Summary: Cada generación tiene historias que contar, esta es una de ellas... Aquí se encontrarán situaciones nunca antes vistas por los muros de Hogwarts, la revelación de una inusual sociedad de alumnos, juegos de quidditch por encima de lo esperado en una liga a nivel escolar, el adentramiento a un tercer mundo aparte del muggle y el mágico cuya existencia afecta e influye ambos, una nueva casta de merodeadores, antiguos y oscuros secretos del mundo mágico siendo revelados, enfrentamientos clandestinos como vestigio de la anterior guerra mágica, inesperadas selecciones de casa, los primeros pasos de una insurrección que cambiará el curso de la historia universal…

Disclaimer: Como deben saber el asombroso universo de Harry Potter con todo lo que y quienes lo componen no son ni jamás serán -lamentablemente- míos, sino de la talentosa y rubia de Rowling; lo que sí es mío es esta jodidamente loca idea que quiero hacer pasar por una historia semidecente, todos los personajes y cosas sin sentido aparente que han salido de mi retorcida y/o enferma mente junto con el destino, las personalidades y experiencias que he desarrollado para personajes ya existentes de Rowling...

0...o—o.…0—0...o—o.…0

«Herencia de Guerra»

Arco de Lay Bet

Capítulo Uno: "Preludio Escolar"

)01/Septiembre/2017(

Lentamente soltó el aire que había estado reteniendo y tomando impulso empujo el carrito de equipaje -que tan tercamente había insistido en llevar ella sola- hacia la barrera entre los andenes. Eran unos diez metros, siete a lo mucho, pero la presencia de tantos nomajs la ponían nerviosa... Le invadió la sensación de que los metros se habían convertido en millas y era seguida por cientos de miradas. Apresuro el paso. Un grupo paso lo suficientemente cerca como para captar lo que decían. Empezó a correr, la distancia disminuía cada vez más, ya no eran siquiera metros sino pies antes de la barrera y el carrito se negaba a desacelerar. Antes de la inminente colisión instintivamente cerró los ojos. Percibió como la magia la soltaba y le devolvía el control del carrito, se detuvo. Abrió los ojos.

Estaba en el andén nueve y tres cuartos.

Absorta giró la cabeza de un lado a otro observando el lugar y a todos los que se encontraban en este, le sorprendió la cantidad de gente que ya se encontraban allí con por lo menos una hora y media de antelación e interiormente se preguntó si todos los británicos serían así de puntuales, después de todo la única razón de que su familia estuviera ahora era por su padre, un obsesivo perfeccionista que insistió en llegar tranquilamente con tiempo de sobra a ir a la carrera. Su vista quedó prendada de la locomotora de vapor escarlata, leyó el rótulo que rezaba «Expreso de Hogwarts, 11 h». Una risilla se le escapó y dio media vuelta para ver una arcada de hierro donde debiera de estar la taquilla con las palabras «Andén Nueve y Tres Cuartos» escritas.

No se percató del momento en el cual su familia cruzó, pero antes de darse cuenta ya era estrujada por su madre y su cabello estaba siendo alborotado por su padre. Aun detestando toda la vida que él hiciera eso, esta vez no se quejó e impuso distancia para volverlo a acomodar; quizás continuaba aturdida, tal vez comprendía que pasarían meses sin verlos o ambas cosas.

Entonces con diversión contó internamente las veces que se despidió de sus padres -seis-, las que preguntaron si no dejaba nada

olvidado -dos-, en las cuales le hicieron jurar escribirles -cuatro- y mantener distancia de problemas -seis-, diciéndole que se divirtiera e hiciera amigos pero estuviera enfocada en las clases -dos-, pidiéndole controlar su impertinente temperamento y mal carácter -cuatro-, recordará alimentarse como corresponde -tres-, y por supuesto dejándole claro lo mucho que la amaban -catorce-. Pero algo le impedía estar contenta del todo.

A pesar de las atenciones recibidas por parte de sus padres y la expectativa ante inicio de su educación mágica, el hecho de que su hermano permaneciera completamente desentendido de su familia limitándose a observar a las personas del andén, la llenaba de un amargo desaliento.

