Disclaimer: Hey Arnold no me pertenece.

Historia de ficción basada en los personajes de la serie Hey Arnold! creada por Craig Bartlett.

Serie Hey Arnold! propiedad de Nickelodeon Inc. (Viacom Inc.)

Fic creado sin fines de lucro propio o de afectar la reputación o economía de Viacom Inc. y todas sus subsidiarias.

De un fan para fans.

Dedicado a KillaCAD (mi mentora) y a Bkpets (amigo y supervisor de guión en esta historia)


El cumpleaños de Helga.

Capítulo 1

Era una tarde cualquiera, el sol estaba a punto de ponerse y el atardecer que se avecinaba invitaba a los enamorados a pasear por el parque. Helga estaba en su cocina, con un delantal a cuadros y bastante concentrada en su cena, tenía que apresurarse pues de un momento a otro llegaría y le molestaba pensar en tener su cena incompleta.

—¡Helga mi amor, ya llegué! —se oyó que gritaban desde la entrada principal al mismo tiempo que esta se abría.

—¡Oh Arnold cariño, regresaste temprano hoy! —dijo Helga mientras salía de su cocina para recibir al recién llegado.

—Pero claro. ¿Cómo iba a llegar tarde a nuestro aniversario? —reclamó este mientras la recibía en sus brazos y le daba un tierno beso.

—Cielos querido, eres tan atento, pero la cena aún no esta lista.

—Oh vamos, eso ya lo suponía. Así que mejor ve a arreglarte porque hoy te llevaré a cenar al Chez Pierre.

—¿De verdad? Pero ese restaurante es carísimo.

—Eso ya lo sé, pero cuando se trata de ti, nada puede ser un impedimento.

Helga sonrió viendo lo decidido y bien planeado que tenía todo su esposo.

—Está bien, dame treinta minutos y estaré lista —y dicho esto se dispuso a ir a su alcoba pero de repente Arnold la detuvo por la muñeca—. ¿Pero que te sucede? ¿Por que me detienes? —por toda contestación Arnold sólo la acerco hacia él y le robó un beso, al cual Helga no se opuso ni por un segundo.

—¿Sabes? estuve pensando —dijo Arnold una vez que se separaron—. Y ahora que llevamos cinco años de matrimonio me cuesta un poco creer que alguna vez estuve enamorado de chicas como Ruth o Lila, siendo que ellas sólo eran caras lindas. Ahora, después de cinco años de estar casados y tres de haber sido novios me doy cuenta de que la única chica que me hace feliz, aquella a la que puedo confiar todo y contar con ella en los momentos más difíciles ¡eres tú Helga! Y yo… tan sólo quería decirte… que yo te a…

Un sonido estridente y repetitivo, que parecía salido de las paredes, distorsionó la declaración de Arnold.

—Espera, ¿qué dijiste? —preguntó Helga un poco confundida.

—Dije que te am…

El sonido se hacia más fuerte. Arnold se desvanecía en una sombra purpura mientras su voz se perdía en un eco constante que impedía incluso a Helga el oír su propia voz.

Todo era oscuridad, el ruido se acercaba, surgió una luz, y luego…

Helga despertó lentamente mientras seguía escuchando su despertador.

—¡Demonios! —exclamó enojada mientras tomaba el despertador— otro perfecto sueño con Arnold arruinado por ti —y arrojó el aparato al pie de la cama, sólo entonces reparo en la hora—. ¿Las siete cuarenta y cinco? Rayos, mejor me apresuro antes de que el gran Bob me gane la ducha y se tarde una eternidad mientras se rasura.

Entonces se apresuró a su armario para tomar la ropa que usaría ese día cuando reparó en el calendario que estaba en la puerta de su cuarto.

Viernes 29 de marzo

—¡Genial! es hoy —dijo con su característico e inconfundible sarcasmo.

La mañana de Helga siguió tan normal como siempre, claro, tan normal como puede ser una mañana en la casa Pataki. Al pasar por su armario no pudo evitar darle su monologo de buenos días a su estatuilla de Arnold acerca de su maravilloso sueño con él y de sus planes para el futuro, con lo cual Big Bob le ganó la ducha y no le quedó otra opción más que esperar. Mientras aprovechó para ir a despertar a su madre.

"Dios" pensó Helga "¿Cómo es posible que una niña tenga que despertar a su propia madre para que empiece a preparar el desayuno?". También aprovechó para preparar su almuerzo (pues era más que obvio que Miriam no iba a hacerlo).

