Título: Labios sellados
Fandom: Ouran Koukou Host Club
Pareja: Hikaru x Kaoru, Kyoya x Kaoru
Calificación: +18
Género: yaoi
Declaración: Ouran Koukou Host Club es propiedad de la autora Hattori Bisco y de todas las corporaciones que se le han asociado para publicar su obra, no busco hacer dinero ni explotar la obra de otra persona, simplemente he tomado el concepto general para hacer una historia alterna con fines de entretenimiento (no me demanden, eh).
Advertencias: mmm, creo que con el género se entiende claramente que esta historia trata sobre relaciones homosexuales, así que aquellos que no soporten ese tipo de temas será mejor que se retiren en forma calmada. Otra advertencia sería que no es la pareja fija de gemelos, así que las fanáticas acérrimas de esta y otras parejas comunes del Host Club tal vez no lo encuentren de su agrado.
Capítulo 1. Un calor familiar
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Si siempre íbamos a estar los dos solos, más valía no habernos alejado en un primer momento, habernos deshecho de todos; más valía no haber pensado en otras personas, no dejar que el mundo entrara y se interpusiera en nuestra relación como lo hizo eventualmente; si íbamos a volver a estar juntos.
Pero han pasado tantas cosas, tanto tiempo, puedes pensar sinceramente que no he cambiado y puedo pensar sinceramente que tú no has cambiado: los gestos que haces, las respuestas que das; poco a poco me encuentro con alguien nuevo, extraño. Y sin embargo sigues siendo tú: el primero en abrazarme de otra forma, el primero en pasar sus manos por mis cabellos mientras leía en mis ojos y yo en los suyos, el primero en posar sus labios en los míos y hundirlos en un revoltijo de jadeos, sudor y lágrimas hasta la mañana siguiente... y otras más.
Pero has cambiado, has tenido más mujeres en tu cama y sonrisas en tus labios que no estaban dirigidas hacia mí. Yo solo tuve a una persona aparte de ti, aún pienso en ella en este preciso momento; si no tuviera este sentimiento de amor mezclado con costumbre atándome a ti, tal vez seguiría en los brazos de esa persona, riéndome de los pocos sentimientos que me demuestra y siendo atrapado poco a poco por ellos; si no hubieras llegado en el momento que lo hiciste, tal vez nunca hubiera tenido la opción de huir como hacía unas semanas sentía que debía tener el coraje de hacer.
Desearía saber qué hubiera pasado entonces, si no hubieras regresado por mí. Qué estaría yo haciendo en estos momentos.
Seguramente más que mirarte a través de la habitación entrar, caminar en mi dirección, sentarte y leer; nuestro silencio roto por el ruido del tráfico en las afueras del edificio. Levantarme y mirar por la ventana no parece tan mala idea, tú ni siquiera pareces notar nada, notarme a mí. Vuelvo a los pensamientos que me atormentaban hace años y solo tengo unas horas contigo nuevamente. La calle está concurrida de vehículos que van y vienen apresuradamente, la gente como minúsculos puntos debajo mío caminan desordenadas hacia algún lugar, distingo escolares que regresan a sus casas, riendo y charlando; por un momento recuerdos de otros años más tranquilos me raptan y sonrío sin ganas ante ellos, quisiera hablar de nada como entonces.
A mis espaldas enciendes la televisión pero no la observas, sigues pasando las hojas del escrito en tus manos. Parece que es un informe de alguna de las oficinas que debe ser urgente, de otra forma no lo habrías traído, pero te molesta el silencio en que nos encontramos y tratas de romperlo con las noticias de las cuatro. Vaya, aún puedo analizar tu pensamiento como si fuera el mío, o tal vez simplemente son tus hábitos que se aglomeran por recordarte poco a poco en mi cabeza.
Hubiera podido estar haciendo exactamente lo mismo en otro lugar, quedarme al lado de una persona que está siempre ocupada trabajando y no existir para ella hasta que sus propios deseos así se lo pidieran, exactamente lo mismo, y no tendría este sentimiento de culpa que tengo cada vez que estoy a tu lado, la sangre que se revela en mí. Incluso estaría más satisfecho y más involucrado a estas alturas, trataría de huir una vez más, claro, pero con la seguridad que él me buscaría, sin dudar ni por un momento que yo volvería.
—¿No estás feliz...?
