Fornicatur Nihil Obstat - Jim Mizuhara

Capítulo 1

Personajes: Kai, Rei

Contenido: Yaoi, Lemon, AU

Disclaimer: Ya saben

Observaciones Generales: Hola, mis estimados lectores y lectoras! Aquí nuevamente yo, con una de mis desquiciadas ideas, esta será novedosa, al menos pienso así... todas las advertencias de siempre, esta historia contíene lemon, y no es apto para personas que crean tener fuertes convicciones religiosas. Me dí a la tarea de explorar un poco un campo no tan trillado en el fanfiction (y será la primera vez que seré excomulgado! wiii! XP)


- .¿No le parecen que hoy las rosas parecen más bellas, padre Alessius?.

- Realmente, hermano Rei, realmente…

El agua escurría entre las plantas, haciendo que de la tierra subiera un grato aroma, que se mezclaba con el aire que venía en suaves brisas de las colinas, portadoras del perfume que las flores echaban al viento a tempranas horas de la mañana. Los pajarillos parecían haber despertado recién, e inundaban los campos con sus primeros trinos, revoloteando alrededor del balde de hojalata apoyado en el brocal del pozo, se metían en el agua que había en el fondo para sacudirse vigorosamente y luego levantar vuelo nuevamente. El tañido de la campana de bronce, a lo alto de una de las tres torres de piedra que rodeaba todo el conjunto de habitaciones y dependencias que constituían la Cofradía, anunciaba que eran las seis de la mañana, hora en que todos deberían presentarse en la capilla para la oración matutina.

Todos los hermanos y superiores, viniendo de distintas direcciones, ingresaron en el recinto del templo, inundado por el humo del incienso que grandes turíbulos de plata echaban al aire, sin hacer ruido al caminar, entrando de puntillas. Se arrodillaron en sólidos bancos de madera, mientras el padre Alessius venía ceremoniosamente por el pasillo central, portando las vestiduras sagradas, y se puso detrás de una mesa cubierta por un mantel, encima de la cual ardían dos candiles dorados.

- Hermanos, bien sabéis que aquí donde estamos es la casa del Señor – pronunció el padre, con expresión adusta – y que a Él agrada nuestros buenos actos, si son hechos con misericordia y humildad, para que así la balanza de la justicia divina se incline a nuestro favor. Todos los que componemos la Cofradía del Oriente, tenemos siempre en la mente y el corazón nuestra misión de elevar nuestras almas de tal forma y con tal fervor, que nuestro ejemplo redima a muchos pecadores de sus acciones. Practicando las buenas acciones, juntamente con la extinción de los placeres pecaminosos, estaremos en condiciones de poder, más que a nosotros mismos, salvar a aquellas personas cuya fe está en cosas materiales…

Y así continuaba el sermón predicado por el padre Alessius, con una voz que denunciaba confiar plenamente en todas las cualidades y virtudes de los hermanos, pero sin embargo nunca estaba de más recalcar periódicamente las ideas. Todos los hermanos, vestidos espartanamente con sotanas negras con una lista blanca alrededor de la cintura, asentían todas las palabras, con los ojos cerrados en profunda meditación y murmurando oraciones para la salvación de sus pobres almas. En medio de todos estos, estaba el novicio Rei Kon, uno de los últimos a los que se había permitido entrar en la sociedad, en vista que los que iban presentándose no tenían la suficiente preparación para seguir las rígidas reglamentaciones; estaba en el periodo de pruebas, y los superiores observaban diariamente su comportamiento y lo supervisaban en la teología, la ética y la moral.

Cuando Rei entró en la Cofradía, tenía genuinas intenciones de elevar su alma para recibir los conocimientos eternos que allí se impartían, de forma a obtener la sabiduría para afrentar estoicamente los duros reveses que la vida le presentaba… y también para olvidar y combatir muchos otros defectos que tuvo en el pasado, así como para olvidar definitivamente a cierta persona que amó y que por motivos que convenientemente omitió en su solicitud no quería estar rememorando.

