Pasiones desencadenadas.
Declaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen si no a la grandiosa Rumiko, esta historia es sin fines de lucro, inventada y sólo escrita para divertir.
Kagome que había perdido su felicidad a su suerte, no entendía como en un golpe del destino, conoció a ese hombre que con una sola mirada provocaba que flaquearan sus piernas, ¿Quién rayos era él?
Capítulo I.
—No te vayas. — pronunció temerosa, mientras colocaba el torso de su mano en la comisura de sus labios.
— ¿Acaso escucho, cierta tristeza en tu voz? — cuestionó de manera altanera el hombre que tenía delante.
—Yo solo…—
—Déjalo ya Kagome. — interrumpió calmado, mientras elevaba su mano.
—Sabes que yo no te engañe, no pretendía que pasase nada. — se defendió herida, odiaba que dudara de ella.
—Lo único que aprendí, es que no debo confiar ni en mi propia sombra. — rebatió empezando a perder la calma.
—Pero…—
Los ojos del hombre centellearon con una cólera que apenas se palpaba en el ambiente, Kagome se sujeto de su falda con fuerza, no era momento de alterarse, debía mantenerse serena ante un hombre como él.
— ¡Kagome! De una maldita vez, entiende. No podemos seguir así. —sentenció duro, dándole la espalda de manera fría, tan característico de él.
—Kouga, ¡espera por favor! — rogó desesperada, mientras aquel hombre de ojos azules la mutilaba desde lejos.
.
Abrió los ojos repentinamente y estaba sudando, el calor estaba cobrando sus exorbitantes cuentas y aquella remembranza parecida a una pesadilla no había ayudado en nada a levantarse de mejor humor, había terminado simplemente despertándola. Se levantó, se tallo los ojos y observó el reloj.
—04:20 de la mañana, esta semana parece prometedora. — se dijo para consolarse, atrapada en la pesadez de la madrugada.
Bufó molesta, se acercó a su estante para mirar su reflejo por milésima vez en su vida, ojos chocolates que contrastaban con sus profundas ojeras, cabello revuelto y tez blanca que casi le tiraba al color níveo. Caminó con lentitud hacía la puerta, y al salir divisó la figura pequeña de su tía enojada.
—Kagome, ¿qué haces despierta tan temprano? — reprochó.
—Voy al baño. — contestó huyendo de su mirada.
Si… Ella que todo lo había perdido, a su familia, su hogar, ahora a su ya reciente "ex" novio, era un milagro que quisiera levantarse, arrastró los pies hasta llegar al baño. Allí se lavo la cara, notó un lunar un poco arriba de su labio superior y bajó la mirada con un pequeño suspiro, ¿Qué intentaba dándose ánimos en su belleza? No se gustaba de ninguna manera… Se talló los brazos en busca de su propio consuelo y sintió el sudor corriéndole por el cuello, recordó el rostro de su madre y, sollozó frente a su reflejo como una cría de 5 años, esperando un milagro.
Salió del baño y se detuvo a observar el pasillo que la guiaba a su habitación de su "nuevo hogar", nunca se acostumbraría, los colores, los aromas, las personas que entraban y salían eran tan diferentes, miró la ventana que daba hacia el porche y entonces entre toda la oscuridad y algunos postes de luz aliados a su visión, divisó un carro que llamó su atención, parecía nuevo y lujoso, y recargo por un momento su cabeza en el marco de la ventana. Sus ojos dibujaban ese auto, estacionado al lado de esa calle maltratada, los vecinos no eran muy amables desde su punto de vista, no había flores por ningún lugar, ni mascotas que consentir y suspiró por segunda ocasión, o tercera, había perdido la cuenta.
—Que patético vecindario. — clasificó y fue hasta su habitación.
Una vuelta, otra vuelta, y otra más, y se rindió, no podía dormir.
—Maldito fiasco de vida tengo. — pronunció dolida, golpeó la almohada, prendió la radio con el volumen bajo, y se detuvo en una estación donde curiosamente había recepción de cabina, oyó una canción de sonido triste pero en ningún segundo presto atención a la letra y deseó llorar.
Cerró los ojos y recordó la sensación de su ex novio, abrazándola, besándola, escucho de sus labios jurarle amor eterno. Se sobresaltó y al salir de su habitación, se sorprendió de ver a su tía con unos platos de comida exótica hacia el living, y al hacer ruido con la puerta, la pequeña figura clavó su mirada fija en ella, reprochando la interrupción de la reunión que tenía al lado de su nuevo cliente.
