¡Oló! :D He llegado, al fin, a publicar mi fic #13! Y bueno, recalco el 13 porque ése número siempre me ha perseguido misteriosamente xD Así que en vez de huirle me uno a él :3

Éste es un fic detectivezco, Draco/Hermione...Bueno, no tiene mucho romance, pero me ha gustado mucho. Lo publico porque no quiero que se quede guardado ahí, en mi computadora.
Espero les agrade y dejen reviews, recuerden que una Malfoy con reviews es una Malfoy feliz y por lo tanto, un mundo a salvo. Así que salven el mundo y dejen reviews. :3

Disclaimer: ...Ya...¬¬ Ya saben que nada es mío, ¿Para qué lo vuelvo a escribir? Sólo la idea loca. Punto. C'est fini!


La luna de Baroda
- Parte I-

El brillante sol de mediodía entraba por la ventana de su despacho en el Ministerio, descomponiéndose en miles de brillos multicolores sobre el cristal del escritorio. Suspiró, y le dio otro trago a su té. Ella disfrutaba realmente de ésos días de paz y tranquilidad, los cuales no abundaban en su trabajo.

Justo en ése momento, se abrió la puerta de golpe, y Lisette, su secretaria, entró apurada.

- Hay un caso urgente, señorita. – dijo la chica, ofreciéndole un fólder con mano temblorosa – Le va a encantar. Es el misterio del día. Que digo del día… ¡Del año! y quieren que usted lo resuelva.

La investigadora abrió el fólder y comenzó a leer sin prisa. Pero, conforme sus ojos repasaban el texto, se comenzó a erguir en su asiento.

- Lis, avísele al ministro que necesito reunirme con él.

- Enseguida señorita. ¿Para cuándo pido la cita?

- Para ahora mismo. – dijo, mientras tomaba su gabardina y salía corriendo del despacho.


- Es que no es posible, Kingsley.

- Lo sé, Hermione. Por eso te necesitamos. Sólo tú podrías ayudarnos en esto.

- ¿Ya le avisaste a Harry? – dijo ella, mientras comenzaba a hacer mentalmente su itinerario de investigación.

- Sí, pero está en Australia, dijo que vendría lo más pronto posible.

- Eso me suena a "no inmediatamente".

-Lo sé. Por eso es tan urgente que…

- Te aviso cómo van las cosas – dijo la castaña mientras salía del despacho.

Sería un escándalo. Ya podía verlo en el encabezado de El Profeta: "Intrépido ladrón roba la bóveda mágica del Museo de Historia de la Magia a plena luz del día. ¿Alguien ha visto a la Luna de Baroda?"

Bufó. Lo irónico era que no la había vaciado, sólo se había llevado ése diamante. De entre todas las cosas que había ahí, sólo ésa había tomado. Y ella podía entender muy bien el por qué.
Mientras caminaba hacia las chimeneas de salida del ministerio, recordó lo que había leído sobre el diamante hace algunos meses: de un hermoso color amarillo y 24.04 quilates, era una de las joyas más admiradas por los muggles, que lo habían obtenido porque un Maharajá se los vendió. Pero el que les dio a ellos era sólo un duplicado sin valor mágico. El diamante verdadero, el valioso diamante que se había robado, tenía una particularidad mágica que lo hacía realmente codiciable para cualquier mago que quisiera hacerse rico: podía multiplicar el dinero le ponías encima un galeón y aparecía dos más.

Pero ella no creía que lo hubiera robado un mago pobre. Tenía que ser alguien con recursos y el cerebro suficiente para romper los terribles controles de seguridad del Museo del que se lo habían robado, controles de seguridad que podían poner a temblar por su dificultad a cualquier auror, incluso a Harry. Así que, como investigadora, su primera parada debía ser el Museo.


- Fue un día común y coggiente – afirmó Monsieur David, típico francés, dueño del Museo, apareciendo con su varita las imágenes de seguridad del día anterior – mucha gente, ¿Sabe? Son vacaciones, y vienen tantos que…

- Comprendo – cortó la castaña – ¿tiene usted nombres de los visitantes que vinieron en éstas últimas dos semanas?

