¡Hola sexy gente de FF! Aquí vengo con mi primer reto del foro ¡Siéntate! (Redoble de tambores...)

En respuesta al reto #102 pedido por Mica Taisho en el foro ¡Siéntate!

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Requisitos del reto: Ya han pasado varios años luego del regreso de Kagome, y ya tuvo 4 hijos (al menos tiene que haber una chica, y uno de ellos tiene que ser un bebé). Kagome tiene que irse a algún lado varios días, dejando a los niños a cargo de Inuyasha.

Género: Humor/A Elección.

Mínimo: 1000 palabras; sin máximo.

Al principio tenía pensado hacer un One-Shot, pero empecé a escribir y cuando me di cuenta ya había superado las 3.000 palabras, y bueno, decidí dividirlos en capítulos. No serán muchos, solo 2 o 3, ya que no creo que pueda alargarlo más. Espero que no sea problema para ti, Mica. Y si es así, retiraré el fic y lo subiré ya completo. Además, si hay algo que no te convenza del fic, dímelo y lo corregiré, ya que al ser este el primer reto que tomo, ¡estoy muerta de los nervios! No sé si me ha quedado lo suficiente IC para tu gusto, o si no es lo que esperabas, o cualquier duda que mi traidora mente me pone de por medio poniéndome así aún más nerviosa. Literalmente, me tiemblan las manos.

Espero que cuando termines de leer el fic, no tengas ganas de apuñalarme y echarme sal a las heridas.

Bueno, Aquí va...

Disclaimer: Inuyasha no me pertenece, tanto el anime como los personajes son invención de la gran Rumiko Takahashi. Lo único mío es la historia que está hecha únicamente para entretener y sin fines de lucro.


¿Quien dijo que ser padre es fácil?

Estaba anocheciendo en el Sengoku, las estrellas empezaban a aparecer y mientras cada uno se iba a su casa, todos se despedían de la sacerdotisa que tanto les había ayudado mientras ésta se dirigía hacia el bosque, ya que ella no vivía en la aldea junto con los demás aldeanos, no. Ella vivía en una acogedora cabaña al lado de un tranquilo riachuelo, unos pocos metros más adelante del Goshinboku.

Mientras Kagome caminaba tranquilamente entre la espesura del bosque, recordaba levemente todo lo sucedido estos años.

Después de tres años de infinita tristeza, de noches de insomnio por las pesadillas y recuerdos, después de tanto sufrimiento que sufrió su corazón, regresó al Sengoku, y cuando lo hizo, tanto ella como sus amigos se alegraron inmensamente. Celebraron una fiesta que duró días, y unos pocos después, se casó con Inuyasha en la mejor boda que podía haber imaginado jamás, y todo gracias a sus amigos.

Inuyasha... se le hacía extraño el que ya hubiesen pasado 14 años. Todo había pasado tan rápido, y habían compartido tantas cosas, tantas risas, llantos, recuerdos, tantas fiestas con los amigos, tantas dudas resueltas, tantas peleas y reconciliaciones, tantos baches superados, y tantas noches compartidas. ¡Y vaya noches! Mejores de las que jamás pudo haber deseado. Y como resultado de esos momentos de pasión y amor, kami los bendijo con cuatro hermosos niños. ¡Cuatro hermosos cachorros! Desde luego, eran lo mejor que le podía haber pasado. Tenía una familia a la que adoraba y amaba con todo su corazón. Y esa misma familia la esperaba en casa para cenar.

Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta de que ya había llegado a casa. Pero definitivamente, al abrir la puerta no se encontró con la escena que tenía en mente. No se los encontró a todos juntos, hablando, o ya comiendo tranquilamente, como cualquier madre esperaría. No. La escena era realmente diferente, tanto, que casi se cae de espaldas al intentar esquivar un pañal volador que se dirigía hacia donde se encontraba ella parada. Y es que la escena no podía ser peor;

Izayoi, una niña de apenas cumplidos 13 años, del mismo pelo azabache que la madre era la mayor y se encontraba discutiendo con Sichini, su hermano menor que era prácticamente una copia del padre con un hermoso pelo plateado, y con Mamoru, su gemelo, solo que éste tenía el pelo azabache. Ambos tenían nueve años y los tres poseían los mismos ojos dorados que el padre. Y los dos estaban llenos de una substancia pegajosa y que expulsaba un olor bastante peculiar.

