El verano comenzaba y todas las vacaciones estaban por delante. Lynn Sr, Rita y Lily veían por fin los rascacielos característicos de Great Lakes City después de haberse pasado cerca de tres horas en el monovolumen azul de la familia. Monovolumen, más bien, de los integrantes de la familia que aún vivían juntos.

Lily, la más pequeña con once años, miraba fascinada aquellos edificios gigantes y metálicos, las tiendas, y en general, toda la vida que rezumaban las calles. Con aquel country antiguo que tanto le gustaba a su padre de fondo, veía cómo las amplias avenidas se sucedían. Era su primera vez en la gran ciudad y no podía despegar el rostro de la ventanilla del vehículo.

—Cariño, ¿sabes si estamos ya cerca? Como nos descuidemos perderemos el avión —dijo Rita.

—Según el GPS estamos a unos diez minutos —contestó Lynn—. No deberíamos tener problema para llegar a tiempo.

. Mientras tanto, en la parte de atrás, la niña rubia no paraba de sonreír. Estaba muy ilusionada con lo que esperaba que fuese un verano increíble.

—Ya me puedo imaginar en ese crucero, con la brisa veraniega, tomándome un cóctel mientras contemplo el mar…—El patriarca de los Loud comentaba mientras apoyaba el brazo sacándolo por la ventanilla y recibía el viento que golpeaba su cara con placer.


El estridente sonido del telefonillo rompió el silencio sepulcral en el apartamento. La oscuridad era casi absoluta; la poca luz que entraba provenía de las pequeñas rendijas de las persianas. En la cama de la única habitación del piso, sin contar el baño, la diminuta cocina y el salón, dormía profundamente un joven delgado y desaliñado de cabello blanco: Lincoln Loud.

Pasaron unos segundos y ahora era el timbre el que perturbaba su sueño; y lo hacía con insistencia. Lincoln empezaba a abrir los ojos cuando comenzó a percatarse del ruido. De repente, se dio cuenta de la situación, y se levantó como un resorte. Dio un brinco y a toda velocidad se quitó el pijama con el que pasaba gran parte de sus días. Rápidamente se puso un polo naranja, al que no le dio tiempo de abrochar ningún botón, y unos pantalones vaqueros. Descalzo y corriendo, se dirigió hacia la puerta.

—¡Ya voy, ya voy! —dijo con voz todavía ronca.

Nada más abrir la puerta, Lily se le abalanzó con un abrazo efusivo y cariñoso. Sus padres la siguieron con los saludos. La pequeña entró como un torbellino con su equipaje sin pensárselo dos veces mientras los mayores se quedaban hablando en el hall.

—No me digas que te acabas de levantar, hijo —comentó Lynn al mirar detenidamente a Lincoln.

—Bueno… me tuve que acostar tarde por un trabajillo, y no recordaba que veníais hoy, si os digo la verdad.

El joven estaba visiblemente desarreglado. Tenía barba de tres días, completamente despeinado, con más ojeras de lo habitual, y se le podían ver sus cuatro pelos del pecho sobresalir por el polo desabrochado.

—Cariño, nos tenemos que ir ya. No queremos perder el avión. ¡Todavía sigo sin creerme que nos tocase un viaje por Europa!—dijo Rita entusiasmada.

—Estamos en 2026. Ya nadie escucha la radio. Estoy convencido de que fuisteis los únicos que llamaron para el concurso —bromeaba Lincoln.

—Ja-ja. Muy gracioso, Lincoln. Por ese comentario te voy a dar veinte dólares menos —respondió sarcásticamente su padre mientras cogía billetes de su cartera—. Toma, este dinero es para que no tengas problemas mientras cuidas de ella.

—Sí, bueno, con respecto a eso… ¿De verdad que me tengo que hacer cargo yo de Lily?

Sus padres le miraron con cara de decepción.

—No me miréis así, sabéis que me encanta pasar tiempo con ella, pero es que ahora mismo tengo muchísimo trabajo. Tengo que entregar un proyecto para el final de semana, y… y seguro que alguna de las otras chicas se la podrían quedar sin problema. Además esta casa es muy pequeña…

—No nos vengas con esas —le cortó Rita.

—Hijo, tienes veintidós años, vas saltando de trabajo temporal en trabajo temporal y estás soltero —soltó su padre con autoridad.

—Por no hablar de que casi todos los meses te tenemos que ayudar con el alquiler de este… piso, por llamarlo de alguna manera —añadió Rita cogiendo una prenda de ropa que andaba tirada por el suelo.

—Lincoln, nosotros te queremos, y confiamos en ti, pero necesitas ser más responsable, centrarte un poco y madurar. Por eso creemos que esto te vendrá bien. Lily no da nunca problemas y está deseando pasar todo un mes con su hermano mayor. Tu madre y yo pensamos que es una oportunidad de oro para que nos demuestres de lo que eres capaz. Para que nos demuestres que eres un adulto hecho y derecho.

Lily trasteaba al fondo de la casa con todo lo que pillaba mientras sus familiares tenían la discusión. Lo que más le llamó la atención era la cantidad de papeles arrugados que había en el suelo. Contenían esbozos llenos de tachones de personajes pintorescos de todo tipo.

