Annabeth Chase se despertó exactamente, un minuto antes que sonara su alarma y se quedó mirando el techo agrietado de su habitación mientras yacía envuelta en las ásperas sabanas de su cama individual. La ventana cerrada a su derecha, disipa el ruido de la calle de abajo, autos y autobuses retumbando de arriba a abajo de las calles, voces molestas y desgastadas gritando de un lado al otro. Como en el mundo en el que viven.

Ella cuenta los segundos para que su alarma suene, tres agudos pitidos y luego el zumbido de la radio, una canción pop quejumbrosa que ella no conoce el nombre. La vista de Annabeth cae silenciosamente en la habitación y se levanta, arrastrando consigo las sabanas y estremeciéndose en el aire frío.

Manhattan en Noviembre muestra la ciudad en su naturaleza más desolada y desapacible y hace que el frío parezca filtrarse hasta los huesos de Annabeth.

La cama chilla mientras ella se levanta y estira sus manos hacia el techo, los dedos entrelazados mientras su columna suena. En el mismo movimiento, se agacha, manteniendo sus piernas rectas mientras presiona sus palmas en las tablas del suelo de madera. Su cuerpo sigue tieso por el frío y se siente mucho más viejo que veintidós años. A veces ella no puede creer que ya tenga veintidós años. Su infancia es una memoria lejana, apenas si recuerda la inocencia con la que miraba al mundo. Annabeth ha pasado la mayor parte de sus veintidós años de vida molesta con el mundo, con sus padres y con el gobierno y su maldita mala suerte. A esta altura, ella ya no sabe cómo sentirse de otro modo.

Las tablas del suelo crujen mientras ella camina la corta distancia de su cama hasta el pequeño baño y se quita sus varias capas de ropa, entrando a la pequeña ducha. El agua apenas llega a estar tibia y Annabeth hace su ducha corta, lavando sus largos rizos rubios con champú barato y afeitando sus axilas con una afeitadora desechable que corta su piel. Si el aire estaba frío antes, ahora sin duda alguna, le hiere su cuerpo mojado mientras ella furiosamente seca su cuerpo con una toalla fina, el material de la misma es igual de barato y molesto que sus sabanas.

La vida no siempre fue de esta manera pare ella. La casa de sus padres – es decir la de su padre y su madrastra –es grande, hermosa y en las afueras de la ciudad, muy lejos de la ruidosa y desordenada Manhattan. Sus sabanas eran lavadas por una mucama una vez a la semana y la presión de la ducha era – mejor que el chorrito que aguanta ahora. Pero ella nunca va a volver. Ella había trabajado por seis años, trabajos de medio tiempo y apenas terminó la escuela secundaria, se mudó a la ciudad. Su padre debe por ley pagar los costos de la cuota de su escuela si puede hacerlo – y claramente puede – pero ella igual tiene que pagar por su apartamento, calefacción, agua, comida, transporte y otros. Ella se mantiene ahora con el sueldo que recibe trabajando cuatro días de la semana en un bufete de abogados, el mismo donde su mejor amiga Piper, está haciendo una pasantía como parte de su entrenamiento para convertirse en abogada. Es un trabajo aburrido, pero ella lo prefiere a atender mesas y forzar sonrisas a clientes molestos.

Trabajar cuatro días completos de la semana significaba que Annabeth va a tardar en completar sus estudios universitarios cinco años en vez de tres. Hoy es un día de universidad, lo que significaba una mañana llena de clases, seguido de un mísero almuerzo en el comedor antes de ir al norte de la ciudad para ser parte de una protesta, que ella ha estado ayudando a organizar por el último mes. Annabeth ha estado protestando desde la primera vez que ella pudo entender el concepto de injusticia – que fue cuando tenía la edad de siete. Y existen muchas injusticias de las cuales ella puede quejarse.

Hace ciento quince años, la humanidad descubrió los temporizadores. Un reloj dentro de cada persona viva que contaba los años, meses, días, horas, minutos y segundos hasta que una persona conociera a su alma gemela – la persona con la que pasarían el resto de sus vidas. Y los brillantes científicos y técnicos descubrieron una manera de hacer este reloj visible, así todo el mundo podría saber cuando conocerá a su alma gemela. Al nacer, todos los bebes son implantados con el temporizador en la parte interior de su muñeca izquierda y desde ese momento en adelante, sus números estarían reduciéndose.

