¡Hola chicas! Ya estoy aquí de nuevo con algo loco y pervertido que contar de mi querido Naruto. Ésta historia no va a ser muy larga, calculo que llegará a los cinco o seis capítulos, pero igualmente espero de corazón que os guste.

Como ya sabéis, mi humor es un tanto puñetero. Y no pago, repito, no pago las facturas de los posibles traumas psicológicos tras la lectura.

Así que, vamos allá…


Estás arrestado

-1-

—Esto tiene que ser una broma.

Naruto echó un rápido vistazo de soslayo a su capitán antes de enfocar nuevamente la estupefacta mirada sobre el folleto que sostenía entre sus manos, y el cual anunciaba con grandes letras negras un "Se Busca".

Hasta ahí, el trámite parecía algo puramente burocrático teniendo en cuenta que Naruto trabajaba para el departamento de policía de Konoha y perseguir malhechores era su ocupación favorita. El verdadero asombro recaía sobre la imagen central del cartel donde un hombre de rostro pálido, pómulos altos, boca fruncida, gesto huraño y ojos afilados taladraba desafiante con la mirada el objetivo de la cámara.

El colofón final lo cerraba a pie de página una cifra desorbitada de ceros como recompensa por su cabeza.

—Me temo que no es ninguna broma —los ojos de Kakashi reflejaban a trazos un vivo interés y una floja desidia—. El gobierno ha emitido esta mañana la orden de detención internacional contra Uchiha Sasuke, y lo quieren entre rejas sin reparar en medios ni en gastos.

—Sin reparar en medios ni en gastos suena ilegal.

—No sería la primera vez que haces algo ilegal.

—No de esta envergadura.

—El cheque es de la misma envergadura. Así que confío en que sabrás cómo resolverlo.

Menuda semana de mierda.

Ser inspector de policía no era sólo un trabajo más, era su vocación, su sueño y su camino en la vida. Disfrutaba atrapando delincuentes, saber que gracias a su intervención el mundo corrupto y deshonesto se tornaba un poquito más sano. Y por supuesto, en el departamento de narcóticos y crimen organizado él era el mejor. Pero nunca se le había dado el caso de tener que arrestar a alguien de su mismo gremio. Otro policía como él. Y mucho menos a alguien de la importancia de Sasuke Uchiha; hermano menor del mundialmente famoso jefe del estado mayor de seguridad contra el terrorismo y crimen organizado, Uchiha Itachi.

— ¿Pero qué demonios ha hecho ese idiota? —inquirió dubitativo sin dejar de observar la fotografía.

Los ojos de Kakashi brillaron repentinamente con cierto regocijo.

—No se presentó al juicio de faltas que tiene pendiente con la justicia, y por lo tanto, se ha activado el protocolo de busca y captura ante lo que el juez considera un riesgo elevado de fuga. Y dada su facilidad a desaparecer…

— ¿Pero qué demonios ha hecho? —cuestionó de nuevo Naruto sin comprender la imputación.

El capitán se frotó la nariz en un intento porque el gesto ocultara la sardónica sonrisa que perfilaba su boca.

—Se le acusa de robo con violencia a un tendero de tomates.

La mandíbula se le cayó en picado.

— ¿Atracó una frutería? —vaciló con los ojos fuera de órbita. El delito le parecía absurdo y la orden de busca y captura más ilógica todavía. Aunque lo cierto es que Sasuke nunca había sido una persona muy cuerda, y su obsesión con los tomates un tanto enfermiza—. Lo de la violencia suena a algo muy propio de él, ¿pero el robo? Los dos sabemos que Sasuke es incapaz de manchar su glorioso apellido con un hurto. Honor Uchiha y todo ese rollo.

—Eso mismo pensé yo —corroboró Kakashi cabeceando lánguidamente—. En cualquier caso ya sabes que yo no soy el que ha fijado la recompensa en diez millones de yenes, sino el juez.

Las cejas de Naruto se tensaron con disconformidad.

—Es un precio desorbitado para alguien que presuntamente ha robado una bolsa de tomates, ¿no crees?

Kakashi alzó los hombros restándole importancia.

— ¿Entonces te interesa?

