Los personajes le pertenecen a Hajime Isayama, pero la historia es completamente mía.
Dedicado a; Scarlet Jaeger, es genial fangirlear y platicar contigo sobre el Ereannie, te quiero un chingo.
"Te siento sosteniéndome, más fuerte, no puedo ver. Cuando podremos finalmente… Respirar." Breathe - Fleurie.
Capítulo 1. Condenados.
4 años después de retomar shiganshina.
Caminó por el área boscosa. Necesitaba tomarse un tiempo después de haber entrenado con Armin.
Estaba exhausto, más de lo que hubiera imaginado en toda su vida. La cual, hasta ese momento, había sido miserable en cada aspecto en el que se pudiera imaginar.
Ya que no solo había sido condenado a vivir toda su infancia rodeado de unos muros que no le permitían ver más allá. Estaba condenado a una vida mediocre que no le satisfacía en nada. A querer volar sin que se le permitiera.
El haber sido testigo de cómo su madre había sido devorado por aquel terrorífico titán, ese que había sido la antigua esposa de su padre muerto, devorado por él mismo inconscientemente; le había ocasionado un trauma, no vivía tranquilo. De hecho, nunca había tenido una vida remotamente tranquila.
Estaba atado a un destino donde lo único que le quedaba era la muerte. Y de cierta forma, la esperaba con añoranza. Deseaba que aquella miseria terminara y que si había una salvación, esa fuera la suya.
Ya no había un escape, le quedaban 3 años tan solo y esos últimos los dedicaría únicamente a luchar. Después de todo, desde los 10 años, solo le quedaba eso.
Se sentó en el césped húmedo. El sol golpeó sus mejillas, estaba delgado, su cabello estaba más largo, tapando completamente su nuca pero sin llegar a los hombros. Sus ojos mantenían unas ojeras permanentes por su incapacidad de dormir. Y aun cuando entrenaba todos los días, permanecía delgado, algo que Mikasa le reprochaba constantemente motivándolo a comer más.
Cada que cerraba los ojos, solo podía ver sus recuerdos mezclados con los de su padre, más otros recuerdos que no podía identificar todavía. Veía continuamente a su madre ser devorada, a Diana convertirse en Titán a través de los ojos de su padre. Podía ver la muerte de sus compañeros. La traición de sus amigos. Todo, siempre que cerraba los ojos, recordaba todo.
Con cuidado se acostó en el césped. cerró los ojos por un momento y disfrutó de ese pequeño instante que la naturaleza le estaba brindando. Podía escuchar el cantar de los pájaros, e incluso el agua corriendo en un río cercano.
Era un poco de tranquilidad que añoraba desde hacía muchos años, pero que desgraciadamente no le era otorgada en ninguna de sus formas.
Sintió unas pequeñas gotas de rocío caer en su mejilla caliente por el sol que quemaba su rostro y deslizarse lenta y apaciblemente hasta llegar al césped.
Un silencio perturbador se apoderó del área, seguido por un crujido que comenzó a molestarle, pero seguía sin abrir los ojos. Estaba disfrutando del pequeño momento, y se aferraba a él con fuerza. No quería perderlo. No quería que se le escapara de los dedos.
Intentaba que el sol caliente, más la suave brisa y las gotitas de rocío que caían, le despejaran la mente. Solo quería un poco de tranquilidad.
Entonces recordó a su madre, recordó su sonrisa cálida y sus ojos amables, recordó la última pelea que tuvieron y todo eso lo llevó a recordar cuando la habían devorado.
Abrió los ojos súbitamente, y de golpe, se enderezó con rapidez. Puso su mano en su frente, sudaba frío y respiraba con cierta dificultad.
Había visto nuevamente a su madre ser devorada, ese recuerdo lo perseguía diariamente, cada noche, en cada momento en el que intentaba descansar o hacer algo relativamente cercano a ello.
