Sorelle Nuvole (Nubes Hermanas)
Capítulo 1.
Esta es la historia de las hermanas Daya y Sara. Ellas eran dos pobres huérfanas quienes perdieron a sus padres a muy corta edad.
Ellas todavía recuerdan como unos bandidos le arrancaron las vidas a sus padres, y juraron venganza, aunque fuera lo último que hicieran en ésta vida. Y estaban dispuestas a matar a toda la ciudad si con esa satisfacían su venganza.
Al quedar desamparadas, tuvieron que irse a vivir a las calles, ya que no aceptaron ir a ningún orfanato; tuvieron que hacer lo que sea por sobrevivir, y eso era LO QUE SEA. Robar incluido.
La mayor de ellas, Sara, aprendió desde corta edad a dominar las sais, armas usadas en el antiguo arte de ninjutsu. Tenía un cabello rizado y castaño, sucio y esponjado por la humedad de la calle. Su rostro estaba lleno de pecas y de lunares, todos los tenía desde su nacimiento y estaban bien contados, 7 en total. Unos grandes ojos café miel, decorados con pestañas igualmente largas, pero en ellos solo se reflejaba vacío y resentimiento. Odio contra los que le quitaron todo.
La hermana mayor siempre estuvo cuidando a la menor, Daya, una chica tierna a la vista, pero con una habilidad increíble para combate cuerpo a cuerpo. Un día que vinieron unos extraños hombres dando un espectáculo de la muerte, donde ella se las ingenió para robar una guadaña. Su cabello era castaño pero lacio, sucio y lleno de nudos, en la calle con suerte conseguías agua, no era fácil conseguir un cepillo. Sus ojos cafés no mostraban ninguna compasión, y con esos ojos era a los que veía a sus víctimas en sus últimos momentos de vida, casi todos ayudantes en tiendas.
La lluvia caía, y las hermanas estaban sentadas dentro de una caja que se encontraron en un basurero cercano.
"Hermana, ¿Qué comeremos hoy?" preguntó la menor. Sara la observó culpable, pues no había conseguido suficiente dinero trabajando como para comprar tan siquiera un pan.
"No lo se, pero te prometo que conseguiré algo para ti" le contestó con un abrazo. Esa pequeña (ni tan pequeña, ya tenía 15 años) era lo más importante en su vida.
"Oye, ya no somos unas bebés. Tengo hambre, vamos a conseguir nuestra propia comida" sacó su guadaña y la envolvió en llamas de nube, "Esa gente rica siempre tiene mucha comida, ¡Y hasta la desperdician! Tenemos derecho a tomar un poco."
Eso bastó para convencer a la hermana mayor, ella también se estaba muriendo de hambre, "Esta bien, ¿Quieres pan?"
"No hermana, no estás pensando bien", movió su guadaña en las narices de su hermana.
En el rostro de Sara se formó una sonrisa cínica, "Tienes razón, iremos por el pez gordo."
. . .
. . .
Estaba oscureciendo, el sol se ponía y los ciudadanos hacían las compras de última hora. Todo era así en Italia, el país de la mafia.
"¿Lista?" le preguntó Sara a Daya.
"Nací lista."
"Este es el plan, entraremos y robaremos el filete más grande que encontremos."
"¿Y si alguien se mete en mi camino?"
"¿Tienes que preguntar? Sencillamente eliminado el estorbo de tu camino."
Daya sonrió cínicamente antes de prepararse para entrar y robar en esa carnicería de lujo.
El lugar estaba cerca de un muelle, por lo tanto había muchas cajas alrededor, perfectas para esconderse antes de cometer el atraco.
Una campana golpeó con una puerta de madera, indicando que alguien salía.
"¡Hasta mañana!" se despidieron los empleados del Jefe.
El Jefe solo los despidió con un gesto de mano y se giró para cerrar con llave el local. Después también abandonó el lugar.
"¿Por qué no pudimos entrar con todos ellos allí?" se quejó la hermana menor, "Yo quería matar a alguien."
"Recuerda que la policía busca a las ladronas que han estado robando en esta área, es decir, nosotras. Tenemos que tener mucho cuidado" le respondió la mayor, "Además, sin moros en la costa podemos robar más botín."