Y mientras esos tres discutían prácticamente a gritos, un ensordecedor llanto y otros gritos más sonoros se escuchaban de la boca del padre en la otra parte de la habitación, solo que estos iban acompañados de maldiciones y palabras menos agradables.

Por lo que a Kagome le pareció, Inuyasha estaba intentando cambiarle el pañal de tela a Aiko, la pequeña bebé de 10 meses de cabello plateado que no le había crecido más que hasta la nuca y que compartía los mismos ojos dorados de sus hermanos.

A pesar de que los cuatro niños nacieron de la unión de una humana y un medio-demonio, todos eran medio-demonios completos, con todos los sentidos que estos poseen e incluso las orejitas que Kagome tanto adoraba. Al parecer según el viejo Myoga, Inuyasha tenía más sangre demoníaca de la que se pensaba, lo que provocó que todos los cachorros nacieran exactamente mitad humanos y mitad demonios.

A Kagome rápidamente se le olvidó toda la paz que había sentido mientras caminaba hasta aquí, y dado que nadie parecía haberse percatado de su presencia, y visto que Inuyasha ya estaba notoriamente alterado, empezando a gritar palabras cada vez peores, hizo lo primero que se le vino a la cabeza.

-¡Osuwari!- gritó, y después del típico sonido del hanyô estampándose al suelo, todos detuvieron sus gritos y la miraron a ella, al principio con sorpresa, y después con terror. Incluso Aiko dejó de llorar.

Kagome caminó tranquilamente hasta donde se encontraba Aiko encima de una manta en el suelo, al lado de pañales limpios. En apenas 10 segundos le cambió el pañal y se puso de pie con la pequeña hanyô en brazos al mismo tiempo que Inuyasha después de que terminase el efecto del conjuro. Ella le pasó a la pequeña niña y empezó a caminar hacia los tres niños, que se encontraban congelados en el sitio, con una atemorizante calma.

Kagome siempre trataba de resolver los conflictos familiares con calma, y nunca gritaba, a menos que le llevasen la contraria. Porque entonces era cuando aparecía el verdadero yôkai que todos temían.

-¿Por qué pelean?- Dijo con un tono aparentemente amigable, pero que todos en esa casa sabían que era, prácticamente, una amenaza.

-Mamá-comenzó Izayoi- Estaba preparando la cena cuando a estos dos se les ocurrió gastarme otra de sus bromas- Miró a sus hermanos con notable enfado- Fui a buscar unas hierbas para echarlas a la sopa y fue cuando estos dos aprovecharon para realizar la jugarreta. ¿Puedes creerte que echaron un sapo vivo a la sopa? ¡Un sapo vivo! ¡Casi me da algo cuando al volver para echar las hierbas me salta a la cara!- Esto último lo dijo elevando la voz y pataleando el suelo con el pie.

-Pero aun así- Comenzó a decir Sichini- ¡Esa no era razón para lanzarnos la cacerola toda la sopa a la cabeza!

-¡Ni siquiera sabías si fuimos nosotros, no tenías pruebas!-continuo Mamoru.

-¡No necesito pruebas para saber que fuisteis vosotros, par de idiotas!

Los tres empezaron a pelear, cada vez subiendo más el volumen, mientras Kagome procesaba lo ocurrido. Cuando prácticamente los tres volvieron a estar discutiendo a gritos, Kagome habló.

-Sichini y Mamoru- Comenzó y todos callaron- Sé que os divertís haciendo bromas, y que la sopa de verduras no es vuestra comida favorita, pero eso no os da razón alguna para estropear la cena que vuestra hermana estaba preparando.-se cruzó de brazos- Como castigo, después de quitaros el caldo de encima con toallas, os iréis a la cama sin cenar-Al decir esto los dos pusieron una cara de disgusto- y mañana a la mañana, cuando el sol caliente lo suficiente el rio, os daréis un buen baño.-Dicho esto, los dos asintieron y comenzaron a irse a su habitación compartida, ya que sabían que nada haría cambiar de opinión a su madre. Mientras, Izayoi sonreía triunfante- Y tú, señorita-Su sonrisa desapareció- Aunque arrojen un sapo a la sopa, no hace falta que les tires la cacerola a la cabeza. Limpia lo que ensuciaste y entonces cenarás.-Kagome miró a su marido-Cenaremos las sobras de ayer, ¿si?- Inuyasha asintió, luego se volteó hacia Izayoi- Te esperamos, pero date prisa ¿bien?-Izayoi asintió y salió corriendo hacia la cocina.