—Mira, estamos seguros de que lo harás genial. No nos cabe la menor duda. Por eso la hemos traído aquí y no la hemos dejado con ninguna de tus hermanas. —aportó su madre a la pequeña arenga de su padre.

—Bueno… —Lincoln se mostró confuso y algo afectado ante tal discurso.

—¡Y no hay más que hablar! —interrumpió Lynn—. Por algo te hemos pagado la mitad del alquiler del mes.

Lincoln decidió callarse y no crear más molestias.

—¡Nos vamos hija! ¡Ven a darnos un beso a tu padre y a mí!

Lily se acercó a la entradita y se despidió de sus padres. Esta vez desde el lado en el que estaba su hermano con respecto a la puerta. Lo mismo hizo Lincoln, que no les guardó rencor a sus padres después de la tensa conversación.

Lincoln cerró la puerta y se había quedado definitivamente solo, cuidando de su hermana.

Lily todavía seguía contemplando el apartamento. Había varias paredes de ladrillo visto bastante oscuro, y tenía cantidad de pósteres enmarcados. En el salón podía verse uno de Akira detrás de la televisión. Televisión muy antigua, por cierto, solo emitía en 4K.

Por el resto de la casa tenía más; entre ellos uno de Evangelion. Sin embargo, el que más le llamaba la atención era el que tenía en su habitación. Era de Ace Savvy, y le resultaba muy familiar. Quitando la ropa sucia, los papeles del suelo, y el desorden general, el piso tenía su encanto. Tenía un toque muy urbano, como el de los edificios neoyorkinos. Incluso había fuera una escalera de incendios.

—Oye Linc, ¿de qué son todos estos pósteres? ¿Y por qué está el suelo de la casa lleno de papeles? —pregunto con gran curiosidad Lily.

Ella estaba en el fondo del salón y al darse la vuelta se dio cuenta de que Lincoln ya no estaba ahí. Tampoco había respuesta a su cuestión.

Tuvo que ir a su habitación para encontrarle. Allí estaba, desparramado en la cama boca abajo.

—¿Linc?

Lincoln emitió un sonido de difícil comprensión. Ella con su telepatía de hermana intuyó que dijo "¿Qué?".

—Decía que de qué son todos esos pósteres que hay por la casa. Y que por qué lo tienes todo lleno de papelujos —repitió Lily.

—He estado dibujando bocetos de cómic. Tengo que entregar algo para el viernes o no conseguiré el trabajo —dijo con la boca prácticamente en la almohada.

Seguía siendo difícil entender lo que decía. Estaba más centrado en intentar dormirse de nuevo que en conversar.

—Lily, ¿por qué no me dejas dormir un ratito más, por favor? Anoche me tuve que ir muy tarde...—paró la frase para bostezar profundamente— a la cama.

—Oh, venga, pero si acabo de llegar y hace mogollón que no nos vemos. ¡Vamos, levanta, vamos, vamos vamos, vamos! —Lily meneaba a Lincoln sobre la cama repetidamente.

La respuesta de Lincoln volvía a parecerse más al gruñido de un animal que a una oración articulada de una persona normal.

—¡Vengaaaa! ¡Despiertaaaa! ¡Que además es la hora de la comida! ¡No he comido nada en todo el viaje y es tarde! —Lily gimoteaba para que su hermano le hiciese caso.

Lincoln giró la cabeza y miró a su hermana con un ojo abierto y el otro todavía cerrado. Ahí estaba plantada. Le seguía insistiendo y dando empujoncitos. Ahora, medio riéndose, pues era consciente de que había captado la atención de Lincoln con su forma juguetona de pedírselo.

—Está bien… Yo también tengo hambre —dijo de forma perezosa a la par que se iba levantando.

A pesar de que ya no era aquel bebé tan mono con el que Lincoln pasó tanto tiempo durante su niñez, al único hermano de los Loud se le seguía haciendo imposible decirle que no a Lily. Conservaba esa mirada inocente de siempre, y si bien ya era casi una adolescente, seguía siendo guapísima y entrañable.


—¿Qué estás preparando? —preguntó Lily mientras leía de manera más detenida las ideas desechadas por Lincoln.

—Hoy, señorita, va usted a comer "macaroni a la Lincolini".

—¡Guay! ¿Y qué se supone que tienen de especial?

—Que no llevan ni salsa, ni… bueno, casi ningún ingrediente que le pueda resultar apetecible a un ser humano. ¡Pero tienen bacon en tiras!

Lily le miró un poco defraudada, pero tenía tanta hambre que no le haría ascos.

—Lo siento, canija. Se me olvidó ir a hacer la compra. Yo me voy apañando como puedo. Llevo comiendo sándwiches envasados y patatas fritas tres días —Lincoln dijo rascándose la nuca y riendo algo avergonzado.

—¿Sabes? Estos dibujos no son muy buenos —Cambió la niña de tema mientras seguía revisando las tiras—. O sea, el dibujo mola, pero… es todo tan aburrido.

—Sí, es uno de los muchos motivos por los que andaba en el suelo cerca de la papelera.