Mientras ella arrastra su suéter por sobre su cabeza, Annabeth mira su propia muñeca. 3:19:5:42:45. Ella tiene tres meses y medio restantes y luego esos números serán remplazados por un nombre, el nombre de su supuesta alma gemela.

Annabeth se dice a sí misma que los temporizadores en sí no son malos. Después de todo, ella no quiere pasar el resto de su vida sola. Difícilmente ella se llamaría a sí misma una romántica, pero ella si cree en el amor- ha sido testigo suficientes veces. Y si no fuera por las leyes, capaz ella felizmente vería los números en su muñeca disminuyendo.

Pero, gracias a este gran descubrimiento, el gobierno vio una oportunidad para restaurar el orden a su querido país lleno de delincuentes. Esta era su oportunidad para imponer valores familiares y mejorar esta sociedad deteriorada. Ahora la Ley Nacional dicta: dos semanas después de que los temporizadores de dos personas se terminan, ellos deben casarse. Después, ellos son monitoreados con citas semanales con un consejero, y cuando ese consejero decida que los recién casados están listos para empezar una familia, la pareja recibe una orden judicial para quedar embarazada o iniciar un proceso de adopción en dos meses.

Es barbárico y lo odia. Ella detesta el sistema donde sus derechos humanos fundamentales han sido aplastados bajo el gran pie de un gobierno que dice hacer todo por el bien mayor. Bueno ¿pero cuál es el punto de un bien mayor cuando las personas ya no tienen ningún derecho sobre sus propios cuerpos? Annabeth había considerado huir del país, pero no hay muchos mejores lugares para escapar y el aumento de las leyes de inmigración hace casi imposible salir o entrar al país sin ser escondido en el baúl de un auto. Están también, por supuesto, los fuera de tiempo. Aquellos que han cortado sus temporizadores y huido antes de ser atrapados. Pero Annabeth no puede huir, ella no quiere huir. Ella quiere vivir, ella quiere terminar sus estudios y ser una arquitecta profesional y dejar su marca en los cielos de Manhattan.

Annabeth a medida que sale a la calle, arrastrando la puerta del edificio hasta cerrarla, guarda la parte delantera de su gruesa bufanda en su abrigo y observa miserablemente la niebla que produce su aliento frente a ella. Ella sólo tiene que caminar un par de cuadras a la universidad y recoge un café demasiado caro en el campus antes de llegar fuera de su aula quince minutos antes de que deba empezar. Ella se apoya en la pared y saca su teléfono, enviándole un mensaje a Thalía.

Todo preparado para esta tarde?

Le toma un par de minutos responder, pero cuando lo hace, hace reír a Annabeth. Me despertaste. Idiota. Annabeth guardó su teléfono en su bolsillo y se unió a la lenta multitud que estaba entrando al aula. Thalia trabajaba turnos nocturnos en un bar y usualmente dormía hasta el mediodía para compensar la falta de sueño que tiene en la noche.

Annabeth se sienta al final de la fila cerca del fondo y saca su cuaderno, revisa su teléfono una vez más antes que el profesor llame la atención de la clase. Thalia había respondido de vuelta. Sí, ya tenemos todo listo. Deja de molestarme y ve a clases nerd. Annabeth sonríe y guarda su teléfono, llevando su atención a la clase.

Ella amaba la universidad. Le recordaba lo que ella realmente quería ser. Que su educación y la elección de su carrera son únicamente de ella, y que nadie se la podía quitar. El hecho de que ella tenga que trabajar tan duro para obtenerlo sólo le hace apreciarla más. Hay algunos chicos en su clase, un par de años más jóvenes que ella, que van a apurar su paso por las clases y obtener sus trabajos soñados antes de que ella siquiera reciba su título. Pero Annabeth se recuerda a si misma lo que tendría que tolerar sí aceptara más ayuda de su padre, e ignora el destello de resentimiento.