Kagome se desplomó en frente de la hoguera que iluminaba la cabaña. No era ni muy pequeña, ni muy grande. Cinco habitaciones; la sala de estar, con la hoguera y un kotatsu, (la típica mesa con un futón) un baúl que contenía pinturas y diferentes juguetes, y algún que otro dibujo de los pequeños en la pared. Luego estaba, en una habitación a parte, una pequeña cocina con todos los cachivaches suficientes para hacer una buena comida. Por último estaban los dormitorios, uno para los gemelos, otro para Izayoi que ya compartía con Aiko y otro para la pareja. No era gran cosa, pero era su casa, el hogar que compartía con inuyasha y con los pequeños que a veces la sacaban de sus casillas.

Inuyasha había decidido mantenerse al margen, puesto que cuando su esposa se encontraba en ese estado, era mejor no acercarse; otras veces que lo había intentado siempre había acabado besando el suelo. El hanyô se sentó junto con Kagome, y se quedaron unos segundos en silencio.

-¿Estás bien?-Preguntó Inuyasha mientras acunaba a Aiko

-Si, no es nada- dijo Kagome mostrándole una pequeña sonrisa

-¡Mamá! Ya terminé-Dicho esto Izayoi vino con dos platos llenos de fideos y preparó la mesa en menos de un minuto con una rapidez realmente asombrosa, puede que gracias a sus habilidades demoníacas o al apetito heredado del padre.

Los tres cenaron tranquilamente hablando de cosas triviales y lo que cada uno hizo durante el día mientras Aiko balbuceaba cosas incomprensibles y sonreía al tener a sus padres y a su hermana junto a ella. Al terminar, Inuyasha se encargó de lavar los platos y Kagome le dio las buenas noches a Izayoi y acostó a Aiko con un dulce beso de buenas noches. Inuyasha apagó la hoguera y se sentó junto a Kagome en el futón de su habitación.

-Kagome... ¿estás bien?

-Si... no es nada- y sonrió sin ganas-

-Algo tiene que ser, estas como muerta viviente andando por casa y tienes mal aspecto, te ves cansada y no sonríes, así que algo tiene que pasar.- Inuyasha tenía un tono preocupado en su voz. Kagome le miró enternecida, estaba feliz de que Inuyasha se siempre supiera cuando le pasaba algo y se preocupara por ella.

-Es que... No he parado en estos últimos días. Ha habido una pequeña epidemia de resfriados y aunque no es gran cosa, con los pocos recursos que hay aquí han venido muchos aldeanos enfermos para atenderles, y los niños y sus frecuentes peleas no es que ayuden mucho. Y pues...- Kagome miró a Inuyasha- Kohaku exterminó un demonio en una aldea que no queda muy lejos de aquí, y resulta que hay un balneario en la aldea, con baños calientes, masajes y varias cosas que ayudan a relajarte y le regalaron una sesión de tres días gratis para él y un acompañante.-empezó a jugar con sus manos- Como a Kohaku no le interesa, le ha dicho a Sango que use su sesión, y ella me ha querido invitar a mí, pero...

-No hace falta que digas nada más. Estate tranquila Kagome, la verdad es que has trabajado duro estos días y no te vendrá mal un descanso-

-¿De verdad? Pero, ¿quien se encargará de los enfermos?

-Miroku de seguro que lo entiende y se hará cargo él de los enfermos, y si se niega, ¡ya me las arreglaré con ese monje libidinoso!

-¿Y los niños?- Preguntó la azabache ignorando lo último, puesto que sabía que si Miroku se negaba, Sango se ocuparía y a Inuyasha no le daría tiempo de hacer nada.

-Kagome, soy su padre, el gran Inuyasha que ha derrotado miles de demonios, no hay nada con lo que no pueda manejarme-Dijo con Orgullo. Ante esto último Kagome soltó una pequeña risa, ya que recordando la escena con la que se encontró al entrar en la cabaña, podría decirse que Inuyasha no sabía bien lo que decía. Pero le había dado permiso, y sabiendo que su marido podía cambiar en cualquier momento de opinión, decidió callarse.

-¡Gracias Inuyasha!-Dijo Kagome alegre- Prometo que solo serán tres días- Kagome lo abrazó efusivamente.

-¡Keh! Pero como se te ocurra retrasarte, te aseguró que no saldrás ilesa-

-¿Ah sí? Y... ¿qué me harás?-Dijo Kagome juguetonamente, mientras acariciaba el torso de su marido.

