Disclaimer:
La trama es original y está basada en los personajes de la serie animada "Miraculous: Les aventures de Ladybug et Chat Noir". Los personajes son propiedad de Thomas Astruc.
Los personajes originales así como las situaciones aquí presentadasson ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
[PROHIBIDA SU COPIA Y/O ADAPTACION]
Esta historia está dedicada a LadyDoptera (Wattpad).
Y agradezco su invaluable aportación a esta historia.
Faltaban quince minutos para que iniciara la jornada y ella aún no había probado su café, de pie en la esquina de la sobria habitación solo giraba la cuchara en un constante movimiento dentro de la taza, su mirada se perdía por la ventana y sus pensamientos rememoraban una y otra vez el día de ayer.
Su expresión era seria casi melancólica, habían pasado tres años desde que se habían conocido y a la vista de sus amigos y familia eran lo que se diría una pareja feliz, pero al parecer eso no era así, al menos no para él. La sorpresa de encontrar su maleta junto a la puerta ayer cuando llegó a casa y verlo a él de pie en el pasillo con rostro serio, le hizo presagiar lo que se cernía sobre ella. De todo lo que dijo no sabe qué fue lo que le dolió más, si el lastimero "ya no te quiero, hay alguien más" o el condescendiente "perdóname".
Durante la noche la almohada fue su más segura confidente y el refugio de su lágrimas, todos sus planes e ilusiones se vieron truncados en un instante, ¿como no lo vio venir?, si se hubiera dado cuenta a tiempo tal vez podría haber hecho algo, pero a agua pasada..., ese era ya un capítulo escrito en el que ella no participaba.
- ¿Caline? - una voz atona haciéndose eco en la vacía sala la saco de su ensimismamiento, fijó su atención en ella - Vamos, la campana acaba de sonar.
- ¿Eh?...si, ya voy. Gracias Armand. - respondió amable y gentil como siempre, mostrando una vez más su sonrisa ensayada para ese día.
Dio un sorbo a su café y con desagrado lo dejó sobre la mesa, era imposible tomar esa bebida fría. Tomó sus cosas y con desgana marchó a su clase.
Al entrar al salón vio a sus alumnos conversando animadamente entre ellos, alcanzaba a escuchar cómo organizaban sus planes para esa tarde, a otros los veía escribiendo en coloridas tarjetas. Unos y otros se preparaban para compartir ese día especial. Ella por su parte solo pudo soltar un amargo suspiro.
Para los chicos no paso desapercibido el semblante taciturno de su profesora por lo que al momento guardaron silencio. Dejó sus cosas sobre el escritorio y sin más comenzó su clase.
- Buenos días, abran su libro en la página treinta y cuatro y lean los capítulos dieciséis y diecisiete, al final los comentaremos. - una vez dadas las instrucciones se dejo caer en la silla, meditabunda ante la mirada sorprendida de sus alumnos.
Entró a toda prisa por la puerta del colegio, ya pasaban más de veinte minutos de la hora de inicio de clases y él apenas llegaba. Subió de dos en dos los peldaños de la escalera, al llegar al piso de arriba apuro más el paso hacía la puerta de su clase.
El akuma que había aparecido esa mañana había ocasionado grandes destrozos en la estación de trenes Paris Norte, había sido uno de los difíciles y les había tomado algo más de tiempo derrotarlo, la suerte fue que la estación no estaba muy lejos del colegio pero aun así no pudo llegar antes de que comenzaran las clases.
Una alegre sonrisa se dibujo en sus labios al reconocer a la persona que también corría adelante de él, su pelo azabache recogido en dos graciosas coletas era inconfundible. Acelero aun más su carrera hasta alcanzarla y tomarla por la cintura antes de que pudiera abrir la puerta del salón.
- ¡Aaah! - exclamo la joven de los ojos azules al verse atrapada en un cálido abrazo.
