Hola terrícolas, como había dicho antes a algunas amigas de Mundo Fanfiction NaruHina… esta idea golpea mi cabeza desde hace un par de días y hoy, después de una breve lucha la he logrado materializar. Espero que les guste, que la disfruten y pues, si lo merezco dejen review(? Jaja.

Perdón si encuentran algún error, es que ya ven, a veces no me da tiempo de corregir antes de publicar… na, solo me da flojera hacerlo xD

Declaimer: Los personajes –a excepción de Naruko y Haruko- son creación exclusiva de Masashi Kishimoto para su manga Naruto.


CAPÍTULO 1:

Quiero una niñera.

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La ciudad de Tokio era una de las pocas en el mundo que te ofrecía tanta variedad de paisajes en un mismo territorio geográfico. Tokio era divertida, moderna, tradicional, un pequeño pedazo de tierra en el que podías ver lo grande y diverso que Japón podría ser, por eso era su ciudad favorita.

Naruto Uzumaki era un hombre, ¿cómo decirlo? Interesante. A sus 29 años de edad ya era uno de los hombres más poderosos de Japón e incluso del mundo, no había sido fácil llegar a la cima, y realmente se las había jugado todas. Siempre fue de familia pudiente pero, jamás habían llegado al punto en que él –con puro trabajo duro y perseverancia– se encontraba.

Su vida era ajetreada, yendo siempre de un lado a otro, de ciudad en ciudad, de país en país. Todo un empresario exitoso. Los viajes de negocios estaban siempre a la orden del día para él.

—Mañana a las 8:00 a.m. tiene una reunión con el vicepresidente sobre sus inversiones en las plantas de energía nuclear.

Esa chica que siempre andaba leyéndole su agenda era Yamanaka Ino, su secretaría y asistente desde hacía 5 años, y, la única de tantas que tuvo antes que logró adaptarse a su estilo de vida.

—Almorzará con el director Nakawara Yuuko, recuerde, asegúrese de convencerlo de llevar a cabo la filmación del nuevo comercial para la línea de ropa interior que se está produciendo.

—Lo tengo.

—Recuerde, Nakawara lo necesita a usted, no usted a él —caminar por los pasillos mientras le leía sus obligaciones ya era rutina—. A las 2:00 p.m. se reunirá con la modista americana que trabajará en la organización de la pasarela de modas en Milan.

—Yeps.

—El dueño del consorcio Uchiha, el señor Fugaku, lo recibirá junto a su hijo mayor a las 3:30 p.m. para finalizar la devolución de las acciones que usted había comprado.

—¿Mañana? Creí que eso se haría la otra semana —preguntó deteniéndose por menos de 2 segundos.

—No señor, su agenda está a reventar para la próxima semana, además, tiene el viaje a Inglaterra.

—¡Ah, diablos! Había olvidado el viaje —golpeó su frente y las puertas de su oficina se abrieron al estar frente a ellas.

—Le dije al señor Fugaku que se reunieran mañana o esperara 2 semanas más.

—¿Por qué 2 semanas, no se puede cuando vuelva de Inglaterra? —la rubia negó rápidamente con la cabeza, tomando asiento frente a él.

—Recuerde que usted regresa de Inglaterra el viernes 15 y el sábado 16 es el recital de ballet navideño de la señorita Naruko.

—Es verdad… —suspiró—. Ino, no sé qué haría sin ti.

—Estaría perdido señor.

—Te he dicho mil veces que me llames Naruto.

—Lo siento señor, ya le he explicado que dentro de la oficina no lo haré, eso solo cuando estemos en las calles y nos encontremos de manera casual.

—Eres la mejor secretaria que alguien podría desear.

—Lo sé —respondió orgullosa y se levantó de su lugar—. Iré a llamar a la escuela para cerciorarme de la hora de salida de sus hijas y confirmar la hora para la obra navideña en la que participará la señorita Haruko.

—Gracias.

—No tienes que darme las gracias —el rubio sonrió complacido—. Me pagas más de lo que ganaría como modelo, así que estamos a mano.

—¡Ha, ha! —rió de manera escandalosa—. Aún así, sabes que me debes las fotos para la portada del catalogo de ropa interior.

—Sí, claro, le prometo que para el próximo mes si aceptaré modelar —prometió levantando el meñique.

—No te creeré, eres una mentirosa —la rubia rió y se retiró de la oficina después de una reverencia.

Esa era más o menos su vida.

