Título: "Shades Of Cool."

Autora: Rohe.

Género: Romance/Angst.

Rating: T.

Disclaimer: La historia me pertenece, todo el resto es de S. Meyer.

Resumen: Isabella Swan está perdidamente enamorada de Edward Cullen. Edward Cullen, está perdidamente enamorado de la realidad. AU. Todos humanos. Este fic participa del Reto " Mi canción favorita, es una historia del foro " "Blood Space".

Advertencia: completamente AU, OoC.


Las risas de Alice, Jasper, Jessica, Mike, Angela, Eric y Tyler llegan desde la sala. Es mi fiesta de cumpleaños. Ellos la organizaron, sorprendiéndome. ¿Qué otra cosa puedo pedirles? Son los mejores amigos.

Eric me pasa una mano por la cintura y me acerca a él:

— ¿Cómo estás hoy, nena?

Él es increíble. Lo conozco hace muchos años, desde la secundaria. Su novio, Tyler, nos sonríe desde el otro lado del salón.

—Bien, bastante feliz—le respondo, dándole un sorbo al vaso de cerveza que tengo entre mis manos—. Estoy contenta de que todos pudieran acompañarme hoy. No pensé que…

— ¡Bella!

Volteo la cabeza hacia la dirección desde donde viene la voz de Alice. Viste un simple vestido de cachemira y zapatos altos. En sus manos trae mi teléfono.

—No sé quién es—dice, confundida—, pero creo que es urgente.

—Vale, gracias.

Le quito el teléfono de las manos, me alejo de Eric y corro hacia la cocina. Tengo miedo de que sea mi madre: Renée ha estado preocupada por la salud de Phil, su esposo, estos últimos días.

— ¿Aló? —cuestiono, tapándome un oído para escuchar mejor.

Isabella—la voz es ronca, tanto que me sobresalta. Es él—. Feliz cumpleaños.

No creí que me llamara. Edward nunca llama. Pienso en si llamó a Tanya antes, pero no le doy tiempo a mi mente para relacionar esas ideas.

—Gracias. ¿Cómo estás?

Solo. He guardado una botella de brandy para una ocasión especial, y hoy es una ocasión especial. ¿Qué dices?

Suspiro. Mis amigos me han hecho una fiesta de cumpleaños, se esforzaron en guardar el secreto para que sea una sorpresa…

Isabella—pide en voz baja, reiterando el mismo tono—, ven.

Su voz es como un lamento, a pesar de que sé que no lo es. Edward jamás se lamentaría.

—Iré—digo, tragando saliva—. Estaré ahí en media hora, Edward.

Mientras cuelgo y guardo el teléfono, pienso en una excusa. Alice no me perdonará si le digo la verdad, lo sé.


Acaricio su pecho suavemente. Su respiración tranquila me calma, la música jazz me relaja. Sostengo firmemente el vaso de brandy, deseando que este momento nunca se acabe.

Estamos meciéndonos al centro del salón. Edward acaricia mi cabello, deja dulces suspiros en mi oído. Huele a una costosa loción, una que jamás podría comprar. Y pienso en Tanya otra vez.

La música se detiene y nosotros también. Me separo de su cuerpo y miro sus fríos ojos azules. Siempre está esa barrera, esa que jamás puedo atravesar para romper con su indiferencia e insensibilidad. Deseo romper con todo lo que nos separa, pero también tengo miedo. No quiero desatar un monstruo que luego no podré controlar.

—Me ha gustado el brandy, gracias—le digo, sin apartar la mirada.

—Lo sé—se limita a responder.

Se inclina y sus labios tocan los míos. Su boca sabe a brandy y frivolidad, más de lo que puedo soportar.

Cuando la música vuelve a sonar, me olvido de las barreras que yo misma me he impuesto y lo abrazo con fuerza, tratando de demostrar con eso lo mucho que lo quiero. Pero lo único que recibo de él son sus dedos esbeltos acariciando mi cabello oscuro otra vez.


Las palmeras de California pasan rápidamente arriba de mi cabeza. A mi lado, está el mar y su magistral sonido. La brisa marina, las gaviotas sobrevolando aquella masa azul. Y Edward está a mi lado conduciendo en silencio.

La música jazz es nuestra plática. Una de sus manos está sobre la palanca de cambio, la otra en el volante. De pronto, su teléfono móvil suena y él activa el alta voz.

—Edward Cullen—dice impasible.

¡Hola, Edward! Soy Tanya. Estoy en la ciudad y creí que podía pasar a verte. Emmett me dijo que estaría este fin de semana, ¿Qué dices?

Su boca se retuerce en un gesto que reconozco como indecisión. Mi corazón se acelera pensando que él dirá que sí, que aceptará su invitación.

—Lamentablemente, estoy con alguien este fin de semana—dice con su característico tono ronco. Suelto paulatinamente un suspiro de alivio. Él no irá con ella, él me ha elegido a mí—. Agradezco tu llamado.

