El propósito era recopilar muestras del suelo de Cerbero, uno de los satélites de Plutón, para ser estudiados de vuelta en la Tierra. A pesar de no ser una misión exactamente complicada, todo mundo tenía un gran interés en ella, pues sería la primera en toda la historia en recorrer una distancia de esa magnitud.
Eran tres hombres los que tripulaban la nave: Takashi "Shiro" Shirogane, estudiante de Garrison y piloto estrella, Matthew Holt, compañero de Shiro y el más joven de los tres, y su padre, el profesor Sam Holt, una de las mentes más brillantes de nuestro siglo.
Se trataba de una tarea sencilla de recolección y transporte, con poco margen de error y de relativamente corta duración. Después de todo, la Academia entrena arduamente a sus miembros para esta clase de cosas. Pero algo salió mal. Según los reportes oficiales, la nave se estrelló contra la superficie de Plutón, producto de procedimientos negligentes por parte del piloto. Todos comenzaron a lamentar la memoria de los desafortunados tripulantes pues dieron por sentado que así había ocurrido.
Yo no.
Era una misión ligera, llevada a cabo por personas extremadamente capaces, que poseían una preparación extraordinaria. Sé que se habrían asegurado de hacer todo lo posible por regresar, por pedir ayuda, por emitir una señal, un mensaje. Pero nada. No se encontraron los restos de la supuestamente accidentada nave, ni de su tripulación.
Intenté hacer ver a los demás que había algo que no nos estaban diciendo, que en Garrison sabían más de lo que admitían, pero hicieron caso omiso a mis palabras. Después de todo, ¿qué razón existiría para mentir?
Una mujer quedó destrozada y una joven, huérfana. Y yo, bueno, yo perdí lo más cercano que he tenido a una familia. No pudimos hacer más que sufrir en silencio nuestras pérdidas, pues los oídos de Garrison se taparon en la negación.
Ha pasado un año ya desde que la misión lanzada a Cerbero se perdió y la Academia ha defendido fervorosamente su versión.
Dicen que los accidentes le ocurren a cualquiera, sin importar cuántas precauciones se tomen, pero me niego a creer que es así. Me niego a creer que vidas tan importantes terminen abruptamente. Probablemente fueron sólo mis miedos los que me llevaron a pensar de esta manera, sea como haya sido, nunca abandoné la esperanza.
Y ahora menos que nunca.
Las escrituras que encontré en una cueva anunciaban que algo pasaría esta misma noche, que algo llegaría desde el cielo. Necesito presenciar el suceso, incluso si lo que cae es un meteoro o una bomba, debo hacerlo. No consigo entender por qué, pero siento que existe una posibilidad de ver sanos y salvos a Shiro, a Matt y a Sam.
A través de mi ventana, veo una luz surcando el cielo y sé que ha llegado la hora.
Abandono la cabaña y me monto al deslizador, me acomodo la bandana de manera que cubra mi rostro, hasta llegar a mis pómulos. Al arrancar, me doy el lujo de admirar el paisaje que recorro con velocidad. Es una noche preciosa, de cielo despejado y plagado de estrellas. El terreno es un tanto sinuoso pero me he acostumbrado, al punto de encontrar cierta belleza en él. Después de todo, éste es mi hogar. El helado viento me alborota el cabello y me alegro de usar la bandana pues, de no traerla puesta, mis mejillas pagarían las consecuencias. Algo no muy agradable.
Al llegar ahí veo que el equipo científico de Garrison se me ha adelantado. Un leve contratiempo, pero nada que no se pueda arreglar. Primero que nada, necesitaré una distracción para llegar hasta el HAB que ya han instalado, éstos sujetos sí que trabajan. Con un par de explosiones menores deberá bastar.
Me apresuro dentro del HAB y veo varios científicos aglomerados entorno a una mesa de exploración, donde yace alguien aparentemente inconsciente. Sin dudarlo, los derribo y corro hacia la desconocida figura del centro, aún dormida. Sostengo su barbilla y le muevo para apreciarle mejor.