Esos recuerdos lo atormentaban de tal forma, que no concibió mejor idea que ingresar a un centro religioso, no importaba cuál fuera, con tal de que tuviera una ideología tan absorbente, que no le dejara tiempo para pensar en lo que pudo y no pudo hacer en el pasado. Quería dejarse empapar en algo que fuera más noble que sus pensamientos, que invadiera su cabeza de tal forma que olvidara todo, si posible hasta quién era, para convertirse en otra persona dedicado a las acciones que salvaran a las personas del error que él había cometido, y por el cual estaba pagando hasta el momento: la indecisión.

Cinco años atrás, cuando tenía quince, era uno de los más prominentes luchadores de Beyblade, un chico alegre, maduro para su edad, sagaz… sagaz hasta que perdió la cabeza por nadie menos que el capitán de su equipo, Kai Hiwatari. Por más que se devanó los sesos intentando explicar las razones por las cuales sentía cosas tan intensas cuando estaba al lado de él, no logró hallar nada. Además de confundirlo, le avergonzaba profundamente; interiormente se convenció que nunca exteriorizaría aquello, y ese fue el inicio de su vida de disimulaciones. Por más calmo e imperturbable que pareciera en las batallas y fuera de ellas, y siendo el mismo de siempre con sus amigos, algo parecía haber cambiado, era como si antes sus sentimientos eran verdaderos y ahora no pasaban de mera imitación, de un teatro. El único sentimiento que sí reconocía como verdadero era la tristeza, cuando permitía que las lágrimas rodaran por sus mejillas en los momentos de soledad. En realidad, comenzaba a evitar a sus compañeros, sin nunca dar razones aparentes, y más todavía evitaba a Kai.

Si verlo lo perturbaba, escucharlo hablar lo alteraba más aún. Tanto prestaba atención a las palabras del bicolor, que una vez éste le ordenó hacer dos maniobras contrarias y él las cumplió sin pensar en la incoherencia, y acabó por estropear una parte de su beyblade; al ver aquello Kai sonrió sarcásticamente, y Rei se sintió peor porque ahora el ruso pensaría que era más tonto que nunca por obedecer algo que la simples lógica demostraría estar equivocado.

Con eso comenzó su extraño hábito de querer entrenarse a horas distintas que los demás, insistía en levantarse temprano para no ver a Kai ni seguir sus instrucciones; contrariamente a lo que había pensado, Kai también comenzó a despertar en la misma hora que Rei, y el chino se sentía poco menos que desorientado al verse junto al bicolor afuera, mientras él entrenaba y el ruso no emitía palabra. Hubo un sutil cambio en la conducta de Kai, pasó de las mordaces críticas a los elogios poco menos que indiferentes, su persona no permitía ser más efusivo ni tampoco más cálido en sus elogios. Y lo que era peor: comenzó a tocar más a Rei, poniéndole la mano sobre el hombro o dándole palmaditas en la espalda.

Aquellos contactos agitaban más aún el bullicioso interior de Rei, por pocos segundos recuperaba la anterior felicidad que le caracterizaba. Regalaba al ruso con una de sus amplias sonrisas en esos momentos, ciertamente no mudaba la expresión pétrea que tenía, pero en su mente tenía ideas bien distintas. Obviamente aquellas demostraciones de aprobación intensificaban sus sentimientos, para su mayor tormento; mismo con lo que hacía, no veía en el rostro o las actitudes de Kai algo que le indicara estar mínimamente interesado por él o por cualquiera.

En cierta vez, cuando estaba dando rienda suelta a su tristeza y desespero, llorando encerrado en su habitación, fue sorprendido por Kai, quien al ver la puerta trancada entró por una de las ventanas abiertas. El ojidorado no tuvo tiempo de disimular nada, pero tampoco le importaba mucho, y se mantuvo en silencio. El ruso suavizó sus expresiones al ver a Rei así, como si de repente estuviera preocupado por él, cosa que raramente sucedía; se sentó en uno de los extremos de la cama y preguntó a Rei con una voz desconocida de tan humana que salía, si qué lo alteraba. Para peorar (o mejorar) las cosas, tomó una de las manos del chino entre las suyas.

