La Reina Debe Morir


Estaba en una de las torres más antiguas del castillo, viendo a través de la ventana sin cristal, era de noche, en el cielo titilaban las estrellas y la luna llena resplandecía vigorosamente iluminando el pequeño espacio donde se encontraba, le encantaba este lugar, la vista ahora mismo era preciosa, pero cuando era de día no tenia comparación alguna, entonces se podía ver las extensas llanuras verdes del reino y su visión sería solo limitada por las altas colinas que imponentes custodiaban la tierra, escondiendo lo que había detrás de ellas, dejando para su imaginación lo que pudiera haber más allá. Tenía un buen tiempo esperando ya, pero no estaba impaciente, después de todo no sería una tarea sencilla lo que estaba planeando, matar a la reina y salir sin castigo del asunto no sería fácil, por eso no le importaba el tiempo que tuviera que esperar.

Nubarrones comenzaron a cubrir el cielo nocturno antes despejado, el viento comenzó a soplar fuertemente, hacía frío, relámpagos surcaban los cielos y uno que otro rayo se escuchaba a la lejanía, gotas de lluvia comenzaron a mojar las piedras de la torre, y pronto una lluvia torrencial comenzó a mojarlo todo; extendió la mano fuera de la ventana y las gotas comenzaron a caer en su palma.

—Ya estoy de regreso.

—¿Está todo listo?

—Sí, mañana por la noche durante el discurso haremos el ataque.

—Perfecto, la reina Zelda morirá mañana.

—¿Crees que todo salga bien?

—Tiene que ser así, no tendremos segundas oportunidades.

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Los primeros rayos del sol entraron por su ventana iluminando la amplia habitación decorada con elegantes muebles y los hermosos jarrones de cerámica llenos de flores sobre estos; era la habitación de la reina de Hyrule. Las sabanas blancas estaban revueltas por toda la cama y algunas almohadas fueron desechadas al piso. Comenzó a abrir los ojos lentamente parpadeando perezosamente intentando acostumbrarse a la luz, la ventana de su balcón estaba abierta y las cortinas se mecían suaves con el aire cálido de verano, la luz le daba directo en la cara, se acurrucó en los brazos de su amante quien al sentir que se movía la abrazó más fuerte contra su pecho. Amaba despertar así con él, con sus fuertes y cálidos brazos sujetándola, con sus manos sobre su cintura y sus tobillos enredados con los de ella; lo miró por unos instantes, la expresión de su cara era tranquilamente relajada, sus labios fuertes y suaves a la vez que cerrados se veían tentadores pero cuando sonreía eran irresistibles, sus parpados que escondían ahora su intensa mirada azul, sus orejas Hylian decoradas con un par de aros azules, un toque perfecto, su mandíbula fuerte y bronceada como el resto de su piel y el cabello rubio cenizo que ahora comenzaba a resplandecer por los rayos del sol; ella lo amaba, contra todas las reglas ella lo amaba.

Los ojos de Link se abrieron lentamente mirándola de soslayo y una sonrisa se formó en sus labios – ¿Disfrutando la vista alteza?— preguntó con voz ronca y perezosa

— Digamos que el paisaje es de mi agrado

Así estuvieron por unos momentos, abrazados y en silencio mientras ella tocaba la piel de su pecho, trazando algunos patrones con su dedo mientras él jugueteaba con una de sus manos su cabello. —Ya es muy tarde, debo irme— dijo con desgano.

Zelda se entristeció, odiaba esas palabras casi tanto como lo amaba a él, era la misma situación cada día, se había convertido en una tortuosa rutina, se despertarían y se darían cuenta de que ya había amanecido por completo o alguna sirvienta tocaría la puerta despertándolos de su apacible sueño, entonces él rápidamente se levantaría mientras ella en la cama veía como recogía sus cosas y se vestía rápidamente, al final tras un beso como despedida él saldría por la ventana del balcón por donde había entrado al noche anterior; ella se quedaría en la cama un poco más, abrazando la almohada impregnada de su encantador aroma masculino deseando poder seguirlo abrazando a él. Entonces se verían más tarde, ya no serian simplemente Zelda y Link, ahora ante los demás se tratarían como la reina y su paladín, caminarían juntos pero a una distancia prudente sin demostrarse la más mínima muestra de afecto, sin levantar sospechas de la intimidad que existía entre ellos.

Por su parte Link también aborrecía hacer eso, bajar por las mañanas por el balcón de la reina con el cabello alborotado y la ropa a medio poner era tan peligroso como sonaba. Cada día mientras entraba a su habitación después de estar con ella añoraba poder quedarse a su lado; fantaseaba con poder pasear por cada rincón del castillo sin tener que esconderse, sintiéndose totalmente orgulloso de que Zelda estuviera a su lado. Pero eran solo eso, fantasías.

El resto del día continuó como todos los demás, más tarde pasó por Zelda a su habitación y la siguió todo el tiempo mientras ella realizaba sus actividades, hablar con personas, hacer cuentas, revisar que todo estuviera en orden, solo que esta vez y como lo habían sido en los últimos días el trabajo fue más exhaustivo, tanto que Zelda pasó todo el día encerrada en aquel despacho, sentada tras el escritorio repleto de papeles que le recordaban el trabajo pendiente y la obligaban a continuar.

—Las personas están reunidas ya en el salón— anunció Link entrando a la habitación.