El «Consorcio Uzumaki», como se le conocía públicamente, era una colección de empresas, inversiones y marcas diferentes que incluían; una red de supermercados, una marca de ropa interior, una marca de ropa de damas y caballeros, una marca de ropa de niños y niñas, una marca de accesorios de todo tipo, una marca de trajes de novia, un buffet de abogados, un centro clínico de salud privado, una red de restaurantes de comida rápida y otros más refinados, Resorts, Hoteles, entre otras más, así como inversiones en empresas públicas, privadas y mixtas. En ocasiones invertía en consorcios o empresas que estuvieran en pique de quiebra, con la condición de que se le regresara todo el dinero invertido una vez que la empresa volviera a la normalidad, y él devolvería las acciones a su nombre.

Muchos le conocían por ser una buena persona, siempre dispuesto a ayudar a otros. Fundador de varías organizaciones de beneficencia y principal promotor de la educación y la cultura, siendo una de las personas que más ayuda económica aportaba a las escuelas públicas y privadas que de verdad lo ameritaban.

El único mal que afectaba su vida era un recuerdo, uno que guardaba en su corazón desde 4 años atrás, el fatídico recuerdo de la muerte de su esposa. Sin embargo, cada día daba lo mejor de sí mismo para ser el empresario poderoso y benévolo que todos admiraban, y, al mismo tiempo, ser el padre perfecto para sus 2 mayores tesoros.

Sí, Naruto, a sus 29 años de edad tenía 2 hijas, 2 niñas a las que amaba más que nada en el mundo, incluso podía jurar que ni a su madre la amaba tanto como a ellas.

La mayor tenía 14 años y respondía al nombre de Uzumaki Naruko. Era rubia, de hecho tenía el mismo color amarillo estridente que hacía resaltar sus ojos azules, sí, para muchos –aunque su cabello era un poco ondulado–, ella era la viva imagen femenina de su padre. Cursaba el segundo año de secundaria y era la princesita de papá; caprichosa, escandalosa, orgullosa, pero muy amable y cariñosa, quien lo apoyaba en todas sus obras de caridad y le acompañaba a las que podía.

La menor tenía 6 años, de nombre; Uzumaki Haruko. También era rubia, aunque su cabello era un poco más oscuro, casi tocando el naranja, sus ojos también eran azules, pero de un tono más oscuro que los de su hermana. Su cabello era menos ondulado y al igual que su hermana, lo mantenía largo por capricho de su padre. Iba en primero de primaria y tenía una personalidad más dócil, era callada –al menos en comparación con su hermana–, aunque ambas eran expertas en meterse en líos, romántica, humilde, amable y por sobretodo picara. Por su edad, era un poco más desinteresada en relación a lo que su padre hacía fuera de casa.

Esas dos niñas eran su razón de ser, y lo que más protegía desde que habían llegado a su vida. El que alguien las molestara era lo único que lo podía desquiciar al punto de que juraba podría matar por ellas.

Siempre cuidaba de ellas por sí mismo, pues, aunque su trabajo era cada vez más pesado, nunca había faltado a alguna cita con ellas, no le importaba dejar al presidente esperándolo si una de sus hijas se raspaba una rodilla. De hecho, ya lo había hecho en algún momento.

Solo las dejaba cuando debía viajar y no podía llevarlas por las clases. Normalmente era su madre quien las cuidaba, pero en esa ocasión sería diferente por primera vez en 10 años.

Pasaban las 8 de la noche.

—¡Mamá, espera por favor! —gritaba con desespero el rubio, corriendo escaleras abajo dentro de su pequeña mansión.

—Lo siento, Naruto. Te lo he dicho un millón de veces —se detuvo y encaró a su hijo—. No soy tu niñera.

—Pero, mamá —casi lloraba—. Sabes que este viaje es muy importante, solo serán 5 días y en el momento en que llegue podrás irte.

—He dicho que no —sus mejillas comenzaban a tornarse tan rojas como su cabello por la ira.

—¿Y si las llevas a tu casa?

—No se trata de donde las cuidaré, Naruto, se trata de que prometí a tu padre ir con él a Maui para nuestro aniversario y no cancelaré el viaje. Sabes bien que tu padre vive casi tan ocupado como tú.

—Pero, mamá…

—¡He dicho que no! —gritó golpeando la frente del rubio con los nudillos—. Si cancelo el viaje, quien sabe cuando vuelva a tener tu padre una semana exclusiva para nosotros dos, así que no.

—¿Y qué se supone que haga? —sujetaba su cabeza desesperado.

