La paquetería

Kanon fue enviado a Londres para realizar un viaje de negocios en donde se encontraría con los ejecutivos de los principales compradores de los insumos y servicios de Poseidon Enterprises, compañía dedicada a los servicios marítimos.

La empresa le otorgó el mínimo presupuesto para viajar. Su jefe, el tacaño Julián Solo, alegó que era patriótico cuidar de las finanzas de una de las empresas griegas más importantes dada la crisis económica que no abandonaba el sur la península balcánica y mantenía a Grecia en jaque.

Honestamente lo único bueno de aquel engorroso viaje de negocios era gozar de los atractivos de Inglaterra y no se refería al Big Ben, al London Eye, Westminster Abbey o Buckingham Palace.

Tras la primera junta ejecutiva que tuvo que cumplir en nombre de Poseidon Enterprises, el inquieto hombre de larga cabellera añil tomó su teléfono móvil y abrió presuroso la aplicación de encuentros gay más popular del mundo llamada "La paquetería".


Radamanthys confesó su gran secreto delante de Minos y Aiacos aquella tarde estando los tres reunidos en su pub favorito.

Los tres habían compartido toda una vida de amistad y cuando el imponente inglés declaró con rostro serio "Soy bisexual" obtuvo sonoras carcajadas como respuesta por parte de sus iguales.

Wyvern nunca se había sentido tan avergonzado y humillado. Con el rostro sublimado en furia, estuvo a punto de actuar con violencia. Aiacos reaccionó con habilidad y lo tomó por el hombro en actitud de apaciguamiento; sin embargo, no ayudaba que el pelinegro tuviera lágrimas de risa bordeando sus ojos.

— No lo tomes a mal, amigo mío, pero hemos sabido desde que tienes 13 años que eres gay.

— ¡No soy gay, soy bisexual, maldita sea!

Minos rodeó a su rubio amigo con un brazo alrededor de su cuello.

— ¿Quién lo creería, verdad? Que el varonil, y perfecto señor Wyvern, epítome de la caballerosidad inglesa, en realidad le gustan las pollas.

Con un sádico codazo, el hombre de ojos ámbar obligó al de cabellos plateados soltarlo en un instante. Radamanthys estaba rojo, pero era más vergüenza que furia lo que le estaba acribillando.

— Por tercera vez: ¡Yo no soy gay!

Griffon no pudo replicar, puesto que se encontraba recuperando aire y bramando de dolor.

— Copiado, colega — entró Aiacos a escena, guardando distancia del rubio con precaución. — No te mortifiques por nosotros —. Garuda esbozó una teatral expresión y habló con un tono cómico, imitando a una madre preocupada —. Te amamos tal como eres.

Minos se recuperó a tiempo para soltar pequeños bufidos de risa ante el numerito de Aiacos.


Kanon se hallaba en la tranquilidad de su habitación de hotel sentado sobre el único sofá del lugar. Desde hacía ya bastantes minutos se encontraba explorando sin descanso la aplicación "La paquetería" cuya interfaz era de colores negro y naranja.

Estaba acostumbrado a que aun zambulléndose en aquel mar de perfiles, reacciones y mensajes no fuera capaz de encontrar nada de su interés. A veces, la situación le estresaba y aunque gozara del sexo casual tanto como cualquier hombre saludable de su edad, no iba a entregarse con cualquiera.

A punto de botar el teléfono y salir a hacer turismo él solo, encontró un perfil que le sobre llamó la atención. Le gustó lo que vio en las fotografías de perfil y lo que leyó en la descripción. Comenzó con la comunicación con el susodicho cuyo sobrenombre era Rhadamante. Le escribió un mensaje que fue contestado en segundos.

Conforme pasaron los minutos, se desarrolló una amena conversación y una sonrisa comenzó a hacerse recurrente en el atractivo rostro de Kanon mientras intercambiaba letras con el otro. Finalmente recibió una fotografía íntima de Rhadamante que a Kanon provocó morderse el labio inferior y sentir un latigazo de excitación recorrer su anatomía.


