¡Hola! Aquí dejo un pequeño relato de Malec que se me ha ocurrido. Espero que os guste


El pasillo era muy largo. Demasiado. Corría a través de él, la desesperación aumentaba en cada paso que daba. ¿Estaba bien? ¿Seguiría vivo?

"Claro que está vivo" se repetía una y otra vez para se repetía una y otra vez mientras avanzaba por ese pasillo sin fin.

Al fin llegó al final, a la puerta que había estado esperando cruzar. La abrió para encontrar a la persona deseada allí. El brujo tenía muy mal aspecto, realmente nunca le había visto así.

-¿Magnus?-preguntó, su voz inaudible en esa gran habitación, blanca.

-Alexander-las comisuras del asiático se elevaron en una sonrisa antes de que cayera al suelo, su cuerpo sin vida.

-¡No! ¡Magnus, no! -gritó mientras se acercaba al cuerpo inerte del brujo-No, no puede ser-sollozó, lágrimas salían de sus ojos azules.

-¡Alec!-el nefilim notó como alguien le sacudía.-Despierta, Alexander.

Magnus, a su lado, le miraba preocupado. Estaba llorando. Llorando en sueños y le había despertado cuando en algún momento había gritado su nombre.

El chico de ojos azules abrió los ojos sobresaltado. Su respiración era acelerada, su corazón latía fuerte contra su pecho y estaba envuelto en sudor y lágrimas.

-¿Estás bien? -El brujo seguía mirándole, nunca había visto al nefilim de ese modo.

-Magnus-susurró su nombre, como si fuera la cosa más valiosa del mundo-¡Oh Magnus! -Los brazos de Alec rodearon el cuerpo de Magnus con fuerza, apoyándose en él.

El brujo se quedó así un rato, trazando con sus dedos las runas en la espalda de Alexander, hasta que el chico se tranquilizó. Entonces se separó y vio como la piel del nefilim se volvía tan roja como la sangre.

-¿Con qué soñabas, Alexander? -La mano del brujo se deslizó por la mejilla de este, quien cerró los ojos ante tal caricia.

-Yo.. Yo te buscaba. Iba corriendo a través de un pasillo y te encontré. Te encontré, dijiste mi nombre y -cogió aire, abrió los ojos y le miró directamente a los suyos, a esos ojos de gatos que tanto le gustaba- y moriste, Magnus. Yo no llegué a tiempo. Moriste y yo no pude hacer nada.

Los ojos del nefilim se volvieron cristalinos de nuevo, pero esta vez no dejó salir ninguna.

-Sólo ha sido una pesadilla -el brujo juntó sus labios con los de él y le volvió a abrazar, atrayendo la cara del nefilim hasta su pecho.

Él asintió y se quedó así, sintiendo los dedos del brujo recorrer su espalda lentamente.

Escuchó como después de un rato, las respiraciones de Magnus se hacían más lentas y pesadas. Se había dormido.

El nefilim había tenido pesadillas despues de lo de Edom. Pesadillas en las que perdía a su hermana, en las que perdía a Jace. Pero en ninguna de ellas había perdido a Magnus.

Apartó esos pensamientos de su mente y Alec dejó que el sueño se apoderarse de él y se quedó dormido. Soñando de nuevo con el brujo, pero esta vez, el sueño era completamente distinto