El joven peliblanco sirvió la comida en los platos y la dejó en la pequeña mesa del salón, donde esperaba su hermana hambrienta.

Et voilà. Los mejores macarrones de la historia. Posiblemente.

Lily comenzó enérgica y apasionadamente a comer, pero el sabor no era bueno y se lo tuvo que tomar con más calma.

«Cómo es posible que unos macarrones con solo dos ingredientes puedan saber mal» pensó Lily.

—¡Uff qué mierda, esto es terrible! —dijo Lincoln sin cortarse—. Ups, perdón por hablar así —Lincoln, al ver la reacción de su hermana, tuvo que rectificar. Se había malacostumbrado a hablar sin filtros después de estar un tiempo sin vivir rodeado de niños. O de sus padres.

—Lo has dicho tú, pero sí, es una mierda —repitió Lily—.

—Llevo bastante sin cocinar en condiciones. Supongo que estoy algo oxidado. Cuando tú eras pequeña, a veces os cocinaba a todas. Cada una con su plato cocinado de distinta forma.

—No te preocupes, hermanito. Ya mejorarás. Además, tengo tanta hambre que apenas noto el sabor a quemado —Lily intentaba mostrarse comprensiva y amable, y le sonrió tras la crítica sin maldad.

Los dos hermanos siguieron comiendo y se ponían al día el uno al otro, olvidándose del fracaso de comida que fueron los macarrones.

—¿Y entonces todo bien por Royal Woods? ¿Ayudas a papá y a mamá?

—Bueno, creo que no se pueden quejar… ¡He sacado casi todo sobres!

—¡Vaya, ahí va otra hermana que me supera! ¡Enhorabuena! —respondió Lincoln sinceramente y feliz—. Yo recuerdo que me costaban las Mates. ¿Todavía sigue dando clase la señorita Johnson?

—¡Sí, es genial!

—Era buena, sí… En fin, dime ahora que ya hemos acabado con los temas aburridos. ¿Tienes ya algún pretendiente? —preguntó Lincoln haciendo que Lily se sonrojara.

—¡Lincoln!

—Bueno, qué quieres, si no me preocupo yo por tus novios quién lo va a hacer. ¿Dime, voy a tener que ir a casa a ponerme serio con algún chico o qué? —Era consciente de que estaba incomodando a su hermana, pero le resultaba muy divertido continuar.

—Qué va… La verdad es que no tengo muchos amigos en casa —contestó pasando de estar incómoda a algo triste—.

Lincoln no se esperaba ver a Lily en esa situación. Tanto él como cualquiera de sus hermanas, conociendo su personalidad alegre y llena de vida, habría pensado que tenía cantidad de amigos y amigas. Desde luego no le gustaba verla así.

—Bueno, ellos se lo pierden. Seguro que pronto harás amigos, no te preocupes.

—Supongo… ¿Y qué tal Ronnie Anne?

La situación de incomodidad se invirtió. Fue rápida e inesperada, y entró fría y punzante como un cuchillo. La pregunta le sentó a Lincoln como una puñalada, pero Lily no tenía ninguna culpa. Al fin y al cabo ella no sabía que habían cortado.

Lincoln decidió levantarse y recoger los platos ya vacíos para no verse especialmente vulnerable. Lily le miraba atentamente apilar todos los cubiertos mientras titubeaba pensando qué decir sobre el tema y cómo hacerlo.

—Emmm, pues está bien, supongo. Lo cierto es que no sé… O sea, está… ¿bien?

Lily mantenía fijamente y extrañada su mirada en Lincoln, que prácticamente tartamudeaba y buscaba la forma de evitar tener que dar explicaciones. Con todo ello, acabó distrayéndose, y mientras tenía la vajilla en las manos, resbaló hacia atrás con la alfombra.

—¡Ahhh! —Lincoln gritó por la inercia de la caída, esperando el golpe y el impacto de los objetos punzantes sobre su rostro. Pero… no llegaba.

Lincoln abrió los ojos al no notar el batacazo, y vio lo que no habría imaginado en un millón de años. Algo que cambiaría la vida de los dos hermanos.

Podía ver los platos, los cuchillos y los tenedores flotando encima de él. Y, ¡Qué demonios!, ¡Él mismo estaba flotando!

Fue entonces cuando movió sus ojos hacia Lily. Ahí estaba ella. Su querida hermana de 11 años, con las manos alzadas, teniéndole suspendido en el aire, habiéndole evitado un golpe monumental.

—¿¡Lily?! —Gritó Lincoln de manera extraña por su asombro y por la posición en la que tenía su cuerpo flotando.

Lily, al darse cuenta de que la había visto por completo, se puso nerviosa y le soltó sin querer, provocando que cayese al suelo de golpe junto con los cubiertos. Lincoln se hizo algo de daño, pero al haber aterrizado desde menor altura y con menos dureza, apenas lo notó.

La joven, siendo consciente de que la había descubierto (bueno, en realidad ella se descubrió a sí misma), corrió hacia la habitación de su hermano y se encerró echando el pestillo.


—Lily, ábreme por favor. Llevo aquí 15 minutos y no has dicho ni una palabra. Esto es algo… serio.

