Hola ensueños míos, ¿Que tal están? Esta vez traigo un nuevo proyecto para este fandom, del cual sólo he escrito una vez anteriormente. Será una historia un poco gráfica, aunque al principio no lo parezca, por lo que voy a dejarla en clasificación M dado que contendrá violencia y temas adultos entre otras cosas más que deberán ser tratadas con prudencia.

Como sabrán yo tengo más experiencias con otras series, no obstante me gustó mucho este proyecto a cargo de ZagToons y considero que sería bueno leer algo de una temática un poco más seria. Espero les guste, yo personalmente estoy entusiasmada, pero me gustaría saber qué piensan ustedes al respecto :)

Code Name abordará temas un poco crudos y tratará sobre la trama maestra de Fuga y Persecusión, tal y como ya lo había avisado en mi página en facebook. Espero lo disfruten. Sin más que agregar, comenzamos:

PD: Los personajes pertenecen a Thomas Austruc y sus colaboradores, es sólo un fic sin fines de lucro.


Code Name.

-1-

Génesis.


Había tenido días buenos, regulares, malos y peores. Este estaba entre ser malo y peor.

Marinette miró por la ventana del auto de su padre mientras dejaba atrás las oficinas de la corporación Gabriel. La imagen de su fundador poco a poco se hizo más pequeña conforme su padre aceleraba el automóvil y tomaba las calles concurridas de Paris. Ella exhaló para finalmente voltear al frente y cruzarse de brazos. Su perfil no era para nada alentador y su padre lo sabía. Su hija había estudiado arduamente y luchado por muchos años para superarse a sí misma.

La universidad había sido todo un reto, pues conseguir la excelencia demandaba cada fibra de su ser y atención. Marinette tenía tan buenas notas que al egresar le otorgaron la mención honorifica por su esfuerzo y dedicación. Su título y boletín de calificaciones era la mejor de las presentaciones para conseguir un trabajo en la industria, al menos, eso le habían dicho. Por lo que, un día, tras una cita previa, claro, Marinette se apresuró a presentarse ante Gabriel Agreste, su ídolo desde la adolescencia y evocar su buen gusto para conseguir un puesto en su afamada marca de ropa y accesorios.

No obstante, y tras mucho esforzarse, el magnate decidió que no quería verla. Esta era la tercera vez. En realidad, no parecía estar impresionado con ella y eso desanimaba enormemente a la chica. Esa cita de trabajo, Marinette se esforzó por dejar una buena impresión, pero el diseñador estaba tan taciturno y malhumorado que no se molestó en escucharla. Cuando la recibió en su despacho fue directamente a una vitrina para servirse un poco de vino. De hecho, en toda la presentación el hombre lucía desorientado y distraído, como si estuviera ebrio o con resaca. Obviamente no terminó bien, pues la interrumpió en medio de su monólogo y le pidió que se retirara.

Angustiada, Marinette intentó razonar con él y éste, simplemente alegó que no se sentía dispuesto, que volviera a sacar una cita. Que, según la secretaria del empresario, no había hasta dentro de unos meses.

No podía estar más frustrada, o sólo porque no le dieron el trabajo, sino porque su mayor ídolo no era más que un deprimente alcohólico. Debía admitirlo, desde hacía unos cinco años la empresa de Agreste se había ido al desagüe. Pero no era como si todo ese caos se atribuyera a malas decisiones del diseñador, sino por problemas más graves que un bloqueo artístico. La compañía había perdido muchos fondos que no regresarían y por ende, el prestigio de la misma, aunque se mantenía al paso de los años, iba cayendo lentamente hasta su propia tumba.

De nuevo, Marinette soltó un suspiro cansino. Su padre le miró de soslayo y le sonrió, pero no fue capaz de responder, estaba tan abatida que se sentiría demasiado falsa.

—Hija, a veces estás cosas pasan… sé que estás angustiada, pero…

—Supongo que Monsieur Agreste ha bajado sus estándares de calidad. – se cruzó de brazos y jugueteó con el cinturón de seguridad.

—No creo, él siempre te ha gustado, ¿No? – Tom era un hombre indulgente y Marinette adoraba eso de él por lo que le sonrió.

—Sí, ha sido una inspiración. – soltó en un suspiro. —Pero creo que su imagen ha decaído mucho en estos años.

