En cada acción que realice, en cada decisión que tome. Nathalie estaría a su lado. Sería su incondicional apoyo, sería la persona que pueda sostenerse cuando todo se derrumbe; sería su ancla, seria todo lo que el necesite.
Así que, aunque una secretaria no le correspondería ese nivel de acercamiento con su jefe, ella, no pudo evitar abrazarlo de ese modo, al verlo en ese estado. Detrás del sillón, lo rodeó con sus dos brazos, su mejilla rozando su oreja.
Lucía tan abatido. Estaba tan decaído.
Con ese gesto, quería asegurarle que estaría a su lado, a pesar de todo, que en las buenas o en las malas. Ella en ningún momento, lo abandonaría.
—Me rindo... —su voz era baja, rasposa cargada de lamento.
Nathalie se sorprendió por sus palabras, su mirada dilatada por la confesión. Sus brazos los rodearon con más fuerza. Hablaba de eso, ¿Cierto?
—No seguiré...
Las palabras eran tan difíciles de decir y para la aludida tan difícil de escuchar. Su voz era agónica, sentía su dolor y ella ya no quería que sufra.
—Ya no intentare recuperar a mi esposa.
Esas palabras terminaron de confirmar lo que sospechaba. Y ella - a pesar de lo mal que suene- se sintió aliviada.
Tenía que avanzar, tenía que ver lo que estaba enfrente de sus ojos. Aferrarse al pasado no era bueno.
Y al parecer iba a caminar hacia delante. Ella creyó que iba a ser así, pero no lo fue...
—Pero dijo que no seguiría.
Agradecía observar su espalda, si lo veía a los ojos iba a dejar ver más de lo que quería mostrar. Lo que su tono de voz -sereno- intentaba ocultar.
—No puedo dejarla así, la echo mucho de menos.
Ella lo sabía, sabía lo que significaba Emilie, su esposa, para su jefe, pero saberlo le dolía.
Le dolía saber que no podía dejarla ir, que pase lo que pase, no podía alejarse.
—Le entiendo, señor.
Y se marchó. Abrió la puerta y la cerró detrás de sí.
Nathalie suspiró mientras apoyaba su espalda contra la puerta, volvió a exhalar, intentaba mantener su compostura. No podía derrumbarse ni tener pensamientos negativos.
Si bien, no estaba de acuerdo con su decisión, además de ver como vuelve a retroceder aun si avanzó.
Seguiría apoyándolo, seguiría a su lado.
Después de todo, como Gabriel con su esposa, quien no puede alejarse. Ella tampoco podía hacerlo cuando se trataba de su jefe.
Se irguió y dio pasos hacia adelante.
