Summary: A pesar de tener más de mil años, Sesshomaru probablemente nunca había tenido que tomar una decisión tan importante para su vida. Por un lado, estaba Rin: La había visto crecer hasta convertirse en la mujer que era, ganándose su corazón en el proceso. Pero por el otro, estaba Chihiro: La youkai que estaba destinada a ser su compañera desde su nacimiento. ¿A quien debía elegir?
Rated: M (por si acaso)
Advertencias: Esta historia puede llegar a contener violencia, pedofilia (el romance de verdad comienza cuando Rin tenga 15, no se asusten, pero hay que recordar la edad de Sesshomaru) y posibles lemon.
A lo largo de la historia, los bosques de Japón han observado muchas. Han visto guerras, dolor, desesperación, pero también amor y consuelo. Han visto desde simples campesinos a los personajes más emblemáticos y extravagantes. Han visto el nacimiento y la muerte de tantas criaturas que el número es imposible de definir. Han visto más cosas de las que ningún ser alguna vez ha visto o verá... Sin embargo, no podían evitar sentirse impresionados por la escena que se estaba desarrollando justo dentro de ellos. No todos los días una niña de 8 años se enfrentaba de una manera tan valiente (y estúpida) a un youkai.
-¡NO QUIERO IR!-exclamó ella. Las lágrimas de ira y desesperación desde hacía un tiempo ya se reblaban por sus mejillas, y ella no parecía tener ninguna intención de quitarlas.
-Rin,deja de comportarte como una niña caprichosa. Ya te dije que esto es lo mejor para todos-le reprendió el youkai, con la voz profunda y calmada que tanto lo representaba, pero su mirada decía claramente que su paciencia estaba empezando a rozar sus límites. El único motivo por el cual no había abandonado a Rin para que tuviera su berrinche sola era porque ya se había preparado mentalmente para esa reacción.
Jaken, aquel pequeño youkai verde, los observaba desde lejos, sin atreverse a decir nada de lo asombrado que estaba. Usualmente, el respeto que Rin le tenía al Señor Sesshomaru rozaba casi a la adoración, haciendo que la mayoría del tiempo no se atreviese siquiera a contradecirlo o dudar de sus palabras. Por lo tanto, la imagen de ella gritándole a su amo era tan impresionante que le había quitado el habla. Aunque, claro, hasta el momento el Señor Sesshomaru nunca le había pedido a Rin que los abandonara y se quedara en el pueblo de su medio hermano mestizo bajo el cuidado de esa vieja sacerdotisa. Aquello sin ninguna duda había tocado una cuerda sensible de Rin.
Rin se esforzó en sostenerle la mirada a su amo, haciendocele casi imposible por la intensidad de ésta. Podía sentir como su alma se marchitaba segundo a segundo y como su corazón se rompía en pedazos cada vez más pequeños con cada negativa de su amo. Ella no podía permitir eso. Ella, literalmente, vivía por el Señor Sesshomaru. ¿Como podía abandonarlo, incluso con la promesa de visitas continuas? Imposible. Tenía que evitarlo a toda costa.
Sesshomaru no podía creer que estuviera discutiendo con una niña. De no haber sido su Rin, lo más probable es que hubiera eliminado a la molestia desde hacía mucho tiempo. Porque si, ella era suya, sin importar si se separaban o no. Su vida entera le pertenecía, y él no podía evitar sentirse mas satisfecho por ello. La devoción de aquella chiquilla le llenaba más que la de cualquier otro servidor que pudiera tener nunca, incluso cuando ella no le era útil en nada práctico.
