Nota: Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son obra del Señor Masami Kurumada. Esta historia está ambientada después de una hipotética guerra de Atenea contra el dios Zeus. No tiene relación con Soul of Gold y entre otras referencias contiene elementos que continúan los sucesos ocurridos durante mi otro relato: Las Crónicas de Milo.
Capítulo 1.
En la oscuridad de la noche, dos chicas de unos veinte años corrían desesperadas por la vía principal de la calle que estaba desierta. En lo que parecía ser una urbanización de viviendas unifamiliares, aquella calle llena de casas de varias plantas, al estar tan cerca de la facultad superior, prácticamente la totalidad de ellas había sido convertida en Hermandades Universitarias.
Las jóvenes vestidas con ropa deportiva elástica se podían intuir que habían estado practicando ejercicio recientemente. Una de pelo castaño que le llegaba hasta el cuello, tenía aspecto de ser de Europa del Mediterráneo, de presencia fuerte y decidida era la que corría más que la otra, la cual tenía el pelo igualmente castaño pero mucho más largo, su piel era muy clara, sus ojos verdes y una expresión en la cara de pureza e inocencia.
Llegando al umbral de una de las casas corriendo llamaron la puerta fuertemente, del interior abrió un muchacho de su misma edad, definido, pelo rubio quemado por el sol, tez blanca y aun vestido de manera informal, este reconoció de inmediato a la chica de pelo más largo.
-Anna ¿Qué ocurre? –preguntaba al verla en aquel estado de pánico pero lejos de responderle la chica le sujetó de la mano y lo sacó de la casa corriendo-. ¿A dónde vamos?
-No hay tiempo de explicaciones, vienen a por nosotros tenemos que huir de aquí.
-Yo voy en busca de Eric, esconderos lo mejor que podáis –La otra chica se introducía en la casa, la cual estaba ordenada para ser un piso de estudiantes masculinos.
Subiendo a la segunda planta, abrió la puerta de uno de los dormitorios donde estaba otro chico sentado sobre un escritorio metido en sus libros, de pelo negro corto, constitución definida, alto y atractivo, que sonrió al ver la presencia de la chica pero su sonrisa se desdibujó de su cara al ver su estado de pánico.
-¿Qué…? –Fue a pronunciar una pregunta cuando escucharon el sonido de dos coches que circulaban a toda velocidad por la calle.
-Eric ¿me quieres de verdad? –preguntó mirándole directamente a la cara.
-Por supuesto –fue la respuesta inmediata del joven-. Nunca he sentido por nadie lo que siento por ti.
-Entonces ven conmigo –Ofreciéndole la mano, este la sujetó y corriendo bajaban por las escaleras.
Iban a salir de la casa cuando un coche largo de negro se paraba justo en la puerta mientras otros dos seguían de largo a toda velocidad. Al verlos parar, corriendo, la pareja salió por la parte de atrás de la casa y saltaron la verja que los separaba del patio vecino, y así estuvieron un rato hasta que se tuvieron que detener y agazaparse al ver como varios coches habían cercado a la otra pareja que había huido con más tiempo.
Sin importar los gritos de auxilio de los jóvenes, varios tíos muy fuertes vestidos de traje negro los introducían en el coche y se los llevaban de allí a toda prisa. Muy quietos, la chica arrancó la hierba del suelo tanta como podía.
-Frótate con esto, deprisa –hablaban muy bajito.
-¿Qué ocurre? –Haciendo caso el muchacho se frotaba el cuerpo con la maleza verde que le pasaba la joven y le dejaba oliendo a césped recién cortado-. Se han llevado a Anna y a DJ.
-Deprisa, a ti aun pueden olerte –Miraba como se aproximaban varios tipos de esos con trajes negros pero ellos estaban muy bien escondidos para que los descubrieran. Al ver como su compañero había hecho lo que le había pedido, se escondieron dentro de un garaje y se quedaron en silencio y muy quietos.
Desde una ventana empañada de aquel lugar observó como uno de los tipos fue directo al último lugar donde habían estado agazapados, si no se hubieran movido los habrían descubierto. Una vez pasado el peligro y los personajes se marcharan a buscarlos por otra zona, la pareja se relajó un poco pero aun seguían con la respiración agitada. Aun avanzando entre patios interiores de las casas trataba de seguir anónimos.
-¿No deberíamos llamar a la policía? –Sin entender lo que ocurría formulaba la pregunta más obvia.
-No pueden ayudarnos, lo controlan todo, la gente de este barrio ni se acordará de ellos ni de nosotros mañana. Si llamamos a la policía ellos nos encontrarán y nuestro destino será el mismo que el de nuestros amigos –La chica estaba abatida por el suceso-. Te he puesto en peligro… perdóname, no tuve nunca que haberme enamorado de ti, todo esto ha sido una locura, jugamos con fuego y nos hemos quemado.
-No sé de qué va esto, pero iré contigo hasta el fin del mundo –Dándole la mano en señal de afecto la paraba en mitad del jardín de uno de los vecinos-. Si quieres que nos escondamos durante un tiempo tengo colegas de la universidad que viven en la ciudad y nos dejarán pasar unos días allí.
-Vamos, allí te explicaré donde te has metido sin quererlo.
Corriendo amparados en la noche, la pareja salió de entre los jardines y tomaron caminos poco transitados para salir de la zona residencial en busca de la gran ciudad y un lugar seguro donde refugiarse.
En algún lugar de aquel país.