Aquellos dorados ojos temblorosamente tristes y húmedos por las lágrimas conmovían y fascinaban al ruso, quien se aproximó más y con la otra mano apartó algunos cabellos azabaches de los ojos y la frente de Rei, sin soltar su mano. El chino se negó a contestar la pregunta del ruso, luego dijo que no era nada.

- Tienes que estar bien para mañana, serán las semifinales del torneo – le había dicho Kai – es importante que ganemos…

Al oír la última frase del ruso, Rei se puso furioso, y levantándose bruscamente de la cama, mientras más lágrimas le salían y los labios le temblaban, exclamó:

- .¡Ganar!.¡Eso es importante para ti, ganar!. ¡En vez de pensar que yo…!. – se detuvo antes de soltar lo que sentía, y calló.

- Desde hace algún tiempo me importa más ganar que otra cosa – explicó Kai – porque me distrae de algo más importante.

- .¿Importante?. – rezongó Rei – como si fuera que ganar no sea más para ti.

- Hace meses vengo pensando en eso, y no sé si la ocasión es propicia pero…

- .¿Pero qué?.

- Yo… .¿podría saber por qué lloras?.

- .¿Por qué quieres saberlo?.

- Dependiendo de la respuesta, te diré algo.

- Es porque… porque… - Rei vacilaba si le decía de una vez por todas lo que sentía, o callaba y sufría por siempre – son cosas personales, muy personales… es que yo tengo… sentimientos fuertes hacia una persona, pero… no creo que esa persona esté enterada…

- Hmmm… comprendo – susurró Kai pensativamente – yo también tengo esas mismas ideas, pero lo que más me duele es que la persona que yo amo no quiere reconocer esos sentimientos… trata de huir de ellos, los oculta, y me apena que se haga daño haciendo eso.

- .¿Es… alguien que yo conozca?. – preguntó Rei, por algunos segundos sintió como si estuviera hablando precisamente de él, pero luego descartó la suposición.

- Quizá, quizá… - contestó Kai – aunque no sé si lo reconocerías muy pronto, ha cambiado tanto… me gustaba mucho como era antes, mismo que yo no le hablaba mucho. Tenía un carácter que me parecía excelente, me sentía afortunado de estar tan próximo de esa persona.

- .¿Y cómo era?. – indagó el chino, como si de repente ambos estuvieran hablando de una persona desconocida para los dos.

- Hum… físicamente, era la persona más bella que ya hubiera visto, el rostro de una pureza y salud sin iguales. Era inteligente, le gustaba charlar con sus amigos, tenía siempre buenas ideas, era independiente… .¡Ah!. y aunque parezca raro, también sabía cocinar.

- Oh, y… .¿por qué no has buscado a esa persona, y no le dices lo que sientes?.

- Porque para mí no es tan simples así… yo a veces llevo tiempo para concretizar lo que quiero, prefiero demorarme algo para hacer las cosas bien y de una vez, que planearlo en diez minutos y echarlo todo a perder. Y después de meses de pensarlo, llevaré a cabo lo que propones… - concluyó el ruso, levantándose y acercándose a Rei – hoy, ahora… ya

Y tomó el rostro del neko, húmedo por las saladas lágrimas, para besar sus labios. Rei, al sentir y ver eso, percibía que las fuerzas lo abandonaban, y para afianzarse mejor se sostuvo cruzando sus brazos en el cuello de Kai, el cual con una mano lo sujetaba por detrás de la cabeza y con la otra la cintura. Aquel beso era, para Rei, la cosa más hermosa y magnífica que le estaba sucediendo en la vida, y los labios del ruso eran tan cálidos y deliciosos… simplemente se dejó llevar por aquellos besos que se alternaban entre delicados y ansiosos, y por las caricias que unas veces lo sujetaban y otras lo exploraban. Tanto tiempo había convivido con la indiferencia hacia sus sentimientos que, teniendo a Kai allí, no sabía qué hacer, se sentía torpe porque sus pensamientos se confundían y por eso no era tan efusivo como el ruso esperaba.

