Prólogo

Escuchaba voces a mi alrededor, voces lejanas, pero no podía, me era imposible captar de quienes eran, o que decían. Mi cabeza dolía, como si mil martillos estuvieran golpeándola, todos a la vez. Otra vez esas voces. ¿Quién era? ¿Qué me estaba diciendo?

"Honoka… hermana…"

Esa voz, ¿Yukiho? ¿Dónde estás? Traté de abrir mis ojos, pero estaban pesados, incluso dolían. ¿Por qué?

"Hermana… despierta… no mueras"

¿Morir? ¿A qué se refería con morir? Todo estaba oscuro, y casi no sentía ni mi propia respiración. ¿Era acaso esto? ¿Estaba muriendo? No, no podía hacerlo. Mis amigas… Umi, Kotori, Eli, Hanayo, Rin, Maki, Nico, Nozomi… ¿Dónde están? ¿Dónde estoy?

Escucho llanto. Un llanto triste. ¿Yukiho llora? ¿Qué está pasando? De pronto, veo una luz frente a mí, una brillante luz. ¿La sigo? Qué más puedo hacer, no hay nada a mi alrededor. Suspiro y decido avanzar hacia ella.

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Marzo 18, 2012 10:45:36 p.m.

Honoka comenzó a balbucear sonidos, haciendo que la chica sobre su pecho se sobresaltara, mirando fijamente su rostro.

– ¿Hermana?

–Yu… Yukiho…

–Honoka, vamos despierta, tú puedes hacerlo.

Honoka movió despacio la cabeza, luchando contra lo que parecía ser una terrible pesadilla. Yukiho, su hermana menor, sostuvo sus manos para darle apoyo.

–Vamos hermana, eres fuerte, puedes hacerlo. Vuelve…

Honoka dejó de moverse. Temiendo lo peor, Yukiho, de cuyo rostro bajaban gotas de sudor, se recostó sobre su pecho, tratando de escuchar el débil latir de su corazón. Al ver que ella aún vivía, suspiró y le besó la frente.

–Vamos hermanita… abre los ojos.

Como si de una orden directa dada por un superior se tratara, Honoka comenzó a abrir despacio sus parpados, mostrando dos gotas de agua que tenía por pupilas, azules como el vasto océano. Tardó casi diez segundos en lograr ubicar el rostro de su hermana que la miraba con aire esperanzado.

–Yu… Yukiho…

–Hermana. Al fin despiertas. Pensé que… pensé que… –pero no pudo terminar la frase, porque el llanto que brotaba de sus ojos y garganta se lo impidió.

– ¿Dónde estoy?

–Estás en el hospital.

– ¿Qué me pasó? Me duele todo el cuerpo.

– ¿Acaso no recuerdas nada? –preguntó la menor, mirando a su hermana fijamente, con temor en su rostro.

–Recordar… recordar… –y como si decir esas palabras hubieran servido como un conjuro, las imágenes de lo ocurrido regresaron a su mente, todas de golpe.

"Estaban paradas en el centro del escenario, ella y sus ocho amigas, todas vistiendo esos hermosos trajes de colores. Estaban a punto de cantar se canción, de hacer su participación en la final del Love Live, cuando escucharon una explosión dentro de la audiencia, luego otra, un poco más cerca. Temiendo lo peor, comenzaron a huir justo cuando otra explosión, en el centro del escenario, la lanzó lejos del mismo"

– ¡La explosión! –gritó con fuerza sentándose en la cama. Un enorme mareo le subió rápidamente a la cabeza, provocando que comenzara a vomitar. Yukiho se levantó del suelo donde estaba arrodillada y se asomó a la puerta.

– ¡Enfermera…! ¡Enfermera!

Unos segundos después, dos mujeres vestidas completamente de blanco y un hombre, con una bata y un estetoscopio al cuello entraron a la habitación. Sin preguntarle nada a Yukiho, comenzaron a atender a Honoka, que continuaba vomitando, ahora incluso pequeñas cantidades de sangre.

Luego de inyectarle un calmante la acostaron sobre la cama y le colocaron otra bolsa de suero. El hombre miró a Yukiho fijamente mientras ella lo miraba a él con lágrimas en los ojos.

–Trata de no decirle aún… por favor.