A él también le dolía tener que dejarla, aunque nunca lo admitiría en voz alta. Con el tiempo se había acostumbrado a su voz (nada melodiosa, por cierto) cuando cantaba cualquier cosa que se le viniese a la cabeza; a sus grandes y casi saltones ojos que lo apreciaban cuando ella creía que estaba dormido; e incluso a su olor, que era demasiado agradable y reconfortante para un ser humano. Pero él sabía que la vieja sacerdotisa tenía razón: No era correcto que ella siguiera a su lado. No solo por el echo de que ella era un humano y él un youkai, sino también porque cada vez era más obvio que lo inminente estaba llegando: Rin estaba creciendo. Ya iban dos veces que ella le pedía que le permitiera parar en algún pueblo para pedirle a una modista que le bajara el ruedo de su yukata, ya que este le quedaba cada vez más corto. Para cuando menos lo pensara, ella ya no se conformaría con simples yukatas, sino que querría kimonos de seda, adornos para el cabello y maquillaje. Y la verdad, él no tendría ningún problema en otorgarle todos sus deseos. Era lo que seguía lo que le había hecho tomar aquella decisión tan drástica: Ella querría encontrar un compañero (o esposo, como los llamaban los humanos) y finalmente, abandonarlo. Y él no estaba seguro de si podría aceptar aquello.
Por eso era mejor que se quedara en el pueblo de su medio hermano. Ahí tendría un techo, alimentos y protección, y él se encargaría de que nada le hiciera falta. Después de un tiempo, sus visitar se volverían menos frecuentes, y para cuando se diera cuenta, ya no la extrañaría, y ella se convertiría en un bonito recuerdo que duró poco, y ella encontraría algún señor importante que se enamore de ella y le brindé una familia y felicidad. Era lo mejor para todos los involucrados.
Pero ella no parecía querer entender eso.
Rin se dio cuenta de que la técnica que estaba utilizando no era muy efectiva, así que decidió cambiarla. En vez de utilizar los gritos y los berrinches, hizo uso de su último recurso: suplicar.
Intentó calmarse (sin mucho éxito) antes de acercarse temblorosamente hacia su amo, sin despegar sus ojos de los de él. Para cuando llegó justo enfrente e él, que tenía que llevar toda su cabeza hacía atrás para poder sostener su mirada, se dejo caer de rodillas. Nuevamente, su mirada era demasiado intensa como para seguir manteniéndola, por lo que abrazó las piernas de su Señor y enterró la cara en su hakama blanco, sin poder dejar de sollozar violentamente.
-Por favor-el sonido sonaba amortiguado por la gruesa tela-. No me haga abandonarlo. No podré soportarlo.
Sesshomaru no pudo evitar más los ojos con sorpresa. Usualmente, Rin nunca lo tocaba para nada. Siempre había sido él el que había comenzado cualquier tipo de contacto físico, aunque la única vez que lo había hecho de una manera afectuosa fue cuando ella había sido revivida por la piedra Meidou. La imagen de Rin arrodillada frente a él suplicándole no pudo hacer más que hacerle sentir algo que hasta el momento nunca había sentido: Remordimiento.
¿Será posible que en serio no pueda soportar separarse de mi? ¿O es solo costumbre? pensó Sesshomaru. No le gustaba la idea de que Rin se sintiera cómoda con él por simple costumbre, pero era una posibilidad. Estuvo a punto de volver a abrir la boca para decirle que dejara de ser tan estúpida y se levantara para poder llevarla con la vieja sacerdotisa, pero cuando volvió a verla, toda su resolución se evaporó.
Toda su vida, desde que era tan solo un niño, se le había enseñado algo: Si lo deseaba, no había nada que no pudiera hacer. Y él llevo muy en práctica aquellas palabras. Todo el poder, fuerza y reconocimiento que había conseguido a lo largo de su vida fue porque el se mentalizó de esa manera. Podía llegar a sonar arrogante, pero él no se preocupaba por eso. Era capaz de hacer cualquier cosa. Y de no ser así, encontraría la manera, sin importar cual fuera el costo. Pero después de aproximadamente 1000 años (los había dejado de contar despues de los 200), encontró algo que no podía hacer: dejar a Rin.