La voz de mi hermano llegó fuerte y sin prisa, llena de emoción y afectada por la respuesta que esperaba. Nuevamente los recuerdos, aquel otoño trepando árboles; cosa curiosa, el primero en lastimarme siempre era yo por seguirte en algún enredo y tu reacción siempre era la misma, aquella voz afectada y llena de sincera preocupación; claro, yo era todo tu mundo entonces y tú eras el mío, si algo te hubiera pasado o si algo me hubiera pasado a mí con seguridad la locura sería todo lo que nos quedaría por el resto de nuestras vidas. Volteé a verlo tratando de borrar esa imagen de mi cabeza, seguía con la mirada clavada en las hojas entre sus dedos, estaba muy quieto y su respiración era tranquila, no parecía verme pero mantenía su completa atención hacia mí cuando me aparté de la ventana.
Recapacité mientras con pasos cortos caminaba hacia él. ¿Podría estar feliz en una situación como ésta? ¿Podría llegar a estarlo algún día? Lo he extrañado tanto estos dos años separados, días y días sin fin solo pensando en él y si me extrañaría; dudando de todo y queriendo aparecer frente a él repentinamente y estrecharlo entre mis brazos. Y, sin embargo, lo veo ahora y mi corazón da un vuelco, no es la persona que he extrañado; lo miro y siento que ha pasado un tiempo demasiado largo como para encontrar a la persona que yo dejé en ese entonces, como si esta se hubiera perdido a través de los años y solo me dejara este recipiente frente a mí; ha pasado por tantas cosas y yo no he estado con él, es independiente... de mí y de todos. Podría sobrevivir solo en una isla desierta si tuviera que hacerlo, y yo tal vez lo lograría solamente si mi premio por pasar esa prueba fuera estar con él una vez más. No puedo dejarlo, estoy obsesionado con su recuerdo y todo lo que vivimos, pero el que está sentado frente a mí, tal vez ya no sea el que yo he extrañado.
—Lo estoy...
Le respondí al fin con una sentencia vencida por la gravedad de mis dudas, y quería tomarlo del cuello como antiguamente, apoyar mi quijada en sus cabellos y abrazarlo hundiendo mi pecho en su espalda para sentir aquella sensación familiar y acogedora que me otorgaba cuando éramos niños, pero mi mano cayó pesadamente a uno de mis costados cuando no pude atreverme a hacerlo, muriendo con el pensamiento obsesivo en mi cabeza: las cosas ya no son iguales.
Mi celular sonó una vez, Hikaru levantó rápidamente sus ojos hacia mí.
Fueron esos ojos por los que vine con él, solo por ellos dejé todo lo que había sido mi vida por los últimos dos años, solo por esa mirada lánguida y nostálgica es que pude recordar a la persona más importante en mi vida y volver con ella, solo esos ojos podrían quitarme cualquier duda.
Lentamente saqué el teléfono de uno de los bolsillos de mi pantalón, la imagen en la pantalla me recordó a días soleados y confesiones dolorosas seguidas de arduas noches de éxtasis, besos y silencios. Aún no había terminado de leer el último libro que Kyoya me había regalado ese fin de semana, había quedado abierto boca abajo por más o menos unas cien páginas antes del final, junto con mis ropas y demás cosas esparcidas en la habitación principal de la casa de playa en Osaka. Hikaru no me había dado tiempo de recoger nada, tal vez habría pensado que me arrepentiría si me tomaba el tiempo para pensarlo mejor.
Pues tal vez, ahora lo estaba haciendo.
La conexión quedó en silencio una vez que oprimí el botón para hablar. Kyoya sabía dónde estaba y aún así me buscaba.
«—Kaoru...»
Llegó su grave voz al fin, esperaba mi confirmación.
—Kyoya...
Le respondí para no dejar ninguna duda de que era yo con quien hablaba y de quién era con quién hablaba.
Su voz llegó unos segundos después y no me recriminó nada, me preguntaba si estaba completamente seguro de lo que hacía y si esa era mi decisión final, no peleaba por mí ni me decía que volviera con él. Típico Kyoya, fuerte e irónico, nunca el hombre que expondría sus sentimientos ante alguien, y mucho menos ante alguien que los hubiera tenido alguna vez entre sus manos como yo. Solo unas pocas veces sentí su afecto honesto y esos pocos momentos habían calado hondo; conocía ahora a Kyoya de otra forma, lo conocía y sabía lo que él sentía, él mismo me había dado tal poder sobre él. El sentimiento de culpa por dejarlo que vino a chocar contra mí tras este pensamiento era desmesuradamente grande y no podía dejar de pensar que era un estúpido por no regresar en ese instante con él.