El inspector alzó el folleto a la altura de sus ojos y lo contempló con indolencia, tratando de poner en orden sus pensamientos y esa extraña melancolía que se había apoderado repentinamente de él. Definitivamente aquel no era el mejor de los días para levantarse de la cama. Especialmente porque llevaba algo más de dos años sin ver a Sasuke, y ello implicaba hacer frente a tantas emociones y sentimientos enterrados en lo más profundo de su ser que, sinceramente, no creía estar preparado para ello.

Naruto abandonó su posición frente al escritorio de su capitán para dirigirse a la ventana más cercana, apartando una de las flexibles tablillas de la persiana.

— ¿Por qué me habéis llamado a mi? —Preguntó al cabo de un rato observando el ir y venir de los transeúntes—. El departamento de policía dispone de una brigada especializada en la localización de fugitivos.

—Ya sabes lo escurridizo que puede llegar a ser Sasuke cuando se empeña en ocultar su paradero. Ninguno de mis hombres lograría encontrarlo en el plazo estipulado. Y necesito a alguien familiarizado con las costumbres y manías personales del individuo —Kakashi entrelazó los dedos a la altura de la boca para ocultar una escurridiza sonrisa—. Y tú lo conoces mejor que nadie.

Naruto buceó en el mar de su memoria, evocando aquellos recuerdos cálidos y añorados, aquellos que jamás olvidaría, aquellos que prefería no recordar, aquellos que durante tanto tiempo se había afanado en sepultar bajo llave entre los restos de lo que un día fue su alma.

—Creía conocerlo. Hace mucho tiempo atrás —musitó con un regusto amargo en el paladar y algo en lo más recóndito de su pecho se contrajo dolorosamente—. Ahora no estoy tan seguro de que siga siendo la misma persona.

—Bueno, en éste momento se te presenta la oportunidad de descubrirlo. Pero si crees que no podrás controlar la situación…

Con un gruñido poco amable Naruto giró el rostro por encima de su hombro, reconstruyendo sus defensas a toda velocidad.

—¿Por qué lo dices? —. inquirió ceñudo.

Un perverso brillo se agitó en los ojos de Kakashi.

—Porque se trata de él. Y cuando estás con él la cosa se suele poner un poquito tensa.

Vale, eso tenía que reconocérselo.

Gilipollas, se dijo a sí mismo para tener bien presente sus objetivos ahora que se suponía que había abierto los ojos tras casi dos años con una venda en los mismos.

— ¡Es que me saca de mis casillas! —protestó con el orgullo espoleado.

Kakashi sonrió con afecto; conoce bien esa expresión en su rostro cuando algo lo saca de quicio pero es incapaz de renunciar a ello.

—Escúchame Naruto. Creo que ya va siendo hora de que enterréis el hacha de guerra y solventéis las rencillas del pasado. Erais los dos mejores agentes de las fuerzas policiales, la élite de Konoha, y como vuestro capitán, nadie más que yo lamentó la disolución del grupo y el consiguiente traslado de Sasuke a otro departamento —Naruto frunció el ceño, y aunque parece que está a punto de decir algo, se mantuvo en silencio—. Desconozco las causas de vuestra separación, pero han pasado algo más de dos años de aquello. No merece la pena guardar rencor después de tanto tiempo. Estoy seguro de que sabréis resolver este conflicto de la manera más profesional y discreta posible —la voz de Kakashi siempre le producía un efecto tranquilizador. Hasta que soltaba la bomba—. A menos que sigas enamorado de él.

A Naruto le asustaba admitir que no estaba del todo equivocado.

—Menuda estupidez —farfulló con un desagradable desasosiego apretándole el pecho, tratando que su expresión no delatara su agitado corazón.

— ¿Eso quiere decir que lo harás?

Naruto enarcó una de sus finas cejas ante aquella propuesta. Para no faltar a la verdad, debía admitir que el comportamiento de su ex compañero de equipo le provocaba curiosidad.

Tal vez Sasuke ya no fuera la misma persona que una vez conoció. En ese caso, ¿por qué sentía la necesidad de agarrarse con uñas y dientes a la posibilidad de que el tiempo transcurrido no hubiera marchitado para siempre el cariño y la amistad que una vez Sasuke le profesó? De que el tiempo pudiera devolverle a la única persona que una vez amó. De reojo observó el sencillo anillo pulido que después de dos años seguía adornando su dedo anular y algo impreciso, caliente, ansioso, se agitó en sus entrañas.