El mago le dio dos enormes libretas de registro. Pero cuando iba a voltear a verlas, Hermione captó algo en las imágenes que llamó su atención. Con un movimiento de su varita, repitió ésa parte.

- No es posible…

La adelantó y captó más rostros que anotó en su cabeza. Tomó las libretas y las leyó apresuradamente. Después de 15 minutos, cerró la segunda libreta, y volvió a releer la lista mental de nombres, sintiéndose de vuelta en Hogwarts, del que había salido hace 4 años.

Pansy Parkinson, Cormac McLaggen, Luna y su marido, Draco Malfoy y Blaise Zabini.

¿Qué torcido hechizo de Merlín los había reunido a todos ellos en ésas dos semanas, en los mismos días, mismas horas y mismo Museo?

- Monsieur David, necesito que me lleve a la bóveda.

La enorme puerta de metal abierta, dejando al descubierto los tesoros de su interior, hacía aún más rara la situación. Varios de los elementos de su departamento revisaban todo a su alrededor, pero el interior de la bóveda se lo habían guardado a ella.

- El diamante descansaba de exhibición ése día… Todos los hechizos de pgotección estaban activados, a pesag de que el diamante no estaba, es sumamente gago…Y nadie ha tocado absolutamente nada desde que el gobo ocuggió – dijo Monsieur David – Es toda suya – le dijo a modo de disculpa, y salió de la bóveda.

La bruja hizo un movimiento de su varita, pero como esperaba, ni una sola huella. Ejecutó otros hechizos de rutina, pero no hubo nada anormal. Ejecutó algunos más específicos, otros que eran de su invención, pero ningún rastro mágico apareció. El ladrón, además de ser muy listo, era un excelente mago.

- Eso dejaría fuera a Parkinson… -musitó, mientras revisaba con más cuidado la bóveda.

Pero ella sabía que no podía dejar fuera a nadie, y también sabía por qué los tenía de sospechosos a ellos.
Justo cuando examinaba la caja de cristal en la que había estado guardada la piedra, una colonia muy peculiar llegó a su nariz.

- ¿Qué hay, Hermione?

- No camines más, Harry - le ordenó – acabo de ganarme la lotería.

Hizo un último movimiento con la varita, y miles de pequeños puntos ambarinos, azules, rojizos y unos cuántos dorados aparecieron en toda la superficie del cristal. Tomó una cinta para tomar evidencia, y con la varita pegó los rojizos a ella. Volteó, y clavó su mirada en Harry, que la veía perplejo desde la entrada de la bóveda.

- ¿Ya tan rápido sabes quién fue?

- No exactamente, tengo una vana idea gracias a tu colonia. El ladrón usa una colonia de color rojo, y se le olvidó que todo perfume o colonia deja rastros. El rojo es el rastro más fresco entre todos los rastros de colonias y perfumes que los guardias del museo han dejado ahí. Además, el rojo no es usado comúnmente en lociones o perfumes baratos ni comunes, por lo tanto es el principal color sospechoso.

- Vaya…

- Venga Harry – dijo ella, jalando a su amigo del brazo – haremos unas cuántas visitas.


- Cada día los ladrones son peores – se quejó Pansy, con voz chillona – a mi hijo le han dejado tareas sobre el museo, y por eso fuimos tan seguido, es todo. Si necesitan verlas…

- Por favor. ¿En qué colegio estudia tu hijo? – le preguntó Harry.

- En un colegio preparatorio para Durmstrang… ¿Qué está haciendo ella? – preguntó la morena, viendo a Hermione, examinando la chimenea.

- Ehm…Ella…Bueno, tiene métodos distintos de investigar.

- Bien. No importa. Siempre ha sido rara. – dijo ella, dándole el cuaderno de su hijo a Harry. – También tiene ahí el programa de estudios, para que no haya dudas de la tarea y eso…

- ¿Qué perfume usas, Parkinson? – preguntó Hermione de pronto.

Pansy la miró, confundida.

- 'Joy', de Jean Patou.

Hermione afirmó, pensativa.


El viento les golpeó en la cara al salir de la enorme mansión.