Tres clases pasaron volando y pronto Annabeth está agarrando el metro hacia el norte para encontrarse con Thalia y el resto del grupo de manifestantes en las afueras de la Corporación Dionisio. La vista de carteles hechos a mano frente al imponente edificio es bien acogida y Annabeth sube su bolso más alto en su hombro mientras empuja a través de la multitud, buscando una cabeza de pelos negros peinados de punta. La encuentra en el propio frente de la multitud, teniendo el cartel más grande de todos y gritando más fuerte que nadie.

¡Hey! Annabeth llama sobre los gritos roncos de su amiga.

Thalia se da vuelta y le sonríe "¡Hey, nerd! Creí que te ibas a perder la fiesta"

"Las clases se alargaron" dice como una manera de disculparse y agarra un cartel blanco de Thalia donde se lee: ES HORA DE TERMINAR CON LAS LEYES DEL TIEMPO, en letras rojo brillante.

"No hay señales de Piper", señala Thalia.

Annabeth sacude su cabeza mientras levanta el cartel por sobre ella. "Me envió un mensaje esta mañana. Leela está enferma, así que se debía quedar en casa con ella".

Thalia asiente y no hace más comentarios. Es una especie de tema complicado entre ellas; el matrimonio de Piper y su hija. Ella había conocido a Jason cuando los dos tenían quince y se casaron el día que él cumplió dieciocho años –apenas los dos fueron legalmente adultos. Piper quedó embarazada al mes. Aunque Piper protesta en contra de las leyes de igual manera que Annabeth lo hace, ella no niega que ama a su familia. Ella ama a Jason y a su hija y antes se tiraría a sí misma frente a un autobús a renunciar a ellos. Es una especie de contradicción. Pero Annabeth sabe que a Piper le hubiera gustado que su familia fuera la elección de ella y Jason, no el resultado de unas leyes.

Annabeth espera no verse obligada en la misma posición. Instintivamente, revisa su muñeca. El temporizador todavía lee tres meses y medio. Ella espera que eso le dé el tiempo suficiente para realizar algún cambio. Thalia es más cínica que ella, y aunque pasa la mayor parte de su tiempo protestando sobre las leyes del tiempo, Annabeth sabe que ella tiene muy poca esperanza de que estas cambien. Pero a Thalia le quedan años. Esos tres meses y medio son el pequeño tiempo de vida de Annabeth que va acortándose.

Después de una hora, los dos brazos de Annabeth están ardiendo y su garganta está ronca de tanto cantar junto a sus camaradas. Su noche de mal sueño y despertarse en la madrugada la están afectando. Baja su cartel y se gira hacia Thalia.

"Voy por café" grita por sobre el ruido "¿Qué quieres?"

"Negro para mi" responde Thalia. "No tardes mucho, están por salir pronto"

"Sí, sí "

Annabeth está a punto de voltearse y retroceder por la multitud pero la expresión de Thalia la detiene. Sus penetrantes ojos azules están abiertos de par en par y sus labios están separados en sorpresa. Annabeth daba una vuelta, buscando lo que ha sorprendido a su amiga, pero no encuentra nada en la multitud de protestantes. Cuando se da la vuelta, los ojos de Thalia siguen puestos en ella.

"¿Qué pasa? Thalia-"

"Tu muñeca" Thalia murmura, mientras señala.

Annabeth se congela, había pasado sus dedos por su pelo anudado hace apenas unos momentos, atrayendo la atención de Thalia al pedazo de piel donde se encuentran sus números. Tres meses y medios… No. Cuando Annabeth ve lo números, se le hunde el corazón. 2m25s.

"¿Cómo es posible?" Su propia voz era aguda en sus oídos. "¿Está dañado?

"Parpadearía con un mensaje de error si estuviera dañado. Annabeth…"

"No." Ella empieza a alejarse de Thalia, como si ella fuera la causante de esto.

"- ésto pasa a veces," Thalia suplica, viéndose igual de desesperada a como se siente Annabeth, "tú lo sabes. Las situaciones cambian, los temporizadores cambian."