- .¿No te ha gustado, Rei?. – preguntó Kai al detenerse un poco, sintiéndole un poco distante y notando que no correspondía plenamente.

- Eh… s-sí, Kai… yo, e-estoy feliz y…

- No, no pareces – interrumpió Kai – a ver… hazlo, hazlo como a ti te gustaría que fuera, como tú siempre has pensado que debería ser…

- P-Pero, Kai…

- Así como yo hice es como siempre quise… ahora es tu turno, .¡vamos, hazlo!. – dijo nuevamente Kai, extendiendo los brazos.

- Como quieras…

Acto seguido, el ojidorado se acercó a Kai y lo abrazó, con tal fuerza y propiedad, que el ruso se estremeció un poco, y luego lo besó algunas veces en el cuello, atrapó los labios del bicolor entre los suyos y procedió a besarlo profundamente, invadiéndole con la lengua mientras sus manos inquietas recorrían todo el cuerpo de Kai. El ruso correspondió con todas las ganas los deseos del chino, hasta que se sobresaltó y asfixió cuando sintió las manos de Rei bajando hasta acariciarle el trasero, momento en el cual se apartó, sonrojado. Rei también estaba con las mejillas rojas, y sonreía como un niño travieso.

- Ehm… creo que tienes más imaginación que yo – dijo Kai.

A partir de ese día, no temieron más demostrarse lo que sentían uno por el otro. Cada oportunidad que tenían tiempo libre estaban juntos, y eso no pasó desapercibido por nadie, el cambio tan radical que hubo entre ambos era evidente; la relación que ambos llevaban estaba muy bien hasta que Kai, primeramente de forma delicada e indirecta, luego sin rodeos y hasta algo autoritario, comenzó a presionar a Rei para tener relaciones más… íntimas. Al oír esto, el chino quedó perplejo, pues nunca había pensado seriamente que las cosas tomaran ese rumbo, y si no caía en un incómodo silencio en esos momentos entonces desviaba prontamente el asunto. A principio Kai se molestaba con la actitud del ojidorado, y luego olvidaba lo sucedido, pero a medida que el tiempo iba pasando el ruso interpretó aquel gesto como un desinterés por parte de Rei, quien, en su concepto, lo había aceptado tan solo para ver si dónde podría llegar estando a su lado, o quizá hasta para entretenerse con sus sentimientos. Al llegar a esas conclusiones, Kai se enojó y decidió cortar definitivamente lo que tenía con Rei; el bicolor no quiso escuchar ninguna de las versiones que el chino le ofrecía como explicación para su actitud, porque la verdad era que Rei nunca había estado suficientemente preparado para lo que Kai quería.

Rompieron, y desde ese día el tormento de Rei había aumentado mucho más que anteriormente, porque había titubeado en el momento de obtener algo que un día había anhelado tanto, y permitió que las dudas lo invadieran; el chino creía firmemente que lo que Kai quería era algo muy serio, cuando en realidad el bicolor solamente deseaba pasar momentos agradables al lado del que amaba.

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Al terminar el oficio, Rei se dirigió a la huerta, donde con rapidez revisó todas las plantas y comenzó a arrancar zanahorias, depositándolos luego en un balde. Ese día era el encargado de preparar el almuerzo, y habían preparado un menú especial en vista que recibirían una visita distinguida, por lo cual llevó las zanahorias y, sacando un balde de agua del pozo, los lavó para posteriormente llevárselos a la cocina, ubicada en la parte trasera del reducto, un gran salón de piedras sin tallar y apenas iluminado por las luces de los candiles que ennegrecían el techo también de piedra, teniendo en el centro una gran mesa de madera rústica, y al costado izquierdo estaba el fogón construido de ladrillos, en el cual hervían varios peroles y cazuelas.

- Es increíble que el cardenal Cæsarius venga de visita por aquí, por lo apartado que estamos no suelen haber visitas de tanta importancia por estos lados – comentó el hermano Julius, afanándose en revolver uno de los peroles.

- .¿Y a qué viene?. – preguntó Rei.