-¡Simios! ¡Malolientes y pútridos sub-seres que se multiplican como ratas de alcantarilla y que se creen que son los dueños del planeta, cuando solo son una mísera raza cuyo único fin es el de servir a la que realmente domina el mundo!
Un misterioso personaje, a los pies de un altar de madera a modo de púlpito orador, no muy ancho y que le llegaba hasta poco más de la cintura, hablaba en lo que parecía ser una sala a modo de anfiteatro de grandes dimensiones, la cual estaba repleto de personas igualmente encapuchadas, más las telas de las que componía sus túnicas no era normal, pareciese que estuviera hecha con la piel de un cocodrilo, era verde y escamada y el que estaba hablando a la multitud no era de color verde, si no blanca parecida a la piel de una serpiente albina.
En aquella sala podría haber al menos trescientas personas de incógnito, todas ellas atentas a lo que tuviera que decir el portavoz, el cual estaba enervado en su discurso, tras él, en la pared del fondo del anfiteatro las líneas de la fachada que lo limitaba eran perfectas, el lugar parecía una iglesia, había una enorme lona de tela blanca enrollada perfectamente en lo alto; el techo tenía una estructura de pirámide de tres caras, no había ventanas y todo era iluminado por unos focos que daban una luz amarilla a todo el lugar.
-Años llevamos manejando a esa raza, conseguimos que hagan lo que nosotros queramos, les conducimos a su propia destrucción y ellos van de nuestra mano como corderos directos al matadero –Sacaba un libro muy antiguo de debajo del púlpito desde el cual hablaba a los asistentes, este tenía su encuadernado protegido por una delicada tela blanca y poniendo las palmas de sus manos sobre él, pareciera que respiraba tranquilamente meditando lo que fuera a decir a continuación-. El Libro de las Revelaciones, todos lo conocéis, lo habéis leído desde que llegasteis a este mundo, conocéis sus leyes inquebrantables y aun así entre los nuestros los hay que se atreven a quebrantar sus más sagrados mandamientos –El que hablaba girando la cabeza hacia uno de los laterales del lugar asintió con la mirada y tres encapuchados que aguardaban en aquel lateral se fueron a buscar algo-. La pureza de nuestra especie es algo que no se ha de perder.
Los tres personajes volvían a la sala trayendo consigo a la joven de unos veinte años raptada a primeras horas de la noche. Con las manos encadenadas temblaba de miedo mientras se notaba que había estado llorando mucho.
-Hermanos, ante vosotros os presento a una pecadora –Con su dedo índice le apuntaba directamente a la joven consiguiendo que se sobresaltara del susto-. Hija: ¿admites haber cometido el grave pecado de zoofilia? –Como el que estaba preocupado por su estado de pánico se arrodillaba ante ella y le acariciaba el pelo dulcemente-. La verdad, aunque no borre tu falta, te quitará un enorme peso de encima –Ante la escasez de palabras sin más preguntas le soltó un fuerte bofetón que la dejó medio atontada-. ¡Traed al mono!
Al decir aquello, otros tres personajes que estaban al otro lado de la estancia se ausentaron, mientras la pobre chica trataba de moverse y liberarse, era sujetada por sus tres guardias que no la dejaban libertad de acción. A los pocos minutos, los que se habían ido volvían trayendo consigo al chico que habían capturado con ella, el cual tenía algunos moretones en la cara y la ropa que llevaba puesta un poco desgarrada por la presunta paliza previa.
Al verle aparecer, todos los asistentes comenzaron a increparle y soltarle gran cantidad de insultos vejatorios, a los cuales el chico no entendía nada de lo que le estaba pasando. Tras él se colocó el portavoz de aquella reunión y sujetándole del pelo tiraba fuertemente de su cabeza consiguiendo que gimiera de dolor.
-Mono maloliente, solo de tenerte cerca me dan arcadas –Soltándolo lo dejaba caer al suelo-. Sé que tu especie ha adquirido la capacidad de hablar no hará muchos milenios así que creo que estás en condiciones de responderme a una simple pregunta: ¿Has cometido el abominable acto de zoofilia con esta joven?
-¿Zoofilia? –preguntaba atónito mirando a la jovencita-. ¿Pero de que está hablando? –Mirando a todos los asistentes, aun estos estando encapuchados no notaba nada raro en sus caras, eran personas normales los que lo miraban de manera tan repugnante-. ¿Estáis bien de la cabeza? Yo solo me he enamorado de Anna y ella de mí, no hay nada de malo en nuestra relación.
-Pobre chimpancé sin pelo, que no sabe que se ha enamorado de un ser que es muy superior a él. Ella por su linaje ocupa el escalafón más alto de la cadena de mando de este mundo y tu solo eres un pútrido esclavo que solo ha nacido para servirnos llegado el momento –Volviéndolo a sujetar por el pelo tiraba de él manteniéndolo en tensión- Tu querida Ana por su pecado debería padecer tu mismo destino pero…, como la tasa de natalidad entre los nuestros no es tan fructífera como la de los vuestros, será condenada a ser solo una incubadora de nuestra superior raza. Su preciado genoma no ha de perderse –Los otros que sujetaban a la joven se la llevaron de allí a rastras, mientras ella gritaba tratando de liberarse pero era inútil, por su parte el joven trataba de luchar con el mismo resultado que su compañera, impotente se quedó quieto nuevamente-. Los de tu especie pagan caro su osadía de yacer con una de los nuestros.