- Buenos días mi bella dama. - dijo tiernamente aun sosteniéndola por la cintura.
- Me has asustado - correspondió al halago con una franca sonrisa - y buenos días a ti también chico guapo. - se acerco a él para depositar un suave beso en sus labios.
Adrien busco en su cartera y saco una hermosa rosa roja, la cual le entrego haciendo una reverencia.
- Me harías el honor de ser mi San Valentín. - dijo galante.
- ji, ji, sabes que sí, te lo había dicho ya. - respondió risueña antes de que su novio la besara una vez más.
- Lo sé pero quería escuchártelo decir de nuevo, entonces no olvides nuestra cita de esta tarde. - en un cariñoso gesto le rozo la punta de la nariz con su dedo.
La tomo de la mano y abrió la puerta del salón. Al entrar todos levantaron la vista hacía la alegre pareja.
- Buenos días señorita Bustier, lamentamos llegar tarde, ¿podríamos pasar? - habló Adrien sin perder el buen humor.
Desde su mesa los examino de arriba a abajo sin dejar pasar detalle, las manos entrelazadas, la bella flor en la mano de ella, la felicidad en sus rostros y la ilusión en su mirada; todo eso le traía tantos recuerdos de ella misma hace tan poco tiempo. Las lágrimas amenazaron con salir pero las limitó a solo cristalizar sus ojos, sabía que no debía desquitarse con sus alumnos por cosas ajenas a ellos pero el dolor que sentía solo con verlos la cegaba.
Los recuerdos la atormentaban al hacerla cuestionar que habría sido mejor: si nunca haberle conocido ni vivido tantos momentos a su lado, o el haber sido felices juntos para ahora perderlo así, al final aquello que la quemaba salió en forma de frustración por su boca.
- ¡No! - exclamo severa, dejando a todos atónitos por la decisión de la que a consideración de todos era una de las profesoras más ecuánimes y comprensivas del colegio - Es la segunda vez esta semana que llegan tarde y así la semana anterior y todas las demás. - dijo exaltada.
- Pero señorita... - Marinette no pudo terminar su intervención.
- Si a última hora no han venido sus padres a hablar conmigo los dos están suspendidos en mi clase. - sentencio con voz impostada.
Los murmullos y las caras de estupor no se hicieron esperar entre los alumnos, especialmente en los rostros de Marinette y Adrien que no entendían la actitud de su profesora.
- Pero... - intento Adrien disculparse pero volvió a ser interrumpido antes de poder intentarlo siquiera.
- ¿No he sido lo bastante clara? - sin decir nada más los chicos abrieron la puerta para salir con el desconcierto en su semblante - Y Adrien, esta vez no voy a recibirá a la asistente de tu padre, quiero hablar personalmente con él. - añadió ante la tensa mirada de su alumno.
- ¿Que vas a hacer? - inquirió preocupada la azabache.
- Buff... - bufó ante las escasas opciones que tenía - Tendré que hablar con él y rogar por que quiera venir. - dijo resignado.
Adrien se separo de Marinette para hablar con su padre y dejar que ella se comunicara con los suyos, por muchas vueltas que le diera no conseguía entender a que había venido ese comportamiento por parte de su profesora. Maldijo por lo bajo cuando su padre no contesto.
- ¿Nathalie? - no le quedo más remedio que llamar a la asistente de su padre y esperar que ella lo pudiera comunicar con él.
- ¿Adrien?, ¿ha pasado algo? - inquirió extrañada.
- He tenido un contratiempo con la señorita Bustier y quiere hablar personalmente con mi padre hoy. ¿Podrías comunicarme con él?
- Déjame ver lo que puedo hacer. - respondió sin cuestionar lo que habría podido pasar - Ahora está al teléfono, en cuanto se desocupe hablare con él, pero te adelanto que su agenda está completa para hoy así que no sé si podrá.
- Es muy importante, por favor inténtalo. - sin recibir respuesta la llamada termino.
