Los personajes de esta historia en su gran mayoría pertenecen a J., así como referencias a sus libros (entiéndase por: nombres, hechizos, conjuros, lugares, etc.), sólo algunos salieron de mi imaginación (los no reconocidos), y los nombrados Mithrandir, Luthien, Elrond, Galadriel, Aragorn, Arwen, Faramir y Eowyn, aunque tienen algunas características físicas y psicológicas de los personajes de "El Señor de los Anillos" de J.R., no son los mismos, ni sus historias ni sus habilidades. Los nombres Dunedain, Arathorn y algunos otros también provienen de los libros de Tolkien. No uso estos datos con fines de lucro ni beneficio propio.

Así como he escrito este fic sin fines de lucro, respetando los derechos de autor de JKR y JRRT sobre sus personajes, espero que todos respeten los míos sobre mis personajes y mi trama.

Sólo considera canon los libros 1 al 6. Tiene "Personajes Originales (OC)" y se podría llegar a considerar que algunos del canon están "Fuera de Carácter (OoC)".

Resumen: El eclipse más extraño. Un despertar con muchas sorpresas. Tres más que rompen esquemas. Sin muchas opciones. Ayudar a desconocidos en tiempos de guerra.

Desconocidos Heridos y una Guerra

Una esfera blanca leche apareció en una sala circular grande, en la que se escuchaban muchos ruiditos curiosos. Sus paredes estaban llenas de retratos de hombres y mujeres de aspecto respetable. Hacia una de ellas, parcialmente centrado, estaba un escritorio grande con pies en forma de zarpas, en un estante en la pared tras la silla de ese escritorio se encontraba un sombrero de mago ajado y roto, el Sombrero Seleccionador.

Sobre una percha dorada cerca de la ventana estaba Fawkes, el fénix carmesí del tamaño de un cisne, cola dorada y brillante, tan larga como la de un pavo real, y brillantes garras doradas. Estaba agitando sus alas, entonando unas notas que tranquilizaron a su acompañante.

Sentado en el escritorio estaba un hombre alto, delgado y mayor, de pelo y barba largos y con el castaño predominando sobre el blanco, con una túnica larga de color púrpura, una nariz muy larga y torcida como si se la hubiera fracturado alguna vez. Al desaparecer la esfera vio con sus ojos azules claros y brillantes, detrás de unas gafas de cristales de media luna, los cuerpos de siete chicos inconscientes.

Albus Dumbledore se acercó rápidamente a ellos y notó que cuatro de ellos tenían ampollas en la piel enrojecida, mientras los otros tres estaban con su piel también lastimada aunque en menor grado. Se agachó y les tomó el pulso, preocupado por como los veía a la luz de las velas. Las tenía encendidas para leer, pues el amanecer aquél día tan especial se retrasaría. Se tranquilizó parcialmente al notar que en todos era medianamente regular.

—Dilys, por favor avisa a Madam Pomfrey que la necesito aquí urgentemente con un equipo básico para quemaduras —le pidió el director al retrato de una bruja mayor con unos largos anillos de plata—. Sé que no necesito pedírtelo, pero…

—Me apresuraré.

Con mucho cuidado movilizó a los chicos con su varita, separándolos a los unos de los otros. Les desprendió las mochilas a los tres que las tenían sujetas a sus cuerpos, con extremo cuidado para no lastimarlos, quitándoles también las que sostenían con sus manos. Se sentía inquieto tanto por la respiración agitada de una de las chicas como por sus rostros.

Sólo había una que no identificaba como posible familiar de ex alumnos suyos. De hecho, el parecido de uno de ellos con James era escalofriante. "Si hubiesen aparecido en cualquier otro lugar intentaría avisar a posibles familiares, pero… En Hogwarts es imposible aparecerse, a menos que… Y el colgante que lleva esta chica en su cuello, es idéntico a… Pero ¿Es posible?". En ese momento tocó a la puerta la enfermera, sacándolo de sus pensamientos.

—Pasa Poppy.

—Me dijo la directora Derwent que viniese con un equipo básico para quemados con urgencia. ¿Ocurre algo señor direct…? ¡Por Merlín! ¿Qué les pasó?

—Eso sólo lo sabremos cuando uno de ellos recobre el conocimiento.

La enfermera lo miró interrogante pero no preguntó nada. Se apresuró a sacar dos envases con pociones color amarillo claro, tendiéndole una al director.

—Disculpe que…

—No te preocupes, sólo dime cómo. —la cortó con amabilidad pero premura.

Pasaron los siguientes veinte minutos dándoles a los siete chicos de beber una pequeña dosis del brebaje, así como las atenciones más urgentes con el ungüento naranja para las quemaduras más serias. Albus convocó luego camillas para todos.

—Vamos a llevarlos a la enfermería y darles una atención más completa —le sugirió el director a la enfermera cuando la vio con intenciones de abrir una de las mochilas, pues en la que acababa de abrir consiguió algo que lo llevó a decidir que no era prudente que ella viese el contenido de ninguna. "Tengo que evitarlo y preguntarles a estos chicos cuando recobren el conocimiento quiénes son y porqué tienen esto con ellos", pensó preocupado—. Ya luego averiguaremos sus identidades y avisaremos a familiares.

La enfermera asintió en aceptación y se concentró en cubrirlos con cuidado con frazadas muy delgadas, por sus quemaduras, para evitar cualquier tipo de contaminación mientras se desplazaban por los pasillos.

El director revisó de espaldas a ella las mochilas con rapidez, mientras simulaba mirar con interés al chico castaño. Ubicó las que pertenecían a los cuatro chicos más quemados, entre las que les había desprendido de las manos a éste y dos de las jóvenes, por la ropa que contenían y la distinta contextura de ellos. Buscaba algo para identificarlos y, en caso de ser posible, avisar personalmente a familiares. De no ser por el camafeo de la chica no estaría dudando sobre eso.

Los llevó hacia la enfermería, con las mochilas ubicadas en las camillas a los pies de cada uno de ellos. Estaba seguro que los chicos tenían edades entre catorce y veinte años, por lo que deberían estar estudiando o haberse graduado recientemente. Lo desconcertaban en muchos sentidos.

Era una suerte que a esa hora de la mañana los pasillos del colegio estuviesen desiertos, porque la imagen del hombre mayor llevando en el aire a siete camillas flotando a punta de varita y la mujer iluminándole con la suya era muy extraña para cualquiera que les viese.

Albus Dumbledore iba mirando a los siete chicos pensativo. "Es al menos curioso que su llegada se haya producido justo al comenzar el eclipse de sol".

Ese sábado 16 de febrero de 1980 la luna se había interpuesto a la luz solar a las seis horas y dieciséis minutos de la mañana, habiendo llegado los chicos en ese preciso instante. El director no creía en cuentos fatalistas sobre los eclipses, sabía que eran un fenómeno astronómico, pero conocía también su influencia en la facilidad o dificultad para el flujo de la magia y la energía, como era bien conocido por los amantes de la herbología y las pociones.

La "coincidencia" de la llegada de aquellos chicos a su despacho, en ese estado, cuando nadie podía aparecerse dentro de los límites de Hogwarts, justo en ese momento… lo preocupaba muchísimo.

Al llegar a la enfermería ubicaron a cada uno de los chicos en una cama, apresurándose la enfermera a su oficina para buscar pociones y vendajes. Le preocupaba la respiración tan irregular en la joven de pelo negro. "Es una suerte que no tenga pacientes aquí en este momento, así podré atender a los siete jóvenes correctamente sin chicos revoltosos dando vueltas por aquí", pensó mientras buscaba lo que estaba segura necesitaría.

Desde que dos años atrás se habían graduado los Merodeadores su enfermería tenía menos pacientes. Además los alumnos estaban particularmente tranquilos después del baile que autorizó el director el día 14 de febrero, a pesar de ser jueves, como compensación al no permitir la salida a Hogsmeade debido a la guerra.

Albus Dumbledore podía percibir la gran perturbación energética alrededor de los siete chicos. Concentrándose en lo aprendido muchos años atrás, cuando entró en contacto con su antiguo mentor y actual amigo Mithrandir, detectó una violenta vibración de energía que alteraba tiempo y espacio cerrándose alrededor de los jóvenes lentamente, bloqueándolos.

Tenía la impresión que la chica con respiración dificultosa era el centro de la gran perturbación, aunque parecía ser por haber alterado el efecto de varios poderosos hechizos. Pero también percibía algo fuerte alrededor del otro chico de pelo negro. Sin embargo aquello que estaba ocurriendo alrededor de los siete era tan acelerado, errático e irregular, además de totalmente desconocido para él, que no podía estar seguro.

La llegada de Madam Pomfrey junto a la joven lo sacó de su concentración. Vio a la enfermera apuntar con su varita a la chica y despertarla.

¡Rennervate!

La chica se movió levemente, emitiendo seguidamente un quejido agudo. Luego abrió y cerró los ojos al menos tres veces antes de dejarlos cerrados.

—Shhh, tranquila joven. Mantenga los ojos cerrados. La luz le molestará un tiempo pero pasadas unas semanas podrá ver bien. Le daré en seguida una poción para el dolor por las quemaduras que tiene, pero primero debe tomar ésta para ayudarle con su respiración.

—¿Madam Pomfrey? —preguntó la chica de pelo negro. Su voz fue apenas más alta que un susurro, sin embargo sonó muy clara por el silencio existente en la enfermería.

La enfermera y el director la miraron sorprendidos. Luego el profesor Dumbledore se giró a interrogar a la mujer con su mirada, quedando desconcertado al verla encogerse de hombros.

—Sí, joven. Ése es mi nombre. ¿Cuál es el suyo?

—¿El mío? —preguntó Angela, asustándose mucho ante la pregunta de la enfermera. Intentó entender lo que ocurría a su alrededor mientras su respiración se hacía muy irregular.

—Tranquila joven —le indicó Madam Pomfrey preocupada—. Beba ahora la poción y luego le daré la otra. Cuando esté más calmada hablaremos.

Angela tomó la poción con la ayuda de la mujer, notando por su sabor que no era la que le tenía indicada Mithrandir. Sin embargo se la bebió en la medida que su organismo se lo permitía. Suponía que no la ayudaría demasiado, pero al menos la aliviaría un poco. Era evidente que estaba en la enfermería de Hogwarts, aunque la voz de Madam Pomfrey era levemente distinta. "Parece… más joven. Además me ha dicho que me dará poción para el dolor y ella sabe que no me ayudará. Aquí hay algo raro", pensaba inquieta.

Al abrir sus párpados se dio cuenta que estaba ciega por segunda vez en su vida, sólo que en esta oportunidad le habían dolido mucho los párpados al abrirlos. Además sentía todo su cuerpo adolorido, especialmente la piel de sus manos, brazos y rostro, sobre los cuales tenía la impresión que le habían puesto un ungüento.

La enfermera se dio cuenta que la respiración de la joven no se regularizaba con la poción y se inquietó. "¿Qué tiene esta chica?" Pero lo que la sobresaltó fue sentir la mano llena de quemaduras interponiéndose en el camino de la poción calmante a la boca.

—Tranquila joven. Es sólo poción calmante para el dolor. En cuanto la tome…

—No me… ayudará y… los otros la… necesitarán —la interrumpió la chica, empezando a agitarse seguidamente—. Porque… ellos están… aquí, ¿verdad?

—Shhh, tranquila, no se agite. Con usted llegaron otros seis jóvenes —le aclaró. Sonrió al verla tranquilizarse y recuperar un poco la regularidad en la respiración—. En cuanto a la poción…

—Se lo… agradezco… pero no me… ayudaría.

Dudó si decirle sobre su problema. Confiaba en la gruñona enfermera, pero la inquietaba ese "Con usted llegaron" que le había escuchado. "¿A dónde? ¿A qué fecha?", se preguntó inquieta. Había recordado lo ocurrido en la caverna, su decisión y la sensación de ir volando por los aires hacia atrás mientras la golpeaba aquella energía, un terrible ardor que la envolvía y luego caer sobre el cuerpo de alguien. Hasta allí llegaban sus recuerdos.

—Tengo un… problema en… mi sistema… nervioso… para manejar… la sensibilidad… al dolor… Ninguna poción… o sedante… tiene efecto… en mi organismo. —le confesó finalmente, pues la mujer insistía en acercarle la poción a la boca y no tenía fuerzas para impedírselo.

Lo dicho por la chica paralizó a Madam Pomfrey cuando estaba a punto de lograr el darle a beber la poción. Miró a la chica fijamente, tragó saliva y alejó la poción de ella. La recostó con suavidad en la almohada y le hizo un examen especial con la varita, comprobando lo dicho por la joven. "¡Por Merlín! ¿Cómo puede estar tan tranquila sin quejarse con esas quemaduras, teniendo ese problema?", pensó mientras se le salían las lágrimas al confirmarlo.

El director al ver la expresión de la enfermera bajó la cabeza un momento. La levantó, le apretó levemente los hombros y se acercó a la chica para hablarle.

—Soy el profesor Albus Dumbledore, joven. ¿Existe alguna manera en que podamos ayudarle de una manera efectiva?

Angela sintió que su cabeza daba vueltas en aquella oscuridad que la envolvía, mareada. La impresión de oír de nuevo la voz de su abuelo, aunque aparentemente más joven por su tono, la agitó muchísimo. Su respiración se hizo muy irregular de nuevo.

—Intente calmarse joven. —le pidió angustiado el director al verla así.

Angela hizo un gran esfuerzo con su entrenamiento al oírlo, serenándose unos minutos después. La enfermera y el director la miraban muy preocupados, sin saber qué le ocurría o cómo ayudarla.

—En mi… mochila hay… una poción… color verde… grama. —pidió en voz de súplica. Sus pulmones le dolían demasiado. Tenía que tranquilizarse y beberla o se le presentaría una crisis. Luego buscaría explicaciones a lo que la rodeaba.

El director enseguida buscó lo solicitado en la mochila que había identificado como suya, por la ropa. Se acercó a ella y se lo dio a beber con cuidado, debido a lo irregular de la respiración en la chica. Estaba pensativo. "Hay varios frascos irrompibles con esta poción en su mochila, lo que significa que estaba enferma antes que la alcanzase lo que les ha producido a todos las quemaduras. Además aquellas otras pociones allí…". Se tranquilizó en cuanto a la salud de ella, al notar que el ritmo respiratorio de la chica se empezaba a regularizar después de unos minutos de tomarla.

—¿Qué es esa poción y para qué sirve? —le preguntó la enfermera a la chica, intrigada al ver que lograba un ritmo respiratorio casi normal.

—No sé lo que es, pero me sirve para regularizar mi respiración cuando me siento mal al angustiarme. ¿Cómo están los otros?

—La he despertado a usted primero para darle las pociones porque era la que estaba más delicada —le respondió con calma. Al notar que la chica iba a protestar se le adelantó con voz de mando—. Primero la examinaré y le pondré el tratamiento adecuado y los vendajes a usted. Ya les he hecho las primeras curas a todos con ayuda del señor director.

Angela asintió levemente luego de suspirar, resignada. La conocía bien y no la haría cambiar de opinión. Lo único que lograría insistiendo sería que se enojase con ella. Mientras la enfermera la curaba con ayuda de su abuelo no pudo contener algunos quejidos, aunque se esforzaba en no demostrarles lo mal que se sentía.

Por lo que había entendido de la breve conversación anterior estaban en Hogwarts, su abuelo era el director y Madam Pomfrey la enfermera. Eso eran buenas noticias desde el punto de vista de la salud y la seguridad de los siete, estando todos quemados y con heridas de la última batalla, pero malas porque estaban lejos de los suyos y habían viajado años hacia el pasado pues los trataban a todos como desconocidos. Eso era peligroso.

Cuando finalmente la enfermera y el director la recostaron nuevamente sobre la almohada tenía los brazos y la cabeza totalmente envueltos en vendajes. Se sentía muy débil y adolorida pero también preocupada.

Había hecho su mejor esfuerzo para evitar que llegasen frente a un Voldemort joven con quemaduras graves en todo el cuerpo y agonizantes, que hubiese sido lo ocurrido si ella no hubiese contenido aquellos dos hechizos. Por eso los siete sólo tenían quemaduras en su piel y en algunas partes de sus manos y rostros ampollas, según lo que le oía a la enfermera, pues habían intentado tapar sus rostros con sus manos pero sin conseguirlo. Todo había ocurrido demasiado rápido.

Sus ropas y mochilas estaban intactas hasta donde lograba entender. Lo que la angustiaba era el viaje en el tiempo y la agitación de la energía que los rodeaba a los siete. Estaba demasiado débil para intentar hacer algo para estabilizar aquello.

Al palpar con su mano vendada el pequeño peso que sentía sobre su pecho se sintió angustiada al pensar lo que era y quien lo estaba viendo en ese momento. Contuvo la respiración un segundo al oír a su abuelo susurrarle:

—Tranquila. Poppy no dirá nada y yo no preguntaré hasta que esté recuperada. Se lo he dejado puesto porque pienso que la puede ayudar.

Albus Dumbledore sonrió al ver que la chica empezaba a respirar más regular y asentía, le acarició la cabeza sobre el vendaje y se incorporó. La enfermera se dirigió hacia el chico con aquella extraña cicatriz en la frente, después de dejar recostada a la chica, y el director la siguió.

¡Rennervate! —Hizo reaccionar Madam Pomfrey a Harry. Al verlo removerse inquieto, abriendo y cerrando rápidamente sus ojos, le habló—. Shhh, tranquilo joven. No se preocupe. El problema visual que tiene es sólo temporal. Es mejor que permanezca con los ojos cerrados. Beba la poción que le voy a dar, le ayudará con el dolor.

Harry se sentía confundido y débil. Se había angustiado al abrir sus ojos y no poder ver, calmándose un poco con lo dicho por la enfermera del colegio. "Su voz suena… distinta", pensó extrañado. Mientras se bebía la poción que le daba Madam Pomfrey intentaba aclarar su mente. ¿Por qué había ido a parar allí en aquella oportunidad? De pronto los recuerdos de todo lo ocurrido en la caverna golpearon su cerebro y se atragantó con los últimos tragos de la poción que estaba tomando.

—Tranquilo joven. —le indicó el director, enarcando las cejas extrañado al notar que se sobresaltaba y hacía un leve movimiento para retroceder.

—¿Profesor Dumbledore? —preguntó muy asustado después de lo que había recordado.

—Así es, joven… ¿Podría decirme su nombre y de dónde nos conocemos? —le preguntó inquieto por las reacciones de los dos chicos ante las voces de la enfermera y la suya, pues estaba seguro de no conocerlos. Aunque esa voz…

—Mi nombre… es Marte y… lo siento pero estoy un poco confundido con mis recuerdos y bastante mareado. —le respondió Harry, usando su nombre de batalla hasta saber de qué magnitud era el problema en el que estaban.

Angela tragó saliva al oírlo. Estaba segura que su abuelo no le creería a su hermano, pero al menos les daría algo de tiempo antes de preguntarles con más profundidad. Harry había sido muy ingenioso al usar su nombre de guerra, ahora tenían que avisar a los otros rápidamente.

El director frunció el ceño pero hizo un gesto con la mano para que la enfermera no reprendiese al chico por mentirle.

Madam Pomfrey estaba enojada y asustada al mismo tiempo, primero el físico de ese chico y ahora esa voz…

—Muy bien joven. Esperaremos a que ustedes se recuperen para que hablemos sobre su llegada a la oficina del director de Hogwarts, mi despacho.