"Bueno, ¡Vamos allá!" ambas hermanas sacaron sus armas y las envolvieron en llamas de nube. Con movimientos rápidos y precisos destruyeron la puerta y allanaron el lugar sin ninguna clase de remordimiento.
"¡Hay tanta comida! ¡No se que comer primero!" exclamó Sara evitando babear ante la vista de tanta carne metida en los congeladores.
"Yo ya le eché el ojo a un filete" Daya se saboreó los labios con la lengua antes de saltar hacía un congelador.
"Entonces yo comeré una ala de pollo por allá" le informó la mayor yendo a un congelador ubicado en el lado opuesto.
"No esta vez..." se escuchó que masculló alguien en la entrada. Vestía un uniforme negro con 2 placas militares adheridas en él. En su mano portaba una espada larga y filosa. Y no venía solo, alguien estaba justo a lado de él, con igual uniforme, mismo número de placas y mismo modelo de espada.
"Que rico" decía con la boca llena la hermana mayor, quien estaba devorando como una fiera su tercera ala de pollo. Y su hermana no se quedaba atrás, era igual que un lobo devorando a su presa.
Ambas chicas estaban tan distraídas que no notaron que los hombres entraron sigilosamente y que amenazaban con acabar con sus vidas.
Los hombres se colocaron detrás de ellas y levantaron sus espadas listos para dar el golpe final, pero no lograron ni rozar a las chicas, las cuales supieron detener el golpe con sus armas justo a tiempo.
"Son los peores ninjas de la historia" se burló la mayor luchando junto a sus sais, las cuales cambiaban de tamaño a su merced, podía hacerlas largas o cortas.
"Estaba disfrutando un rico filete, ¡Nadie se mete con mi filete!" gritó la menor luchando junto a su guadaña. La hoja de esa guadaña era especial, podía crecer o encogerse a voluntad de su dueña.
Sara maniobró sus sais, haciendo que estas giraran en sus manos, logrando intimidar un poco a su atacante. Se lanzó contra él y comenzó a dar rápidos golpes, algunos bloqueados por la espada, pero otros si daban en el blanco.
Sangre escurrió del brazo del espadachín, ya que una de las sais penetró en su brazo. El hombre chilló de dolor pero siguió peleando.
Sara hizo que una de sus sais aumentara de tamaño y bloqueó el golpe de la espada, sin mucho esfuerzo pudo lanzar al hombre contra la pared, la cual se rompió por el impacto.
"Mejor vete" le sugirió Sara apuntando la puerta con una de sus sais.
"¡No voy a perder mi orgullo contra una bandida como tu!" gimió más que gritar, y en vez de intimidar a la chica sólo provocó que ésta quisiera matarlo con más fuerza.
"Como quieras" la castaña sonrió como una psicópata y con un ágil movimiento clavó una sai justo en el corazón del espadachín, matándolo instantáneamente, "No digas que no te advertí" sacó su sai y la miró con tristeza, "Por tu culpa ahora mi hermosa sai está manchada" le dio una patada al cadáver del hombre y fijó su mirada en su hermana, quien aún peleaba.
Daya esquivaba muy bien los ataques del espadachín, arriba, abajo, derecha, izquierda, parecía que podía leer los movimientos de su enemigo.
El espadachín estaba cansado y respiraba con dificultad.
"Que aburrido eres" se quejó la hermana menor. Corrió dirección al hombre y con una patada mandó su espada q volar, dejándolo desarmado.
"Espera... No le harías daño a alguien desarmado ¿verdad?" los ojos del hombre mostraban miedo, mucho miedo.
"¿Quieres apostar?" Daya clavó su guadaña en el pecho del hombre y lo dejó caer con un golpe sordo al piso. El espadachín no duró mucho, perdió mucha sangre en muy poco tiempo y para esos momentos ya estaba en el otro mundo.
"La policía ya sabe de nosotras" Sara dijo acercándose a su hermana.
"Pero mando a unos novatos, incapaces de hacernos aunque sea un rasguño" respondió Daya.
Unos aplausos fríos se escucharon en la puerta. Las chicas giraron instintivamente y vieron a un hombre vestido igual a los que acababan de matar, la única diferencia era que el tenía 4 placas en lugar de dos.
"Tienen razón, no debí de haber mandado a unos inútiles contra ustedes" dijo con un tono frío.