- ¿Todo bien? - pregunto preocupada.
- No lo sé, Nathalie va a hablar con él. Solo me queda esperar. - respondió desanimado.
Antes de lo que pensaba su teléfono comenzó a vibrar en su mano, en cuanto vio quien le llamaba soltó una exhalación cansada - ¿Padre?
- Adrien, ¿que significa que has tenido un contratiempo con tu profesora? - el mayor de los Agreste sin ningún tipo de preámbulo abordo de lleno la fuente de su distracción.
- Veras, es que llegue un poco a tarde a clases.
- ¿Que quieres decir con un poco tarde?, ¿acaso el chofer no llegó a tiempo?
- No ha sido eso, si llegamos a tiempo al colegio, lo que pasa...- tuvo que hacer una pausa y pasar saliva - es que yo me demore veinte minutos en llegar a la clase.
Gabriel miró el pequeño portarretratos sobre su escritorio con la foto tomada hacia tres años de su mujer y su hijo. Había escuchado a Adrien y trataba de entender del porque de su retraso si es que ya estaba en el colegio y sobre todo porque la insistencia de su profesora por querer hablar con él por tan solo una nimiedad. Siempre había sido su mujer la que se ocupaba de esos asuntos y después fue su asistente quien asumió esa labor. El bastante tenia con dirigir la empresa y mantener su mente ocupada para tratar de no evocar lo perdido, los recuerdos de su amada esposa siempre estaban presentes en él y se había procurado levantar un muro de trabajo a su alrededor para mitigar el dolor que su pérdida le producía.
- Dile a tu profesora que irá Nathalie a hablar con ella, yo no puedo perder mi tiempo con esas tonterías. - dijo sin ningún sobresalto, consciente de que no estaba dispuesto a ceder a un capricho de esa mujer.
- Pero ha dicho que si no habla contigo suspenderé su materia, por favor padre. - suplico nervioso, sabía bien que si su padre se empecinaba en algo sería imposible hacerlo cambiar de idea.
Durante unos tensos segundos ninguno de los dos pronuncio palabra, Gabriel miraba fijamente una vez más la foto de su familia.
- Treinta minutos, será todo el tiempo que le pueda dedicar. - sin decir nada más finalizo la llamada.
- ¿Y bien, que te ha dicho? - inquirió Marinette preocupada.
- Ha dicho que vendrá. - respondió aun si creer que su padre había aceptado.
Subió el último peldaño y vio a su hijo recargado contra la pared y tomado de la mano de Marinette que estaba apoyada a su lado, ambos lucían un semblante serio y preocupado. Con una imperceptible sonrisa sobre la comisura de los labios vio a la joven pareja, aunque nunca llego a comentarlo le gustaba esa jovencita, más allá de las cualidades que podía tener lo más importante era que hacía feliz a su hijo.
- ¿Adrien? - dejando de lado sus pensamientos se dirigió a su hijo quien no se había percatado de su presencia.
- ¡Padre! - respondió dando un respingo.
- Buenas tardes Marinette. - saludo amable a la novia de su hijo.
- Bu...buenas tardes señor Agreste. - soltó una inapreciable risilla entre dientes al ver el adorable sonrojo de la chica, definitivamente esos dos eran tal para cual.
Los tres se giraron al oír como la puerta del salón se abría, vieron salir a los padres de la azabache, hacia poco que Adrien se los había presentado y los consideraba una pareja entrañable, Tom un hombre alegre y bonachón y Sabine un encanto de mujer amable y cariñosa, los tenía en alta consideración por como habían acogido a su hijo.
- Hola Gabriel. - saludo el fornido hombre extendiéndole la mano.
- Buenas tardes Tom. - respondió estrechando su mano.
- Buenas tardes Gabriel, ¿como has estado? - se acerco Sabine saludándolo con dos besos en las mejillas.
