HELLO EVERYBODY! Bueno, aquí vengo, después de tantísimo tiempo enamorada de esta pareja, de haber creado incluso un fic de encuentros entre ambos, me he atrevido con un fic largo Rose/James… ya veremos lo que sale, porque de momento solo tengo un capo, así que ruego: paciencia, y POR FAVOR, REVIEWS… necesito saber si lo hago bien, o lo hago mal :'( GRACIAS Y BESITOS! ^^

Disclaimer: No soy mi rubia favorita, por tanto sus personajes no me pertenecen.

AVISO: Incesto entre primos (Rose/James), no ahora, pero más adelante en la historia. Posible lemon, lenguaje duro, drogas… bueno, en definitiva, un MA, (+18)

Allá va:

1) Enseñanzas

- La luna. Qué espectáculo tan extraordinario. Con sus profundos cráteres y surcos, todos los cuales esconden sin duda una magnífica historia que cualquier persona mataría por averiguar. Con su plateada y misteriosa luz, enigmática; espectral, silenciosa guardiana de tantos secretos, deseos y promesas pronunciados en la noche bajo el amparo de su magnética luz... La que vela cada noche por los sueños y desvelos de todos cuantos nos hallamos bajo su subestimado influjo, y nos hace anhelar, y nos hace delirar, y nos hace reír, y nos hace llorar. Y nos hace sentir.- susurra una insomne muchacha en lo más profundo de su intimidad.

Las finas hebras de luz plateada que logran filtrarse por la tupida cortina azul medianoche de la sala común de Ravenclaw van a parar a la larguísima y enmarañada melena de un rojo intenso de la muchacha, envolviéndola en un halo plateado, y regalándole así un aspecto de mística divinidad. Cualquiera que viera a Rose en ese estado: despeinada; con su extravagante "pijama" de los disgustos: una ancha, descolorida y agujereada camiseta de los Chuddley Cannons; antigua propiedad de su padre que conserva desde que era una niña; y murmurando incoherencias en la solitaria madrugada de su sala común, la habría podido tomar por una aparición. O simplemente, podrían pensar que había perdido la cabeza. Y en cierto modo así era. A Rose le gustaba pensar en sí misma como un alma libre, solitaria y extravagante, distinta de todas las demás. Se sentía orgullosa cada vez que la tildaban de loca y excéntrica, porque, como tío Harry le dijo una vez, "habitualmente, los excéntricos son las mejores personas". Por eso, y porque ser ella misma le resultaba la única forma de ser feliz.

La muchacha cierra los ojos, una paciente sonrisa se extiende por su semblante al tiempo que reclina la espalda contra el sillón en el que está sentada. Por fin ha logrado alejar los desagradables pensamientos que la tenían en vela, finalmente comienza a estar verdaderamente relajada, y se pone a pensar, como hace siempre antes de que los espectrales brazos de Morfeo la atrapen definitivamente. Si es que su cabeza, la deja dormir, pues Rose tiene la certeza de que desde que nació, su mente no ha dejado de analizar situaciones, ni un solo segundo.

Desde luego, Rose Weasley no es la típica bruja británica de dieciséis años. Innumerables eran las características que la diferenciaban de todas las demás, era de hecho, toda una rompedora de convencionalismos sociales y convicciones. Sin duda alguna, la mayor y más marcada característica en ella era su peculiar personalidad. Lo más normal que podría decir de ella misma es que es distinta a todas cuantas ha conocido. Y claro que todos somos distintos, pero Rosie siempre ha tenido algo especial. Sus gustos y prioridades, por ejemplo, son completamente diferentes a los de cualquier persona "normal", y todos los que la conocen pueden pensar que desde luego, no son los típicos gustos. A Rose no le gusta seguir el curso del río, le gusta ir contracorriente, pues normalmente es así como se siente cómoda. Pero no siempre es así, claro, hay veces en las que sí se siente cómoda siguiendo al rebaño. Básicamente Rose es una persona que ha decidido ser libre y auténtica. Hace lo que quiere, cuando y porque lo quiere, sin importarle un demonio lo que piensen o digan los demás. Cuando todos los chicos y chicas de su edad deseaban pasar el tiempo con sus amigos, ella buscaba la soledad. Cuando por los pasillos del castillo sólo se escuchaba el tarareo de las suaves canciones poperas de moda, Rose oía en su mente rock, del antiguo. Del bueno, del duro, del de verdad. Del que te hace creerte el rey del mundo. Del que te hace sentirte vivo de veras, y sobre todo, del que te hace sentirte especial. Cuando todos los demás prefieren divertirse volando o parloteando cosas sin sentido, Rose prefiere esconderse en el lugar más remoto del mundo, taparse con una tupida manta, y leer durante horas, días incluso, hasta quedarse dormida. Y si hay tormenta, mejor que mejor. A Rose le gusta la lluvia, el hielo, los fríos días de niebla, y las tremendas tempestades. Y sobre todo, la intensidad… cuando Rose se entrega, se entrega de verdad, en todos los sentidos. Tanto era así que la muchacha podía ser la más responsable, y al mismo tiempo la más alocada. La más mojigata, y también la más rompedora de reglas, rebelde y alocada. Todo dependía de sus impulsos, de cómo se sentía en el momento.