Una vez se desocupo el baño y Helga estuvo aseada y arreglada, bajó a la cocina para el desayuno. Miriam se había lucido esa mañana, pues había preparado waffles y su aspecto parecía saludable. Pero tan sólo bastó el primer mordisco para que un desagradable sabor llegara al paladar de Helga.

—¡Puaj! ¡Rayos Miriam! ¿Pues como preparaste estos waffles? —dijo mientras escupía su bocado—. Saben horrible.

—Pues yo… eh… los hice como siempre querida —le respondió su madre con somnolencia—. Aunque… quizás tuvieron que ver esas especias que derrame por accidente en la mezcla, pensé que no afectaría al sabor porque fueron pocas.

Helga se levanto de su silla y reviso los frascos que aún seguían tirados en la alacena

—Ajo en polvo, jengibre, orégano, chiles secos molidos, pimienta, paprika. ¡Por el amor de dios! ¿cómo pudiste pensar que esto no podría afectar el sabor? esto es peor que el curry ¿qué planeabas hacer, provocarnos un ataque de indigestión severa?

—Bueno… yo no…

—Olvídalo, mejor desayuno cereal

—Vamos Olga no seas tan delicada, estos waffles no están tan mal —exclamó el gran Bob con la boca llena de comida.

—Soy Helga papá ¡Helga! —dijo la chica un tanto desesperada—. Además mira quién habla, el que desayuna huevos, tocino, frijoles, jamón a la diabla y patatas, todo en el mismo plato y además con salsa tabasco.

El gran Bob sólo sé limito a soltar un pequeño rugido como respuesta y siguió engullendo lo antes mencionado junto con los extraños waffles, que de alguna manera podía comer sin inmutarse.

Helga tomó el cereal y la leche y regresó a su asiento, donde empezó su desayuno sin muchos ánimos.

El desayuno continuó en silencio, sólo el rítmico masticar de Bob y el crujir del cereal de Helga interrumpían la monotonía del momento. El primero en acabar fue Big Bob, quien se aclaró la garganta para dirigirse a su esposa e hija.

—Muy bien familia, como ustedes ya saben hoy es un día muy importante.

Helga sabía que era imposible, sabía que sólo en un mundo alterno y completamente diferente el gran Bob se acordaría de un día como ese. Pero, sin embargo, una pequeña, infantil e involuntaria esperanza le hizo levantar la vista y dirigirla hacia Big Bob.

—¡Pues hoy será el día que firme ese contrato con los inversionistas suizos!

Helga soltó un ligero bufido como señal de irritación.

—¿Qué?¿qué te sucede?

—¿A mi? Nada Bob, ¿pero no se te ocurre otra razón para que hoy sea un día importante? —le respondió Helga sin ser capaz de ocultar su tono de amargura.

—¿Otra razón? A ver, espera… ¿era hoy ese partido de los empacadores? No-no-no, estoy seguro de que ese es mañana…

Helga rodó los ojos en señal de exasperación.

—¿O era hoy el día en que recibiría el embarque de localizadores? ¡oh no, ya sé! Hoy es el día en que llega Olga ¿verdad? maldición ¿cómo pude haberlo olvidado?

—No Bob, hoy no llega Olga. Llega la semana próxima —le contestó Helga ya bastante irritada, pues le molestaba recordar que su hermana regresaría a casa.

—Bueno, ¿entonces que es lo que pasa hoy, eh?

—Ah nada importante la verdad —respondió ella como si no importara—. ¡Sólo que hoy es mi cumpleaños!

Pasó un breve silencio en el que el Big Bob procesaba la información recibida.

—Santo cielo ¿tu cumpleaños es hoy? Miriam ¿sabías algo de esto?

—¿Qué yo que? —dijo Miriam aun con somnolencia y levantando el rostro de la mesa.

—Olvídalo Bob, ella ha de estar tan informada como tú

—Bueno, bueno —continúo Bob sin darle mucha importancia—. ¿Cuántos años cumples, siete, ocho?

—Cumplo diez papá ¿cómo es posible que creas que cumplo siete?

—¿Helga cumple años? —preguntó Miriam todavía algo dormida—. ¡Felicidades hija!

—Sí claro, felicidades niña.

A Helga aún le molestaba el hecho de que sus padres se olvidaran de su cumpleaños cada año, pero aún así decidió dar por terminada la discusión de este año y dejar las cosas como estaban.