—¿Cómo están los otros? —preguntó Harry rápidamente, preocupado.

—Los seis están en condiciones similares a la suya. La joven de pelo negro, la castaña y el pelirrojo tienen quemaduras un poco más serias, al igual que usted, mientras los otros tres jóvenes están lastimados sólo superficialmente y sus ojos no sufrieron. —le respondió la enfermera, intentando tranquilizarlo con el tono de su voz mientras le empezaba a dar el tratamiento para luego ponerle los vendajes y recostarlo en la cama.

Harry permaneció en silencio, pensando en lo ocurrido y lo dicho por la enfermera, preocupado por el dolor que debería estar padeciendo su hermanita en ese momento, tranquilo al saber que estaban con dos personas que les cuidarían y ayudarían pero inquieto por haber viajado hacia el pasado, sin saber exactamente a qué año.

Madam Pomfrey justo terminó de vendarlo cuando se quedó petrificada mirando el pasillo central de la enfermería. Allí aparecieron tres jóvenes con tres polluelos de fénix, rodeados de una mezcla de luces azul claro y violeta, cayendo los tres al piso quejándose levemente al desaparecer la luz instantes después.

El director al ver la expresión de la enfermera se giró a mirar la dirección en la que ella observaba, mirando aquello asombrado. Reaccionó al verlos caer y oírlos gemir adoloridos, levantándose y caminando hacia ellos rápidamente.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry asustado.

—Tranquilos. Quédense en sus camas —les ordenó el director a la joven de pelo negro y a él, pues los dos se habían intentado mover—. ¿Están bien? —les preguntó a los recién llegados al llegar junto a ellos.

Jessica al ver el rostro de su abuelo en medio de su mareo y escuchar su voz, tan igual y distinta a la que conocía, perdió el conocimiento en brazos de su novio que miraba incrédulo al director mientras la sostenía. Fred intentaba entender pero se sentía muy mareado y adolorido, habiendo caído los tres sobre sus mochilas.

—¿Usted es…? —intentó preguntar George, asombrado, confundido y preocupado.

—El profesor Dumbledore. —le respondió el anciano, mirándolos con curiosidad y aprensión. Estaban quemados de manera similar a tres de los otros siete chicos, aunque con menor gravedad. "¿Quiénes son? ¿Qué les ha pasado? ¿Por qué reaccionan así al verme? La chica que ha perdido el conocimiento es idéntica a Remus Lupin, y tiene en su cuello… No puede ser", pensó intranquilo. También le extrañaba muchísimo la presencia de tres polluelos de fénix, los cuales apartó rápidamente con cuidado para que no lastimasen las quemaduras de los chicos.

—¿Júpiter? —preguntó con una mezcla de angustia y esperanza en su voz Angela.

—Sí, mi amor. Soy yo —le respondió George y se intentó levantar para ir hacia ella, pero no logró hacerlo. Madam Pomfrey lo sostuvo rápidamente al verlo tambalearse—. Tranquila Diana. Electra, Mercurio y yo estamos aquí con ustedes. Estamos bien, no te asustes. —le dijo preocupado por ella, con los vendajes rodeando los ojos de su amada presentes en su mente confundida. Usó los nombres de batalla al oírla llamarlo a él así, sin entender lo que ocurría pero intentando acomodarse a la situación tan extraña con rapidez.

Madam Pomfrey frunció el ceño al oírlo, conteniéndose de reñirles por aquella mentira por la indicación del director. Ayudó al joven a incorporarse mientras el director aparecía una camilla con su varita y colocaba allí a la chica de pelo color miel con la ayuda del otro pelirrojo. Luego el director ayudó al joven que estaba cerca de él a incorporarse e hizo flotar la camilla con la chica, como ella hacía con el que estaba a su lado, llevando entre la enfermera y el hombre a los tres chicos a camas cercanas a los otros siete.

En ese momento estaba finalizando el primer eclipse solar de ese año.

Angela percibió como la fuerte perturbación de la energía alrededor de los diez cesaba justo cuando escuchaba que recostaban a su novio, su prima y su cuñado, dándoles las primeras atenciones. Se tranquilizó un poco por aquello, especialmente al oír a la enfermera decirle al director que sus quemaduras no eran serias y el mareo tampoco.

Aún así estaba preocupada por el fuerte bloqueo que percibía en cuanto al tiempo, pero se sentía demasiado débil para intentar analizarlo y menos aún romperlo. Puso la barrera mental alrededor de los diez, en previsión que su abuelo intentase averiguar algo de esa manera. También un bloqueo en Madam Pomfrey para que no hablase sobre ellos con nadie. Hubiese querido bloquear a su abuelo también, pero siendo Dunedain no era sencillo y no se sentía con fuerzas para hacerlo.

Quería ayudar a Jessica, Harry, Fred y George para advertir a los otros pero se sentía muy débil y adolorida, además de empezar a sentir un tibio calor que la adormecía. Agotada al extremo por el esfuerzo hecho, con el dolor de las quemaduras torturándola, la fiebre apoderándose de su cuerpo y sin posibilidad de tomar pociones para recuperarse del desgaste por uso excesivo de Magia Antigua y del manejo de energía tan fuerte que había hecho, se adormiló.

¡Rennervate! Shhh, tranquila joven —hizo reaccionar el director a la joven desmayada y la intentó calmar—. Tome esta poción para el dolor de sus quemaduras.

—Tranquila Electra —le dijo con cariño Fred sentado en la cama contigua, mirándola preocupado—. Los diez estamos aquí. Haz lo que el profesor Dumbledore te indique.

Jessica miró primero a su abuelo asustada, luego a su novio y después alrededor. Al volver a mirar a su abuelo, tendiéndole la poción, tragó saliva y tomó el vaso con cuidado. Tembló levemente al rozar la mano de su abuelo. La bebió rápidamente, sintiendo que le aliviaba su malestar.

—Gracias. —agradeció a su abuelo, sonriendo al verlo sonreírle con dulzura.

—Permanezcan en cama y tranquilos, vamos a atender a los que están más quemados. Mientras tanto ustedes dos tomen la poción. —les indicó el director a los gemelos Weasley. Sonrió al verlos asentir y mirarlo aún un poco asustados, recibiéndoles los vasos a él y a Madam Pomfrey.

La enfermera dirigió sus pasos a la castaña mientras el director ubicaba los tres polluelos de fénix en la mesita de noche junto a la cama de la chica de ojos miel.

¡Rennervate! Shhh, tranquila joven. Permanezca con los ojos cerrados. Estoy segura que con esas quemaduras le molestan, pero no se preocupe que sólo es temporal.

—¿Dónde estoy? ¿Cómo están…?

—Urano y yo estamos bien, Gea —la interrumpió rápidamente Harry desde su cama—. Los otros cuatro también. El profesor Dumbledore y Madam Pomfrey me lo han dicho hace un momento, antes de despertarte. Electra, Mercurio y Júpiter están con nosotros.

El director no pudo menos que admirar la agilidad del joven de pelo negro para poner a su amiga al tanto de la situación, diciéndole también los nombres falsos que usarían pues era obvio que no eran los suyos. Por lo visto no se parecía a James Potter sólo en el físico y la voz. "¿Quién es? Aunque después de ver a las dos chicas con esos camafeos… Tendré que interrogarlos con mucha cautela".

—Como le ha dicho su amigo… Marte, no tiene de que preocuparse —le dijo a la joven castaña—. Poppy la atenderá adecuadamente mientras despierto a tres de sus compañeros que están menos lastimados pero inconscientes.

Harry se puso alerta. Era obvio que el director se había dado cuenta de la mentira e intentaría sacarles la verdad a alguno de los otros antes que tuviesen tiempo de entender lo que estaba pasando.

Hermione estaba aún confundida. Su debilidad y lo que le había oído decir a su mejor amigo… La voz del director… "¿Qué ha pasado?", se preguntaba inquieta mientras seguía las indicaciones de la enfermera.

¡Rennervate!

—AAAH. —gritó con todos sus pulmones Ginny al abrir sus ojos y conseguirse con el rostro amable del director Dumbledore. Se sentó y alejó de él rápidamente, en dos movimientos consecutivos y reflejos.

—Tranquila Venus. Todo está bien, mi amor —le dijo lleno de amor y preocupación Harry, intentando sentarse en la cama—. ¡Ay! —se quejó al lastimarse un brazo, al intentar apoyarlo para incorporarse.

Jessica, Fred y George se miraron nerviosos. Tenían que ayudar a Harry a advertirles a los otros de la situación irregular.

—¡Quieto ahí jovencito! —se apresuró la enfermera junto a él, empujándolo levemente por su pecho que no estaba tan lastimado para recostarlo de nuevo—. Si se rompe alguna de sus ampollas será muy difícil la cicatrización.

—Quédate en cama… Marte. Estoy bien y Madam Pomfrey tiene razón. —le dijo rápidamente la menuda pelirroja, que había logrado contenerse justo a tiempo de llamarlo por su nombre, advertida a tiempo por él que había utilizado el que usaban en batalla.

—Es la primera vez que alguien grita tan fuerte al verme, joven… Venus —comentó amablemente el director, sonriendo al notar su sonrojo a pesar del enrojecimiento de la piel por la quemadura—. ¿Puede explicarme a qué se debió?

—Yo… Lo siento profesor Dumbledore. —le respondió avergonzada y dudando terriblemente sobre qué decirle. "Es obvio que estamos en la enfermería de Hogwarts, pero… ¿Qué rayos ha pasado?".

Esquivando la mirada interrogante de los ojos azules sobre ella miró a su alrededor, viendo a la enfermera ponerle unos vendajes a su amiga castaña, a su novio, sus tres hermanos y sus otros cuatro amigos en cama, Angela y Harry con los brazos y la cabeza totalmente cubiertos de vendas, Hermione y Ron con quemaduras serias, lo que la hizo sospechar de los vendajes de los dos primeros. Luna, Neville y ella tenían también brazos y rostro lastimados, pero era menos serio que en ellos cuatro. Jessica, Fred y George parecían tener sólo una leve quemadura en su piel, pero estaban pálidos.

—Tome usted esta poción, la ayudará con el dolor. —le indicó el director con su sonrisa amable, extrañándose al notar que la pelirroja la tomaba en sus manos pero le esquivaba la mirada y había hecho lo imposible por no tocarlo.

Simultáneamente Hermione y Ginny recordaron lo ocurrido, tensándose, intentando entender la gravedad del problema en que estaban metidos. De no ser por las rápidas advertencias de Harry sobre los nombres era muy probable que hubiesen cometido un error grave.

La enfermera dejó a la castaña recostada en la cama y caminó hacia el pelirrojo más alto, mientras el director se desplazaba hasta el joven castaño.

¡Rennervate! —dijeron los dos simultáneamente.

—AAAH. —gritó Neville al ver el rostro del director mirándolo.

—¿Qué pasa Ne…? —empezó a preguntar Ron aturdido y asustado.

—No es nada, Urano. —lo interrumpió rápidamente Harry, evitando por muy poco que nombrase a su amigo.

—Se ha sobresaltado un poco Neptuno al ver al profesor Dumbledore. —añadió rápidamente Fred.

—Haz lo que te indique Madam Pomfrey. —finalizó George.

Los dos chicos se quedaron paralizados, incapaces de reaccionar ante lo dicho por los pelirrojos y el pelinegro.

Ron se sentía débil, con mucho dolor en su cuerpo. Se limitó a cerrar los ojos y tomarse la poción como le indicaba la enfermera. Estaba haciendo un esfuerzo por entender lo dicho por su mejor amigo y sus hermanos mientras lo curaban, explicaban que su ceguera era temporal y lo vendaban. Ahora entendía lo que había sentido su hermano Percy al despertar y conseguirse con que no podía ver. Pasaron unos minutos antes que los recuerdos golpeasen su aturdida mente, haciéndolo tragar saliva. Esta vez el problema en que estaban metidos era demasiado grande.

Neville miraba los ojos azules que lo observaban fijamente, temblando por primera vez después de mucho tiempo ante un profesor, incapaz de articular palabra. A pesar de lo que veía con sus ojos y lo dicho por Harry, Fred y George no podía creerlo.

—Tranquilícese, joven, y tómese esta poción. —le indicó con suavidad el director al ver el estado de conmoción en el que se encontraba el chico. "¿Por qué se ponen así al verme o escucharme? ¿Quiénes son? La voz del pelirrojo que atiende en este momento Poppy… es idéntica a la de Fabian Prewett y el rostro que tengo frente a mí…"

Neville se estremeció al oírlo, cerró los ojos un momento y se concentró en los ejercicios de relajación y concentración que había aprendido. El dolor que sentía por sus quemaduras no le permitió hacerlos bien, pero logró tranquilizarse lo suficiente para tomar con su mano la poción que le tendía el director, calmándose su malestar físico al beberla. Se atragantó levemente cuando estaba terminando al recordar de golpe todo lo ocurrido en la caverna. Miró rápidamente a su alrededor apenas logró respirar con normalidad, frunciendo el ceño al ver allí a Jessica, Fred y George sin entender cómo habían ido a parar los tres allí cuando no estaban con ellos.

—¿Cómo está Leto? —preguntó mirando a su novia.

—La joven está bien. No se preocupe —le respondió Madam Pomfrey, entendiendo por quien preguntaba por la dirección de su mirada—. No se levante, debe usted guardar reposo. Yo iré a curarlo y vendarlo en un momento. —lo reprendió al ver que se incorporaba y seguía al director hasta la cama de la joven rubia.

¡Rennervate!

—Leto, mi amor, todo está bien —le dijo rápidamente, sonriéndole con cariño al ver que abría sus ojos como platos y palidecía por debajo de su piel enrojecida por las quemaduras al ver al director—. Los siete estamos bien. El profesor Dumbledore y Madam Pomfrey nos están ayudando. Electra, Mercurio y Júpiter están con nosotros también.

—¿Qué pasó, Neptuno? —le preguntó intranquila, intentando asimilar lo oído.

—Tuvimos un… accidente. Tómate la poción e intenta recordar.

La rubia asintió y se tomó lentamente la poción, mirando de reojo al director, la enfermera y sus compañeros. Detuvo el vaso cuando lo llevaba por tercera vez a su boca y abrió mucho los ojos, girándose a mirar a su novio interrogante. Tragó saliva al verlo asentir.

"Angela no ha logrado contener totalmente aquello, por eso estamos aquí con ellos y así. Pero… Jessica, Fred y George habían quedado por fuera del muro que nos aisló. ¿Habrá sobrepasado la esfera morada esa barrera? ¿Por qué no están aquí los demás si ha sido así? ¿No habrán llegado hasta ellos antes que se desatase aquello?", se planteó mentalmente, inquieta.

El director comprendió de los gestos y las reacciones de los siete chicos que llegaron inconscientes a su oficina que, luego de pasado un corto período de tiempo, recordaban lo ocurrido antes de llegar a su despacho y entendían dónde estaban, asustándose mucho. Tanto como los otros tres que habían aparecido allí.

También se había percatado que, a pesar de ser tan jóvenes, eran muy precavidos con lo que decían y hacían, comportándose de manera muy similar a lo que se esperaría de aquellos que estaban combatiendo con Voldemort. Aquello no era en lo absoluto normal, no con las edades que aparentaban tener.

—Vuelva usted de inmediato a su cama, joven. —llegó Madam Pomfrey a reñir a Neville, mientras empezaba a curar y vendar a Luna para luego recostarla a que descansase.

El profesor Dumbledore regresó junto a la chica de pelo negro que había llamado el otro chico Diana, preocupado por ella. Había notado que la turbulencia energética alrededor de los diez chicos había cesado, generándose un fuerte bloqueo, percibiendo además otro. Al acercarse notó que la chica respiraba pesadamente. Acercó con cuidado el dorso de su mano a la nariz de la joven, percibiendo que su aliento era muy caliente. Frunció el ceño y se giró hacia la enfermera, llamándola por señas.

Ginny, que vio su gesto y que la enfermera no lo había visto, se incorporó en la cama y fue hacia ellos con agilidad, al igual que Jessica, Fred y George, apoyándose la de ojos miel en su novio.

Jessica se acercó a su prima y repitió la operación hecha por su abuelo, haciéndole seguidamente señas a la pelirroja.

Ginny revisó la mochila de Angela, buscó entre las dosis de poción plateada y dorada que la chica portaba, consciente que solamente los del E.D.H. podían ver lo oculto en las mochilas. Miró al director de reojo, pensó envolver con la varita de su amiga un recipiente de cada una con un envoltorio opaco para intentar evitar que las reconociese el director, pero miró la varita en su mano y comprendió que ya las habrían visto. Las sacó pero regresó a su idea original al ver al director denegar y mirar en dirección a la enfermera. Luego de envolverlas se las dio a Fred, que se movilizó hasta la cabecera de la cama donde estaba sentado George junto a Angela mirándola preocupado. El pelirrojo le tendió la plateada a su gemelo.

—Diana, despierta para que te tomes esto. —la llamó George con cariño.

—Mmm. —murmuró adormilada la aludida, moviendo levemente la cabeza hacia el punto del que partía la voz que había oído.

Ginny bajó la cabeza al oírla, sintiendo un nudo en la garganta.

El director se levantó y fue rápidamente hacia la enfermera para llevarla allí. Sabía que las pociones que le daban los chicos la ayudarían, pero no le gustaba nada la debilidad en la chica y la fiebre que evidentemente tenía, además de preocuparle la mezcla de esas pociones con la que no conocía en el organismo debilitado de la chica.

—Bebe esto mi amor —le pidió George. Le levantó levemente la cabeza con su mano, soportando el dolor al lastimarse su mano quemada para no asustarla, sujetándola por detrás mientras le aproximaba el vaso con poción a la boca. Notó que le costaba tragar por su problema respiratorio y su posición. Se acomodó mejor para apoyarla contra su cuerpo, reprimiendo un quejido al lastimarle el cuerpo de su novia sus quemaduras—. Haz un esfuerzo. —le suplicó. Se tranquilizó al verla beber primero una poción y luego la otra.

Madam Pomfrey llegó a regañarlos por haberse levantado de las camas y les exigía que le dijesen qué le estaba dando a "esa pobre chica" sin su consentimiento.

—Son unas pociones que ella tiene que tomar como tratamiento por… un problema de salud que tiene. —le respondió al fin Ginny cuando la enfermera le dio oportunidad de hablar.

—Sea más específica. —le exigió Madam Pomfrey.

—Mis pulmones. —logró responder en voz baja Angela, que se recuperaba un poco con las pociones.

—Ya había tomado la poción oxigenante que le dio Poppy y la otra, y ellos no lo sabían. ¿No podría hacerle daño lo que le ha dado el joven? —preguntó el director preocupado, pues no reconocía la poción verde grama.

—¿Qué otra te dieron? —le preguntó Ginny inquieta a su amiga.

—La que… investigó… tu hermano… para mí.

—¿Su hermano es medimago? —preguntó la enfermera con severidad.

—Soy asistente de un medimago que me guió en la investigación y la prepara para mi novia. —respondió rápidamente George, quejándose levemente al moverse Angela buscando apoyo para respirar.

—¿Júpiter? —preguntó preocupada Angela.

—Shhh. Tranquila mi amor —le respondió rápidamente—. Es sólo superficial pero molesta un poquito. No te preocupes.