—Pues fácil, consigue una niñera —dijo su madre encogiéndose de hombros.

—No lo haré. Sabes que estoy en total desacuerdo con la idea de encargar tus hijos a una desconocida. De ser así, preferiría dejarlas con los sirvientes de la casa —volteó a ver al mayordomo inclinándose—. Sin ofender —rió nervioso.

—No se preocupe, señor.

—Bien, con tu permiso, iré a despedirme de mis hermosas nietas.

—¡Diablos! —bufó enojado y tomó el teléfono de su bolsillo. Marcó el 2 en el discado rápido.

—¿Mochi, mochi? —respondieron del otro lado.

—¡Ino! —la rubia desde la comodidad se sofá enarcó una ceja, pues sabía que si su jefe la llamaba a esas horas no era para nada bueno.

—¿Qué quieres, Naruto? —respondió de manera directa.

—¿Cuidarías a mis hijas mientras estoy en Inglaterra? —la rubia bufó y dejó el esmalte de uñas sobre la mesa de té.

—No, no soy niñera, consíguete una —colgó el teléfono sin decir más, y por si acaso lo apagó.

—¿Ino? —le hablaba al teléfono como si este le pudiera responder—. No puede ser, ella era mi esperanza.

—Señor, si me permite mi opinión… —el rubio lo miró fijamente—. Debería de conseguir una niñera, no tiene nada de malo, estará al tanto de sus hijas mientras usted no está y, será algo así como la señorita Ino con usted.

—No lo haré, no dejaré a mis hermosas hijas al cuidado de una desconocida, ¿y si es una loca? ¿O una homicida? ¿Qué tal si es caníbal? ¡O peor! ¿Qué tal si las vende por internet?

—Creo que está exagerando señor —el rubio frunció el rostro.

—¡Buscaré en mi agenda telefónica hasta que alguien de mi entera confianza acepte cuidarlas mientras no estoy en casa! —gritó mientras subía las escaleras dando zancadas.

En la habitación de la mayor de sus hijas…

—¿Niñas, están ahí? —llamó una mujer de cabellos rojos.

—Sí abue, pasa —dijo con una amplia sonrisa la mayor tras abrir la puerta—. ¿Hablaste con papá? —preguntó tras cerrar la puerta.

—Sí, pero es más terco que una mula —se sentó en la cama y Haruko se acostó sobre sus rodillas.

—Papá es un idiota, jamás aceptará —dijo rodando los ojos la menor.

—No le digas idiota a papá, Haruko, eres una mal hablada —le reprendió Naruko.

—¡Pero es la verdad! —se defendió la pequeña jugando con un mechón del largo cabello de su abuela.

—Haruko tiene razón —dijo la pelirroja rendida—. No será fácil conseguir que meta a una mujer en la casa.

Las tres soltaron un largo suspiro, estaban rendidas.

—No entiendo cual es su problema en que tengamos una niñera —bufó la rubia mayor lanzándose en la cama.

—Es mi culpa —dijo sonriendo su abuela—. Tuvo muchas niñeras de niño a causa de mis viajes y los de su padre.

—A mi no me gusta la idea de tener niñera —Haruko se encogió de hombros y se acercó a Naruko tomando un mechón del cabello de su hermana—. Me gusta que papá nos cuide.

—Yo tampoco quiero una niñera, por Dios, ya tengo 14 años —la rubia mayor bufó—. Pero es la única manera de que podamos mover nuestras piezas para que papá vuelva a salir con una mujer.

—Sigo sin entender —dijo la menor jugando con ambos mechones de cabello.

—Te explico querida —dijo su abuela abrazándole—. Desde que tu mami se fue al cielo, tu papi ha dedicado toda su vida a ustedes y a su trabajo, y hasta él necesita salir con alguien de su edad, divertirse, tener una vida normal.

—Papá aún es joven —dijo Naruko abrazando sus piernas—. Sé que él es feliz con nosotras, pero, no es justo que se aferre para siempre al recuerdo de mamá, porque ella no va a volver.

—Sigo sin entender —suspiró—. Pero si ustedes dicen que papá será feliz, entonces haré lo que sea, porque papá nos hace felices a nosotras.

—Voy a morir si no conseguimos algo pronto —suspiró rendida la rubia mayor.

—¿Y sí…? —Kushina fue interrumpida por la puerta que recién se abría de un golpe.