—El mundo de la moda debe ser demasiado intenso. – dijo él sonriendo al ver que su hija ya no tenía cara de tristeza.

—Eso creo. – miró a la acera, un hermoso parque con estatuas y niños jugando le saludó. La memoria de la mujer revivió por un instante fragmentos de su propia niñez y adolescencia.

—¿Qué miras? – su padre se dio cuenta de su ensimismamiento y dirigió la vista al mismo sitio. —Esos niños no deberían estar sin supervisión.

—No. No deberían. – Marinette desvió la vista rápidamente. Ella torció los labios en un gesto amargo. —¿Sabes, papá? Creo entender un poco a Gabriel Agreste. No debe ser fácil.

—¿Fácil? ¿Qué cosa, hija?

—Vivir. – las miradas de ambos morenos se toparon en silencio. Tom no entendía a qué se refería su hija. ¿Qué no era fácil la vida? Hasta donde él sabía Gabriel Agreste era rico, ¿Qué podría ser tan difícil que su dinero no pudiera…? Oh. Lo entendió tras meditarlo.

—Hmm, ¿Te refieres a…?

—Sí. – Marinette volvía a fruncir el ceño. —Debe estar triste. Su alcoholismo proviene de eso, seguramente.

—¿Cuántos años han pasado ya?

—Cinco. – Marinette respiró profundamente, incluso ahora continuaba causándole zozobra.

—Él ya había perdido a su esposa, ¿No? Y con lo de su hijo… Supongo que tienes razón, no debe ser sencillo.- Tom dobló por las calles de Paris hasta encarrilarse a la que daba directo a su hogar.

—Ojala Adrien estuviera… - Marinette se acalló a sí misma y negó. —Mejor hablemos de otra cosa.

—Está bien. – Tom estacionó el auto. —¿Por qué no descansas, Marinette? Cuando te sientas mejor cocinaremos unos deliciosos pasteles juntos, ¿Te parece bien?

—Claro, papá. – ella se acercó para darle un beso en la mejilla. Sabine salió a encontrarlos.

—Hola, mi amor, ¿Cómo te fue? – Marinette no le respondió verbalmente, le dio un beso en la mejilla y se adentró en la casa. La mujer miró a su esposo quien no estaba sonriendo, así que intuyó lo peor. —¿Estuvo mal?

—Reprogramaron su cita de trabajo. El señor Agreste no estaba… disponible.

—Oh, cielos. – suspiró frustrada. —Pobre de mi pequeña.

—Descuida, ya se animará. – Tom abrazó a su esposa. —Regresemos al trabajo. – la pareja continuó con lo suyo.

Marinette, por su parte, se apresuró a recostarse en su cama. Se sentía frustrada, pero no podía hacer mucho al respecto. La cuestión se repetía una y otra vez, no importara que tan breve quisiera ser o que tan intrépida se portase. Decidida a que tendría que empezar a buscar en otras líneas de modelaje y diseño de ropa, en vez de descansar se decidió a buscar en internet algo que pudiera caerle bien. No es que fuese a renunciar a su sueño, era sólo un pequeño desvío y continuaría.

Pasó toda la tarde y parte de la noche mandado solicitudes en internet y revisando páginas de interés. Su madre, preocupada de que pasara mucho tiempo encerrada, acudió a su habitación cargando una canasta de panquecitos de chocolate. Encontró a Marinette dormida sobre el teclado.

—Hija. – le tocó el hombro delicadamente. Ella reaccionó.

—Hola, yo…- bostezó. —¿Qué hora es?

—Ya es la hora de cenar, ¿Has estado enviando solicitudes?

—Sí. – Marinette tomó un pan y lo llevó a su boca. Estaba delicioso. —Pero, el periodo de espera por respuesta es de un mes. El único sitio en donde encontré una prorroga más pequeña fue aquí. – le mostró la ventanilla. —Que es de dos semanas.

—Entiendo. – dejó la canasta en su escritorio. —No has descansado, ¿Eh? – ella negó lentamente. Su madre sonrió con ternura y le dio un beso en la frente. —¿No estás tomándotelo muy a pecho?

—¿A qué te refieres, mamá? – la pregunta era auténtica.