—Bueno, ya me voy, se me hace tarde para el autobús —y dicho esto se levantó de su asiento, tomó su almuerzo y salió de su casa sin decir otra palabra.


—Hola Phebs — le respondió sin mucho ánimo.

—Bueno… —la pequeña Phoebe saco algo que llevaba escondido debajo del suéter— ¡Feliz cumpleaños Helga! —y le ofreció a Helga un pequeño obsequio de forma rectangular envuelto en papel color rosa y con un discreto moño rojo.

—Oh vaya Phoebe, gracias.

Helga tomó el obsequio con mucho cuidado y se quedo apreciándolo con sumo detalle.

—Vamos, ¿qué esperas? ábrelo —insistió su amiga.

Helga rasgó con cuidado la envoltura y se encontró con un bello marco de plata, grabado fina y cuidadosamente con imágenes de palomas y corazones en las orillas, un poco sencillo, pero definitivamente hermoso.

—¿Un marco Phoebe, en serio? tus regalos siempre son los más raros —le dijo Helga en un tono de burla, pero con sincero agradecimiento.

Por toda contestación Phoebe sólo sonrió agradeciéndolo como un cumplido y se abalanzó sobre Helga en un fuerte abrazo.

—Estoy segura que algún día le encontraras un buen uso.

"Y tienes razón" pensó Helga, después de todo, a los siete le regaló un libro de poesía, a los ocho un diario, y a los nueve unas zapatillas rojas que Helga no había querido usar hasta un mes y medio atrás.

—Ok está bien, pero ya basta de muestras de amor hermana —exclamó Helga apartando a Phoebe de ella al ver que su abrazo empezaba a llamar mucho la atención.

—Oh, vamos Helga ¿por qué odias festejar tu cumpleaños?

—¿Qué? Phoebe, yo no odio festejar mi cumpleaños. Por si no te has dado cuenta el problema es que a nadie le importa recordarlo y festejarlo.

—A mí me importa.

—Bueno, está bien, pero sólo a ti, y sólo porque eres mi mejor amiga y todas esas cosas, pero aparte de ti no hay nadie.

—¿Segura de que no hay nadie más Helga? —inquirió Phoebe con una sonrisa en el rostro.

Helga se detuvo en seco y a su mente llegó la imagen de un chico con cabeza de balón que año con año, aparte de su mejor amiga, era el único chico de su escuela que le decía "feliz cumpleaños Helga" y le daba un pequeño y sincero abrazo al cual Helga no se negaba y deseaba que durara para siempre. Pero lo alejaba casi al instante con un "Sí-sí-sí ¿pero quien te dijo que podías tocarme zopenco?"

—Sí… eh… bueno… quizá, puede que haya uno que otro que se llegue a acordar. ¡Pero no es como si me importara! —añadió rápidamente al darse cuenta de su pequeño momento de debilidad.

—Bueno, si tú lo dices Helga.

Las dos chicas continuaron su recorrido desde sus casilleros hasta su salón de clases, donde Helga ocupo un asiento en la parte trasera, pues sólo desde ahí se podían lanzar mejor las bolas de papel (en especial a aquellos blancos tan fáciles como los chicos con cabeza de balón).

Faltaban tan sólo unos minutos para que empezaran las clases y aún había un asiento vacío en el salón del cuarto grado.

—¡Buenos días niños! —saludó alegremente el señor Simmons al entrar a su salón de clases con una radiante sonrisa en el rostro—. Hoy va a ser un día estupendo, pero antes tengo dos noticias importantes que decirles. Primero, como ya habrán notado, hoy no estará con nosotros su compañero Arnold. Y segundo, les quiero recordar que el lunes será el día de…

—¿Y porque no va a venir el cabeza de balón, acaso se atoró su enorme cabeza en la puerta del autobús? —el comentario de Helga desató la risa entre sus compañeros de clase.

—Está bien, está bien, cálmense todos —dijo el señor Simmons tratando de calmar las risas de sus alumnos—. Señorita Pataki, por si tanto le interesa saber su compañero Arnold no vendrá a clases por motivos familiares.

—¿Cómo cuáles Simmons?

—Bueno pues... en realidad ni yo lo sé. Lo único que supe fue que su abuelo habló con el director Wartz esta mañana y parecía muy apurado. ¿Eso responde a su pregunta, señorita Pataki?