Su vista estaba ligeramente nublada, seguía respirando rápido y descontroladamente, enterró sus dedos en su cabello frustrado y sintió como sus ojos se humedecían con una dolorosa lentitud, sintiendo el ligero ardor y la molesta sensación de que su vista estaba siendo opacada.
Con molestia se quitó abruptamente las lágrimas de los ojos, evitando así que estas se deslizaran por sus cansadas mejillas, se levantó abruptamente y se dio la vuelta. Estaba listo para marcharse con los demás.
— Eren.
Se paralizó. Reconocía esa voz, perfectamente. Una voz serena y seca, una que aun después de casi 5 años le era imposible de olvidar.
Se dio la vuelta bruscamente y la vio, cara a cara, a tan solo unos pocos metros.
— Annie.
La miró fijamente, ésta intentaba mantenerse de pie aferrada a un árbol. Tenía la misma ropa con la que la vio cristalizarse. El uniforme de la raza que había traicionado, pero ésta se ve veía más estrecha, como si le estuviera apretando.
Ella mantenía la mirada endurecida pero cansada, sus ojos azules estaban ojerosos y agotados como los de Eren, su cabello estaba considerablemente más largo y sobrepasaba los hombros llegando al pecho. Continuaba teniendo el cabello muy rubio y fino. Había crecido un poco de estatura, pero seguía siendo pequeña.
Se sentía vulnerable y confundido.
Pero entonces la imagen de todo el escuadrón de Levi siendo asesinado le llegó en imágenes borrosas, pero lo suficientemente claras para estimularlo, la ira brotó de él después de tanto tiempo y acercó amenazadoramente su mano hacia su boca, listo para cualquier cosa.
— ¿Cuándo saliste del cristal? —preguntó, intentando mantener la calma pero siempre alerta.
No podía creer que ella estuviera realmente ahí. Hace 4 años se habían rendido completamente ante la idea de que ella saliera. Simplemente la dieron por muerta y la abandonaron dentro de un cuarto en una de las ciudades subterráneas. Estaba muy bien escondida. Habían intentado todo lo que podían pero no habían logrado si quiera hacerle una grieta a aquella gigante piedra donde Annie se había refugiado antes de que la descubrieran y la obligaran a hablar. Decidieron olvidarla.
No hubo respuesta de su parte.
— ¿Cómo me encontraste? —preguntó, acercándose con lentitud y calma. Comenzaba a perder la paciencia.
Ella seguía sin responder, solo lo miraba silenciosamente. Eren vio, que sus ojos estaban vacíos. No había luz, no había nada. Tan solo una mirada perdida.
— Annie, ¿cuál es tu excusa para que nos traicionaras? —intentó, nuevamente.
No hubo respuesta.
Comenzando a impacientarse, Eren caminó con rapidez y la tomó por los hombros con brusquedad. No la recordaba tan pequeña, ella desvió la mirada.
— ¿¡Por qué nos traicionaste!? Maldita sea, Annie. —exclamó, frustrado. — ¡Dame solo una maldita razón para que no me transforme en Titán y te devore!
Por un momento pensó que finalmente había tocado fondo. Que estaba alucinando, que Annie seguía encerrada en aquel cristal, y él estaba loco.
Lentamente soltó a su alucinación, en silencio. Se dio media vuelta y comenzó a caminar. Esperando que al voltear, no tuviera que verla de nuevo.
— No lo harías. —musitó, en silencio. Con voz ida y seca.
Eren volteó velozmente y lo único que pudo ver fue como Annie soltaba el árbol y se desplomaba hacia el suelo, cayendo con un ruido sordo y claro.
Sin siquiera pensarlo, corrió hacia ella y la miró en silencio.
Estaba durmiendo, tenía su rostro sosegado, respiraba lenta y pausadamente.
Podía llevarla con todos. Hanji podría decidir qué hacer. O podía llevarla con Armin y hablar con ella por cuenta propia… O incluso podía transformarse ahí y devorarla. Sería tan simple como eso, y tendría sus memorias sin obligarla.