Los tres que sujetaban al joven lo mantuvieron fuertemente retenido, le estiraban el cuello para que lo tuviera bien a la vista, mientras el que dirigía todo aquella especie de juicio, de su túnica sacaba un cuchillo cuya empuñadura tenía forma de serpiente. Prediciendo lo que iba a acontecer trató por última vez de luchar por su vida, pero inútilmente, vencido nuevamente tenía la hoja de la daga en contacto con su garganta.
-Hay otra entre los nuestros que ha sentido el repulsivo acto de sentir algo por un animal inferior. Dentro de poco la capturaremos tanto a ella como al mono que la acompaña, repetiremos este juicio con el mismo resultado –Con el cuchillo aun aferrado en la garganta del chico hablaba a los que miraban atentamente-. Siéntete honrado pues vas a morir a manos de un ser superior –Preparado para lanzar el tajo que le quitaría la vida, miraba al resto de los asistentes-. ¡Que el derramamiento de tu sangre limpie el grave pecado cometido!
Desgarrándole el cuello, la sangre del joven se derramó muriendo a los pocos minutos, entre quejidos de agonía. Dejando su cadáver tirado en el la parte del orador, el que lo había ejecutado volvía a su pulpito donde estaba el libro, antes de tocarlo se aseguraba de no tener las manos ni las mangas de su túnica manchadas de sangre, una vez cerciorado lo abría lentamente.
-Mis queridos hermanos, hoy he seleccionado un diminuto fragmento de nuestro bien más preciado pero uno que tiene gran importancia.
"Cuando se acontezca su próxima venida al mundo, serán muchas las señales que lo han de avisar: los ríos cristalinos, sus aguas limpias y puras en sangre se han de trasformar la cual se llevará la vida de todo aquello que esté cerca. La tierra temblará en muchos lugares anunciando la vuelta del redentor….
Las deidades, esos seres poderosos procedentes de los simios, que se han adueñado de algo que no les pertenece, usurpadores decadentes, todos ellos derramarán lágrimas de sangre pues aquel que retorna al mundo los segará de la faz de la tierra."
-Este diminuto fragmento, todos los nuestros lo conocen, nos ha dado esperanza en nuestras horas más oscuras –Mirando a los que escuchaban atentamente sin pronunciar una sola palabra, el silencio en la sala era total, preparándose para soltar la parte más importante de su discurso, respiraba profundamente-. ¡Y os aseguro hermanos que el que siempre es Eterno, nuestro bien amado Redentor, no le queda mucho para su tan ansiado retorno, ha fijado su poderoso ojo en este planeta, un mundo del que nuestra inferioridad numérica nos ha relegado a tener que regirlo en las sombras y del que nos comandara, en una gloriosa batalla, para relegar a nuestros enemigos al lugar que les corresponde: la esclavitud! -Estirando sus brazos en cruz, la emoción en la sala estaba en el clímax-. ¡La Era del Mono pronto llegará a su fin! –Entre aplausos el orador levantaba sus manos y la lona que estaba enrollada tras él se desplegó y en ella estaba dibujado perfectamente un grandioso ojo egipcio con la peculiaridad de que su pupila era elíptica-. ¡Puedo jurar ante nuestro libro más sagrado que pronto ha de recomenzar La Era del Reptil!
El Retorno de Ra.
Egipto. En algún lugar del río Nilo.
En una de las muchas aldeas que bordeaban el curso del río más largo del mundo, un grupo de pequeños jugaba a la pelota a no mucha distancia de la orilla. A modo de improvisado campo de fútbol los pequeños habían delimitado la tierra con surcos y habían conseguido recrear un buen campo en el que jugar.
Era medio día y el calor apretaba, no había ni una nube en el cielo pero pese a las altas temperaturas los pequeños jugaban a su deporte favorito sin importar el calor. Entre una de las muchas jugadas que se iban produciendo uno de ellos dio un fuerte balonazo que traspasó la imaginaria portería del equipo rival marcando un gol que celebraron como un gran logro.
Para desgracia del equipo que había encajado el gol, uno de ellos tuvo que ir en busca de la pelota que había ido a parar bastante lejos. Con mala gana, por la paliza que se estaban llevando, el joven que había sido elegido para ir tras el balón atravesaba la maleza llegando a estar muy cerca de la orilla del río en la cual, entre unos arbustos, estaba atrapada la tan ansiada pelota.
Tras sujetarla y darse la vuelta para retornar al juego vio como una rana salía del agua y saltando se le posaba en el pie. Asombrado ante aquello la sujetaba entre sus manos y la elevaba en el aire mirándola.
-¿Qué haces fuera del agua con este calor? –Aunque sabía que no podía responderle el muchachito sabía que esos animales no salían del agua a medio día con el calor que hacía sin una buena razón, tratándola de devolverla al agua el anfibio saltó de sus manos y se fue tierra adentro.
Pensando que había un depredador bajo la superficie, miró al cauce del río y asombrado se quedó al ver como más ranas salían del agua siguiendo a la otra. Tuvo que dar unos pasos hacia tras, pasmado al ver que los animales del río nadaban todos hacia la desembocadura huyendo aterrados, había de todo, cocodrilos, hipopótamos, peces, ninguno de ellos hacía caso al resto, solo huían desesperados, los que podían y estaban más a los bordes, no quedando otro remedio, salían del agua para adentrarse en la tierra.
El suceso alcanzó tal magnitud que los otros niños se acercaron a ver lo que pasaba, no solo ellos sino también los habitantes de la aldea se aproximaban asombrados. Ninguno de los animales que salían del agua era agresivo con ellos, solo escapaban de algo y aunque se tratara de un poderoso cocodrilo no hacía señal de buscar presas.