Yukiho asintió, tragando el nudo que tenía en su garganta. La dejaron nuevamente sola junto a su hermana que trataba de luchar contra el efecto del calmante. Yukiho volvió a arrodillarse a su lado y le tomó la mano izquierda.

–Yukiho, las chicas… ¿cómo…?

–Honoka… –las lágrimas comenzaron a bajar por las mejillas de Yukiho, cayendo sobre la mano de su hermana.

–Yukiho… Yu… –y perdió la consciencia.

Marzo 20, 2012 02:12:52 p.m.

Dos días ya habían pasado de la tragedia que había empañado la paz en el país. Más de cien muertes habían teñido lo que tenía que haber sido una fiesta. Tres bombas habían detonado, una tras la otra, ocasionando el caos, ocasionando el miedo, ocasionando perdida. La policía había detenido a los presuntos autores del crimen. Cinco jóvenes que se hacían llamar, "Los defensores de A-RISE", que estaban molestos por la derrota sufrida por el grupo que ellos admiraban, a manos de un grupo de según ellos, novatas sin talento.

El cielo estaba completamente encapotado, triste como las decenas de familias que tenían sus funerales ese día, cuando al fin podrían darles descanso eterno a sus seres queridos. El Dojo de la familia Sonoda, otrora lugar de alegría y respeto, se había convertido en la pequeña capilla de despedida para tres familias.

Honoka miraba a la nada, con sus ojos completamente rojos, cansados de tanto llorar. Estaba ya segura que no le saldrían más lágrimas, que ya las había consumido por completo. A su lado, había otra chica, de largo cabello morado y ojos esmeralda, que solo murmuraba cosas para ella, perdida en su mente, pero que Honoka alcanzaba a escuchar.

– ¿Por qué Elichi… por qué me protegiste? Hubiera muerto contigo ¿Por qué me dejaste sola? Quiero irme contigo…

Honoka suspiró. Una mano le acarició la espalda, tratando de reconfortarla, aunque la dueña de esa mano estaba completamente bañada en lágrimas. Se miraron unos segundos.

–Honoka-chan…

–Hanayo…

La chica trató de sonreír, pero era más una mueca mal hecha. Honoka tomó la mano con la que la acariciaba y le dio un beso.

– ¿Cómo está Rin-chan?

Ambas miraron a la chica a su lado, una chica de cabello corto naranja, de rostro felino. Tenía la mirada perdida hacia el frente, y lágrimas bajaban por su rostro, pero no podía limpiarlas, porque no podía moverse, solo sus ojos que mostraban todo el desconsuelo que sentía. Hanayo tomó el pañuelo en su regazo y comenzó a limpiarle las mejillas, sosteniendo la silla de ruedas especial para que no se moviera.

–El doctor dice que se pondrá bien. Con terapia, podrá recuperar la movilidad de su cuerpo. Pero… no cree que pueda volver a hablar.

–Hanayo…

Hanayo negó y dibujó una leve sonrisa. Honoka suspiró y volvió a mirar hacia el frente de la sala. Tres ataúdes, de color negro, estaban colocados, uno al lado del otro. Honoka se levantó con mucho pesar, y avanzó unos pasos. No pudo seguir más allá de donde estaban las fotografías de sus tres amigas. Con mucha tortura, miró la fotografía a la izquierda. Una hermosa joven de rasgos extranjeros, de piel blanca y larga cabellera rubia, con dos zafiros por ojos.

Honoka suspiró y acarició la foto de Ayase Eli. Miró el féretro detrás de la fotografía, donde su hermana Yukiho y una chica de cabello rubio, Alisa, lloraban abrazadas.

Desvió la mirada ya con un nudo en la garganta y miró la fotografía más a la izquierda. Se acercó despacio a esta y la acarició lentamente. Esa mirada fuerte de tonos purpura, ese hermoso cabello color escarlata, ya nunca más lo podría ver. Nishikino Maki se había ido para siempre. Escuchó un golpe cerca y levantó la mirada al féretro detrás de la foto. Una chica de cabello negro azabache y ojos color rubí, lloraba con fuerza y golpeaba con sus puños la tapa del ataúd.

