Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, todo de Masami Kurumada.
Hace mucho que no hacía nada nuevo en Saint Seiya :D Extrañaba el fandom.
Capítulo 1: "El tiempo es oro".
Cuando esa mañana el cuerpo del doceavo Santo fue hallado sin vida, un halo de preocupación se cernió sobre los demás Caballeros. La noticia ocasionó tal revuelo que Shion ordenó cerrar la puerta interna que conectaba los palacios. De esa forma los doce templos quedaban por completo aislados del mundo exterior.
Las actividades cotidianas se vieron interrumpidas. Fuera de esas murallas, siendo aún el mismo Santuario, los Santos de Plata y Bronce se mantuvieron a la espera de novedades.
Shion convocó a una reunión de Sabios. Siendo la mayor figura dentro del Santuario debía tomar medidas rápidas y seguras al respecto.
Sentado en su sitial, escuchó la opinión de los tres ancianos.
Los escuchó por mero protocolo, pero él ya había pensado en lo que debía hacer. Se enjuagó la frente antes de comenzar a hablar:
—Serán citados, de urgencia, todos los guardianes.
Los sabios se vieron inmediatamente convencidos de las palabras del Patriarca, era claro que el asesino estaba entre ellos. Siendo Aphrodite de Piscis un Santo Dorado, no se trataba de una víctima fácil. Eso les daba la pauta de que tenía que haber sido alguien con un nivel digno para enfrentarlo.
Culpar a los Santos de Plata o de Bronce, no tenía sentido, especialmente porque Piscis había sido asesinado en su propio Templo. Pasar por las doce casas sin ser visto, era una suposición ridícula, especialmente teniendo en cuenta que a excepción de los mismos Dorados, la entrada sin permiso estaba prohibida. Por otro lado, había que tener presente el móvil. ¿Quién podría matar a Aphrodite? ¿Y por qué?
Como Shion ordenó, los compañeros del difunto fueron citados uno a uno, en su respectivo orden. El primero en llegar fue Mû, el pupilo y protegido del Patriarca.
—Le ruego a los Dioses por tu inocencia —le dijo desde el estrado, apenas se presentó ante ellos.
Mû comprendía la necesidad de atender el asunto cuanto antes, no era un tema trivial, pero no comprendía tanta informalidad por parte de su maestro. Shion era un hombre sumamente consecuente. Sin embargo no se animó a proponer un juicio digno, ni tampoco a esperar la oportuna intervención de Athena y demás eminencias. Quizás porque al igual que todos sus compañeros guardaba el profundo temor de ser encontrado culpable.
No había nadie en el Santuario que no tuviera motivos para querer matar a Aphrodite.
Se mata por muchas razones, pero la más antigua y la más explotada siempre fue por amor. Y al hablar de amor nos referimos a todos los matices que ese sentimiento puede ocasionar: envidia, celos, poder…
Aphrodite era el santo más hermoso del Santuario, y a nadie le extrañaba que por ese motivo también fuera el más codiciado. A Aphrodite le sobraban los amantes, y sus enamorados solían reclamarle ese amor que el Santo de Piscis tenía reservado para un solo hombre.
—Santo de Aires, Mû —Uno de los sabios se acicaló su larga barba antes de proceder con las preguntas que previamente habían preparado en escasos minutos y con cierta negligencia. —¿Cuándo fue la última vez que vio con vida al Santo de la doceava casa?
Mû tomó aire y con serenidad respondió:
—Ayer, precisamente.
—Díganos a qué hora y en qué circunstancia.
—Pues —miró a su maestro—, me vi en la necesidad de pasar por su Templo. Iba camino al recinto del Patriarca para continuar con mi estudio de latín.
—Tenemos entendido que su pupilo, Kiki, también está estudiando dicha lengua.
—Sí —admitió, y de tener cejas estas se hubieran arqueado—, de hecho en realidad lo acompaño a él. Mi nivel de latín es bueno, pero me sirve practicarlo con el patriarca y de paso instruir al pequeño.
—Ayer —tomó la palabra uno de los sabios—, el joven ¿estaba con usted al momento de pasar por el doceavo templo?
—No… —miró otra vez a Shion, sintiéndose contrariado.