—Vuelvan a sus camas de inmediato —les ordenó con severidad el director, tomando con cuidado a la chica de pelo negro por su cintura y espalda para recostarla en la cama sin lastimarla—. Poppy, ve con ellos a curarlos, vendarlos y que tomen poción para dormir sin soñar, al igual que los otros. Sólo si descansan se recuperarán.

—Pero nosotros debemos irnos —intentó explicarles Ginny para que no les diesen aquello. Debían salir de allí—. Más nadie debe vernos.

La enfermera la miró extrañada. Iba a preguntarle pero se detuvo al oír al director hablarles a todos.

—Quiero que me escuchen los diez. No sé quiénes son, tampoco cómo o por qué llegaron a mi despacho y aquí a la enfermería en ese estado de salud, pero estoy seguro que me conocen por sus reacciones, aunque no puedo entenderlo pues yo no les reconozco a ustedes. Desde este momento están bajo mi protección. Les aseguro que nadie los verá ni tendrá contacto con ustedes hasta que hablemos de su llegada aquí y… eso que acaba de decir la joven Venus sobre que "nadie debe verlos".

»Madam Pomfrey será la única, aparte de mi persona, que les verá. Ella no hablará de esto con nadie. Pero necesito que la obedezcan para que se recuperen lo antes posible, mientras los movilizo a otro lugar donde no exista la posibilidad que un estudiante se les acerque. Por hoy podrán estar aquí con la tranquilidad que así será. ¿Están de acuerdo?

—Se lo agradecemos mucho, profesor Dumbledore. —le respondió Harry después de cinco minutos de tenso silencio.

Después que la curase y vendase la enfermera, Ginny se comprometió con ella en tomarse la poción para dormir sin soñar mientras ella curaba y vendaba a Neville. Cuando vio a la enfermera ir hacia su amigo intentó ocultar la poción y recostarse, deteniéndose al ver a Jessica hacerle señas. Asintió al comprender sus intenciones, quedándose dormida al beberla. Sabía que Fred, George y ella estaban en mejores condiciones.

Hermione, Luna, Ron, Neville y Harry tomaron la poción para dormir sin soñar sin protestar, débiles y con fiebre igual que Ginny, preocupados por la situación que estaban viviendo. Angela se había adormilado de nuevo. Fred y George simularon al igual que la chica de ojos miel tomarla y quedarse dormidos, luego que la enfermera los vendase.

Cuando vieron quedarse dormidos a "los diez" chicos, después de examinarlos y curarlos a todos exhaustivamente, la enfermera y el director se miraron inquietos.

Madam Pomfrey le pidió al director que la siguiese. Le explicó en voz baja lo que había conseguido en cada uno mientras los cambiaba tras biombos por batas más frescas, teniendo que curarles otras heridas, preocupada por ello. Se dirigió a su oficina para investigar sobre las enfermedades de la chica de pelo negro, buscando algo con lo que la pudiese ayudar.

El profesor Dumbledore la siguió y cerró la puerta tras él. Se sentó frente a ella jugueteando con sus dedos pulgares, pensativo.

Jessica, Fred y George, que no habían bebido la poción y fingieron dormir hasta ese momento, se incorporaron con cuidado.

Fred sacó de su mochila su varita, pues había visto que la enfermera y el director las habían colocado allí, selló la puerta de la enfermería y la de la oficina. Se levantó y buscó rápidamente en la mochila de su novia pociones plateadas y doradas, haciéndole beber una dosis completa de la plateada a ella, a su gemelo y tomando él también, bebiendo los tres medios vasos de las doradas, según las indicaciones de su novia.

Jessica luego les indicó que le debían dar a Ginny, Hermione, Ron y Harry dosis completas de las dos pociones, completas de la plateada y medias dosis de la dorada a Luna y Neville, además de darle a los cuatro primeros y su prima medio vaso de poción cristalina, luego de examinarlos con su varita rápidamente.

Fred le pidió que volviese a su cama, vigilando la oficina mientras ellos dos lo hacían. Pero ella no aceptó, pidiéndole que fuese él a descansar preocupada por su herida de la batalla, suspirando al intentar él tranquilizarla con un beso. Se quitó el camafeo mirándolo pensativa. Su abuelo lo había visto. Le hizo señas a su cuñado para que se lo quitase a su prima y lo ocultase en la mochila.

George mientras tanto buscó lo indicado por su cuñada en su mochila. Desprendió a su novia del camafeo ante las señas de Jessica y lo guardó, suspirando pensativo. El director los había visto, estaba seguro.

Con pequeñas dificultades, pues los siete chicos sí estaban dormidos, les dieron a tomar las dosis indicadas por Jessica con los lapsos de tiempo recomendados por ella. Después de verificar que sus seis amigos y Angela estaban mejor volvieron junto a la cama de la chica de ojos miel, abriendo los ojos asustados al oír la puerta de la oficina, acostándose rápidamente Jessica mientras los pelirrojos se movían hacia las camas en que se suponía estaban durmiendo.


Albus Dumbledore estaba inquieto como no había estado desde que se enfrentó a Grindelwald. "La llegada de estos siete chicos a mi despacho, tan malheridos… Luego los otros tres a la enfermería, menos quemados pero muy pálidos y acompañados de tres fénix que parecen haber absorbido el impacto de algo grave, con una distorsión tan grande en la energía del espacio tiempo rodeándolos, en un lugar en el que es imposible aparecer por medios mágicos y, aparentemente, en contra de su voluntad…", meditaba muy preocupado.

Estaba seguro que la chica con problemas en sus pulmones era Dunedain. "Sólo así me explico la alteración de energía tan fuerte alrededor de los diez que parecía converger en ella, que apareciesen en el colegio y las barreras que les rodean, además de las pociones en sus morrales que logré que Poppy no viese".

Era evidente para él que los otros chicos sabían que él también lo era, por lo ocurrido cuando buscaban las pociones para la joven de pelo negro. "Sospecho que la chica que se desmayó es igualmente Dunedain, habiendo llegado aquí ellos tres por la conexión entre los camafeos". Suspiró y se concentró en sus pulgares, pensando en sus reacciones y aquellos objetos.

"Si han viajado involuntariamente, apareciendo con esas quemaduras, conectando eso con lo dicho por el castaño sobre un 'accidente' y lo que percibí de la perturbación energética, significa que se han enfrentado a algo muy grave, resultando más afectados los cuatro que se encontraban más cerca de… la fuente de magia que les ha generado el 'accidente'. Aparentemente los tres últimos en llegar no estaban con ellos, pero debieron verse afectados por los mismos atacantes o una acción residual de una poderosa barrera de magia negra.

Pero los diez son muy jóvenes. ¿Quiénes son? ¿En qué lío estaban metidos para estar pasando por esto? ¿Por qué tienen las cicatrices en sus cuerpos que me ha descrito Poppy rápidamente, asustada?

Por otro lado es obvio que nos reconocieron a Poppy y a mí, pero no se da la situación inversa. Uniendo eso con lo percibido sólo hay una explicación posible… vienen del futuro. Eso también haría lógica la reacción de la menuda pelirroja de no querer dormir e intentar que se alejasen los diez de cualquier contacto con otra persona, lo cual significa que conocen los riesgos de viajar por el tiempo… Demasiado jóvenes para eso, algo no está bien con estos chicos.

Estoy seguro que su apariencia es la real pues ya han transcurrido dos horas, lo que descarta la poción multijugos. En su estado de salud tampoco son posibles otras variantes, como metamórfagos o hechizos. ¿Por qué chicos tan jóvenes se comportan como adultos en la situación de crisis que están viviendo? ¿De qué futuro vienen?

¿Quién es el chico tan idéntico a James tanto en el físico como en la voz? Sólo se diferencian en el color de los ojos, la ausencia de los lentes y aquella cicatriz en la frente. Por otro lado yo ya he visto esos ojos antes, son los de Lily Potter. Su comportamiento parece indicar que de alguna manera es el líder del grupo, a pesar de no ser el mayor.

La forma de la cicatriz en su frente, en forma de centella, me recuerda terriblemente la antigua Profecía Dunedain. Si uno eso a la que me hizo poco más de un mes atrás la que es ahora mi profesora de Adivinación que hace también referencia a alguien marcado, las fechas dadas por los medimagos para el nacimiento de los bebés de las dos mujeres de la O.D.F. que están embarazadas y el que dos chicas del grupo porten los camafeos de mis hijas gemelas, siendo además tan parecidas a mis yernos…" Suspiró y denegó.

"El de ojos y pelo castaño parece la versión masculina de Alice en los rasgos físicos, mientras sus reacciones de protección hacia la rubia han sido similares a las de Frank con su esposa, además de tener su color de pelo y ojos. Los chicos pelirrojos se parecen en las pecas, el color de pelo y algunos rasgos a mi ex alumno Arthur Weasley, mientras la voz del chico más alto es idéntica a la de Fabian, aunque su estatura alta y ojos azules se parecen a los de Arthur, mientras los ojos castaños y la estatura baja de la chica se parecen a los de Molly antes Prewett, ahora Weasley. Los gemelos se parecen más a la chica, aunque sus ojos son azules como los del chico. Parecen ser los mayores del grupo.

La chica de pelo negro y ojos grises, que me inquieta por su salud, tiene rasgos muy similares a Sirius Black. La chica de pelo y ojos color miel es una versión femenina y un poco joven de Remus Lupin. Si uno eso a los camafeos que portan…" Tragó saliva.

"La joven rubia de ojos plateados es casi idéntica a Mary Starnight, ahora Lovegood. La joven de ojos y pelo castaño, abundante y enmarañado, es el único rostro y voz que no relaciono con alguien cercano conocido, aunque me recuerda a mi prima Evelyn cuando nos conocimos antes de yo venir a Hogwarts.

De las reacciones de los diez conmigo deduzco que me conocían como su director, pero que posiblemente haya fallecido mientras estudiaban. Estoy seguro que al menos la rubia, la menuda pelirroja, la de ojos miel y los dos de pelo negro deben aún ser estudiantes, lo cual me confunde aún más. ¿Cómo es que cinco alumnos se han metido en un problema tan serio para terminar aquí en esas condiciones?

Estoy seguro que los tres chicos ya les habrán dado a los otros las pociones". Se levantó, percibió el sello en la puerta y sonrió. Hizo un movimiento imperceptible con su mano y salió de la oficina haciendo algo de ruido con la puerta para advertirles. Contuvo una sonrisa al ver a los dos pelirrojos acostándose rápidamente. Se les acercó y les dijo en voz muy baja para que la enfermera no lo escuchase:

—Tomen ustedes tres también poción para dormir. Deben descansar para poder recuperarse y ayudar a sus amigos.

Jessica, Fred y George abrieron los ojos, lo miraron con expresión de culpabilidad en sus rostros vendados, asintieron y se tomaron lo indicado.

El director les sonrió, observó que se tomasen aquello y se quedasen dormidos. Notó que la chica ya no tenía el camafeo en su cuello. Se giró y vio que la pelinegro tampoco tenía en su cuello el suyo, suspirando.

Caminó luego por el pasillo de la enfermería, detallando la respiración más regular de los otros chicos, percibiendo con sus dones que estaban mejor. Se detuvo frente al ventanal, mirando hacia fuera. Ya empezaban a aparecer varios estudiantes por los terrenos del colegio, charlando, jugando y riendo, viviendo las experiencias propias de su edad a pesar de la guerra que se estaba desarrollando en el mundo mágico.

"La guerra…" Se giró levemente a mirar los diez durmientes. "¿Serán acaso las actitudes de estos chicos secuelas de esta guerra? ¿Estarán en su época aún en guerra contra Voldemort? ¿Contra otro mago oscuro?... No, no debo ceder a la tentación de preguntarles eso, no se debe intervenir en el tiempo, sólo pueden permitirse los llamados bucles del tiempo".

Volvió a mirar por el ventanal a sus alumnos, disfrutando de aquél sol que empezaba a anunciar que pronto llegaría la primavera. "Tengo que sacar a los diez chicos de aquí a la brevedad. En cualquier momento traerán a algún alumno". Caminó hacia la oficina decidido.

—Poppy. Voy a la dirección. Necesito resolver el traslado de estos jóvenes a otro lugar. Fawkes se quedará aquí para avisarme si se presenta cualquier cambio en ellos o la llegada de alguien.

—Entiendo señor director. Estoy buscando una solución al problema de la joven… Diana con su sistema nervioso, también algo más efectivo para sus pulmones después del análisis que le hice. La poción que le dimos a beber es totalmente desconocida para mí.

—Te agradezco tus buenos oficios, pero… Nadie debe saber que estás investigando esto por causa de esta joven. Ningún mago, incluidos los del Ministerio y San Mungo, debe saber sobre la llegada de estos diez jóvenes a Hogwarts o su estado de salud.

La enfermera asintió. Lo respetaba mucho y confiaba en su criterio ciegamente, por eso nunca hacía preguntas.

—Otra cosa. Saca aparte solamente una pequeña cantidad de esa poción para el estudio que estás haciendo y devuelve el resto a la mochila de la joven. No quiero que se preocupen por su ausencia y hasta que no consigan algún tratamiento más efectivo esa parece ayudarla bastante. Intenta hacer esa poción, ella podría necesitar más aparte de la cantidad que trae en su mochila.

Asintió nuevamente. Mientras él salía de la oficina, Madam Pomfrey sacaba un cuarto de vaso de la poción del envase a una redoma. Al salir a la enfermería consiguió al director junto a la chica que respiraba mal. Caminó hacia ellos, sacó de la mochila otro envase y completó un poco el primero, hasta que los dos quedaban nivelados, cerrándolos, sellándolos e introduciéndolos de regreso a la mochila.


Angela se había despertado cuando el director estaba en la puerta de la oficina de la enfermera y lo escuchó hablar con ella.

—¿Profesor Dumbledore? —lo llamó en voz baja.

El director, al escucharla, se dirigió hacia ella rápidamente.

—¿Cómo están los otros?

—Tranquila, ellos están bien, intenta descansar.

Angela tomó entre sus manos una de su abuelo, que la miró extrañado pero sospechó sus intenciones luego de percibir la barrera mental y puso un mínimo bloqueo. Se sintió levemente mareado un minuto después pero la sensación cesó casi de inmediato. La miró comprensivo y le acarició la cabeza sobre el vendaje.

La chica de pelo negro, pidiéndole perdón mentalmente, le intentó bloquear el recuerdo de sus rostros por medio de su don sobre los pensamientos. No estuvo muy segura de haberlo logrado, pero estaba muy agotada para evaluarlo y saber si lo había bloqueado efectivamente.

—Perdone, profesor Dumbledore. Me sentí un poco mareada y perdida en mi oscuridad actual.

—No se preocupe joven. Descanse.

El director durmió a Angela con un hechizo, al indicarle Madam Pomfrey por señas que en ella no tendría efecto la poción para dormir sin soñar. Luego se levantó, recogió a los tres polluelos de fénix y salió hacia la dirección.

Madam Pomfrey examinó a la chica de pelo negro y luego a los otros nueve, regresando a su oficina un poco más tranquila pues parecían estabilizarse. Cerró la puerta para concentrarse en la investigación.

Poco antes de la hora de la cena llegó el profesor Dumbledore a la enfermería, apresurado.

—Lo siento mucho, jóvenes, pero de aquí no saldrán hasta que no llegue el director. —los reñía la enfermera, apuntándoles con su propia varita mientras sostenía con su otra mano las de los diez chicos en el bolsillo de su blanca túnica y retrocedía levemente ante su avance.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó en tono amable pero firme, cerrando la puerta tras él, mirándolos con sus ojos azules brillantes y el ceño fruncido.

—Debemos irnos y Madam Pomfrey nos ha retenido nuestras varitas. —le respondió Harry en tono respetuoso.

—He tenido que atender a un estudiante por una broma de un compañero —explicó la enfermera—. Los diez estaban ocultos tras cortinas. Sólo he dejado entrar al joven Grant, le atendí rápidamente y lo saqué de aquí. Pero se han puesto muy nerviosos y he tenido que retenerles las varitas para evitar que se fuesen sin hablar con usted.

El director los miró y notó que los diez chicos estaban de pie, con sus morrales junto a una cama cerca de ellos. Tres de ellos se apoyaban en sus compañeros para desplazarse estando ciegos, mientras la chica de pelo negro parecía poder hacerlo sin ayuda.

Habían ocultado el vendaje de sus brazos con unas camisas de mangas largas, el de sus manos con guantes que llegaban hasta debajo de los puños de las camisas, y el de sus cabezas con pasamontañas, viéndose sólo los vendajes que cubrían los ojos de cuatro de ellos, unos ojos castaños en la menuda pelirroja, los castaños del castaño, los plateados de la rubia, los miel y los azules de los tres últimos chicos en llegar, además de la boca. Pasamontañas y guantes que él no recordaba haber visto en sus mochilas. Llevaban además capas negras de viaje puestas.

Fawkes había aparecido en su oficina minutos antes. Se había apresurado a llegar allí, alarmándose al ver salir a uno de sus estudiantes. Se extrañó al ver sus indumentarias y la actitud de la enfermera, pero luego de oírlos comprendía lo ocurrido. Le aliviaba ver la recuperación de los diez en un tiempo tan corto al punto de lograr estar en pie y decididos a huir. Había sido un acierto el dejarlos a solas para que los tres chicos les diesen a sus compañeros aquellas pociones.

El chico de pelo negro tenía una de sus manos apoyada en el hombro de uno de los pelirrojos idénticos, el pelirrojo alto era guiado por el otro gemelo y la castaña por la de ojos miel, según deducía de sus diferentes alturas y complexiones, pues con sus vestiduras actuales era difícil distinguirlos. La chica de pelo negro debía ser la ubicada al otro lado del pelirrojo que guiaba al pelinegro, aunque no se apoyaba en él. La pelirroja estaba junto al pelinegro, la rubia y el castaño cerca de las mochilas.

—Entrégales sus varitas, Poppy —le ordenó en voz amable el director, obedeciéndole ella en seguida mirándolos un poco asustada—. He conseguido un sitio donde puedo llevarlos para que estén seguros mientras se restablecen totalmente. Podremos ir allá a través de la chimenea en mi oficina, por lo que les aplicaré un encantamiento desilusionador para llevarlos hasta allí, si esto no es contraindicado por su salud. —dijo mientras interrogaba a la enfermera con la mirada.

—No hay problema con ese hechizo, señor director. Pero en el caso de la joven… Diana, no creo que sea conveniente el viaje por la chimenea. Podría aspirar polvos o ceniza y hacerle daño a sus pulmones.

—Le agradezco su preocupación por nosotros, Madam Pomfrey, y le ruego nos disculpe si la hemos asustado —le dijo Harry con tono amable—. Estamos un poco tensos. Diana cubrirá su boca y la nariz con el pasamontañas, así no existirá riesgo de aspirar polvo o ceniza que pueda hacerle daño.

—Disculpa aceptada, joven —respondió ella un poco más tranquila—. Si me dan unos minutos les prepararé un pequeño maletín con pociones y las indicaciones sobre cómo tomarlas en un pergamino, mientras me reúno con ustedes de nuevo para examinarlos y cambiarles los vendajes.

—De acuerdo. Se lo agradecemos mucho. —le contestó Ginny, contradiciendo la leve negativa de Harry al escuchar lo último.

—Pero Venus, nosotros…

—Hasta que estemos recuperados o al menos ubicados seguiremos las indicaciones de ellos dos, Marte. —le cortó la menuda pelirroja.

