N/A: Resurgida de las tinieblas, he aquí Sugar. ¿Qué decir? Bueno, primero: sé que no tengo perdón ni de Dios (si existe, cueek) y segundo: sé que no es excusa pero he tenido un verano bastante movido y no he podido contar mucho con mi pc. Así que me he limitado a leer fics y dejar reviews. Reeesumiendo estoy aquí, traicionando a mi nación, subiendo un nuevo fic, cuando ni siquiera he terminado los otros. Y para peor ¡de otro fandom! Yo si que no tengo perdón alguno. Volviendo al tema, trataré de continuar (y finalizar) mis otros fics, de aquí en más. Que conste que subo este drabble porque ya está completín y el Aokise es mi OTP de Knb. Je. En fin, disfruten.
Blue
Dicen que el color azul denota tristeza, representa todo lo que ocasiona infelicidad. Desde pequeño se lo habían enseñado así; incluso había escuchado que en inglés se decía I'm feeling blue, cuando no estabas bien.
Pero para Kise era todo lo contrario, este representaba todo lo que provocaba regocijo. Azul era el color del cielo, del océano, de su equipo. Azul era el color de Aomine.
Cierto que éste último le había causado mucha tristeza, mas no se comparaba con la cantidad de felicidad que había traído a su vida. Gracias a él había conocido su pasión, había encontrado un rival, un amigo, y mucho más.
Igualmente había probado lo amargo de la derrota, lo deprimente del abandono, y la opresión de siempre ser el que se queda atrás. Pero todo ya pertenecía al pasado, parecía como si el mar hubiese llegado y arrasado con todo lo malo y dejado lo bueno.
Ahora Kise podía ver el cielo azul, nuevamente. Hoy, podía jugar en igual tranquilidad con su equipo que con el morocho. Ya no tenía que conformarse con verle de atrás, y solo ser capaz de apreciar sus hebras azules.
Ahora podía mirarle de frente. Y en el momento que lo hizo, pudo notar cómo donde antes se encontraba su gélida mirada; ahora podía notar calidez en sus ojos. Como la sentía cuando de metía al mar, a pesar de que fuese el más crudo de los inviernos. O como cuando contemplaba el cielo, aunque hubiese la más catastrófica de las tormentas. Incluso como cuando jugaba para su equipo, pese a que fuesen vencidos de la forma más aplastante.
Porque las cosas que le gustaban, en el fondo, siempre serían las mismas. Cambiasen de la forma que cambiasen. Y en Aomine podía ver: el mar, el cielo y de algún modo a su equipo. Porque el morocho representaba todo lo que le gustaba. Y en el fondo él, siempre sería él.