Esa era al final de cuentas la opción que todos elegirían. Era tan simple y fácil de hacer y nuevamente él obedecería sin rechistar, tomaría el papel de la "Esperanza de la humanidad" que nunca quiso tener.
Al final de cuentas nadie entendía lo difícil que era para él el vivir con recuerdos y traumas ajenos, con el dolor que le causaba y lo difícil que era para él el tener que vivir eso cada día.
Odiaba la presión que le habían impuesto desde que descubrieron que podía convertirse en Titán. Muy en el fondo Eren entendía todo lo que había hecho. Y muy bien, porque él también había sido encomendado de algo que era más grande que él, un poder más fuerte que ambos.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño chillar que salía de la nariz de Annie, un molesto chiflido que se repetía continuamente. Eren sonrió.
una sonrisa cansada pero irónica ante la idea de ver a aquella mujer, tan fuerte, tan callada y tan fría durmiendo tan calmadamente, a su merced, conociéndolo lo suficiente como para saber que no le haría nada. El cansancio tenía que ser demasiado como para que ella pudiera dormir sin ningún problema.
No tenía mucho tiempo para decidir qué hacer, Mikasa y los demás pronto notarían su ausencia, siempre se preocupaban de más y no le permitían ir a ningún lado. Le había costado mucho trabajo el que le permitieran salir a caminar al bosque solo. Odiaba que lo controlaran tanto.
Sin pensarlo dos veces, tomó a Annie con cuidado y la cargó; ésta simplemente se dejó llevar y apoyó la cabeza en su brazo.
Había decidido que lo mejor para él era permitirle hablar, ver si podía acceder a cooperar sin que él se viera en la necesidad de devorarla. Muy en el fondo no quería entregarla y que la torturan hasta que hablara, nunca habría querido eso para él, ni para nadie.
Había una pequeña casa muy al fondo del bosque. Estaba completamente abandonada, la habían encontrado antes en sus expediciones, y la habían hurgado hasta el sótano. Nadie vivió ahí por al menos 20 años.
Cuando llegó, abrió la puerta sin ninguna dificultad, entró con la pequeña mujer rubia en brazos, y en lugar de subir arriba a la habitación, optó por irse al sótano, era más seguro y más difícil de que la encontraran.
Bajó en silencio y la puso en un pequeño catre que estaba cerca de una muy pequeña ventana que daba al patio trasero de la casa. Tenía que poner algo para poder ver pues estaba muy arriba. Era únicamente el suelo lo que podía observar, e incluso la tierra entraba si hacía demasiado aire. La dejó con cuidado y la observó por un momento.
Estaba durmiendo tan apaciblemente que incluso le dio un poco de envidia, ¿realmente estaba tan tranquila? Posiblemente no. Aun después de tantos años y de tanta pelea, estaba demasiado confundido. No entendía absolutamente nada de la vida y su realidad era tan solo una asquerosa mentira que había sido marcada como su realidad y destino.
Suspiró. En esos momentos no tenía por qué ponerse a pensar sobre eso. Ya tenía suficiente sin poder entender cómo es que Annie había salido de aquel cristal. Más aun, ¿por qué no se transformó y escapó? ¿Por qué lo llamó sabiendo que lo había traicionado? ¿Por qué se dejó vencer dejando su destino a merced de él? No entendía nada, no quería buscarle una razón lógica. Siempre había creído que Annie era impredecible, y aun después de tanto, ella seguía demostrándole lo mismo.
Aquella alma salvaje que siempre lo conmovió, que siempre admiró. Siempre creyó que era un ave en busca de su propia libertad, siempre se sintió identificado con ella, aunque al mismo tiempo eran completamente opuestos, pero eso le gustaba, así como le gustaba entrenar con ella. Annie siempre lo intrigó de cierta forma.