—Venus tiene razón —la apoyó Hermione—. Tenemos que saber primero algunas cosas antes de tomar decisiones.

—De acuerdo Gea, haremos como Venus y tú dicen.

El director observaba atentamente a los chicos, reprimiendo una sonrisa al ver al chico que se hacía llamar Marte ceder ante las palabras de sus dos compañeras. Ahora estaba seguro que era el líder del grupo por su posición frente a los otros, hablando en nombre de todos, pero también que esas dos chicas ejercían sobre él una especie de control a su impulsividad. Definitivamente se parecía mucho a James Potter, contenido por Lily y Remus en ese mismo sentido.

—Le pediré a un elfo que lleve sus mochilas y el maletín que está preparando Madam Pomfrey a mi oficina. Ahora, si me lo permiten, empezaré a desilusionarlos.

Angela avanzó hasta la posición en que escuchaba la voz de su abuelo, con paso rápido y seguro. Quería ser la primera. Ginny, Luna, Neville, Fred y George sonrieron levemente al ver su reacción. Había sido una chiquillada por su abuelo y les pareció muy tierno verla hacerlo. La menuda pelirroja avanzó hasta ubicarse a su lado, colocándole la mano izquierda de ella en su codo derecho, para hacerle entender que estaba junto a ella, apoyándola.

Jessica los miraba nerviosa, había avanzado un poco, indecisa, con Hermione acompañándola a su lado sin entender lo que ocurría.

—Le agradezco su confianza, joven Diana. —dijo en tono alegre el director, reprimiendo una sonrisa ante la reacción de la chica, gratamente sorprendido.

Harry denegó levemente y sonrió al comprender lo ocurrido. Le pidió a George que le guiase hasta situarse cerca de ellos. Hermione comprendió lo ocurrido y denegó un poco, asustada de que la impulsiva chica de pelo negro se dejase llevar. Tragó saliva al comprender que para su guía tampoco era fácil, moviéndose levemente para animarla a acercarse.

El director les pidió que se ubicasen cada una de las parejas tras la otra, para que se pudiesen guiar por el tacto una vez que los desilusionase. Al verlos asentir y hacer lo indicado desilusionó a la chica de pelo negro y la menuda pelirroja, pidiéndoles que no se moviesen de ese lugar. Procedió luego con la castaña y la de ojos miel, el pelinegro y uno de los gemelos, el otro pelirrojo y el otro gemelo, finalizando con la rubia y el castaño. Llamó a un par de elfos y les pidió que llevasen las diez mochilas y el maletín que la enfermera le estaba entregando en ese momento a su oficina.

Una vez que desaparecieron los elfos salieron de la enfermería, mientras Madam Pomfrey mantenía la puerta abierta. No se encontraron con nadie en los pasillos. Debido a la hora todos estaban en el Gran Comedor. Se desplazaron los once en silencio, deteniéndose en tres oportunidades al sentir el director que la joven pelirroja le palmeaba levemente en la espalda y escuchaba jadear a la de pelo negro quedamente, retomando después de la primera vez el camino con mayor lentitud.

Los once caminantes habían mantenido contacto entre las manos de los que iban atrás con la espalda de quien les antecedía, para evitar caídas o tropezones al no verse entre ellos. Ginny iba bastante avergonzada al tocar la espalda del fallecido director, pero solamente eso había permitido que le avisase cuando su amiga le había presionado levemente en el brazo, respirando mal. Eso también había evitado que se cayesen al chocar los que venían tras ellos, cuando se habían detenido.

Cuando llegaron a la gárgola de piedra grande y fea que daba acceso a su oficina el director pronunció la contraseña "Un amanecer diferente", cediéndoles el paso a los diez chicos simulando conversar con la bruja del cuadro frente a la gárgola.

Los chicos siguieron el avance hacia la escalera a excepción de Ginny y Angela, avisándoles la primera por palmaditas que avanzasen, rozando con su mano la capa de sus compañeros a medida que pasaban. Cuando sintió que la rubia y el castaño pasaban hizo avanzar dos pasos a la pelinegro, haciéndole entender con un leve apretón que se quedase allí quieta, haciendo lo mismo con Neville, que avisó a Fred, quien le avisó a George y él a Jessica.

Ginny avanzó hasta el director, avisándole con un roce en el brazo que estaban todos adentro, haciéndolo sobresaltarse levemente pues él pensaba dejar transcurrir unos minutos más antes de entrar. El profesor Dumbledore la siguió para que la gárgola cerrase el acceso.

A un movimiento de mano del director se reinició el movimiento giratorio ascendente normal de la escalera de caracol. Los que no veían se sujetaron de la persona que tenían a su lado, a pesar de lastimarse con el movimiento y soltar algunos quejidos levemente, angustiados por la sensación.

Al detenerse la escalera frente a la puerta de roble con la aldaba de bronce en forma de grifo, por orden silenciosa del director, los chicos empezaron a ingresar en la oficina, lentamente, observando atentamente su contorno los seis que podían ver, encontrándolo extrañamente familiar siete de ellos por sus sonidos y la forma de desplazarse en el lugar, en especial los dos chicos de pelo negro y los gemelos.

El director cerró la puerta tras él apenas entrar todos y les quitó el encantamiento desilusionador, estremeciéndose levemente de nuevo nueve de ellos que no lo habían experimentado con anterioridad.

—¿Supongo bien al creer que todos saben viajar mediante polvos flú?

—Sí señor. —respondieron los diez a coro.

—La dirección es #12 Deercourage Place —les dijo con tono pausado. Frunció el ceño al notar que los diez contenían el aliento—. Tranquilícense. Allí sólo nos espera un amigo mío de confianza con su esposa y dos elfos.

—¿Un amigo suyo y su esposa? —preguntó Hermione, que presentía problemas.

—Sí. Pero, aunque yo había previsto esos disfraces, ustedes ya se han anticipado —les dijo señalándoles a los seis que podían ver unas capas grandes y unas máscaras similares a las usadas por los muggles en carnaval, y luego sus indumentarias—. Nadie les reconocerá, que creo es lo que quieren evitar.

Harry, Hermione, Ron y Angela si hubiesen podido ver hubiesen intentado cruzar miradas para saber qué hacer, como sí lo hicieron sus compañeros.

—Es cierto que no pueden reconocernos con nuestras indumentarias, pero… ¿Su amigo y su esposa no se inquietarán al vernos llegar así a su casa? —se decidió George.

—No se preocupen por eso. Yo me encargaré.

—¿Marte? —preguntó Ginny preocupada por él.

—Vamos. No tenemos opción mientras no sepamos… algunas cosas. —respondió él resignado.

—Hoy es 16 de febrero del año 1980. —les dijo el director muy serio.

—¡¿Qué?! —gritaron los diez sin poder contenerse, asustándose mucho.

—Supongo que ese dato es una de las cosas que necesitan saber.

—¿Cómo supo…? —Harry se detuvo, sin saber cómo terminar de formular la pregunta sin meterse en más problemas.

—He hecho algunas conjeturas con lo que he visto, oído y percibido desde que llegaron aquí, a pesar que nadie puede aparecerse en Hogwarts.

Los diez se revolvieron inquietos. Albus Dumbledore era además de un excelente mago, un hombre muy listo, perspicaz, inteligente, analítico y Dunedain.

—Tranquilícense, por favor jóvenes. Su salud no está bien y el inquietarse puede hacerles daño —les recordó preocupado—. Les he dicho esto para que no se sientan tan desubicados ni desprotegidos. Ahora saben en qué tiempo están, por su reacción de hace unos minutos también se podrán ubicar en el lugar al que los llevaré con facilidad. Eso es importante mientras se recuperan. Por favor no hagan ningún intento de fugarse de allí hasta que se restablezcan los que están más delicados de salud. No sé qué saben de la fecha en que se encuentran, pero actualmente el mundo mágico está en guerra y no sería seguro para ustedes.

Angela tanteó a su alrededor buscando un punto de apoyo, sintiéndose mareada. Ginny la sujetó rápidamente por la cintura.

El director hizo aparecer diez sillas con su varita, indicándoles que se sentasen con sus amigos a los que podían ver, asintiendo al ver que cuatro de ellos guiaban con cuidado a los que no podían ver, mientras los otros dos se sentaban mirándolos nerviosos. Con su varita convocó de las cocinas un servicio de té, haciendo otro movimiento de su varita para que estuviese apenas tibio y que no se lastimasen los labios. Les sirvió a todos, entregándoles a los que podían ver tazas con el líquido, sentándose seguidamente en su silla tras su escritorio.

—Tomen un poco de té, jóvenes, mientras hablamos otras cosas antes de ir allí —les dijo con voz pausada—. Había pensado que tuviésemos esta conversación luego de llegar a la casa, pero creo que ha sido mejor que la tengamos antes, así hablaremos con más tranquilidad. Les diré lo que he podido deducir, ustedes me contarán lo que puedan y les propondré una solución temporal a su situación hasta que consigamos la definitiva. ¿Están de acuerdo?

—Sí, profesor Dumbledore. Estamos de acuerdo. —le respondió el pelinegro después de hacer un rápido análisis de las palabras del director y la situación en la que se encontraban.

Los otros nueve asintieron.

—He podido deducir que ustedes llegaron aquí desde el futuro, debido a un incidente con magia muy fuerte y me atrevería a decir que usada con fines oscuros. —se detuvo un momento, analizando las reacciones nerviosas de los chicos. Decidió seguir al ver asentir a… Marte.

»Se vieron atacados, resultando quemados y viajando a su pasado. Contuvieron parcialmente el efecto de esto, estando los cuatro que están más quemados más cerca del punto del que partió el ataque que sus tres compañeros que están también bastante lastimados —nuevo asentimiento del chico pasados unos minutos—. Los otros tres no estaban con ustedes, siendo atacados posteriormente. —Vio asentir a la chica de ojos miel.

»Nos conocen a Madam Pomfrey y a mí, confiando lo suficiente en mi criterio para haberme acompañado hasta aquí y estar dispuestos, hasta hace unos minutos, a permitir que los llevase a otro lugar hasta estar restablecidos. ¿Estoy en lo correcto?

—Ha acertado mucho en sus conjeturas, señor —respondió Harry sin saber que lo había visto asentir antes—. Confiamos en usted, pero… Tenemos que volver a nuestro tiempo lo antes posible, sin tener contacto con otras personas.

—Como les he dicho, actualmente nos encontramos en guerra y… Perdonen ustedes pero su aparición aquí, en un sitio con las protecciones que tiene Hogwarts, me obligan a preguntar. ¿Quiénes son? ¿De qué año vienen? ¿Qué les ocurrió?

—Cuando despertamos en la enfermería Madam Pomfrey nos examinó, nos dio de comer y luego unas pociones, volviendo luego a su oficina creyendo que nos quedaríamos en cama —empezó a responderle George después de un par de minutos de silencio—. Electra, Mercurio y yo ayudamos a Gea, Urano, y Marte a acercarse a la cama en que descansaba Diana, mientras lo hacían por su cuenta Venus, Leto y Neptuno. Conversamos en voz baja sobre lo que podíamos recordar, lo que conseguimos en las mochilas, nuestra salud, el sitio en el que nos encontrábamos y nuestro encuentro con Madam Pomfrey y usted.

Se detuvo un momento, pensando con cuidado qué y cómo decirle al muy suspicaz director. Sabía que no debía decirle mucho, siempre les había resultado mejor a su gemelo y a él callar la mayor parte de la información.

Los diez conocían las consecuencias de alterar los hechos por viajes en el tiempo demasiado bien, pero tampoco podían negarle la información cuando el mundo mágico estaba en la primera guerra contra Voldemort, así que habían acordado en esa reunión qué decirle.

—No sabemos nuestros nombres reales, sólo recordamos los seudónimos que le hemos dado. Por lo que encontramos en nuestras mochilas deducimos que estábamos en un viaje de corta duración o íbamos a realizarlo. Sabemos que estudiamos o habíamos estudiado aquí y por eso les reconocimos a la enfermera y a usted, profesor. —siguió Fred según el plan.

—Confiamos en los dos aunque nuestras memorias sobre nuestra estadía aquí son muy confusas, al igual que sobre nuestras familias. Todos coincidimos en que Diana, Gea, Urano y yo estábamos un par de metros al frente de Venus, Leto y Neptuno cuando una esfera morada se abalanzó sobre nosotros, luego sentimos un dolor muy intenso y que volábamos por los aires, caíamos unos sobre otros, perdiendo después el conocimiento. —siguió Harry, cada vez en voz más baja pues se sentía muy débil.

—Déjame a mí. Guarda tus fuerzas —le susurró George a Harry—. Electra, Mercurio y yo no estábamos junto a ellos, pero intentábamos llegar a ayudarles. Nuestros recuerdos no son muy precisos. Entramos a un lugar oscuro e intentamos contactarlos por medio de los camafeos de Electra y Diana, que tienen una conexión especial —explicó lo que habían acordado decir—. Los vimos y oímos con usted y Madam Pomfrey sintiendo seguidamente que algo nos envolvía, debilitaba y quemaba, apareciendo mareados y con quemaduras superficiales en la enfermería, junto a ustedes. Tres pequeños fénix que nos sobrevolaban se posaron sobre nuestros hombros justo en ese momento, apareciendo aquí como tres polluelos.

Se detuvo de nuevo, intentando analizar una vez más lo que habían decidido decirle al director en cuanto los interrogase.

—Todos recordamos el estar nerviosos por un ataque justo antes que esa esfera avanzase hacia nosotros, por lo que no nos explicamos que nuestras varitas no estuviesen en nuestras manos sino en los cinturones de cuero de dragón que teníamos en la cintura. —continuó Ron, deteniéndose al sentirse mareado.

—Tranquilo —le susurró Fred a su hermano menor, continuando luego con la explicación—. No sabemos lo ocurrido. Sólo sabíamos en el momento en que lo hablamos, hace un par de horas, que debíamos evitar el contacto con otras personas porque algunos de nosotros recuerdan advertencias de su parte sobre viajar en el tiempo. Por eso nos vestimos de esta manera con lo que conseguimos en las mochilas, para escapar en la primera oportunidad que tuviésemos desde aquí hacia un lugar en que no nos consiguiésemos con nadie, mientras nos recuperamos y regresamos a nuestro punto de origen.

—Sin embargo, como ya le hemos dicho, confiamos en usted —siguió George—. Por eso vinimos aquí y estábamos dispuestos a seguir sus indicaciones, pero… No sé si sea prudente hacerlo conociendo la fecha y el lugar que nos ha nombrado, pues sabemos que hemos estado en ese sitio y tenemos vagos recuerdos sobre una guerra en el año que usted ha dicho.

—En cuanto al contacto con otras personas… eso dependerá de cuánto nos tome poder llevarlos de regreso a su tiempo. —empezó a plantearles lentamente el director luego de asentir ante sus explicaciones, preocupado.

—Nosotros sabemos de una manera. —intervino Ron, sin poder ver que el director fruncía el ceño al oírlo.

—Me temo que eso no será posible, Urano —le contradijo Angela con tristeza en su voz—. El incidente que nos trajo hasta aquí ha… —No sabía cómo explicarse sin darle pistas sobre su situación a su abuelo. Sabía por Mithrandir que él tenía un entrenamiento Dunedain parcial y que de sus dones había aprendido, pero no habían hablado a profundidad nunca sobre lo que él sabía y lo que no.

—Ha generado un bloqueo muy fuerte en el continuo espacio tiempo alrededor de los diez, que se cerró justo después que apareciesen los tres jóvenes con los tres polluelos en la enfermería —terminó el director, comprendiendo las dudas de los chicos sobre qué tanto decir en su presencia—. Eso hará imposible para ustedes el viajar en el tiempo por cualquier medio… e incluso el que lo hagan otros que en algún momento tengan contacto con ustedes en este tiempo, o que venga alguien a buscarlos de su tiempo si hubiese alguna manera de avisarles que están aquí.

—¿Estamos atrapados en esta época? —preguntó aterrada Hermione.

—Hasta que logremos quitar o al menos debilitar ese bloqueo… lo estamos. —confirmó Angela.

El silencio que cayó sobre los diez chicos fue tenso y pesado.

Angela había tenido que asumir aquello al despertar en la enfermería de nuevo, después que los curasen, al percibirlo por medio de sus dones. No habían podido hablar de ello debido a la llegada del chico que curó Madam Pomfrey.

Se terminó de tomar el té sumida en una profunda tristeza, pensando en su papá, los gemelitos, sus tíos y la rubia que la cuidaba tanto, su mamá Meg. Tenían que estar muy asustados y la situación con la manada no era normal, aunque confiaba en su tío Aragorn para resolver aquello. Por lo que les habían contado su prima, su novio y su cuñado ya había logrado algo en ese sentido. Los que más la preocupaban eran los dos pequeños, lejos por primera vez de su prima y ella. La fiebre estaba minando su fortaleza nuevamente.

—Conseguiré como volver con ustedes, pequeños. —se le escapó en voz baja y triste, abstraída en sus pensamientos.

Al oírla los otros chicos reaccionaron. Comprendían que para ella era muy doloroso aquello, pues se sentía culpable de no haberlo detenido como sí lo habían hecho Arwen y Aragorn a pesar de todo lo que le habían dicho para calmarla en ese sentido en la enfermería. Pero también se dieron cuenta que había hablado sobre los niños en presencia del director, seguramente por su tristeza y debilidad.

—Volveremos Diana, ánimo. —le dijo con suavidad Ginny, abrazándola por la cintura con cariño.

—Bien sabes que no me gusta que estés triste —le recordó George con cariño—. Isis y Saturno estarán bien, por algo no están con nosotros. —agregó para hacer que comprendiese que no debía nombrarlos delante del director, que se había levantado y caminado hacia ella con expresión preocupada.

—Tienes razón Júpiter. —musitó la chica de pelo negro al entender.

—Supongo, joven Diana, que el joven Júpiter es su novio y los que han nombrado familiares suyos —al verla asentir levemente, sin levantar la cabeza, sonrió. Aunque no podía verla estaba seguro que estaría sonrojada—. Por mí no deben preocuparse. No preguntaré mientras se recuperan. —le dijo el director acariciándole la cabeza con cariño para calmarla.

»Sin embargo deben alimentarse, tomar las pociones, permitir que les hagan las curas y descansar para que se restablezcan. En la casa a la que los llevaré sólo estarán dos elfos, el dueño y su esposa. Si llega a ir otra persona, por algún motivo, uno de los elfos les avisará si no puedo hacerlo yo. —les aconsejó volviendo a sentarse tras su escritorio.

Ginny miró preocupada a Harry. Vivir bajo el techo de los padres que no conoció, en aquella situación tan complicada… ¿Qué otra opción tenían? Las que habían pensado inicialmente no les convencía a ninguno de ellos en su estado de salud.

—Vamos allá, chicos. Necesitamos descansar y recuperarnos un poco para buscar otra solución. —dijo decidido el pelinegro después de casi diez minutos de silencio, en que presentía que sus compañeros al igual que él intentaban buscar otra salida para no estar en una situación tan difícil.

—De acuerdo. —respondieron los otros a coro, con poco convencimiento en sus voces.

Albus Dumbledore sospechaba el motivo de la reticencia de los chicos a ir allí. De haber sido posible él hubiese evitado aquello. Había pensado inicialmente en su casa de campo para llevarlos, pero era demasiado pequeña y ellos necesitaban un lugar cómodo, donde los pudiese atender la enfermera y al menos un elfo hasta que se recuperasen. Además estando en guerra los quería acompañados por alguien que los pudiese defender.