Lincoln, todavía en shock, estaba sentado en el suelo, apoyado en la parte externa de la puerta de su habitación, que daba al minúsculo espacio que separaba su cuarto, el baño y el salón. Hablaba en un tono bajo y suave, pues intentaba transmitir tranquilidad con sus palabras para convencer a Lily, aunque, alucinando como estaba, no sabía si lo conseguía.

—Venga. Vamos a pasar juntos un mes. En algún momento tendrás que salir y hablar conmigo. Dime algo —el chico pausó antes de continuar—, por favor.

El silencio después de cada frase de Lincoln era absoluto.

—¿Sabes?, cuando Luna tenía 16 o 17 años pasó por una etapa algo mala. Tú tenías como 2, así que seguramente no lo recuerdes, pero siempre se la veía muy triste, y nadie sabía por qué. Algunos pensaban que simplemente estaba atravesando una fase grunge, porque siempre estaba escuchando música muy oscura y triste, pero a mí me preocupaba bastante. Era como ver a Lucy, pero con un gran vacío en el interior. Como si hubiese perdido esa esencia alegre y rockera que todos conocíamos y amábamos.

Lily escuchaba atentamente desde el otro lado de la puerta, apoyada del mismo modo en que estaba su hermano.

—El caso es que llegó un momento en el que empezó a comportarse como si fuese otra persona. Fue aquí cuando se hizo ese tatuaje del alien en el antebrazo, por cierto. Mamá y papá casi se la cargan cuando lo vieron, jaja.

Lincoln hacía pausas largas con cada frase. Intentaba ordenar sus recuerdos e intentaba hacer que la historia sonase profunda y calase en Lily.

—Todos intentamos animarla como pudimos, pero ninguno parecía conseguir nada…

—Un día, estaba yo en el centro comercial con Clyde y la vi a lo lejos en la tienda de música. Ella iba con su amiga Sam, pero lo curioso es que… estaba sonriendo. Hacía tiempo que no la veía feliz, pero con ella… parecía la de siempre. Cada vez que su amiga se daba la vuelta… Tenías que ver su cara. Me valió con observarla un minuto para entender lo que pasaba.

—Cuando vi que a Luna le gustaban las chicas, pensé en avisar a papá y a mamá, o a alguna de tus hermanas. Igual sabían llevarlo mejor que yo. Pero yo no era quién para ir diciéndolo por ahí, así que decidí hablar personalmente con ella. Y fue algo bastante raro al principio. Ella intentaba negarlo, porque le daba miedo que no la aceptásemos o que alguno pensase mal de ella… O incluso que Sam la rechazase, porque aunque le había mandado alguna carta, según me dijo, nunca llegó a dejar claro que era ella su admiradora secreta.

—Pasé horas con ella, y finalmente se desplomó y me lo contó llorando, pero no había nada de lo que avergonzarse. Y se lo dejé claro. Conseguí ayudarla, y mírala ahora; está mejor que nunca. Al principio pasó miedo, pero yo estuve con ella siempre, y pasase lo que pasase la apoyaría. Al final acabó diciéndoselo a todo el mundo, y nunca he estado más orgulloso de nadie como lo estuve en ese momento. Pero lo que más feliz me hacía es que ella estaba orgullosa. Por fin era ella misma. Y todos estuvimos allí para apoyarla.

—Mira, sé que puede parecer todo muy complicado, pero si me dejas ayudarte…—La puerta se abrió y Lincoln quedó con la palabra en la boca observando el espacio de su habitación que había quedado sobreencuadrado por las jambas.

Lincoln se levantó y pasó con cierta precaución a su habitación. No sabía muy bien qué esperar. A lo mejor Lily estaba llorando en el rincón, o tal vez lo había destrozado todo con aquello que sea capaz de hacer con sus manos o su mente.

Pero no, ni estaba todo destruido, al menos no más de lo que estaba el cuarto antes de su llegada, ni estaba en una esquina llorando. Estaba sentada en la cama, pensativa. Y junto a ella se sentó su hermano, que esperó a que ella hablase.

—Antes de nada, quiero que sepas que eres el primero en descubrir esto aparte del gato.

Lily se levantó bajo la mirada atenta de su hermano y alzó su mano derecha. Se estaba concentrando con vistas a un portalápices. Ella tenía confianza, pero Lincoln, aun habiendo visto lo que vio anteriormente, seguía esperando que hubiese sido una casualidad, o un efecto óptico. O tal vez Dios, si es que existía. Pero no, no era ninguna de las tres anteriores. El portalápices empezó a flotar por el aire y era cosa de Lily. Estaba levantando un objeto con la mente. Tenía superpoderes.

Ironías de la vida. Lincoln se había pasado la vida viendo películas de superhéroes y leyendo cómics. ¡Qué narices! Él es dibujante de cómics. Sin mucho éxito, pero todavía es joven. Pues con todo eso, y era su hermana pequeña la que podía mover cosas con la mente. Alucinante.

En un primer momento eso es lo que pensó el chico con cierta envidia. Pero de eso pasó al nerviosismo, a la incredulidad y a la ansiedad en dos malditos segundos.

—Como ves puedo hacer esto —dijo Lily esperando una respuesta de Lincoln, que estaba con la boca abierta y algo pálido.