—Desde que saliste de la universidad no has parado. Creo, de hecho, que necesitas tomarte un descanso para variar.

—¿Descansar? Pero mamá, estoy desempleada, ¿Cómo podría?

—Eso no es cierto. Has trabajado en la panadería desde tu graduación y has acudido a muchas entrevistas de trabajo.

—Pero, ¿Qué eso no es lo que debo hacer? – lucía pálida para su madre y el reclamo desganado de Marinette consiguió conmover un poco más a su corazón.

—Sí, claro. Pero tampoco es sano que no pares. ¿Por qué no tomas unas vacaciones? La próxima respuesta a tu solicitud será en dos semanas, ¿Qué tal si descansas esas semanas?

—Me gustaría, pero ustedes también necesitarán ayuda en la panadería y no quiero ser una carga. – Sabine sonrió y le acarició los cabellos.

—No será así. – suspiró y se llevó una mano al bolsillo de su pantalón. Sacó un pequeño sobre que estaba cuidadosamente doblado. —Había hablado con tu padre sobre esto desde hace tiempo. Quería dártelo pero no sabía cuándo sería el momento indicado.

—¿Qué es, mamá?

—Es dinero. – le dio el sobre, cuando Marinette lo tomó se impresionó al ver la cantidad.

—¡Mamá! Esto es demasiado, ¿Qué se supone que haré con este dinero? No puedo aceptarlo, ustedes pueden necesitarlo más que yo. – lo rechazó abruptamente, sonrojada.

—Por supuesto que no, querida. Es un regalo. Quiero que tomes este dinero y vayas de vacaciones. ¿Qué te parece a China? Tus tíos Cho y Ling han preguntado mucho por ti y ansían verte.

—¿China? – Marinette quedó pensativa. Ciertamente la última vez que fue a Chica ella tenía 16 años y lo hizo para conocer a su abuelo y otros parientes. No había vuelto desde entonces y en particular, su tía Cho y su tío Ling, la adoraba sobremanera. Tanto que constantemente la invitaban a ir de visita.

La vieja pareja no tenía hijos y era propietarios de una granja que quedaba cerca de un hermoso bosque. Los viejos se dedicaban a comprar y vender seda, por lo cual Marinette había simpatizado con ellos, pues el uso de la tela era un tema que los tres podían abordar sin problema. De hecho, el día de su graduación le llamaron para saludar y preguntarle si regresaría de visita.

Marinette adoraba a sus tíos, pero su búsqueda de empleo y el trabajo en la empresa familiar no le daba muchas oportunidades de salir fuera de Paris. No obstante, ahora esa posibilidad se veía bastante accesible, pues el dinero que su madre le había dado sería suficiente para ir y venir dos semanas.

—No lo sé, mamá. Es demasiado para digerir.

—De acuerdo, piénsalo. Iré a poner la mesa, baja cuando estés lista. – le dio otro beso en los cabellos y bajó por la escotilla. Marinette asintió y una vez sola tomó el dinero entre sus manos para contarlo.

Sí, era demasiado. Sin embargo, era un regalo de buena fe de sus padres. Lo contabilizó al menos tres veces y cansada por las emociones del día, lo resguardó en uno de los cajones de su peinador. Fuere lo que fuere, tomaría una decisión y la cosa era que, en realidad, ir a China no sonaba tan mal.

—¡¿Tanto?! – Alya gritó al otro lado de la bocina del teléfono. —¡Impresionante, Marinette! Tus padres deben quererte muchísimo.

—Sí, eso nunca lo he dudado. Pero no sé qué hacer con tanto dinero, Alya.

—Pues, en mi opinión, deberías tomarlo para lo que te lo han ofrecido. Es decir, ¿Por qué no te tomas unas vacaciones? Eres una persona demasiado dedicada al trabajo, ¡Relájate! – Marinette frunció el ceño. Su mejor amiga podía ser demasiado perspicaz que llegaba a asustarla. Quizá esa había sido la razón por la cual Alya decidió estudiar periodismo. Su afán de saber la verdad a toda costa, sobre algún tema de su particular interés era abrumadora, así como su poder de convencimiento.

—¿Crees que sea bueno? Tal vez simplemente debería guardarlo y seguir con la búsqueda laboral.