Con sus hijas no era opción, tanto por el secreto que guardaba una de ellas como por sus sospechas en lo referente a "Diana" y "Electra". Eso era más peligroso que su otra opción, la que finalmente había sido su decisión. Había notado ya que las chicas no portaban los camafeos, pero… Igual sus hijas podían darse cuenta por sus dones que ellas eran Dunedains… y tal vez…

—Sospecho de su reacción cuando dije la dirección sus motivos para no querer ir allí —Al verlos retener el aliento confirmó sus sospechas, decidiendo continuar—. Entiendo que ninguno de ustedes quiera tener contacto con sus familias, podría ser difícil, pero por sus reacciones me he dado cuenta que son muy maduros para sus edades y confío en que sabrán manejar la situación. Lamentablemente no pude ubicar otro lugar en tan poco tiempo. Actualmente es difícil conseguir una familia que reciba a diez desconocidos de los que no se puede dar referencia o información. Sólo la confianza de los Potter en mí lo ha permitido.

El director no se podía imaginar lo difícil que sería aquello para cuatro chicos en particular. Pero tenía razón en algo, estando en guerra contra Voldemort no había muchas opciones. Los diez suspiraron y asintieron conformes.

Al verlos asentir Albus se levantó y buscó los polvos flú, mientras la rubia y el castaño colocaban las diez tazas vacías en la bandeja sobre la mesa y Ginny apuntaba con su varita las mochilas y el maletín, acercándolos hacia la chimenea.

Jessica se acercó a la percha de Fawkes para ver a Moony, Hera y Rea, saludando con cariño a los tres polluelos y al fénix.

—Gracias por cuidar de ellos, amigo. —le dijo al adulto luego que los tres pequeños emitiesen pequeños sonidos y el adulto unas suaves notas.

Albus sonrió ante esto, feliz al ver el comportamiento de la que sospechaba era su nieta con las aves. Notó que los cuatro chicos que no podían ver sonreían en dirección a la chica, seguramente guiados por su voz, mientras los otros cinco hacían movimientos de saludos con sus manos en dirección a la percha.

—Gracias a usted también por eso, profesor. —añadió Jessica girándose a mirarlo, desplazándose luego junto a la castaña.

Se acercó a la chimenea con Hermione, arrojó los polvos, entró con ella cuidadosamente para que ninguna de las dos lastimase demasiado a la otra y dijo claramente la dirección. Fred llevó a Ron, teniendo algunas dificultades para entrar los dos en el espacio pequeño, transportándose con su hermano apenas estuvo seguro que llegarían con bien los dos. Les siguió George con Harry, cuidando mucho de no lastimar al pelinegro, haciéndole señas a Ginny para que estuviese al pendiente que su novia tapase su nariz y su boca, diciendo seguro la dirección al ver a su hermana menor atender sus indicaciones.

—Leto, Neptuno, lleven ustedes el maletín y las… —empezó Ginny mientras entraba a la chimenea con Angela.

—Disculpe que la interrumpa, joven, pero eso no es necesario. Lleve usted a la joven tranquila, luego la seguirán sus amigos. Yo trasladaré el equipaje.

—Gracias profesor. —le agradeció la chica rubia, quitando el hechizo sobre el equipaje y acercándose con su novio a la chimenea, viajando primero ella y luego él.

El director trasladó el equipaje con un movimiento de su varita, viajando luego por la chimenea. Al llegar se encontró a los diez jóvenes paralizados, mirando seis de ellos a Lily y James Potter de pie frente a ellos.

La pareja estaba con sus varitas en las manos aunque sin apuntarles, mirando a los chicos con desconfianza. Pero no estaban solos, allí estaban Angelica, Jennifer, Sirius y Remus, también con las varitas en sus manos.

—Buenas tardes. Si me disculpas, James, yo sé que esta es tu casa pero no fue esto en lo que quedamos. —le dijo muy serio avanzando hacia él.

—Lo siento Albus, pero ellos llegaron hace diez minutos a cenar y no me pareció lógico decirles a mis amigos que se marcharan porque iban a llegar un grupo de desconocidos de los que no me dijiste nada.

—Comprendo. En ese caso tendremos que marcharnos. Esto no fue lo que les dije a ellos que ocurriría —aseveró, retrocediendo hacia el punto en el que estaban los chicos—. Tranquilos, los llevaré a un sitio seguro. —les dijo con un tono tranquilizador, acariciando la cabeza de la chica de pelo negro que respiraba un poco irregular.

Angela detuvo a su abuelo por el brazo con cuidado y denegó. No estaba segura de su decisión, quedarse allí sería muy difícil tanto para ella como posiblemente para Jessica, Harry y Neville, pero su abuelo tenía razón en que, por el momento, no tenían muchas opciones.

—Por favor, profesor. ¿Podría al menos presentarnos? El señor Potter había accedido a que viniésemos. —le pidió, controlando lo mejor posible su ritmo respiratorio.

Los otros nueve chicos se removieron inquietos. Sabían que no tenían muchas opciones, pero sinceramente hubiesen preferido aprovechar aquello y salir huyendo de allí lo más lejos posible.

—Lily, Angelica, Jennifer, Remus, Sirius y James les presentó a… —se detuvo dudoso, notaba la tensión en el ambiente.

—Diana, Electra, Venus, Gea, Leto, Júpiter, Mercurio, Neptuno, Urano y Marte. —enumeró Angela, levantando su mano al nombrarse.

Cada uno de los nombrados levantó su mano para que los identificasen, poniéndose nerviosos Jessica, Ginny, Luna, Fred, George y Neville al ver que habían levantado sus varitas al ver levantar la mano a Angela y no las habían vuelto a bajar.

—No voy a retar su inteligencia. Obviamente esos no son sus nombres reales, pero por ahora son los que nos pueden dar. —explicó el director al ver las cejas enarcadas y las varitas de las tres parejas apuntándoles a los chicos.

—¿Y eso por qué? —preguntó con dureza Lily.

—Porque no recordamos los nuestros, señora. —le respondió con voz dulce Angela, intentando suavizar la tensión que percibía a su alrededor y calmar sus propios nervios.

Aflojó con dificultad el puño de la manga de su camisa y se quitó el guante de la mano derecha con movimientos lentos para no despertar suspicacias, conteniéndose de quejarse para no alarmar a sus compañeros, dejando al descubierto los vendajes en su mano y parte del brazo. Luego se quitó el pasamontañas, dejando al descubierto el vendaje de su cabeza que le cubría todo el rostro, a excepción solamente de la apertura de la nariz y su boca, apreciándose el enrojecimiento en la piel bajo la nariz y la inflamación en los labios.

Jessica, Ginny, Luna, Fred, Neville y George vieron a los seis mirarla sorprendidos, para luego girar sus rostros al director e interrogarlo en silencio, con sus miradas reflejando preocupación. El último de ellos miró a sus compañeros que podían ver y asintió.

—Tuvimos un problema y los diez estamos quemados en diferentes grados. —decidió apoyarla George, quitándose su pasamontañas, dejando ver sus ojos azules rodeados del vendaje, además de la apertura de la nariz y la boca.

—Tenemos solamente fragmentos de recuerdos. —le siguió Fred.

—Sabemos que somos amigos y estábamos en grupo, pero no dónde o qué ocurrió. —les imitó Luna.

—Aunque no sabemos cómo, siete de nosotros aparecimos en el despacho del director en estas condiciones, inconscientes. —continuó Ginny, quitándose su pasamontañas también.

—Y otros tres más tarde en la enfermería. —les imitó bastante nerviosa Jessica.

—Por eso nuestros brazos, manos y cabezas están envueltos en vendajes como pueden ver. —dijo Neville quitándose su pasamontañas.

—Madam Pomfrey nos curó, pero le pedimos al profesor que nos sacase del colegio porque nos sentíamos intranquilos, al existir la posibilidad que entrasen alumnos a la enfermería y nos hiciesen preguntas que, por ahora, no podemos responder. —siguió Hermione, al oír lo dicho por sus compañeros, quitándose también el pasamontañas, al igual que Ron y Harry.

—Si les hace sentir incómodos, podríamos irnos a… —intentó el castaño al ver que bajaban las varitas pero los miraban con una mezcla de preocupación por ellos e inquietud.

—De ninguna manera —lo interrumpió James—. Ya le había dicho al profesor Dumbledore que eran bienvenidos a mi casa. Ahora que sé el problema que tienen con mayor razón.

—¿No sería conveniente que los examinaran en el hospital, Albus? —preguntó Lily preocupada.

Al oír esto los diez chicos se tensaron.

—No es necesario. Poppy nos ha dado las pociones que deben tomar y las instrucciones sobre el tratamiento a seguir —le respondió con una sonrisa, señalándole el maletín. No esperaba menos de los Potter—. Ella vendrá a examinarlos de nuevo mañana, a final de tarde.

—Perdonen mi rudeza hace un momento. Idun terminará de servir la comida en unos minutos, vamos al comedor —les dijo Lily en tono de disculpa, acercándose a la chica que se había quitado el guante y el pasamontañas primero para ayudarla—. Tyr les llevará sus cosas a las habitaciones que les hemos arreglado.

—Gracias. —respondió con cariño Harry. Había reconocido a su mamá al oírla.

Al oír su voz los anfitriones y sus dos parejas de amigos se sobresaltaron y se quedaron congelados mirando al joven que hasta ese momento había permanecido en silencio.

Angela una vez más se sintió mareada y tanteó con sus brazos buscando un punto de apoyo, tropezando con Lily que estaba cerca de ella. Se quejó sin poder contenerse, siendo sostenida justo a tiempo por la cintura por las dos pelirrojas cuando perdía las fuerzas para mantenerse en pie.

—¡Joven! —exclamó Lily asustada—. ¡James, ayúdanos!

Sirius llegó primero con ellas, pues era el que estaba más cerca y era más largo de piernas que su amigo, levantando la chica entre sus brazos.

—¿Diana? —preguntó asustado Harry al oírla quejarse y las exclamaciones de su mamá.

—Tranquilo. —le dijo George, luego de tragar saliva al ver a su muy joven suegro ayudando a su novia.

—Perdón —se disculpó Angela en voz baja—. Me siento mareada.

—No tienes porqué disculparte. —le respondió Sirius, preocupándose al sentirla temblar. La llevó hasta un cómodo mueble de tres puestos y la recostó con cuidado, arrodillándose junto a ella.

Mientras tanto Jennifer corría hacia el maletín que ya estaba abriendo Ginny, apresurándose la menuda pelirroja a buscar la poción para la fiebre pues estaba segura que eso estaba debilitando mucho a su amiga. Todos tenían ese problema debido a las quemaduras, pero en ella era más intenso debido al esfuerzo que había hecho para combatir el hechizo quemante que había surgido de la piedra, además de su problema con la sensibilidad al dolor que debía estarla agobiando.

—Espera. ¿Qué le vas a dar? —la interrogó Lily al notar que no había visto el pergamino escrito por la enfermera.

—Poción para la fiebre. Es una de las causas de su debilidad —le respondió decidida Ginny sin detenerse, acercándose rápidamente a Angela para dársela—. ¡Ay! —se quejó al sujetarla James del brazo para impedirlo.

—Perdona. No quise lastimarte pero mi esposa tiene razón. Debemos ver primero las indicaciones de Madam Pomfrey.

Jennifer abrió el pergamino y lo leyó cuidadosa pero rápidamente.

—Dale sólo un cuarto de vaso de esa —dijo resuelta, llevando otra consigo—. Debemos darle ésta después de comer.

Ginny le dio a su amiga la cantidad que había dicho Jennifer, mirando de reojo a Lily, viendo en sus ojos esmeraldas la misma mirada de preocupación que conocía en su novio.

—Disculpa que te lastimara… —intentó James, deteniéndose al no recordar el nombre.

—Venus —completó Ginny con una sonrisa—. El nombre que usaré es Venus. No se preocupe, sé que sólo quería protegerla de una imprudencia de mi parte.

—Me alegra que lo comprendas, Venus. —asintió él con expresión de alivio.

—Gracias por ayudarme. —les sonrió Angela a quienes la rodeaban, sintiéndose un poco mejor.

George la ayudó con Sirius a incorporarse, después de dejar a Harry junto a sus hermanos.

James se aproximó al chico que ahora se apoyaba en otro distinto, al dejarle allí quien lo ayudaba hasta hace unos minutos.

—¿Me puedes decir de nuevo el nombre que usarás y dejarme ayudarte? —le preguntó de pie junto a él, haciendo un gesto de impotencia al verlo sobresaltarse. Se sentía incómodo con la ceguera de los chicos, no hubiese querido asustarlo.

—Marte. El nombre que usaré es Marte. —le respondió Harry con voz ligeramente temblorosa, haciendo un esfuerzo por no estremecerse cuando le tomó el brazo con cuidado de no lastimarlo y lo pasó sobre los hombros de él, sujetándolo con cuidado por la cintura para llevarlo.

Ginny y George se miraron y tragaron saliva, comprendiendo que sus novios estaban pasando por un momento muy difícil.

—¿Me permite ayudarla, joven…? —le preguntó Lily a Hermione.

—El nombre que usaré será Gea. Se lo agradezco señora Potter.

—Lily, díganme Lily. Aparentemente sólo soy unos años mayor que ustedes.

Ante este comentario los diez chicos tragaron saliva pero disimularon su incomodidad.

Jessica le dejó el espacio a Lily, pues la castaña ya la había lastimado y comprendía lo que su mamá y sus tíos intentaban al verlos a ellos también con vendajes.

—Deja que la ayude yo. —la contrarió Jennifer rápidamente al ver la mirada de James, colocándole en las manos el frasco con la poción para Angela.

—Pero… —empezó a protestar Lily.

—Mi nombre es Jennifer. —la interrumpió tomando a Hermione de la cintura.

Jessica tembló ante la cercanía de su mamá, alejándose levemente de ella con disimulo.

Lily miró a su esposo y sus amigos con el ceño fruncido y avanzó unos pasos hacia la puerta de la sala para dirigirse al comedor, molesta. Odiaba la actitud que habían asumido esa última semana.

—¿Me permite ayudarlo, joven Urano, para que su amigo Mercurio no se lastime? —le planteó el joven de ojos miel respetuoso, recordando bien los nombres porque había estado muy atento cuando se presentaron y siempre tuvo buena memoria.

—Se lo agradezco… señor… —dudó Ron. Tenía serios problemas con aquello.

—Remus. Díganme por mi nombre, Lily tiene razón.

Los diez chicos asintieron en conformidad.

Fred se aproximó rápidamente a Jessica, acariciándole con cariño la espalda. La abrazó por la cintura al sentirla temblar, intentando transmitirle calma y seguridad.

—Por cierto. ¿Qué edades tienen? —preguntó Jennifer con curiosidad.

Los diez chicos se paralizaron, haciendo que los cuatro que estaban guiando a los que no podían ver los mirasen extrañados.

—Mercurio y Júpiter tienen veinte años. Marte, Neptuno, Urano y yo tenemos diecinueve —respondió después de un par de minutos Hermione, con voz insegura—. Venus, Leto, Electra y Diana tienen dieciocho.

—Es usted muy mala para mentir, Gea —le reprochó Remus—. Se le notó en la voz que nos intentaba engañar.

—Además que es imposible que Diana haya cumplido diecisiete años. —lo apoyó Sirius, sonriendo con suficiencia al ver a la joven junto a él bajar la cabeza.

—Mercurio y Júpiter pronto cumplirán veinte años. Gea tiene dieciocho años. Urano los cumplirá pronto. Neptuno y yo tenemos diecisiete. Leto los cumplirá dentro de poco. Venus tiene dieciséis, al igual que Diana y Electra que los acaban de cumplir —intervino Harry, feliz de estar con sus padres y tíos, pero incómodo porque la astucia de los Merodeadores los pondría en aprietos mientras se recuperaban lo suficiente para alejarse—. Gea les dijo eso porque no tenemos una explicación de la razón por la que nosotros ocho no estamos en el colegio.

—Está bien, chicos, tranquilícense —les dijo conciliadora Jennifer—. Ese estado de tensión en el que están no es bueno para su salud.

—Nosotros los ayudaremos a recuperarse para que puedan recordar y volver con sus familias. —agregó con tono maternal Lily.

—Gracias. —respondió Luna, llenando el silencio que sus palabras habían producido en sus amigos.

—En otro momento conocerán a otro amigo nuestro que seguro les querrá ayudar, también. Hoy no pudo venir. Su nombre es Peter Pettigrew. —les dijo sonriente James.

Angela no pudo reprimir un gruñido al escuchar su nombre. Harry, Neville y Jessica se habían contenido con dificultad.

—¿Pasa algo, Diana? —preguntó intrigado Sirius, que la había escuchado por llevarla por la cintura.

—Lo siento —se disculpó Angela de inmediato—. Ese nombre… No sé porqué pero me hizo sentir… —se detuvo sin saber qué decir.

—Molesta —completó Angelica—. Yo no he podido sentirme a gusto con él desde poco después de conocerlo, pero es amigo de ellos tres.

Angela se había estremecido al oír la voz de su mamá, siendo percibido por Sirius que la miró preocupado atribuyéndoselo a la salud de la chica.

El director los observaba en silencio, absteniéndose de intervenir, evaluando la situación para darse una idea si los chicos podrían desenvolverse allí o finalmente tendría que llevarlos a su casa de campo. Los siguió hasta la cocina.

Los diecisiete se sentaron a la mesa del comedor, que era muy grande a pesar que la familia Potter nunca había sido numerosa como Elbereth y William habían soñado. Lily apoyó el frasco con la poción para la chica en la mesa, frente a la joven. Angela tanteó con cuidado frente a ella, en el sitio en que suponía estarían los cubiertos.

—Si me lo permite yo la ayudaré con la comida, joven…

—Diana. Se lo agradezco señora…

—Llámame Angelica. —le dijo con voz dulce.

—Gracias… Angelica, pero yo puedo hacerlo sola —replicó Angela nerviosa—. ¿Podría por favor ayudar a Gea?

—¡Deja que mi esposa te ayude! —la riñó Sirius, al ver que no lograba tomar los cubiertos con seguridad—. A tu amiga la ayudaré yo si me lo permite.

—Perdón. Estoy un poco…

—Nerviosa —completó Angelica con una sonrisa dulce—. ¡No la regañes, Sirius! ¿Dejas que te ayude?

—Sí Angelica. Gracias.

—Perdona Diana. Pero debes permitir en tu condición actual que… —Se detuvo al recibir una patada por debajo de la mesa proveniente de Jennifer—. ¡Ay!

—Perdona a mi cuñado. A veces dice cosas que no debe decir. —intervino la mujer castaña, lanzándole miradas amenazantes con sus ojos aguamarina al imprudente.

—Disculpa Diana, he sido muy torpe. —se disculpó el animago, bajando la cabeza al comprender la gravedad de la imprudencia cometida.

—No se preocupe señor…

—Sirius. Mi nombre es Sirius. Por favor dime por mi nombre y perdóname.

—No tengo nada que perdonarle, Sirius. Usted sólo quería aconsejarme —le dijo en un tono dulce, tanteando con su mano buscando la de él. Sonrió al sentir que él rápidamente le tomaba su mano izquierda entre las de él con mucho cuidado para no lastimarla—. Además tiene razón en que Gea, Urano, Marte y yo necesitaremos ayuda algunos días, mientras recuperamos la visión y nos quitan estos molestos vendajes.

