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Felicidad

Capítulo 1

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Disclaimed: Todo personaje que aparece en esta historia pertenece a Masashi Kishimoto. La historia me pertenece en su totalidad


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La muerte siempre recorre las ciudades y los campos, las casas y los pisos, el cielo y la tierra. Pero suele tener preferencias hacia una persona u otra.

A los tres años, sus padres murieron, asesinados, y él fue testigo de todo. Cuando pasó todo, no se escondió ni nada, solo se aferró con fuerza a su querido oso de peluche y miró cómo la sangre salpicaba las paredes, las cortinas y su ropa.

Se acordaba perfectamente del olor a sangre y de las chispas de fuego que quemaron su alma y su ropa. Fue atroz. Pero no tuvo miedo, solo un ligero cosquilleo en sus ojos. Felicidad. Sonrió como nunca antes lo hizo. Y lloró, lloró por primera vez sin preocupación alguna. Pero eso nunca salió a la luz.

La noticia salió en todas los periódicos y antenas de televisión.

Y eso no le gustó.

Los adultos cambiaron toda la historia para que la multitud sintiera pena por ese pobre niño que vió morir a sus padres en manos de su hermano mayor. Su heroe. Pero nadie se preguntó de donde provenían esos moretones amarillos que moteaban su piel, la suya y la de su hermano.

Simplemente asumieron que se los provocó su hermano, eso no hizo más que aumentar sus años en la cárcel, una condena no merecida.

Pero, ¿y los de su hermano?

¿Se pararon a caso a pensar en porque su hermano tenía un labio roto? ¿Y la ropa desgastada, vieja y sucia? ¿Y los rasguños? ¿Y las veces por las que fueron al hospital, él y su hermano, cogidos de la mano?

Nada, nadie se lo preguntó.

Solo asumieron que los golpes fueron causados por sus padres en un intento de salvarse. El estado de la ropa, lo hizo el chico de diecisiete años en un intento de echarle la culpa a sus padres por maltrato infantil. Los rasguños, se auto lesionó con el mismo fin. El hospital, todo desapareció, nunca fueron al hospital como él lo recordaba.

El mundo estaba mal.

No le dejaron asistir al juicio, no pudo despedirse de su hermano después que este le sacara de la casa en brazos, llorando de alivio, y que la policía lo arrestara.

Nunca.

Lo siguiente que recordaba fue como le quitaron a sus querido oso de los brazos.

Esa vez lloró y pataleó como un niño de 7 años que era. Gritó e insultó a todo el mundo, hasta quedarse sin voz. Al final se lo devolvieron y dejó de llorar. Pero no se salvó de ir al psicólogo. Los adultos supusieron que eso fue causado por el trauma.

Empeoró.

No volvió a hablar.

Se encerró en esa habitación del hogar infantil.

Nunca se separó del oso de peluche, olía como su hermano. Solo lo puso a lavar seis meses después cuando estuvo seguro que no conservaba su olor. Pero aún así, con solo esa presencia peluda, podía imaginarse a su hermano acunarlo entre sus brazos.

Nunca lloró.

Estuvo asítres años hasta que una familia lo adoptó.

Todo empeoró a partir de entonces.

Esa familia estaba rota. Peor que la suya.

Iba cada día a la primaria y después volvía a la casa. Antes de entrar, paseaba por el centro. Fue ahí que se dió cuenta del enorme favor que le hicieron sus padres al engendrarlo con ese físico. Con diez años cada vez se parecía más a sus progenitores, los dos de cabellos negro y ojos negros. Utilizó su aspecto para corromperse.

Quería que los que estaban a su "cuidado" les echaran la culpa a esa pareja que lo había adoptado. Nunca lo consiguió.

Siempre era obligado a parecer que estaba feliz, pero nunca habló.

Se lo prometió. El único que oiría su voz sería su querido hermano mayor. Ese del cual nada sabía.

Así durante cinco años.

Disfrutó de la compañía femenina y de su soledad, nunca habló.

Ni siquiera cuando esos padres de acogida murieron por un accidente de tráfico. Supuestamente un camión se descontroló. Él podía jurar que no fue así. Las constantes peleas debían de haber ocasionado eso.

Con solo quince años volvió a quedar huérfano.

Y salió otra vez la noticia de hace trece años. La gente volvió a sentir pena por él, aunque ni siquiera sabían sobre lo que había pasado, la realidad.

Pero él siguió yendo a la misma preparatoria. "Para no levantar sospechas" le dijeron. No me hagan reír.

En su tercer año de preparatoria, una de las tantas noches en las que iba en camino al orfanato, se encontró con una niña de pelo rosa. Le llamó la atención y la siguió, como un acosador. Le hacía gracia como caminaba pensativa y de vez en cuando bufaba o se peinaba el pelo. ¿Quién tiene el pelo rosa?