Ese hecho le asustaba más que cualquier cosa a la que se haya enfrentado. En toda su vida, él nunca había sentido apego de algún tipo hacia nadie, incluso sus padres. Siempre había estado solo porque así era como le gustaba estar. Necesitar a alguien era algo impensable para él. Solo le podía llevar problemas, aún más si se trataba de algo tan efímero como un ser humano. ¿Como era posible que alguien tan pequeño, débil e insignificante pudiera hacerlo sentir de esa manera? ¿Que tenía esa niña de especial? No podía saberlo. Lo único que podía asegurar era que no podía separarse de ella. Sería como andar por el mundo con un dolor profundo en el pecho por el resto de su vida (que prometía ser muy larga).
Decidiendo que lidiaría con esos pensamientos en algún otro momento que se encuentre en la intimidad, agarró a Rin de los hombros y la separó suavemente de él. Ella lo volvió a mirar con aquellos grandes ojos marrones, ahora un poco rojos por el llanto, haciendo que la decisión fuera definitiva.
-Está bien. Quédate.
Y para que no creyera que estaba enfadado con ella (más bien, estaba enfadado consigo mismo por ser tan débil), le dio una palmadita en la cabeza, como si fuera un perrito. Eso de dar afecto no era lo suyo, pero hacía lo que podía. Sin quedarse para ver la mirada de felicidad absoluta de Rin, emprendió el camino hacía el pueblo de su medio hermano, para avisarle a la vieja sacerdotisa el cambio de planes.
Viendo como su amo se perdía entre las inmensidades del bosque, Rin se quedó un poco paralizada. Había funcionado. Se iba a quedar con su amado Señor. No iba a tener que abandonarlo. Las lágrimas seguían rodando por sus mejilla, pero esta vez por felicidad y alivio, aún sin poder creer su suerte. Deseaba quedarse ahí quieta por un rato, simplemente regodeándose de su victoria. Pero se había olvidado de un molesto Youkai que se escondía entre los matorrales de alrededor.
-¡RIN! ¡No puedo creer que hayas sido tan rebelde e irrespetuosa con el Señor Sesshomaru!-empezó a regañar Jaken, casi tropezándose con su báculo de dos cabezas, pero incorporándose nuevamente. Sabía que eras una mocosa irreverente, pero no hasta ese punto. Agradece que el Señor Sesshomaru de seguro se encontraba de un muy buen humor, porque de no ser así, de seguro te hubiera matado dese la primera vez que abriste tu boca para contestas de una manera tan grosera. Nunca entenderé porque no simplemente te elimina como la malcriada que eres...
La charla continuó por mucho tiempo, pero ella ya no le estaba prestando atención. Ella solo podía pensar en lo agradecida que estaba de que su amo le permitiera acompañarlo por más tiempo.
Mientras tanto, Sesshomaru viajaba rápidamente entre los bosques, sin deseos de demorarse demasiado. Solamente le diría a la vieja sacerdotisa que se quedaría con Rin, sin importar lo que ella opinara. Sin embargo, aunque intentó evitarlo, no pudo evitar ponerse a pensar sobre su situación actual.
En primer lugar, ahora que había decidido quedarse permanentemente con Rin, tenía que tomar su seguridad con más seriedad. Ella no podía seguir acompañandolo a sus viajes, por mucho que la idea le desagradase (tanto a ella como a él). Lo mejor era que todos volvieran a su palacio, donde no había puesto un pie en más de cinco años. Además, ahí podía contratar profesores y tutores que le enseñaran todo lo que necesitara. Si deseaba quedarse con él, debía aprender a comportarse como la protegida del Señor de las Tierras del Oeste.