Se recargó en la pared y se mantuvo silencioso por un buen rato hasta que Annie comenzó a gruñir y a moverse, estaba gimoteando y balbuceando entre sueños, segundos después se levantó precipitadamente y de golpe. Tenía la respiración entrecortada y muy irregular. Eren simplemente observó. No podía terminar de contar la de veces que él había despertado en ese estado. Cada noche, cada siesta, siempre le sucedía. Exceptuando aquellas veces donde entrenaba tanto que apenas llegar al colchón, perdía la conciencia por completo. Eso no lo consideraba dormir tampoco.
Poco a poco la respiración de Annie se fue estabilizando, mantenía la mano en el pecho, intentando calmarse y continuamente se ponía un mechón de cabello detrás de la oreja, Eren inevitablemente sonrió por lo bajo. Conocía muy bien ese gesto pues ella lo hacía inconscientemente cuando entrenaban.
Annie alzó la mirada y miró al joven alto que la estaba observando. Ahora sin sonreír. Frunció el ceño.
— ¿Eren? —preguntó, para sorpresa del muchacho.
¿Realmente no recordaba su encuentro en el bosque? ¿Tan perdida y desubicada estaba? Ella lo miró un poco más y frunció el ceño, como si no creyera que estaba viendo al mismo joven de ojos verdes y actitud indomable.
— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que…
— Casi 5 años. —musitó, con una mueca de tristeza en su rostro. Se le dificultaba creer que había pasado tanto ya.
Desvió la mirada y miró hacia el suelo. ¿Casi 5 años? Eso era mucho más de lo previsto, ¿qué había pasado con su padre para aquellas alturas?
Vino a su memoria como en algún momento escuchó un crujido, acto seguido cayó al suelo estrepitosamente. Se encontraba en la completa oscuridad, pero podía sentir un piso de madera y pedazos de vidrios deshaciéndose entre sus dedos.
Estaba sedienta, hambrienta y demasiado mareada. Además de que físicamente se sentía distinta.
Lo poco que recordaba era haber salido de alguna forma de aquel cuarto oscuro. Apenas salió, se encontró con un lugar sin sol, apestoso y frío, ¿qué había pasado en su ausencia? Pronto recordó que había un área subterránea donde seguramente la habían abandonado. ¿Es que nadie la había intentado rescatar?
Podía escuchar los gritos de la gente al pasar, niños llorando, gente intentando vender, mendigos pidiendo dinero e incluso hasta peleas callejeras.
Sin preverlo, vomitó, pero lo único que salió de su sistema fue bilis amarga. Estaba cada vez más débil, y cansada.
Se levantó como pudo e intentó caminar, pero al mínimo intento, sus piernas no aguantaron y cayó nuevamente al piso. Sus músculos estaban completamente atrofiados y débiles. Mantenía su misma complexión, pues el cristal se había encargado de mantener su fisiología intacta, pero era una inútil y estaba demasiado débil.
Intentó nuevamente con lentitud y comenzó a caminar directo al área de luz que estaba relativamente cerca. Era la única forma de salir de ese infierno, de regresar a la luz del sol.
Se movió lentamente hasta que sus piernas comenzaron a moverse de nuevo, pero con bastante lentitud, e incluso cada paso le dolía.
Cuando por fin llegó, era apenas medio día, se acercó cojeando hasta que pudo sentir un pequeño rayo de luz. Era cálido y reconfortante. Se permitió cerrar los ojos un momento, y todo volvió a su memoria.
Recordó su misión, recordó a sus compañeros, recordó a su padre, recordó a la gente que había traicionado y asesinado, recordó a Armin, y a Eren. Aquel que había logrado vencerla.
Estaba en un punto donde no sabía absolutamente nada, no estaba segura de nada. Ni de cuánto tiempo había pasado, si ellos seguían vivos, ni si ella realmente estaba viva para esas alturas.