Los ojos de los allí presentes no podían creerse lo que pasaba, cuando las aguas se tornaron en sangre, la vegetación que bordeaba el río moría a los pocos segundos pudriéndose por completo. Sobre la superficie pareciera que hubiera una bruma rojiza abrasiva que mataba todo aquello que estuviera en contacto con ella. Los habitantes trataron de huir pavorosos pero un temblor de tierra desestabilizó a muchos haciéndoles caer al suelo y muriendo en el acto. Solo algunos pocos lograron salvarse.
En algún lugar del mundo.
Un temblor también azotó aquel lugar, el cual estaba muy bien preparado para cualquier cosa y poco daño produjo. Un largo pasillo iluminado con una luz blanca en el techo, a los lados alguna puerta cuyas cerraduras eran lectores digitales de palmas de las manos.
Algunas personas con batas blancas, de operarios, transitaban por aquel pasillo, parecieran científicos o ingenieros, lo cierto es que el terremoto había alterado a todo el personal que se movían de un lado para el otro por los otros pasillos laterales a aquel corredor.
-Se están produciendo pequeños temblores en todo el planeta –Tecleando en una de las Tablet portátiles parecía estar introduciendo datos en un programa-. Le estoy trasmitiendo toda la información a Alfa.
Dirigiéndose hacia uno de los laboratorios de observación, donde había una gran pantalla que ocupaba todo el frontal de la sala, en el que se podía ver un mapamundi completo. Aquella imagen en el lugar real donde se producía un temblor, pequeñas ondulaciones de un color diferente aparecía indicando a los científicos la magnitud que alcanzaba.
-¿Hay alerta de Tsunamis? –preguntaba uno de ellos al ver las ondulaciones que se producían en mitad del mar.
-No, son de baja magnitud, Alfa me acaba de proporcionar nueva información, ha hecho los cálculos y solo provocarán alguna marejada pero nada de lo que preocuparse.
-Comprobad el estado del antiguo Santuario de Atenea -Una voz sonó tras ellos, un joven que no era científico había entrado en la sala y todos los allí presentes, como si de un superior se tratara, hicieron lo que les había ordenado-. Quiero saber si los terremotos han causado estragos por allí -De pelo castaño, de unos veintitrés años, vestido con una camisa de manga hueca violeta y un pantalón azul con botas.
La visión del planeta en la pantalla cambió de zoom en dirección hacia Grecia y la imagen se amplió hacia su interior, directamente hacia un sistema montañoso, escarpado y oculto a los ojos del mundo. La imagen atravesaba una especie de campo de invisibilidad y tras él, se descubrió un recinto repleto de templos en ruinas.
Alguna de las casas más bajas, debido a causas ajenas al los terremotos estaban derruidas, más los más grandes e imponentes resistían tanto al efecto del tiempo como el de las sacudidas. Lamentablemente su aspecto era de total abandono. Lo que hace algunos años fue el majestuoso Santuario de la Diosa Atenea, ahora era tan solo un lugar en ruinas, la maleza y el polvo lo ensuciaban todo. Para llegar a la parte más alta había que ascender por una ladera; en la misma, a modo de sendero, había que atravesar doce casas las cuales tenían un signo del zodiaco en su fachada.
En otro tiempo seguramente fueron lugares espléndidos pero el deterioro se hacía latente, las columnas perdían parte de su recubrimiento quedando cuarteadas. Todo estaba completamente desierto, no había ni una sola alma en su interior.
Tras cerciorarse de que los temblores no lo había destruido, la imagen volvía a su forma original, en el que aun así seguían produciéndose pequeñas sacudidas aleatoriamente por toda la superficie del planeta.
El joven moreno, con una mirada que mezclaba pena y añoranza al ver aquellas imágenes, respiró aliviado al cerciorarse de que, aun en ruinas, aquel lugar seguía resistiendo el paso de los años. Sin decir nada más salió de la sala y continuó hacia el final del pasillo, donde había un ascensor de cristal cuya manera de acceder a él era con un escáner de cuerpo entero.
Parándose justo delante el escáner hizo su función y lo reconoció por completo, un timbre de aprobación sonó y las puertas del ascensor se abrieron donde una voz resonó en el interior.
"Acceso permitido Jabu de Unicornio."
-Alfa: informa de las novedades –Le hablaba al ordenador como si de una persona se tratara.
"Los seísmos siguen siendo de baja magnitud, no parecen tener intención de generar un gran terremoto a nivel global, estamos bien previstos para sacudidas mucho mayores, todas nuestras instalaciones han sufrido malamente algunos desperfectos."
-Me harías el favor de localizar a Mu y a Aioria.
"Mu de Aries se encuentra aislado y meditando en la recámara de las armaduras, en aquel profundo lugar no ha sentido las sacudidas sísmicas, ¿queréis que os conduzca hasta allí?"
-No, recopila toda la información para un informe preliminar de los hechos, llámale y convócale a una reunión de urgencia en la Sala del Zodiaco, allí nos darás tus hallazgos. ¿Aioria donde se encuentra?
"Aioria de Leo está en su aposento, su estado de ánimo hoy no es precisamente óptimo. ¿Queréis que lo convoque igualmente?"
-Llévame hasta la planta de las habitaciones, le avisaré personalmente.
El ascensor se ponía en movimiento y descendió para luego tomar una dirección diferente. A modo de colmena, los conductos por los que podía moverse aquel montacargas eran tanto en vertical como en horizontal, antes de llegar a su destino se paró en otra de las posibles plantas, alguien más iba a subirse en él.