-Te daré tu merecido castigo- Dijo Inuyasha mientras una sonrisa arrogante se dibujaba en su rostro. La azabache se acercó al rostro del hanyô.

-¿Y si me resisto?-Dijo rozando sus labios contra los de él.

-Te aseguro que al final me suplicarás- Dijo Inuyasha poniéndose encima de Kagome mientras atrapaba sus labios en un suave beso.

-Inuyasha... ¿Y los niños?-Dijo Kagome mientras empezaba a respirar con dificultad.

-No haremos ruido...- Dijo y paseó su lengua por la marca de pertenencia en su cuello, provocando un suspiro por parte de Kagome y un gruñido por parte de él.

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A la mañana siguiente, antes de que los niños despertaran, Sango vino hasta la cabaña a lomos de Kirara y partieron hacia el balneario. La exterminadora sabía que Kagome convencería a Inuyasha para que le dejase ir, y si se oponía, tendría que haberse enfrentado a una Sango furiosa con bolas perfumadas en mano, y que sin dudarlo un momento,las habría usado dándose a la fuga dejando a un mareado hanyô a merced de las jugarretas de sus dos cachorros.

Después de despedirse, Inuyasha entró a la cabaña con la intención de despertar a sus cachorros. Primero se dispuso a entrar a la habitación de los gemelos, pero se detuvo al escuchar cierta conversación desde la otra puerta.

-¿Qué crees que estarían haciendo?-era la voz de Sichini

-No lo sé, eran unos sonidos de lo más extraños.-Inuyasha no entendía que podían estar hablando, así que como todo padre preocupado por el bienestar de sus cachorros, continuó escuchando a escondidas.

-Quizás a mamá le dolía la cabeza, la tripa o algo- Dijo pensativo Sichini

-Pero llamaba continuamente a papá. ¿Por qué él no lo ayudó?

-¿no escuchaste? El estaba con ella, y gruñía raramente-

-Entonces, estaban ellos dos juntos, en su habitación, a altas horas de la noche, haciendo ruidos extraños-Reflexionó Mamoru. Inuyasha palideció, y antes de que pudieran sacar ninguna conclusión, entró rápidamente a la habitación.

-¿Se puede saber qué de qué habláis?-

-¡Papá!-dijeron los dos al unísono

-¡A esas horas tendríais que estar durmiendo! ¿Qué estabais haciendo?

-¿Y tú que hacías escuchando conversaciones privadas?-Dijo Mamoru

-¡Sabes que a mamá no le gusta que hagas eso! ¡Mamá!-Esto último lo gritó Sichini con la esperanza de que su madre terminara la pelea con el conjuro que utilizaba sobre su padre.

-¡Que me contestéis!-Dijo Inuyasha perdiendo los nervios. ¿Qué era lo que habían escuchado? ¿Acaso habían salido de la cabaña? ¿O les estaban espiando? ¿Les habrían visto en...? ¡No! ¡Había que aclarar esto! De seguro estarían hablando de otra cosa, o lo habían soñado, o...

-¡Mamá no está en casa!-Dijo Sichini entrando en la habitación. ¿Cuando había salido en busca de su madre?

-¡Donde está mamá!- Dijo Mamoru con los ojos cristalinos

-¡Seguro que se fue por lo que le hiciste anoche!-A Inuyasha se le desfiguró la cara.

-¡Nos ha abandonado, y es por tu culpa!- A Inuyasha se le acabó la paciencia.

Dos sonidos huecos sonaron por toda la habitación y dos enormes chichones aparecieron en las cabezas de los gemelos.

-¡A mamá no le gusta que nos pegues!-Gritó Sichini

-¡Si estuviera aquí te sentaría!-Continuó Mamoru. En ese instante los dos se abalanzaron sobre el padre que casi cae al suelo, pero logró mantenerse en equilibrio. Y sin darle tiempo a decir nada, sus dos cachorros empiezaron a trepar por él pateándolo.-

-Mamá solo se ha ido a descansar, volverá en tres días.-Se escuchó la voz de Izayoi. Dicho esto los gemelos dejaron de atacar al padre, mientras éste aprovechaba su oportunidad y los cogía a cada uno por un pie, dejándolos colgando boca abajo.

-¿Como que se ha ido a descansar?- Preguntó curioso Mamoru olvidando su repentino enfado, más preocupado por el paradero de su Madre.