Sólo había una forma de saberlo.

Naruto avanzó con decisión hacia el escritorio.

— ¿Diez millones de yenes por arrestar a mi marido? —Exhaló con fuerza, mostrando confiado una hilera de dientes blancos—. Por supuesto que lo haré.


-2-

Detuvo el coche junto a la acera, frente a un bloque de pisos decrépito y ruinoso que colindaba con más edificios de igual aspecto con numerosas décadas a sus espaldas. Desde luego aquel barrio de mala muerte no concordaba con el exquisito gusto del que siempre había hecho alarde el remilgado Uchiha.

Naruto revisó nuevamente la ficha policial del acusado, cerciorando que la dirección inscrita en papel y la del destino fueran las mismas.

—Vamos allá.

Entrar en el edificio no le resultó tan complicado como abrir la puerta de la casa sin armar ningún alboroto. En un principio, había optado por la táctica más sencilla; tocar al timbre, y una vez abierta la puerta, colarse de un empellón en el interior arrinconándolo con violencia. Conocía a Sasuke lo suficiente como para saber que con él pocas cosas funcionaban mejor que la fuerza bruta. Pero por desgracia no sólo no había nadie en casa, sino que la endemoniada cerradura se resistía a ser abierta por las buenas. Ganzúa, tarjeta de crédito, clips, nada parecía surtir efecto con una puerta que a simple vista parecía sacada de un rastro.

La frente perlada en sudor de Naruto iba en aumento a la par que su ansia por abrirla de una patada cuando escuchó a su espalda una tos engañosa y ajada. Al girar la cabeza se encontró con una encorvada anciana de oronda cabeza grisácea que le observaba ceñuda desde el otro lado del rellano, con el arrugado rostro asomando entre la puerta medio abierta del domicilio vecino.

—He olvidado las llaves dentro —apresuró a justificar el rubio con una trémula sonrisa, apartándose el flequillo sudoroso del rostro.

La vieja únicamente resopló, sacudiendo la cabeza en señal de desacuerdo, antes de desaparecer tras la puerta.

—Mierda. Al final acabaré en el calabozo.

Que fuera policía no lo dejaba exento de arresto por allanamiento de morada sin una orden judicial previa. Cosa que obviamente no tenía.

Fue entonces cuando sus intentos por abrir la puerta se volvieron más bruscos y forzados. Estaba a punto de tirarla abajo de un empellón cuando de repente notó sobre su espalda el ligero toque de unos dedos engarrotados.

Con un grito poco honrado, Naruto pegó un salto girando sobre sus talones para volverse a encontrar de frente con la vieja centenaria.

—Prueba con esto —le recomendó la anciana ofreciéndole una radiografía de su cadera operada.

Paralizado de pies a cabeza, Naruto no acertó a coger la placa hasta que la vieja se la puso entre las manos.

—Envenenó a mi gato —explicó la mujer como si hubiera adivinado la pregunta silenciosa de Naruto—. Era viejo, peludo y con una ligera continencia urinaria que le generaba cierta tendencia a marcar su territorio en felpudo ajeno —la vieja agitó la mano en el aire, quitando importancia a sus palabras—. Devuélvemela cuando acabes con ella. Y si te pregunta, yo no te he visto.

Naruto cabeceó dubitativo antes de que la vieja retrocediera hacia su casa.

Atemorizar tenderos, robar tomates, matar gatos… ¿En qué demonios se había convertido su marido en estos últimos años?

—Menuda reputación se está labrando.

Con la radiografía de la vieja la puerta se abrió como por arte de magia.