Y los ojos de Hikaru fijos en mí, escuchando mis respuestas monosilábicas y adentrándose en mi interior como antaño; mirándome como quien observa una visión que lo asusta y fascina al mismo tiempo y no puede apartar la vista de ella.
Kyoya dejaba de hablar, el teléfono se desconectó al poco y solo escuché el tono como una interrogación... ¿le dije algo?, ¿notaría la inseguridad en mi voz?, ¿vendría por mí, después de todo?
Deseaba que lo hiciera. Quería alejarme de Hikaru una vez más, unos segundos finalmente a su lado y la inseguridad del futuro por fin habían hecho su obra, entendía al fin que todo sería exactamente como antes. Hacía unos meses lo ansiaba y ahora me aterraba una vez más, debía alejarme. Pero cómo rayos lo haría si ni siquiera lograba apartar la mirada de esos ojos que me llevaban a los años de nuestra infancia, entre juegos inocentes y encerrados en nosotros. Antes de dejar a otros invadir nuestro mundo, antes de darnos cuenta que todos eran circunstanciales excepto nosotros mismos; antes de darnos cuenta de lo mucho que necesitábamos estar juntos y de lo mucho que deseábamos abrazarnos, besarnos y acabarnos.
Hikaru se puso en pie cuando por fin pude apartar mi mirada de sus ojos hipnotizadores, corrió hacia mí y me tomó en sus brazos haciendo que el celular en mis manos resbalara a la alfombra... diferente, todo era diferente ahora.
—Aún te amo, Kaoru...
Su voz llena de emoción tampoco era la de antaño, lo veía y no se reflejaba en él más que un espejo de mí del cual no podía entender sus emociones y me sorprendía de lo extrañas que me resultaban sus palabras.
—Aún... —continúo y sus manos se posaron en mi cabello en un gesto similar al que yo hubiera deseado hacer hacía un momento con él— yo... aún... Kaoru...
Su quijada se enterró en mi cuello y lo dejé, su calor me trae recuerdos pensé en ese momento, pero eso era todo. Extrañaba ese calor y eso era todo, extrañaba esas manos recorriendo mi cuerpo como lo hacían en ese instante, extrañaba tener esa espalda entre mis manos y abrazarme a su cintura, extrañaba ese cuerpo extrañamente semejante al mío, y eso era todo.
Los labios de mi hermano eran extraños ahora y casi no quise besarlo cuando él me tomó entre los suyos, pero no me separé de su cuerpo, su calor era el mismo y deseaba ahogarme en él, siquiera por una última vez.
Sus labios siguieron hacia mi cuello ya que no consiguieron respuesta en mi boca, bajaron finalmente hacia mi pecho cuando Hikaru logró quitarme lo que traía puesto. Sus manos abrazaban mi cintura y yo lo dejaba hacer, sus dedos moviéndose de un lado al otro con movimientos apresurados y precisos. Había mejorado, debía admitirlo; pero me preguntaba el número de amantes con las que habría tenido que practicar para lograrlo, y no estaba seguro.
La cama era amplia por lo que me tomé mi tiempo para acomodarme en ella, mi hermano me miraba desvestirme mojando sus labios con la punta de su lengua y arrastrándose lentamente en nuestro lecho hasta unirse conmigo en la cabecera.
Nuevamente sus labios en los míos. Demasiado extraños ahora como para mantenerlos cerca por más de cinco segundos sin producirme sofocación. Me liberé como pude y huí a un rincón de su cuello del cual me abracé. Enterré mi rostro en su nuca mientras mis manos bajaban por su espalda, terminando debajo de su camisa y extasiándome con el calor que emanaba tal lugar.