- No es ella.

- ¿Cómo diablos sabes? Bueno, tiene buena coartada y los trabajos del niño si cuadran, pero es una ex-Slytherin, Herms. Hay algo de ambición en ellos, ¿sabes?

- No es sólo eso, Harry. No hay ni un solo libro en toda su casa. Ni una pintura histórica. Te puedo asegurar que odia los museos…Además, una mujer que usa un perfume tan caro y que no sabe ni siquiera lo necesario de historia no buscaría para nada ése diamante.

La elegante puerta que tenían frente a ellos se abrió al fin.


- Bueno, ¿A qué debo ésta visita tan…inesperada? – dijo Zabini, recostándose en su elegante sofá – no he cometido ningún delito últimamente, que yo recuerde.

- Bueno, ¿Te enteraste de lo del robo del Baroda, no? – dijo Harry.

- Ah, eso… -los ojos de Zabini brillaron - …Fue increíble, ¿No? Quien sea que lo haya robado es un genio. Es decir, pasar por la bóveda y todo eso…

- ¿Qué hiciste en cada uno de éstos días? – le cortó la castaña, dándole la misma lista de días que le había enseñado a Pansy. Zabini la leyó atento.

- Hmmmm…Si mi memoria no me falla, fui al Museo a buscar qué otro cuadro comprar, para mi colección, y…¡Hey! Esperen. ¿Creen que yo me robé el diamante? – soltó una carcajada – eso sí es divertido.

- No te negaremos que eres un sospechoso – dijo Hermione.

- Haga lo que guste conmigo, detective – canturreó Zabini, guiñándole un ojo. La castaña bufó – Pueden darme veritaserum si quieren, pero les aseguro que yo no lo hice. ¡Ojalá lo hubiera hecho! Ahorita estaría pudriéndome en dinero…Bueno, aún más de lo que estoy. Pero la verdad, gastar mi energía en todas ésas medidas de seguridad aterradoras no suena atractivo a mis delicadas orejitas.


- ¿Y bien? – interrogó Harry, mientras caminaban hacia la puerta de la mansión de los McLaggen.

- Tachemos a Zabini – dijo ella – él mismo lo dijo: le da flojera pasar por todas ésas pruebas de seguridad.

- Pudo mentir.

- Su voz no se elevó ni una octava más de lo normal en toda la conversación, ni siquiera cuanto me canturreó que lo violara si quería. – Harry rió al ver el gesto de su amiga – Además, la colonia que él usa no es rojo. Ya la conozco.

- Pero, Herms… - dijo Harry, tocando a la puerta de madera - …necesitamos sospechosos.

- Lo sé. De hecho, venimos a visitar al principal.


- Bueno, fui al museo a cultivarme un poco, ¿saben? –un nervioso Cormac le sonrió ampliamente a Hermione, la cual lo ignoró.

- Cultivarte… ¿Fuiste sólo?

-Así es, Harry. Aunque me encante la vida social y las fiestas y todo…Hay veces en que me gusta la soledad. Y los museos…Me agradan. Son tranquilos.

- En éstas épocas son todo menos tranquilos – atajó la castaña, que estaba examinando distraídamente la sala- Está atascado de gente por vacaciones.

Cormac guardó silencio un momento.

- …Bueno, sí. De hecho también me sorprendí de que estuviera lleno y...

- ¿Por qué no fuiste con tu esposa? – le preguntó ella. Harry la miro, curioso. ¿Cormac estaba casado? No había ni una foto de su boda o algo así en la sala.

Cormac la miró con una expresión que a Harry le recordó a Crabbe.

- … ¿Perdón?

- La marca más clara en tu dedo anular de la mano izquierda me lo dice. Te lo quitaste, Merlín sabe por qué – dijo Hermione, ignorando las caras sorprendidas de ambos.

- …Eeh…Sí… el anillo…me queda algo apretado y…- Cormac parecía aún más nervioso que al principio - …Bueno…Mi esposa está de viaje desde hace dos semanas, y no regresa hasta el Sábado de ésta semana. Está en una convención de curadores de arte.