Recordó a su titán, alzó su mano y vio su anillo, el cual le había dado su padre justo después de que se convirtió en uno. Ejerció una presión leve y la navaja salió, filosa y pequeña. El sol llegó a la pequeña punta y ella lo miró por varios segundos, más de los necesarios.
Únicamente podría escapar si se convertía en Titán. Podría trepar el muro y escaparía, regresaría con su padre. Eso era siempre su única meta y prioridad. No le importaba nada además de eso.
Con lentitud, presionó su dedo pulgar en la punta afilada de la navaja. Soltó un leve quejido cuando la punta atravesó la carne. Nada, no estaba sucediendo nada. Tan solo estaba sangrando. Frunció el ceño confundida y deslizó un poco más el dedo, haciéndose una cortada más profunda.
La sangre salía sin cesar, pero nada había sucedido. Y se estaba regenerando con una lentitud alarmante para un corte tan insignificante.
Metió la navaja nuevamente en el anillo y presionó con frustración intentando sacar toda la sangre posible de su dedo, ésta cayó al césped y salpicó en su chaqueta militar, la cual aún portaba y de cierta forma le incomodaba.
Sin saber qué hacer y lejos de tener una habilidad o complexión física que le permitiera trepar, se dejó caer en el suelo. Comenzó a doblar y estirar sus piernas. Se sentía como una clase de juguete para niños, sus piernas tronaban ligeramente en el área de las rodillas, y sus manos estaban tan débiles que cargarlas le estaba costando trabajo.
Hubo un momento donde todo lo que podía sentir era soledad. Nunca le había importado realmente, pero en esos momentos eso era todo lo que sentía.
Había sido abandonada y odiada. E incluso podría decir que traicionada pues tenía la sensación de que nadie nunca la había intentado ayudar a escapar.
Con lentitud se levantó y caminó más hacia el sol, pudo divisar a algunos militares vigilando el área, pero como la mayoría de los de la policía militar, realmente no estaban haciendo bien su trabajo. Tan solo platicaban alegremente como si nada importara.
Como pudo, saltó directamente hacia un roca, agarrándose y comenzando a trepar. Su complexión física era tan mala que podía escuchar sus latidos en su odio. La cabeza la estaba matando, le dolía demasiado. Con cuidado y sin hacer ruido, trepó en la siguiente roca, subiendo un poco más. Con lentitud volteó a ver a los soldados, estos seguían platicando sin percatarse de que ella intentaba salir.
Después de agarrarse de raíces y rocas, logró subir con rapidez, sintiendo el sol quemándole la cabeza, estaba a punto de desmayarse cuando comenzó a correr directamente hacia el bosque. Corría lo más que podía, y tanto que sentía que en cualquier momento las piernas se le iban a romper justo ahí.
Incapaz de transformarse, llegó un punto donde simplemente se dejó caer en el césped húmedo, rindiéndose ante todo. Pero entonces vio a un hombre recostado, se levantó lentamente y comenzó a caminar en su dirección. Parecía que estaba dormido, y de alguna forma lo reconoció, era Eren.
Comenzó a sobarse las rodillas, apenas se movía un poco el dolor era insoportable. Con cuidado se levantó y puso sus pies en el suelo de madera. También le costaba mover las manos.
— ¿Cuánto tiempo me dormí? —preguntó, sentía como si en realidad no hubiera dormido absolutamente nada.
— Como 15 minutos. —respondió simplemente. Con voz fría.
— ¿qué fue lo que pasó? —preguntó Annie, sentada en el catre, miraba atenta al suelo.
Había querido preguntarle el qué había pasado con él. Había cambiado tanto que se le dificultaba el creer que se trataba del mismo idiota suicida que había jurado matar a todos los titanes. Eren era tan optimista y tan ingenuo que cada que lo entrenaba, esperaba en verdad que aprendiera a luchar como ella.
Pero ahora, simplemente parecía un cadáver viviente. Ya no irradiaba luz, las bolsas debajo de sus ojos verdes demostraban que tampoco podía dormir, al igual que ella que continuamente tenía pesadillas sobre la gente que había asesinado. Eso siempre la perseguía.