— ¡Tienes una cita esta noche! — anunció Minos apareciéndose en la oficina de Wyvern.

— ¡El tipo está para comérselo entero! Es completamente tu tipo, mi amigo, degústalo hasta que quieras vomitar de empacho —. Aiacos llegó detrás de Griffon y corrió frente a Radamanthys para ponerle frente a los ojos la pantalla de su celular en donde aparecía una provocativa fotografía de un hombre de largos cabellos añiles.

El protagonista de la imagen tenía el torso lampiño desnudo, mostrando una trabajada musculatura de modelo; su pantalón iba debajo de las caderas, dejando entrever insinuantemente vello púbico de tono azul oscuro.

— ¿Pero qué mierda está pasando?

— ¡Tengo fotos de su culo también! — Ahora Minos sacó su móvil y se lo plantó al rubio. El inglés alcanzó a ver, en efecto, la silueta de una espalda masculina desnuda; el rubio apartó la imagen frente a él con ímpetu, tomó los dos celulares y los botó al suelo, luego golpeó su escritorio con furia y bramó una orden.

— Exijo saber de qué mierda están hablando ¿A caso contrataron a un escort para mí? ¡Escúchenme, será mejor que…!

— Nada de eso, mi amigo. Te creamos un perfil en una aplicación de encuentros gay, te hemos conseguido un montón de posibles citas, pero créeme este es el mejor que encontramos. Además, es un extranjero de paso en Londres. Suena bien comenzar con un desconocido a quien no volverás a ver posiblemente. — comenzó la explicación el de ascendencia noruega.

— ¡Y además le encantó tu verga!

Wyvern se quedó boquiabierto por unos segundos. Luego, comenzó a vociferas severas consignas en contra de sus "amigos" por largos minutos. Al final, terminó agotado y simplemente preguntó rendido.

— ¿Cómo mierda es que tienen fotografías de mi pene?


Kanon asistió a su cita con Rhadamante. Habían quedado en una famosa cafetería del barrio de Soho.

Debido a que era nuevo en la Ciudad, el griego procuró llegar antes para encontrar con tranquilidad el sitio. Le pareció divertido que el inglés lo hubiese dirigido al barrio gay de la capital del Reino Unido, pero no se quejó, pues tuvo la oportunidad de recorrer las zonas emblemáticas del célebre barrio.

Mientras el de ojos esmeraldas esperaba que el reloj marcara la hora establecida, pidió un café vienés y lo bebió con tranquilidad. Finalmente, su cita acudió puntual defendiendo la fama pulcra de la cultura inglesa en cuanto al tiempo.

— ¿Rhadamante? — saludó risueño el griego mientras lo recorría descaradamente con la mirada. Definitivamente era mucho más atractivo en persona. Esperaba causarle agrado visual también al otro.

En cuanto Wyvern escuchó aquel apodo, apretó la mandíbula. Ya se la cobraría a Minos y a Aiacos.

— ¿Kanon? Mucho gusto — extendió la mano con formalidad. — Mi verdadero nombre es Radamanthys, aquel es un apodo que utilizaron mis mejores amigos porque tienen un pésimo sentido del humor.

— Me gusta, es ingenioso —. Le sonrió coqueto. En su voz había un exquisito acento extranjero al hablar inglés.

Wyvern suspiró y maldijo tres veces más a esas dos sabandijas que lo habían metido en eso. Los odió completamente, pues el griego le pareció ridícula e insanamente atractivo.

— Tenemos que hablar, creo que has sido engañado por esos mismos dos gorilas detrás de "Rhadamante".

— ¿Disculpa?

Como el rubio era un caballero, tomó asiento y explicó con calma y amabilidad la situación en la que a ambos los habían enredado Minos y Aiacos. Apenado, el inglés ofreció a Kanon un reembolso por el traslado hasta el Soho, además una compensación por haberlo hecho perder su tiempo.

Inesperadamente, el griego fue presa de un ataque de carcajadas tras la explicación del rubio.