—Vale, está bien —Lincoln contestó con cierta histeria y tragando saliva—. ¿Y desde cuando puedes hacer estas cosas?

—Desde hace unos pocos meses. Unos días antes de que Lisa se fuese de casa para ir a la universidad, estaba terminando un experimento, y hubo en pequeño accidente…

—¿En serio, joder? ¡Claro, quién si no iba a ser! Tendrá el cerebro de un genio, pero es una maldita imbécil —su hermano la interrumpió con tono enfadado y se levantó para empezar a moverse como un desquiciado por el habitáculo—. Después de todos los líos que provocó cuando era pequeña y no aprendió que en casa no se hacen experimentos sin la supervisión y la seguridad suficiente.

—Bueno, un día entonces…

—¡Luego soy yo el puto irresponsable y Lisa va por ahí dejando a nuestros hermanos como si hubiesen salido de una peli de ciencia ficción! ¿¡Sabes, Lily que durante varios meses Lola tuvo que llevar peluca por un experimento?! ¡Y mejor no entro en el tema de Leni, pero antes de que Lisa naciese, sabía caminar por los pasillos sin ir reventándose la jodida cara con las paredes!

—¡Lincoln, cálmate, maldita sea! ¡Respira! —Lily le cogió de los brazos y le volvió a sentar en su colchón.

—Está bien, retiro lo de Leni, pero lo del pelo de Lola es verdad. ¡Y no puede ir por ahí creando superhéroes negligentemente! ¡Nuestra familia no son Los Vengadores, y ella no es Nick Furia!

—¡Para, Lincoln, joder!

Lincoln se detuvo en seco al ver a su hermana decir una palabrota. Ella casi nunca las decía y debía tener más cuidado.

—Como iba diciendo, pocos días después de eso, casi se me cae un vaso de agua al suelo y por casualidad pude hacerlo. Tampoco estoy segura de que fuese por lo de Lisa. —Lily intentó encubrir a su hermana mayor, pero sabía que era una mentira.

—Mira Lily, sé que igual puede parecer que estoy flipando en exceso, pero tenemos que llamar a Lisa para que venga aquí ahora mismo a hacerte pruebas o algo. Puedes tener radiación o yo qué sé qué en el cuerpo.

—Lincoln, no. ¡Estoy perfectamente, no me pasa nada!

Lincoln hizo caso omiso de sus palabras y cogió directamente su móvil, al que le dio la indicación por voz de que llamase a Lisa.

Lily esperaba sentada en la cama, enfadada y decepcionada con Lincoln, mientras estos hablaban.

—Sabía que no tenía que contarle una mierda —Murmuraba la pequeña enfurruñada mientras alzaba el portalápices y lo estampaba contra el suelo, esta vez con sus propias manos.

De fondo podía oír partes de la conversación telefónica. "¡Cómo que no puedes venir…!", "no puedes seguir haciendo estas cosas…", "¡más te vale que vengas pronto!...". Lo que más le llamó la atención a Lily es que Lincoln no quiso dar detalles de lo que sucedía. En ningún momento dijo nada de poderes o de telequinesis. Finalmente colgó bruscamente sin despedirse y volvió a entrar en la habitación.

—No podrá venir de momento, así que te llevaré ahora mismo al médico, por si acaso.

—¡Lincoln, ni hablar!

—Es por tu bien, Lily. Sé que te puede parecer injusto, pero esto no es como lo de Luna. Tu salud y tu seguridad están en juego.

A Lily se le empaparon los ojos mientras su hermano le decía aquello. Enmudeció por completo. La hizo sentir como si fuese un monstruo. A Luna sí que la pudo ayudar, pero ella era un fenómeno que además podía estar enferma o algo peor. Lincoln no quedó impune tampoco. Ver que había provocado que llorase le rompió el corazón.

—Lo siento de veras—dijo con sinceridad poniéndose de rodillas a su altura y mirándola a los ojos.


Ser arrastrada contra su voluntad no era la forma en la que Lily se imaginaba haciendo turismo por la ciudad, pero así es como dio su primera caminata por la gran urbe. Entre las grandes masas de gente, Lincoln la llevaba de la mano con rapidez para llegar al hospital más cercano. No montaba un numerito, pero desde luego que si te fijabas con detenimiento podías estar seguro de que no estaba satisfecha con la situación. Simultáneamente, su hermano, visiblemente alterado, esquivaba a la gente por la calle.

Lily podría haber luchado más contra Lincoln para evitar la consulta del médico, pero había quedado bastante tocada con la discusión de antes. Ella misma empezaba a pensar que tenía un gran problema, y no es que no se le hubiese pasado por la cabeza anteriormente, pero siempre aumenta la duda y la tensión si alguien más te lo dice (sobre todo si ese alguien es tu hermano al que admiras, como pasaba con ella).

Ya en el despacho del doctor y después de haberse hecho unas radiografías, y unos análisis, Lincoln y Lily aguardaban nerviosos las explicaciones pertinentes. La sala era blanca y básica, lo que cabría esperar de ella. Su austeridad no ayudaba a tranquilizarles.