Llevaba cuatro meses sin dirigirle la palabra sino era estrictamente necesario delante de sus padres e incluso entonces mantenía un trato frío hacia su hermana. Ella sabía que su hermano estaba resentido y asustado de que lo dejara solo, puesto que lo máximo que se habían separado desde que él naciera serían a lo mucho algunas horas. Lo entendía. Pero de allí a que el saberlo la hiriera menos o que su ego pisoteado evitará el intentar acercarse después de tantos intentos fallidos, era distinto.

Suspiro con resignación antes de pedirle ayuda a su padre para dejar el baúl en un compartimento cercano que se encontraba vacío; se dio una nueva y en apariencia definitiva despedida, pero justo cuando tomaba la jaula con su lechuza dispuesta a subir al vagón escucho:

— ¡¿Prometes volver para Navidad?! —

Se volvió hacia a su hermano asombrada. Lo había gritado, como temiendo que ella se alejara sin haberlo oído….

Manteniéndose seria dejo la jaula a un lado en el suelo y camino hasta donde se encontraba ese niño flacucho de rostro triste, al estar a un paso de distancia se detuvo mirándolo a los ojos y le atesto un golpe en el brazo.

— ¡Pero claro!, ¿o qué? ¿creíste que te librarías tan fácil de mi enano? — Negó con la cabeza cruzándose de brazos al par que una sonrisa ladeada se vislumbraba en su rostro — No tienes tanta suerte... — Concluyo antes de que se abrazaran.

— Disculpame Sam... yo sólo... — Empezó, pero fue interrumpido por la siempre ruidosa y despreocupada risa de su hermana.

— Sólo me idolatras tanto que no soportabas la idea de no verme y por la desesperación se te sale lo dorcus, adelante dilo — Se burlo causando que este se soltara del abrazo molesto y le sacara la lengua. A lo que la mayor respondió de igual modo y esto fue un detonante para que ambos estallaran en unas muy ruidosas carcajadas que además de provocar ligeras sonrisas en los rostros de sus padres, lograron atraer a más de una mirada en la estación.

Aún con la risa estampada en sus caras hicieron un complicado juego de manos que tenía connotación de saludo; para cuando se dieron cuenta habían perdido la noción del tiempo hablando y un potente silbido atravesó la estación.

Casi al instante que Sam cruzo y cerró la puerta, el tren comenzó a moverse. Se asomó por la ventanilla y sonriendo se despidió con la mano; en el momento de perder a su familia de vista oprimió con fuerza la agarradera de la jaula y se encamino al compartimiento. Estaba por cruzar la puerta cuando vio algo que la dejo estática.

Un chico estaba dentro.

Se encontraba acostado, ocupando asientos cercanos a la ventana y no se le podía divisar bien el rostro pues leía algo tan atentamente que casi se lo pegaba a la cara.

— Eh... hola —

Aunque este no se inmuto ni pareció haberla escuchado siquiera, al contrario, seguía tan abstraído en su lectura que de no ser porque cambio de página la recién llegada creería que dormía. Sam hizo una mueca al no saber qué hacer; si debiera intentar llamar su atención, tocarle el hombro quizás... o sólo entrar y sentarse sin importarle que dijera cuando la notara, al final se mantuvo allí con una mano sobre la puerta y la otra sosteniendo la jaula donde su parda lechuza erizaba las plumas mirando a su dueña con enfado. Quien sabe cuánto tiempo habría pasado si de improviso el chico no se hubiera enderezado murmurando para sí y dejando de lado lo que leía, percatándose entonces de Sam.

Está abrió ligeramente la boca al momento de encarar al lector, dándose cuenta que en realidad era de su mismo género y seguramente no mayor que ella.

— Adelante, con confianza... ¿las cosas de allí son tuyas verdad? — Río al mismo tiempo que se quitaba los auriculares y los enrollaba alrededor del reproductor para de inmediato guardarlos en un bolsillo interno de la chaqueta que llevaba puesta, todo esto fingiendo no notar la mirada alerta que la recién llegada mostró por dichos objetos y su vestimenta del mundo no mágico — Perdón por acomodarme sin más... —

La aludida mientras tanto aseguro a la lechuza en la rejilla portaequipajes a un lado de su baúl y luego se acercó a su compañera de viaje.

