetado; le parecían demasiado estúpidas e infantiles las reacciones de su esposo, muy poco profesionales; pero a pesar de que peleara con uñas y dientes y le diese a Blaine buenos argumentos para conservar a los actores y actrices, él siempre parecía sacar a relucir la carta de la infidelidad, de la falta de confianza, de su falta de juicio por ser el objeto del 'acoso' y, a la larga, Hummel aprendió a morderse la lengua y callar, pensando más de una vez que haber relacionado los negocios con su matrimonio no había sido la más brillante de sus ideas.
—¿Un hombre arrogante y pagado de sí mismo? Definitivamente te queda como anillo al guante.
—Ja, ja, muy gracioso, señor Anderson —Kurt exhaló un resoplido de risa y exasperación, deteniendo con destreza la mano audaz.
—¿Qué crees que haces? ¿Acaso olvidaste que tenías que ir por Damián hoy?
—¿Me creerías si te digo que lo había olvidado? — Kurt negó con sutileza mientras sonreía. Sí, si lo creía capaz —. ¿Crees que puedas ir tú por él?
—Sabes que no — Kurt se puso de pie y caminó hasta el perchero, tomando de ésta su maleta —. Tengo una cita con Siena, ¿recuerdas? Quedó de entrevistarme para darle algo de promoción a la obra. Es la primera vez que 'El libro del mormón' es protagonizada en su mayoría por actores de la comunidad LGBT.
Ambos compartieron una sonrisa. Eso era lo que los diferenciaba. Desde que habían empezado a dirigir y producir sus propias obras procuraban que la mayor parte de los papeles fueran interpretados por integrantes de la comunidad gay. No era una verdad absoluta pero sí su sello de autenticidad. Y en una obra como 'El gran Libro Mormón'...
— No te olvides de recogerlo. Te veré a las cinco —Blaine lo imitó, poniéndose de pie y abrazándolo por la cintura antes de besarlo.
— Te amo —Murmuró al soltarlo, contagiándole la sonrisa.
— Y yo a tí —Fueron sus últimas palabras antes de salir.
La primera vez que creyó verlo fue una mañana que tenía una cita muy importante en la diecinueve y Broadway. El tipo estaba al otro lado del vagón del metro. Santana se convenció de que no podía ser él. Al final de cuentas había demasiados tipos como él en todo el país, era bastante genérico, así que bajó del metro convencida de no haber visto nada familiar en aquel tipo de traje oscuro y maletin.
La segunda vez que lo vio fue tres días después del primer y fortuito encuentro. Era de noche. Santana había estado fuera de casa todo el día, de arriba abajo con las audiciones y revisando personajes con su agente. El vagón del metro estaba lo suficientemente vacío como para poder prestar atención a ése tipo. Era él, de eso estaba segura, le bastó observarle durante algunos minutos para corroborarlo. Traía puestos unos zapatos oxford, bicolor, caramelo y blanco, muy parecidos a los que usaban los jugadores de cricket. Habían sido mandados a hacer a la medida, eso era seguro. Su traje era marrón oscuro, su camisa era de un azul bastante agradable. Tenía desabotonados los dos ojales superiores y su corbata estaba floja. En las manos tenía un pesado libro de pasta negra y en el lomo se podría leer: "The stand".
Santana pensó en acercarse y saludar pero, ¿para qué? Decidió que esa noche prefería caminar a casa. Bajó del metro tres estaciones antes y salió por la puerta más alejada para no toparse con él.
La tercera vez que lo vio fue dos semanas después de haber tenido su audición en la diecinueve y Broadway. El vagón estaba prácticamente vacío y Santana decidió que no se iba a arriesgar a ser vista. Ignoró completamente la familiar figura y se concentró en el guión que le había dado esa tarde su agente.
Se perdió en la lectura hasta que una enorme sombra le oscureció las blancas hojas. Elevó la vista poco a poco. Los zapatos seguían siendo bicolor, ésa noche negro y blanco, con un traje negro, una camisa rosa y una corbata con un estampado paisley. La sonrisa era amplia y eso incómodo a Santana. En el colegio poco lo había visto sonreír. Sus ojos parecían verdes con la luz del vagón y brillaban.
—¿Vamos a seguir ignorándonos mutuamente o somos adultos y nos saludamos como dos viejos amigos? —Se sentó a su lado como si nada y Santana guardó su guión de mala gana.
—No te estaba ignorando. Simplemente no te reconocía sin el poliéster rojo de la chaqueta de McKinley —Dave hizo una mueca de diversión.
—Una perra en el colegio. Una perra toda la vida —Santana se encogió en hombros.