En la entrada se desplegaba un sencillo apartamento dispuesto con un mobiliario antiguo, polvoriento, casi destartalado, que se iluminaba a través de una ventana de la que prendía una roída cortina amarilla y desgastada. Sobre el suelo, una alfombra de ropa sucia se dirigía por su derecha hacia una pequeña cocina, abierta al comedor y con el fregadero atestado hasta arriba de platos sucios y conservas vacías o a medio comer. El único sonido que irrumpía el silencioso apartamento era el constante tic-tac de un reloj de pared. La casa hablaba a gritos de desorden y suciedad. Ambiente que no contrastaba con la peculiar personalidad del inquilino. Hasta donde él recordaba sobre las muchas peculiares manías persecutorias de Sasuke, el orden y la limpieza siempre habían figurado en lo más alto de su ranking personal.

Por detrás de la venganza, por supuesto. Ese hombre dormía con un libro de técnicas avanzadas de interrogación y tortura en su mesilla de noche.

Lo que le hacía barajar dos teorías; o Sasuke había sufrido tal metamorfosis humana como para convertirse en su alter ego, o aquel indudablemente no era el apartamento de Sasuke.

En cualquier caso, y por si ninguna de sus teorías era correcta, se acercó hacia el televisor y con un rápido movimiento sobre el mando a distancia, le borró todos los canales automáticos de la tele para que tuviera que volver a programarlos.

El rencor acumulado era grande. Muy grande.

A su izquierda el apartamento abría un pequeño pasillo con dos puertas al fondo; dormitorio y baño. El dormitorio a penas constaba de un armario tosco de madera, una cama deshecha y un escritorio en donde se ubicada una consola de videojuegos y un televisor de pantalla plana. Seguramente lo más caro del lugar. La habitación apestaba a sudor. Y el baño no sufría mejor efecto que las anteriores estancias.

Naruto extrajo el cepillo de dientes de su base para enjuagarlo en el agua sucia del inodoro, lleno de restos oscuros no identificados, y devolverlo a su recipiente sobre el lavabo.

El rencor resultaba muy difícil de eliminar.

Desconocía el paradero de Sasuke, pero a falta de mejores pistas pensaba quedarse en su apartamento hasta que regresara. Si es que su despensa aún conservaba algo digno de comer que no estuviera abierto o caducado.

De vuelta a la cocina se topó con una lavadora a medio poner con ropa blanca a la espera de un buen fregoteado. Naruto sonrió de lado. Justo la fechoría que estaba cavilando. Sin ningún tipo de remordimientos se sacó su propio calcetín, que daba la casualidad de ser de un tono rojo chillón, y lo introdujo en el tambor antes de activar el programa de lavado.

Ya sabes; rencor, liberación y esas cosas. Y unos calzoncillos rosas no le venían nada mal al estirado Uchiha.

El sonido de la puerta de entrada abriéndose hizo que su mente olvidara de un plumazo las siguientes veinte fechorías, y se preparó para el asalto apuntándolo con el revólver reglamentario de policía en alza.

Pero para su sorpresa el individuo que cruzaba la línea de fuego y gritaba aterrado cual niña frente a una cucaracha, no era Sasuke, sino un chico alto y delgado, de complexión casi acuosa, con pelo lacio en un extraño tono azul claro. Poseía un rostro escuálido, de tez blanca y unos dientes afilados estilo piraña a juego con su cara de idiota.

— ¿Quién eres tú? —preguntó Naruto dudoso bajando el arma.

— ¿Qué quién soy yo? ¿Quién coño eres tú, joder? Me has dado un susto de muerte —exhaló Suigetsu en defensa.

— ¿Eres su novio?

—¿Novio de quién?

—Del idiota que vive aquí.

— ¡Eh! Aquí el único idiota que vive soy yo —Suigetsu rectificó ante la estupidez de sus palabras—. Quiero decir, aquí no vive nadie más que yo. Oye tío, creo que te has equivocado de piso.

—No lo creo, ésta es su dirección sin duda —caviló—. ¿Conoces a un tipo estirado, engreído, cretino, déspota, ofensivo y agresivo que se hace llamar Uchiha Sasuke?

—Ya veo –replicó con sequedad.

—¿Qué ves?

—Compartimos piso durante un par de semanas. Pero hace más de un año que se fue.

— ¿A dónde?

Suigetsu se encogió de hombros dudoso.

—Ni idea. Pero tú debes de ser Naruto.

El inspector de policía asintió reticente tentado a alzar de nuevo la pistola.

—¿Nos conocemos? —inquirió receloso entrecerrando los ojos.