Mi corazón da un vuelco.
"¿Shiro?", me escucho cuestionar al aire.
Con el tiempo apremiándome y como puedo, rodeo mis hombros con uno de sus brazos y me dispongo a abandonar el lugar. Me vuelvo hacia la puerta, donde ahora hay tres personas bloqueando la salida. Afortunadamente, parecen ser estudiantes y estar desarmados. Lucen tan desconcertados como yo.
''No, no. No, no, no." Uno de los muchachos, de tez morena y aire altivo, se adelanta apartando la mesa de su camino y levanta a Shiro por su brazo derecho, apoyándolo en sus hombros, ''Yo voy a salvar a Shiro. ''
Al menos parece que tenemos el mismo objetivo.
''Uh, ¿y tú eres?'', le pregunto al joven.
"Lance." El chico parpadea un par de veces, visiblemente irritado. ''Solíamos ir en el mismo curso en Garrison…" se nota que esperaba una bienvenida más acalorada.
''Oh, ¿de verdad?," cuestiono, genuinamente curioso, "¿eres un ingeniero?''
"¡No! ¡Soy un piloto!," hace una pausa. Sin duda, espera mi respuesta, "solíamos ser rivales, ¿sabes?"
Supongo que mi expresión basta para que entienda que, en efecto, no lo sé.
"Lance y Keith, cabeza a cabeza…"
Y de pronto, su recuerdo me cruza la mente como cachetada, este sujeto siempre tuvo una habilidad especial para irritar a todos a su alrededor.
"Oh, sí, ya te recuerdo. ¡Eras un piloto de carga!" digo, con un dejo de molestia pues, a pesar de que me encantaría tomar una taza de té, Lance, en caso de que no te hayas dado cuenta, estamos en medio de algo.
"Bueno, ya no más. Ahora soy piloto de batalla, gracias a que te echaron de la Academia," el aire de suficiencia en sus palabras no mejora la impresión que ya tenía de él. Golpe bajo, chico, golpe muy bajo.
"Pues felicidades." Y con esto espero dar por terminado el asunto, al momento en el que me dirijo a la salida con Shiro aún en mis hombros y Lance sosteniéndolo de su otro costado.
Subo a Shiro a mi deslizador con ayuda del muchacho y me dispongo a arrancar, pero la vida tiene otros planes para esta noche y los otros chicos que vi en la entrada del HAB proceden a imitarme, en compañía (por supuesto) del Sr. Te Echaron de la Academia. No pretendo ofender a nadie, pero obviamente estoy llevando peso muerto.
"¿Esta cosa nos aguantará a todos?" pregunta el más pequeño del grupo.
"No," respondo. Porque no planeaba que "todos" fuesen cinco nada ligeras personas, si me permiten.
Sin embargo, no hay tiempo para discutir. Los de Garrison ya han notado nuestra presencia y, con ella, la ausencia de Shiro. Se dirigen hacia nosotros a toda velocidad y, por más que odie la idea, no me puedo permitir el abandonar a mi carga extra, dejándolos a su suerte. Me aseguro que todos estén abordo y, sin dudarlo más, arranco el deslizador.
Aunque hay cerca de cien personas armadas pisando nuestros talones y que ahora deberé poner a salvo no a una, sino a cuatro personas, me siento bien.
No logro evitar pensar en Matt y en su padre, preguntarme en dónde y cómo estarán. Volteo hacia el cielo, como si éste me pudiese responder. El sonido de un leve quejido me arroja de vuelta a la tierra y caigo en la cuenta de que Takashi Shirogane, a quien se creyó muerto hace un año, se encuentra en mi deslizador, a poca distancia de mí.
Reprimo las lágrimas. A pesar de haber desaparecido por sólo un año, el dolor lo hizo parecer una eternidad. Shiro fue mi mentor, mi hermano y el haberlo perdido me desgarró todas las noches. Pero ahora él está aquí.
Y sé que estará bien.
