Es como gritar sin que nadie te oiga...

Casi te sientes avergonzada de que alguien sea tan importante, de que sin él te sientas como si no fueras nada...

Nadie podrá entender cuánto duele, te sientes sin esperanza, como si nada pudiera salvarte...

Y cuando todo termina y él ya se ha ido, hasta deseas que todo lo malo regrese, para que, al menos, también puedas tener lo bueno de vuelta...

Lo que viene después. Las sonrisas de disculpa. Las miradas de corderito degollado. Esas palabras de disculpa a media voz. Esos rápidos abrazos que duran solo unos pocos segundos. Pero en los que ambos podéis sentir el temblor en los brazos del otro y las mutuas respiraciones entrecortadas... Solo por una mirada, solo por una sonrisa, solo por sentir el olor del otro durante unos segundos, solo por eso valían la pena las discusiones...

¿O no?

No lo sabes. Hay momentos en que sientes que no puedes mas. Había momentos en que las discusiones que se sucedían (demasiado, en ocasiones), por tonterías, por nimiedades, te superan.

Pero, al fin y al cabo, sin ese brillo que despiden sus verdes ojos cuando simplemente te mira... Sabes que no podrías vivir sin eso. Sin lo que te hace sentir.

Es como gritar sin que nadie te oiga...

Quieres decirlo y no sabes como. Quieres gritarlo al mundo. Tu crees que lo demuestras, pero por lo visto no se te da bien demostrar los sentimientos. Te dan ganas de llorar. Te da miedo. Miedo de comenzar a ser vulnerable, de sentirte débil. Pero amar a alguien no es ser débil. ¿O si?

Casi te sientes avergonzada de que alguien sea tan importante, de que sin él te sientas como si no fueras nada...

De que solo él consiga hacerte sentir mejor. De que solo él pueda animarte hasta en los peores momentos. De que solo él, con sus tonterías, te haga sonreír.

Nadie podrá entender cuánto duele, te sientes sin esperanza, como si nada pudiera salvarte... Duele no poder decirle lo que sientes, ¿verdad? Pero cuando ves que el se acerca, te sonríe y ríe, te roza y te hace reír... Sientes que vale la pena.

Y cuando todo termina y él ya se ha ido, hasta deseas que todo lo malo regrese, para que, al menos, también puedas tener lo bueno de vuelta...

Te gusta tanto tenerlo a tu lado, incluso cuando discutís, cuando frunce el ceño, cuando se pone rojo del enfado.

Es como gritar sin que nadie te oiga...