—¡Demonios!
Asombrado apartó de un golpe el reloj que indicaban las 11: 05 de la mañana del sábado. El joven compuso su mejor mueca de desagrado y lentamente se desperezó haciendo crujir cada uno de los músculos de su fornida espalda.
De un brincó se alejó de la cama y con cautela para no despertar a la joven que dormía plácidamente vistió sus ropas desparramadas por el lugar. Con una sonrisa de autosuficiencia recordó cada instante y segundo de la noche anterior observando la voluptuosa morena recostada con una expresión similar a la suya.
Luego de una intensa pelea con los cordones de sus zapatillas que al parecer no tenían intención de atarse, se acercó a la cómoda de la chica tomando un bolígrafo y un trozo de papel que parecía ser una factura de electricidad.
"Amy lo pase muy bien anoche, un beso. Harry"
Releyó una vez más la pequeña nota revisando que no tuviera alguna connotación que le diera a entender a la muchacha que él deseaba repetir aquello; nunca lo hacía y por más que la haya pasado magnífico nunca se había acostado con la misma mujer más de una vez.
Subió con rapidez el cierre de su chaqueta azul y se observó en el espejo del pasillo notando su cabello igual de desordenado que siempre. Sacando su móvil del bolsillo trasero de su vaquero confirmo que ya eras las 11: 20. Maldijo una vez más y soltando una blasfemia apuro sus pasos para salir de la casa.
Mientras subía a su Ducati se reprochaba el no haberse ido al amanecer como generalmente acostumbraba, ahora llegaría tarde al estúpido aeropuerto y Ron lo mataría por su descuido. Sonrió de lado. Ahora que lo reconsideraba podía tomar eso como una especie placer retorcido, hacer esperar a esa desconocida ya que por su culpa tendría que ir hasta el aeropuerto cuando bien podría hacer cosas más interesantes.
Aceleró la moto al especular que probablemente tan solo faltaran 10 o 20 minutos para que el reloj marcase las 12 en punto del mediodía.
Se preguntó si Amy ya habría despertado y notado su ausencia. Suspiró sonoramente, esperaba que no tratase de comunicarse con él porque realmente era difícil hacerle entender a sus conquistas que una noche con él era simplemente eso, una noche. El viento golpeando tranquilizadoramente contra su rostro lo llenó de paz, definitivamente a la única que amaba era a su querida Ducati, y por su supuesto a su madre, no había espacio para nadie más.
El joven frunció el ceño al notar como vibraba su móvil y deteniéndose a un costado de la calle extrajo el pequeño aparato observando desconcertado el nombre de Neville en su pantalla.
—¿Hola? —Hola Harry, escucha tengo el informe que me pediste para mañana, pero surgió un problema y tengo que ir a ver a mi abuela, sabes cómo se pone si no la obedezco. —¿Y el problema es…? —Déjame terminar.
Harry rodó los ojos e impacientemente golpeó rítmicamente las llaves de su Ducati contra esta misma formando una especie de rara melodía.
—El problema es que no creo que este allí por los menos por una semana y si no quieres que Snape te repruebe como siempre lo hace será mejor que vengas a buscar el informe. Ahora. El joven se revolvió el cabello algo desesperado y suspiró. —¿Tiene que ser ahora? —Si Harry, me llamó recién y no quiere que me tarde, ven a buscar el informe. —Bien, gracias Neville, en un rato estoy allí.
—De nada Harry, te espero.
El joven cortó la comunicación y volvió a suspirar pensando en que se llevaría unos buenos gritos por parte de Ron, pero realmente necesitaba ese informe y no tenía ni la más mínima intención de darle una razón más a Snape de ponerlo en ridículo frente a toda la clase como se había acostumbrado a hacer.
Impaciente tocó por segunda vez el timbre de la casa de su compañero de universidad. No entendía que carajos estaba haciendo para tardar más de 15 minutos en atender pero sinceramente a estas alturas del partido le importaba una mierda si eran las 10 de la mañana o las 8 de la noche.