- Hola Sabine, he estado bien y espero que eso no cambie. - saludo amable mirando de reojo a su hijo.
- Ji, ji, no creo que eso cambie, ha sido solo una chiquillada sin importancia.
Tom miro a su hija, quien mantenía la vista en el suelo y su mano entrelazada aun más fuerte con la de Adrien. - ¿Y bien, señorita?, ¿algo que decir?
La azabache levanto la vista hacía su padre - Yo... - no pudo empezar a hablar cuando su madre afortunadamente intervino.
- Tom, ¿no iras a soltarles una charla por una tontería sin importancia? y menos hoy. - sin dejar su habitual amabilidad amonesto con gracia a su esposo - Los chicos ya han hecho planes para esta tarde, ¿no es así? - Sabine acaricio cariñosamente las mejillas de los adolescentes ante la mirada divertida del diseñador.
- ¿Señor Agreste? - lo llamaron desde el salón.
- Adrien hablaremos sobre esto mañana, hoy disfruten de la tarde. - Adrien miraba incrédulo a su padre sin dejar de sonreír, Sabine por su parte estaba complacida por la actitud del mayor de los Agreste.
- Sabine, Tom como siempre un placer. - con paso pausado se encamino al salón, mentalizándose como venía haciendo desde que salió de su casa que tendría que aguantar treinta minutos de un insoportable monologo de una solterona resentida, porque quien sino formaría tal revuelo ese día por el ligero retraso de dos jóvenes, eso era algo que hasta él entendía.
Al entrar al aula tuvo que entornar los ojos, los primeros brillos de la tarde que se filtraban por la enorme ventana solo le permitían adivinar una grácil silueta de pie junto al escritorio.
- Buenas tardes señor Agreste, le agradezco que haya venido. - aunque su saludo fue correcto su voz no dejaba de sonar molesta. Tomo unos papeles de sobre la mesa y camino hacia uno de los pupitres.
Al cambiar de lugar por fin pudo ver bien a la profesora de su hijo provocando que su ojos se abrieran ligeramente de más, ¿donde había quedado la cincuentona amargada? Su curtido ojo de diseñador no paso por alto su encantadora prestancia, alta, esbelta, estilizada, finos rasgos demarcaban su cara, labios seductores bien definidos y todo exquisitamente rematado con unos encantadores ojos verde turquesa.
- Soy Caline Bustier la profesora de literatura de su hijo. - dijo sin levantar la vista de sus documentos.
- Es un placer. Bien, pues usted dirá porque me ha llamado.- una vez más y con total falta de diplomacia entro de lleno en el asunto a tratar, como bien había dicho no pensaba conceder ni un minuto de más a esa tontería.
- Como me imagino ya sabrá que Adrien ha llegado tarde a mi clase y no solo eso también lo hizo el lunes. En esta lista podrá ver... - le había acercado la hoja para que la revisara cuando él la interrumpió.
- Mire, entiendo lo que me quiere decir pero yo conozco a mi hijo, es un chico al cual le exijo mucho y siempre ha cumplido notablemente, usted misma sabe que sus notas son muy por encima de la media, así que considero innecesaria esta reunión. - dijo sin perder la compostura.
Caline lo miro con cierta molestia, aun ofuscada por su frustración la acción del diseñador no hizo más avivar ese resentimiento que albergaba en su pecho. No iba a consentir que ese hombre menoscabara su proceder.
- Señor Agreste no estoy de acuerdo con ust... - un repentino y molesto sonido la interrumpió.
riiiin... riiiin - Permítame. - dijo Gabriel, tomando su teléfono y alejándose ante la áspera mirada de la profesora.
- Muy bien Nathalie, dile que espere que salgo para allá ahora mismo.
- Señorita Bustier, lamentablemente me tengo que retirar, ha sido un placer conocerla. - haciendo un ademán de despedida con la mano se giro hacia la puerta.