—Mari, tienes casi un año buscando empleo y no se asoma ninguna oportunidad. Hace una semana, cuando nos vimos, lucías en serio cansada. ¿Por qué no te evocas en disfrutar un poco? Después de todo, tus padres te están entregando el dinero para que lo goces.

—Hmm… - masculló no muy convencida. —Pues, podría tomarlo e ir a China.

—¡Claro! Ve y disfruta tus vacaciones. Cuando regreses me muestras muchas fotos y me dices como te fue.

—De acuerdo. – sonrió convencida.

—Es un trato, amiga. Oh, debo colgarte. Mi madre me está llamando… Papá está enfermo y nos turnamos para cuidarlo.

—¿Está todo bien?

—Sí, es sólo una infección respiratoria, pero papá es bastante impredecible cuando se enferma y procuramos ayudarle. Ya sabes, es demasiado testarudo.

—Sí, claro. Conozco a su hija.

—Ja, ja, muy graciosa. – Alya rio con sarcasmo al otro lado de la línea. —Bueno, te llamo después.

—Adiós. – Marinette colgó el teléfono y echó una mirada hacia el cajón en donde tenía el dinero guardado. Después el reloj de su teléfono móvil. En silencio salió de la cama y se acercó a su computadora. Tecleó para revisar los vuelos a China, no tardó demasiado. Una sonrisa iluminó el rostro de Marinette cuando apreció el precio de estos, estaban bastante accesibles y la fecha, no podía ser más oportuna.

—Aquí puedes darle click y transmitirás en vivo, desde cualquier parte del mundo. – explicó Alya mientras inspeccionaba la pantalla de su celular. —Esta red social es bastante interesante, siempre tienen aplicaciones para saciar a los espectadores. Gracias a esta belleza he podido hacer varias exclusivas.

—Vaya. ¿Pero qué no me dijiste que querías fotografías?

—Si puedes trasmitirlo será aún mejor. – su amiga se encogió de hombros. Había ido a visitarla, el día de mañana Marinette abordaría el avión a China y ésta aprovechó para despedirse de su mejor amiga.

—Es impresionante a lo que puede llegar la tecnología, pero sinceramente, salvo que el crédito de la telefónica pueda durar tanto, no creo que comunique muy seguido mi tiempo en la granja de mis tíos.

—Quien sabe, puede serte de utilidad algún día. Como a mí.

—Alya, tú eres periodista, obviamente lo encuentras fascinante. – se recortó en su cama.

—Por cierto, ¿Ya empacaste todo?

—Sólo serán dos semanas. – suspiró Marinette para posar su vista en ella. —Pero sí, ya tengo todo lo necesario.

—Así me gusta, más vale prevenir que lamentar. – el celular de Alya sonó. —Oh, es Nino, te desea un feliz viaje.

—¿No pudo venir?

—No, está ocupado en una presentación, ya sabes cómo son esas cosas.

—Oh, sí. – dijo bromeando. —Me presento muy seguido en conciertos.

—De igual forma, ¿Qué quieres que le diga?

—Que muchas gracias. Le deseo suerte igual. – se sentó en el colchón y ambas riendo al unísono. Alya le dedicó una mirada dulce y tras teclear las palabras en su teléfono se levantó de su asiento.

—Bueno, es momento que me retire. Vas a levantarte muy temprano mañana y debes dormir.

—Gracias por venir a verme, Alya.

—Seguro. – le dio un último abrazo. —Pásate las mejores vacaciones de tu vida, ¿Quieres?

—Claro. – Marinette correspondió a su gesto de amistad.

—En fin.- Alya abrió la escotilla y Marinette se apresuró a acompañarla hasta la salida. —Me mandas un mensaje cuando llegues a China.

—Lo haré. – ella se despidió con la mano y miró como Alya desaparecía en las escaleras.

Fue muy curioso, pues las mismas palabras que su amiga le había dedicado su madre las dijo también. Cuando Marinette se apresuró a ingresar a la sala de abordaje sus padres le dedicaron un abrazo duradero entre los dos. Después y tras muchos besos de parte de su madre, ésta le deseó un buen viaje y que pasara un ameno descanso. La morena asintió contenta y aferró la mochila que traía en su espalda, sin lugar a dudas pasaría un buen momento, por qué, para ser sinceros, ya lo necesitaba.