—¡Listo! —gritó el rubio triunfante irrumpiendo en la habitación—. ¡Te gané mamá! —reía con fuerza y tomó a la más pequeña alzándola en sus brazos—. ¡No habrá niñera ni hoy, ni mañana, ni nunca!

—¿Ah sí? Me alegro que consiguieras a alguien que cuide las niñas —comentó Kushina, manteniendo un tono normal—. ¿Y quién ha aceptado?

—Sasuke —las 3 mujeres abrieron los ojos asombradas.

—Creí que estaba en Europa de gira —dijo su madre.

—Sí, pero lo llamé, y me dijo que hoy llegó a Japón, tenía una firma de autógrafos y estará hasta el próximo domingo en la ciudad.

—¡Eso es! —exclamó Naruko con fuerza, recibiendo las miradas de todos—. Es decir, que bueno que veremos de nuevo al tío Sasuke.

Mostró una amplia sonrisa en sus labios y tanto su abuela como su hermana entendieron el mensaje.

Se levantó de la cama de un salto, y al intentar andar algo le haló hacia atrás, intentó caminar y cayó al suelo con su abuela.

—¡Haruko! —gritaron ambas al notar que había atado un nudo de ambos cabellos.

—¿Qué? —la pequeña se encogió de hombros desde los brazos de su padre—. Soy una niña pequeña, deben de tenerme paciencia.

Se levantaron y desataron el nudo, bueno, esa broma daba igual, lo importante era que Sasuke sería la clave para conseguir una niñera.

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Un día después…

La ciudad brillaba con fuerza, con esa que te hace pensar que la magia existe y que un mundo diferente y renovado se abrirá ante ti en cualquier momento, un mundo donde podrás convertir en realidad todos y cada uno de los sueños que se pasan por tu cabeza al dormir.

—¿Te enteraste? —Comentaba alguna joven a su compañera de acera—. Dicen que Sasuke-kun está de paso por la ciudad.

—¡No puede ser! —Gritaba con euforia la segunda en respuesta—. Dime que es verdad, ¿Qué pasa si nos lo cruzamos en el camino?

—No lo sé pero yo estaría dispuesta a darle un hijo.

Ambas reían ante aquel comentario con total normalidad. La vida en la ciudad era muy ajetreada y las fotos de aquel hombre anteriormente mencionado decoraban la fachada de grandes edificios con diversas fotografías.

Todo en esa ciudad representaba modernización y belleza; los edificios con gigantescos vitrales, las pasarelas llenas de publicidad en pantallas gigantescas, los grandes espectaculares con fotografías de famosos mostrando la perfección de sus rostros y cuerpos pero a la vez, incluyendo la naturaleza en la escena, con amplios parques llenos de cerezos y robles. La vista simplemente te maravillaba.

—Que aburrido —se quejó un joven desde su asiento en un parque, en un camino bañado por la helada nieva—. ¿Cuánto tiempo más pensará tardar en llegar?

Era apuesto, muy apuesto, al igual que las fotografías de él en la ciudad lo corroboraban. Su cabello era negro azabache, como la noche, con los destellos azules que las estrellas producían al dejar la estela de su paso, bueno, así eran los destellos en su cabello, aunque en este momento lo cubría con la capucha de su chaqueta negra. Sus ojos hacían juego con su cabello, ojos negros y profundos como la oscuridad que queda cuando el sol se oculta.

Los jeans negros le ajustaban al cuerpo al igual que la remera blanca que luchaba por esconderse dentro de su chaqueta. Sus ojos se escondían tras un par de lentes de sol y esperaba con ansias que no le reconocieran, después de todo, ya había escuchado a un par de chicas hablar de él mientras caminaban.

—Hola —saludó alguien haciéndole volver a la tierra.

—Hola —respondió el saludo con una sonrisa ladina.

—Disculpa por mi tardanza, por favor, se me presentó un inconveniente.

—No pasa nada, Hinata —aseguró elevando un pulgar—. Eres linda, así que no puedo enfadarme.

—Gracias —dijo mostrando una cálida sonrisa.

Bueno, sí, era cierto, era muy linda. Delgada y voluptuosa, imposibilitada de mostrar sus atributos en aquella ropa que llevaba. Maldito invierno, hubiese pensado cualquiera. Un vestido estampado en tonos tierra, ajustado, terminando donde lo hacían sus glúteos, licras negras cubriendo sus piernas, botas color marrón que subían hasta sus batatas, un gran sobretodo en color negro cubriendo su cuerpo del frio, guantes y una bufanda color café.