Y su cuerpo se frotaba contra el mío tocándome por completo, haciendo que contrajera las piernas hacia arriba con cada roce de sus caderas, las piernas cada vez más contorneadas alrededor de su cintura, aprisionándola. Nuestros cuerpos demasiado cercanos y ebrios de lujuria se abrazaban y desprendían, no entendiendo por qué seguíamos desorientados y palpitantes; por qué Hikaru se tomaba su tiempo, creería que necesitaba un momento para adaptarme nuevamente, creería algo tan ingenuo como eso. Tal cosa verdaderamente no hacía falta. Quería gritarle que hasta un tiempo tan cercano como la noche anterior mi cuerpo estaba perfectamente acostumbrado, que Kyoya me tenía siempre muy acostumbrado, pero no lo dije. La crueldad que aprendí con él era algo reciente para mí y mi hermano aún no la conocía en mis labios, la sola idea de espantarlo con algo así me aterraba a mí mismo. Hikaru no era el único que había cambiado en esos dos años, ¿se habría dado cuenta ya?
Unos minutos después empezó, solo su jadeo rítmico en mis oídos y la visión de un techo alto y naranja cubierto por la luz de la tarde en mis ojos, mientras mi hermano trataba de llenarme de sensaciones que había olvidado. Era él, por su manera de hacerlo, aún lo recordaba dentro de mí, mi cuerpo lo seguía automáticamente recordando sus movimientos, adaptándome a sus ritmos, mi cuerpo idéntico al de él, mi cuerpo, mi carne sola sin mente. Y en mi cabeza, pensando. Su cuerpo palpitante dentro del mío y mi mirada perdida en las alturas de la habitación, ocupada en los colores del techo, sin seguir los movimientos que hacía, sin escuchar sus jadeos, sin sentir mis propias lágrimas brotando de no sabía dónde.
Kyoya, ¿me dejarías regresar si te lo pidiera?
No me pediste que me quedara pero tampoco sentía estorbarte estando a tu lado, a veces sentía que el único motivo por el que regresabas a casa era para estar conmigo, para ignorarnos mutuamente y quedarnos en silencio, leyendo o discutiendo. Y era tan diferente cuando estaba contigo. Tú no eres como yo, tu cuerpo es frío pero me atraía como una interrogación, misterioso y sensual cuando dejabas que te recorriera solo de a pocos y vez por vez, aún no termino de descubrirte por completo y ya te abandoné.
Pero no quiero engañarme, pensaba sinceramente en hacerlo en unos días más. Siempre aplazando la fecha. En realidad no conseguía una excusa para hacerlo y eso me estaba volviendo irritable las semanas anteriores. Cínico me lo descubriste en mi cara y no te lo negué, hubiera podido salir corriendo en ese momento, tenía la excusa perfecta solo por esos breves segundos, pero no lo hice porque aún estabas dentro de mí y el placer me cegó de todo lo demás. En la cama era el lugar en el que discutíamos con mayor tenacidad, dejando que nuestros gritos y reproches llenaran la casa. Y se sentía bien entonces, golpearte un poco y sentir tu cuerpo dominando al mío, nunca correspondiendo mis golpes pero forzándome a sentir el placer que cada vez me dejabas más marcado en mi cabeza.
Hikaru dio un chillido ahogado y se desplomó a mi lado al poco rato, sacándome por fin de mis recuerdos. Me había dado tiempo de secar mis lágrimas y de ocultarme en su pecho, por un momento solo sentí su respiración entrecortada y otra vez el sentimiento de años atrás de culpabilidad que me dejaba el haberlo hecho con mi hermano.
—Kaoru... te amo...
Nuevamente esa declaración; a mí que hasta hacía unos momentos pensaba en otro hombre. Me hundía en la desesperación pero él ya no podía notarlo, no podía leer a través de mí así como yo ya no podía leer a través de él. Dos extraños compartiendo el mismo rostro y un vínculo de sangre que toda mi vida hubiera querido asesinar. Las cosas son como son, me sigo diciendo y busco una salida lejos de Hikaru.
Me levanté todavía un poco mareado por nuestro acto anterior, no me cubrí porque resultaba tan inútil como cubrir un espejo, tampoco lo miré ya que no me interesaba verlo a través de ojos cegados, quería limpiarme y ahogarme para no pensar, evitar que la culpa se metiera en mi cabeza y me atormentara por días sin final.
La puerta del baño hizo un ruido extraño cuando logré abrirla y el asco que sentía por todo me hizo entrar apresuradamente en el interior.
Cuando cerré la puerta escuché su voz una vez más, llamándome.
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Reeditando... a ver si me animo a seguirla.