-Mamá ha ido a un balneario con la tía Sango a una sesión de relajamiento. Solo quiere descansar un poco porque ha tenido mucho trabajo.- Dijo la niña mientras aparecía en la puerta con Aiko en brazos.

Inuyasha soltó a los niños dejando que estos cayeran al suelo mientras se giraba hacia Izayoi. Un insignificante golpe no dañaría a unos medio-demonios como ellos.

-¿Y tu como es que sabes eso?-Preguntó Inuyasha confuso.

-Papá, ¿se te olvida que somos medio-demonios? Para nosotros es fácil escuchar a través de las paredes. –Inuyasha se regañó mentalmente por no pensar eso- Ah, por cierto, sé que tu y mamá se quieren mucho, pero...–La cara de Izayoi cambió a una de repulsión- ¿Podrían ser más discretos al hacer eso?- Inuyasha sintió como el mundo se le caía encima y le aplastaba como a un gusano.

-Co... Co... co-Tartamudeaba Inuyasha, con una mueca realmente divertida, sin saber que decir.

-¿Acaso eres un pollo, papa?-la niña se giró dándole la espalda- Ya soy lo suficientemente grande como para saber de esos temas. No eres lo único en mi vida, ¿sabes?- Mientras Inuyasha seguía en shock por lo que su hija le había dicho, los gemelos vieron su oportunidad para vengarse por lo de ayer.

Nosotros sabemos dónde lo aprendió- Dijeron los dos. Ya se enterarían más tarde que era eso, ahora lo más importante era hacer sufrir a su hermana. Inuyasha los miró aún con su cara desfigurada.

-Se lo dijeron Mei y Yuki la otra vez cuando fuimos a la aldea y mamá estaba con Sango y tú con Miroku ayudando a los aldeanos- Empezó Mamoru complacido al ver la cara amenazante de su hermana.

-Empezaron a hablar de espinillas, algo llamado la edad del pavo y después de chicos, pero Shippo nos llamó, y fuimos con él-Terminó Sichini, feliz porque su venganza se llevó a cabo. No sabía de qué hablaron las tres chicas, pero si su padre ponía esa cara de espanto, estaba seguro de que le pondría algún buen castigo a su hermana mayor.

Inuyasha estaba al borde de sufrir un ataque cardíaco. Por una parte no sabía si agradecer a las gemelas de Miroku por hacer el trabajo que tantas veces se negó a hacer, pero no le agradaba la idea de que su pequeña hubiera perdido la inocencia. ¡Y sin informarle! Kagome ya dijo algo de hormonas y no sé que más, de que cosas así eran normales en su edad. No sabía si hablar seriamente con ella, regañarla por no consultárselo, gritar histéricamente o dejarlo pasar.

Un tic apareció en su ojo derecho mientras salía de la habitación y se dirigía tranquilamente al techo de la cabaña para pensar. Se sentó en su típica pose india mirando al horizonte, con una mueca es su cara mezcla de confusión y horror. Todos en esa casa sabían que cuando Inuyasha se comportaba así era porque quería estar solo y pensar. Lo que los pequeños no sabían era que acababan de provocar una crisis nerviosa en su padre.

Y hacía 15 minutos que Kagome se había ido.

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Hasta aquí el primer capítulo :D

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¡Por favor no me maten! Realmente no sé si está bien escrito, o cuantos fallos he cometido. No tengo a nadie que supervise mi trabajo aparte del corrector del Word, por lo que no tengo idea de qué está bien y qué no. Así que, si ven cualquier fallo me lo dicen. Espero que te haya gustado Mica, y no tengas locas ganas asesinas por verme atropellada por un camión n.n''

Intentaré subir el siguiente capítulo mañana, y lo subiré a menos que un camión me atropelle por cualquier maldición que ustedes, amables lectores de FF, me hayan echado después de haber leído el fic (?)

Y si no es mucha molestia, un review diciendo que es aceptable para calmar mi alterado corazoncito, o uno diciendo que me vaya a la mierda como escritora y así darme un ataque al corazón acabando con todo mi sufrimiento y agonía para poder descansar en paz :D

Literalmente estoy dando vueltas por la habitación mientras como una tableta de chocolate pensando en lo que ustedes pueden pensar de mi fic.

Sé que me pongo muy melodramática, pero realmente estoy nerviosa y no sé si es lo que se esperaban. Aparte de que me altero muy fácilmente (¿de verdad? No me di cuenta)

Se despide Yumiko06

Sayonara (^u^)/