Hablar de Emma es toda una larga e intersante historia qué contar. Teniendo en cuenta que Emma no es su nombre verdadero y en verdad lo ignoramos.

Emma nació en el seno de una familia de japoneses convertidos al catolicismo, ellos eran partidarios y simpatizantes del Opus Dei, pero no por eso dejaban de estar involucrados en la tarea de evangelización dentro de su país. La educación católica basada en el Opus Dei de Emma fue muy estricta, de ahí que ella le tuviera aversión a dos cosas: los homosexuales y los medabots.

La historia de cómo Emma llegó a ser la persona más temida en Japón después de la Gran Epidemia, comienza por su segunda aversión. Cuando los medabots comenzaron a volverse populares entre los niños, ella los veía con desprecio al igual que sus padres. En esa época, casi toda la familia hicieron publicidad de los aspectos negativos que los medabots influían en los niños. Y cuando me refiero a casi toda la familia, es que el hermano más chico de Emma, de unos 8 años, estaba fascinado con esa novedad de la tecnología. Los padres del niño nunca lo dejaron tener un medabot o ver los campeonatos de medabatallas en la televisión, pero el hermanito de Emma se las ingeniaba para salirse con la suya, así que se conformaba con ver a los niños de su barrio jugando con los mebabots o iba a secretas a los torneos de medabatallas.

Pero en la gran final del campeonato de medabatallas, que dio lugar al primer gran episodio oscuro en la vida de los humanos con los medabots, los "Diez días". Emma corrió hacía el lugar del siniestro, para salvar a su hermano, a pesar de que la seguridad no le permitía entrar, es ahí cuando su vida cambiaría para siempre. Buscó a su hermano en medio del caos, y cuando por fin lo encontró, ella vio cómo un medabot de amarillo mostaza le disparo en la cabeza al pequeño niño desparramando sus sesos en la blusa de Emma. El pequeño cadáver sanguinolento cayó al piso ante la mirada impávida de la entonces joven Emma, por alguna extraña razón aquel medabot no hizo nada en contra de ella.

Los rescatistas encontraron a una Emma en estado de shock abrazando el cuerpo de su pequeño hermano. Días pasaron para que Emma regresara en sí, pero cuando lo hizo, despertó en ella una imagen: aquel medabot mostaza que disparó a su hermano pequeño. Aquella era la señal de su verdadera misión: vengar a su hermano de aquellos demonios mecánicos, en especial del que asesinó a su hermano. Así que Emma renunció a sus intenciones originales de ingresar como numeraria del Opus Dei y ser una religiosa.

Durante los cincos años que pasaron después de los "Diez días", Emma fue una gran activista en contra de la producción de más Medabots, pero los ejecutivos y corporaciones ignoraron sus solicitudes. Pero ella no dejaría que las cosas quedaran impunes como si nada.