—No. Pero Sasuke hablaba de ti constantemente. Incluso en sueños.

— ¿De veras? —una blanca sonrisa ensanchó su cara. Comenzaba a arrepentirse de todas las fechorías realizadas a su apartamento. Después de todo, Sasuke había estado pensando en él durante todo este tiempo. Eso sólo podía significar una cosa; amor—. ¿Y qué decía sobre mí? —preguntó con anticipado deleite.

—Te odia. Dijo que eres el hombre más idiota, inmaduro y cabezota de toda la faz de la tierra.

El rostro de Naruto se tornó púrpura.

—¡El que no quiere verlo soy yo!


-3-

El ruido del estadio de deportes donde se congregaba la multitud por la final de Kendo lo despertó con la misma efectividad que una buena dosis de cafeína.

Localizar su paradero no había resultado nada sencillo. La única pista que le había facilitado Suigetsu lo llevó a otro piso de alquiler dónde un amable Kimimaro le proporcionó la dirección de un hostal que regentaba una escandalosa muchacha llamada Karin que le aseguró, a cambio de una foto de Sasuke, haberle alquilado una habitación libre durante dos semanas. A Karin le gustaba hablar, o más bien quejarse en general. La única información interesante a la que Naruto prestó atención durante su interminable verborrea fue algo sobre una entrada para la final estatal de Kendo que se celebraba esa misma semana en el pabellón de deportes a cambio de una cita. En cuanto los prestos dedos de Sasuke sostuvieron la entrada al pabellón, le propinó a Karin un certero golpe en la cerviz que la dejó inconsciente en el suelo sin cita que lo pagara.

Karin aún podía alegrarse del resultado. A él en una ocasión lo amordazó, sentó y maniató de pies y brazos frente a un humeante tazón de ramen, con la distancia estratégicamente marcada como para que pudiera embriagarse con el delicioso aroma, pero no pudiera saborearlo durante veinticuatro horas en represalia por un descuido.

Nunca más volvió a olvidar el día de su aniversario.

Naruto odiaba la insufrible capacidad que tenía Sasuke para idear las venganzas más cruentas ante la insubordinación, descuido o como él las llamaba "las estupideces del dobe".

A su derecha, examinó la grada minuciosamente hasta divisar por las primeras filas una cabellera negra y puntiaguda sobresaliendo de la centena de espectadores, que sentados en asientos numerados y sin respaldo, disfrutaban del combate.

Naruto dio un respingo, mientras su corazón inició un precipitado galope cual caballo desbocado que asciende a la carrera por su garganta. Verlo allí por fin, a escasos metros, le resultaba tan inverosímil como necesario. Durante una facción de segundo olvidó sus rencillas y el orgullo herido, permitiendo que su mente evocara nuevamente la suave caricia de su piel, la fuerza de su cuerpo, los besos arrolladores de sus tibios labios y su mirada, sobre todo sus ojos ónices, profundos, infinitos. Naruto tuvo la vivida sensación de no haber perdido ni un ápice del intenso amor que compartieron, de no haber perdido la oportunidad de amar a pesar de que aquel hombre le había hecho el corazón añicos tiempo atrás.

¿Cómo demonios dudaba de sus sentimientos? Por supuesto que seguía enamorado de él.

Naruto sacudió la cabeza. No era momento para perderse en reminiscencias inútiles. Él tenía una misión, y debía cumplirla sin fallos.

Recomponiendo su habitual confianza, Naruto avanzó hasta sentarse en el solitario asiento colindante a Sasuke con toda la naturalidad que pudo reunir. Intentando parecer interesado en el combate de Kendo.

—El de la izquierda parece un buen oponente —comentó el rubio traspasados unos segundos. Como si realmente estuviera interesado en las modernas artes marciales japonesas y no en el bastardo-destroza-corazones sentado a su lado—. Lo está acorralando.

—Es obvio que no tienes ni idea —resopló Sasuke con suficiencia—. El de la derecha está buscando el mejor momento para atacar. Sólo logrará vencerlo si continua siendo racional.

—Eso te deja poco margen a la imaginación —rebatió Naruto sintiéndose aludido—. Un noventa por ciento del trabajo es instinto. Los samuráis, legendarios guerreros japoneses, eran espontáneos.