—Sí-sí, claro Simmons, no es como si me importara.

El profesor Simmons confirmó que la chica ya no seguiría inquiriendo en el asunto, así que prosiguió con su clase.

—Bueno, el segundo anuncio es para recordarles que el lunes tendremos nuestro primer baile anual del día de los inocentes en donde…

Helga ya no escuchaba, el hecho de que Arnold no estuviera en su cumpleaños le dolía más de lo que ella quería demostrar.

—Estúpido cabeza de balón, cómo lo odio, es un idiota, egoísta que no piensa en los sentimientos de los demás. Y… aún así…—Helga volteó a ver a toda la clase para cerciorarse que todos siguieran atentos al señor Simmons y nadie la oyera— ¡Lo amo! —y sacó de entre sus ropas un relicario en forma de corazón—. ¡Oh amor mío! ¿Qué terrible desdicha habrá causado tu ausencia? Si tan sólo supiera que tú y tu loca, extraña, pero adorable familia están bien mis penas y mis angustias desaparecerían. Sin embargo, si tan sólo estuvieras aquí a mi lado, de cumplir mi deseo egoísta de tenerte aquí junto a mí en este día, me harías la chica más feliz de este mundo. ¿Pero por que? Oh cruel destino ¿por qué separas a mi amado de mí en este día? Justamente el día al año en el que el único alivio para mi infinita amargura y soledad es poder ver a tus redondos y brillantes ojos verdes, tan llenos de vida, de compasión, de amabilidad, de ternura, de…

Una agitada pero conocida respiración la interrumpió por detrás, provocando que su semblante pasase a uno que mostraba toda su ira y rabia contenida en tan sólo un instante.

Un segundo después el pobre Brainy cayó de espaldas con la nariz y las gafas rotas, cortesía de la gran Betsy.

El resto del día transcurrió normal para el resto de la clase, pero no así para Helga. Normalmente las raras ocasiones que Arnold había llegado a faltar a clases Helga se conformaba con molestar al resto de sus compañeros y mantener su status de "todos me caen mal" (excepto quizás la ultima, en la que el director Wartz llevó un carnaval sorpresa al colegio) pero ese día no era suficiente, no el día en el que a pesar de que nadie a su alrededor le importaba su cumpleaños, seguía siendo un día muy apreciado por Helga, pues ese día era la ocasión una vez al año en que su amor secreto era correspondido en forma de una pequeña muestra de atención.

Quizás un abrazo no era mucho para algunos… pero lo era todo para Helga.

Esta falta de agresividad y atención no paso inadvertida para tres personas. Una de ellas, claro está, era su amiga Phoebe, quien se preguntaba como podría ayudar a su amiga. Phoebe era una chica inteligente y lista, aunque Helga nunca le dijera nada acerca de sus sentimientos y secretos (o tratara de ocultarlos con estúpidas analogías) Phoebe siempre había conocido a la verdadera Helga. Y la causa de su depresión no era un misterio para ella, pero aún así, el cómo ayudarla parecía una misión imposible sin Arnold.

Otra persona en notar la extraña conducta de Helga fue el profesor Simmons, quien ya sabía que esa alumna en particular era una de las más conectadas con sus emociones. Por lo tanto, si no estaba molestando a sus compañeros, algo andaba mal ese día.

"¿Qué le pasará a esta niña?" se preguntó a si mismo el profesor mientras escribía unas fórmulas en el pizarrón. "Quizás está así porque Arnold faltó a clases hoy." Terminó de escribir las fórmulas y tomó asiento frente a su escritorio. "Pero Arnold ya ha llegado a faltar otros días y nunca había estado así." El señor Simmons se acomodo en su asiento y miro hacia la ventana. "Aunque se mostró interesada por su paradero esta mañana, tengo la ligera impresión de que lo que la molesta no es eso… al menos no directamente." Y esbozó una pequeña sonrisa al pensar en lo mucho que le importaba ese chico a la niña, sin que el supiera absolutamente nada.

La alarma de la escuela sonó anunciando el inicio del receso y todos los alumnos del cuarto grado se levantaron de sus asientos para poder ir al patio a jugar o pasar a la cafetería a tomar algo. Fue entonces cuando el Sr Simmons tuvo una pequeña corazonada, y decidió seguirla. Tomó su portafolio y su almuerzo y se dirigió a la dirección en vez de al salón de maestros.