— Esto resulta bastante cómico — confesó el griego menando la cabeza. — La verdad, no tienes por qué compensarme nada, uno se arriesga a peores cosas utilizando esas aplicaciones. Gracias por tu sinceridad, puedes retirarte si así lo deseas.

El inglés entonces se liberó de su preocupación y relajó sus hombros. Dejó pasar medio minuto para relajarse y, entonces, se sintió incómodo sentado en esa mesa. A partir de ese momento no había mayor pretexto de estar junto al griego más que su propia voluntad. De repente, cayó en cuenta de que el griego expresó en la mensajería de La paquetería que se sentía atraído por el físico de Radamanthys. Su físico por ENTERO. Las orejas se le colorearon, la respiración se le cortó y un cosquilleo incómodo se acomodó en sus entrañas. A él también le gustaba el de cabellera añil y luego de cruzar unas oraciones con él momentos antes, se dio cuenta de que Kanon le gustaba y no sólo porque Minos tenía una supuesta fotografía de su trasero, el cual era tan sublime como el de los actores de sus películas pornográficas favoritas.

— ¿Soy un loco porque a pesar de haber aclarado todo, quiero tener esta cita contigo?

La mirada de esmeralda del griego se iluminó, colmada de picardía y triunfo

— Tengamos la cita.


Horas más tarde, dentro de la habitación de Kanon, dos hombres se encontraban resoplando bestialmente.

La temperatura y la humedad en aquellos aposentos se elevaron exponencialmente desde el momento en que sus dos ocupantes arribaron comiéndose a besos antecediendo un largo y sensual ritual de erotismo y lujuria que se extendió por largos momentos.

Radamanthys, sentado, era cabalgado por el griego con frenesí quien enterraba sus uñas sádicamente en los hombros del inglés para impulsarse con mayor fuerza. A su vez, el rubio tenía sus manos bien posadas sobre aquellas nalgas de fantasía, las cuales estaban recibiendo un ardiente castigo siendo perpetradas una y otras vez por la polla grande y palpitante de Wyvern.

El rostro de Kanon estaba hundido en una expresión de placer. Wyvern se hallaba complacido de ser el afortunado testigo de las reacciones eróticas de su amante extranjero quien había perdido completo control a tal grado que el idioma inglés se le borró de la mente y sólo gritaba y murmuraba expresiones en su natal griego, las cuales al rubio se le antojaron completamente sensuales y lascivas.

No faltó mucho para que los dos culminaran su ritual sexual y aunque Radamanthys eyaculó primero, se encargó de que Kanon se viniera pronto con ayuda de un sexo oral feroz.

Se echaron de espaldas al lecho y comenzaron a disfrutar del embrujo pos orgásmico que los orilló a quedarse dormidos, pero antes de caer inconsciente de placer, Wyvern confesó.

— No quiero que Minos y Aiacos sepan que su broma culminó en una de las mejores sesiones de sexo que he tenido hasta ahora.

El griego soltó un bufido divertido, rodó para acercarse al fornido inglés, lo abrazó y luego lo besó en los labios con suavidad. Wyvern sabía a verga, a la verga del griego quien se relamió los labios encantado con la sensación.

— Diles que me desairé tanto que te patee las bolas. Te di tan fuerte que te dejé sin semen.

Kanon estiró sus manos hacia abajo para tentar los testículos suaves y relajados de Wyvern. Le encantaba sentir aquellas deliciosas esferas varoniles entre sus dedos y las de Radamanthys eran sencillamente exquisitas.

Wyvern finalmente soltó una risa. Finalmente reía de toda aquella situación en la que lo habían metido. Acarició la cintura del griego y le devolvió el beso apasionadamente.

No notó el momento cuando cayeron ambos dormidos.

FIN


Nota: Siempre quise hacer una historia con temática de tecnología y aplicaciones de ligue. Agradecimiento y dedicatoria para los amigos que han tenido la confianza de contarme sus desventuras y hazañas utilizándolas.