Hermione, Ron y Harry suspiraron.

George miraba a su novia muy preocupado. Luego miró a su cuñada y notó las miradas nerviosas que lanzaba a sus padres, acariciándole con cariño el brazo. Le sonrió cuando ella se giró a mirarlo, asintiendo al verla esbozar una tímida sonrisa y girarse a tomar los cubiertos. Denegó levemente ante el gesto de su gemelo de ayudarla señalándole en dirección a Ginny, Luna y Neville, que estaban empezando a comer, haciéndole entender que la chica tenía que controlarse o despertarían sospechas.

—¿Dejarás que este boca floja te ayude, Gea? —le preguntó cauteloso Sirius.

—Le agradeceré que me ayude. —le respondió Hermione, sonriéndole.

Los ojos grises del pelinegro brillaron acompañando la sonrisa de su rostro, acercándose a la castaña para ayudarla.

—¿Me permites que yo te ayude a ti, Marte? —preguntó la pelirroja de ojos verdes.

—Gracias Lily. —le respondió él con una sonrisa, mientras sentía su corazón latir muy rápido, intentando controlar sus nervios.

—¿Me permites ayudarte, Urano? —preguntó Jennifer, sonriendo al verlo asentir con nerviosismo.

—Gracias. —logró musitar el pelirrojo.

—Voy a darte una cucharada de sopa —le anunció Sirius a Hermione, gruñendo al escuchar reírse a Angelica—. ¿Se puede saber de qué te ríes? —le preguntó enojado.

—Sólo tienes que llevarle la cuchara hasta los labios con cuidado, cuando la sienta sabrá que debe abrir la boca. —le respondió su esposa con aires de suficiencia.

—Por si no te has dado cuenta, mi amor, tienen los labios inflamados por lo que sea que les haya pasado. Si hago eso podría lastimarla.

—Tienes razón. No lo había pensado. —aceptó ella mirando nerviosa a la chica que intentaba ayudar.

—Increíble, Angelica le ha dado la razón a Sirius sin protestar. —se burló Jennifer.

—Tú no te metas. —replicaron los esposos Black a coro.

—¡Alto ahí! A ella no tienen porque reñirla los dos —la defendió Remus—. Sólo les ha dicho la verdad.

Jessica se había quedado paralizada mirando a sus padres, con los cubiertos a mitad de camino, reaccionando al Fred bajárselos con cuidado y disimulo hacia su plato.

—Ella se estaba burlando de nosotros. —protestó Sirius.

—¿Podrían calmarse los cuatro? —los frenó Lily con su voz de mando—. Lo importante es conseguir la manera de ayudarlos sin lastimarlos.

Harry había retenido el aliento al oír a su mamá riñendo a sus tíos.

Angela acercó con cuidado su mano derecha a la de su mamá. Se la retuvo con suavidad para que no la alejase, quejándose levemente al presionar Angelica contra su brazo, pero buscándola de nuevo al sentir que ella se alejaba.

—Si no haces fuerza contra mi mano no me lastimas las quemaduras —le explicó—. Si puedo seguir el movimiento que haces para acercar la comida a mi boca sabré cuando abrirla para comer.

James, Remus, Angelica, Lily, Jennifer y Sirius la miraron atónitos. Se sobresaltaron los tres últimos al sentir que los chicos, a quienes se habían ofrecido a ayudar, tanteaban buscando el contacto con ellos siguiendo el consejo de la chica.

—¿Cómo se te ocurrió eso? —preguntó James intrigado.

—No recuerdo porqué, pero sé desenvolverme medianamente bien sin ver —le respondió Angela—. Lo que no puedo es tomar los cubiertos bien con mis manos ampolladas y vendadas.

El director, los Potter, los Black y los Lupin fruncieron el ceño por lo dicho por la chica, mientras ocho chicos bajaban la cabeza y George la miraba con infinita ternura. El sonido del estómago de Ron los sacó de sus pensamientos.

—Lo siento. —se disculpó el pelirrojo apenado.

—La culpa es mía por distraerme —lo tranquilizó Jennifer con una sonrisa, que aunque el chico no podía ver notó en su tono de voz—. Hagamos lo que dice Diana.

Los cuatro lograron darles de comer en la manera que les había indicado la chica, aunque Angelica tuvo que ir a un ritmo más lento que sus acompañantes pues Angela tenía problemas para respirar con regularidad.

Por la tensión a la que estaban sometidos desde que habían llegado allí no lograba regularizar totalmente su ritmo respiratorio, aunque se fue tranquilizando al empezar a bromear James y seguirle el juego los otros.

Angelica le dio la poción que había sobre la mesa a la chica junto a ella cuando terminaron de darles de comer a los cuatro chicos que estaban más lastimados. Empezaron a comer ella, sus dos amigas y su esposo. Notaron que, a excepción del director que ya había terminado, los otros habían comido despacio, esperando por ellos, gesto que los cuatro agradecieron hablando lo menos posible y comiendo a buen ritmo, para terminar de comer al mismo tiempo que los que habían esperado por ellos. Los seis bromeaban para tranquilizar a los diez chicos.

El profesor Dumbledore estaba ahora seguro que los jóvenes estarían bien allí, habiendo detallado las reacciones de los chicos con los que, estaba seguro ahora, eran familiares y conocidos de ellos.

Le preocupaba el que la chica de pelo negro se desenvolviese bien sin ver, pues si hubiese sido ciega antes del incidente lo hubiese detectado Poppy. La enfermera se lo hubiese dicho cuando le comentó sobre las cicatrices que presentaban los diez chicos en diferentes partes de su cuerpo, detectadas durante el examen exhaustivo que les hizo. Además no le hubiese asegurado a la chica que recuperaría la vista. A duras penas contuvo un suspiro, sabía que no debía preguntarle por aquello aún.

—Yo debo retirarme ya —anunció al ver que todos habían terminado de comer—. Angelica, Jennifer, necesito hablar con ustedes, acompáñenme al colegio. Lily, James les agradezco que reciban a los diez chicos aquí. Comprendo que confían ciegamente en los presentes, en el joven Pettigrew y en los Longbottom pero… Les agradecería que ni siquiera ellos tres tuviesen acceso a estos jóvenes. Estaré más tranquilo si sólo ustedes seis están en contacto con ellos, por lo menos hasta que se recuperen de sus heridas y podamos resolver su situación.

—No entiendo, Albus. Nosotros confiamos en Alice, Frank y Peter —protestó James molesto, escuchándose un leve sonido de desacuerdo proveniente de Angelica cuando pronunció el nombre del último—. Incluso son parte de… nuestro grupo más íntimo. —se corrigió a tiempo.

—Lo sé, James, pero los chicos están muy tensos por su situación —le respondió el director con tono sereno—. La única razón por la que accedieron a venir y tener contacto con dos desconocidos es porque no tienen otro lugar al que ir hasta no recuperarse. Están muy tensos por la presencia de otras personas al llegar. Si alguien más accede a su entorno, estando lastimados, podrían intentar de nuevo huir buscando un sitio tranquilo para ocultarse hasta recordar.

—¿Intentar de nuevo huir? —preguntó Lily con un tono de voz matizado de preocupado reproche.

Los diez chicos bajaron la cabeza.

—Poco antes de venir aquí con ellos los conseguí en la enfermería intentando quitarle sus varitas a Poppy para huir de allí, porque ella atendió a un alumno por una broma y temían que los interrogasen.

—¿Pero están locos? —los regañó Remus—. ¿Cómo pretendían escaparse del colegio?

—¿A dónde pensaban ir en las condiciones en que se encuentran? —lo apoyó Jennifer—. Podrían tener una recaída severa.

Jessica miró de reojo a Fred, que rápidamente le tomó su mano vendada con la suya en señal de apoyo.

—Estábamos asustados —confesó Harry—. Decidimos salir de allí hacia algún otro lugar que nos fuese familiar pero no tuviésemos contacto con otras personas.

—Aún tenemos miedo —siguió Hermione—. Si estamos aquí es porque sabemos que podemos confiar plenamente en el profesor Dumbledore, aunque no recordamos la razón.

—Pero sin saber qué ocurrió con nosotros es muy difícil el confiar en otras personas —los apoyó Ron—. Especialmente para Gea, Diana, Marte y yo, con nuestra ceguera.

Lily, Angelica, Jennifer, James, Sirius y Remus los miraron muy serios. "La voz del chico que se hace llamar Urano es idéntica a la de Fabian y la de Marte a la mía", pensó el pelinegro de gafas, detallándolos con sus ojos avellanas.

Pensamientos similares pasaban por las cabezas de su esposa y sus amigos. Les era aún difícil asimilar que aquellos diez chicos estuviesen en esa situación tan compleja, pero entendían su desconfianza. No querían ni imaginarse el tener que vivir algo parecido.

"Se han mostrado nerviosos y reservados, lo que es lógico, pero también demasiado maduros para sus edades. ¿Quiénes son? ¿Qué les ha pasado?", se preguntaba Sirius preocupado.

"A pesar de no haber cumplido con la petición del director inicialmente, estando Angelica, Jennifer, Sirius y Remus aquí sorprendiéndolos, han accedido a quedarse. ¿Por qué han aceptado? La única explicación que se me ocurre es lo desesperado de su situación", analizó Lily.

A los seis los preocupaba verlos débiles y con fiebre, bastante alta en el caso de los cuatro que no veían.

—Sólo nosotros seis estaremos en esta casa sin avisarles previamente, mientras logran recordar quiénes son y lo ocurrido para poder llevarlos con sus familiares. En caso de venir otra persona les avisaremos previamente para que se oculten en las habitaciones en que descansarán —les aseguró James con voz firme—. Pero quiero que se comprometan con nosotros en no intentar irse de aquí mientras así no sea. Estoy acogiendo bajo mi techo a diez desconocidos muy jóvenes heridos seriamente, cuatro de ustedes menores de edad, y no quiero verme luego en problemas por ello.

—No se preocupe, James —le respondió Harry, haciendo esfuerzos por mantenerse sereno—. Nos comportaremos lo mejor posible y, en caso de presentarse algún problema que nos obligase a irnos, lo hablaríamos primero con usted o su esposa. En cuanto a que Venus, Leto, Electra y Diana son menores de edad no debe preocuparse. Gea, Urano, Neptuno, Mercurio, Júpiter y yo somos mayores de edad y nos hacemos responsables de ellas.

Aquella respuesta tan formal y comedida hizo enarcar las cejas a los seis amigos, que lo miraban sorprendidos, mientras el director lo analizaba intranquilo.

—Le aseguramos que no les daremos problemas y haremos lo posible porque nuestra estadía con ustedes sea corta y lo menos incómoda posible. —lo apoyó George.

—Tranquilícense, chicos —les dijo en un tono dulce Lily, intentando destensarlos—. Entendemos que estén asustados. No tienen que ser tan formales y autosuficientes. Les llevamos sólo unos años. Permítannos ayudarles a recuperarse. Estando en nuestro hogar no tienen que temer nada.

—Gracias Lily. —le respondió Harry en un tono suave.

—Idun y Tyr limpiarán aquí. Los acompañaremos a sus habitaciones. —dijo resuelto James, poniéndose en pie.

—Jennifer y yo iremos con el profesor Dumbledore al colegio, luego regresaremos aquí. —completó Angelica mirando interrogante a su padre.

—Aprovecharé para preguntarle a Madam Pomfrey sobre el tratamiento de ustedes —completó la gemela lo dicho por su hermana—. Estoy bastante avanzada en mis estudios como medimaga, yo podría ocuparme de ustedes. Además me extraña que en las indicaciones para Diana no aparezcan las pociones para el dolor y para dormir —agregó terminando de mirar el pergamino, dándoselo a su amiga pelirroja—. De todos modos Lily se las dará mientras regreso. Seguro se le olvidó anotarlo.

Los chicos se tensaron con lo dicho por Jennifer. Aquello se estaba complicando demasiado. Que la enfermera y el director viesen sus rostros había sido inevitable, siete de ellos estaban inconscientes, pero no podían permitir que los otros los viesen. La oferta de la tía de Angela había sido hecha de buena fe, tampoco podían oponerse bruscamente. Si a eso le sumaban lo de las pociones para la chica…

—Madam Pomfrey… no se equivocó… con eso… Jennifer —se decidió a responderle Angela, con la respiración agitada, haciendo esfuerzos para calmarse—. Esas pociones no… tienen efecto en mí… por un problema… de nacimiento.

—Estás diciendo que… —empezó Jennifer sin poder terminar.

—Pero tus quemaduras… —la miró Angelica aterrada—. ¡Por Merlín! —exclamó al verla bajar la cabeza.

—Entonces la poción oxigenante y lo que dice sobre una de color verde grama… —planteó Jennifer su inquietud.

—Problema pulmonar. —respondió en voz baja Angela.

—¿De nacimiento también? —preguntó Jennifer seria, mirándola preocupada como futura medimaga, relacionando aquello con la dificultad que le había percibido a la chica desde que llegaron.

—No lo sé. —respondió nerviosa.

—Por ahora dejémoslos descansar sin interrogarlos —interrumpió el director un nuevo intento de su hija de preguntar, viendo la agitación de la chica—. Hablaremos con Madam Pomfrey en el colegio sobre tu ofrecimiento, Jennifer.

Los diez chicos denegaron levemente en dirección al punto de donde provenía la voz del director, que asintió levemente para que los seis chicos que podían ver tranquilizasen a sus compañeros en cuanto a eso. Los otros seis no se percataron del cruce de gestos, pendientes de la chica de pelo negro que se ponía en pie mientras denegaba levemente. Angela se separó en seguida de la mesa y se giró hacia el punto en que recordaba estaba la puerta en relación al punto en que se encontraba.

—Espera Diana. Yo te ayudaré. —le ofreció Lily.

—Nada de eso —se opuso James—. Lo haré yo.

—Gea, Marte y Urano también necesitarán ayuda y sólo quedamos Remus, Sirius, tú y yo, porque Angelica y Jennifer tienen que irse.

—Entonces yo llevaré a Gea y a Diana —replicó Sirius serio—. Tú no puedes…

—¡Por favor, ya dejen de sobreprotegerme ustedes tres! —explotó Lily molesta mirando a James, a Sirius y a Remus—. ¡Estoy embarazada no inválida!

Los diez chicos contuvieron la respiración y se paralizaron.

"Claro. El director nos dijo que el día era 16 de febrero de 1980. ¿Cómo no relacioné la fecha con los días de nacimiento de Harry y Neville?", se recriminó Hermione.

Harry sentía que el corazón se le iba a salir del pecho de lo rápido que latía. Neville estaba también muy agitado.

—Pero mi amor, te has estado sintiendo mal estos primeros meses. —intentó calmarla y convencerla James, con voz melosa.

—Ya les ha dicho Jennifer, y todos los medimagos a quienes les han preguntado, que es normal —replicó exasperada Lily—. Además desde hace un par de semanas me siento mucho mejor.

—Disculpen —les llamó la atención Angela, queriendo cortar la discusión. Suponía lo que estaba pasando por las mentes de Harry y Neville—. Como ya les había dicho, yo puedo manejarme medianamente bien con mi ceguera. Si Lily camina a mi lado y me va hablando sobre lo que me rodea, advirtiéndome sobre escalones o muebles, yo podré caminar con seguridad sin necesidad que haga ningún esfuerzo que pueda lastimarla a ella o al bebé.

—Yo puedo guiarla. —sugirió George en tono suave.

—Eso no es prudente —negó Jennifer, explicándose al ver que los chicos que podían ver la miraban interrogantes—. Si siguen ustedes seis lastimándose sus quemaduras tardarán más en sanar.

—Yo preferiría… —intentó James.

—Haremos como Diana dice —lo cortó Lily, avanzando rápidamente hasta ubicarse junto a ella—. Ya estoy a tu lado —le dijo llevando con cuidado la mano izquierda de la chica hacia el codo derecho de ella—. Así podrás percibir mis cambios de dirección si no te ubicas bien con mis indicaciones.

—Gracias Lily. —le respondió Angela, bastante nerviosa por la situación.

James apoyó de nuevo a Harry, Sirius ayudó a Hermione y Remus a Ron. Los tres Merodeadores caminaban protestando por lo bajo por el incremento abrupto en la rebeldía de Lily desde que estaba embarazada.

Jessica, Ginny, Luna, Fred, George y Neville los siguieron en silencio, lanzándose eventualmente miradas de preocupación la rubia y la menuda pelirroja, pues el castaño caminaba abstraído. Los gemelos iban muy atentos a la de ojos miel, los dos pelinegros y el castaño, preocupados por los cuatro.

El director fue el único que percibió el nerviosismo de los chicos al oír la discusión por el embarazo de Lily, sin embargo se limitó a fruncir el ceño y hacerles señas a sus dos hijas para que lo siguiesen. Desde que la chica que se hacía llamar Diana lo había reconocido levantó una barrera mental alrededor de los diez. Él se dio cuenta y suponía que ellas dos también. Les había advertido al encontrárselas allí, por transmisión mental, que no comentasen nada. Pero sabía que no callarían mucho tiempo con sus parejas y los Potter a menos que tuviesen una buena razón para ello. Por eso se las llevó al colegio. Tenía que hablar con ellas.

Avanzaron despacio, con Angela y Lily al frente del grupo. Subieron las escaleras hasta el primer piso, avanzando hasta el final del pasillo.

—Quédate con ellas mientras llevamos a los chicos al otro cuarto. —le indicó James a Sirius.

—¿Otro cuarto? —preguntó alarmada Hermione, que se sentía muy angustiada con su ceguera.

—¿Nos van a separar? —preguntó asustado Ron, que estaba igual.

—No pensarán que los voy a dejar en el mismo cuarto —les respondió James ceñudo—. Albus me dijo que necesitaban espacios cómodos y ventilados, lo que ahora comprendo visto su estado de salud. Además son adolescentes y están en mi casa, no quiero problemas. Estarán las cinco chicas en un cuarto y ustedes cinco en otro.

—Ya les dijimos que no les daremos problemas. —refutó Harry con tono ansioso, tan inquieto como sus dos amigos por separarse cuando no podían ver.

—Por favor —medió Angela, que entendía la razón del nerviosismo de los tres—. Es difícil estando ciegos y desorientados que nos separen, es sólo por eso. Marte, Urano, no tienen porqué preocuparse, Neptuno, Mercurio y Júpiter estarán con ustedes. Gea, tranquila, Electra, Venus y Leto nos acompañarán a nosotras.

—Comprendo chicos, perdonen —se disculpó James—. No esperaba una situación como esta y… Lo siento. El cuarto de ellos está al frente, vengan con nosotros y así empezarán a ubicarse un poco.

—Gracias. —le dijo sonriendo Angela, mientras sus tres compañeros de ceguera se destensaban levemente. Estaba tan nerviosa como sus amigos pero se esforzaba en mantenerse tranquila con su entrenamiento.

Después de acompañarlos al cuarto de enfrente Lily y Sirius regresaron con Angela, Hermione, Jessica, Ginny y Luna al que ellas ocuparían, mientras James y Remus se quedaban con los chicos.

Los dos Merodeadores los ayudaron a ubicarse y cambiarse las ropas por pijamas, a pesar de los intentos de oponerse por parte de los dos chicos que no veían. Finalmente tuvieron que ceder pues los vendajes de sus manos eran incómodos, por lo que Neville, Fred y George tampoco lograban ayudarlos muy bien con los botones. Ya habían tenido problemas en la enfermería para vestirse.