—¿Los motivos? —Antes de esperar la respuesta, el tercer sabio continuó—Es decir, si el jovencito es el que necesita aprender, ¿por qué vino sin él? ¿Es común que venga sin su pupilo?
—Sí —Shion se apuró a tomar la palabra, y los sabios no reprocharon la intervención, después de todo no dejaba de ser la máxima figura—A veces Kiki tiene labores por cumplir, entrenar o preparar trabajo, en esos casos Mû asiste solo. Ya mencionó que practicar el idioma le sirve para no oxidarlo. Así que a veces nos reunimos los dos solos —aclaró—, incluso a veces Kiki viene solo, cuando es Mû el que no puede asistir por motivos similares.
—Bien —asintió el primer sabio, y volvió a acicalarse la barba antes de continuar—, cuándo usted se cruzó con la víctima, ¿esta lucía preocupada, nerviosa? ¿Notó algo fuera de lo normal?
—Con sinceridad no —cerró los ojos recordando—, estaba regando su jardín y lo saludé.
—¿Cómo era su relación con el Santo? —Intervino el segundo sabio.
—Pues… —tomó aire y lo exhaló con tensión—normal, como la que la mayoría teníamos con él.
—¿Se quedó dialogando con él o se fue de inmediato?
—Yo estaba algo apurado.
—Según los informes —dijo el tercer sabio, que parecía ser el más astuto—usted pasó por el templo de Tauro a las 8.38 a.m. —Caviló—Teniendo la cita con el Patriarca a las 10.00 a.m. Tomando en cuenta que atravesar las doce casas le toma por alrededor de cuarenta minutos sin contratiempos, queda un margen bastante amplio. ¿Se detuvo en algún Templo?
Mû abrió la boca. Podía mentir, decir que se había quedado conversando con Aldebarán, o en cualquier otro templo, pero era lo suficientemente inteligente para saber que al mentir estaría dándoles un motivo sólido para sospechar de él, así que optó por la verdad.
—Esos minutos… los pasé con Piscis.
Shion se mostró sumamente perturbado. Se acomodó el ropaje en un gesto que denotaba nerviosismo y tosió perdiendo la mirada después. Un cuchicheo entre los tres sabios dio inicio.
—¿Qué estuvo haciendo esos minutos en el Templo de Piscis?
—Pues… —tragó saliva y antes de responder miró a su maestro, como si con los ojos le estuviera pidiendo perdón por lo que iba a escuchar—Yo… mantenía un romance con Aphrodite.
La mirada de Shion al igual que sus facciones se endurecieron, y Mû tuvo un gesto muy humano y poco propio de él: se mostró avergonzado. Así que de inmediato buscó excusarse.
—No era el único que mantenía un romance con Aphrodite —miró al sabio que le había hecho la comprometedora pregunta—, él tenía muchos amantes. Me consta, siempre andaba alardeando al respecto, y sobre su belleza.
—Y usted, ¿cómo se sentía al respecto? —Al ver que no le habían interpretado, explayó—Es decir, ¿le dolía o le molestaba de alguna forma?
Mû sonrió sutilmente y negó con la cabeza.
—De verdad, no tenía motivos para querer matarlo —decidió hablar con franqueza y soltura, la situación no era favorable para él, pero comprendía que todos sus compañeros estarían en el mismo apriete—, no había desarrollado hacia mi compañero sentimientos de carácter amoroso, sólo era un… desahogo físico —De nuevo perdió la mirada para evitar enfrentarla con la del Patriarca. Temía que al mirar a los ojos de Shion encontrase decepción y vergüenza—No me molestaba en absoluto saber que no era el único. Lo supe siempre.
—Bien —concedió el primer sabio—, entonces usted lo vio bien a su compañero. ¿No le comentó que tenía problemas con alguien o que había algo que le preocupaba?
—No —negó con la cabeza, meditando seriamente al respecto—, con sinceridad no. Estaba normal, como siempre. De hecho lo noté de muy buen humor —de repente recordó, frunciendo la frente, abrió la boca. Ese gesto llamó la atención del segundo sabio.
—¿Recordó algo de relevancia?
—Bueno, sí —admitió—, esa mañana me dijo que estaba muy enamorado —rió con mesura—, él vivía enamorado, pero de sí mismo —terció con resignación. —Me habló de que había alguien en su vida, pero no mencionó nombre alguno, ni tampoco me mostré interesado en saberlo.
