—No te me acerques mucho—dictamino la criatura roja, cuando el apestoso Kwami se acercaba peligrosamente a ella -de seguro para saludarla- pero quien ella denegó, al solo percibir ese característico, pero asqueroso olor, que por alguna razón esa vez se sentía demasiado fuerte ¿Se había bañado en queso derretido o qué?
—¿Por qué, Sugar Cube? —preguntó con una inocencia que no tenía. Encima sonreía traviesamente, con esa sonrisa que la ponía de los nervios. Él lo sabía, pues claro que sabía Plagg, que a Tikki no le gustaba su "deliciosa" fragancia.
—¡No me llames así! —Exclamó con molestia por ese apodo—¡Apestas!—espetó haciendo como si se tapara por el asqueroso olor, la nariz que no tenía —¡Hueles a queso podrido!
—No lo hago—alegó despreocupadamente—¡Tu apestas! —Gritó apuntándole con su dedito— ¡Hueles a galletas recién horneadas!
—Eso es un aroma rico—replicó—¡No como el tuyo, Stinky Sock!
Plagg hizo una mueca.
—Como tú piensas que es feo el olor a queso, yo pienso lo mismo de tu feo olor a galletas.
—Eso no tiene sentido —objetó la Kwami— Tienes un mal sentido de olfato.
Siguieron discutiendo minutos (Quizás no llegando a un acuerdo, porque ninguno tenía nariz) Hasta que un frío viento sacudió a las pequeñas criaturas. Al querer estar lejos de la mirada de sus portadores, ellos se fueron afuera. Siendo madrugada para charlar tranquilamente de sus ciegos portadores como poner las cosas al día. Aunque pasado un poco de tiempo, comenzaron a discutir por el olor de cada uno. Por otra parte, esa brisa helada, provoco la acción de Plagg.
—¿Que estás haciendo?—alzó la voz Tikki, cuando sintió que su pequeño cuerpo se pegó con el de la criatura negra.
—Un abrazo.
—¿Huh?
—Estas helada —agregó—Te estoy abrigando—Plagg sonrió mostrando sus colmillos— ¿O piensas apartarme porque apesto?
—Tengo frío—declaró—Puedo soportar tu maloliente olor.
—¡No es maloliente! —refutó en molestia— Pero, a ver si puedes—repuso abrazándola con más fuerza, pegó el suyo con el de ella sin dejar ningún espacio entre ellos, quien la última, podía sentir como el húmedo queso estaba pegado en la textura de su pelaje, el olor repugnante haciéndose más fuerte. Sin embargo a pesar de todo eso, sonrió, cerrando los ojos y apoyando sus manitas en su espalda, sintiéndose abrigada por su calor corporal.
—¿Seguís teniendo frío? —Más tarde, preguntó calmadamente Plagg.
—No.
—¿Apesto?
—Si—Plagg se ofendió, arrugando el entrecejo—Pero me puedo acostumbrar —esas palabras hicieron sonreír suavemente a la criatura.
—Lo mismo digo —cerró los ojos, mientras olía ese dulce aroma tan de Tikki.
Esa noche, los Kwamis no hablaron de sus portadores, no hablaron de nada, solo siguieron abrazados hasta que llegó la hora de regresar.
