POR FAVOR, LEAN ANTES DE EMPEZAR:

Algunos recordarán el fic "Por un brik de leche", esa historia Johnlock que iba para dos capítulos largos y quedó reducido a uno sin terminar (me disculpo a los que os quedásteis con las ganas). La razón por la cancelación de dicho fic es que decidí reescribirlo, por méritos propios y para ofrecerle una trama mucho más compleja y estructurada, unos personajes más desarrollados, y capítulos más cortos pero con más volumen.

Por lo que esta historia comparte sus semejanzas con la anterior, pero también ha adquirido sus diferencias. Para empezar, Sarah Sawyer. ¿Sarah? ¿Quién es esa? Qué mejor manera de introducir a un personaje que presentar a una mujer del canon original y cuyo nombre empieza por M?

Y por favor, los que ya leyeron el fic anterior eviten soltar spoilers en los comentarios, ya que mi opción es otorgarle un final mejor (definición de mejor: adj. comp. de bueno. Superior a otra cosa en bondad y que la excede en una cualidad natural o moral. Luego les dejo que juzguen por ustedes mismos). He aprovechado también que la tercera temporada de Sherlock está en producción para dar rienda suelta a este fic, así que la historia tendrá sus puntos positivos... y sus negativos.

Nada más. Les dejo que lean, y que no se aburren.

Gracias por su atención!


Capítulo 1: Las 9:30 y una hora antes de que regrese

- ¿Dónde está la leche? -Oigo a John mascullar desde la cocina.

Una vez más nos hemos quedado sin desayuno. No entiendo porqué sigue siendo extraño para él el hecho de que reservas de leche no duren más de cuatro días. La utilidad en el crecimiento de bacterias siempre ha sido un método modesto de investigación científica, y después de haber pasado casi cinco años y medio compartiendo un piso en Baker Street, John parece olvidarse del punto en cuestión. Debería darse cuenta.

O quizá debería darle una respuesta.

Pasos resuenan por el suelo empolvado. El tipo se para ante mi, ojos fijos en mi, con un gesto de fastidio señalando la frase "mejor que me expliques qué has hecho con la leche esta vez, Sherlock. Será jodidamente mejor que me lo expliques". Este es el John que conozco siempre que no hay leche en la nevera y una cabeza decapitada ocupa su lugar.

Mi cara, escondida tras un periódico, parece ignorar su presencia. John tose. Quiere que le eche un ojo. Entonces habla. Yo no le miro.

- ¿Te importa salir a por leche?

En definitiva, está enojado. Ya le advertí en el momento de conocernos que sería el infierno en persona y aun así aceptó. Ahora parece que su lema comparto piso con un sabueso insufrible ha sopesado sus límites.

Permanezco en silencio un momento. No estoy leyendo. Solo pienso. Enigma de muerte. Es todo lo que quiero resolver.

- Es un sin parar. El asesino sigue escondido en algún lugar: casa, parque, durmiendo en el metro. Cuatro víctimas. Cuatro mensajes. Habrá más, John - digo con calma.

Él parece no molestarse porque lo escucho suspirar. John tose de nuevo. - Sí, por supuesto.

Me quita el periódico de las manos abruptamente. Entonces me encara con enojo. Qué diversión.

- Sherlock, hicimos un acuerdo. Cuando regresé de Nueva Zelanda prometiste comprar leche lo menos dos veces por semana, ¿recuerdas? Ahora te toca a ti.

Junto las manos hasta que mis dedos se tocan.

- Esa promesa se hizo hace centurias. - digo, pasando por alto la persona que tengo delante. Y siento el vestigio de un pulgar golpeando mis entrañas, advirtiendo. De alguna manera es desagradable. No bueno. Con rapidez deshago mis previas palabras para hacer de ellas un anagrama más breve. - Necesito pensar.

- Pensar - John suelta una risotada. Sarcasmo. Me enseñó acerca de la honestidad y de la causticidad. Ahora mismo no habían rasgos de honestidad. - Puedes pensar durante tu camino a Tesco. - dice John, voz firme dándome instrucciones que no necesito. Agito las manos, sin mirarle a los ojos. Hay cosas mucho más importantes que hacer.

- También podría necesitar unas cuantas cerillas - añado mientras entrelazo los dedos de nuevo -, pero las necesito ahora y no seré yo quién las compre. Necesito que lo hagas tú. - Parte los labios para bloquear mis palabras pero soy rápido. - POR FAVOR, ¿serías tan amable de comprar cerillas? - lo miro directo a los ojos esta vez, sin perder la calma en ningún momento.