- Vaya…

- ¡Pero…! – dijo él, como si hubiera recordado algo vital – ¡Estaba Draco Malfoy! Y también… creo que vi a Pansy Parkinson con su hijo, Luna Lovegood y su marido, y me parece que a Blaise Zabini me lo encontré dos días de los que fui.

- Ya lo sabíamos – cortó Hermione – Vámonos, Harry.

- Ehm... ¿No quieren quedarse a comer?

- Gracias Cormac, será otro día – musitó Harry, mientras se levantaba apresurado para ir tras ella.

Justo en la puerta, Hermione se volteó y clavó sus ojos chocolate en los ojos miel de Cormac.

- Cormac.

- ¿Sí? – contestó el mago, entre nervioso y emocionado.

- Perdona el cambio de tema, pero hueles muy bien. ¿Tu colonia…?

- Perfume, no colonia, perfume. Uno de los pocos que pueden ser usados por un hombre – dijo Cormac, con una sonrisa de presunción – es 'Poivre', de Caron. ¿Quieres olerlo más de cerca? –le dijo mientras le guiñaba un ojo.

Hermione bufó, y jaló a un sorprendido Harry de la manga.

- ¿Te diste cuenta de todo, Harry? – dijo ella, emocionada, justo después de aparecerse en una colina que a Harry le resultó muy familiar.

- Humm…La verdad, no. Sólo sé que no tiene fotos de su boda.

Hermione lo miró desaprobatoriamente.

- Cormac está en aprietos económicos fuertes, Harry. Mientras tú charlabas animadamente con él, yo examinaba todo. Todas sus cosas son caras, Harry, pero me di cuenta que casi todas tienen el encantamiento asegurador. Ése impide que puedas sacar las cosas del país, o que las vendas…Porque aún no las terminas de pagar.

Harry dejó caer la mandíbula de la impresión.

- ¿En qué momento tú las exami…?

- Eso no es todo – dijo ella – su esposa ha de ser muy ordenada y que sigue las reglas, porque toda la casa está en supremo orden. Por lo tanto, ella jamás hubiera permitido un robo.

- Entonces su mujer se va de viaje…

-…Y es la ocasión perfecta. A Cormac le encanta presumir. Tiene colecciones de objetos muy valiosos en los estantes. Tiene arte, pero sobre todo…tiene libros sobre joyería antigua, los vi. Y no tienen polvo como los otros, se ve que los ha estado leyendo últimamente. De hecho, reconocí muchos que yo ya leí, y en ellos hablan del Baroda. Su misma esposa es curadora de arte, el mismo lo dijo. Y trabaja en el Museo, pues tiene muchos libros sobre éste que no se venden al público, también sin polvo…Y por lo tanto él conoce muchísimo más del museo y su seguridad que la gente común.

- ¿Por qué diablos no dijo nada de eso cuando lo entrevistamos?

- Por que moría de nervios, Harry. Obviamente le encanta la buena vida, pero el problema es que ya no tiene con qué pagarla. Y sólo el diamante podría ayudarlo. Y hay otra cosa.

- ¿Más?

- Hubo una caja, de entre todas las que había ahí, que por más que intenté no se abrió…debe tener algo oculto ahí. Y el perfume que usa, es sumamente caro. Yo no tenía ni idea de cuál usaba, pero sabía que si le daba un poco de cuerda, sus ganas de presumir harían que escupiera todo. Muy poca gente lo puede costear, y no creo que nadie de los que lo compra sea vigilante del museo. Y ése perfume…es color rojo.

- …Eres grandiosa, Hermione. Hay que ir ya por la orden de arresto y…

- No Harry – dijo la castaña, llegando a una reja negra en la cima de la colina – aún faltan dos.

- No pensarás que Malfoy… Él no necesita nada de dinero. Y Luna…

- De Malfoy es de quien menos sospecho, pero hay que eliminar toda posibilidad – dijo ella – y de Luna...Bueno, hace mucho que no la veo.

Ella hizo un suave movimiento con la varita y un sonido delicado sonó a lo lejos. Entonces Harry reconoció la reja: unas garigoleadas letras M le dijeron que estaba en la Mansión Malfoy.