—¿Cómo está tu familia? —preguntó mostrando interés, llamando la atención de un par de ojos perlados.

—Están bien —sonrió con las manos al frente mientras caminaban.

—Me alegro —el silencio se instaló.

—Sasuke.

—Hinata —se llamaron al mismo tiempo—. Tu primero.

—Creo que sabes lo que diré… —el azabache sonrió de medio lado y rodeó el cuello de su acompañante.

—Entonces no lo digas —plantó un beso en su frente y continuó su camino—. Al menos no podemos decir que no lo intentamos.

—Fue divertido mientras duró —afirmó caminando, arropada en aquel abrazo.

—Sí, y te aseguro que no encontrarás jamás a alguien con quien te veas tan estéticamente bien —dijo con sarcasmo.

—Sí, tú tampoco —ambos rieron con fuerza manteniendo el abrazo.

—Al menos comamos por última vez como pareja —susurró a su oído y ella suspiró. Era imposible llevarle la contraria.

—Tu pagas —se detuvo y sus miradas se encontraron cuando ella lo encaró—. ¿Qué tal si lo dejamos para otra ocasión? —Sasuke asintió—. Actuemos como una pareja normal aunque sea en la despedida y… solo no nos veamos por un tiempo.

—Te doy un día —ella rió.

—Es suficiente.

Las manos masculinas se ubicaron posesivas sobre el rostro frente a ellas. Ese era el adiós, una vez que dieran la vuelta ese juego absurdo acabaría, eso de intentar ser más que amigos no había funcionado y ahora acabaría para siempre. Le dolía el corazón, pero solo de imaginar perder su amistad.

Ella cerró los ojos, y para él fue recibir el permiso que esperaba. Presionó sus gruesos labios contra los finos de ella. Un beso de adiós, y por raro que sonara, el más sincero, apasionado y dulce que intercambiaron en los últimos 2 años, en los cuales se encontraban juntos 3 días cada 3 meses.

Bueno, estaba claro por qué no habían conseguido enamorarse.

—Adiós —susurró ella y él agitó su mano antes de darse la espalda y andar en su propia dirección.

Era el final de algo que en realidad nunca había comenzado…

No había enojo, no había dolor, mientras siguieran siendo amigos lo demás no importaba, sí, alguna vez se sintieron atraídos, se gustaron, se besaron, lo intentaron y habían fallado, bueno, al menos dieron todo de sí para conseguir un imposible, si no lo lograron ya no era su culpa.

Caminaba tranquilo, observando relajado el paisaje, su auto estaba estacionado en la entrada del parque y tenía todo el día libre para él.

La noche llegó y miró su teléfono por enésima vez. Suspiró resignado, sabía que Hinata lo llamaría al día siguiente para que charlaran y hablaran de manera casual. Ella misma lo había dicho, seguirían siendo amigos, y si algo conocía de ella, era que tenía palabra.

A la mañana siguiente se levantó, lavó su cara, sus dientes y todo su cuerpo. Tomó lo primero que había en su maleta y las llaves del auto. Se despidió de su madre con un beso, de su padre con un apretón de manos, de su hermano con un choque de manos y se retiró. Era lindo compartir con ellos luego de pasar meses fuera del país, pero se había comprometido con el idiota de su amigo en cuidar dos niñas por 5 días.

—¿Naruto? —preguntó al escuchar la respuesta del otro lado del auricular.

—Sí, ¿a qué horas llegas? —cuestionó algo tenso.

—Voy en camino, me quedé dormido —respondió con tranquilidad.

—Bien, tuve que irme ya porque perderé el vuelo si no lo hago —suspiró—. Te dejé una lista en casa sobre las niñas y sus cosas, por favor, cuida bien de ellas, y si algo ocurre llámame de inmediato.

—Sí, sí, sí, tranquilízate. Cuidaré bien de ellas, lo he hecho antes y nunca he fallado.

—Lo sé, por eso confió en ti —el azabache sonrió orgulloso y estacionó el auto en la redoma de la mansión Uzumaki.

—Estoy entrando, te dejo, llámame cuando estés en Londres.

—Lo haré —colgó el teléfono, cruzó la puerta al momento en que uno de los gorilas le abrió y se detuvo en seco al observar a una mujer, una adolescente y una niña mirándole fijamente—. ¿Hola?

—No hay tiempo para saludos —aclaró la mujer.

—Tío, necesitamos tu ayuda —continúo Naruko, mientras su hermana solo asentía con insistencia ante todo lo que las dos mayores decían.