Así, Marinette Dupoin-Cheng subió al avión para llegar a su destino.

El viaje fue largo, de hecho, pasó casi todo el camino dormida, debido a que solía marearse en los aviones y tomaba una píldora que la sedaba sobremanera. Para cuando llegó al aeropuerto de la Beijín sentía que había dormido lo que no en mucho tiempo.

Afortunadamente sus tíos ya la esperaban. Los tíos Ling y Cho Cheng eran personas mayores, alegres y vivarachas que gustaban de cosas simples. Cuando la vieron llegar se apresuraron a saludarle y abrazarla. Marinette tuvo que aguardar un poco para contestarles, pues aunque ya podía hablar Chino tardaba un poco en procesarlo. Afortunadamente fueron pacientes con ella.

—¡Te extrañamos mucho, cariño! – su tía era igual de amorosa que su madre.

—Cho, por favor, no la atosigues. – regañó su marido. —La pobre de Marinette debe estar sumamente cansada por su viaje.

—En realidad dormí bastante. – dijo apenada, pues cuando sus tíos comenzaban a discutir no les importaba alzar la voz. Aunque eso significase que hicieran un espectáculo.

—Es grandioso querida, llegaste justo a la hora de la merienda. – su tía le sacudió la ropa. —Oh, me encanta tu estilo.

—Gracias. – la chica sonrió agradecida.

—Te ayudaré con tu maleta, Marinette. – Ling tomó con una mano la maleta que traía consigo. —Apresurémonos a irnos, estos lugares concurridos me sientan mal.

—Ah, siempre has sido un gruñón. – su mujer hizo una seña con la mano para que le restara importancia. —De camino al auto cuéntanos cómo te está yendo, querida.

—Claro.

—Y en el restaurante. – opinó Ling. —Me muero de hambre.

—Cierto, vamos a comer a un restaurante. Llegar a la comunidad todavía tomará un tiempo.

El viaje al distrito Huairóu fue bastante ameno. El sitio era conocido como la zona más verde de la capital, por lo que no era sorpresa encontrarse inmensas cantidades de árboles, montañas cercanas y múltiples granjas de cultivo. A Marinette le agradaba eso. La casa de sus tíos, o mejor dicho, granja de sus tíos, se encontraba en una zona ligeramente más alejada de los poblados más grandes.

Era un terreno interesante. Ellos vivían en la entrada del bosque, su granja estaba limitada por una cerca de madera que podía dar acceso directo a la intemperie. Alrededor de la casa y dentro de dicha cerca, había un establo y un cultivo de hortalizas que la tía Cho solía tener en óptimas condiciones. De esa forma se ahorraban los gastos de los vegetales y podían comer todo el año. Tenían animales como gallinas y cabras, pero éstas se encontraban en los corrales laterales y el tío Ling era quien solía encargarse de ellos, junto a su taller de carpintería.

La casa era de estilo oriental, sin embargo estaba bien equipada. Junto a la casa había un taller en donde Cho tenía telas y las almacenaba para posteriormente venderlas o en caso que le gustasen demasiado, coleccionarlas y confeccionar su propia ropa. Un rango que compartía con su sobrina. El matrimonio tenía un bonita habitación para huéspedes que tenía vista al bosque, lugar donde ella dormiría, mientras que las de ellos visualizaba al jardín y la cochera.

Así, tras viajar un buen tramo de autopista y entrar a unos cuantos pueblos más llegaron al sitio esperado. La chica se sintió bastante complacida al ver el lugar tan pulcro como siempre, añorando recostarse en una cama, pues le dolía a horrores el cuerpo tras tanto tiempo viajando.

—Siéntete como en casa, Marinette. – dijo su tía mientras le mostraba la habitación. Nunca había estado ahí, pues la última vez había estado en la casa de su abuela. La pieza le parecía por demás acogedora y espaciosa.

—Gracias. – se inclinó respetuosamente. —Quisiera descansar un poco.

—¡Claro, por supuesto! – la señora sonrió. Cho era ligeramente regordeta, algo arrugada del rostro y su cabello era muy corto. Tenía un par de ojos muy parecidos a los de su madre. El tío Ling, por su parte, era mucho más delgado, ligeramente cano, a pesar de ya estar por la sexta a séptima década de la vida, le faltaban dos dientes premolares y su bigote siempre lucía algo despeinado y corto.