Será para la próxima, cariño. No me olvides.

Y cuelga; la música vuelve a sonar. Edward no menciona dice nada respecto a la llamada de su ex amante. Tanya, Tanya. Un fantasma que me persigue desde que conocí a Edward.

Cuando giro la cabeza para observar el mar, reconsidero la situación. Edward está conmigo de camino a su casa de playa, conduciendo su Chevi Malibú. Él me ha llamado a mí y no a ella, no a Tanya.

Estiro mi mano para ponerla sobre la suya en la palanca de cambio, pero él la aparta para doblar en una curva. Aunque sé que no lo hace apropósito, duele como si lo hiciera.

Me concentro en la música, en las manos de mi amante, en el sonido de las olas.


Se ríe a carcajadas, y parece joven y despreocupado, con la cabeza echada hacia atrás. Ni siquiera parece tener treinta y ocho años.

—Pero si eso pasó, Edward. En serio—le aseguro con falsa seriedad mientras deslizo un dedo por su pecho.

—Oh, por supuesto que pasó—contesta, esbozando una sonrisa divertida.

En su mano trae un cigarrillo. Viste un pantalón de tela negra y una camisa blanca. Me mira intensamente, como queriendo decir algo, pero eso está fuera de mi alcance.

Cierro los ojos, aspirando el frío aire de la tarde. Siento la mano de Edward acariciándome dulcemente el muslo, mientras su respiración caliente choca contra mi oído. A lo lejos, hay risas infantiles y carcajadas de adolescente que deciden pasear por el parque.

Me gusta cuando Edward ríe. Son tan pocas las veces que pasa que me deja desarmada. Me pregunto qué cosa tan terrible pudo haberle pasado para que jamás deje que un sonido de felicidad escape de su pecho.

Cuando abro los ojos, Edward continúa observándome. Su cabello cobrizo brilla contra el sol, toda su piel lo hace.

— ¿Qué pasa? —cuestiono.

—Nada, Isabella—murmura, dándole una calada a su cigarrillo—. ¿Qué harás la próxima semana?

—Debo ir con mi madre, ya sabes, a Arizona. Su marido está enfermo y ella está preocupada.

Asiente silenciosamente. Esquiva mi mirada esta vez. Sé lo que está pensando: saldrá con Tanya. Saldrá con Tanya y no podré evitarlo.

Para evadir mis pensamientos me sumerjo en la sensación de su mano en mi muslo, cerrando los ojos y respirando profundo.


Me despierto sobresaltada. La mano de Edward está sobre mi brazo, tiene los ojos cerrados y respira tranquilo. Lleva el pijama que le regalé hace un año y medio para su cumpleaños.

Las luces de la ciudad iluminan la habitación. ¿Qué haré en la mañana, cuando suba al avión y deje para siempre la relación que he establecido con Edward? No podré soportar dejarlo aquí, en esta ciudad, junto a Tanya.

Me levanto rápidamente de la cama, cuidando mis pasos. ¿Qué sentimientos invadirán su alma cuando vea mi lado del ropero vacío, cuando vea que una de sus maletas falta?

Alcanzo el papel que he dejado preparado hace mucho. Cojo el lápiz y escribo:

"Te estás desmoronando tristemente,

Isabella".

Recuerdo la expresión de Alice cuando supo que dejaría a Edward. ¿Por qué todos dicen que él es un hombre malvado? ¿Por qué todos quieren cuestionarlo? Aún puedo sentir esa excitación y cariño hacia él como la primera vez que lo vi, sentando al final de un bar, con una exuberante rubia en su regazo.

—Edward—susurro cuando vuelvo a la habitación.

Sigue en el mismo lugar, con la misma expresión. ¿Por qué alguien como él debe ser tan indestructible? En mi retina está grabada su expresión de hastío y repulsión cuando mencioné a su familia; el dolor e indiferencia ante todo y todos.

Cuando tengo la maleta lista, cambio mi ropa por un largo abrigo negro que pertenece a Edward. Hace frío; son las dos de la madrugada.

Me acerco a la cama y le acaricio el rostro. Es una bella obra maestra; fue esculpido por los ángeles.

No quiero dejarlo, no quiero abandonarlo.

— ¿Bella? —musita con voz ronca, aún con los ojos cerrados.

Contengo la respiración. Es la primera vez que me llama así, la primera vez que menciona mi nombre de ese modo. Le quiero y eso no podré evitarlo.

Pero debo hacerlo ahora.

—Vuelve a dormir—le digo, besando su frente—. Nos veremos en otra vida.


"Eres irreparable

No puedo atravesar tu mundo
Porque vives en colores fríos

Tu corazón es irrompible."

Lana Del Rey.


Eso fue todo. Espero que les haya gustado. Si fue así, dejen un comentario. Si tienen alguna sugerencia, también.

Un beso,

Rohe.