- A visitar las instalaciones – contestó – y a pregonar el sermón que es el centro de su doctrina: la persistencia en evitar los llamados… placeres carnales – concluyó hermano Julius, sonriendo.

- Ah, sí… puedo tener una vaga idea de lo que pueda ser eso – agregó pensativamente Rei.

- .¿En serio?. ¿Y podrías contarlo?. – replicó instantáneamente Julius.

- No, no… prefiero ni recordar eso – denegó Rei, meneando la cabeza – bien, trae aquellas verduras cortadas y échalos en esa olla.

El ojidorado se limpió las manos en uno de los trapos, y se acercó a una de las ventanas para mirar en el horizonte una nube de polvareda levantándose, ciertamente era el cardenal llegando, pues el camino que conducía al reducto no tenía otro destino a no ser ese.

- .¡Hermano Rei, vaya a ver las instalaciones!. – escuchó la fuerte voz de padre Alessius viniendo de afuera.

Rei subió dos tramos de escaleras, y abrió una de las pesadas puertas de madera, ninguna de las puertas del edificio poseía cerraduras, y echó un último vistazo a la habitación donde debería ubicarse el cardenal Cæsarius. Se encargó de alisar la colcha azul oscuro extendido sobre el lecho rellenado de algodón, y acomodó la almohada de plumas de ganso; la araña de cristal estaba resplandeciente pues días atrás se había encargado de bajarlo y pulirlo pieza por pieza, tarea que le llevó todo el día, pero la eficiencia con que dispersaba y reflejaba la luz de los cirios allí puestos era indiscutible. Esa era la única habitación que contaba con baño dentro, y poseía una soberbia bañera de loza azul clara, con sistema hidráulico y de desagüe propios, las antiguas tuberías de plomo de esa bañera eran las únicas que habían resistido al tiempo. Aquel cuarto era un verdadero contraste con el que ocupaban los demás allí, que habitaban estrechas celdas que poseían rejillas de hierro por ventanas, y no contaban con cuarto de baño pues "la austeridad es una virtud que se debe practicar diariamente", según las palabras de padre Alessius.

Cuando hubo concluido, salió y vio las hileras de hermanos y superiores apretujados en densos grupos, todos rodeaban un carruaje que portaba insignias reales. De él descendió un hombre de mediana edad, algo calvo y de rostro colorado, excedido de peso por el abultamiento prominente de su sotana roja escarlata con bordados dorados, y con una gran cruz de oro pendiendo de una cadena igualmente de oro. Su expresión seria resaltaba la superioridad que emanaba de su persona, y recorrió con la vista a todos los circunstantes para luego ver a padre Alessius acercarse apresuradamente, extendiendo las manos.

- .¡Cardenal Cæsarius!. ¡Es un honor tenerlo aquí presente en la Cofrad…!

- Guárdese sus palabras para usted, Alessius – interrumpió el cardenal, acentuando su inalcanzabilidad omitiendo el tratamiento formal de "padre"- vengo a hacer una supervisión seria, estoy aquí para verificar las condiciones en las que viven los hermanos, y también el adoctrinamiento que usted imparte.

- .¡Oh, sí, sí!. ¡Como podrá ver, aquí todos los hermanos viven en la santa paz del Señor, lejos de toda tentación y en camino de convertirse en hombres santos!. – balbuceó Alessius, su efusividad era irrefrenable en presencia de personas de mayor categoría que él.

- Eso es lo que veremos – concluyó el cardenal – hmmm… tú, acércate – dijo, apuntando a Rei - .¿Cómo te llamas?.

- Hermano Rei, para servirlo.

- Perfecto, hermano Rei. Eres asignado como mi ayudante particular mientras esté aquí, quiero que descargues todo lo que está allí en el carruaje y lo acomodes en mi habitación.

- .¡Ha hecho una sabia elección, cardenal, el hermano Rei es uno de los más virtuosos de la Cofradía, un verdadero ejemplo a ser seguido en lo tocante a…!.