—Cuanto tengas hambre puedes venir a la cocina. Si quieres bañarte dinos, te diré cómo preparar el baño. – mencionó la mujer mientras se retiraba de la habitación. Marinette asintió amistosamente y esperó a que se marchara. Cuando quedó sola se recostó ansiosa en la cama y sacó su celular para comenzar a escribir.

Le llamó a su madre y Alya. Les platicó sobre el viaje y lo bonita que era la granja. Así mismo, platicó sobre la comida y el idioma, el cual aún le costaba un poco entender, pero rectificó que esta podría ser una perfecta oportunidad para mejorarlo.

Así y con muchos planes por su parte, Marinette comenzó sus vacaciones.

...

—¡Es imperdible! – abogó Cho mientras empacaba algunas telas en una maleta. Ling estaba a su lado, malhumorado.

—Cho, ¿Por qué simplemente no lo dejas pasar? Ya tenemos suficientes telas. En una semana vendrá Hin Piao y se llevará una carga exclusiva, ¿Qué importa que…?

—Ling, tenemos que acudir a ver esas telas exclusivas que dijo el vecino. ¿Por qué no entiendes? Nunca son suficientes telas. – ahí estaba de nuevo la mujer. Marinette veía discutir a sus tíos desde lejos mientras desayunaba. Llevaba casi una semana con ellos y todo estaba saliendo a pedid de boca.

Descansaba bastante, hacía actividades relajantes como salir a cabalgar, pescar con su tío, hacer ropa con su tía, acompañarlos a las compras, dibujar, entro otras más. Incluso se notaba más inspirada y alegra. No obstante, así como aprendía cosas nuevas sobre la moda, también lo hacía sobre su familia y justo ahora contemplaba un enfrentamiento entre sus tíos.

Cho quería ir al pueblo más grande de la provincia por que había escuchado rumores de un coleccionista de seda que había llegado con un camión cargado de telas exclusivas. Ella, como adoradora de la ropa deseaba ir donde el sujeto y regatear algo bueno para su negocio. Ling, por su parte, no tenía ganas de ir a ningún lado ese día. Tanto él como Marinette habían planeado ir a pasear a caballo y ciertamente eso le parecía más atractivo que estar esperando a su mujer mientras repetía una y otra vez las cualidades de la seda.

—Podemos ir otro día. – argumentó Ling.

—No, tiene que ser ahora. Me enteré bastante tarde, ¿Y si ya se fue?

—¡Pues deja que se vaya!

—¡De ninguna manera!

Marinette se rio por lo bajo y terminó de comer. La discusión de sus tíos prosiguió por una hora más y justo cuando creyó que Ling había convencido a su esposa, éste se vio echando al auto algunas valijas con ropa dentro.

—Disculpa que no vayamos a cabalgar. – le dijo ofuscado. Marinette no tenía deseos de ir a la ciudad ese día, a decir verdad y convenció a su tía de quedarse en casa.

—Está bien, tío. No se preocupe.

—Tú puedes ir si quieres. Toma al caballo más manso, el negro, es el más dócil y ya te conoce. Móntalo, pero no te alejes demasiado.

—De acuerdo. – podía ver que su tío se sentía frustrado, así que accedió a todo lo que le decía.

—¡Ling! – Cho ya estaba en la camioneta tocando la bocina con desesperación. —¡Apresúrate!

—Te juro que hay veces en las cuales no sé por qué me casé con ella. – refunfuñó el hombre. —Regresaremos en la noche, cuídate Marinette. ¡Oh y si necesitas algo puedes llamarnos a la tienda, el número está en la cocina! – Ling caminó a la puerta y se detuvo estando a punto de salir. —Si te llegaras a herir deje un equipo médico en el baño, hay agujas para sutura, desinfectante, pastillas para el dolor y antibiótico… Sólo asegúrate que no estén caducados.

—¿Por qué tiene todo eso?

—Bueno, tengo un amigo que es médico y nunca está de más…

—¡Ling, encederé el auto! – bufó la mujer ya molesta.

—Esa condenada mujer… ¡Ya voy! Nos veremos dentro de unas horas.