A decir verdad, lo escuchó por compromiso mientras lo desvestía, porque Mû, al igual que muchos, sólo quería de Aphrodite lo que él sabía dar. Era un amante excelente y sumamente complaciente; así que Aries no podía recordar exactamente todo lo conversado con Aphrodite la mañana anterior. Al tenerlo entre las piernas ni siquiera podía pensar con claridad.
Cuando la hora se cumplió, los tres sabios y Shion le permitieron marchar. Fuera del recinto principal esperaba Aldebarán. Cruzaron miradas, pero Mû no le dirigió la palabra. La situación era delicada, todos eran sospechosos del asesinato hasta que no se mostrase lo contrario, y compartir o alertar a un amigo podía ser tomado como una conspiración. Así que cerró la boca y se limitó a advertirle con una mirada que anduviera con cuidado.
Tauro no interpretó esa expresión, pero él también comprendía que el asunto era complicado. Suponía que especialmente para él.
Dentro del recinto, Shion compartió unas palabras con los sabios. Una vez pasado Mû, ya no tenía de qué preocuparse.
—Haré las preguntas yo de ahora en más.
Los tres sabios asintieron, no muy convencidos, pero —de nuevo— sin opciones. Era comprensible que por el cariño y el vínculo que existía entre ambos lemurianos, Shion optase por quedarse al margen, pero al ser la máxima figura, primaba en él la necesidad de aclarar ese asunto cuanto antes y sin perder el tiempo.
Vio la imponente figura de Aldebarán caminando a lo lejos por la larga alfombra roja. Su paso era apresurado, nervioso y torpe, como si tuviera alguna prisa. Se presentó ante los cuatro y se inclinó en señal de reverencia.
—Sabios, Patriarcas —se puso de pie—, lo que ha pasado es terrible.
—Lo es, Aldebarán —asintió Shion, mirándolo con intensidad, para ver si lograba encontrar en el semblante de Tauro algo que le diera la pauta de que podría ser él un potencial sospechoso.
—Estoy aquí dispuesto a responder todas las preguntas, quiero saber quién asesinó a Aphrodite.
—Por tus palabras noto una gran preocupación —su ceño se encorvó delicadamente, y los dos puntos en la frente acompañaron el rictus. —¿Qué clase de vínculo tenías con Aphrodite?
—Oh, no me mal interprete —sonrió el grandote—, no éramos precisamente mejores amigos, pero nos llevábamos bien cuando nos… ya sabe —alzó los hombros riendo quedamente.
—No, no lo sé. Dime —alentó con sobriedad.
—Pues… todos aquí en el Santuario le hacían una visita cada tanto —dijo con cierta picardía que molestó al Patriarca.
No era manera de hablar, tan suelto e indiscreto, sobre un compañero asesinado.
—¿Una visita?
—Sí —afirmó, perdiendo ese temple alegre que por un instante lo había colmado—, Aphrodite, pese a las malas lenguas, era un buen muchacho. Algo narcisista y egoísta, pero… sabía atender bien a sus visitas, y mucho mejor a sus amantes.
Shion se incorporó en el asiento y Aldebarán notó sin mayor dificultad la dura mirada. Bajó la vista al suelo, perdiendo por completo la sonrisa.
—¿Crees que alguien pueda tener un motivo para matar a Aphrodite?
—Con sinceridad —meditó Aldebarán—, era un hombre muy llamativo y codiciado. Había gente que le envidiaba, sobre todo mujeres. Aquellas mujeres a las que les había robado los hombres. Aphrodite era descuidado. —Agitó una mano—Él siempre decía que era problema del otro.
—¿A qué se refiere?
—Claro —explicó con energía—, en palabras de él: no era su culpa si esas mujeres o esos hombres no sabían cuidar a sus parejas. Así que él no discriminaba. Como no discriminaba géneros —Todo el mundo sabía que por la cama de Aphrodite pasaban tantos hombres como mujeres—tampoco discriminaba al respecto: si era casada o casado, si era pareja de alguien importante… —negó con la cabeza, dando a entender de una buena vez lo que había querido decir.