— Da igual, soy Sam, bueno Samantha, pero llámame Sam — Dijo atropelladamente mientras extendía su mano en son de saludo, la otra la tomo de inmediato y sin reservas con una agradable sonrisa en el rostro — Soy de primero —

— Megan, también de primero y puedes decirme como te plazca —

0...o—o.…0—0...o—o.…0

Albus contuvo la respiración cuando el tren empezó a moverse y Rose a su lado se tensó, estudiantes seguían despidiéndose desde las ventanillas mientras el tren se alejaba de la estación y la gente en ella comenzaba a no distinguirse. Luego de que el tren doblara una esquina y la estación dejara de ser visible para ellos el moreno dejo escapar el aire que retenía y se separó de la ventanilla, el tren ya estaba en marcha, iban camino a Hogwarts.

Ambos primos se pusieron en busca de un compartimiento al mismo tiempo de intentar sin éxito esquivar estudiantes que se amontonaban para verlos pasar, invitarlos a sus propios compartimientos, saludarlos amigablemente, ofrecerles cualquier chuchería o retenerlos con alguna plática.

Paso poco más de una hora antes de que consiguieran avanzar otros dos vagones en donde encontraron uno con la mayoría de los compartimientos repletos -aunque sin rastros de algún familiar en ninguno- y sin nadie por los pasillos; allí lograron conseguir el tan deseado compartimiento. Entraron apresuradamente y sin perder ni un solo segundo subieron sus baúles, pusieron a sus lechuzas en la rejilla portaequipajes y se sentaron, o dejaron caer mas bien, uno frente al otro. La pelirroja cerró los ojos y dejo caer su cabeza en el respaldo, mientras que Albus recargaba la frente contra el cristal.

— Odio que siempre tenga razón — Dejo escapar Rose al pasar un minuto con el silencio reinando, seguía en la misma posición con la que se había sentado mientras que su primo al oírla hablar se había incorporado — Otra vez ocurrió justo lo que dedujo... ¿cuál es el punto de que intentemos siquiera?, digo, esta vez era demasiado obvio, pero me hace pensar en que no quiero preguntar lo que piensa que será el colegio para nosotros — Bufó incorporándose también — Creo que respondería lo que ya sabemos y no aguantaré —

— No sé tú, pero, con quedar en el equipo de quidditch de la casa que me toque basta — Atino a decir sonriendo despreocupado con la intención de irle quitando un poco de hierro o en su preferencia evitar la conversación que probablemente se avecinaba.

Rose le devolvió la sonrisa, esa era una buena señal.

— Claro, el puesto para ti y un cómodo sillón en el que haraganear para mí. Con eso basta y sobra — Termino de un modo solemne la pelirroja.

— Basta y sobra —

— ¿Qué te murmuro el tío Harry antes de subir al tren? —

Apenas Albus abría la boca y la puerta era abierta, dejando entrever a cinco caras conocidas: Fred y Lucy Weasley, los gemelos Scamander y Anne Longbottom.

— Los mayores nos mandaron a sabotear su plan de un viaje privado — Aclaró el pelirrojo con una leve insinuación de sonrisa — Tenemos hasta que la reunión de prefectos acabe para estar en el compartimiento que Tory alteró y declaró propiedad Weasley —

Como si hubieran dado por cumplida una misión el grupo recién llegado entró al compartimiento. Después, terminando el usual momento de saludos rutinarios cerraron nuevamente la puerta, corrieron las persianas y ya todos sentados, los Scamander comenzaron a relatar una anécdota de la visita de medio mes a sus padres quienes llevaban internados en el Tíbet cerca de un año dirigiendo una investigación sobre los yetis, visita de la cual los hermanos habían regresado la antepasada noche.

En cierto momento el compartimiento se llenó de risas. Pero lo que cinco ignoraron fue que uno de ellos, uno con el cabello de un llameante rojo sólo había reído corta y distraídamente -por inconsciente reflejo en realidad- para luego devolver su expresión a una seria sin apartar los ojos del paisaje. Cinco no lo notaron, pero uno sí lo hizo.