Fastidiado y a punto de tirar la puerta abajo se frenó para ver como esta se abría dejando ver a un agitado Neville Longbottom con una espátula en la mano y finas gotas de sudor en la frente.
—¿Neville qué te pasa?— preguntó abriendo sus ojos sorprendido.
—Esta... jodida... llave... se le ocurre caerse... debajo del... mueble— explicó de manera entrecortada y haciéndose a un lado para dejar pasar al moreno.
—Ya... ¿y usas una espátula por qué...?
—Mi mano no entraba en el pequeño espacio—volvió a explicar ya más calmado— bien escucha te hice los 5 puntos y busque algunas imágenes que fueran acordes al tema. No creo que te repruebe— frunció el ceño— me debes una.
—Si lo sé— Harry suspiró— es que ese viejo me tiene hasta la huevos con sus cosas y su nariz ganchuda husmeando donde no le interesa— Neville entrecerró los ojos y Harry resopló— vale, vale, me tranquilizo.
—Vale, te pones en puerco y me dan ganas de patearte el culo— de pronto se ruborizó hasta los orejas al darse cuenta de que él había soltado una palabrota mientras Harry se descojonaba de risa— ya...de...deja de reírte—tartamudeó nervioso.
Luego de unos segundos terribles para Neville, dichosos para Harry, el chico de orbes esmeraldas paró con su tortura para mirar fijo a Neville.
—Más te vale que el trabajo esté bien si no quieres que te destruya en la X-box este fin de semana— Neville entrecerró los ojos hasta convertirlo en pequeñas rendijas.
—Inténtalo Potter— desafió perdiendo cualquier signo de timidez o tartamudeo.
— ¿Crees que puedes contra mi Longbottom? Usaré tu culo para fregar el piso todo el puto año- y con mucho orgullo arrebató el trabajo de las manos de Neville y antes de salir por la puerta le enseño la lengua como un crío.
Sin esperarlo su celular sonó por segunda vez en menos de 3 cuartos de hora. Rodó los ojos fastidiado y se aparcó contra un lado nuevamente.
—¿Qué quieres?— soltó a bocajarro.
—¡¿Sos estúpido o qué!? ¿Tan ocupado estas en ti mismo que no eres capaz de por una maldita vez en tú vida de hacer un favor?
Bien, si él estaba fastidiado sin duda su compañero de piso doblaba su enojo.
—No sé de qué me hablas.
Trató de hacerse el desentendido, evitando pensar en lo que le esperaba a su vuelta, pero con un pelirrojo histérico y enojado era muy difícil no pensarlo.
Conocía en demasía a Ronald Weasley y sabía de sobra que su carácter sufría serios sobresaltos que lograban que el chico perdiera los cabales y poniéndose tan rojo como su cabello escupía las mil y un verdades sin miramientos ni culpas. Y eso era exactamente lo que estaba haciendo con él.
—Bien, sé de lo que hablas— admitió fastidiado y al notar como su amigo estaba a punto de reprocharle se apresuró a agregar— Lo siento ¿sí?, Me surgió un problema y tuve que solucionarlo.
—¡¿Y sos manco o que carajos?! ¡El celular no sirve solo para llamar a tus mujeres!— Harry oyó un fuerte bufido y los intentos de su amigo por calmarse— Olvídate de ducharte primero en los próximos tres meses y vuelve de inmediato, de cualquier forma ella tiene más cerebro que tú y está en camino— sentenció aún enojado.
—Me alegro por ella— susurró satírico y antes de que su amigo de cabellos rojos volviera a mandarlo a la mierda colgó el teléfono.
Bufando notó que apenas le faltaban cinco manzanas para llegar al dichoso aeropuerto, miró una vez más su reloj que marcaba las 13: 00 de la tarde.
Bueno, lo a él lo acusaban de manco pero ella era igual o peor. ¡Mira que obligarlo a ir a él a buscarla a ella en vez de tomarse un taxi! Él no tenía la culpa de nada.