—Sí, descuiden. – ella sonrió para tranquilizarlos.

—¡Lamento que no hayas podido ir con Ling a montar, cariño! – gritó su tía desde la cabina del copiloto. —Pero, prometo que te regalaré una linda prenda cuando regresemos.

—Descuiden. ¡Disfruten su viaje de negocios!

—¡Lo haré, lo haré! – festejó Cho y junto a su emoción, el automóvil arrancó. —Oh, tal parece que se acerca un poco de lluvia.

—¿Lluvia? – Ling miro por la ventanilla, algunas nubes se esparcían en el cielo. —En todo caso, con esta lluvia espero que el rio no se desborde.

—Vamos, ha llovido infinidad de veces en este pueblo y nunca ha sucedido nada.

—Lo dices por que no eres tú quien tiene que ir a limpiar el camino.

—¡Tonterías! Acelera, no quiero llegar tarde. – a Ling no le quedó otra opción que obedecer a su terca esposa.

Marinette por su lado, contempló el vehículo alejarse. Negó mientras sonreía, su tía podía ser muy divertida y testaruda a veces, provocándole siempre una buena carcajada al verla actuar de esa manera.

Para cuando no alcanzó a ver el automóvil se adentró a la casa. Comió un poco y después vio algo de televisión. No obstante se aburrió y pronto la idea de ir a montar no le pareció tan mala. Salió y caminó hasta el establo, tal y como su tío había prometido, el negro estaba empotrado en una esquina y no hizo escandalo al verla. Había un alazán y un color marrón junto a este, pero los otros caballos eran muy asustadizos y sólo se dejaban montar por su dueño.

Marinette se encogió de hombros mientras ensillaba al caballo. Su tío le había enseñado, no obstante tardó un rato al darse cuenta que se equivocaba en las riendas y el tamaño de éstas. Cuando solucionó el problema salió en el animal. Cabalgó un rato por el bosque. La montaña tenía una gran variedad de árboles y animales, así como flores. Tanto le gustó el paisaje que sacó su cuaderno de dibujo e hizo algunos trazos.

Estaba relajada sentada a la orilla de una de las ramas del rio que estaban cerca del pueblo, cuando una gota de lluvia mojó el papel de su cuadernillo. Sin evitarlo volteó a ver a lo alto, para después ser recibida por una buena rociada.

Se sacudió el cabello y se apresuró a guardar sus cosas. El caballo empezaba a incomodarse, pues se le veía agitado. Marinette le acarició la crin y la cabeza. Se apresuró a subir un pie al escribo para encaramarse, sin embargo el corcel se movió en un reparo. Un frondoso trueno sonó en el bosque causando un eco aterrador. El equino se movió desconfiado y en su relincho tiró a la chica al lodoso lecho.

La lluvia se intensificó. Marinette se recuperó de su shock ante la caía. Sólo la había empujado y caído desde su propia altura, pero le había dolido la espalda. Justo cuando se levantó sus ojos reconocieron a la luz de un relámpago una huella que comenzaba a borrarse por el agua. Era humana y a juzgar por su posición había emergido de la orilla. Siguió distraída las pisadas, las cuales ya se estaban borrando. No las había notado, ¿Serían de algún aldeano que había ido a pescar? Lo cierto es que no había visto a nadie por los alrededores.

Sus pensamientos se detuvieron al escuchar un gruñido por parte del caballo. Los dos se estaban enfriando y todo se había oscurecido de pronto, por lo que si no se apresuraba podría perderse. Esta vez pudo subirse sin problemas e hizo avanzar al garañón a un trote ligero. Más trueno adornaron la bóveda celeste y Marinette comenzó a sentir miedo cuando no fue capaz de identificar el frente.

No obstante, su corcel conocía el camino y fue cuestión de tiempo el que arribaran a la granja. Ubicó el establo rápidamente y cuando bajó el caballo cojeó un poco. Estaba por abrir cuando escuchó un alboroto. Los otros animales chillaban de vez en cuando y se escuchaban sus pasos de un lado a otro en los corrales. Como si estuvieran asustados. Abrió la puerta con cuidado, sujetando las riendas del negro y entrando lentamente.