James y Remus les preguntaron por las heridas que tenían de la última batalla, pero los cinco chicos se encogieron de hombros y guardaron silencio. Fruncieron el ceño los dos Merodeadores ante esto, preocupados porque aquello no era normal en chicos de sus edades considerando que tres deberían estar en el colegio, sin saber si decían la verdad o no.

Les preocupaba especialmente el vendaje en el torso de uno de los chicos de ojos azules de iguales contexturas, el cual dejaba traslucir un ungüento para heridas muy serias. Aquél joven tenía casi su edad por lo que habían dicho. Estudiante de la Academia de Aurores no era, pues James no lo conocía, entonces sólo quedaba que fuese mortífago o víctima de ellos… Aquello no les gustaba nada.

Los dejaron durmiendo luego de darles las pociones y salieron al pasillo, donde se encontraron a Sirius escuchando tras la puerta con aspecto preocupado. El ver así al más despreocupado de los Merodeadores inquietó a James y Remus. Se acercaron a escuchar tras la puerta, tensándose al oír la conversación entre tres de las chicas y Lily.


—Sal del cuarto para ayudarlas a cambiarse las ropas por pijamas. —le ordenó Lily a Sirius.

—No es necesario… que nos ayude. —replicó aterrada Angela, que no quería que ella viese su espalda.

—Claro que lo es, las cinco tienen quemadas y vendadas las manos —le respondió Lily, preocupándose al ver que la chica empezaba a respirar muy irregular, agitada y nerviosa—. Tranquila Diana. Todo va a estar bien.

—Nos vestimos en el colegio sin ayuda —intervino Hermione rápidamente, comprendiendo la razón de la agitación de la chica al igual que Ginny—. Electra, Venus y Leto nos ayudarán a cambiarnos.

—Pero eso fue porque en ese momento no tenían quien las ayudara —dijo Sirius de pie junto a la puerta, mirándolas extrañado por su negativa—. Si Angelica no fuese celosa me quedaría a ayudarlas. —agregó con picardía, intentando bromear para calmarlas.

—¡NO! —gritaron las cinco a coro.

—Tranquilas, él sólo está bromeando —las intentó calmar Lily—. Ya sal del cuarto, Sirius, las estás poniendo nerviosas. —le ordenó en un tono que no admitía réplicas.

—Yo sólo bromeaba. Cálmense, ya me voy. —respondió el pelinegro retrocediendo con las manos arriba, en señal de rendición, sonriéndole conciliador a su amiga pelirroja que lo miraba con sus esmeraldas centelleando. Salió rápidamente y cerró la puerta, recostándose tras ella para oír, preocupado por dejar a su amiga sola con cinco desconocidas.

—Gea, Diana, Sirius ya ha salido del cuarto —les informó Lily—. No le hagan mucho caso. Es un bromista incorregible pero también muy respetuoso, no se hubiese quedado.

Las cinco chicas asintieron. Lo conocían bien, habían compartido con él bastantes cosas esos últimos dos meses. Aunque era con su versión adulta y no la juvenil, para ser más exactos, aquello las hizo dudar levemente. Las muertes de sus amigos y Azkaban lo habían hecho cambiar hasta donde sabían.

—Déjame ayudarte, Diana. —le pidió Lily acercándose a quitarle los botones de la camisa, extrañándose al verla sobresaltarse y retroceder asustada.

—No, por favor. —suplicó Angela al borde del llanto. Había estado muy nerviosa desde que llegaron a esa casa y esa situación la estaba sobrepasando.

—Tranquila. No te pongas así —le dijo Lily preocupada—. Yo no te lastimaré. Tendré mucho cuidado —Al verla denegar de nuevo y retroceder hasta tropezar con la mochila al pie de la cama y caerse se asustó—. ¡Diana! —rápidamente se agachó para ayudarla a incorporarse con Jessica y Ginny, que habían llegado junto a ellas.

—¿Podría por favor ayudar a Gea y dejar que seamos Electra y yo quienes la ayudemos a ella? —le pidió Ginny, al notar que Angela intentaba evitar que la tocasen y respiraba agitadísima.

—¿Por qué se pone así? ¿Qué le pasa?

—Está aterrada —respondió Jessica, preocupada por la agitación de su prima—. Por favor.

—Cálmate Diana. Iré con Gea. Venus y Electra te ayudarán a ti. —le prometió Lily para calmarla, mirando interrogante a la menuda pelirroja que le esquivó la mirada. Se giró hacia la de ojos miel y notó que también evitaba su mirada. Se levantó y se alejó hasta Hermione, que estaba junto a Luna, agitada también.

La rubia se quedó con la castaña, sacando la ropa de la mochila de ésta, mirando nerviosa a sus amigas.

Jessica ayudó a Ginny a levantar a Angela del piso, lastimándose las tres entre ellas pero emitiendo sólo pequeños quejidos. Le susurró al oído que se calmase para que no se le presentase una crisis respiratoria. La llevó con Ginny hasta sentarla en la cama y empezaron a desvestirla con cuidado. Al ver su espalda tragó saliva y miró interrogante a su amiga pelirroja que denegó, señalándole con la cabeza a Angela. Asintió y no comentó nada pero sus ojos se llenaron de lágrimas. Ahora entendía las extrañas evasivas de su prima en varias ocasiones, recordando cuando su tío le habló de lo ocurrido en el orfanato.

Lily desvistió con cuidado a Hermione, atenta a los movimientos de las otras tres, tapándose la boca al ver las cicatrices en la espalda de Angela por medio de un espejo en el que no repararon Jessica y Ginny.

Luna al ver su gesto se giró a mirar a sus amigas, llenándosele los ojos de lágrimas que contuvo con dificultad. Terminó de quitarse la camisa, cuyos botones le había soltado Lily, cambiándose de ropa con gestos de frustración. Evitó mirar de nuevo a la mamá de su amigo para no tropezar de nuevo con su mirada inquisitiva.

Lily tragó saliva y siguió cambiando a la castaña. Ahora comprendía en parte las reacciones de la chica, lo que la hizo pensar en el nerviosismo y el silencio de los chicos cuando había dicho aquello sobre devolverlos con sus familias. "¿Quiénes son? ¿Qué le ha pasado a Diana? ¿Estarán los otros igual? La castaña a quien estoy ayudando no, aunque tiene algunas heridas recientes, al igual que la rubia que se nota frustrada y con ganas de llorar".

Recostó a la chica al terminar de cambiarla, le dio la poción para la fiebre y la de dormir. Luego se quedó de pie junto a Hermione. Miraba alternativamente a las otras tres, a través del espejo, y a la rubia.

Luna, sentada en la cama siguiente, se había tomado la poción para la fiebre pero no la otra. Miraba a sus amigas con sus ojos plateados llenos de tristeza.

Con bastante dificultad Jessica y Ginny lograron cambiar a Angela, que hacía lo posible por ayudarlas y calmarse, sin embargo seguía agitada. La menuda pelirroja se separó de ellas hacia la mochila de su amiga para buscar poción para los pulmones. Tenía que darle una dosis de ésa, además de la de bajarle la fiebre que tenía en la mesita junto a la cama, y hacerla dormir con el hechizo.

Al volver con la poción en la mano vio los ojos miel de su amiga mirando asustados algo. Al seguir la dirección de su mirada contuvo la respiración. Lily las miraba interrogante a través del espejo, mientras Luna las miraba con tristeza. Se giró rápidamente hacia ellas y les hizo señas con su mano vendada sobre sus labios para que guardasen silencio. Se aproximó a Angela y le dio a beber las pociones, recostándola luego con ayuda de Jessica que durmió a su prima al aplicarle el hechizo con su varita sin verbalizar.

—¿Gea? —preguntó Ginny.

—Ya se tomó las pociones. Está dormida —respondió Lily—. ¿Fue por esas cicatrices en su espalda que reaccionó así Diana?

Sirius, que escuchaba tras la puerta, se tensó.

—Sí —le respondió Ginny—. No recuerda lo ocurrido con claridad, pero… Por favor no le diga que las vio, es difícil para ella.

—¿Cuándo? ¿Quién? —preguntó Lily.

—Unos desgraciados en un orfanato —respondió Ginny mirando a Luna, que bajó la cabeza y denegó con frustración, abrazando la menuda pelirroja a Jessica que ya no pudo contenerse y empezó a llorar—. Recordó algo cuando la ayudé a vestirse en la enfermería. Por lo que pude entenderle mientras sollozaba tendría alrededor de ocho años.

»Me costó mucho calmarla mientras le cambiaba los vendajes de sus ojos y le daba la poción de color verde grama para sus pulmones. No quiere que nadie se entere de las cicatrices en su espalda hasta que logre recordar más. Está muy asustada, por favor no le pregunte nada. Cada vez que se agita se resiente su ritmo respiratorio. Cálmate Electra, ella estará bien.

Luna, Jessica, Hermione, George, Fred, Harry, Neville y Ron sabían que había llorado porque consideraba que les había fallado al no detener totalmente los efectos de las protecciones del horcrux. Les costó mucho tranquilizarla.

—¿Tú le cambiaste los vendajes de sus ojos? —le preguntó Lily desconcertada.

—Me dijo que le dolían por las lágrimas de su llanto —se encogió de hombros—. No sé cómo o porqué pero tengo conocimientos de medimagia, al igual que Electra.

—Cuando comenté antes sobre devolverlos con sus familias se tensaron los diez. ¿Fue por las cicatrices de ella? —preguntó Lily, tragando saliva al verlas bajar la cabeza.

—Nosotros la oímos sollozar y hablar con Venus —le respondió Luna, dispuesta a seguir con la mentira de la menuda pelirroja, encubriendo sus verdaderos motivos—. No hemos querido pensar en… Esto es complicado.

—Tranquilícense chicas —les dijo Lily avanzando hacia las dos que estaban de pie, sintiendo unas enormes ganas de abrazar maternalmente a los diez chicos y protegerlos—. Jamás los devolveríamos con alguien que les hiciese daño. Permítanme que las ayude a cambiarse y darles las pociones para que descansen y se recuperen.

Las dos asintieron y la dejaron ayudarlas, pues sus manos y brazos les dolían bastante por las lastimaduras involuntarias que les había provocado Angela mientras la levantaban del piso y la cambiaban. Luego de tomarse las pociones se quedaron dormidas, agotadas por la fiebre, la tensión nerviosa que habían vivido hasta ese momento y la angustia de pensar en la situación que tendrían que manejar hasta que pudiesen irse de allí. De no ser por la poción para dormir sin soñar habrían pasado la noche desveladas.

Luna tomó el vaso con poción para dormir una vez que vio a todas sus amigas dormidas, pensativa por la situación tan difícil en la que estaban.

Cuando Lily abrió la puerta se encontró a su esposo y sus dos amigos muy tensos, mirándola interrogantes. Comprendió que habían escuchado lo hablado con las chicas y estalló en llanto, abrazándose a James.

—Las cinco tienen algunas heridas en sus cuerpos, aparentemente recientes, curadas. Pero la espalda de la chica que llaman Diana… —les contó entre hipidos—. ¡Por Merlín! ¿Quién le hizo eso? ¿Quiénes son? ¿Por qué están así?

—Los chicos también tienen heridas recientes. La de uno de ellos parece ser bastante seria por el ungüento que deja traslucir el vendaje. —les reveló James a su esposa y a Sirius, que bajaron las cabezas denegando levemente.

—Apenas regrese Jennifer le pediré que los examine —dijo resuelto Remus—. El que nosotros cuatro estuviésemos presentes a su llegada les ha producido mucho nerviosismo, además que se han estado lastimando entre ellos sus quemaduras en su esfuerzo por ser autosuficientes como grupo.

Sus tres compañeros asintieron.

Pero Jennifer y Angelica no llegaron solas. Dumbledore llevó con él a Madam Pomfrey, acompañando a sus hijas. Escucharon los comentarios, preguntas y reclamos de los cuatro que se habían quedado con los chicos sobre sus cicatrices. El director logró calmarlos para que les contasen todo lo ocurrido, se quedó unos minutos en silencio, pensativo y luego les pidió que se sentasen.

—Tenemos que hablar —les indicó y se sentó con el ceño fruncido. Cruzó los dedos, pensativo, ordenando sus ideas. Vio a los siete ya sentados a su alrededor observándolo expectantes, suspiró y comenzó—. Hay varias cosas desconcertantes en estos diez chicos, pero particularmente dos me tienen bastante inquieto.

»La primera es que aparecieron en mi oficina los siete que están más lastimados, justo cuando daba comienzo el eclipse solar de hoy, mientras los otros tres aparecieron en la enfermería justo antes que finalizase, cuando nadie puede aparecerse dentro de los límites de Hogwarts —Aquello les hizo enarcar las cejas a sus acompañantes, que hasta ahora pensaban en ese detalle, pues lo conocían pero no lo habían analizado—. La segunda es su comportamiento tan maduro y controlado en la situación tan difícil que están viviendo, con las edades que tienen. —Todos fruncieron el ceño ante esas palabras, pues todos habían pensado en ello.

—¿Le dijeron quiénes son? —preguntó Madam Pomfrey. Le extrañaba que el director no mencionase los detalles que, estaba segura él también había notado, habían dejado escapar siete de los chicos cuando recuperaron el conocimiento.

—No Poppy. Ellos no lo saben. En tu caso y en el mío reconocen nuestras voces y rostros como conocidos, pero no recuerdan el porqué. Según me dijeron en una pequeña reunión que sostuve con ellos en mi despacho, justo antes de venir a esta casa, sus recuerdos son muy confusos. No saben cómo llegaron hoy a Hogwarts, dónde estaban, o quiénes son.

»Recuerdan que cuatro de ellos estaban al frente y tres atrás, cuando avanzó hacia ellos algo que me describieron como una gran esfera morada, salieron volando por los aires, sintieron un dolor muy intenso y que caían unos sobre otros, perdiendo en seguida el conocimiento. Los otros tres tienen un recuerdo impreciso sobre llegar a un sitio oscuro buscando a los otros siete, sentir que algo los envolvía y lastimaba, apareciendo luego en la enfermería, débiles y quemados.

—Pero si los reconocen a ustedes dos… ¿Cómo es que no sabes quiénes son ellos, Albus? —preguntó James intrigado.

—Porque ni Poppy ni yo los reconocemos a ellos.

—Pero eso no es posible. —replicó Sirius sin comprender.

—A menos que… —empezó a plantear el castaño dudoso, deteniéndose pensativo.

—¿Qué, Remus? —preguntó James.

—A menos que vengan de algún punto del futuro. —respondió Lily.

—¿Qué? —preguntó Jennifer desconcertada.

Angelica abrió mucho los ojos, mirando a su padre interrogante. "Si uno eso con la extraña conversación que sostuvimos Jennifer y yo con papá antes… eso significa problemas en grande".

—Exacto —la apoyó Remus—. Eso explicaría que los reconociesen a ellos dos pero no a la inversa.

—También su aparición dentro de los límites del colegio. Estudiarían en Hogwarts en el futuro —siguió meditativa Lily—. En el Departamento estamos estudiando algunas cosas… interesantes.

Todos la miraron extrañados. Ella, desde que un mes atrás se había graduado como inefable y había ingresado al Departamento de Misterios en el Ministerio, jamás comentaba nada de su trabajo, ni siquiera con James.

—Esa es una posibilidad, pero existe otra —aportó James, pensando como el auror que era—. Podrían ser de Irlanda o cualquier país con nuestro idioma, ir a otro colegio pero saber de Albus y haber sido atacados por mortífagos de Voldemort, usándolos como conejillos de indias para averiguar una forma de penetrar las defensas de Hogwarts.

—O peor aún —siguió Sirius su idea con un semblante muy serio—. Ser mortífagos novatos y que los hayan usado para esto como parte de su entrenamiento, tanto para encontrar una forma de entrar al colegio como para acercarse a Albus. No sabemos si es cierto que no tienen recuerdos y las heridas en ellos, sumado a las cicatrices en la espalda de la chica… conociendo a mi dulce familia… Podrían ser hijos de mortífagos, entrenados para hacer esto.

Dumbledore los escuchaba atentamente, evaluando todas las posibilidades que sus ex alumnos estaban planteando, uniendo a aquellos sus recuerdos, sus percepciones y las de sus hijas como Dunedains, pensativo.

—Ustedes vieron sus rostros al llegar ellos a Hogwarts, mientras los curaban. ¿Nos pueden decir algo que nos ayude a averiguar quiénes son? —preguntó Remus.

La enfermera miró interrogante al director, pues cada vez que intentaba recordar sus rostros para hablar se sentía confusa y mareada.

—La voz del joven que se hace llamar Marte es idéntica a la de James, como seguramente ya notaron —empezó a responder el director—. Tiene el pelo negro y los ojos verdes —Frunció el ceño al sentirse mareado y suspiró, enfocándose. "El mareo en la enfermería, claro. No me esperaba que la chica tuviese el don con tanta fuerza. De no ser por los recuerdos sobre mis cavilaciones en la enfermería y el pequeño bloqueo que le puse justo a tiempo…"

»El joven más alto, con la voz similar a la de Fabian Prewett, es pelirrojo, pecoso y de ojos azules. El joven de ojos castaños y pelo también castaño, es de tez blanca. Los otros dos jóvenes pelirrojos y de ojos azules son también pecosos, siendo gemelos idénticos —Asintió al ver a sus dos hijas y sus dos yernos susurrar un "¿Qué?" apenas audible—. La joven más bajita, menuda, pelirroja y de ojos color castaño, es también pecosa. La de ojos plateados y rubia tiene piel blanca. La castaña que ayudó Sirius durante la comida, es blanca y de ojos castaños. La joven de pelo negro con problemas de salud es blanca y de ojos grises. La de ojos miel y el pelo también color miel tiene la piel blanca. —finalizó mirando a Remus, desviando la mirada hacia James al verlo fruncir el ceño e interrogarlo con la mirada.

—¿Algún rasgo distintivo que nos ayude para investigar en la oficina? —preguntó Sirius, que había visto a James tomar notas apresuradas en un trozo de pergamino. Además que el color del pelo de las chicas ellos ya lo habían visto, pues en todas sobresalía de los vendajes.

—Sólo Poppy y yo hemos visto sus rostros —le contestó intranquilo, girándose a mirar a la enfermera—. Estoy seguro por las reacciones de ellos que hubiesen hecho lo imposible porque ni siquiera nosotros los hubiésemos visto —Los miró de uno en uno, deteniéndose en James y el pergamino—. Les voy a pedir que por ahora más nadie sepa de estos chicos. Entiendo que quieran investigarlos, pero… Ni en el Ministerio, ni en San Mungo, ni en ninguna otra parte deben enterarse de su llegada al colegio.

—¿Por qué? —preguntó extrañado James—. No sabemos si dicen la verdad. Podrían ser mortífagos encubiertos y de ser así nos estás atando de manos para averiguarlo a tiempo.

—Y si dicen la verdad, tampoco podremos ayudarlos a investigar quiénes son. —agregó Lily, mirando extrañada al director.

—Además, las reacciones de la chica rubia y la de ojos miel a las cicatrices en la espalda de la de pelo negro, por lo que nos dijo Lily, da a entender que aún entre ellos guardan secretos —completó muy serio Sirius—. Sin embargo guardaron silencio y apoyaron lo que decía la menuda pelirroja. Eso no es un comportamiento normal, Albus. Si no investigamos podemos estar metiendo aquí en casa de Lily a alguien que puede lastimarla.