Una vez que terminó de repetirse mentalmente que no era culpable, subió a su motocicleta para dirigirse de una vez a su adorada cueva compartida y pegarse un buen baño.
Suspiró. No entendía por qué tanto circo de parte de Ron tan solo por una "amiga de la infancia" como el pelirrojo se había empeñado en clasificar. Una semana entera a las corridas, "que necesitará una cama" "Harry ya NO andarás por ahí en ropa interior" "Ginny te comportas, no quiero peleas" "Harry ella se quedará en tu habitación, lo siento amigo pero al sofá", y bla, bla, bla. Su paciencia había llegado al límite cuando Ron se empeñó en que él la vaya a buscar debido a su imposibilidad.
¡Con lo que la tendría que soportar metida en su adorada cueva como una intrusa!
La sola idea de convivir con una estirada inglesa de la clase alta lo enfermaba. Y no solo eso, había oído a Ron decirle a Ginny que la muchacha venía con meros fines académicos, de seguro una erudita anti social que le jodería la vida. Ya podía sentir un absurdo odio corriendo por sus venas.
Un agudo grito lo sacó de sus cavilaciones y volvió a concentrar su vista, notando estar contra la vereda pública salpicando el barro de las canaletas con ambas ruedas de su Ducati. Dobló la dirección hacia la derecha volviendo al carril y viendo a pocos metros a una joven limpiando con esmero su chaqueta de cuero negra y terriblemente sexy a criterio del chico.
De espaldas pudo apreciar el firme trasero de la chica y sus kilométricas piernas atrapadas en una calza oscura acompañada por unas botas que no hacían más que aumentar su altura y por consiguiente estilizando aquellas piernas que parecían no tener final.
Presionó la bocina de su Ducati y escucho un claro y enardecido "¡Piérdete estúpido!" que lo dejo con una sonrisa de lado a lado y su corazón desbocado al oír aquella enfurecida pero no menos maravillosa voz.
…
Estaba cabreado. Realmente lo estaba.
Enojado se tiró en sofá como un saco de papas y esperó impaciente a que su mejor amigo llegara por esa puerta y así tirársele encima como se lo merecía.
Estaba harto de la nueva actitud que había tomado el moreno. Creía que ya no era la persona que antes aparentaba ser y estaba transformado en un verdadero patán. Mujeriego, timador, distante, aprovechado, vago y por sobre todo arrogante. Tanto se quejaba y despotricaba contra Malfoy y él era eso, una mera copia sin personalidad propia y una autoestima tan alta que sus puntas le cortaban las nubes.
Vale, cuando estaba enojado podía ser muy hiriente, pero se lo tenía merecido.
Su cuerpo se tensó automáticamente al escuchar el ruido de la puerta al abrirse y al ver a asomar la indomable cabellera negra de su amigo volvió a sentir la furia carcomiendo en su interior con mayor intensidad.
—Escucha Ron…—comenzó el chico al ver al pelirrojo tirado en el sofá, tenso y con los nudillos comprimidos.
—No, no quiero escuchar nada. Harry te dije que esto es importante para mí— su furia se aplacó dejando en su lugar una decepción que desmoronó al joven de ojos verdes.
—Tienes razón me comporte como un idiota, prometo comprometerme con la causa— Ron enarcó una ceja ante la respuesta de su amigo pero prefirió no seguir comentando más.
—Como digas. Llegará en un par de minutos, y ya que no sirves ni para irla a recoger al aeropuerto te pido que vayas a comprar las cosas para el almuerzo. No nos alimentaremos del aire y Ginny hoy llega tarde. Se fue al cine con Luna o algo así— el pelirrojo hizo un gesto para restarle importancia y Harry frunció el ceño con desagrado.
—Pero Ron, quiero darme una ducha, realmente la necesito…— el chico entrecerró sus celestes ojos y Harry no tuvo más que tomar las llaves con impotencia y salir bufando por la puerta con cara de pocos amigos.