La pelirroja frunce el ceño extrañada al sentir cierta humedad escurrirse por su cara. Lleva con impaciencia la mano a su mejilla: lágrimas. Está llorando, y ni siquiera se ha dado cuenta. Solía pasarle, cuando la intensidad de sus pensamientos la abrumaba. Aunque esta vez conocía el motivo, ésta vez era algo diferente. Puede que Rose fuera una chica diferente en demasiados sentidos, puede que fuera fría y racional, carente de empatía muchas veces, e incluso cruel en sus relaciones con los demás, pero… no por ello era inmune a la terrible y desgarradora sensación del desamor. O más bien, a la humillación que ella le provocaba.

Aquel mismo día había sido testigo de la primera y más fuerte de sus decepciones amorosas hasta el momento. La habían traicionado, la habían humillado. Pero no importaba, todo en la vida eran experiencias, enseñanzas. Era como Rose solía pensar. Como su querida abuelita muggle solía decir, "No hay mal que por bien no venga", y vaya si era cierto. Rose podía jactarse de haber aprendido mucho de los hombres a lo largo de su todavía joven e inexperta vida.

¿Qué le habían enseñado los hombres? Tantas cosas en realidad…

De su padre Ronald, aprendió lo que era sentirse amada y protegida, el sentido del humor, y ante todo, el fuerte y encomiable sentido de la lealtad.

De su tío Harry, el esfuerzo, la confianza, la importancia de tener una familia, y el valor.

De tío George, la fuerza, alegría, y las ganas de vivir. La capacidad de siempre reponerse, sea cual sea la adversidad que se presente en tu camino.

De su hermano Hugo, la ternura, la alegría, y cierto instinto de protección.

De su primo Albus, el valor de la amistad, y la confianza.

De su abuelo Arthur, el respeto, y la bondad.

Del idiota que la había estado persiguiendo durante años, para luego dejarla en la estacada sin el menor aviso, el orgullo y la dignidad. Y la venganza.

Pero de quien había aprendido las más intensas sensaciones, era sin duda, de su primo James… de James aprendió lo que es la rebeldía, la diversión, el sexo y el rock´n roll. Porque así era él, intenso, tal y como a Rose le gustaba ser. La intensidad era, para ella, la clave de la felicidad.

Aún recordaba a la perfección aquellas noches de verano en la madriguera, en las que la muchacha se escapaba de su habitación, y se introducía en el dormitorio de James y Fred, quienes jamás planeaban nada bueno. Aún recordaba la primera vez que sucedió, aquella en la que por vez primera, se creó el mayor vínculo que les unió: el rock´n roll.

Una joven Rose, de trece años, se encontraba en su dormitorio de la madriguera intentando conciliar el sueño. Todas sus sábanas de hallaban completamente enredadas y esparcidas por el suelo, y ella yacía, despeinada sobre el colchón, y con su largo y ancho pijama favorito. Era una noche especialmente cálida, y tan sólo los débiles ronquidos de sus primas Lily y Dom, que dormían profundamente, perturbaban el asfixiante silencio nocturno. Tenía calor, demasiado calor, y era incapaz de dormir. De pronto, un extraño y persistente sonido comenzó a inundar sus oídos. Un pequeño halo de débil luz se coló por el resquicio de su puerta, y la insomne Rose, al no tener otra cosa que hacer, decidió levantarse a investigar. Como había imaginado, tanto la luz, como el sonido, provenían del cuarto de James, quien se había hecho con unas velas, y tenía puesta la música al volumen más elevado que le permitía el no perturbar el descanso de sus padres, tíos o abuelos, pues si éstos se despertaban, la fiestecita se le habría terminado bien rápido. Fred no estaba, pues se encontraba con Roxanne y los tíos George y Angelina de viaje por España, cosa que se notaba, pues las dos camas de la sala se encontraban abarrotadas de objetos, ropa sucia, y una especie de hojarasca verdosa con un fuerte olor, que Rose no supo identificar, a pesar de ser, como todos le decían con sorna, una enciclopedia parlante. La niña se preguntó si sería algún tipo de ingrediente para pociones hasta que vio a su primo: La ventana se hallaba abierta de par en par, y un despeinado James de quince años, ataviado tan sólo con unos boxers, fumaba en la ventana aquella sustancia verde, cuyo olor quemado era exóticamente atrayente, al tiempo que meneaba la cabeza al ritmo de una melodía, en opinión de Rose, endemoniadamente hechizante. Puede que el primer impulso de la muchacha hacía años hubiera sido correr a informar a sus padres de las extrañas actividades de su primo pero ahora, a pesar de no estar muy segura de lo que estaba haciendo, y aún cuando su instinto le decía que estaba mal, no lo haría. Rose había crecido, y ya no era una niñita chivata. Ahora se sentía mayor, y tenía que comenzar actuando como adulta si quería que sus primos mayores se la tomaran como tal, y dejaran de tratarla como a una cría.