- ¡Señor Agreste!,- exclamo a la vez que se ponía en pie - aun no hemos terminado, estamos hablando de su hijo y por si no lo sabe se juega su calificación en mi materia. - se percibía el reto en sus palabras.
Gabriel aflojo el agarre sobre el picaporte y una sonrisa de satisfacción se mostró en sus labios, si había algo que le gustaba de ser un empresario de éxito era que nunca rechazaba un buen pulso.
Se giro sin soltar la puerta - Muy bien quiere hablar sobre mi hijo, pues hablemos pero no ahora, la espero a las ocho en mi casa.
- ¿Su casa? - repitió incrédula.
- Tiene razón es demasiado informal, tome. - se acerco a ella entregándole una tarjeta de presentación - Es el teléfono de mi asistente, ella le indicara el lugar y la hora. - miraba la tarjeta anonadada - Y ahora si me disculpa me retiro. - cuando levanto la vista él ya había salido del salón.
Habían pasado ya dos horas desde su fracasada y extraña reunión con Gabriel Agreste y aun seguía ahí en su salón de clases con él expediente de Adrien abierto sobre su escritorio y un bolígrafo bailando en sus dedos. Aunque el trato del diseñador le había parecido de lo más cuestionable tenía que reconocer que la había impresionado.
- ¿Caline?, ¿No piensas irte hoy a casa?, son ya más de las cinco. - dijo entrando al aula la profesora Mendeleiev.
- No me di cuenta de la hora, termino con esto - señalo los papeles en su mesa - y me voy. Hasta mañana.
- Muy bien, hasta mañana. - se despidió su compañera.
Hecho un último vistazo al expediente de su alumno y sin escribir la sanción cerro la carpeta, en algo tenía que darle la razón a Agreste y es que su hijo era un buen estudiante y lo de hoy realmente no había sido como para llegar a esos extremos.
Llego pasadas las seis y media a su casa, se sintió extraña al encontrarla vacía solo había pasado un día desde que él se marcho y su última reunión a pesar de todo le había hecho olvidar por un momento la causa de su aflicción.
Con pereza se dejo caer en el sofá con la mirada perdida sobre el televisor apagado, se debatía sobre una idea que llevaba rato dando vueltas en su cabeza, metió la mano en su bolso y saco la tarjeta de Nathalie Sancoeur.
Tomo el teléfono y marco el número...-¿Diga? - se escucho la seriedad de una voz al otro lado de la línea.
Después de un rato salía del baño envuelta en un toalla, abrió su armario y busco un conjunto de traje pantalón, en tono azul marino, acompañado de unos zapatos cerrados de medio tacón a juego con el conjunto.
Por mucho que se mirara no conseguía apartar del espejo la misma patética y triste imagen de esa mañana, semblante desencajado, peinado conservador y la misma ropa que le daba un aire tan...tan...¡profesional!, era una imagen decante de sí misma. Era consciente de que era una reunión formal de trabajo a la que ese desesperante hombre la había prácticamente obligado a ir, pero esa noche ella necesitaba algo más, quería sentirse guapa, que la valoraran, quería demostrar al mundo que estaba bien y que seguía adelante.
Se mordisqueaba el labio y jugaba nerviosa entrelazando sus dedos. Pensaba una y otra vez sin dejar de ver la única foto que aun no había retirado del hombre que la abandono, este la miraba sonriente desde su cómoda posición en la mesita de noche, finalmente encaro la imagen y de un sonoro golpe la dejo boca abajo sobre la mesa.
Con un ímpetu renovado abrió de nuevo su armario y empezó a lanzar la ropa sobre la cama, media hora después se miraba al espejo satisfecha, enlucida en un hermoso vestido negro de cuello alto y falda amplia con pliegues hasta la rodilla, acentuado con un moño en la cintura y como colofón unas sandalias de aguja con brillos dorados. Se retoco una vez más el sutil maquillaje y acomodo hacía el atrás su cabello que ahora caía libre sobre sus hombros.