Zelda miró por la ventana, había perdido la noción del tiempo como muchas veces antes al estar en ese lugar –Vamos de una vez, estoy lista.

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El momento había llegado, era la noche que tanto esperó, todo el plan debía concretarse en ese momento. Todos en el salón estaban esperándola, esperaban con ansias el mensaje que la reina tenía que dar, en los últimos días habían pasado acontecimientos que no eran para ignorarse y las medidas a tomar eran un secreto que se había mantenido solo entre los miembros del consejo, al final su contenido seria público, por eso la importancia de que todos los nobles estuvieran ahí.

Link la acompañaba por el pasillo hacia las escaleras del salón, siguiendo sus pasos en la alfombra roja, mirándola fijamente. Se detuvo cuando Zelda se acercó a la barandilla de las escaleras, ella observó a los presentes abajo, quienes discretamente comentaban y murmuraban entre si las posibles palabras de la reina; antes de bajar y enfrentar a todos Link tomó su mano discretamente dándole el apoyo que necesitaba sentir, lo miró por unos segundos y sonrió, sí, definitivamente todo estaría bien.

Las pláticas de las personas reunidas pronto se volvieron más silenciosas y cuando ella estuvo al pie de las escaleras el ruido se detuvo completamente.

—Muy buenas noches, agradezco a todos su presencia, lo que tengo que decir es muy importante por es que los he convocado esta noche, yo la Reina Zelda debo anunciar…

El discurso de la reina quedó en el aire cuando el estrepitoso sonido de vidrios rotos se escuchó retumbar por todo el salón, los ventanales que decoran las paredes estallaron, pedazos de cristal de los vitrales caían sobre los presentes que solo atinaban a tirarse al piso mientras gritaban despavoridamente y cubrían sus cabezas con las manos.

Zelda intentó correr, necesitaba llegar a donde estaba Link, las escaleras ahora le parecían infinitas, flechas comenzaron a entrar desde las ventanas rotas, todas siguiendo el mismo objetivo; la reina. Una de las flechas se incrustó en su pierna y ella soltó un grito de agonía, la sangre comenzó a emanar manchando su vestido, una flecha más la alcanzó y se incrustó su costado, su mano temblaba mientras la llevaba por inercia a la herida, su mano se tiñó con su propia sangre, se quedó quieta, en shock, su cuerpo fue el objetivo alcanzado de una flecha tras otra, hasta que su cuerpo quedó inerte, tendido a la mitad de aquella escalera, la sangre que de su cuerpo se derramaba se perdía entre la alfombra.

—¡Zelda!— el grito desgarrador de Link se escuchó por todo el salón y un segundo después ya estaba al lado de ella, la cubrió con su cuerpo en un intento de que las flechas no la alcanzaran, trató de levantarla pero las flechas no daban tregua, su cota de malla lo protegía de algunas que estaban cerca de darle en sus órganos vitales, aun así sus piernas y brazos estaban recibiendo impactos. Con toda la fuerza de voluntad que poseía levantó a Zelda en sus brazos y subió la escalera, si lograba llegar al pasillo por el cual habían llegado estarían a salvo, por el ángulo de las ventanas del salón era imposible de que más flechas los alcanzaran y los salvaría de ser mas un objetivo; —Te voy a sacar de aquí Zelda— le dijo con desesperación, de verdad deseaba hacer eso, era lo único que le importaba, que ella estuviera bien. El cuerpo de Zelda estaba inmóvil en sus brazos, sin hacer ningún atisbo de vida, sus brazos y cabeza colgaban inertes de los brazos de Link y la sangre que emanaba de sus heridas comenzaba a manchar su túnica.

Después de los momentos más tensos y largos que había vivido jamás consiguió llegar al pasillo, casi podía sentir alivio, el peligro de las flechas había quedado atrás, pero antes de que pudiera avanzar por el umbral del pasillo su instinto despertó mandando señales de que le peligro todavía no terminaba, sus sentidos se agudizaron y todo en él se puso alerta, podía sentir el peligro en alguna parte a su alrededor. Su mente y cuerpo no alcanzaron a reaccionar al ataque de magia que los embistió, su cuerpo abrazando al de Zelda salió disparado, la barandilla de madera de las escaleras no fue suficiente para amortiguar el impacto y cedió, junto con los cuerpos de ambos cayendo volaron trozos de madera.

El ataque con flechas ya se había detenido, algunos de los presentes aprovecharon para salir corriendo, mientras otros quedaron congelados en sus sitios y solo eran capaces de observar lo que sucedía; vieron los cuerpos caer desde el segundo piso y escucharon el impacto en seco sobre los vidrios rotos que produjeron los cuerpos de la reina y su paladín.

Link sentía dolor en su cuerpo, mucho dolor, el ataque mágico todavía quemaba en su interior, su cabeza estaba aturdida y no terminaba de comprender lo que sucedía a su alrededor, podía sentir la sangre tibia acumulándose en el piso debajo de su cabeza; a pesar de toda su confusión todavía tenía claro que debía salvar a Zelda; movió su cabeza desesperadamente en su búsqueda y la encontró a su lado, la observó por unos instantes y lo que vio lo terminó de destruir, tenia múltiples heridas, la sangre manchaba su ropa y cabello, ella ya no estaba consciente. Se arrastró hasta ella lo más rápido que su lastimado cuerpo le permitió y la abrazó. Él había jurado protegerla, con esa última visión sus ojos se cerraron y la inconsciencia lo consumió.