El doctor, de mediana edad, alto, castaño y con talante serio, entró cojeando en la habitación con una carpeta en la mano. Los dos hermanos esperaban sentados en unas sillas enfrentadas a la mesa. Después de los saludos y una revisión en silencio de los informes, empezaron a conversar.

—Entonces me había dicho usted que su hermana se vio envuelta en un accidente de laboratorio por culpa de su otra hermana —A Lily le resultaba muy extraño ver cómo le hablaban a Lincoln de "usted". Aunque ya tenía veintidós, seguía sin verle como uno de esos señores que llevan traje y van a reuniones importantes.

—Correcto. Yo no estuve allí, pero por lo que me han dicho las dos, a Lisa se le cayó no sé qué sustancia, y hubo una especie de mini-explosión… Bueno, ya ves, que no conozco muy bien los detalles —Al Dr. Gregory no le sentó bien que Lincoln le tutease. Le echó una mirada poco amigable cuando este terminó la frase.

—Vale. Pues en principio su hermana está sana. En las imágenes no vemos nada extraño, y los análisis no muestran ningún problema a mencionar…

Lily y Lincoln respiraron tranquilos por fin. Ambos se miraron con cara de haberse quitado un peso de encima. A los dos les ponían nerviosos los hospitales.

—Pero dígame una cosa, Sr. Loud. Si todo aquello sucedió hace unos meses y Lily no ha mostrado ningún síntoma extraño, tal y como usted ha puesto en el formulario previo a las pruebas, ¿Por qué venir ahora a urgencias, deprisa y corriendo, sin estar presentes sus padres y con una intranquilidad tan palpable? —El doctor dijo casi sin pestañear, mostrando su personalidad seria y preguntando como si estuviesen en un interrogatorio por asesinato.

Lincoln se puso algo tenso ante la actitud y las preguntas del doctor. Tendría que tirar de su característica elocuencia para convencerle. Y rápido.

—Era por asegurarnos. Es que me dolía un poco el estómago y le conté todo lo del accidente y se preocupó. Supongo que al final sería por los macarrones "a la Lincolini" que me hizo para comer —Su hermana se le adelantó con habilidad y consiguió sortear el bache.

El Dr. Gregory aceptó la respuesta, aunque poco convencido. Lincoln se levantó rápidamente y cogió a su hermana para largarse lo antes posible sin levantar más sospecha.

—Pues si ya está todo doctor, nosotros no te molestamos más…

—Pueden irse, sí. No se olvide de pagar la factura al salir, Sr. Loud —Lincoln no había tenido muy en cuenta el tema del coste económico, así que no le sentó muy bien el recordatorio. Fueron casi 200 dólares los que tuvo que pagar. Un buen pellizco de la parte que le había dado su padre al inicio del día.

Ambos salieron después de pasar por caja y se sentaron en un banco cercano unos segundos.

—¿Ves como tenía razón? Eres un cabezota, deberías haberme hecho caso —Lily no obtuvo respuesta a lo que claramente dijo como provocación.

—¿Ahora no me dices nada? ¿Después de haberte puesto histérico por todo? ¿Después de haberme puesto histérica a mí también? —Seguía sin conseguir contestación. Le veía muy alicaído, así que al final tuvo que intentar animarle.

—Anda, venga, que todo ha salido bien. Vámonos a casa de una vez por todas y a hacer como si no hubiese pasado nada.

Lincoln se mantuvo todavía unos segundos en silencio antes de soltar una frase lapidaria.

—Lily, voy a llamar a papá y a mamá para que vengan a por ti.

Lily se quedó a cuadros. Realmente estaba muy ilusionada con este verano. Había pasado un año difícil. No solo por haber perdido a la única hermana que le quedaba en casa y por la soledad de no tener buenos amigos. Para ella también había sido duro el hecho de tener poderes. Tenía su parte buena, pero era todo muy complicado. Estaba muy ilusionada por pasar un verano con su hermano, para ella ese verano era como la botella de agua fría después de haber estado horas corriendo. Su momento de diversión después de aquel maldito año. Y todo se había ido al traste al primer día. Y lo peor es que no era Lincoln quien lo había estropeado todo; fue ella. Ella era la que tenía esos poderes propios de un engendro.

—Sé que probablemente estabas muy ilusionada con pasar el verano en la ciudad, pero yo no creo estar capacitado para cuidar de ti. No en tu situación… Les llamaré ahora para que vengan a recogerte cuanto antes y veáis cómo lo podéis solucionar con Lisa. Yo no le he dicho nada antes, cuando la he llamado, pero creo que deberías contárselo a los tres. A lo mejor ella encuentra algún modo de curarte.

A Lily toda la situación la sobrepasó. Estaba en medio de la calle, las lágrimas caían lentamente sobre sus mejillas y se notaba a punto de estallar. Cuando ambos se levantaron del banco y Lincoln se disponía a llamar a sus padres, Lily no pudo contenerse más, y salió corriendo alejándose de Lincoln. Este intentó agarrarla del brazo, pero ella se lo apartó de encima con sus habilidades y se mezcló entre la multitud mientras él gritaba su nombre.