Si hubiera sabido que era en ese lugar se hubiera replanteado seriamente asistir a la reunión, como se le podía ocurrir a ese hombre citarla en el lugar más emblemático de todo París en el catorce de febrero.
Llegó a la puerta del restaurante aún más contrariada si cabe, durante la medía hora que tuvo que esperar en la fila para cruzar el arco de seguridad se girara a donde se girara sólo encontraba miradas cómplices y sonrisas que evocaban una promesa...con que ganas se habría dado la vuelta para regresar a su departamento.
El maître se acerco a ella - Buenas noches, ¿su nombre por favor?
- Caline Bustier. - veía como buscaba su nombre en una larga lista que ocupaba varias páginas, dejando entrever que esa noche el lugar estaba con aforo completo.
- ¡La he encontrado!, -exclamo - bienvenida al restaurante 58 Tour Eiffel, sígame por favor señorita Bustier ya la están esperando.
Avanzaba entre las mesas siguiendo a aquel hombre, contemplaba a su paso como varias parejas ya ocupaban sus mesas. Jóvenes y mayores todos parecían compartir un mismo elemento en común, la ilusión de estar con la persona amada. Era una fecha tan significativa para el amor y al final la gente no estaba ahí solo por cumplir con una tradición si no por hacer saber a su pareja que siempre estaría ahí para ella.
Metida en su ensoñación no se percato de la apartada mesa junto a una cristalera que ofrecía una esplendida vista sobre los jardines de Trocadero y el río Sena, donde se apreciaba en todo se esplendor la magnífica estructura de la imponente torre.
Con su mirada sobre el cristal ahí estaba sentado Gabriel Agreste, a diferencia del hombre activo y enérgico con el que estuvo hablando esta mañana el de ahora parecía decaído y aletargado.
- ¿Señor? - dijo el maître atrayendo la atención del diseñador.
En cuanto vio a la elegante dama frente a él, un ligero tic en su inexpresivo rostro forzó una mueca de sorpresa, ¿donde había quedado la insulsa mujer de esta mañana? Poniéndose de pie se acerco a ella.
- Buenas noches señorita Bustier, le favorece mucho ese vestido le resalta su imagen. - saludo cortes, ocultando un galante cumplido con una argucia de moda en lugar de hacerle notar lo hermosa que se veía.
- Gra...gracias señor Agreste. - aun así no pudo evitar un ligero tartamudeo y un sutil sonrojo.
Al sentarse ambos se veían inquietos eran dos adultos y sin embargo por un instante habían perdido el aplomo, él forcejeaba con la tapa de la botella de agua y ella movía su cartera de un lado a otro buscando el mejor lugar para dejarla.
Finalmente la tapa cedió - ¿un poco de agua? - ofreció
- Si por favor. - respondió con un deje átono casi imperceptible.
Caline dio un sorbo de agua retomando el motivo del porque estaba ahí - ¿Curioso lugar para una reunión de colegio?
- Tiene razón y me disculpo pero comprenderá que Nathalie no pudo encontrar otro sitio con tan poca antelación. - ahora era él quien bebía tratando de humedecer la resequedad de su garganta.
La miro como sus ojos brillaban sobre el panorama iluminado de la ciudad - Nunca había estado aquí, tiene una vista hermosa.
- !Ejem¡... ¿le parece bien si retomamos nuestra conversación? - dijo sin perderse más en la inspiradora imagen de su acompañante.
Se giro hacía él rompiendo su trance, durante unos segundos fijo su vista en su copa de agua pensativa - Yo...yo debería de disculparme - los ojos del diseñador se abrieron ligeramente, se espera cualquier cosa de esa alterable mujer menos lo que estaba oyendo - no me encontraba en un buen momento y lamentablemente lo pague con ellos. - jugaba nerviosa con la servilleta entre sus manos, avergonzada por su confesión.