"¡Pero no puede ser! Tengo tres meses y medio-"

"¡Ahora no los tienes! Corre." Thalia dice. "Capaz puedes cambiarlo de vuelta"

Annabeth apenas lo cree un poco más que su amiga, pero se da la vuelta y empieza a moverse a través de la multitud. Necesita liberarse de estas personas, de todas las personas. Necesita esconderse. Sí, si consigue esconderse todo cambiará de vuelta. Ella volverá a tener sus tres meses de vuelta. Los cantos aumentan alrededor de ella y por un momento, piensa que éstos están dirigidos contra ella, pero entonces se da cuenta que los trabajadores de las oficinas deben estar saliendo del edificio. Esto la impulsa, enviando pánico por sus venas mientras ella empuja y se abre camino por la espesa multitud.

Eventualmente, sale de la multitud y se encuentra a sí misma frente a una calle con mucho tráfico. Echando un vistazo a su muñeca, ve que ella tiene un minuto y doce segundos. Un minuto, doce segundos- nueve, ocho, siete, seis- para encontrar un lugar donde esconderse. Imposible. Sin embargo ella sigue buscando donde aislarse.

Ella empieza a cruzar hacia el otro lado de la multitud, sus ojos buscando un callejón donde esconderse, cuando alguien agarra de su bolso.

Cincuenta y un segundos.

"¡Hey!" Ella se da vuelta.

El hombre agarrado a su bolso, es alto y ceñudo. "¿Huyendo? ¿Tuviste un cambio de corazón?

Annabeth no tiene idea de quién es, pero él no era su alma gemela. Solo un manifestante molesto pensando que ella está traicionando la causa. Ella tira su bolso libre y tropieza. Maldiciéndolo por encima de su hombro mientras se abre paso por entre más personas. El imbécil le costó su valioso tiempo.

Veintidós segundos

No. Ella debe seguir moviéndose lejos de esta gente. Pero la multitud no se disipará, parece crecer y retorcerse alrededor de ella, dejándola atrapada entre el medio de la gente- cualquiera de los cuales podría ser su maldita alma gemela.

Doce segundos. Once. Diez. Nueve.

¡No! Annabeth empuja a una mujer, recibiendo un codazo en la mejilla como resultado. Se agarra de la cara, maldiciendo de vuelta y siente lágrimas queriendo escapar de sus ojos - ¿por dolor, por desesperación? Ya no lo sabe. ¡Solo sácame de aca!. Ruega sin dirigirse a nadie.

Cinco segundos. Cuatro. Tres. Dos.

Uno

Annabeth se congela en su lugar. Se queda mirando su muñeca, sintiendo la ausencia de personas alrededor de ella y el dolor de su corazón martillando contra su pecho. Los números a los cuales se ha aferrado durante tanto tiempo están desapareciendo. Idos… Letras están parpadeando en su lugar.

PERCY JACKSON

Annabeth pasa su pulgar sobre las letras y después empieza a restregarlas con la palma de su mano, pero ellas están atrapadas allí, bajo su piel, inalcanzables. Tomando aire, alza sus ojos para ver a Percy Jackson, su alma gemela.

Él está vistiendo un traje, con las mangas remangadas y una mano agarrando su muñeca izquierda. Es un poco más alto que ella, delgado, con cabello negro y los mismos labios abiertos que Thalia. Pero lo que atrapa la atención de Annabeth son sus ojos, un verde imposible que nunca antes había visto, mirando directamente a ella.

Nota del Traductor

Esta historia es una traducción de Stucco Hearts, el maravilloso fanfic escrito por Rachel, writergirl8
y Hannah, chasexjackson. Las pueden encontrar respectivamente en Tumblr como rongasm y ananbeth.

Este capitulo es un poco más corto que el resto, ya que tiene el objetivo de introducir la historia y el concepto de los temporizadores y las leyes alrededor de ellos.

El titulo del capitulo viene de una cancion de Ingrid Michaelson llamada I Can't Help Falling In Love With You.

El siguiente capitulo, que es narrado desde el punto de vista de Percy, va a ser subido el proximo domingo!

A mi me pueden encontrar en Tumblr para cualquier comentario o pregunta como soloesoquierodecir