—Entiendo. —Guardó unos minutos de silencio, para ordenar su cabeza y pensar bien antes de hacer la siguiente pregunta. Debía ser cauto. —¿Cuándo fue la última vez que lo viste y en qué circunstancia?
—En su Templo… ¡no! —Se corrigió recordando de inmediato—La última vez fue a la noche, muy tarde. Lucía cansado —rememoró—; yo me había dejado en su templo mi colgante, y él fue a traérmelo.
—¿Colgante? —murmuró—¿Qué había ido a hacer al Templo de Piscis?
—Lo mismo que van a hacer casi todos, Patriarca —al ver otra vez ese fuego en los ojos, se disculpo—, perdone, pero es la verdad. Aphrodite me gustaba mucho —acotó, a modo de excusa—, me agradaba estar con él —se mostró afligido—, ahora alguien lo mató y…
—¿Qué tipo de relación mantenía con él? Me refiero al vínculo —Era claro que existía un vínculo, y a ese punto quería llegar.
—Era sólo… sexo. —Sonrió—Pero del bueno.
—¿Te sentías molesto o enojado al saber que no eras el único en su vida?
—No —admitió con honda sinceridad y seriedad—, porque desde el comienzo dejamos en claro los tantos. Así que nunca hubo resentimientos, ni tampoco hubo emociones fuertes más que una mera amistad. Camaradería —aclaró.
—Perfecto —se frotó la sien, analizando la situación. Había una pregunta que no había hecho y que era cuasi obligatoria—¿Lo notaste nervioso o extraño? Esa noche, que fue la última vez que lo viste, ¿te comentó si tenía problemas con alguien?
—Mmmm… —meditó—, estaba contento —asintió varias veces, perdido en su mente—, tenía en los ojos ese brillo. —Sonrió con tristeza—Tenía esa expresión que solía portar cada vez que iba a encontrarse con él.
—¿Y quién es ese "él"?
—No lo sé, nunca quiso decírmelo… pero era quién se había ganado su corazón —carcajeó sonoramente—, yo siempre lo cargaba por eso. No creía que fuera posible —chistó—, Aphrodite enamorado, siéndole fiel a una persona, sea quien fuera, era muy improbable. Pero sí me comentó en otra ocasión que tenía pensado aclarar ese asunto. No sé qué quiso decirme con eso —alzó los hombros—, a mi me dio la sensación de que se refería a plantarse formalmente con esa persona, por eso digo que era raro. Pero más allá de eso, ayer a la noche, no lo noté inusualmente raro. O sea, nada que me dijese que él iba a terminar… así —concluyó con abatimiento.
Las preguntas de rigor fueron formuladas hasta que se cumplió la hora. Afuera, Aldebarán saludó cortésmente a Saga, quien le correspondió con un ligero asentimiento de cabeza.
Géminis caminó por la pequeña antesala como león enjaulado, se acomodó el largo cabello frente al amplio espejo admirando su armadura, esperando con impaciencia el permiso correspondiente para presentarse ante el Patriarca y los tres sabios.
Tardaré en continuarlo, pero tengan la seguridad de que lo haré, porque a decir verdad la idea la tengo pensada de principio a fin (incluso tengo la mitad del siguiente capi), sólo es sentarme a escribirla, pero como tengo muchos fics empezados en otros fandoms, quiero ir adelantando algunos antes de ponerme de lleno con el fic. Igual los que me conocen saben que actualizo rápido a comparación de otros fanfickers (no soy de tomarme meses o años, a lo sumo semanas. Y el pez por la boca muere LOL)
Fragmento del capítulo 2:
—Santo de Géminis —saludó el Patriarca con afabilidad, tratando de demostrarle que no existían remordimientos por el pasado, sin embargo Saga no se fiaba. Tenía que andarse con cuidado, o no dudaría en meterle el muerto a él.
—Estoy aquí para responder las preguntas respecto al asesinato del Santo de Piscis, pero antes me gustaría saber bajo qué circunstancias fue hallado el cadáver, ya que no estoy al tanto.
Era buena treta demostrar que no se tenía vínculo alguno con el hecho.
No van a hacer muchos capítulos, digamos que similar a este, dos o tres interrogaciones por capítulos, y quedan nueve santos.
Muchas gracias por leer ^^.
5 de junio de 2011
Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.