—¿Los documentos personales de la alumna Helga Geraldine Pataki? —preguntó el director Wartz con un poco de curiosidad— ¿Y se puede saber para que los necesita?

—Yo eh… tengo una alta estimación por esa alumna y su hermana Olga, así que pensé que quizás revisando su historial académico podría encontrar algo para ayudarla a ser como su hermana de talentosa.

El señor Simmons sabía que no había nada de malo en ver el historial académico de sus alumnos sólo para conocerlos mejor, pero decidió mentir para evitar que el director se entrometiera en este asunto.

—Ah, vaya, la alumna Olga Pataki ya veo… por eso se me hacía tan familiar el nombre de su alumna. Bueno está bien, puede quedarse a revisarlos, todo sea por la hermana de una de las más grandes y talentosas alumnas que esta escuela haya tenido el orgullo de enseñar —y dicho esto el director abrió un gran archivero y se puso a buscar entre varios folders—. Veamos Parker, Parson, Pataki ¡aja! Tome —Y le extendió al profesor Simmons un folder oficio de color ámbar—, puede revisarlos con toda calma aquí en mi oficina si gusta, yo tengo que ir a la cafetería por mi almuerzo. Pero antes…

El director miró por la ventana y por la puerta asegurándose que no hubiera nadie cerca y una vez que estuvo seguro se volteó hacia el profesor y le dijo en un susurro apenas audible:

—¿Sigue en marcha nuestro plan para el lunes, verdad?

—¡Sí claro, por supuesto! —respondió el señor Simmons con una sonrisa muy amplia y guiñándole un ojo.

—Ja ja ja, esos niños no saben lo que les espera. Sólo espero que ninguno se espante demasiado, lo último que esta escuela necesita es que haya ataques de pánico e histeria colectiva y los padres de los niños nos demanden.

—Estoy seguro de que todo saldrá bien, mis alumnos no ceden al pánico tan fácilmente.

—Espero tenga razón Simmons. Bueno me retiro, sólo recuerde cerrar bien el archivero cuando se vaya.

Una vez que el director ya había salido de la oficina, el Sr. Simmons se dedico a revisar los documentos de su alumna. "A ver veamos, tiene que haber algo aquí en su expediente que me ayude, tal vez… perdió un ser querido en estas fechas". Continuó revisando el expediente por completo, hoja por hoja, no encontraba nada relevante y casi rendido y dándose cuenta de que se acababa el receso decidió recoger los papeles y dejar todo como estaba, pero entonces mientras recogía el acta de nacimiento de Helga leyó algo que no había prestado atención en un principio. "Helga Geraldine Pataki nacida un veintinueve de marzo del año mil novecientos novent… ¿veintinueve de marzo?, ¡eso es hoy!" El señor Simmons levantó alto las cejas y esbozó una pequeña sonrisa al encontrar lo que buscaba. "Así que sólo esta molesta porque es su cumpleaños, vaya… no es la gran cosa, pero conociendo a esa chica lo más probable es que sus cumpleaños no sean la fecha ideal para ella, probablemente ninguno de sus compañeros lo recuerde, rayos ni siquiera yo lo recordé, pobre chica, pero que se puede hacer en estos casos mmm…" El señor Simmons guardaba los documentos en el archivero pensando en que podría hacer por ella. "Un regalo sería muy inapropiado de última hora, además no se que le gustaría. ¿Una tarjeta? no creo encontrar una a estas horas. Obligar a sus compañeros a una fiesta sería muy inapropiado, probablemente muchos ya tienen planes para hoy y no se quedarían a una fiesta tan repentina, pero… tal vez si… podría funcionar." Se apresuró a terminar de recoger todo y se dirigió de nuevo a su salón de clases con una idea loca y repentina que conociendo a su alumna sabía que podía fallar, pero valía la pena intentarlo.


Mientras tanto, en la cafetería, Phoebe intentaba hacer reaccionar a Helga.

—Mmm, eh ¿Helga?

Silencio.

—Helga.

Aún sin respuesta.

—¡Helga!

—¿Qué quieres Phoebe? —replicó la chica con una voz cansada.

—Vamos Helga anímate, no has tocado tu almuerzo en todo este tiempo, y para serte sincera me costó mucho trabajo conseguir quedarme con el último pudín de tapioca.

—¿Animarme, de que estas hablando hermana, para que debería animarme?