Jennifer y Angelica permanecieron en silencio, mirando interrogantes a su padre. Aquello no les gustaba nada pero esperarían como él les había pedido.

—También sospecho que saben más de lo que dicen. Pero sus quemaduras son reales, al igual que la ceguera de cuatro de ellos y sus miedos —les respondió el director serio, aunque su tono de voz era sereno con un leve tinte de preocupación—. Si son viajeros del tiempo o conejillos de indias de mortífagos, son víctimas de un ataque que les pudo haber costado la vida. Están seriamente lastimados y en este momento necesitan ayuda, no preguntas.

»Si son hijos de mortífagos… Puedo estar equivocado, pero en ese caso intentaban huir de sus familias y por lo tanto tienen un problema muy serio que justificaría su silencio sobre quiénes son. Podría haber otras posibilidades, pero todas son muy complejas. En cualquier caso no les he dicho que no investiguen, sólo les he pedido que sean muy discretos en cuanto a ellos. Podríamos advertir a quien los lastimó sin saberlo y poner en peligro sus vidas.

Se detuvo, mirándolos muy serio, dándoles tiempo para que asimilasen lo que había dicho.

—Por los exámenes que le hizo Poppy a la chica que se hace llamar Diana, además de lo que hemos observado y discutido sobre su respiración cuando se agita… El diagnóstico de Poppy me parece que es, lamentablemente, acertado. La chica además de su problema de nacimiento en el sistema nervioso, que no permite calmarle el dolor físico ni ayudarla a dormir con pociones, tiene un severo daño pulmonar relacionado directamente con su estado nervioso hasta donde hemos visto, producido probablemente por algún tipo de maldición.

Los seis que se estaban enterando abrieron mucho los ojos y contuvieron el aliento. Cuando Jennifer reaccionó e iba a preguntar sobre eso su padre la detuvo con un gesto de su mano.

—Por la poción extraña que la chica lleva en su mochila en varios envases, y otros tres de los jóvenes, me parece que esto tiene algún tiempo y que intentan contener su problema, pues no puede ser curado hasta donde sabemos. Indiferentemente de quienes sean no podemos generarle un estado de ansiedad que la lleve a sufrir una crisis respiratoria, pues podría incluso morir —Madam Pomfrey asintió—. Es por ello que seguirá siendo Poppy quien les haga las curas, para que no se inquieten porque ustedes vean sus rostros. Es por eso también que intentaremos no presionarlos demasiado con preguntas, aunque seguiremos investigándolos por otros medios para saber quiénes son.

—Albus, ellos están ahora profundamente dormidos y no se enterarían. ¿Podríamos subir con Poppy y ver sus rostros? —preguntó James después de diez minutos de tenso silencio en la sala.

El director se quedó viéndolo fijamente, gratamente sorprendido por la firmeza con que James le sostenía la mirada. Para el joven auror no era fácil aquella situación. Había aceptado recibir en su casa a diez desconocidos en una situación absolutamente irregular, estando el mundo mágico en guerra y con su joven esposa embarazada de pocos meses, sabiendo que su familia estaba siendo perseguida hasta el exterminio por un mago que estaba demostrando ser terrible y valerse de cualquier cosa para alcanzar sus objetivos.

—Podemos subir e intentarlo, James, pero… Vamos, así saldré de dudas acerca de una sospecha que tengo. Pero quiero que estemos claros en algo, si no logramos entrar a las habitaciones y eso te incomoda me darás hasta mañana para llevármelos a otro lugar —Al ver las expresiones de extrañeza de los seis suspiró y se explicó—. Entiendo que es difícil la situación estando en guerra, pero como ya les he dicho me preocupa la salud de la joven Diana.

»Supongo que los otros chicos saben de su problema y estarán alertas, por lo que sospecho que pondrán barreras para dormir. Por otro lado, si es cierta la hipótesis de un viaje involuntario en el tiempo, podrían ser familiares de ustedes o algunos conocidos nuestros y debemos comprender que no responderán nuestras preguntas con sinceridad. Debemos ser muy cuidadosos.

Los seis asintieron conformes, subiendo con sus dos acompañantes. Intentaron entrar primero al cuarto en el que dormían las chicas pero sólo logró entrar Madam Pomfrey, cerrándose la puerta tras ella. Después de varios intentos con hechizos diversos para quitar el bloqueo desistieron y se dirigieron al de los chicos, consiguiendo la misma barrera.

—Hazles una revisión, Poppy, mientras hablo con ellos. —le pidió el director a la enfermera.

—Albus, esto no es normal —comenzó muy serio James, mientras la enfermera entraba al cuarto de las chicas con el maletín que llevaba consigo—. No sólo se han atrevido a hacer esto en mi casa sin consultarme, sino que el tipo de bloqueo que han puesto es muy fuerte. Eso no es normal en chicos que no tienen edad de haber terminado sus estudios, o apenas de haber empezado otros como los que has dicho que son gemelos.

El director lo miró y suspiró. Ese bloqueo era tan fuerte que sólo podía ser derribado con hechizos de Magia Antigua, que él como Dunedain conocía. Estaba seguro que había sido la chica de pelo negro. Miró a sus hijas, cuyos ojos aguamarinas centelleaban en espera de una explicación.

—Mañana en la mañana vendré por ellos y los llevaré a otro lugar. —afirmó decidido, con un leve dejo de frustración en el tono de su voz.

—Pero ellos ya habrán estado aquí y tal vez hayan hecho algo para darle acceso a mortífagos. —protestó Sirius molesto.

—Pondré protecciones adicionales después de interrogarlos, además de borrarles sus recuerdos sobre ustedes y este lugar.

—Eso podría no ser suficiente, papá. —explotó Angelica molesta.

—Les pido que por favor confíen en mí. Ellos no los pondrán en peligro. De hecho no querían venir aquí, sólo lo hicieron porque no tenían otra opción. Bloquearé la casa para que nadie tenga acceso a ella desde este momento a menos que tú lo consientas, James, y me los llevaré en la mañana.

—¿Qué nos ocultas, Albus? ¿Por qué confías en ellos? —preguntó el pelinegro de ojos avellana con el ceño fruncido.

El director se quedó mirándolos a los seis, se detuvo en sus hijas y suspiró. Les hizo señas para alejarse hacia el otro extremo del pasillo y empezó a caminar mientras pensaba en lo que les diría. Al llegar al otro extremo se giró y mirándolos se decidió.

—Sólo ustedes cuatro saben de los Dunedains, por la desobediencia de Aragorn ante la insistencia de Angelica —les dijo en voz baja, suspirando al ver la extrañeza en los rostros de sus cuatro ex alumnos y la sorpresa en el de sus dos hijas—. Su hermano tiene secretos con Luthien y hasta con Mithrandir, pero no conmigo.

—No entiendo qué tiene que ver la visita de Aragorn, Eowyn, Arwen y Faramir en navidad con esto, Albus. —planteó con curiosidad James.

—Cuando esos siete chicos aparecieron en mi oficina pude percibir una gran perturbación en el continuo espacio tiempo alrededor de ellos, que no sólo les permitió el acceso a Hogwarts, a mi oficina, sino que era mucho más fuerte alrededor de la chica de pelo negro —respondió al planteamiento de James, pues confiaba en los Potter como lo había hecho Aragorn—. Por lo que percibí, ese errático comportamiento de la energía se debía a un choque entre hechizos muy fuertes y escudos hechos por alguien con conocimientos Dunedains para frenarlos.

—¿Qué? —preguntó asustada Jennifer.

—Esa perturbación se iba cerrando alrededor de ellos siete, agitándose cuando aparecieron los otros tres en la enfermería, cesando junto al eclipse solar, generándoles un bloqueo tan fuerte a los diez que les es imposible viajar en el tiempo con hechizos, giratiempos o cualquier otra forma.

—¿Y la barrera mental que los rodea? —preguntó Angelica de nuevo, pues cuando lo hizo en el colegio su padre se había negado a responderle.

—La puso la chica de pelo negro poco después de despertar, luego de reconocer mi voz y la de los tres que llegaron después. Supongo que sabe que soy Dunedain y no quiere que intente investigar por otros medios.

—Pero eso no es precisamente un dato para confiar. —opinó Remus serio.

—Está muy débil, apenas si logra mantener la barrera mental, no puso la emotiva —les explicó. Al ver la expresión interrogante de cinco de ellos suspiró—. Los diez están muy asustados y angustiados. Su confianza en mí es sincera y… por alguna razón también en ustedes seis, pero… Coincido más con la teoría de Lily y Remus que con la de James y Sirius. Vienen de algún punto del futuro, pero le agregaré que no por voluntad propia y están atrapados aquí hasta que consigan derribar el bloqueo. Están heridos, confundidos y asustados. Intentaron huir de la enfermería y estoy casi seguro lo intentarán de nuevo, pues no querían tener contacto con nadie.

—Pero son demasiado jóvenes para lo que estás diciendo, papá. Ese tipo de barreras y el conocimiento sobre viajes en el tiempo está limitado por las leyes Dunedains. —intervino Angelica asustada.

—Lo sé. Yo tampoco lo entiendo. Por las heridas que les consiguió Poppy y que ustedes me han ratificado hace poco… —Suspiró—. Cuando hablaron en mi oficina la chica de pelo negro les hizo saber a los otros que estaban atrapados en esta época, lo que los hizo ponerse muy nerviosos. No querían venir aquí, pero al parecer no están muy seguros del sitio al que pensaban ir al huir de la enfermería. Por lo que me ha dicho Poppy de sus quemaduras y los pulmones de la chica, además de lo que le consulté a Mithrandir sobre un viaje en el tiempo involuntario… Durante un período de al menos quince días pueden tener serios problemas de salud, especialmente los cuatro que están más quemados.

—¿Le preguntaste al señor Mithrandir sobre ellos? —interrogó Jennifer.

—No abiertamente. La chica nos puso un bloqueo muy especial. Poppy no puede hablar de ellos con nadie, por eso su expresión confusa cuando nos preguntaron por ellos antes de subir. A mí me ha bloqueado de tal manera que no puedo recordar sus rostros con claridad, ni hablar abiertamente de ellos con casi nadie.

—Y me imagino que entonces habrá hecho algo similar con nosotros. —consultó Sirius al director, rodando los ojos al verlo asentir.

—Hace rato dijiste que la chica estaba muy débil para poner la barrera… la de los sentimientos —consultó Lily a Albus, siguiendo al verlo asentir—. También dijiste que a duras penas lograba mantener la mental. ¿El tenerla puesta la perjudica?

—Sí. —respondieron a coro el director y sus dos hijas.

—Mortífagos no son, al menos la chica no lo es. —opinó muy serio James.

—Tienes razón. Si está entrenada como Dunedain para hacer todo lo que han dicho… con lo que nos explicó Aragorn… —lo apoyó Sirius, aunque aún tenía sus dudas—. Pero no me explico las cicatrices de su espalda. Pensé inicialmente en unos padres similares a los míos.

Angelica tragó saliva al oírlo.

—Por lo que me dijo Poppy tienen muchos años, lo cual coincidiría con lo dicho por la menuda pelirroja. —agregó el director.

—Podría haber estado con alguien como tus padres de niña y luego haberse escapado y logrado entrenar con Dunedains. —opinó Remus.

—No sé que nos ocultan pero Albus tiene razón, necesitan ayuda —dijo Lily pensativa, consultándole a su esposo con la mirada—. Estaba aterrada, James.

—Se quedarán aquí —aceptó al ver la petición en los ojos esmeraldas que tanto amaba—. Pero quiero que hables con ellos sobre el bloqueo en las puertas, Albus. Quiero que lo quiten y que hablen conmigo sobre lo que harán mientras permanezcan aquí. No puedo admitir que hagan cosas como ésas sin consultarlo con Lily o conmigo.

—Mañana a primera hora lo haré.

—Habla con Diana para que quite la barrera mental, papá. Si la mantiene más tiempo es muy probable que se debilite mucho y se le presente una crisis respiratoria de la que no puedan sacarla sus amigos con la poción ésa. Angelica y yo no intentaremos averiguar nada de ellos con nuestros conocimientos como Dunedains.

—Lo hablaré con ella. —aceptó sonriente al ver a la más rebelde asentir.

—Profesor Dumbledore —lo llamó Madam Pomfrey al salir del cuarto de los chicos, esperando a que llegase junto a ella con las tres parejas—. Diana tenía la herida reciente de la espalda reabierta, probablemente por la caída de la que habló Lily, además de resentidas algunas quemaduras en sus brazos y manos al igual que Electra y Venus. Sus compañeras no se dieron cuenta que la de la espalda se había reabierto probablemente porque el vendaje más externo estaba intacto, pues la sangre la absorbió el cercano a su piel.

»Tienen aún fiebre los diez y sus organismos muy débiles. Me preocupa que la temperatura es más alta que cuando los examiné, antes que se pusiesen esas ropas e intentasen escaparse de la enfermería.

Lily bajó la cabeza y denegó levemente, sintiéndose culpable de las lastimaduras que habían sufrido las tres chicas. Le sonrió agradecida a su esposo cuando éste la abrazó y le dio un suave y tranquilizador beso en la cabeza.

—Mañana en la mañana vendré a hablar de nuevo con ellos —les dijo el director, que había estado muy silencioso y pensativo—. Les diré que regresé con Poppy porque los noté muy tensos y que ella los examinó y curó a solas, mientras yo hablaba con ustedes seis. Quiero que sólo nosotros ocho sepamos por ahora de ellos, por lo que necesitaré de la ayuda de ustedes seis para investigarlos lo más sigilosamente posible. Tengo mis razones para sospechar que es cierto su viaje en el tiempo pero no quiero descartar otras posibilidades —fingió opinar por la presencia de la enfermera—. Poppy está haciendo lo que puede para averiguar cómo ayudar a Diana con sus pulmones.

—Sirius y yo investigaremos sobre ellos sin despertar sospechas en el departamento —dijo James decidido—. Angelica, Jennifer y Remus podrían preguntarle a Moody y a conocidos en el hospital de manera discreta. —completó mirando a sus amigos, sonriendo al verlos asentir.

—Yo estaré al pendiente de ellos, tanto para evitar que vuelvan a lastimarse sus quemaduras, por indicaciones de Madam Pomfrey, como para intentar averiguar algo más sobre ellos de forma sutil. Aunque le daré prioridad a su tranquilidad para que se puedan recuperar. —informó muy firme Lily.

—Le diré a Peter que Angelica, Jennifer, Sirius y yo nos hemos venido a acompañar a Lily y James unos días —intervino Remus—. La presencia de Angelica aquí le quitará las ganas de aparecerse sin avisar, luego de su charla con Sigfrida Rosier.

Albus miró interrogante a su hija, denegando con el ceño fruncido al ver su expresión ante la palabra "charla", imaginándose que no había sido amistosa.

Sirius y James miraron a su amiga impulsiva y sonrieron al ver la forma en que miraba a la pelirroja de ojos verdes.

—Lo cual será cierto —afirmó Angelica con una sonrisa pícara, haciendo rodar los ojos a Lily que sospechaba los motivos—. En un rato regresamos aquí con nuestras maletas. Sirius y Remus nos ayudarán a traerlas.

—Pero… —intentó protestar Lily.

—Aunque cada vez me inspiran menos desconfianza, igual no pienso dejarte sola en casa con diez desconocidos cuando yo no pueda estar. —la interrumpió con firmeza James, evitando con su argumento que la furia pelirroja de ojos verdes se desatase.

—Será lo mejor. —apoyó el director, sorprendiendo a Madam Pomfrey pues hasta donde ella sabía la pareja Black y la pareja Lupin no habían formalizado.

—En cuanto a Alice y a Frank… les diremos que Lily necesita reposo por unos días —dijo pensativa Jennifer—. Estoy segura que no se molestarán. Alice también necesita el descanso y la señora Longbottom le ha estado insistiendo a Frank en ello.

—Deben ayudar a los diez chicos para que no vuelvan a lastimarse las quemaduras o tardarán mucho en sanar. —les insistió la enfermera.

—Buscaré un hechizo que leí alguna vez para cambiarse de ropa. —comentó Lily pensativa.

—¡La broma quinientos cuarenta y uno! —exclamó con aire triunfal Sirius. Se arrepintió un segundo después al ver la mirada de su antiguo director, bajando la cabeza.

—Así que sí fueron ustedes los que vistieron tan vistosamente a los alumnos de Slytherin hace cuatro años —afirmó el director con tono levemente recriminatorio, reprimiendo con dificultad una sonrisa al ver a James y a Remus mirar a su compañero de tretas enojados mientras sus hijas se tapaban las bocas para no reírse y Lily fruncía el ceño al igual que la enfermera—. Me parece, Sirius, que deberán enseñarles ese hechizo a Angelica, Jennifer, Lily y los seis jóvenes que pueden ver.

—Así lo haremos, Albus. —le respondió con seriedad Remus.

—Si llega a presentarse cualquier inconveniente aquí, o pueden averiguar algo, avísenme de inmediato al colegio —les pidió muy serio—. Poppy vendrá de nuevo mañana después de la hora de la cena a curarlos.

—Sí. —respondieron los seis a coro.

—¿Por qué no le entregas unos pergaminos con el relato de todas las travesuras que hicimos mientras estábamos en el colegio? —le preguntó Remus molesto a Sirius, un minuto después que la enfermera y el director desapareciesen por la chimenea de la sala.

—No fue intencional, Lunático, ya sabes que Canuto es muy impulsivo.

—Sí, Cornamenta, pero en estos dos años nos ha delatado varias veces, lo que no hizo jamás en el colegio.

—Eso es porque papá ya no puede castigarlos. —afirmó con mucha seguridad Angelica, abrazando a su pareja y dándole en seguida un beso en la mejilla.

—Lo siento Lunático —se disculpó Sirius—. Desde que esos chicos aparecieron por esa chimenea he estado muy nervioso. No sé como explicarlo, pero... Es como si ellos nos conocieran y nosotros a ellos no.

—Ahora que lo dices, Canuto, yo he tenido la misma sensación.

—Igual yo. —los apoyó James.

—¿Qué haremos con ellos el lunes cuando vayamos todos a trabajar? —preguntó Lily, agregando rápidamente al ver la expresión del rostro de su esposo—: No pediré permiso en mi trabajo, James. He entrado hace muy poco tiempo y ha sido una suerte que me considerasen apta para hacerlo, siendo de tan reciente egreso de La Academia de Aurores. Ya te dije que me siento mejor desde hace unos días. Además es sólo de medio tiempo.

—Traeremos a Dotty y a Wykers con nosotras —intervino Angelica—. Ellos ayudarán a Idun y Tyr a cuidarlos y vigilarlos.

—De acuerdo. —aprobó James mientras miraba ceñudo a su esposa.

—Vamos por las maletas y regresamos en un rato. —dijo Remus, haciéndoles señas a su pareja y los otros dos para que saliesen de allí rápido, previendo la tormenta que estallaría entre los Potter en unos minutos.

Cuando regresaron media hora más tarde los escucharon discutiendo en la cocina, por la insistencia de la pelirroja en seguir en el trabajo hasta tener siete meses de embarazo. Se miraron, suspiraron y subieron a acomodarse en las habitaciones en que se quedaban eventualmente a dormir allí, enviando a los elfos a dormir en la habitación cerca de la despensa que usaban Idun y Tyr.