La pequeña consiguió alejarse de su hermano y estaba sola entre toda la gente de la ciudad, que caminaba a gran velocidad y no dudaba en empujar a aquellos que entorpecían la circulación rápida, como pasaba con Lily. Ya empezaba a anochecer, y las luces de los rascacielos, los coches y los comercios dominaban las calles de las zonas céntricas.

Lily necesitaba estar sola y tomarse un respiro de la multitud para llorar en paz y desahogarse, así que, sin el temor que solo tendría alguien sin superpoderes, se metió en un callejón sucio y oscuro.

Lincoln caminaba aprisa, buscando por todos los rincones y gritando su nombre. Iba preguntando a los peatones que veía más parados. Quizá ellos, con menos prisas, la habían visto pasar, pero no hubo suerte.

Estaba sentada, sujetándose las piernas con los brazos al lado de un contenedor de basura, llorando despreocupada de todo lo que ocurría alrededor. Sabía que en algún momento tendría que salir de ahí y volver con Lincoln, pero intentaría alargar la espera lo máximo posible. Un gato negro cruzaba el callejón en esos momentos a la caza de una rata, lo que provocó que la niña levantase la cabeza y se diese cuenta de que, al fondo de ese lúgubre pasadizo, había un hombre atracando a otra persona. Le tenía en el suelo, pateándole la zona de las costillas y gritándole de la manera más silenciosa posible, para que nadie le descubriese.

—Dame el puto dinero, cabrón.

Por si aquello no era suficiente, el hombre sacó una pistola, lo que provocó que a Lily se le abriesen los ojos como platos y se llegase a asustar. Se escondió por un segundo debajo del fétido contenedor en el que estaba.

—Te daré una última oportunidad. O me lo das o te mataré. ¡Te juro que lo haré!

—Por favor, tengo un hijo. Esto es lo único que tengo para mantenerle —dijo la víctima muy adolorida, con sangre en la boca.

Lily, que lo veía todo por la rendija del suelo, no sabía qué hacer. Estaba muy asustada, pero si no hacía nada ese hombre moriría.

Al mismo tiempo, Lincoln buscaba por los lugares más improbables, habiendo ya mirado por todos los huecos de la manzana.

El ladrón le quitó el seguro a la pistola que apuntaba, y rozaba el dedo contra el gatillo, dándole a su víctima tres segundos antes de que disparara.

—¡Uno…!

Lily rodó por fin con decisión del contenedor y se levantó entre la oscuridad y el humo de una alcantarilla.

—¡Dos…!

Lincoln entró en ese momento en el mismo callejón y vio a su hermana poniéndose en pie y alzando el brazo, y en el fondo, la escena del atraco.

—¡Tres!

Lily actuó callada, y con una enorme concentración hizo que la pistola saliese disparada contra una pared dejando al ladrón perplejo. La víctima, que tenía los ojos cerrados esperando ya su final, se preguntaba qué estaba ocurriendo entre plegarias.

Justo después de quitarle el arma de la mano, se centró en un pequeño cubo de basura metálico que tenía a su lado el caco, y con su mente, se lo tiró a la cabeza. El villano, conmocionado por el golpe y mirando a todos los lados sin encontrar a nadie más que una sombra misteriosa en el fondo, entre las tinieblas provocadas por el vapor de alcantarilla, huyó despavorido por el lado contrario al que estaba Lincoln, que miraba atentamente escondido.

Cuando ya se había ido, Lincoln corrió hacia Lily, protegiéndola con sus brazos y haciendo que se agachase para llevársela a cuclillas, de modo que no les viese ni la víctima ni nadie. Los dos corrieron como nunca lo habían hecho y se subieron al primer taxi que vieron, angustiados y fatigados.

—Mira, sé lo que me vas a decir, pero tenía que hacerlo, si no… si no ese hombre podría haber… —dijo Lily todavía sofocada por la adrenalina de la situación y la carrera que había echado.

Lincoln fue a contestar, pero se dio cuenta de que tenían al taxista delante y prefirió esperar a cruzar un par de avenidas más y hablarlo cuando ya nadie les prestase atención. De este modo, se apearon en una zona más tranquila y segura sin haber permanecido mucho tiempo en el vehículo. El servicio les costó poco más de 6 dólares. El hermano decidió ir a un pequeño parque que había cerca para discutir lo sucedido.

—Lincoln, te juro que yo no quería… No quería que pasase nada de esto, pero tenía miedo, y vi al tipo con la pistola… —Lily hablaba entre sollozos y le costaba expresarse.

—Tranquila, tranquila. Ya pasó todo. —Lincoln la abrazó intentando tranquilizarla.

—Pero… pero.

—Shhh. Tranquila…

Lincoln paró el abrazo e hincó una rodilla para hablar con ella de tú a tú, mirándola a aquellos ojos llorosos que tenía.

—Lo que has hecho antes ha sido increíble, y no sé si yo hubiese tenido las agallas de hacerlo.

Lily quedó sorprendida ante el comentario de su hermano. Esperaba haber oído todo lo contrario a eso.

—Es verdad que has corrido mucho riesgo, pero ese hombre hoy no volvería a su casa con su familia de no ser por ti. Eres una superheroína —Lincoln le quitó una lágrima a su hermana de la mejilla. Ahora esta sonreía y paraba de llorar mientras aspiraba los mocos.

