Nada es mío. Personajes de Meyer e historia de Norae Blanco.


Alice, la rarita freak de la universidad, la estrafalaria y solitaria Alice Brandon… cada día me sorprende más.
Ayer por la tarde, paseaba por Gran Vía abstraída, probablemente repasando mentalmente todos los pasos y resultados de su último trabajo de cronobiología intentando descubrir dónde estaba el fallo que había cometido y que le había llevado al suspenso.
No obstante, no se comportaba como de costumbre. No se fijaba en nada. La vista clavada en el suelo, los brazos paralelos al cuerpo y sus pies caminando sin dirección específica, siguiendo una trayectoria irregular a un ritmo constante. No movía los labios, ni cerraba los párpados para sentir el viento en el rostro. Tampoco se acariciaba el pelo ni se ajustaba las gafas.
Yo la observaba desde la esquina siguiente de la manzana. Iba a cruzar el portal de mi edificio cuando la vi venir por la avenida. Cerré la puerta y me apoyé en la pared de al lado.

Siempre me ha hecho gracia esa chica, tan inquieta y dinámica… mirarla es como posar la vista en el mecanismo rápido y preciso del gigante reloj de una iglesia. Ella es pura armonía acelerada. Sin embargo en ese momento, andaba lentamente, sin otro movimiento más que el de sus piernas al caminar. ¿En qué estaría pensando?
Giró a la derecha, un patio antes del portal de mi casa, y entró en Matt&co, la boutique más extravagante y cara de la ciudad, mirando al frente y con una sonrisa en la boca. Me llamó mucho la atención, pues parecía segura y cómoda entrando allí. Ella no es una precisamente del tipo de mujeres que emplean demasiado tiempo y dinero en su imagen.
Me mataba la curiosidad y la extrañeza y quería saber qué hacía. Estuve tentado de echar un vistazo a través del cristal del escaparate pero me contuve, no quería llamar su atención.
Pasados diez minutos, me sentía estúpido. Así que giré hacia mi portal dispuesto a entrar. Entonces, Alice salió de la tienda y ambos nos quedamos frente a frente. Se había comprado una ridícula capa verde con caperuza y había salido de la tienda con ella puesta. Su pelo negro y sus ojos verdes – se había quitado las gafas - resaltaban bajo la capucha. Parecía un duende, menudita y con los labios rosados.

Me sorprendió el brillo de sus ojos y me quedé callado, mientras Alice, olvidando su habitual timidez, canturreó un "Hola Jasper". Se puso de puntillas y me besó la punta de la nariz.
No pude evitar sonreírle. Sería extraña, sería un bicho raro, pero en ese momento parecía un duende y me resultaba irresistible, perfecta.
Levanté un brazo para posarlo en su cuello y desilazarla hasta abajo, para besar sus labios. Pero apenas había estado dos segundos observándolos cuando se encogió y salió corriendo por la calle.

Me dejó antontado frente al portal de mi casa, deseando más y más de ella. Por un momento me entró la vena romántica y pensé ¿será esta mi historia? ¿y si vale la pena? Siempre he creído que cuando aparece la primera duda es la señal que se necesita para intentarlo. Así que salí corriendo detrás de ella. Mientras corría, pensé que estaba loco, que esa es de la clase de cosas que se hacen en las películas y yo no era Richard Gere y tampoco estaba enamorado como para perder el culo por Alice. Entonces, ¿qué impulsaba mis piernas?
Me llevaba ventaja y creí que estaba huyendo de mí, pero en ese momento se giró y me dedicó una sonrisa traviesa. Me desarmó totalmente, así que apreté la marcha. Ella torció la esquina y cuando lo hice yo, allí estaba esperándome apoyada de forma casual sobre el capó de uno de los coches.

Me faltaba el aire, estaba cansado y el deseo me ardía en el pecho, pero no podía reaccionar, ni siquiera sabía qué hacer ni decir. Ya no me importaba llamar su atención y la miraba con descaro y desvergüenza. Ella arqueó una ceja. La verdad es que Alice me vuelve realmente loco. Se quitó la caperuza y se soltó la coleta del pelo. El pelo le bailó por unos intantes y luego quedó suelto, colgando sobre sus pechos.
Ella sacó del bolsillo unas llaves, se incorporó y, tras acercarse a mí con delicada promiscuidad, las depositó en mi mano. Tardé poco en descubrir que estábamos frente al patio de su casa. También tardamos poco en subir los cinco pisos y acabar tendidos en la cama.
Ahora su ridícula capa verde está tirada por el suelo, en algún rincón de la casa. Ella está asomada a la ventana, desnuda y quieta, observando como anochece en la gran ciudad. Y yo, tumbado en la cama la miro y me pregunto dónde está la rarita freak de la universidad y qué ha sido de la estrafalaria, inquieta, solitaria y tímida Alice Brandon.
¿Sería un disfraz? ¿Una mera fachada para ocultar el diamante en bruto que es en realidad? ¿O simplemente trata de protegerse del mundo?
Tampoco tengo muchas ganas de descubrirlo, prefiero que lo haga ella…

Sorprendiéndome cada día un poquito más.