"Hermana, parece que todavía nos queda un poco más de diversión" Daya se lanzó con su guadaña contra el hombre, pero éste era diferente a los anteriores, pudo bloquear el ataque sin ninguna dificultad.
La chica presionaba, tratando de hacer que el hombre retrocediera, pero el papel se invirtió y el hombre, usando esa presión en su favor, mandó a Daya a chocar contra una ventana, saliendo fuera del edificio y eventualmente terminando estrellada contra una caja.
¡Daya!" gritó Sara con desesperación e impotencia. Miró al hombre con rabia y también se lanzó contra él. De la misma manera, el hombre bloqueó una de sus sais, pero Sara logró expandir la otra y así le dio un golpe fatal en un costado del estómago.
"¿Llamas de nube?" preguntó sorprendido.
"Me permiten expandir mis armas, y no solo a mí" dijo con una sonrisa cuando vio que la hoja de cierta guadaña iba directamente en su dirección.
Sara se alejó del hombre, pero ese espadachín no se quedó a recibir el golpe y con un salto retrocedió.
"Bien, si usaremos llamas, entonces yo también" de su anillo emanaron rayos de color verde.
"Llamas de rayo" murmuraron las hermanas.
La espada del hombre se envolvió en esas llamas verdes y fue directamente por la hermana mayor, quien por poco no logra detener el ataque con ambas de sus sais. El hombre ejercía mucha presión y la hermana retrocedía, no pudiendo contra tal fuerza.
"¡Hermana!" Daya fue al auxilio de su hermana, pero el hombre soltó una risita y con un movimiento logró que las sais de Sara se engancharan con su espada. Se dio la vuelta y así logró mandar volar a Sara directamente a donde estaba Daya, creando que las chicas chocaran entre ambas y que fueran arrojadas contra una pared.
"Jajaha, ¡Este es el fin!" el hombre corrió hacía las hermanas, quienes no se podían levantar por sus heridas en la columna vertebral.
Sara como último acto abrazó con fuerza a su hermana y cerró los ojos. Daya también la abrazó y cerró los ojos con fuerza, esperando un golpe que nunca llego.
Los segundos pasaron y las chicas seguían vivas, así que abrieron los ojos para ver que había ocurrido, pero aquello si que era una sorpresa.
El hombre fue atravesado por otra espada, y ahora su cadáver estaba frente a ellas, escurriendo sangre, con la boca y ojos abiertos, pero sin vida.
Y detrás de él estaba el asesino, es decir, su salvador. Un hombre de unos 30 años, con largo cabello blanco y una espada adherida a su brazo.
El hombre en cuanto vio que abrieron los ojos les gritó: "¡VOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOIIII!" los oídos de las chicas estallaron con esos gritos tan salvajes, "¡¿Pero que les pasa?! ¡¿Basuras como ustedes peleando contra un nivel 4?!"
"¿Nivel 4?" preguntaron confusas.
"¡Pero debo de admitir que tienen habilidades mocosas! ¡Vencer a un nivel 2 no es sencillo!"
"¿De qué está hablando este loco?" murmuraron las hermanas al unísono.
"¡¿Quienes son ustedes?!"
"Mi nombre es Sara y ella es Daya, ¿Y tú eres? ¿Y que haces a estas horas en la carnicería?"
"De seguro también viene a comer" murmuró Daya.
"¡Me llamo Superbi Squalo, y vengo a comprar carne para mi estúpido jefe!" gritó y los gritos hicieron eco en el lugar.
"¿Pero qué clase de jefe tienes?" preguntó la hermana mayor con una expresión de '¿qué diablos?' en el rostro.
"Debe de ser uno muy fuerte si tu solo eres el subordinado" comentó Daya imaginando a un hombre guapo, sentado en una silla, tratando como escoria a los demás, el jefe perfecto.
"¡¿Ustedes que hacen aquí?! ¡¿Y por qué las persiguen la policía?!" les preguntó gritando.
"Esos locos nos atacaron por comer" contestaron las hermanas al mismo tiempo.
"Están muy sucias, ustedes dos, no tienen hogar ¿cierto?" las chicas bajaron sus miradas, "Mmm..." el hombre las observó mientras se decidía si hacer la pregunta que rondaba en su mente, pero al final decidió que era la mejor opción, "¿Les gustaría unirse a los Varia?" y con esa pregunta la vida de esas pequeñas huérfanas dará un giro inesperado.