-¿Qué haces?- el moreno dio tal respingo que aquello que estaba fumando se le calló de las manos, prendiendo un montón de papelitos esparcidos por el alféizar de la ventana, y bien podría haber incendiado media habitación, de no ser porque Rose vació por encima de los mismos un vaso de agua que estaba en el aparador.

Los ojos de su primo se desorbitaron.

-¡¿Pero qué haces Rose?! ¡Maldita sea, lo has estropeado!- gruñó con rabia, y se puso a soplar con desesperación, intentando infructuosamente secar aquello de lo que había estado fumando.

Rose sonrió, divertida por su evidente nerviosisimo y su torpeza.

-¿Qué es? Huele bien.

La dura mirada de James pasó del más intenso enfado a cierta expresión de rebeldía y maldad que podría haber puesto los pelos de punta a cualquiera.

Una sonrisa traviesa se apoderó de su rostro.

- Pues claro que huele bien, enana. ¿Quieres probar?- ofreció, sacando otro cigarrito de la misma forma y tamaño de una pequeña cajita escondida en el fondo de un cajón. Al parecer, daba por perdido el que se había mojado.

- Claro- contestó la muchacha con una seguridad impecable y del todo digna de admirar.

James la observó sin poder ocultar su sorpresa, y mantuvo la mirada, como sopesándola. Parecía debatirse intensamente entre dos ideas contrapuestas. Sin duda, estaba pensando que su prima era demasiado pequeña, y que aquello estaba mal.

- Mmm… me parece que eres demasiado pequeña.

Rose se sintió profundamente ofendida, pero no dijo nada al respecto. Fingió indiferencia, y, encogiéndose de hombros, avanzó hasta la puerta del dormitorio.

- Está bien, ya les diré a tío Harry y tía Ginny que me dejen probar esa cosa verde que huele tan bien y que a ti te gusta tanto fumar por las noches…- dijo, y agarró el pomo de la puerta.

Antes de que lo hubiera girado, James ya estaba allí, por supuesto, llevándose a su prima hasta la ventana, y murmurando incoherencias acerca de cierta enana entrometida, con expresión de profundo fastidio.

- Está bien, pero sólo una calada pequeñita. Esto no es para críos- dijo, encendiendo el nuevo cigarrillo y pasándoselo a Rose.

- Aspira, de pulmón.- dijo mientras cambiaba de canción.

Rose lo observó extrañada, sin saber bien a lo que su primo se refería. Sin embargo, por miedo a que el moreno retirara su ofrecimiento al verla dudar, se llevó el canutito encendido a la boca. Tenía un tacto extraño. Un segundo de duda estuvo a punto de traicionar la expresión de Rose, que finalmente se decidió por seguir adelante. "Si quiero que se me tomen como a una adulta, debo actuar como tal."- se dijo a sí misma, y aspiró con toda la fuerza de la que fue capaz. Sobra decir que la inexperta muchacha casi se ahoga. Colorada como un tomate, y tosiendo y llorando como loca, apartó a su primo de un empujón, y sacó medio cuerpo por la ventana, con la intención de llenar sus pulmones del aire limpio de la noche.

Divertido y al mismo tiempo alarmado porque el escándalo pudiera despertar a alguien, James se hizo con el vaso de agua, en el que todavía quedaba un poco, y dándole palmaditas en la espalda a su prima, se lo hizo beber.

- Te dije que eras demasiado pequeña para esto.

La joven Rose le sacó la lengua, divertida.

- ¿Bueno, y qué? Lo he hecho, y no era para tanto- dijo envalentonada. Había odiado hacerlo, pero ahora todo había pasado, había superado con éxito su primera prueba hacia el mundo de los mayores, y se sentía orgullosa.

- Al principio es asqueroso, parece que haya comido fuego y cenizas. Pero ahora la boca me sabe bien, es raro. Como hierbabuena o menta… o una mezcla- comentó con curiosidad.