Sí tía Kagura que se dedicaba a embaucar a los hombres con sus finos atributos, con su porte elegante, había resumido que de forma futura tendría como mantenerse, no le hacía falta dinero, podía darse muchos de los lujos que terminaban sorprendiéndola, pero con respecto a sus clientes era muy quisquillosa, tenía reglas bien establecidas, y una de ellas era que Kagome no debía de salir de su habitación mientras los atendía, pero hoy particularmente no había detenido a pensar que había roto accidentalmente esa regla y de reojo observó a un hombre de espaldas sin su camisa en medio de la sala.
Enfocó los ojos intrigada, tenía una espalda atlética y en un intento desconcertante intento calcular su estatura, era definitivamente mas alto que Kagura, se encontraba descalzo, le llamo la atención un anillo que lleva en su anular, tal vez ese hombre era… ¡Casado!
Tragó con dificultad, nerviosa de haber presenciado una escena así y corrió de regreso a su habitación. Negó con la cabeza acostada, nunca entendería a su tía.
—Me pica la curiosidad, pero me han prohibido husmear. — se reprendió a su misma dándose un golpe en su sien.
Escucho ligeros jadeos, y… ¿gemidos? Avergonzada, cerró sus ojos y se tapó los oídos, ¿hoy definitivamente tenía que estar despierta para escuchar de manera oficial el trabajo de Kagura?
—¡Que vergüenza! — pensó alarmada.
Y un pensamiento fugaz, cruzó su mente.
.
—Kouga, para. — pidió asustada por su respiración asustada.
—Vamos Kagome, todas las parejas en este nivel, lo hacen. — sonrió para convencerla.
—No sé porque lo estoy dudando. — suspiró cerrando los ojos.
—Así es, ahora levántate un poco. — le susurró a su oído, mientras ella se perdía en su voz…
.
Sonrojada por sus pensamientos, no se dio cuenta de cuanto tiempo había pasado, definitivamente no era momento para recordar actos de su pasado que le enfebrecían su rostro, se levanto de su cama, salió de su habitación y lo que encontró no se parecía en nada a lo que había visto hace un par de horas.
Un hombre elegante a medio vestir, se abrochaba la camisa de forma pausada, a ella le hizo recordar a esos hombres que se suben a los escenarios en los Oscar's, y se escondió detrás de uno de los muros, espiando de manera discreta, observo su cabello corto, negro, y divisó su pecho, ejercitado y se sonrojo, él volteaba en dirección contraria mientras se abotonaba las mangas, salió de la sala, y a Kagome una punzada en su corazón la tensó.
—Kagura. — llamó el hombre con voz profunda, que hizo que a Kagome se le erizara la piel de solo escucharlo.
—¿Qué deseas querido? — interrogó desde el otro lado de la sala con una voz melosa, Kagome desde el muro abrió los ojos con sorpresa, ese tono de voz era tan… Insinuante.
—Tengo otro trabajo para ti, hoy por la noche. —Contestó con un bufido, el solo quería relajarse, descargar un poco de todas las tensiones que llevaba encima.
—Es una indiscreción preguntar, ¿qué tipo de trabajo? — se acercó a el, colocando sus manos en su hombro, mientras levantaba su cara hacía el, y pegaba su cuerpo a su brazo.
—Un amigo, enfado de su vida, desea tener en su mano los servicios de los que dispones. — contestó seco.
—Para amigos tuyos, ya sabes que existe un trato especial. — se rio regando besos en el cuello del hombre.
Kagome curiosa porque habían bajado la voz, camino hacia la dirección donde ellos estaban, era la sala que dirigía a la puerta, no entendía que era lo que la obligaba a caminar a ese lugar y entonces se detuvo en seco. Estaba frente a la pareja, ¡Error!
Sintió la mirada de su tía corrosiva, dura, pero Kagome solo tenía ojos para los ojos dorados que se habían cruzado con ella, sintió como si se salía ella misma de su ser, con los labios entreabiertos, sonrojada, se sentía vulnerable, lo observo por segundos que parecieron horas para ella.
El hombre hizo un severo escrutinio de la figura de la mujer que tenía delante, cabello largo y negro, piel blanca, ojos grandes cafés, con detalles curiosos como esas ojeras, o ese pijama de cría.
Kagome empezó a sentir temblar sus pies, y no se entendía a ella misma, ¿por qué la miraba tan fijamente?
— ¿Qué demonios…? — se preguntó Kagome al ver que la puerta del departamento se abría.
Esos ojos ámbar, esos labios y rasgos eran tan finos, que la hicieron temblar, ¡era guapísimo! Era como esos hombres que veía por televisión, pero su semblante cambio totalmente cuando vio a entrar a otro hombre.
—Inuyasha, hora de irnos. — apresuró insistente.
Esa voz…
Y Kagome sintió desfallecer en ese momento.
—Kouga…—
.
Gente aunque soy nueva por aquí, me encantaría que me dijeran que tal les parece mi proyecto, me iré dando mi tiempo para leer nuevas historias. Un beso. Gracias por leer.