Los animales alzaron las orejas al verla y comenzaron a mover la cabeza de un lado a otro y arriba hacia abajo, como si se alegraran de verla. Marinette sonrió, quizá sólo estaban asustados por los truenos; fuera de ello no había nada de qué preocuparse.

El establo estaba plenamente oscuro por lo que tuvo que dejar al corcel negro a medias e ir por una linterna, no podía desatar los nudos en la oscuridad. Caminó a una caja de acero y madera en la que su tío guardaba las herramientas. Estaba en la entrada así que conocía su posición a la perfección.

Marinette se agachó para tomar el objeto y de repente todo se quedó en silencio. Un escalofrió le recorrió la espalda justo cuando tomó la lámpara. De soslayo miró a su caballo, quien yacía a su lado, la bestia tenía la mirada fija al frente, con el cuerpo tenso y las orejas en lo alto. Entonces los otros caballos comenzaron a bufar y junto a sus ruidos su corazón se disparó.

Algo se había colado en el lugar.

Justó a ciegas algo con qué defenderse y encontró una llave de tuercas. En una mano fijó su linterna y en la otra su arma improvisada. Escuchó pasos, muy sutiles, pero los había. La morena se enderezó lentamente y encendió la luz para girarse con rapidez.

—¡¿Quién está ahí?! – iluminó al frente y alzó la llave, pero nadie estaba detrás. Sin embargo, los caballos continuaban inquietos. Marinette dio un paso e inspeccionó con cuidado. Aferró con firmeza su arma y avanzó lentamente. Los animales se mostraban reacios a tranquilizarse y un chillido por parte del alazán la alertó. La pelinegra se apresuró a iluminar una esquina, en donde descansaban las riendas, frenos y sillas de montar. Se acercó con parsimonia hasta que un ruido nuevamente la distrajo. Se había caído una cubeta y lo comprobó cuando la luz la hizo visible.

El caballo negro reaccionó al fin, relinchando temeroso y fue entonces que Marinette escuchó una respiración no muy lejana en su nuca. Hizo todo muy rápido, se giró con gracia y afianzó la llave de acero en el rostro del acosador. Sintió que daba contra algo y cuando quiso echar la luz el este le empujó posando una palma grande y pesada en su hombro. Marinette retrocedió y la linterna cayó al suelo, no obstante, el atacante también lo hizo, pues resbaló cuando el caballo negro se posó sobre sus cuartos traseros y elevó su figura en el aire, mostrándole su grandeza. Asustado por esto, el rufián retrocedió y tropezó con la cubeta dando contra el suelo.

La pelinegra se apresuró a coger la linterna, fijó al atacante y sus ojos se abrieron en sorpresa cuando al fin pudo verlo. Se trataba de un hombre, no muy viejo, con el cabello rubio y largo, su cuerpo aunque muy torneado y bien formado estaba lleno de cicatrices y lodo. Estaba desnudo de la cintura para arriba y no tenía zapatos, no obstante, llamó mucho la atención de la chica los rastros de sangre que había en su pantaloncillo, seguido de una herida en surco que atravesaba los músculos de su costado derecho.

Retrocedió asustada y chocó con el cuerpo de su caballo, quien lucía muy nervioso. Se dio media vuelta, dejó caer la llave, le había golpeado claramente en el rostro, pues tenía una marcha roja a la altura de la mejilla izquierda y parte de la órbita del ojo. Acarició el pelaje de su corcel y miró asustada alrededor. Estaba sola y a su lado un hombre herido.

Tuvo el impulso de saltar al lomo de su caballo y echarse a correr, pero… Su conciencia no se lo hubiera perdonado nunca. Marinette miró nuevamente al joven en el suelo. Tragó saliva y lo encaró, tomó una decisión, no podía ser tan desalmada, sin importar lo sospechoso que fuese todo esto.

Así que, sin darse cuenta todo inició.

Génesis: Dícese del termino griego que entra en la formación de nombre femeninos con el significado de "origen", "principio" o "proceso de generación."

Continuará…

Bien, bien, comenzamos con una ligera introducción. Más adelante se mostrara más sobre el desarrollo de los personajes y sus funciones. Cabe decir que es un AU por lo que no habrán kwamis, no obstante intentaré preservar lo más posible la forma de los personajes, dado que esto es un fic, no una apropiación, así que ya saben.

¿Merece un comentario?

Yume no Kaze.