Se atrevió a observarlo nuevamente. Su cabello también estaba más largo y juraría que se parecía mucho más a su titán, lucía más delgado y un poco más pálido, pero al mismo tiempo se veía fuerte. Su mirada nunca permanecía en un sitio y parecía que evitaba a toda costa el quedarse sin hacer nada.
Tenía ante sus ojos a un alma miserable y le era difícil de creer que se tratara de la misma persona, del mismo idiota suicida que traicionó.
Eren, recargado en la pared, se mantuvo en silencio unos segundos y suspiró. Caminó y tomó una silla de madera, la acercó a Annie y se sentó.
— ¿En verdad quieres saberlo? —replicó, mirándola directamente sin titubear. Annie lo miró de vuelta y se encontró con sus ojos verdes que la estaban examinando.
No, por supuesto que no merecía hacer esa pregunta. Ella junto con Reiner y Bertholdt habían hecho lo posible para destruir la vida de Eren y de todos dentro de los muros, en muchas formas. No quería ni imaginarse todo lo que le había pasado a Eren después de que descubrió su traición como para que se convirtiera en esa persona.
Pero aun así, no se arrepentía. Lo sentía, y mucho. Sentía que fueran justamente los compatriotas de Eren los que tuvieran que morir, pero no se arrepentía. Nunca lo haría. Había hecho todo eso para volver a ver a su padre, tenía que verlo nuevamente, aunque para esas alturas; él seguramente ya la había dado por muerta.
Miró nuevamente hacia el suelo de madera y se quedó callada.
Permanecieron en silencio un momento más hasta que abrió los ojos cuan platos y miró nuevamente a Eren.
— ¿Qué pasó con todos? —preguntó, esperando que Eren le dijera sobre Reiner y Bertholtd pero sin ser muy obvia al respecto.
— Es una larga historia Annie… Pero, descubrimos lo que hicieron Reiner y Bertholdt. Sabemos que estaban contigo en esto… Luchamos en Shiganshina, varios murieron… —musitó, en verdad eran recuerdos demasiado dolorosos que en ese momento no le apetecía contar. — Incluido Bertholdt, fue devorado por Armin.
Fue testigo de cómo la sorpresa y podría jurar que tristeza se había apoderado de la pequeña rubia. Ella no dijo nada, tan solo volteó la cabeza, evitando así que Eren la observara.
— ¿Armin ahora es un Titán? —preguntó aun sin voltear la cabeza.
— Sí. —respondió simplemente.
— ¿Sabes lo que nos pasa a los que nos transformamos en un titán, verdad?
— Bertholtd quemó a Armin y estaba a punto de morir. No había otra opción.
Annie no dijo nada. Y Eren aprovechó la situación para preguntar todo lo que tenía en mente para poder llegar rápido al punto.
— Annie, sé que tuviste tus razones, pero ¿por qué nos traicionaste?
Ella, sin decir palabra, alzo la mirada y con una leve mezcla de orgullo característico una dignidad inquebrantable; habló: — Sabes que tengo mis razones. No tengo por qué decírtelas.
— Tienes que, Annie. —respondió, permaneciendo calmado, pero honestamente estaba cautivado por el hecho de que Annie fuera tan decidida y orgullosa, aun estando tan vulnerable. — Te estoy dando la oportunidad de que me expliques. De no ser yo, Hanji, el capitán Levi y hasta Mikasa te matarían sin dudarlo. Ya sabemos toda la información que podrían haberte sacado pero…
— ¿Estás esperando una disculpa, verdad? —replicó, aniquilándolo con la mirada. Estaba molesta.
— Iba a decirte que quiero escuchar tu versión. Una disculpa de tu parte no significa nada para mí.
No, ya no significaba nada. Le había dado la oportunidad de hablar, de explicarse cuando la emboscaron, pero ella decidió atacarlos sin más y transformarse ante sus ojos.