Ron y sus estupideces, y sus caprichos, sus manías, y toda esa porquería. Harry de la furia paso a la resignación y casi sin ganas de siquiera respirar se encargó de comprar gran variedad de comida chatarra que contentaría su paladar y destrozaría su hígado.
Sin demasiada convicción avanzó por los grandes pasillos del supermercado en busca de algún otro objeto faltante para aumentar la tortura de su pobre órgano que pedía a gritos comida saludable, que obviamente no llegaba hacía buen rato. Solo cuando Luna estaba allí... Ginny no era muy dada a la cocina –de ella solo recordaba haber comido pizzas y fideos- y su rubia amiga se vivía la vida entera dentro de la universidad siendo muy pocas las veces que tenían la oportunidad de comer algo presentable.
Suspiró pensando que antes de pagar el resultado final tenía que sacar dinero del cajero. Su tarjeta de debito estaba repleta y acababa de reparar en que su billetera no tenía efectivo en lo absoluto. Avanzó con seguridad hacia el cajero y algo en su vista obstaculizó su camino. O más bien lo mejoró.
En un pequeño rincón había un flamante billete de 50 libras reposando tranquilamente sin ser visto. Pensando que tal vez hoy no era un día tan malo como había predicho, desvió su camino yendo en dirección al extraviado dinero. Enceguecido por el descubrimiento se agacho para tomar el billete sin notar como un cuerpo se agachaba aún más rápido y le arrebataba la posibilidad de llenar su desierta billetera.
Con el ceño fruncido y algo contrariado levanto la mirada para encontrarse a una esbelta joven parada a su lado y con su billete entre las manos. La muchacha lucía una sonrisa burlona y unos grandes anteojos oscuros que le impedían ver sus ojos –y casi la mitad su cara- y a pesar de ello podía apostar a que seguramente brillarían de pura maldad.
—Oh lo siento… ¿Realmente querías esto?
Y la reconoció. Claro que lo hizo. Aquel timbre, ese perfecto juego de sonidos que finalmente conformaban uno solo dejando escuchar la más hermosa y melodiosa voz que había conocido en su vida.
—No, gracias igual por molestarte, prefiero que lo conserves vos, tal vez con esto y si ahorras un poco más puedas comprarte una nueva chaqueta.— estaba deslumbrado ante la belleza de la joven, pero no por esto iba a perder la oportunidad de molestarla.
La chaqueta estaba descolorida en algunas zonas y podía apostar a que se debía al constante fregado contra el barro que el mismo había desparramado, pero no por eso se veía menos maravillosa en el cuerpo de la desconocida.
La joven junto a él se tensó por unos segundos y miró fijo a Harry por unos interminables segundos.
—Mirar es gratis— agregó el moreno con una pequeña sonrisa de lado.
Inmediatamente la sonrisa socarrona de la chica se borró dejando en su lugar un mueca de desagrado y una ceja que se alzaba por sobre los enormes lentes.
—Lo que uno tiene que escuchar por intentar ser amable— negó lentamente provocando que su largo y sedoso cabello castaño fuera de un lado a otro de una manera hipnotizadora a los ojos del chico— en fin, no tengo más tiempo que perder en estúpidos.
Con una última sonrisa de lado, dio media vuelta y con exagerados movimientos metió el billete que Harry había visto en el bolsillo de su chaqueta arruinada.
—¿Me darás tu número?— gritó Harry al reaccionar, cuando la chica iba a penas tres metros por delante de él.
La castaña se dio vuelta y le sonrió de una manera que pretendía ser encantadora pero que claramente comunicaba que ni en sus sueños.
—Tal vez en unos 70 años más. Luego ven y pídemelo— sentenció finalmente y se perdió entre los pasillos.
¿70 años? Harry pensó que tal vez valía la pena esperar eso y mucho más con tal de tener esa carnosa boca entre sus labios.