"Acceso permitido Shaina de Ofiuco."
Una mujer de unos veintiséis años, pelo negro largo, vestida con un conjunto femenino de tonalidad violeta ajustado, se introducía también en el ascensor saludando a su compañero. Aquella señorita imponía con su presencia, antiguamente las mujeres caballero estaban obligadas a usar máscaras pero, con los nuevos tiempos, esa ley había sido abolida.
-Shaina –Saludaba amistosamente a su compañero.
-Jabu -respondiéndole al saludo como los que ya se habían visto varias veces durante aquel día, se dirigió luego al ordenador que controlaba al ascensor-. Alfa, cuando puedas llévame a la sala de control global.
-Si vas a comprobar el estado del Santuario me he adelantado, todo sigue igual por allí.
-No es solo eso, el mundo ahora es responsabilidad nuestra -hablándole con otro tono de melancolía la mujer parecía pensativa-. Desde que… -Fue a decir algo que prefirió guardárselo para sí-. No podemos abandonarlo a su suerte, tenemos que gestionar cualquier clase de ayuda que sea de nuestra competencia.
-Son tiempos difíciles de manejar, con prácticamente la totalidad de nuestras fuerzas disueltas, nuestra capacidad de acción se ve abocada a ayudar a los gobiernos hasta que, por fin, logremos recomponer nuestras filas. Aioria y Mu han de ser informados.
-Habla con ellos, yo me encargo de la gestión de auxilio –El ascensor llegaba a la planta de los dormitorios y allí su compañero se bajaba-. Que la bendición de Atenea este contigo, Jabu.
Continuando su trayecto, la joven se fue hacia la sala de control global, mientras tanto el chico avanzaba por el nuevo pasillo, el cual era bastante más amplio e iluminado con una cándida luz amarilla.
Parándose delante de la que tenía el símbolo de Leo, en su umbral tocó suavemente a la puerta. Al no responderle nadie solicitó a la Inteligencia Artificial que le abriera, pero obtuvo una respuesta negativa.
"Los Santos de Oro son el rango más alto, su intimidad es primordial."
Llamando otra vez un poco más fuerte, seguía sin que nadie respondiera. Dentro de la habitación todo estaba perfectamente ordenado, no había nadie pero el sonido de un grifo a presión se escuchaba dentro de un baño privado. En aquella nueva estancia bajo las aguas de la ducha un hombre de unos treinta años, pelo castaño corto, constitución perfectamente definida, ese personaje estaba allí sin moverse pensativo. Aunque estuviera dentro de aquella ducha parecía no estar presente mentalmente.
Flas Back.
El Santo del León, portando las túnicas oficiales que debían llevar los Caballeros Dorados, se encontraba en el Santuario de la Diosa Atenea, justo en la entrada del templo del patriarca el cual ahora estaba desierto. Desde aquella altura podía ver las instalaciones inferiores como estaban igualmente solitarias. Todo el lugar, a pesar de permanecer espléndido, carecía de personal que viviera allí.
Miraba melancólico las zonas más bajas, cuando unos pasos se producían desde el interior del templo. Saliendo de allí, un hombre de apariencia de unos veintidós años aparecía, de origen chino, tenía el pelo castaño corto, no era muy alto pero muy definido. Vestía una túnica típica de china, un pantalón de tela oscuro y botas de tela. Sobre la cabeza llevaba un sombrero del tipo Kasa Hat, los que se solían usar en el país asiático. El nuevo personaje parecía que se iba de viaje pues tenía una pequeña bolsa de tela a la espalda.
Los dos caballeros, uno al lado del otro, se quedaron mirando la lontananza unos segundos cuando Aioria rompió el hielo de su silencio.
-Dohko… -El moreno reveló el nombre de su compañero que se trataba del Santo de Libra-. Puede que tú estés totalmente convencido, pero yo, jamás lo reconoceré como tal.
-Aioria… ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo? Somos Almas Mártires, nuestra función es la de venir al mundo a defender a la diosa, si alguno de nosotros cae con tiempo suficiente cabe la posibilidad de una segunda llegada al mundo.
-Pero yo no lo toleraré como compañero, ese personaje que has dicho que es la reencarnación de mi hermano no lo aceptaré jamás como nuevo Santo de Sagitario –Pareciendo estar muy irritado e indignado-. Tú estuviste allí y lo viste también, frente al Muro de los Lamentos, mi hermano en persona apareció para ayudarnos a romperlo.
-Lo sé hijo, pero se sincero conmigo: dime que no te habías preguntado que si Hades pudo resucitar a Shion de Aries, ¿no pudo haberlo hecho con tu hermano igualmente? El señor de la muerte, si no pudo traerlo junto con nuestros hermanos caídos desde hacía tanto tiempo, es porque ya no se encontraba en el Hades.
-¿Por qué entonces acudió cuando lo necesitamos?
-Pues su avatar actual no estaba preparado para afrontar semejante tarea. Parte de su alma se despegó de su cuerpo para acudir a nuestra ayuda, dejando a su nueva carcasa dormida en un profundo sueño. Todo el tiempo que estuvimos encerrados por voluntad de Zeus, en el monolito de piedra, su avatar estuvo vacío de alma pero vivo esperando su retorno -Haciendo un gesto de despedida, el hombre de aspecto juvenil, pero de muy avanzada edad se marchaba escaleras abajo.
-¿También nos abandonas?