Vio con intranquilidad su semblante taciturno - Supongo que a todos nos ha pasado alguna vez, no veo el motivo para preocuparse. - dijo mostrando empatía hacía ella.
Levanto su mirada hacía él confundida, el comportamiento del hombre frente a ella distaba mucho de lo que había escuchado sobre su carácter huraño y mezquino, él a su manera le ofrecía consuelo.
- Adrien suele ser también difícil de llevar en ocasiones, así que puedo entender que a veces tenga ese tipo de comportamiento como el de llegar tarde, la pérdida de su...madre le afecto mucho.
- No creo que sea así, es un buen estudiante y en clase le tienen mucho aprecio. Marinette tiene suerte de estar con un chico como él.
- Je, je, pues yo creo que es al contrario, que es ella quien lo hace entrar en razón.
- Ja, ja - rieron a la vez, después de eso ambos mantuvieron una actitud distendida, disfrutando de la cena y de una amena conversación.
Gabriel dejaba la cuchara de su postre sobre el plato vacío y levantando la vista miro hacía el salón repleto de parejas, todas ellas despreocupadas con cientos de pensamientos de un futuro compartido con la persona amada, aquella con la cual compartir cada día una caricia indiscreta, un beso robado o simplemente una charla trivial. Todo aquello que él ya no tenía y que tanto añoraba.
- ¿Pasa algo? – inquirió su acompañante al verlo con cierto aire melancólico y la mirada fija.
- La echo de menos. – sin saber porque sintió la necesidad de no adornar la situación, de por un momento ser sincero con alguien más que no fuera Nathalie y por hablar con franqueza de aquello que tanto le torturaba.
Vio la cara de duda en su rostro, de no saber a que se refería – Mi esposa, la extraño, hace ya casi tres años que desapareció y…. – la voz se le entrecortaba – nunca he dejado de pensar que ha sido por mi culpa. No saber comprenderla, no estar cuando me necesitaba… yo mismo la orille a marcharse, le cerré todas las opciones. – tomo la copa de vino y apuro lo último que quedaba.
Ella guardaba silencio inmóvil sin saber que pensar o hacer, aquel hombre siempre tan sobrio y discreto acababa de abrirse hacía ella, la había hecho participe de un tema tan privado – Yo…yo… – por un momento vacilo en hablar – yo creo que no es así , todos tenemos opciones tal vez ella tuviera otra prioridad en su vida pero de lo que estoy segura es que nunca dudo de usted, - Gabriel la escuchaba atentamente – podía haberse llevado a su hijo sin embargo lo dejo a su cuidado, ella sabía que usted velaría por él y le brindaría su amor.
Gabriel la miraba absorto abrió sus labios y un discreto "Gracias" salio de ellos.
Tin…tin…tin – sonó el repiqueteo de un cuchillo contra una copa en la mesa de al lado – el joven que en ella estaba se había puesto de pie llamando la atención de todos los presentes, después de unas pocas palabras llenas de emotividad hacía la chica que lo acompañaba poso una rodilla en el suelo y saco un estuche en terciopelo rojo, vio como Caline llevó sus manos hasta sus labios cubriéndolos y su ojos temblaban emocionados.
Cuando el chico puso el anillo en el dedo de su pareja, Caline no pudo evitar que un par de lagrimas escaparan por sus mejillas, Gabriel solo la veía enternecido, si dio cuenta de que la alterada chica con la que había hablado esta mañana nada tenia que ver con la encantadora persona que estaba frente a él.
Frunció ligeramente el ceño al ver como ella aun seguía sollozando, pero esto era distinto ya no eran las primeras lagrimas de ternura ahora era notorio que era una sensación amarga y de tristeza la que la invadía.
- ¿Esta bien? – pregunto preocupado
Rápidamente tomo su servilleta y con cuidado retiro las lagrimas de la línea de sus ojos – Lo…lo siento señor Agreste…
- Gabriel – la interrumpió – llámeme Gabriel por favor. – repitió mostrándole una franca sonrisa.