—En el Kendo no sirve de nada ser impulsivo e irreflexivo —refutó el moreno por alusión—. Los samuráis, legendarios guerreros japoneses, eran taimados.

Ocurrió así, como si dos viejos conocidos estuvieran reanudando una conversación interrumpida sin sorprenderse el uno del otro. Dos amigos. Tal vez dos amantes.

El atacante taimado aprovechó una finta para realizar un grácil movimiento con la katana que golpeó a su contrincante, ganando de ese modo el punto y duelo.

Sasuke lo miró de soslayo, esbozando una mordaz sonrisa en la que claramente se podía leer un 'te lo dije'.

Al contacto con aquellos ojos de una profundidad oscura y hermosa todo su ser se estremeció. Su aspecto apenas había variado. Sasuke seguía conservando esa belleza de porcelana, fría e impasible que tanto lo caracterizaba. Sus ojos negros como el ónice, su recta nariz, su boca delineada. Tan rabiosamente hermoso como lo recordaba. Quizás ahora era un par de centímetros más alto, con el cabello un poco más largo, pero Sasuke en toda su esencia. Sublevado, como aquel que se ve atrapado como una polilla sobre la cautivadora luz, retiró el rostro con brusquedad de aquel que un día fue su otra mitad, retomando la atención sobre el tatami donde una vez terminada la final de Kendo galardonaban con un trofeo al vencedor.

— ¿Te manda Kakashi? —preguntó Sasuke en un tono que aunaba malestar.

Naruto asintió en silencio.

—Pues dile que no pienso ir.

—No es cuestión de voluntad —respondió con media sonrisa y un tono de sinceridad arrogante y burlón—. Dispongo de una orden de arresto sobre ti. Incluso le han puesto precio a tu cabeza.

Sasuke volteó el cuello con tanta velocidad que casi crujió.

— ¿Precio a mi cabeza? —gruñó indignado—. ¿De cuánto?

—Diez millones de yenes.

Sasuke resopló con mofa.

—Realmente tiene que estar desesperado —contrajo el ceño, pero Naruto advirtió en el fondo de sus pupilas cómo surgía un atisbo de lejana melancolía—. ¿Por eso estás aquí? ¿Te has quedado sin dinero?

—No —el rubio sacudió la cabeza de un lado al otro—. Al parecer nadie más que yo puede encontrarte.

Sasuke volvió la vista hacia la pista.

—Pues ya me has encontrado. Ahora vete y dile que no lo has conseguido –le ordenó con un afilado desprecio, recuperada su fría condición.

—No seas tozudo, Sasuke —ladeó un poco la cabeza, con aire conciliador—. Los cargos por los que se te imputa son ridículos. ¿Robar tomates y asediar a un tendedero? Menuda estupidez.

— ¿De qué demonios estás hablando? No he agredido a un tendero en mi vida —Naruto se limitó a responder arqueando una de sus finas cejas—. A ninguno que venda tomates —aclaró.

—¿Entonces por qué te buscan?

—Pregúntaselo a tu capitán —contrariado, Sasuke se frotó los ojos, alzándose con ademán de marcharse del estadio.

—Puedes contármelo tú de camino a comisaría —se alzó Naruto a su vez.

—No pienso ir contigo a ningún sitio.

— ¿Te apuestas algo? —Naruto interpuso una mano a su paso—. Tú decides. Podemos aclarar esto por las buenas o por las malas.

— ¡No tengo nada que aclarar! —Sasuke entornó los párpados sobre unas pupilas amenazantes con las que taladró al policía—. No he cometido ninguna infracción. Kakashi sabe bien por qué no quiero ir. Tú sólo eres un medio para localizarme.

Algo llama la atención de Sasuke cuatro filas por delante de su asiento, el movimiento sospechoso de dos misteriosos individuos que se retiraban del estadio una vez finalizado el torneo.

—Entonces tenemos un problema —las pupilas de Naruto irradiaban una determinación abrumadora. Alargó su mano derecha que fue a cerrarse como un cepo sobre el hombro del fugitivo—. Porque yo nunca dejo una misión a medias.