- No es necesario que me lo digas, Alessius – cortó el cardenal, haciendo una seña con la mano – yo reconozco a personas así cuando los veo, caso contrario no estaría donde estoy, .¿no te parece?.

- .¡Precisamente cardenal Cæsarius, yo…!.

- Bien, ahora condúceme adonde alojas a los hermanos, solamente espero que no hayan lustrado y encerado todo para esta circunstancia como si fuera que lo hacen siempre – dijo irónicamente el cardenal – en Roma es la última moda que hagan eso, y pecan por querer engañarme, es inútil.

Mientras el cardenal era conducido en el interior de los recintos, Rei se esforzaba por llevar las pesadas maletas a la habitación asignada, refunfuñando en voz baja por el azar de haber sido escogido. Llevó todos, y luego se sentó un rato en un gran sillón que estaba a un costado de la habitación, hasta que oyó voces en el pasillo. Escuchaba la servil y suplicante voz de Alessius contrastando con la soberana voz de Cæsarius, rió ante las negativas del cardenal hacia las solicitudes del padre.

- Bien, ahora he tenido una visión general – dijo el cardenal, su voz se oía más cerca y luego entró en la habitación – pero mañana tomaré apuntes en serio, y puedes estar seguro que va a ser enviado el informe de las condiciones, Alessius.

- Está bien, su Excelencia, estoy seguro que no habrá nada desfavorable en su informe – contestó el padre, entrando atrás de Cæsarius – antes verá el bien que hacemos por aquí ayudando a estas personas a superarse espiritualmente.

- Hum… bien, ahora pienso que un baño vendría bien, después de la polvareda del camino – agregó el cardenal, a lo cual Rei y Alessius hicieron ademán de retirarse del aposento – no, tú no, hermano Rei, serás quien llenará la tina de agua – dijo Cæsarius, sonriendo.

Un poco extrañado con esa actitud, Rei accedió, y se dirigió a los grifos a abrirlos. Laboriosamente trajo de la cocina más de cinco baldes llenos de agua hirviendo para templar el agua fría que salía ruidosamente por los antiguos grifos de bronce; Cæsarius solamente lo contemplaba, sentado en el sillón, y sostenía una fija sonrisa en la roja y flácida cara. Mientras Rei seguía con su tarea, no pudo menos que sentir que esos dos ojos no paraban de seguirlo, y se le clavaban en la nuca cuando hacía ademán de vaciar los baldes en la tina.

- Ahora, échale un poco de esto – murmuró el cardenal, pasándole un pequeño frasco que contenía una sustancia oleosa en su interior. Rei lo destapó e inmediatamente sintió el penetrante olor de verbenas, vertió en la tina y el penetrante olor se hizo más presente.

Acomodó todas las pertenencias del cardenal sobre la cómoda, y puso las ropas que habría de ponerse luego del baño acomodado sobre la cama. Estaba a punto de retirarse cuando Cæsarius nuevamente dijo:

- Un momento, hermano Rei… necesito que me ayudes a desvestirme – agregó el cardenal, sobándose el hipercrecido abdomen – tengo dificultad para hacerlo… no tiene usted ningún inconveniente con eso, .¿verdad?.

Con aire resignado, el chino se acercó al cardenal, y procedió a desabotonarle los pequeños botones incrustados de piedrecillas… un momento, .¿acaso el cardenal respiró más fuerte que lo normal cuando Rei le puso las manos encima?.… ciertamente era cosa de su imaginación… se puso detrás de Cæsarius y le sujetó las mangas de la sotana.

Lo que Rei vio por debajo de aquella sotana le dio ganas de volver a ponérsela al cardenal; los pliegues de su abdomen caían por todas partes, formando rojizas líneas en la piel algo arrugada, las piernas lampiñas no acompañaban la obesidad de Cæsarius, marcados por cicatrices indefinidas, en la espalda también presentaba unas cicatrices punteadas como si fueran provocados por algo puntiagudo. Siguió sujetando las vestiduras, mientras el cardenal entró en la tina, suspirando, el volumen de su soberana persona desplazó una considerable cantidad de agua fuera de la tina, la cual se escurrió por todo el suelo enlozado.

