Todos los personajes de Hetalia, corresponden a su propio autor; Hidekiz Himaruya.


Primer Reporte
Miércoles 28 de Julio de 2000
Prof. Francesco Vivaldi

Experimento:
"Radix omnium"

Siendo las 4:42 P.M. del presente día que he escrito, yo; el Prof. Francesco Vivaldi, médico neurocirujano, me he dedicado un tiempo para describir y exponer la razón de este experimento. Seguramente mi compañero, el Prof. Adler vendrá y excusará el no hacer esto, ya que no quiere evidencia alguna. Más mi ser como ente científico me exige que lo haga. Seguramente la idea de este proyecto se vea un poco descabellada y fuera de serie. Pero increíblemente ha recibido bastantes fondos para ser apoyada y ser terminada lo más pronto posible. Altos mandos de todos los países han puesto, una fe demasiada ciega en esto, tanto; que hacen parecer que la crisis mundial no existe al dar tanto apoyo monetario.

La razón por la que escribo esto, no es más que desahogar mis pensamientos e ideas acerca de esto. No puedo creer que termine involucrado en esto. Mis tres compañeros y yo, estamos dentro de este edificio, al cual se nos ha prohibido su salida; hasta que terminemos esto. No puedo evitar pensar… que este proyecto es más que solo el deseo de aquellas personas que se creen omnipotentes y necesitan demostrar más aquello. ES ABSURDO Y ESTÚPIDO. ¿Cómo es posible que ahora la estupidez y orgullo humano allá llegado a semejante altura? Hablando técnicamente, no es más que una tontería que por desgracia… se esta haciendo realidad…

Dios, han pasado mucho tiempo desde que empezó esto. No he salido desde hace más de cinco años. No se nada de mi familia, no se nada de mis hijos. Mis compañeros estan igual que yo. Algunos ya muestran señas de locura, e inclusive; varios se suicidaron. Solo quedamos nosotros cuatro. Sabía que era un plan con una jugada sucia. Sabía que no había otra manera del por que nos tenían aquí encerrados. Eliminar a esas personas que saben más que la verdad de esto… siempre ha sido enemigos de ellos. Con mucha suerte, aún seguimos vivos. Pero no estoy aquí para escribir esto. Posiblemente sí y tal vez pueda que no. Solo lo estoy haciendo, para demostrar que no pueden "callarnos" y que la gente sabrá sobre esto.

Experimento: Radix Omnium, del latín "La raíz de todos" es un experimento pagado por todos los países interesados en ella…

De acuerdo necesito, relajarme. Escribir sobre lo que más odio no es más que un pesar. Pero, no puedo evitar pensar en lo que esto provocará, simplemente no puedo. Solo…


Aquel hombre, simplemente; se alejo del computador suspirando pesadamente. Parecía que realmente, el hecho de escribir aquello le frustraba a más no poder. Retiró suavemente sus anteojos cuadrados, para frotarse los ojos. Ladeando su cabeza a sus lados, como si negará este hecho. Dejo sus ojos en paz y enterró su mano en su cabellera rizada y castaña haciéndola hacia atrás.

—Dios… ¿Pero que hemos hecho? — murmuró para sí mismo, mientras volvía a leer lo que su mente, o mejor dicho su corazón; había escrito. No como el científico que era, si no como el humano que es. Guardó el documento en la memoria portátil que llevaba y la guardó en el bolsillo del pantalón. Seguramente, cuando estuviera más calmado continuaría escribiendo aquello. Se recargó pesadamente, en su asiento y miró hacia el techo de metal. Sus ojos castaños se entrecerraron junto con su fruncir del ceño. Pero luego cerró sus ojos.

—Solo un poco más Francesco… solo un poco más…—

— ¿Un poco más para que? — el escuchar de una voz gruesa, despertó al médico de sus pensares. Se incorporó lentamente, pero no vio a su compañero. — ¿Qué quieres Adler? — en su voz se distinguió un tono de molestia. Pero no obstante, aquel hombre de cabello rubio atado en una coleta y de ojos azules; no le importo.

—Perdone usted, "Profesor", por interrumpirlo de su sueño— dijo en toque burlón, para dejarle un taza de café sobre su escritorio. —No estaba durmiendo, solo pensaba— agregó mientras tomaba la taza — ¿Pensabas? ¿Acaso en un juego de neurocirujano? — rió suavemente. El hombre de ojos castaños solo sonrió levemente. —Estaba pensando en lo que va ocurrir cuando concluyéramos esto—

Adler, abrió los ojos de par en par para luego fruncir su ceño —Te dije, que ya dejarás de mortificarte por esto. ¡Es solo un trabajo y ya! No tienes por que ponerte en ese estado— comentó molesto. Francesco solo lo miró.

—Adler, varios de nuestros compañeros han muerto, solo quedamos nosotros cuatro, han pasado más de cinco malditos largos años… Sin salir, sin saber nada de nuestras familias o amistades e inclusive el mundo exterior, pero tú; parece que nada te importa. Y si me permites decirlo…— le dio un sorbo a su café, sin alejar la taza de su boca.