Con una inusitada fuerza y habilidad sorprendente, Naruto levantó a pulso al Uchiha cargándolo sobre un hombro como si de un saco de patatas se tratara, dispuesto a llevárselo de ese modo si fuera necesario. Olvidó lo impredecible que podía llegar a ser Sasuke en situaciones de defensa, quien con total desfachatez, introdujo una mano en los pantalones del rubio, metiéndole bruscamente dos dedos por el culo.

— ¡Eh! ¡No comiences cosas que no puedas terminar! —recriminó Naruto zarandeándolo, pero sin osar soltarlo.

El desconcierto le impidió prever su siguiente ofensa. Atrevido, Sasuke agarró con fuerza toda la ropa inferior a su alcance, pantalones y calzoncillos, y tiró de ellos hasta que tocaron las rodillas del rubio, dejándolo literalmente con el culo al aire.

— ¡Bastardo!

Naruto no tuvo más remedio que liberarlo de su férreo agarre. Por lo menos si quería continuar con la ropa interior en su sitio. El escurridizo Uchiha aprovechó su desarreglo para salir corriendo tras los misteriosos sujetos que ya cruzaban la puerta de salida.

— ¡No te escaparás tan fácilmente!

A la carrera, Naruto se dispuso a seguirle entre los miles de espectadores que se agolpaban en la salida del recinto.

Tuvo la gran suerte de divisar su puntiaguda cabellera entrando en el parking donde las luces de un Audi negro tintinearon a su apertura. Naruto alcanzo el vehículo un segundo antes de que éste arrancara, abriendo con premeditada fuerza la portezuela del copiloto y colándose en el asiento.

— ¿Nadie te ha dicho nunca que debes cerrar los pestillos del coche? Se te podría colar cualquier indeseable —inquirió el rubio con celeridad.

—Un indeseable como tú —gruñó.

Naruto extrajo sin ceremonia el revólver, apuntándole a la cabeza.

—Se acabaron los miramientos. Ahora serás un buen chico y vendrás conmigo a comisaría.

—No sería propio de mí.

Sasuke hizo lo mismo con su pistola, apuntando de la misma manera al rubio cabezota.

—Baja del coche, dobe —sus ojos, penetrantes y fríos, lo escudriñaron con la atención de quien no baja la guardia con nada ni nadie.

—Ni hablar.

—No tengo tiempo para tus juegos, estoy trabajando —declaró Sasuke con malestar.

—Qué casualidad —sonrió—. Yo también.

Sasuke le quitó el seguro a la pistola, cargando la bala, mostrando que sus palabras y acciones no debían tomarse en broma.

—Sal del coche —rugió.

—No sería la primera vez que me disparas.

Sasuke miró al rubio con hostilidad, que éste respondió limitándose a contraer con fuerza la mandíbula.

—Última oportunidad —murmuró lentamente.

Naruto saboreó su negativa.

—No.

Sabe que Sasuke no es capaz de hacerle daño voluntariamente. Por lo menos no hasta el punto de matarlo. El Mercedes color plata en el que se habían introducido los dos individuos que perseguía Sasuke arrancaba el motor, incorporándose a la carretera y los ojos negros dejaron de observar a Naruto para dirigirse hacia ellos.

¡Maldición!

El moreno golpeó el volante con el puño cerrado en un gesto de impotencia, sin tener más remedio que guardar el arma en el interior de su chaqueta, ajustarse el cinturón de seguridad y maniobrar para seguir al vehículo plata con Naruto de acompañante.

—Escúchame bien —profirió Sasuke amenazador, con una feroz mueca en los labios, intentando concentrarse en no perder de vista el Mercedes entre la fluida circulación—. Ahora mismo estoy metido en algo importante y tu presencia sólo me está entorpeciendo su captura. Llama a Kakashi, oblígale a que te cuente la verdad de por qué quiere que vaya a Konoha y deja de buscarme.

— ¿A quién estás siguiendo? —Naruto se removió inquieto en el asiento, colocándose el cinturón de seguridad. Por la temeraria conducción de su compañero dedujo que debía ser alguien importante; un capo de la mafia, un importante traficante de drogas o quienquiera que fuese el desgraciado que le tocara arrestar a Sasuke.

—No es asunto tuyo.