—Bueno es que, como decirlo… has estado muy distraída y cabizbaja. Por ejemplo, hace rato cuando Sid derramó jugo en el suelo y te salpicó creí que ibas a golpearlo, pero sin embargo ni siquiera te diste cuenta.

—¿A sí, y eso qué? No es la gran cosa. Pero gracias por hacérmelo notar, mañana le doy una paliza.

—No Helga, no me refería a eso, me refiero a que estás muy deprimida, como si algo te hiciera falta.

—¿Qué, que estoy deprimida y actúo como si algo me faltara? ¿Qué insinúas Phoebe? Que a pesar de que hoy debería ser uno de los días más felices en mi vida en realidad fue horrible porque mis padres y todo el mundo a mi alrededor lo volvieron a olvidar.

—Bueno Helga yo no…

—Y que además, cuando lo único que quería en este día, era poder ver a los ojos a cierta persona especial para mí, se el ocurre faltar a clases al tarado. ¿Es eso lo que sugieres?

—Eh… no, yo no… no exactamente.

—Bueno pues entonces deja de preocuparte por mí. Estaré bien.

—Lo que tú digas Helga —Phoebe suspiró, hizo su mejor esfuerzo y sólo complicó un poco más la situación.

—Eh… y Phoebe, esta conversación nunca ocurrió.

—Olvidando.

El resto del día siguió de la misma manera, Helga seguía distraída y Phoebe hacia su mejor esfuerzo por hacerla sonreír o al menos que dejara de pensar en sus problemas, pero ni siquiera la noticia del los inocentes y su primer baile anual lograron hacer reaccionar a Helga. Así que, rendida, Phoebe decidió dejar las cosas como estaban. Pero no contaba con que el señor Simmons ya tenía su propio plan en mente.

—¡Hurra! Al fin se acabaron las clases —exclamó Harold cuando se oyó el timbre que anunciaba el final de las clases de ese día.

Todos los alumnos se levantaron de sus pupitres y comentaban muy animados sobre lo que harían en su fin de semana mientras se dirigían a la salida. Cuando entonces el señor Simmons les llamo a todos.

—Esperen un momento niños, antes de que se vayan tengo un último anuncio que hacerles.

Toda la clase se detuvo y volteó a ver a su profesor.

—Resulta que me acabo de enterar que hoy es, nada más y nada menos, el cumpleaños de su compañera Helga—. Y dicho esto volteo a ver a la niña— Así que quiero que antes de irse todos le deseen un feliz cumpleaños.

Toda la clase volteó la mirada hacia Helga, quien se encontraba en un estado de conmoción y le dirigía una mirada de furia a su amiga. Que a su vez le respondió con una mirada de "te juro que yo no le dije nada"

—Vamos Helga ven aquí, pasa al frente —insistió el señor Simmons con una sonrisa y fingiendo que no notaba que Helga se avergonzaba y enfurecía al mismo tiempo por haber mencionado su cumpleaños.

Así pues, no le quedó más remedio que avanzar al frente de la clase y sentirse abochornada por la mirada de incredulidad de sus compañeros.

—Esperen un momento —exclamó Harold— ¿Helga cumple años hoy? —lo dijo como si no lo entendiera del todo, pues cómo es posible que algo tan terrible pudiese ocurrir en un día tan normal.

—Sí niño rosa aunque no lo creas.

—Calma, calma niños, no peleen y simplemente denle un feliz cumpleaños a su compañera antes de irse.

Uno por uno los alumnos del cuarto grado fueron pasando frente a Helga para desearle un feliz cumpleaños y salir del aula.

—Feliz cumpleaños Helga.

—Sí gracias Iggy.

—Feliz cumpleaños Helga.

—Sí como sea Peapod.

—Feliz cumpleaños Helga.

—Ni siquiera se te ocurra acercarte Curly.

—"¡Ah!" ¡Feliz cumpleaños Helga!

—Gra-gracias Sheena —dijo Helga liberándose del abrazo de la chica.

—Fe… liz… cum… ple…

—Si te lo agradezco mucho Brainy ¡El que sigue!

—Feliz cumpleaños Helga. Cielos, de haberlo sabido te hubiera traído un regalo.

—Ah no te preocupes por eso Stinky, ya tuve demasiados por hoy.

—Feliz cumpleaños Helga, pero por favor no me golpees por haberlo olvidado

—Oh no te preocupes, no voy a golpearte por eso. (te golpearé por haberme salpicado de jugo)

—Eh... yo… "feliz cumpleaños Helga". ¡Rayos, esto no me gusta!