—Los trajes a la medida te hacen justicia. Lo que no entiendo son los malditos oxford bicolor. ¿Te crees un gangster?
—Creo que sólo me gustan. Tal vez en un universo paralelo mi padre era un mafioso y yo me encargué de su negocio —Santana rió. Recordaba a Dave Karofsky enojado, avergonzado, aterrado pero nunca de buen humor. Parecía que el tiempo había sido un buen amigo del tipo que estaba a su lado.
—Evidentemente ya no estás en el armario. La corbata lo dice todo —Dave vio su corbata y bufó divertido —. ¿Qué haces en mi hermosa ciudad? —Karofsky cogió su tarjetero del interior de la chaqueta y le tendió una inmaculada tarjeta blanca donde brillaba el nombre de David P. Karofsky y el flamante nombre de la agencia para la que trabajaba —. Octagon Sports Agency. Nada mal para un tipo de Lima Ohio —David se sonrojó genuinamente y eso casi enternece a Santana.
—Me acaban de ascender. Soy el nuevo y brillante ejecutivo de talentos —Santana asintió.
—Así que eres el abogado del diablo que arregla todo entre la escuela del tipo con talento y el rutilante equipo que va a joderse al pobre diablo —Dave rió de nuevo. Su risa era contagiosa pero Santana evitó seguirle.
—Digamos que intento hacer lo mejor para todos. Pasé diez años siendo un cazatalentos y ahora por fin tengo el puesto de mis sueños —Dave estaba orgulloso, Santana podía verlo. Incluso hasta ella sintió el pinchazo del orgullo al ver hasta dónde habían llegado después de haber estado tan perdidos en el colegio —. Mi jefe es el niño de oro de la agencia. El hijo del presidente. Tiene sólo dos años más que yo pero todos lo respetamos y es bueno… —Dave cerró la boca y negó sonriendo —. Lo siento. Creo que estoy demasiado emocionado. Tengo un mes en el puesto.
—Se te nota la emoción —palmeó la amplia espalda de Dave —. Desbordas arcoiris Karofsky.
—Conozco un bar —Santana enarcó su ceja derecha —. Oh, vamos. Podemos ir a tomarnos un par de copas, después de todo fuimos algo así como novios. Me gustaría ponerme al día contigo.
—Nunca fuimos amigos Karofsky —Dave soltó el aire y asintió.
—Lo sé. Pero fuimos cómplices y a veces eso es más fuerte que una amistad —Santana había chantajeado a Dave vilmente y lo había hecho sufrir. Se habían cruzado en un camino doloroso hacia el autoconocimiento. Dave tenía razón, tal vez no habían sido amigos, pero había compartido algo incluso más importante que eso.
—Tú vas a pagar los tragos. Eres un pez grande.
—Te he visto en miles de series. Así que no creo que seas una pobre mujer desvalida —Santana se encogió en hombros. Lo cierto era que siempre la detenían al bajar del metro o antes de subir para pedirle una foto. Estaba convirtiéndose en una estrella pero no dejaba que eso se le subiera a la cabeza.
—¿Cómo está Brittaney? Supe que se había casado —Karofsky había puesto el dedo en la herida de una forma tremenda.
—Bien. Todo bien. Está de viaje —Dave asintió. Santana había usado su mejor poker face pero de alguna manera notó que Dave quería preguntar algo más —. Espero que los tragos no sean un pretexto para preguntarme de Blaine y de Kurt porque te juro que… —David rompió en carcajadas.
—Lo siento —dijo calmandose —. No. No tengo intenciones de preguntar. Dios bendiga su matrimonio por los siglos de los siglos. Dejé a Blaine sabiendo que él no era para mí. El sexo era magnífico y todo pero la pasión se acaba pronto. Y Kurt, bueno, Kurt era para mí como ver porno. Me hervía la sangre de verlo pavonearse por los pasillos y hasta pensé estar enamorado. Pero tengo treinta años y un montón de amantes en la cuenta y te puedo decir que Kurt fue una bonita ilusión.
Santana no dijo nada. Se limitó a darle a Dave una sonrisa sincera, la primera de la noche. David Karofsky había madurado y era muy agradable verlo tan dispuesto, tan abierto, tan dueño de sí. Santana lo envidió por un momento. A pesar de todo lo que había sucedido con él, Karofsky parecía estar en paz con su pasado.
Bajaron del metro y empezaron a caminar hacia un bar que Santana conocía muy bien. Era uno de sus lugares favoritos.
—Es curioso —Santana empezó a hablar después de que sus bebidas llegaron. Ella un martini y él un whisky.
—¿El qué? —Dave la veía extrañado.
—Hablaste de Dios —Dave rió de nuevo por lo bajo y a Santana le dio la impresión de que de nuevo estaba poniéndose a mano con el pasado.