Se la encontró durante una semana, y cada día la seguía. A veces iba a un bar, donde después de enseñar un carné falso le sirvieron sake, pagó una millonada. Otras, por el contrario, solo vagaba sin objetivo alguno o se estiraba en el parque. Esas sin lugar a duda fueron las noches que más le gustaban.

Pero un día desapareció.

No le importó mucho, solo sintió que se le había acabado la diversión, y como si fuera un muñeco, desechó ese sentimiento a la basura.

Aún así le cogió gusto a ese parque y siguió yendo.

Una de esas noches sacó el oso de peluche de la mochila, aún no se podía separar de él. Y lo miró por largo tiempo.

Se acordó de las veces que su hermano lo sacaba de casa a escondidas e iban al parque. Dejó salir una sonrisa dulce mientras miraba esos ojos negros. Aún con todos los años que tenía, se conservaba bien.

Derepente una voz le sacó de sus recuerdos.

-No sabía que habían chicos a los cuales aún le gustaban los peluches.

Giró la cabeza y se encontró con esa chica, la del pelo rosa. Si se sorprendió no lo hizo notar pero la miró con molestia.

Era divertido seguir a los otros, pero no que le siguieran a él, le hacían sentir el ratón del juego de nuevo.

-No me mires con esa cara, no encuentro que sea algo malo, al contrario, lo encuentro enternecedor.

La ignoró.

Ella sonrió.

Y miraron el cielo oscuro.

Esos momentos se alargaron durante meses, hasta que cumplió la mayoría de edad y fue libre.

Durante ese tiempo hubo gran variedad de noches. Al principio solo miraban al cielo y de vez en cuando ella soltaba alguna tontería y se reía sola. Se enteró que venía aquí siempre después de beber e ir a las maquinas expendedoras, también de su nombre, o mejor dicho, su apodo, Sakura.

Era una chica singular que vestía con camisa de hombre, que revelaba su pecho, y falda, siempre así. Por lo que se ve empezó a frecuentar esta zona, a dos estaciones de distancia de su casa, para no encontrarse con su madre, una adicta a las apuestas y al beber, o su banda (más bien la de su novio). También le contó que antes no era así, todo fue culpa de la muerte de su mejor amiga, atropellada por un camión cuando iba de la mano de su pareja.

Lo que más le llamó la atención, a parte de sus tatuajes escondidos en partes secretas de su cuerpo, siempre fueron esas marcas en los brazos. La chica había intentado suicidarse muchas veces, pero nunca lo consiguió. La admiraba. Él nunca se pudo permitir morir y librarse de la vida, tenía que esperar a su hermano.

La penúltima vez que se vieron, lo hicieron. Nunca se sintió más bien en su vida. Sakura seguía saliendo con un tipo rubio al que apodaban Naruto, por su afición al ramen. Esa noche, se enteró que el chico la engañaba con una mujer con los pechos dos veces más grandes que los de suyos. Pero no lloró, no estaba afectada, por que ella le estaba engañando con Sasuke, el chico del parque.

Al día siguiente, la misma noche que obtuvo su libertad, fue al parque, pero en lugar de estirarse en el césped, se escondió en las sombras.

Sakura no apareció.

Cuando se iba, la vió entre las sombras apoyada en un árbol, delante de él.

Cruzaron miradas, se despidieron.

No hubieron palabras, no hubieron lágrimas.

Solo la magnífica sonrisa de la chica.

Y se giró. Y se fue. Y no miró atrás.

Seguramente si lo hubiera hecho hubiera empezado una relación y hubieran sido felices. Pero no buscaban la felicidad.

Al salir del parque oyó un disparo. Los pájaros se fueron volando y las ambulancias y los coches patrullas corrieron. Siguió su camino.

La felicidad llega de diferentes maneras, por sí sola. Se tomaba su tiempo y aparecía cuando creía que tenía que aparecer.

A la mañana siguiente, cuando salía del orfanato con dos bolsas de deporte colgadas de su espalda, vió en las noticias que una muchacha peli rosa se había suicidado ayer por la noche, a las doce en punto, en el parque.

Eso le animó durante todo el día y pensó que la tal Sakura había alcanzado su felicidad.

Pero él siguió su vida, feliz de que una buena persona, maltratada por el tiempo, fuera libre.

No tardó en encontraruna habitación donde vivir. Gracias a la ayuda monetaria del gobierno y del dinero se sus difuntos progenitores vivió sin preocupación.

Uno de esos días fue hasta la cárcel y pidió ver a su hermano, se presentó con su nuevo apellido para que no le identificaran, la sentencia llegó días después. Una negativa rotunda.

Se enfadó mucho.

Y fue hasta el parque.

Se estiró junto al oso de peluche en el sitio de siempre, saltándose las tiras rojas y blancas que clausuraban e impedían el paso. Instintivamente giró la cabeza buscando a Sakura. No la encontró. Sonrió.

Pero eso no alegró su vida.

Su vida siguió junto a los barrios bajos, donde conoció a todo tipo de personas. Se ganó un apodo, el mudo. Nada del otro mundo. Pero le causó problemas.