—No te preocupes rosadito, a mi tampoco me agrada que alguien como tú me felicite.

—Feliz cumpleaños Helga, ven mi casa más tarde y te haré un cambio de "look". Ahora que tienes diez años deberías empezar a lucir como una señorita y no como un chico.

—Gracias princesita, tomaré en cuenta tu invitación. (Ni loca)

—Feliz cumpleaños Helga.

—Gracias Nadine.

—¡Feliz cumpleaños Helga! Los cumpleaños son siempre tan hermosos. Espero que te la pases bien y que tengas muchos más días maravillosos.

—No te preocupes Lila, te aseguro que con mis padres, Olga y ustedes tendré más de estos "días maravillosos".

—Espero que así sea —le contestó la pelirroja con una sonrisa y sin entender lo que Helga le había querido decir en realidad.

—¡Feliz cumpleaños Helga!

—Gracias Eugene.

—Vaya… lamento no haberme acordado, de seguro las invitaciones para tu fiesta también se perdieron en el correo como las mías, ojalá y Arnold estuviera aquí, el sabría como arreglar esta situación.

Phoebe se abalanzo sobre Helga fingiendo darle un abrazo para evitar que golpeara a Eugene.

—Bueno Helga que te la pases bien —se despidió el chico y se encamino hacia la puerta, pero la furia que había provocado en Helga por su comentario era demasiada y la chica no pudo evitar meterle el pie cuando este pasó a su lado.

—¡Ouch! Estoy bien, vaya, espero no estar tropezándome así el lunes o no podre ser coronado rey de los tontos —y se retiró pensando que sé había sido su culpa el haberse tropezado.

—Vaya esto si que es incómodo —dijo Gerald acercándose hacia donde estaban Helga y Phoebe.

—¿Crees que es incómodo para ti? Yo tuve que soportar a toda la clase darme unas estúpidas y vacías felicitaciones de cumpleaños.

—Sí claro, supongo que tienes razón. Bueno… feliz cumpleaños.

—Sí está bien, gracias Geraldo.

—No, en serio, felicidades Helga —y puso su mano sobre su hombro en señal de comprensión

—Gracias… Gerald.

Un silencio bastante incómodo se apodero del aula y nadie parecía tener algo más que decir así que Gerald trato de excusarse para seguir su camino.

—Sí… eh… yo, tengo que irme, hay algo que aún tengo que revisar ¡Luego nos vemos!

—Hasta luego Gerald —se despidió Phoebe.

Gerald fue el último de la clase en pasar con Helga, así que el profesor Simmons vio que ya era hora de retirarse.

—Bueno señorita Heyerdahl, creo que sólo faltamos usted y yo —exclamó el señor Simmons acercándose hacia las chicas.

—¡Feliz cumpleaños señorita Pataki!

Gracias señor Simmons pero… ¿por qué lo hizo? Además, ¿cómo se enteró de que hoy era mi cumpleaños?

—Oh eso fue bastante fácil, hay cosas que como su profesor puedo y me siento con el deber de saber y la verdad lo hice porque la note demasiado distraída

—Pero insisten con lo mismo ¡No estoy distraída ni deprimida!

—No. Te equivocas Helga. Sí estás deprimida, y como tu profesor no quiero que sigas así —entonces se inclinó sobre sus rodillas para quedar a la altura de Helga—. No sé cuales son las razones que te causaron el estar tan deprimida, pero sí sé algo y quiero compartirlo contigo. A veces en la vida se nos presentaran momentos en los que nada saldrá como queramos, pero lo más importante es enfrentarlos sin miedo, hoy no sé que te ocurrió, pero sé que en algún momento tuviste miedo ¿a qué? no lo sé, no tienes porque decírmelo, quizás fue miedo a que nadie te notara, quizás fue miedo a no ver más a alguien en especial, o quizás fue miedo a que hoy por ser tu cumpleaños te diste cuenta de que el tiempo sigue su camino y tú aún no le demuestras al mundo quién eres. Cuando esto pase mira a tu alrededor y piensa en todas las personas junto a ti, entonces verás que en realidad nunca estarás sola y que no importa lo que ha pasado, algún día obtendrás una recompensa por tu sufrimiento.

