Disclaimer: nada de lo que podáis reconocer me pertenece, todo es propiedad de J. K. Rowling. Sólo la idea es mía.
Aviso: Este fic participa en el reto "Cuatro Navidades" del foro Draco Dormiens Nunquam Titillandus
"La Navidad debería ser en familia"—Minerva McGonagall.
El árbol de Navidad es grande e imponente. Miles de luces juguetean entre sus ramas, y explosiones de dorado y plata se suceden entre el verde de sus hojas. Hay regalos apilados y envueltos en papel rojo y verde junto al abeto aunque su única función es de decoración. Minerva observa todo eso desde su posición, justo a los pies del magnífico ejemplar. Siempre ha sido alta para su edad pero en ese momento se siente pequeña y sobrepasada. Ella no quiere estar en Hogwarts. Desea más que nada volver a casa pero, por otra parte, no quiere tener que respirar ese aire de desconfianza y ligero reproche que se pasea de habitación en habitación.
Han pasado años desde que su madre ha revelado a su marido que es una bruja. Años en los que el amor prevalece pero la confianza ha menguado hasta ser una sombra de lo que una vez fue. Minerva no logra concebir cómo es posible que el amor pueda seguir realmente en esas circunstancias. Pero aunque no lo entiende, lo ve. Hay momentos en los que todo parece ser igual que antes. Como cuando mamá hace el plato favorito de su padre, cuando es el cumpleaños de su hermano Robert, el único que cumple en unas fechas en las que están todos juntos, o en primavera, cuando los ojos de sus padres se tiñen con algo parecido a la nostalgia.
Minerva sabe que se casaron entre flores.
Quiere que todo vuelva ser como cuando esos momentos eran algo habitual. Quiere que la Navidad vuelva a estar llena de risas y enormes pasteles. De besos que la asqueaban a la escasa edad de ocho años o menos. Porque para ella la Navidad es familia y por eso no le gusta estar en Hogwarts, en cierto modo lo odia y le guarda rencor a sus padres. Pero de nada le valen esos sentimientos mientras se sienta a la mesa a cenar con los profesores y los pocos alumnos que han decidido quedarse. Ni siquiera las tonterías de sus compañeros o los chistes malos del profesor Flitwick logran hacerla reír. No le llaman la atención tampoco los dulces de colores variados en los que prevalece el rojo, verde y dorado.
El profesor Dumbledore se empeña en incluirla en una conversación sobre los más recientes avances en Transformaciones pero nada le interesa. Sólo quiere que esa noche acabe para poder irse a su habitación a intentar dormir. Pero su profesor no entiende, o eso quiere hacer creer. Minerva siente una ligera desaprobación cuando se fija en su túnica roja con árboles, renos y estrellas verdes estampadas. Frunce los labios en una mueca y él se da cuenta. Se ríe, como si considerara que la opinión sobre vestimenta de una joven de dieciséis años no fuesen algo a tener en cuenta. Ciertamente no lo son, pero Minerva se siente molesta.
La Navidad debería ser en familia—piensa, mientras se levanta de la mesa con un escueto "He terminado".