- Habrás visto las cicatrices – apuntó el cardenal, como si adivinara la curiosidad de Rei – son marcas del cilicio, por las penitencias a las que me sometí – explicó el cardenal, hundiéndose más en el agua – hmm… delicioso…

Rei podría jurar que la última frase que Cæsarius profirió no se refería al agua, precisamente, pero sí hacia su persona. Como ya le estaba pareciendo bastante repugnante el espectáculo que presenciaba, dijo que necesitaba ocuparse con el almuerzo y rápidamente salió de los aposentos, sentía que un minuto más en compañía del cardenal iba a provocarle malestares.

En la cocina, no fue menos afortunado, halló al padre Alessius sentado y, al verlo entrar, se levantó abruptamente y lo mareó de preguntas. Se confundió y decidió no contestar ninguna pregunta, a lo cual el padre suspiró resignadamente, y se ocupó más que lo necesario en el preparo del almuerzo, necesitaba mucho concentrarse en algo que no fuera las peticiones del cardenal.

El almuerzo trascurrió sin contratiempos, el menú preparado ese día era lo que los hermanos denominaban "el especialísimo de ocasión", o sea, platillos dignos de los mejores establecimientos de la ciudad preparados cuando había visitas importantes, y que ellos debían comerse con la disimulada despreocupación de que estaban acostumbrados a ese tipo de comida. No todos tenían la aptitud para simular desinterés por la exquisita comida que estaba frente a su plato, y no sabían cuándo sería la próxima vez que tendrían privilegios semejantes, por lo tanto engullían lo que podían pero de forma a no llamar demasiado la atención. El cardenal prestó especial atención a esta conducta de algunos hermanos sentados en la misma mesa, e hizo nota mental para luego agregarlo a su informe.

Al término de la comida, el designado para lavar la pila de platos… fue Rei. El ojidorado era el que menos veía gracia a la visita, obviamente ya lo habían seleccionado desde antes del cardenal llegar; en un balde de hojalata llenó los desperdicios, los ojillos descarados del cardenal parecían estar observándole con demasiado interés nuevamente. Se apresuró para salir de su campo visual lo más pronto posible, y salió por la puerta lateral.

Detrás del conjunto de edificios, había un sendero donde, en medio de varios árboles, había un gran pozo donde arrojaban los desperdicios, algo alejado de donde vivían para prevenir los insectos. Rei se dirigió hacia ese pozo, meditando seriamente si lo que estaba sucediendo debería afectarlo de alguna forma o quizá dejar que trascurriera, al final de cuentas el cardenal no estaría más que una semana, a lo sumo… arrojó el contenido del balde en el pozo, y le llamó la atención cierto movimiento detrás de algunos arbustos, quedó sobresaltado pues podría tratarse de algún ladrón.

- .¿Q-Quién diablos está allí?. – tartamudeó Rei, retrocediendo algunos pasos.

- No es quién diablos… - contestó una voz aterradoramente conocida para el chino, lo suficiente para hacerlo retroceder más – soy apenas un representante de él…

Lo que el chino vio en los instantes siguientes era algo que no esperaba ver nunca más, y que sin embargo logró materializarse frente a él, ni omitiendo su destino logró escapar de ese ser que desde el momento que lo conoció estaba huyendo de su presencia; estaba igual que antes, quizá hasta mejor que la última vez, con ese semblante pétreo sonriendo burlonamente como un cazador al atrapar a su presa, quien al no contentarse con la pieza, lo tortura sin permitir que muera.

- .¿Kai!.


Uh! Me estoy quedando bueno en cortar los capis precisamente cuando todos quieren saber qué pasa después... jejeje! Espero que les haya gustado, y lo juzguen como les parezca. Aquí, como ven, hay innúmeras opciones para Rei (la peor de todas creo que sería echarlo a perder con Cæsarius, jajaja!... pero no se preocupen, prometo que no lo haré...), además, pondré a Kai con suficiente descaro hacia Rei, el bicolor se pondrá muy pervertido con el casto y puro Rei... bien, hasta el próximo capi!