Ella correspondió cohibida con otra sonrisa, dio un respiro antes de continuar - No he podido evitar llorar al verlos tan felices, – continua hablando viendo la intención de Gabriel de interrumpirla – mi novio me dejo ayer después de tres años de relación. – fue lo único que dijo antes de dejar escapar las lagrimas mientras que Gabriel la miraba sorprendido, su rostro había terminado de contar la triste historia.
El diseñador podía ahora entender su comportamiento de la mañana, había comprobado que era una mujer muy sensible, de la que entrega todo cuando cree en ello y el que la hayan dejado en la víspera de san Valentín era un golpe muy bajo, menudo imbécil debía ser el tipo, pensó.
- Tal vez haya sido lo mejor, – se giro a verlo incrédula por lo que había dicho – un hombre que hace eso no se merece a una mujer como usted, sin conocerlo puedo asegurarle que siente mas amor por él mismo que por la maravillosa persona que tenía a su lado, créame ha sido lo mejor que le pudo haber pasado. Usted se merece a alguien mejor. – sentencio.
- Gra…gracias. – fue lo único que dijo, la había vuelto a sorprender con su muestra de afecto y consuelo.
- ¿Nos retiramos? – ella asintió con un leve movimiento de cabeza.
Ya en la calle ella veía asombrada la cantidad de parejas que había paseando, no podía evitar sentir envidia de ellos.
- ¿Le apetece dar un paseo? – vio la duda en su cara – la noche no esta muy fresca, podemos ir hasta los campos Elíseos.
- Suena bien, vamos. – Gabriel le correspondió ofreciéndole su brazo.
Caminaron entre charlas y risas, olvidándose por ese instante de todo aquello que los mortificaba, sin quererlo se habían convertido en una más de las tantas parejas que mostraban sus sentimientos en ese preciado día. Al final un encuentro forzado y abrupto de dos desconocidos termino con la maravillosa experiencia de conocer más de lo que a simple vista se ve de unas personas que tenian mucho que ofrecer.
Al llegar a la iluminada avenida Gabriel señalo un pequeño café que tenia una acogedora terraza - ¿Un último café para cerrar la noche?
- Me parece perfecto, ya esta refrescando y me vendría bien un café caliente.
Buscaron una mesa que estuviera bajo el agarimo de los calefactores, Gabriel caballerosamente separó una silla ofreciéndosela para después acercarla a la mesa.
- ¿Una flor para la hermosa dama? – habló la menuda mujer a las espaldas del diseñador.
Gabriel se giro para encontrase de frente con una de las tantas vendedoras de flores que esa noche pululaban por Paris. Le ofrecía un bella rosa roja, la última que le quedaba. Sin pensarlo demasiado saco un billete de veinte y se lo entrego a la mujer.
Los ojos de Caline titilaban ante la hermosa flor que el diseñador le ofrecía, era el broche perfecto de una noche que cuando salio de casa jamás pensó cuanto la acabaría valorando.
- Gra…gracias, siempre han sido mis favoritas y salvo mis padres nunca nadie me había regalado una. – dijo sin dejar de ver emocionada la flor.
El camarero se acerco hasta ellos con libreta mano – ¿En que les puedo servir? – pregunto servicial.
- ¿Señorita Bustier que le apetece….? – sin poder terminar la vio con una sutil sonrisa de complicidad.
- Caline, llámame Caline por favor.
Un mes había pasado desde ese extraño pero entrañable san Valentín y todo había seguido igual y otras cosas habían cambiado como el hecho de que todos los viernes su escritorio se engalanaba con una hermosa rosa roja dedicada, que más de un suspiro arrancaba entre sus alumnas y en ocasiones las risas de dos amigos se volvían a escuchar en la terraza del aquel pequeño café.
FIN