—Me reconcilie con él —bebió algo de su copa —. Tal vez no con mi madre pero con él si —la sonrisa vaciló un poco y se terminó el resto de su trago —. Born this way, baby —Santana rodó los ojos.
—Por favor no vayas a cantar.
—Lo dice la perra que estuvo en el club Glee…
La conversación después derivó en el trabajo de ambos. Santana se cuidó muy bien de no tocar temas relacionados con Britt y su viaje. Cuando se dio cuenta estaba ya algo achispada y Dave también.
—Vaya. Son las dos de la mañana —Dave parpadeó —. Creo que es hora de marcharnos. Tengo una junta a las ocho en punto —Santana se levantó con toda la elegancia del mundo a pesar de que por un momento las cosas a su alrededor se habían movido —. Te acompaño a tu casa —Santana negó.
—No vivo muy lejos. Mi departamento está a tres cuadras. Puedo caminar —Dave negó y la cogió gentilmente del brazo y empezaron a caminar.
—¿Dónde está el flamante señor Karofsky? —Santana le preguntó abrazándose del brazo derecho de Dave.
—¿Mi papá? —Santana negó. El aire de la noche la había hecho sentirse más borracha que en el bar.
—Tu flamante esposo —Dave se encogió en hombros. La corbata con ese estúpido estampado paisley colgaba de su cuello sin ningún nudo. Tenía la nariz y los ojos ligeramente enrojecidos. También estaba borracho.
—No sé. ¿En algún lugar de un gran país? Creeme no he parado de buscarlo. Por mi bendita cama han pasado un buen número de tipos y ninguno ha sido el indicado. Creo que hay algunas personas que tienen suerte y encuentran al amor de su vida en el colegio. Así como les pasó a Kurt y a ti —Santana tuvo que cerrar los ojos para no llorar. De pronto, a la mitad del camino, Dave se detuvo —. Ése —señaló el quinto piso de un complejo de departamentos — es mi departamento. Prácticamente somos vecinos —luego siguió caminando.
—No puede ser. He vivido en éste barrio por años y nunca te había visto en el metro.
—Me acabo de mudar. Viaje demasiado siendo cazatalentos.
—¿Te tiraste a alguno de tus talentos? —Dave rió.
—No… eso no hubiera sido profesional —Santana examinó su rostro y le dio un palmada en el pecho.
—Oh, si lo hiciste, tú jodido oso de mierda. Seguro fue uno de esos tipos delgados que te gustan.
—No me gustan delgados —Santana empezó a reír a carcajadas. Estaban ya muy cerca de su casa.
—Claro, claro. Seguro te has tirado a todo tipo de tíos. Pero el primer amor nunca se olvida y Kurt Hummel, con todo y ese culo flaco, te pegaron duro —Dave negó —. Sé tu debilidad Karofsky —Dave volvió a negar —. Oh… es aquí —Dave le ayudó a subir los tres escalones que daban a su puerta —. Listo. Me has traído sana y salva. Ya puedes marcharte.
—No hasta que entres. No quiero que te vayas a romper el cuello y todos tus amigos del club glee vayan tras de mí —Santana bufó indignada. Buscó su llave y con algo de dificultad abrió la puerta. Cuando estaba a punto de entrar se dio media vuelta, cogió un papel cualquiera y garabateo rápidamente —. Quiero que me llames cuando llegues a casa. Si no lo haces mañana iré a patear la puerta de tu lujoso departamento, señor ejecutivo —Dave asintió. Cuando la vio entrar a su casa empezó a caminar de regreso a su departamento. Ni en un millón de años le admitiría a Santana López que sí tenía una predilección, ligera, muy ligera, por los tipos delgados.
Santana había arrojado sus cosas al suelo. Sus botas habían terminado en algún punto de la sala y tambaleándose había entrado a la ducha. A pesar del baño con agua fría aún sentía borracha. Se tiró en la cama y cerró los ojos. Extrañaba el aroma de Brittany, su calor, su cuerpo… abrió los ojos de golpe. Se estaba poniendo caliente.
Se abrió la bata y suspiró nostalgica. Tal vez Britt se había marchado pero eso no le quitaba el derecho de masturbarse pensando en ella.
Gracias a Name por su colaboración en la historia. Sus ideas y su apoyo le dieron vida a esta historia.
Es un longfic. Vamos a publicarlo diario. Espero que le encuentren el sabor porque en este fic pasan muchas cosas
Winter, si lo lees, creo que por fin conseguí hacer algo que te puede gustar. Mucho más maduro y mucho más real a lo que a veces sucede en a relaciones.
Nos vemos mañana.