—Quiero que sepas que antes me equivoqué. Me equivoqué con todo. Si te digo la verdad, me asusté bastante —mencionó Lincoln.

—No me digas —contestó Lily sarcásticamente, bromeando y provocando la risa de su hermano.

—Lo digo en serio. Debería haberte apoyado. Y quiero apoyarte a partir de ahora. Sea como sea que te ocurriese, creo que tienes un don del que no te deberías avergonzar. Y no hay en el mundo una persona mejor para tener ese don.

Ahora a Lily se le volvían a caer las lágrimas, pero de emoción.

—Mira, a lo mejor esto te resulta complicado. Seguro que lo será. Pero si me permites aconsejarte, deberías mantener el secreto como algo entre nosotros. Yo confío plenamente en ti, y creo que deberías usar tu privilegio para ayudar a la gente, pero lo que hay en el mundo puede ser muy peligroso y no se trata solo de tu forma de ser, sino de todo lo que te rodea. Si se lo dices a alguien tendrás a mucha gente encima que querrá hacerte daño, y lo último que quiero en este mundo es verte sufrir —Lily asintió a las palabras de Lincoln, aceptando el pacto de silencio entre hermanos.

—Antes, por cierto, he dicho muchas cosas de las que ahora me arrepiento. Lo de que a lo mejor deberías irte de vuelta con papá y mamá… Bueno, en realidad lo que dije sobre no saber si soy la mejor opción para cuidarte lo sigo pensando, pero creo que podemos hacer un buen equipo si dejo de ponerme tan paranoico, ¿no? —Lily se puso muy contenta de oír eso. Por supuesto respondió eufórica que sí —Piénsalo, ¡la pequeña superheroína, oculta entre las sombras de la gran ciudad, y su hermano el dibujante de cómics, ayudándola a descubrir y usar sus poderes! ¿Suena bien, no?

—¡Suena increíble! —contestó Lily con un tono de felicidad absoluta provocando una sonrisa en Lincoln.

—Bueno, creo que ha sido suficiente acción por hoy. ¿Qué te parece si vamos a comernos una hamburguesa por ahí? A menos de que prefieras volver a casa y terminarte los "macaroni a la Lincolini", claro.

—Ugh —Lily fingió una arcada e hizo que Lincoln soltase una carcajada.

Lincoln cogió a su hermana de la mano y tomaron camino al restaurante.

—¿Sabes? He de reconocer que también he sentido algo de envidia con lo de tus poderes…

—¿Qué dices? ¿¡Me tomas el pelo?! —Lily reía.

—Como lo oyes. Se supone que yo soy el dibujante de cómics. De niño me pasaba todo el día disfrazado de Ace Savvy, y tengo toda la casa llena de tebeos, películas y pósters. Y ahora llegas tú y empiezas a moverme la casa con tu supermente —Lincoln admitía su complejo con honestidad y simpatía.

—Siempre puedes pedirle a Lisa que te explote sus experimentos en la cara. ¡A lo mejor tú recibes superfuerza!

—Nah, creo que pasaré. Prefiero no arriesgarme a perder el pelo con sus pruebas. Además, ya tenemos a la mejor heroína posible —dijo Lincoln sonriéndola.


En el restaurante se sentaron en uno de los sillones de cuero rojo medio roto que había al lado de la ventana. Era la típica hamburguesería de cadena que podías encontrar en las ciudades americanas: muy iluminada, grasienta y con música alta, pero con un encanto indescriptible. El chico tuvo que gastar algo más del poco dinero del que disponía, pero un día era un día.

Mientras esperaban a que llegasen sus platos, Lincoln utilizó una servilleta para dibujar a su hermana mirando la lluvia nocturna a través del cristal del local, agotada después del día que había tenido. Encima del retrato puso el título SuperSister.

Terminaron sus cenas y fueron de vuelta al apartamento de Lincoln para por fin descansar. Justo antes de entrar por la puerta, se encontraron con un vecino que salía corriendo. Un niño de la edad de Lily, de pelo negro, alegre y con mucha vitalidad que vivía en frente de Lincoln.

—¿A dónde vas con esas prisas, Max? —preguntó Lincoln de buena onda.

—¡Se me había olvidado devolverle este juego a mi amigo Zack y como espere a mañana para dárselo me matará, Linc! —dijo frenando su velocidad para contestarle. Los dos se llevaban muy bien, y a pesar de la edad se podían considerar amigos.

—Pues ten cuidado y vuelve rápido. ¡A estas horas las calles no son seguras!

—¡Sí! —respondió el pequeño alejándose rápidamente.

Lincoln abría la cerradura de la puerta, pero Lily había quedado obnubilada. No sabía muy bien qué era eso que sentía, pero no podía dejar de mirar a su nuevo vecino a la que se alejaba. El hermano ya había pasado al apartamento cuando se dio cuenta de que Lily seguía ahí fuera.

—¿Qué haces ahí? ¿No entras?

—Sí, sí, ya voy… —contestó dando pasos lentos e intentando mantener lo máximo posible la mirada en el chico.

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