Helga permaneció en silencio después de lo dicho por el Sr Simmons. Quería replicar, decirle que no se metiera en donde no lo llamaban, que era pura palabrería y que su vida estaría bien. Pero no pudo. Una fuerza mayor a su voluntad la obligo a quedarse callada pensando en lo dicho por su profesor

—Gra- gracias… —fue lo único que alcanzó a decir y casi sin estar convencida de ello.

—Oh no hay problema señorita Pataki —le respondió como si nada, sabía que no podía decirle a la chica que conocía la razón de su tristeza y prefirió dejar que no supiera nada— Ahora si me disculpan tengo que irme y dejarlas solas. ¡Hasta luego! —y dicho esto salió del aula dejando a las dos chicas a solas.

—Bueno, no sé tu Phoebe —dijo Helga al cabo de un minuto en el que ambas estuvieron calladas, una por estar pensando y la otra por no saber cómo abordar a su amiga después de lo ocurrido—, pero creo que ya tuve suficiente cumpleaños por un día. ¿Qué te parece si vamos al rio a lanzarle rocas?

El rostro de la pequeña Phoebe se iluminó al ver que lo que había ocurrido le devolvió su carácter habitual a su amiga.

—Por supuesto Helga, pero oye…

—Suéltalo ya Phebs —dijo Helga mientras salían del aula y se dirigían a la salida.

—¿Que no deberíamos planear lo del lunes como cada año? — le respondió con un poco de malicia para tratar de animarla un poco más.

—¡Santo cielo Phoebe! ¡Tienes razón! Apenas y tenemos dos días, rápido, toma nota.

—Anotando —dijo Phoebe tomando una pequeña libreta y lápiz.

—Primero, Harold mmm… ¿todavía tenemos frutas de cera?

—Sí

—Excelente, Stinky… sencillo, pudin de limón y vinagre. Sid, veamos… ¡si! Busca una rana disecada le haremos creer que es Sidney. Rhonda… jeje, creo que la princesita necesita un nuevo corte de cabello. Eugene… ¿Cuál es el nombre del cantante que le gusta?

—Creo que es Jim Sings.

—Oh cierto. Consigue un disco de él, aunque sólo sea la portada. Veamos quién falta, ah si… Arnold.

Phoebe dio un respingo y dejó de anotar. Esa ultima palabra, "Arnold". Helga casi nunca la usaba, normalmente era "cabeza de balón" o simplemente "Arnoldo". Pero cuando la llegaba a usar tenía ese tono de odio falso o de sarcasmo en su mejor momento, más sin embargo, esta vez el tono fue muy frío, seco. Como si el nombre "Arnold" fuese alguien sin importancia, un cualquiera… no, menos que eso, como si el nombre "Arnold" hubiese salido por reflejo de la voz de Helga sin emoción alguna. ¿Sería acaso posible? ¿Pudiese ser que después de tantos años de conocer a su amiga y sus verdaderas emociones, llegase al fin el día en que su más preciado secreto y su mejor cualidad desaparecieran así nada más?

Habían avanzado cerca de una cuadra en silencio. Phoebe quería decir algo, pero dudaba. Entonces decidió que era el momento, tendría que enfrentar a Helga y decirle que sabía su secreto, tendría que reclamarle que no podía tirar esos años de admiración, de ilusiones, de esperanzas, de auto sacrificio, de ¡AMOR!

—Helg…

—¿Crees que seria mejor un guante con resorte o una ratonera en su casillero?

El rostro de la pequeña Phoebe se iluminó como nunca y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

—Ja-ja-ja, ese Arnoldo, tan amable, cordial, bondadoso, confiado, sincero, puro y sin ninguna pisca de odio ni resentimientos. El blanco perfecto para el día de los inocentes. Te lo digo Phoebe ¡lo haré puré! Que los demás se hagan a un lado porque será todo mío, entonces ¿qué opinas Phoebe?

Que el mundo se cuidara y los débiles temblaran, Helga G. Pataki había vuelto y estaba lista para dar lo mejor de sí

—El guante —le respondió Phoebe volviendo a anotar tranquilamente en su libreta.

Sí, el guante. Una ratonera podría picarle el ojo.

El guante… sólo dejárselo morado.


N/A: Y díganme, ¿qué les pareció el primer capítulo?

Espero sus reviews, pero antes de dejarme review les pido que se pasen por mi foro para que entiendan mejor esta historia y me cuenten sus preguntas y sugerencias. Toda duda que no responda en el foro es porque es parte vital de la historia, y no quiero arruinarles su final.

Nos leemos luego.