—Hasta pareciera que no te importará el hecho de no sepas nada de tu hija durante este tiempo— se encoge de hombros — ¿Cuándo fue la última vez que la vista? Si no mal me acuerdo, fue exactamente hace cinco años, por que acababa de nacer. Ya que solo te dejaron estar presente en el parto de tu es…—

La taza se rompió en miles de pedazos y el profesor se encontraba suspendido en el aire, gracias a una mano que lo sostenía fuertemente de su bata. Rápidamente, fue colocado contra la pared, en un golpe seco y duro.

—Escúchame bastardo…— gruñó —Vuelves a mencionar algo sobre lo que no te incumbe y te moleré hasta los huesos… ¡¿Escuchaste! — volvió a golpear al profesor contra la pared de metal. Este, solo hizo un quejido y sonrió. —No te costaba nada admitirlo, Adler…—

— ¿Otra vez estan peleando? —

—Amiga mía… ¿Cuándo ellos dos no se estan peleando? —

—Tienes razón, siempre lo estan—

El sonido de dos voces femeninas captó la atención de aquellos dos. Obligando a ojiazul a bajar a Francesco.

— ¡Stacia, Zahra! — exclamó —Siempre viniendo en el momento justo, cuando este sujeto quiere golpearme— rió. Adler solo se acomodó su corbata mirando a otro lado. —Será bueno que te dejes de pelear con él— comentó una mujer de cabello castaño claro y ondulado —Pronto dejaremos de venir a rescatarte y dejaremos que Adler te de un buen golpe—

—Que por cierto no sería nada malo…— añadió sonriente el susodicho —Cállate. Sabes que te puedo patear el trasero tantas veces como yo quiera— le arqueó una ceja en modo realmente retador. Adler solo torció los ojos.

— ¿Y bien? — la morena de cabello negro, largo y lacio, tomó asiento en el lugar donde estaba Francesco — ¿Cuándo decimos que esto ya esta terminado? — comentó seriamente, dejando a todos en silencio. Rápidamente, entre los tres presentes se comenzaron a ver sin saber que decir. — ¿Solo es enviar el mensaje, verdad? — abrió el portátil de Francesco y comenzó a teclear rápidamente —Solo tengo que enviar este mensaje a nuestro superior y todos podremos salir en p…—

—Espera un segundo, Zahra…— cerró enfrente de ella la laptop —Yo se que estas desesperada por salir, por tu esposo y tu familia…— la morena solo agacho su mirar y unas lágrimas regordetas recorrieron sus mejillas —Solo quiero irme ya, Francesco…— intentó abrir la laptop con calma, más la mano de aquel hombre le bloqueaba. —Solo dame un momento ¿Te parece? — acarició amablemente el rostro de Zahra con su mano y tomó su maquina.

Aquel hombre, conectó sin perdida de tiempo su portátil a un proyector. Caminó para desplegar la cortina blanca de la pared, para luego volver hacia su computador.

—Antes de salir de este infierno, quiero mostrarles algo— habló mientras veía la pantalla —Quiero que sepan y vean, que es lo que estamos a punto de hacer…— presiono la tecla "Enter" y en el proyector se mostró una imagen. Los tres científicos se quedaron observándola por un tiempo, con sus ojos atentos a cualquier cambio. En la imagen proyectada se mostraban los rostros de 10 personas. Con diferentes rasgos y con características únicas.

—¿Ellos son…?— arqueó una ceja Stacia hacia sus compañeros —Así es— colocó en su rostro, sus lentes Francesco —Ellos serán, como nosotros denominamos "Conejillos de Indias" — murmuró con cierto descontento. —Pero…— habló con voz ahogada —Tienen la apariencia exacta de mis hijos…— comentó la castaña —Incluso… hay unos… menores…— se acercó a la pantalla y acaricio el rostro de uno de los que aparecían. Volteó precipitadamente. —¡Francesco, no podemos! — añadió un poco alterada —¡No podemos hacer esto! — frunció el ceño —¡Son solo…—

—¡Son solo nuestra llave de salida, Stacia! — cruzó los brazos el rubio —Ya no hay vuelta de hoja, lo hecho esta hecho— vociferó —¡Pero date cuenta de lo que hicimos! — se acercó a el, para plantársele de cara a cara —¿Quieres salir o no? ¡Deja aún lado tus sentimentalismos y cállate! — se limitó a contestarle. Stacia apretó sus manos con fuerza, y gruño. Francesco y Zahra no comentaron nada, y continuaron viendo la pantalla.

—Stacia… linda…— se levantó Zahra y se la llevo consigo —Sí algo te sirve de consuelo. Y de que tal vez, así no te sientas tan culpable; solo tienes que ver esto…— señaló cuatro cuadros vacíos que estaban en la imagen.

La joven solo cerró sus ojos, dejándose caer al suelo; llorando.