John se frota la frente, nervioso. No he hecho nada. Estoy siendo educado. Quiero las cerillas ahora.

- Bromeas, tienes que estar bromeando... - susurra. Mira hacia otro lado. Cuando vuelvo a ser el centro de atención, veo que su cara ha adquirido una nueva tonalidad de color. ¿Rosa? No lo cojo. Él quiere que yo sea educado, no puedo parecer provocativo si hago uso del "por favor", ¿verdad?

John cruza la sala de estar. Algo ha hecho "click" en mi mente y estoy a punto de preguntarle qué está haciendo. Pero entonces agarra su chaqueta y se la pone.

- De acuerdo. - Dice John, abotonándose las ropas - Sin leche no hay desayuno.

Es completamente incapaz de romper su rutina, al parecer. Pero sigue quejándose de la mía. Auto-drama. Nunca acostumbro a comer durante casos y John debería tenerlo siempre presente. Por otro lado necesita seguir un modelo ordinario de vida como cualquier persona ordinaria, y yo no estoy en la lista. Es innecesario. Se empeña en explicarme que la alimentación influye en la estimulación cognitiva. Pero lo mitiga con información barata. ¿Como pueden la masticación, la salivación y la deglución tener efecto sobre el proceso de datos importantes? Probar comida es aburrido, me mantiene fuera del borde y no puedo centrarme en el misterio. Me embota con basura. John debería saberlo ya. Quedarme sin leche no me importa. Lo mismo digo del desayuno, o de cualquier comida en particular.

Por el rabillo del ojo le veo abriendo la puerta. Me mira.

- Voy a tomar un café con Mary. ¡Adiós Sherlock!

Y entonces se ha ido. La puerta golpea ruidosamente, las paredes vibran debido al seísmo, y el silencio cae sobre mi burbuja.

Solo los pasos fuertes de John se escuchan. Seguidamente oigo a la señora Hudson abajo. Habla con él. Suaves, calmas palabras. Tranquilizándolo. Puede cuidar de si mismo. John es fuerte. Pero la señora Hudson no observa y hace uso de su vena maternal.

Le está ofreciendo galletas.

Me levanto del sofá y voy hacia la ventana. John ya está en la calle, caminando veloz como si fuera a perder el autobús. Y diviso una confidencia, una enorme falta de inseguridad en él. Sabe con quién está saliendo.

Mary Morstan. ¿Ciertamente es buena? ¿No tediosa?

- ¡Woohooo! - Ah, la señora Hudson. Lleva un camisón y acarrea un plato de galletas de chocolate. Lo coloca en la mesa, justo encima de mis papeles. Me molesta.

- ¿Qué le pasa a John? ¿Habéis tenido otra pequeña regañina?

A través del cristal, le veo pedir un taxi. Me doy la vuelta para mirar a la señora Hudson y sonrío. A la fuerza.

- Todo está bien. ¡Oh! Gracias por las galletas señora Hudson - me inclino para besarla castamente en la mejilla. Tomo una galleta y le doy un mordisco. Mejor que no esté aquí, necesito pensar. Se niega a abandonar el piso tan pronto y eso me incordia.

-Oh, sé como te sientes, cielo. Pero desapareciste por casi tres años y no puede destruir esa relación ahora. - Se acerca y coloca su mano sobre mi brazo - Tendrías que conocerla, Sherlock. Es una mujer encantadora. Ha ayudado al pobre John a salir de su miseria sin venirse abajo. Le agradecerás el favor.

La señora Hudson retrocede y añade. - El chocolate te ayudará a recobrar tus preocupaciones, cariño. Oh, y al menos has conseguido un caso interesante para entretener a esa cabecilla tuya.

Permanezco en la mudez y engullo un trozo de galleta. Vuelvo a mirar por la ventana mientras la señora Hudson se va del piso y cierra la puerta tras de si.

Cuando me termino la galleta, tomo otra. Hay un caso anotado en los papeles debajo del plato y debería estar comprobándolos. También necesito una caja de cerillas. John está fuera con su novia. Podría traerlas en su regreso a Baker Street luego. Tengo que ingeniar un experimento para usos personales.

Compruebo el reloj. Las nueve y media. Calculo una hora antes de escuchar la vibración de sus pasos ascendiendo por los escalones. A pesar de su delirio y empeño, evita compartir más de sesenta minutos seguidos con esa mujer.

Es una relación singular. Te invita a pensar en qué le tendrá metido en un espacio tan estrecho como lo es un vínculo romántico.