-Lo aceptes o no, el nuevo Santo de Sagitario ha de ser entrenado. En los Cinco Picos lo adiestraré durante los años venideros, ese lugar guarda muchos buenos recuerdos para mí –El hombre parecía también estar bastante triste al recordar su lugar de procedencia- Allí entrené a una gran persona no hará mucho –Recorriendo los escalones que lo conducían hacia el templo de Piscis, antes de desaparecer del todo se dio la vuelta una última vez admirando el templo del Patriarca-. Volveremos a vernos Aioria.
Una vez en soledad, el poderoso Santo no pudo con su furia, soltó un formidable golpe que destrozó una de las robustas columnas, que sujetaban la fachada del edificio en el que se encontraba. Respirando agitado y lleno de rabia, toda su expresión cambió al ver que aquella columna no se recomponía como antes lo hacía. De manera automática, el Santuario de la Diosa se regeneraba por cuenta propia de los desperfectos causados por un golpe o una pelea, por desgracia aquella columna no hacía el menor gesto de volver a su estado original.
-Este sitio ya no es seguro –Desapareciendo por el corredor interior, se adentraba en el templo.
Fin Flas Back.
Saliendo de la ducha, aun mojado por completo, quitaba el vaho del enorme espejo que había sobre el lavamanos y en lugar de ver su reflejo, pareció ver el de su hermano muerto hace ya tiempo. Al principio aquella visión le tranquilizó, más aun así tras unos segundos soltó tal puñetazo al espejo que lo destrozó.
-No puedes haberte reencarnado –Mirando los restos del espejo, aun creía que su hermano aun estaba reflejado-. Llevo la mitad de mi vida admirándote y la otra mitad odiándote profundamente, para que ahora me digan que has vuelto al mundo en un nuevo avatar libre de culpas, libre sobre el que pueda pedir alguna clase de responsabilidad y respuestas.
Secándose por completo, el hombre salía del baño con la toalla amarrada en la cintura cuando, por fin escucho el sonido de la llamada a la puerta. Así mismo la abrió encontrándose con Jabu, dejándole entrar en su recámara, se quitó la toalla dentro de su vestidor privado y poniéndose un pantalón vaquero, una camiseta de manga corta marrón y un calzado deportivo, volvió ante el chico.
-¿Qué ocurre Jabu?
-Tenemos una crisis entre manos, hay miles de pequeños seísmos por todo el planeta.
-¿Hay alguna señal de que se estén produciendo por acción antinatural?
-Ninguna, al menos de momento, todos nuestros científicos están analizando los datos de los que disponemos, pero todo está ocurriendo tan deprisa que parece que estamos dando palos de ciego.
-¿Se ha sentido algún movimiento en la sala de…? –Preocupado preguntaba.
-Tranquilo que todo está bien por allí, Alfa ha asegurado el perímetro y tiene preparado un informe preliminar, ¿no es así Alfa? –preguntaba al aire esperando la respuesta de la inteligencia artificial.
"La situación es peor de lo esperado, no solo los temblores azotan el mundo, están ocurriendo otra clase de fenómenos naturales que requiere de vuestra atención."
-Vamos a la Sala del Zodiaco y nos informas allí.
En otra parte del lugar, dentro de una amplia sala que pareciera estar hecha de cristal, toda ella brillaba con luz propia. Sobre pilares de reluciente mineral de diferentes alturas estaban las ochenta y ocho cajas de Pandora, que pertenecían a los Santos de la Diosa. La sala a modo de enorme cúpula era espectacular y pura, a diferencia de los fragmentos de mineral que resplandecían con luz propia, las cajas de las armaduras tenían una tonalidad mate y no eran brillantes como antes lo eran.
Sentado en el suelo, en mitad de aquella sala, había un personaje de pelo rubio largo, que le caía hacia los lados. De expresión afable el hombre tenía los ojos rasgados y dos lunares en la frente, vestía un pantalón de tela verde oscuro, una media túnica marrón y un ligero manto marrón oscuro cubriéndole los hombros.
"Mu de Aries: Aioria y Jabu requieren su presencia de manera urgente."
La voz de la IA resonaba en el lugar, pero no le sacaban de su profunda meditación. El Santo estaba con los ojos cerrados envuelto en un aura dorada síntoma de que estaba muy concentrado, pareciese que estaba dentro de un viaje mental hacia el pasado.
Flas Back.
Tiempo atrás en la casa de Aries, el primero de los doce templos del zodiaco. El señor de la casa estaba sin su armadura, solo vestido con las túnicas oficiales de los de su rango, recostado sobre una de las columnas. Era de noche y todo el templo estaba sin iluminación, completamente a oscuras.
Las lágrimas caían por las mejillas de aquel personaje, síntoma de que estaba muy apenado, entre aquella oscuridad unos pasos se escuchaban aproximándose. Lo que en principio era todo sombras una luz apareció iluminándolo todo, con su propia energía.
Otro personaje rubio de pelo largo, de tez clara y ojos cerrados, vestido con unas túnicas blancas, puras e impolutas, se le aproximaba iluminando el templo con el poder de su cosmos. Sin pronunciar palabra, se sentó en posición de meditación justo delante del señor de la casa.
La luz que emitía era reconfortante y proporcionaba calor entre aquellas columnas que ahora estaban apáticas y tristes. Sin decirse nada, uno frente al otro, comenzaron a comunicarse mentalmente.
-Se que sufres, Mu –Por telequinesia, el que estaba siempre con los ojos cerrados, fue el primero en hablar.
