Disclaimer: La historia no me pertenece, es de la autora original; Becca Fitzpatrick y no tengo ánimos de lucrar con ella.
Al igual que los personajes, pertenecen a Naoko Takeuchi, solo los utilizo para adaptar está historia que desde el primer momento que la leí, pensé en ellos.
Advertencia: Foros anti-plagios, abstenerse de mandar pm o dejar reviews, ya que no borraré la adaptación, y en todo caso, si hablamos de plagio, éste y otros fandoms, son plagios. Cumplo con el reglamento de desentenderme de la historia y de los personajes y mi intención no es aprovecharme de ella ni de ganar dinero, nadie te regala nada por "escribir" ni por adaptar y no lo veo tan mal, a pesar de estar en contra del plagio, en éste caso, yo me hago cargo de que esto, no es mío.
Está historia es una adaptación de "Hush-hush", una novela que me encanta y pensé en los personajes al momento de leerlos… espero que les guste, porqué es hermosa, es oscura pero tiene toda la magia.
Enjoy!
Prólogo
Valle Del Loira, Francia; Noviembre 1565.
Mamoru estaba con la hija de un granjero en los bancos de hierba del río Loira, cuando llegó la tormenta, y habiendo dejado que su montura vagara por la pradera, no tenía más que sus pies para que lo llevaran de vuelta al castillo. Arrancó una hebilla de plata de su zapato, la colocó sobre la palma de la chica y la vio marcharse, escurridiza, el barro manchándole las faldas. Después, se colocó bien las botas y salió de camino a casa. Llovía a cántaros en la campiña oscura que rodeaba el castillo del Milenio de Plata.
Mamoru caminaba con facilidad sobre las tumbas hundidas y el humus del cementerio; incluso en la niebla más espesa, podía encontrar su camino de vuelta a casa desde aquí sin perderse. Esa noche no había niebla, pero la oscuridad y la arremetida de la lluvia engañaban lo suficiente. Éste percibió un movimiento por el rabillo del ojo, y giró de repente la cabeza a la izquierda. Lo que a simple vista parecía ser un gran ángel coronando un monumento cercano, se irguió hasta alcanzar plena altura. Ni de piedra ni de mármol, el chico tenía brazos y piernas. Su torso estaba desnudo, sus pies también, y sus pantalones de campesino colgaban bajos de su cintura.
Saltó del monumento, su pelo azabache goteando lluvia. Ésta corría por su cara, que era pálida como la de un europeo. La mano de Mamoru reptó lentamente hasta la empuñadura de su espada.
— ¿Quién anda ahí? — La boca del chico dibujó una leve sonrisa —. No juguéis con el Duque de Plata— Advirtió Mamoru —. He preguntado vuestro nombre. ¡Dadlo!
— ¿Duque? — El chico se apoyó contra un álamo retorcido —. ¿O bastardo?
Mamoru desenvainó su espada — ¡Retiradlo! Mi padre era el Duque de Plata; Yo soy el nuevo Duque— Añadió torpemente, y se maldijo por ello.
El chico sacudió la cabeza perezosamente —. Tu padre no era el antiguo duque.
Bulló de furia ante el escandaloso insulto.
— ¿Y tu padre? — Exigió extendiendo la espada. Todavía no conocía a todos sus vasallos, pero estaba aprendiendo. Se grabaría el nombre de la familia de este chico en la memoria —. Lo preguntaré una vez más — Dijo en voz baja, restregándose una mano contra el rostro para apartar la lluvia —: ¿Quién eres?
El chico se adelantó y apartó el filo a un lado. De pronto parecía mayor de lo que Mamoru había presupuesto, tal vez incluso un año o dos mayor que él.
—Uno de la prole del Diablo — Respondió.
Mamoru sintió un vuelco de miedo en el estómago.
— Eres un maldito lunático — Dijo entre dientes —. Sal de mi camino.
El suelo debajo de Mamoru tembló. Explosiones de oro y grana aparecieron detrás de sus ojos. Encorvado, con sus uñas clavándose en sus muslos, alzó la vista al chico, parpadeando y jadeando, intentando comprender lo que estaba pasando. La cabeza le daba vueltas como sí ya no estuviera a sus órdenes.
El chico se agachó para ponerse a la altura de sus ojos.
— Escucha con atención. Necesito algo de ti. No me iré hasta que lo tenga; ¿Entiendes?— Apretando con fuerza los dientes, Mamoru sacudió la cabeza para expresar su incredulidad. Intentó escupirle al chico, pero la saliva le corrió por la barbilla, su lengua negándose a obedecerle.
El chico apretó sus manos en torno a las de Mamoru; su calor le abrasó y gritó.
— ¡Necesito tu juramento de lealtad! — Dijo el chico —. Póstrate sobre una rodilla y júralo — el hombre ordenó a su garganta reírse ásperamente, pero está se constriñó y se ahogó en el sonido. Su rodilla derecha cedió como si le hubieran dado una patada desde atrás, aunque allí no había nadie, y cayó hacia delante sobre el barro. Se cayó de lado e hizo arcadas —. ¡Júralo! — Repitió el chico.
El calor subió por el cuello de Mamoru; hizo falta toda su energía para doblar sus manos en dos débiles puños. Se rió de sí mismo, pero allí no había humor. No tenía ni idea de cómo, pero el chico estaba infligiendo la náusea y la debilidad en su interior. No se irían hasta que hiciera el juramento. Diría lo que tenía que decir, pero en su corazón juró que destruiría al chico por esta humillación.
— Señor, me convierto en vuestro hombre — Dijo Mamoru con voz envenenada. El chico puso de pie al hombre
— Encuéntrate conmigo aquí, al comienzo del mes hebreo de Cheshvan. Durante dos semanas entre las lunas nueva y llena, necesitaré tu servicio.
— ¿Una... quincena? — Todo Mamoru tembló ante el peso de su furia —. ¡Yo soy el Duque de Plata!
— Eres un Nephil — Dijo el chico con un atisbo de sonrisa.
Mamoru tenía una réplica profana en la punta de la lengua, pero se la tragó. Sus siguientes palabras fueron dichas con un veneno helado.
— ¿Qué has dicho?
— Perteneces a la raza bíblica de los Nephilim. Tu verdadero padre era un ángel que cayó del paraíso. Eres medio mortal — Los ojos zafiros del chico se alzaron, encontrándose con los de Mamoru —. Medio ángel caído.
La voz de su tutor llegó desde los más recónditos recovecos de su mente, leyendo pasajes de la Biblia, hablándole de una raza desviada creada cuando ángeles expulsados del paraíso se aparearon con mujeres mortales. Una raza terrible y poderosa.
Un escalofrió que no era exactamente de repulsión se extendió a través de éste.
— ¿Quién eres? —El chico se dio la vuelta, marchándose, y, aunque éste quería ir detrás de él, no era capaz de hacer que sus piernas sostuvieran su peso. Arrodillado allí, parpadeando a través de la lluvia, vio dos gruesas cicatrices en la espalda del torso desnudo del chico. Se estrechaban para formar una V al revés —. ¿Eres... caído? — Le gritó —. Tus alas han sido arrancadas; ¿verdad? — El chico ―ángel― quienquiera que fuera, no se dio la vuelta. Mamoru no necesitaba la confirmación—. Este servicio que voy a proporcionar — Gritó —: ¡Exijo saber lo que es!
El aire resonó con la risa grave del chico.