También debía pensar en lo que haría en un futuro. Por el momento, todo podía quedarse tal y como estaba, pero una vez ella fuera lo suficientemente mayor, debía encontrarle una pareja, por mas que la idea le molestara. Además, era preferible que él mismo escogiera al mejor humano para el puesto a que ella misma administrara todo ese asunto. Conociéndola, no tendría el corazón para rechazar al primer campesino que decidiera cortejarla, y ella valía mucho más que eso. Él se encargaría de que fuera un humano provisto de tierras, poder y dinero más que suficiente para que pudiera proveerla de todo lo que necesitara y deseara. Y de no poder encontrar al candidato, la solución era muy sencilla: no se casaría y permanecería en el palacio. Bien era cierto que una mujer mayor soltera era una desgracia, pero él no permitiría que nadie hablara mal de ella, y si lo hicieran, pagarían caro.
Tan perdido se encontraba planeando el futuro de Rin, que no se dio cuenta de que ya había llegado a los límites del pueblo. La vieja sacerdotiva se encontraba en la entrada, justo donde habían quedado para entregarle a Rin. Cuando lo vio, de inmediato sonrió e intentó mirar detrás de él, como si esperara que Rin estuviera agarrada a a su mokomoko, pero al ver que se encontraba solo, aquella sonrisa se borró por una mirada suspicaz.
-Veo que te dejaste llevar por el llanto de la niña-comentó ella, como si ya supiera exactamente lo que había pasado.
-Eso no es asunto suyo, sacerdotisa. Estoy aquí solo para avisarle que Rin permanecerá conmigo.
Eso era todo lo que tenía que decir. No tenía porque darle más detalles o excusarse ante esa mujer, así que simplemente se dio la vuelta para volver a donde había dejado a Rin, Jaken y Ah-Un. Pero entonces escuchó la calmada voz de la mujer.
-Es su decisión, Señor Sesshomaru. Solo espero que no sea algo de lo que se arrepiente después.
Sin decir nada, Sesshomaru se retiró, escuchando los pasos un poco desanimados de la sacerdotisa que se devolvía al pueblo. Por dentro, él esperaba lo mismo.
Volviendo al claro en el que se encontraban los demás, Rin estaba recogiendo flores y tejiendolas en una corona mientras cantaba más alegre que nunca, mientras Jaken estaba sentado sobre Ah-Un refunfuñando por la falta de disciplina de la niña. Justo estaba diciendo algo bastante grosero sobre ella cuando sintió una piedra que impactaba dolorosamente sobre su cabeza, mientras que Sesshomaru entraba en claro.
-¡Señor Sesshomaru!exclamaron los dos al mismo tiempo.
Sesshomaru los miro fijamente por unos segundos, antes de caminar en dirección al Oeste.
-Nos vamos.
Sin cuestionar ni un solo segundo las ordenes de su amo, Jaken y Rin (que se había montado en la espalda de Ah-Un) lo siguieron.
¡Hola!
Bueno, esta es mi primera historia de Inuyasha. He decidido hacerla Sesshomaru/Rin simplemente porque es mi OTP (One True Pairing, osea, mi ship favorito).La trama de esta historia aun no esta bien formada en mi cabeza, pero decidí publicarla antes de que me arrepintiera. Dependiendo del recibimiento que tenga, así va a ser las actualizaciones, aunque tambien depende de mi tiempo e inspiración.
Éste prólogo es solo como para explicar que aquí Rin no se quedó con Kaede, sino con Sesshomaru. Tengo planeado que sea un fanfic largo, así que la verdad no tengo mucha prisa por ir directamente a la trama.
En cuanto a la edad de Rin, creo que todos tenemos una edad con la que nos sentimos cómodos leyendo el romance entre esos dos. Usualmente son 18 años, pero hay que recordar que en la época en la que se desarrollan las cosas era normal ver una una niña de 13 años ya casada y embarazada. Es por eso que yo decidí que Rin tendrá 15 años, que es un equilibrio entre las dos. Perdóname si eso te hace sentir incomodo/a.
Chihiro (leer summary) va a ser uno de los personajes principales, pero aun falta un poco para que ella haga su aparición.
Por el momento, no se me ocurre nada más que agregar aquí. Solo espero que les agrade y decidan seguir leyéndola. Recuerden dejar un comentario para alegrarme el dia!