—No me meteré en ningún problema —dijo y las tres rodaron los ojos.

—Es para conseguirle de una buena vez una mujer a Naruto —la pelirroja soltó esas palabras e inmediatamente el azabache asintió.

—Cuenten conmigo —Naruko se le colgó del cuello en un abrazo y Haruko saltaba en círculos con su abuela tomadas de manos—. Pero, ¿cómo lo haremos? Naruto no acepta ir a citas, ni si quiera ha tenido una aventura con sus secretarias, es un idiota —la pelirroja asintió a todo.

—Es verdad, mi hijo está reacio a cualquier relación, por eso tenemos que meter nuestras manos en la masa.

—Tenemos un plan —dijo Naruko con una sonrisa—. Y estamos seguras de que podría funcionar, pero necesitamos de tu ayuda.

—Bien, cuéntenme —el azabache levantó a la más pequeña y tomó la mano de Naruko.

—Ellas te dirán todo —intervino la pelirroja tomando su bolsa y mirando su reloj—. Minato me está esperando en casa, nuestro vuelo sale en dos horas.

Besó las frentes de sus nietas con ternura, le pellizcó una mejilla a Sasuke y salió a toda marcha.

—¿Y bien, cuál es el plan? —ambas rubias sonrieron y la mayor se dignó a explicar.

—Necesitamos conseguir una niñera.

—¿Una niñera? —preguntó el azabache y ambas asintieron.

—Papá se niega a ver o buscar mujeres en la calle, pero, si metemos a una mujer en la casa, en algún momento tendrá que fijarse en ella —continúo la mayor sentándose en la mesa de té una vez que llegaron al recibidor.

—Hmp, puede funcionar, «si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma».

—Exacto —sentenció Naruko.

—Yo sigo pensando que no quiero niñera —dijo Haruko encogida de hombros.

—No volveré a explicarte nada, Haruko —anunció su hermana—. Si tenemos que soportar ser cuidadas por alguien más lo haremos, si de esa manera podemos hacer feliz a papá no importa.

—No deberían de preocuparse por eso —ambas fijaron sus azules miradas en los ojos oscuros de su tío—. Su padre no las dejará a solas con una desconocida. Es muy paranoico. De seguro estará incluso más atento a ustedes para asegurarse de que esa «malvada niñera» no les haga daño.

—Tienes razón —Naruko abrazó a su hermana con fuerza—. Eso aumenta las posibilidades de que el plan funcione.

—Bien, mañana buscaremos una niñera —dijo Sasuke con una amplia sonrisa.

—Sí, pero —el azabache observó a la rubia mayor—. No puede ser cualquier niñera.

—Eso es cierto…

—¡Hagamos un casting! —exclamó Haruko llamando la atención de ambos—. Llamemos a niñeras de todas las casas de cuido y las entrevistamos. Podemos escoger la más dulce…

—Amable —dijo Naruko.

—Sexy —dijo Sasuke.

—Tierna —dijo Haruko.

—Educada —dijo Naruko.

—Sexy —dijo Sasuke.

—Cariñosa —dijo Haruko.

—Considerada —dijo Naruko.

—Sexy —dijo Sasuke.

—Linda —dijo Haruko.

—Inteligente —dijo Naruko.

—Sexy —dijo Sasuke.

—Tierna —repitió Haruko.

—¡Basta! —estalló la rubia mayor—. ¡Tú solo dices sinónimos del mismo adjetivo! —exclamó señalando a su hermana.

—¿Y qué esperabas? Solo tengo 6 años, siente orgullo de que hablo bien —se excusó fingiendo estar ofendida.

—¡Y tú! —señaló a Sasuke—. ¡Solo has dicho «sexy»! —el aludido se encogió de hombros.

—Es una cualidad importante si quieres que tu papá se obsesione con ella, créeme, sé de estas cosas —dijo guiñándole el ojo.

—Pervertido estúpido —bufó enojada y sorbió su té de un trago—. Levanten sus traseros del suelo, tenemos muchas llamadas que hacer.

Haruko y Sasuke se miraron, y tras asentir con fuerza se levantaron firmes y comenzaron a caminar a paso de marcha siguiendo a Naruko.

—¡Prepárate, Uzumaki Naruto! —dijo sonriendo.

Y el nombrado, jamás hubiese imaginado lo que se encontraría al volver de Europa.

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Continuará…


Se acabó jeje… espero lo hayan disfrutado… ¡nos leemos al siguiente!

Besos~~ FanFicMatica :*