La adopción al clan Kuchiki no fue como ella hubiera esperado, definitivamente no deseaba una gran fiesta de bienvenida por que ya era sabido que algunos de los mayores no deseaban su ingreso, pero tampoco se completamente ignorada desde el primer día. Al responder con "si acepto ser adoptada" se embarco en un loco viaje y su vida cambio por completo. Primeramente tuvo que dejar el cuarto que compartía con Renji en el primer distrito del Rukongai y vivió por casi un año en un cuarto dentro del Seireitei mientras terminada algunas materias de la academia, todo el tiempo era vigilada por sirvientes que solamente le hacían reverencias.
No era que le molestara no haberse graduado inmediatamente, como le habían prometido, ni que sus compañeros de clase hablaran a sus espaldas llamándola la "paloma de Rukongai" o la princesa de los Kuchiki, el soportar los comentarios mal intencionados a sus espaldas ya era normal para ella, primero por ser del Rukongai y después por formar parte una de una de las más nobles familias sino, que su nuevo hermano jamás había vuelto ni tan siquiera a verla de nuevo a preguntar cómo se sentía y que por su nuevo "estatus" ya no se le era permitido hablar con Renji y aun mas, él no había hecho el mínimo esfuerzo de intentarlo incluso cuando se cruzaban en el patio principal. Recibió la primera lección que modificaría por siempre su personalidad, no importaba cual era su origen o su lugar… todo era igual… siempre estaría sola.
Llego el día angustiosamente esperado en el cual dejaría la academia y se mudaría a la a la casa de los Kuchiki, las expectativas que tena sobre su recibimiento fueron acertadas, la mirada severa y fría de Byakuya le helo el cuerpo y cualquier esperanza por mínima que fuera de tener un hogar fue desplazada de su mente.
- Muchas gracias, Nee-sama—fue lo único que pudo pronunciar acompañado de la máxima reverencia que había aprendido en el último año, él solo la miro y sin pronunciar una sola palabra continuo su camino.
-Le mostrare sus habitaciones, sería tan amable de seguirme… -Fueron las palabras que la regresaron a la realidad y la hizo olvidar por algunos segundos el sentimiento de inferioridad que la había embargado, un sentimiento que ni cuando vivía en las calles del Rukongai había sido tan fuerte.
En verdad era grand, podían caber diez o más cuartos como el que vivía con Renji en él, Renji… volvió a ocupar su mente, el recuerdo de él aun le dolía y tal vez nunca lo perdonaría por haberla dejado ir. El siguiente año fue igual que el anterior, el tiempo pasaba entre las clases de Kidō, Bakudō y de cómo se debía de comportarse alguien de la nobleza, pero aun así apenas hablaban con ella por lo que aprendió a ser mas callada que antes, por lo alcanzaba a oír de los subordinados de Byakuya aun Renji y sus demás compañeros no salían de la academia, cuando mucho algunos eran puestos a prueba en diferentes escuadrones mientras ella ya tenía un lugar seguro en el onceavo escuadrón.
La relación con Byakuya fue igual de fría como el primer día por lo que pudo indagar sus habitaciones estaban alejadas de las suyas y pocas veces se adentraba a indagar por si solo en la casa, por la noche compartía la mesa con él, solo el silencio reinaba se empezó a acostumbrar y aprendió a respeta a su hermano, mas como un padre severo que alguien cercano. Solo esperaba poder ingresar a su escuadrón y salir de ese encierro al cual el destino la había arrastrada. Más de una vez dudo si ese hombre en verdad se había casado y llego a compadecer a la pobre mujer que había vivido con él, continuaba preguntándose el por qué fue adoptada y añoro la posible vida que tendría al lado de Renji en el Rukongai.
