Disclaimer: Digimon no me pertenece.
EFÍMERO
Hay momentos en la vida que quisieras que duraran un poco más de tiempo. A veces las cosas pasan tan rápido, que incluso un parpadeo es demasiado largo comparado con lo que sucede.
Es extraño cómo es cada uno de nosotros podemos percibir de diferentes formas el tiempo. A veces, cuando miro hacia el cielo el tiempo se acorta, algunas otras, mientras estoy en clases se me hace eterno.
Recordé el primer beso que me dio. Ya sé, eso puede sonar un poco como a cliché y quizá lo sea, pero aun así necesito contarlo. Todo esto fueron como finas hebras que íbamos tejiendo cada vez que nos mirábamos.
Hubo un día en el que tuve que tomar el metro para regresar a casa, curiosamente ese día estaba muy bonito, incipientes estrellas parecían saludarme desde fuera de la ventana del vagón, así que no resistí y me bajé sin siquiera fijarme en la estación. Las personas que me conocen dicen que a veces puedo ser un poco extraña, como si un halo de misterio me envolviera. No es eso. Sólo me gustan los detalles de los eventos cotidianos y sus variaciones. Esa no era la primera vez que me salía del vagón sólo para admirar un fenómeno celeste.
Como si de campos magnéticos se tratara, algo, o más bien alguien hizo que me volteara hacia el lado izquierdo de mi hombro y me topé con su melena rubia. De inmediato identifiqué que era Yamato, no precisamente por la melena rubia, pero lo hice.
Él no se dio cuenta que lo miraba y yo misma no me di cuenta de cuánto tiempo lo estuve observando.
Hay una mirada característica que compartimos aquellos que buscamos el significado de algo en cosas tan naturales cómo ver anochecer, y yo, lo pude ver en su mirada perdida. Me sentí como una intrusa después de eso, así que di vuelta y regresé a un vagón del metro.
La segunda vez él fue quién me miraba. Lo supe al sentir que algo no andaba bien en mi atmósfera ausente. Estábamos en una reunión para un trabajo de una optativa que Takeru y yo compartimos. Resultaba que Yamato había terminado acompañando a su hermano menor porque después de eso irían a algún lado juntos. Yo me había quedado absorta viendo la espuma del capuchino, queriendo entender por qué le ponían canela y no otra cosa encima de la espuma.
Quiero creer que ambos nos descubrimos en esos momentos donde escapamos de nuestra realidad. Él me miraba con mayor frecuencia y yo, también. Hasta que hubo un momento donde se atrevió a preguntarme que era lo que pensaba cuando miraba a las estrellas. Casualmente, es la cosa que más suelo observar y también suelo abstraerme en el proceso. Alguna vez, había leído (no recuerdo donde) que las estrellas son la única cosa del pasado visible a nuestros ojos, y eso, me hacía pensar en que quizá yo tenía alguna especie de fijación con el pasado y eso, no resultaba tan bueno. Eso fue lo que le contesté a Yamato y él me dedicó una sonrisa ladeada.
No estoy segura de sí en los encuentros subsecuentes yo trataba de encontrarlo o si era meramente suerte la que teníamos al encontrarnos un poco más seguido. Tampoco estoy segura de cuando fue el momento en que empecé a anhelar nuestros encuentros.
A pesar de ser conocidos fui descubriendo que Yamato era un completo enigma para el mundo, uno que afortunadamente yo empezaba a descubrir.
Fue en una fiesta a la que Tai me había invitado cuando sucedió. No puedo decir que yo ya conocía a Yamato, pero me sentía, de alguna manera, más cercana a él. Sabía por propia voz que él iba a dejar la banda y eso hasta cierto punto le causaba conflictos., primero que nada porque él estaba dedicando menos tiempo a la escuela. Olvidé mencionar que ese es el gran misterio de Yamato Ishida para mí. Él es un joven con un futuro prometedor en la música, pero eligió estudiar física porque su meta final era ser astrónomo.
Ahora ya no suena tan descabellado que el tema de las estrellas nos haya acercado más ¿verdad?
Yo salí a buscar un poco de aire porque no me sentía del todo a gusto con los amigos de mi hermano, en realidad no conocía a mucha gente de la fiesta. Lo encontré fumando un cigarro.
—¿Estás aburrida?—me preguntó.
— Sólo necesitaba un poco de aire —le dije acercándome hasta donde estaba.
—Apuesto a que Taichi no te dijo que te invitó a petición de sus amigos. No te están atosigando demás ¿o sí?
Negué con la cabeza y él soltó una risita. Sentí calor recorriendo mis mejillas. Mi hermano ya me las pagaría más tarde. Después de eso nos sumergimos en un cómodo silencio, de esos a los que ya estábamos acostumbrados a compartir. Él, de la nada lo interrumpió.
—¿Alguna vez has visto una estrella fugaz?
La pregunta la sentí un poco extraña, más para ese momento, bien pudo haber iniciado con algo acerca de la fiesta o no sé, algo, pero no eso.
—¿Me mostrarás una? —le respondí un tanto entusiasmada por la idea.
Me negó con la cabeza, yo suspiré. De nuevo un período de silencio.
—Pensé en lo que me dijiste un día, en eso de las estrellas y que es el único fenómeno del pasado que podemos ver. Lo apliqué a una estrella fugaz. Descubrí que las mira y me fascinan por esa cualidad que tienen, al mismo tiempo, duele verlas.
No supe que contestar en ese instante, además parecía que lo que quería decir aún no estaba por completo fuera de sus labios así que yo seguí guardando silencio, sólo mirándolo a él.
—Creo que tú y yo no somos tan diferentes —me dijo mirándome fijamente.
Comenzamos a acercarnos más, hasta que pude sentir su aliento frente a mi nariz. Sentí mi cara arder y él, no dejaba de mirarme a los ojos.
—Yo no siento miedo de las estrellas, es algo… melancólico tal vez, pero muy bello —dije yo en mi defensa.
—Ahí radica la pequeña diferencia entre tú y yo.
Sus labios me supieron a tabaco, estaban calientes y húmedos. No era consciente de cuánto tiempo llevaba deseando que eso pasara, pero solo alcancé a pensar en eso cuando el beso había terminado. Fue tan corto, tan efímero, pero eso bastó para saber que quería estar a lado de Yamato Ishida, del amigo de mi hermano, del chico que quería acercarse a las estrellas.
—Por eso quiero alcanzar a las estrellas, —dijo él —porque así, ya no serán parte del pasado y podré dejar de temer que todo aquello que me gusta se quede sólo como un evento fugaz.
Sonreí. Acababa de sentirme como si me dieran un regalo en navidad, Yamato se había abierto conmigo y además, me había besado. Lo que me dijo después fue todavía mejor; me dijo que yo era como una estrella fugaz, alguien que sólo se dejaba ver brillar cada poco tiempo y en diferentes lugares, pero que ahora más que nunca, estaba dispuesto a seguirme a donde quiera que yo brillara.
Hola. La palabra me llegó de repente, y aunque no supe muy bien que hice con ella dejo aquí el resultado. Espero les guste. Disfruté mucho escribir de estos dos, ya los shippeo mucho jaja.
¡Gracias por leer!