-Shaka, no tienes derecho a meterte en mi cabeza –Estando indignado, le respondió de igual forma ante el que era el Santo de Virgo.
-Reponte, Mu, no te hundas en las sombras. Tienes una misión que cumplir al lado de…. –Fue a pronunciar un nombre, pero el silencio fue lo que se produjo.
-Y eso me lo dice alguien que también nos abandona. Lecciones de conducta sabes proponer, pero cumplir con lo que aconsejas ya es otra cuestión –Miraba a su compañero como este estaba preparado para marcharse del Santuario.
-Mi misión en el mundo aun no ha concluido, un temor me acompaña desde hace años –En mitad de su conversación mental, el de ojos cerrados dejó entrar en el interior de su mente a su compañero.
Mu, estaba ahora en mitad de un radiante campo rebosante de vida y de luz. Allí se encontró con su compañero, que estaba de pie en aquel campo admirando la belleza de las cosas. Con el cielo despejado, todo se respiraba paz y armonía, consiguiendo por un momento hacer sonreír a Mu, pero Shaka no estaba de tan buen humor.
-Ahora estamos en mi presente, toda esa paz que se extiende hacia el horizonte es mi pasado, a pesar de todo lo que hemos sufrido ves que no es malo –Con su mano le enseñaba el inmenso horizonte pacífico, pero ayudándole a dar la vuelta para que miraran hacia el otro lado, algo muy oscuro, a modo de devastadora tormenta amenazaba el futuro del Santo-. Aquello que se aproxima es el porvenir de mi destino.
La oscuridad que venía encima, daba pavor aun estando tan en la distancia, los relámpagos y rayos se producían sin parar dentro de aquella masa de oscuridad, que amenazaba con devorarlo todo.
-¡Es terrible! –Volviendo al Templo de Aries, Mu se había sobresaltado de lo visto durante aquel viaje a través de la mente de su compañero.
-Zeus y el resto de divinidades del monte Olimpo han sido encerrados durante tres siglos. Aunque parezca que todos nuestros enemigos han desaparecido, la sombra de una futura amenaza me persigue, lo mejor para todos es que me marche lejos.
-¿No sería mejor que lo afrontaras en compañía de tus camaradas? –Al ver aquella gran sombra que amenazaba el destino de Shaka, se preocupó enormemente-. Estamos capacitados para ayudarte.
-Lo sé amigo mío, que no te quepa ninguna duda que volveré a recurrir a mis compañeros llegado el momento, pero ahora lo mejor para todos es que me marche lejos.
-Antes de que te marches ¿te importaría aconsejarme por última vez?: ¿Qué he de hacer ahora? Estoy perdido en mi propia pena y no se cual es el camino a escoger para salir de mi tristeza.
-Cumple con tu misión, ella puede que nos hubiera…. –fue a pronunciar palabras que posiblemente luego lamentaría, así que guardó silencio otra vez-. Aunque parezca que el Santuario se esté desintegrando, se la llama que lo mantenga unido pese a la distancia, puede que no estés solo en tal cometido.
Poniéndose en pie, el Santo de Virgo se marchaba del templo para irse definitivamente del Santuario. Quedando Mu otra vez en soledad y en la oscuridad de su templo, aquellas tinieblas no reinaron mucho tiempo, el señor de la casa convocó su energía iluminándolo todo, poniéndose en pie con una misión por delante. Se fue hacia los templos superiores.
Fin Flas Back.
"Mu de Aries: Aioria y Jabu requieren su presencia de manera urgente."
Al volver a pronunciarse el ordenador que controlaba las instalaciones, esta vez sí que lo escuchó. Sin responderle, poniéndose nuevamente en pie, se fue hacia el ascensor de salida el cual le esperaba para llevarlo hacia otra sala. Aunque, para llegar a el elevador, había que atravesar un pasillo en el que había cuarenta y cuatro pequeños cajones negros cuadrados en cada uno de los lados. Cada uno de ellos tenía el símbolo de una constelación grabado, algunos en dorado, otros en plata y tantos otros en bronce. Con lágrimas en los ojos, a través del cristal del montacargas, se alejaba de la sala de las armaduras la cual seguía iluminada artificialmente.
Aquel personaje, conocedor de todos los pasillos, de lo que parecía ser una instalación subterránea, avanzaba hacia una de las salas más grandes, la cual tenía dos puertas doradas y una rueda zodiacal grabada en ella.
Al abrirla daba al interior revelando una amplia sala redonda, no había ni una sola esquina. Justo en la zona central había una mesa circular de unos tres metros de diámetro, hueca en el centro. Aquella mesa tenía doce asientos a su alrededor, cada uno de ellos con un símbolo del zodiaco grabado en él. Justo delante de ellos sobre el escritorio, la superficie de este era una pantalla táctil que cambiaba de imagen si era necesario.
Todo iluminado con una luz blanca, en el centro de la mesa que era precisamente el centro de la estancia, el ordenador podía recrear imágenes digitalmente a modo de hologramas y ahora estaba recreado la totalidad del globo terráqueo.
-¿Qué ocurre? –preguntaba el nuevo invitado al ver como las ondulaciones de diferentes colores sacudían la superficie del planeta, los dos compañeros le explicaron que pasaba.
-La situación es peor de lo que esperamos –De repente la voz de Shaina apareció dentro de la sala y su imagen se podía ver por las doce pantallas táctiles que había en la mesa circular-. Caballeros, mirad los ríos más importantes del planeta.