—Puedo ayudarte —apresuró a ofrecerse—. Capturamos a los malos, los metemos en la cárcel y volvemos a Konoha. Antes de la hora de cenar estarás en tu casa de nuevo. ¿Te parece buena idea?

—Se me están ocurriendo muchas ideas, y son todas ilegales —calló mientras hacía girar el volante para tomar un cruce a la izquierda—. Con que desaparezcas de mi vida me conformo.

Un observador menos instruido, y observar era su oficio, habría determinado por su ceño fruncido y labios apretados que el comentario había sido lanzado de forma ofensiva. Pero Naruto conocía aquel rostro mejor que el suyo. No lo decía en serio.

—De acuerdo, no necesito saber a quién persigues. Con que me digas por qué te busca Kakashi me es suficiente.

—Kakashi se casa con Iruka el próximo fin de semana y quiere que vaya a su boda. Ya le dije por teléfono que no iría, pero parece que no está de acuerdo con mi respuesta, por lo que ahora te está utilizando a ti para que me lleves a Konoha bajo un falso arresto —pronunció arrastrando las palabras, pisando un poco el acelerador para adelantar a un taxista rezagado.

Naruto lo miró con un súbito desconcierto.

—No me lo cuentes si no quieres, pero no trates de mentirme —adujo molesto. Kakashi era su capitán, y si por una casualidad altamente improbable hubiera decidido casarse con su novio, él lo sabría—. Excusas más estúpidas me has dado para no echar un polvo.

—No has cambiado nada —inquirió Sasuke, pasando por alto su comentario—. Sigues siendo el mismo idiota descerebrado, irreflexivo y bueno para nada que conocí en la academia. Había olvidado lo molesto que puedes llegar a ser.

—Si tan odioso era, ¿por qué te casaste conmigo?

Por la forma en la que se le tensó la mandíbula, era obvio que la pregunta, además de inesperada, no era de su agrado.

El vehículo que perseguía se detuvo frente a un semáforo en rojo y Sasuke hizo lo propio dos coches por detrás en mitad de una amplia avenida. Y entonces sucedió algo que Naruto no había previsto; con una resolución fría y contundente, el Uchiha le lanzó un puñetazo a la boca, un golpe no muy fuerte pero que consiguió aturdirlo lo suficiente como para que Sasuke le robara el arma que guardaba bajo la chaqueta y con la que ahora le apuntaba a la cabeza.

—Juegas sucio —gruñó dolorido palpándose los labios de donde emanaba un fino hilo de sangre.

Lo tenía desarmado.

—Baja del coche —decretó cargando la pistola.

Los dos policías se sostuvieron la mirada en un aciago silencio que sólo el pragmático ronroneo del motor del coche interrumpía.

—No eres capaz de dispararme y lo sabes —le retó.

Sasuke disparó, rompiendo el cristal del copiloto pero sin dañar a Naruto.

— ¡Bastardo, me has disparado! —gritó el rubio intentando hacer una rápida valoración de los daños al tiempo que adoptaba una extraña expresión entre asombro y tristeza.

—El Sasuke que conociste ya no existe —afirmó, mascullando su disgusto y cargando de nuevo el arma—. Ahora sal del coche.

Durante unos segundos ningún sonido rompió el pesado silencio que envolvía la tensa atmosfera. Naruto sintió que su respiración se volvía pesada, y algo parecido a un vacío pétreo y desilusionado anidó en su alma en ese mismo instante. Con lentitud se deshizo del cinturón de seguridad y bajó del coche, cerrando la puerta con un suave empujón.

Se volvió hacia Sasuke, que había permanecido impasible, y le dedicó una última mirada cargada de rencor antes de que éste, finalmente metiera marcha y desapareciera entre el tráfico.

—Realmente sí has cambiado —murmuró constatando cómo había estado conteniendo el aliento.

Continuará…


Y hasta aquí puedo leer, digo… publicar. Ya sé que en este momento hay más preguntas que respuestas en la trama, tened paciencia, prometo resolverlas todas a su debido tiempo.

Entonces, ¿os apetece seguir leyendo más? O definitivamente me jubilo (ya voy teniendo una edad…) Cualquier opinión es bien recibida. Besos.