James rió.

- Sí, Rosie, es algo así- dijo, y soltó una carcajada. Se quedó pensativo unos instantes - Es como besar. Al principio puede parecer muy asqueroso, pero luego no puedes parar. Termina siendo genial -comentó como quien no quiere la cosa, y cambió el vinilo del antiguo pincha discos muggle que le había regalado el abuelo Arthur, el día que entraba en Hogwarts. "Una vieja y maravillosa reliquia", había dicho el abuelo.- Pero tú de eso no entiendes sólo eres una niña- añade, y le saca la lengua. El aniñado rostro de Rose mostró un ligero disgusto que olvidó en cuanto escuchó los primeros acordes de la canción.

De pronto se sintió en otro mundo. Cerró los ojos sin poder siquiera evitarlo, y se dejó llevar completamente por el ritmo de aquella hechizante música, desconocida para ella hasta el momento. Nunca había escuchado nada igual, y le pareció que era lo mejor del mundo. Cada acorde de guitarra, cada toque de la batería, cada frase de su letra la envolvió en un mundo de sensaciones que ella sólo tenía el privilegio de sentir cada vez que se dejaba atrapar por los libros.

- Es como si lo llevara dentro, Jimmy, la canción está en mí.

Poco a poco, comenzó a bailar dejándose llevar por la música, mientras un sonriente y relajado James continuaba dando caladas a aquel extraño cigarrito… de pronto los colores eran más vivos, los olores más penetrantes, y las canciones… las canciones te hacían sentirte inmensamente bien.

Rose bailó un par de canciones más, con una gran sonrisa dibujada en la cara. Se sentía libre y relajada, como nunca antes, y enseguida dio a parar al colchón, agotada. Lo último que recuerda de esa noche es haber despertado acurrucada en la cama de James, con un montón de mantas mientras él dormía en el suelo, y sin tapar.

Desde ese día, Scorpions es el grupo preferido de Rose, quien, cada vez que escucha "When the Smoke is Going Down" se siente de nuevo como en aquella maravillosa noche de finales de verano en la que aprendió lo que era verdaderamente el rock n´roll.

El algo menos aniñado rostro de Rose sonríe al recordar tan vívidos y entrañables recuerdos. Tras aquella primera incursión nocturna vinieron muchas otras, muchas acompañada de Fred también, otras sólo con James. "Vive el ahora, vive siempre al límite" era el lema del moreno.

Vivir al límite, era algo que a su primo se le daba demasiado bien, algo que Rose sólo sabía hacer cuando estaba con él. Y por eso, a pesar de las constantes y explosivas discusiones que ambos primos mantenían constantemente, en realidad, y aunque jamás lo reconocieran, los dos adoraban pasar tiempo juntos. Porque a pesar de argumentar que eran polos opuestos, los polos opuestos se complementan. A la perfección. Un secreto que ambos guardaban bajo el más sigiloso celo.

Y, al igual que el moreno, la pelirroja atesoraba cada segundo de la presencia de su primo en su vida como un valiosísimo tesoro, puro, secreto, privado y personal. Algo que nunca nadie podría arrebatarle, las ganas de vivir, la intensidad.

Su más íntimo secreto. Y mientras tanto, a él fingía importunarle su presencia. Pasaba los días fastidiándola y chinchándola, y la convertía en objeto de sus bromas siempre que tenía la oportunidad. Justo motivo por el cual, siempre terminaban tirándose de los pelos. Porque si algo tenía Rose, además de extravagancia, inteligencia e intensidad, era carácter. Y es que cuando Rose Weasley se enfadaba… todo Hogwarts temblaba, igual que iba a temblar por la mañana aquel desgraciado que la había dejado plantada, y por el que a esas alturas de la noche ya sólo sentía el más profundo desprecio.

Si era inteligente, debería tener miedo a que amaneciera, y se encontrara frente a frente con una humillada Rose. Había sido una estúpida al terminar cediendo al constante asedio de dicho personajillo, que no había pasado meses si no años, detrás de ella, sin piedad, para ahora pasar de ella de forma tan inexplicable, escandalosa y humillante. Y ni siquiera lo quería, no estaba enamorada. Sólo humillada. Y lo iba a pagar. Que se preparara ese león, pues no sabía lo que era un águila enfadada.

Rose cierra los puños con fuerza, e, imaginando con súbito placer todas y cada una de las sutiles pero humillantes venganzas a las que sometería a McLaggen al día siguiente, se queda profundamente dormida en su sillón.

Al mismo tiempo que Rose Weasley se dejaba caer en el mundo de los sueños, un exhausto pero satisfecho James Sirius Potter escondido bajo la capa invisible de su abuelo, regresa a su sala común.