La gente iba tras él para hacerle hablar y extraños rumores se extendieron. Para lo único bueno que sirvió fue para desquitarse.

Una de esas se encontró con su pasado, ese en el cual había un niño de seis años y su hermano.

Conoció al grupo de amigos de su hermano, los únicos que no le culpaban por lo que hizo, ellos sabían la realidad.

Les contó su objetivo pero ninguno les interesó. Salvo a Kisame, un hombre de casi treinta y cinco años. Estaba muy pillado, pero tenía buenos contactos.

De él aprendió muchas cosas y se animó con los tatuajes.

De sus enseñanzas lo más relevante fue la manera de moverse por esos lares, sin miedo, provocando terror y conociendo a los altos mandos del país. Por que, ¿dónde van los peces gordos a hacer negocios? Al barrio rojo.

Las putas de por ahí siempre le consintieron, incluso las más caras, se regalaban a sus pies, pero solo había una que le interesaba. Su nombre artístico, Inoha, no era nada comparado con su verdadera identidad, Ino. Una vez más el pasado se tiró a sus pies.

La mejor amiga de Sakura, su chica preferida.

A raíz de eso se enteró de la realidad, su novio la había secuestrado por que uno de sus clientes, un pez gordo del gobierno, le había gustado. Él mismo ayudó a que fuera tratada como una muerta. Pero a cambio esta se enteró de la muerte de su mejor amiga.

Se tatuó la muerte de Sakura bajo su espesa cabellera, así la tendría siempre con él y además no podían identificarle.

Ino le ayudó a llegar hasta el jefe de la policía como agradecimiento por ayudar a su amiga. Al conseguir lo que quiso, le dijo a Ino que no iba a volver, para no meterla en líos, ella se despidió con una enorme sonrisa decorando su cara y lágrimas bañando su rostro.

Años después, en el lecho de muerte de Kisame, se enteró que la rubia se suicidó, "ya había alcanzado su felicidad" le dijo que le dijera cuando lo volviera a encontrar, "que Sasuke lo entendería".

Un día después fue hasta el parque y le explicó todo a Sakura. La parte baja de su cabeza volvía a estar rapada.

Pero eso solo es un futuro feliz.

Al llegar la hora de volver a ver a su hermano, se enteró que se había suicidado. Ese hombre había sido tan imbécil como para decirle a Itachi que su hermano menor iba a visitarlo.

La primera vez que lloró de dolor desde los tres años.

A partir de eso, siguió vagando por el barrio bajo.

Llegó a meterse en las drogas, pero como lo supuso hace años, no le gustó, simplemente no quería acabar muerto. No se iba a suicidar, no iba a continuar adelante. Se lo prometió, tenía que ver a su hermano vivo para poder hacerlo, pero era imposible, él estaba muerto.

El suceso que volvió a cambiar su vida, fue el famoso Naruto, el ex de Sakura. Qué ironía de la vida.

Sakura volvía a aparecer.

Era un buen chico, lástima que después de la muerte de Sakura y que Hinata, la chica con dos veces más pecho que Sakura, lo hubiera abandonado, hubiera acabado como yakuza drogado.

Su apodo de El Mudo y ese rubiales lo habían metido en un lío del que no salió bien parado.

Ese chico amaba meterse en problemas, y se metió donde no debía. A, el Raikage, uno de los grandes, había perdido una sabrosa cantidad de dinero por su culpa. Y como ya se puede adivinar, buscó venganza.

Sasuke solo estuvo donde no debía ese día y a esa hora.

Los matones los rodearon y los atacaron con ganas de matar. Él no se quedó quieto.

Hubieron dos muertos esa noche.

Naruto no pudo sobrevivir a una bala en el hígado, pero luchó hasta el final. Dió puñetazos y cabezazos hasta herirse a sí mismo, el cadáver acabó con los nudillos destrozados y contusiones cerebrales.

Kisame se interpuso entre la bala de plomo y él. Sin salvación. Le perforó uno de los pulmones, le explicó que llevaba años buscándolo y que justo lo encuentra a punto de morir. Le confesó el tema de Ino y que no podía dejarlo morir y olvidar lo que hizo Itachi para defenderlo.

Kisame e Ino le acompañaron por el resto de su vida.

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Bueno, bueno, ya hacía meses que no ponía nada... jajajaja, ya lo hechaba de menos. Esta historía la he escrito desde hace mas de dos meses pero, para mi desgracia, se me rompió el cargador del ordenador, y hasta ayer no me digné a comprar uno, je.

En todo caso, estoy 100% segura que os habrá deprimido un poco esta historia. Quiero aclarar que lo he hecho con esas intenciones. Espero que no os haya descolocado mucho... Os aclaro también que, aunque historia puede dar mucho de sí, es un two-short. No pienso subir más capítulos.

En todo caso espero que os haya gustado. Os veo en el próximo capítulo, BYE!

Yamii, desconection