Annie suspiró y desvió la mirada nuevamente hacia el suelo.
— Mi versión, y la versión que sabes seguro que es la misma. —respondió y acto seguido se recostó nuevamente en el catre, cerrando los ojos.
Eren, sabiendo que era imposible que hablara y dijera algo más, se levantó de la silla y caminó silenciosamente hasta las escaleras.
No sabía qué hacer, si se iba, seguramente Annie escaparía y se transformaría. Encontraría la forma de irse de la isla y regresar a sus tierras. Necesitaba escuchar su versión. Saber si realmente había tenido una razón de bastante fuerza para hacer todo lo que hizo.
Se dio la media vuelta y se acercó a Annie, ella permanecía acostada y con los ojos cerrados, pero no estaba dormida, lo sabía.
— Annie, ¿por qué no te has transformando en Titán? A estas alturas ya deberías haberlo hecho, ¿no? ¿Qué te detiene?
Permaneció en silencio, aunque abrió los ojos y lo miró.
— Porque no puedo. —respondió. Acto seguido alzó su mano y le mostró su pulgar. Lo había intentado. — Tienes toda la libertad de matarme. Así vengarías a todos…
Eren ignoró eso último y rozó cuidadosamente el pulgar, tomando su mano con la otra. La herida seguía abierta y rojiza. Se estaba curando, pero con demasiada lentitud, ¿acaso ya eran los últimos momentos de Annie? ¿Ya se habían cumplido sus 13 años?
Realmente estaba vulnerable y a su merced. Estaba tan débil que Eren, siendo otra persona, podría vengarse… Pero él no deseaba eso. Ni siquiera sentía un sentimiento de ira o enojo. Había pasado por tanto que desde los últimos años no sentía nada y solo se limitaba a seguir órdenes. Le gustara hacerlo o no.
Suspiró, y Annie sintió el ligero cosquilleo en su mano. — No tengo intenciones de vengarme. —respondió, depositando su mano cuidadosamente. — Es tu decisión si te vas o te quedas aquí, pero honestamente no quiero pelear contigo de nuevo.
Sin decirle nada más, subió las escaleras con rapidez y salió de aquel sótano. Podía cerrarlo con seguro, pero sabía perfectamente que eso no bastaría. Annie no podía ser encerrada. Así que tan solo cerró la puerta dejando todo en manos de ella. No sabía que iba a hacer. Pero había dicho la verdad cuando le dijo que no quería pelear con ella. Había sido muy doloroso.
Así que salió de la casa. Tenía que llegar con rapidez con los demás antes de que comenzaran a buscarlo. No quería que encontraran a Annie, y tampoco entendía su necesidad de protegerla.
Dejarla o encubrirla era probablemente un delito grave. Lo encerrarían por dejarla libre, pero en esos momentos estaba actuando por impulso, así que seguiría igual.
Tenía qué.
Holaaaaaaaa. Mi nombre es Leslie y bueno, se me ocurrió este fic hace algunas semanas. Estoy muy hypeada con la nueva temporada de SNK así que una noche se me ocurrió empezar esto.
Una aclaración que deseo hacer es que en este fanfic podría considerarse ooc o no que Eren esté en un estado de depresión, aun no sabemos como es actualmente luego de Time Skip, pero lo que sí sabemos es que isayama la última vez que lo dibujó, lucía demasiado decaído si me permiten decir, ya veremos como evoluciona esto.
Planeo ver la aceptación que tiene y espero no decepcionarlos. También espero no noten mucho ooc, es aveces inevitable por mucho que lo quieras evitar. El único que los conoce perfectamente es la llama asesina y ya ven, tiene a la pequeña Annie encerrada en un cristal desde hace mucho.
Espero les guste y espero poder subir un capítulo a la semana, los sábados en la noche. Sepan disculpar si me retraso, intentare evitarlo. Gracias por leer.
Les.