— Oye Fred, ¿por qué no les cuentas a Rosie y Al de la nueva amiga que hiciste? — Soltó de golpe Lorcan — Ya sabes... la niña que derribaste con el carrito por estar ocupado en tu vadeojuergo, confundiste con un chico y te insultó en tres idiomas —

Los dos mencionados giraron a ver a su primo exclamando asombrados; siendo sinceros, el gemelo menor hizo ese comentario suponiendo la razón de la abstracción del pelirrojo en un intento de que reaccionara, pero apenas logro que el aludido lo mirara de reojo.

— Se dice videojuego, no vadeojuergo — Corrigió desinteresado.

Por unos segundos el silencio fue palpable hasta que la risa de Longbottom cortó el momento.

— Fred, — Hablo con voz recriminatoria Albus — ¿es en serio? —

De repente escucharon pesados golpes desde fuera, junto con los chillidos de lechuzas y... ¿una clase de rugidos?, sin que ninguno terminara de asimilarlo a través de las persianas -teniéndolas corridas ellos a lo mucho se distinguían ligeras sombras del exterior- se vio un cuerpo estrellándose contra la puerta y separándose bruscamente. Todos se pararon de inmediato y Lysander, siendo el más cercano a la puerta, la abrió.

Rose Granger-Weasley no pudo más que abrir los ojos desmesuradamente y entreabrir los labios de la impresión.

Ahí estaba. Portando ya el uniforme del colegio completo, el cabello rubio platinado perfectamente peinado con la raya a la izquierda y un semblante altanero en su rostro puntiagudo aun cuando un muchacho mayor que casi le doblaba el tamaño lo sostuviera con una mano del cuello de la túnica -forzándolo a estar en puntas- y la otra alzada en puño con dirección a su rostro.

Malfoy.

También se encontraban allí dos mayores más, apuntando con varitas a otros dos novatos que se debatían colgados de cabeza en el aire sostenidos por una fuerza invisible desde sus tobillos, ambos haciendo bruscos movimientos de mandíbulas como intentando liberarse de una mordaza inexistente. A unos pasos estaban cuatro baúles, dos jaulas con alteradas lechuzas y una tercera jaula que soltaba un brillo violeta con un kneazle en pleno estado salvaje; por sus posiciones quedaba claro que habían sido arrojados sin cuidado alguno, lo que respondía a los anteriores golpes. Chillidos, un deformado rugido, voces, un acelerado latido, alguien alzando la voz... Nada de eso alcanzo a la hija de héroes de guerra, llegaban a ella como meros susurros de sonidos; además, el entorno había perdido toda nitidez a excepción de los ojos del Malfoy que la miraban fijamente.

Bruscamente regresó a la realidad al rubio desviar la mirada.

— ¡Será mejor que le hagan caso, entre sus primos y mis hermanos, tenemos tres prefectos y un premio anual! — Arremetió Longbottom.

— ¿Crees que nos importan esos simplones privilegiados? — Se mofó el más alto de los mayores dejando de apuntar al niño castaño para cambiar de objetivo hacia Longbottom.

— Vuelvan a su compartimiento — Hablo el que amenazaba a Malfoy sin mirarlos —. No hay cámaras —

— ¡Vid-incarcerous! — Se escucho gritar desde la izquierda y antes de que cualquiera pudiera reaccionar una especie de planta trepadora comenzó a enrollarse en el brazo alzado del chico que recién había hablado, quien buscando librarse de la planta soltó al rubio e intentó arrancarla consiguiendo que reptara en ambos brazos, de ahí con incrementada velocidad por su torso y extremidades restantes hasta quedar atrapado totalmente dejándole sin apresar únicamente la cabeza. Todos menos el encarcelado que cayó al suelo se giraron, los dos mayores aún en pie lo hicieron con las varitas listas para atacar, pero al percatarse de qué quien caminaba cautelosamente en dirección al grupo con la suya extendida e igualmente preparada para dar duelo no era más que una niña de rasgos delicados, ojos claros, un negro y algo ensortijado cabello sujeto en una coleta, uniforme del colegio impecablemente puesto aunque sin ninguna corbata de casa que la definiera y el entrecejo fruncido... No pudieron evitar desconcertarse.

Una expresión curiosa apareció en el rostro del heredero de los Malfoy.

0...o—o.…0—0...o—o.…0

Nota de la autora: Aún no acaba, luego lo explico...

Dalla Jennard.