–Idiota… idiota… idiota… no tenías que salvarme idiota, tenías que salvarte tu…

Honoka sintió que su corazón se retorcía al mirar el llanto desconsolado de Nico Yazawa. Sabía que aunque siempre pasaba peleando con Maki, en el fondo se querían. Lanzó un suspiro profundo y miró el féretro que estaba en el centro. A sus pies, estaba la fotografía de una hermosa joven de cabello negro azulado, su amiga de la infancia, su mejor amiga, su consciencia. Ya no pudo evitar que las lágrimas salieran de sus ojos y bajaran por sus mejillas.

–Honoka-chan…

Honoka miró a la chica que le llamaba, una chica de cabello grisáceo y hermosos ojos color miel que estaban llenos de agua. Se acercó a ella y le tomó la mano.

–Kotori…

–Honoka, ¿por qué? ¿Por qué?

Kotori se abrazó al cuerpo de Honoka y enterró su rostro en su pecho. Honoka la abrazó con mucha fuerza, mientras miraba el ataúd, que tenía la parte superior abierta, y se podía ver el bello rostro de la que fuera Sonoda Umi.

Sintieron una mano en su hombro, y ambas chicas miraron al hombre que estaba a su lado. El padre de Umi, quien tenía una expresión triste y sombría en su rostro. Suspiró al hablar con un tono seco.

–Chicas, ya se van a llevar los féretros. Es hora de despedirse.

Kotori comenzó a llorar desgarradoramente, y eso paralizó a Honoka. Miró una vez más el rostro de Umi, sin color, sin brillo y sintió que su corazón se hacía pedazos.

– ¡Honoka!

Todos gritaron cuando la chica salió corriendo del Dojo. No podía, no quería aceptarlo. Se negaba a vivir en esa realidad que había arrebatado a sus amigas. Corrió, corrió todo lo que pudo, bajo una intensa lluvia que lograba calar hasta los huesos, hasta llegar al templo Kanda. Siempre había usado ese lugar para pedir a los dioses buena fortuna, pero ahora lo único que quería era maldecirlos, odiarlos.

– ¡¿Por qué?! –Gritó al llegar al altar–. ¡¿Por qué dejaron que pasara esto?!

Se dejó caer de rodillas, llorando desconsoladamente. Una, dos, tres, seis veces golpeó el cemento del suelo con los puños. Sangre bajaba de sus nudillos, al haberse herido, pero no le importaba, quería solo dejar salir su frustración, su ira.

– ¡Kousaka-san!

Una voz la sacó de su desahogo, una voz extrañamente familiar. Iba a darse la vuelta, cuando sintió algo en su espalda, algo frío.

–No te des la vuelta, o me veré en la obligación de matarte.

–Hazlo… no me importa –dijo con voz temblorosa, aunque con verdad en su tono. Nada le importaba ya.

–Aunque trates de engañarte, si hay cosas que te importan. Lo sé.

–Mis amigas murieron… todo mi mundo se vino abajo, ¿qué más me puede importar?

–Que aún puedes cambiar eso. Que alguien te puede ayudar.

Honoka abrió los ojos sorprendida. Hizo a girar la cabeza, pero una mano en guante negro la abofeteó para que no lo hiciera.

–No quiero matarte Kousaka-san, así que no me obligues y escucha. Hay una persona, en Akiba, que puede ayudarte a volver en el tiempo, a evitar la desgracia de perder a Eli… Maki… y Umi…

–Eso es imposible, no te creo. ¿Quién eres?

–Alguien que quiere verte sonreír.

Un enorme rayo cayó sobre un árbol del jardín del templo y Honoka sintió un fuerte golpe en su cabeza y perdió la consciencia. La figura, quien vestía completamente de negro, con una capucha que cubría su rostro sonrió. Respiró profundamente y colocó un papel en la mano derecha de la joven castaña que yacía en el suelo.

–Tú si lo conseguirás Honoka… lo sé.

Y se marchó, dejándola sola en el suelo del altar del templo.


Y comienzo una nueva historia. Para los que no me conocen mi nombre es Emilio, y me encanta escribir, por lo que mi mente siempre pasa imaginando cosas. Una de esas ideas, se transformó en esta historia que quiero contar. Es un crossover entre dos de mis historias favoritas. Espero les guste, lo disfruten y dejen sus comentarios. También hay dos historias más mías, por si las quieren leer (una de ellas está en stand by por ahora, pero ya casí la retomamos).

Sin más les dejo esta nueva historia. Pronto otro capitulo. Un abrazo.