El zoom del globo comenzaba a ampliarse, dirigiéndose hacia los afluentes más importantes del mundo, consiguiendo una imagen de alta resolución. Estos se habían convertido en torrentes de sangre que mataba y descomponía todo lo que estuviera cerca. Todos los allí presentes se horrorizaron al ver tanta muerte.
-¿Qué estará provocando esto? –Tapándose la boca, preocupado, el Lemuriano derramaba más lágrimas al ver tanta muerte.
-¿Una deidad? –preguntaba el más joven de los allí presentes-. ¿Algún nuevo enemigo?
-No lo creo, tanto Zeus como el resto de deidades del Olimpo han sido confinados en las Urnas Divinas, durante al menos tres siglos por sellos de la Diosa, no queda dios tan poderoso en el mundo como para provocar este efecto a nivel global –Aioria estaba pensativo-. Alfa ¿has encontrado el origen de tanto desastre?
"No, el fenómeno parece totalmente natural y por lo visto también pasajero, remite tan misteriosamente como ha surgido."
-¿Está desapareciendo? –Jabu miraba como en el holograma global, el planeta dejaba de sufrir sacudidas y el agua de los ríos volvía a tener su tonalidad normal-. Por el amor de la diosa, esta todo volviendo a la normalidad.
-Alfa: ¿Alguna novedad en los restos del Monte Olimpo?
"De momento no hay síntomas de la fuga de ninguna deidad, la actividad Cósmica de aquel lugar está bajo mínimos, no hay nada en este mundo que esté provocando este fenómeno."
-Jabu, envía a Nachi de Lobo y a Ban de León Menor, a recoger cualquier clase de muestra que nos ayude a identificar de dónde provino el suceso. Tú dirige a todos los científicos de los que dispongamos, recopila todos los datos y mantente alerta de cualquier eventualidad.
-¿No deberíamos convocar a la Coalición Dorada? –preguntaba el joven al que le habían encomendado la primera tarea, dejando unos segundos de silencio entre el resto.
-Puede que haga falta más que unos cuantos seísmos y unos ríos convertidos en sangre, para que nuestros antiguos camaradas acepten un llamamiento del Santuario –El griego se marchaba de la sala una vez pasado todo-. Alfa, alerta de cualquier variación Cósmica y Shaina –le hablaba ahora a la joven, que aun seguía en la pantalla de los monitores de la mesa-, si podemos ayudar en algo a los gobiernos del mundo, no dudes en usar todos los recursos del Santuario y la Fundación.
-¿Vas a ir a verla? –preguntaba el otro santo dorado levantándose y acompañándole en su trayecto mientras el resto cumplía con las órdenes dadas por el león.
-Sí, tengo que comprobar que esté bien.
Ambos compañeros caminaban por los pasillos en dirección al ascensor de cristal, sin mediar palabra se introdujeron dentro y sin decir a donde querían ir este les llevó a la zona más profunda.
En el nuevo pasillo, que se abría ante ellos, se respiraba una paz y tranquilidad. Todo estaba iluminado con una cálida luz amarilla y las paredes eran blancas impolutas. Delante de ellos había un gran cristal, que separaba el pasillo de una sala de la que no se podía ver nada del otro lado por unas cortinas de persianas verticales, que estaban en posición horizontal dando intimidad.
Una enfermera y un médico con unas carpetas salían por la puerta de entrada a esa misteriosa estancia, al ver a los dos personajes su cara era de decepción y negaron con la cabeza lentamente.
-¿No hay novedades? –preguntaba uno de los santos.
-Todo sigue igual –respondía el médico que vestía una bata blanca-. Sus constantes son estables, no se han producido variaciones durante las últimas horas. ¿Queréis quedaros un rato? –Al formular aquella pregunta, ambos hombres asintieron con la cabeza y tanto el doctor como la enfermera se marcharon por el ascensor.
-¿Aun tienes esperanza de que se despierte?
-A cada segundo que pasa, Mu –El moreno poniendo su mano en la pared de vidrio que lo separaba del otro lado consiguió con su tacto que las persianas, que daban intimidad a ese lugar, se replegaran hacia los lados.
La nueva estancia que se revelaba ahora, era una que tenía ventanas con imágenes de paisajes de grandes campos abiertos, parecía que estuviera en la era tranquilo en su interior, había un monitor que controlaba las constantes vitales y sobre una cómoda cama articulada estaba el cuerpo de una muchacha que parecía estar en coma, la joven de pelo castaño, de faz dulce y aniñada dormía plácidamente sobre ella.
-¿Por qué nos habrá abandonado? –Ambos miraban el cuerpo del avatar de la diosa Atenea que estaba allí pero su alma no sabían si estaba con ella o no.
-Sus razones ha de tener, pero tengo fe en que despertará pronto volviendo a nuestro lado. Todo volverá a ser como antes –El griego miraba a su compañero tratando de darle ánimos pero este se había quedado con la mirada fija en el cuerpo de la joven-. Ten fe Mu... ¿Mu? –Al ver que se había quedado atónito trataba de captar su atención.
-Mira –Consiguiendo que dirigiera su mirada hacia la chica que estaba en coma, ambos comprobaron cómo estaba derramando lágrimas de sangre, corriendo los dos compañeros se introdujeron en la sala y tocaron el botón de la alarma para que el médico volviera-. Sus constantes no han cambiado.
-¿Qué demonios está pasando? –Aunque le secaran las mejillas, la diosa seguía llorando sangre aun estando inmersa en su profundo sueño.
