Digimon y los personajes de digimon no me pertenecen… pero voy a poner un número de cuenta a disposición de los lectores para hacer una colecta y poder adquirirlos… jeje…
DOS NIÑOS Y MEDIO
La culpa fue de… la vieja ricachona de Hokkaido:
El hogar de los Ishida-Takenouchi siempre se había caracterizado por la paz y tranquilidad que reinaba en él. Sus habitantes ya estaban acostumbrados a la rutina del día a día, rutina que lejos de aburrirles les hacia de los más felices. Pero esta maravillosa calma acababa de desaparecer en el dormitorio de los señores Ishida, en el momento en el que la mujer le había dado una inesperada noticia a su marido.
-¿Qué te vas?, pero ¿como que te vas?.- gritó el hombre estupefacto.
-Yamato, ya te lo dije.- explicó la mujer al mismo tiempo que metía más cosas en su maleta.
-¿Qué me lo dijiste?, ¡y con eso te crees que basta!.- gritó el rubio más alteado por momentos.
-Aparta…
Con desgana, Sora empujó un poco a su marido que estaba parado delante del cajón de su ropa, haciendo lo imposible para que no pudiese coger nada más.
-Sora no puedes hacerme esto, ¡¡tienes una familia!!, sino es por mi hazlo por ellos.- gritó Ishida mientras mostraba una foto de sus dos hijos.- ellos tienen derecho a que su madre este en casa.
-Yamato, por favor, deja de gritar, que al final vas a despertarles.- habló la mujer empezando a perder la paciencia por el espectáculo que estaba montando su marido.- y deja de dramatizar tanto, solo voy a estar fuera una semana.
-¡Una semana!, y lo dices como si nada, Sora yo no quiero que te vayas, ¿Qué voy a hacer una semana sin ti?.- preguntó Yamato intentando dar pena mientras tomaba las manos de su mujer.
-Cariño… venga, no me lo pongas más difícil, yo no tengo la culpa de que mi clienta quiera que vaya hasta Hokkaido para que la atienda en persona.
-¡Y por que no le haces que venga ella aquí!, si una clienta quiere un kimono lo normal es que vaya a la tienda a buscarlo, no que la tienda vaya a ella.
-Ya lo se, pero Mitsumi-san no es del tipo de señoras que van a tiendas, si ella quiere renovar su vestuario, las diseñadoras van a ella, y me ha elegido a mi, por lo que si le gusta mi trabajo, todos los años renovara el vestuario conmigo y eso es muy importante para mi carrera.- explicó la Sr. Ishida, que aún estaba emocionada de que una de las mujeres más influyentes de Japón hubiese decidido contratar sus servicios.
Pero Yamato no compartía la emoción de su esposa y nunca perdonará a esa tal Mitsumi-san que le arrebate la presencia de la pelirroja por una semana.
-Lo que pasa es que es una vieja amargada que le gusta tener a todo el mundo bajo control.- farfulló cruzándose de brazos.- y si solo quiere unos vestidos ¿Por qué no vas un día y ya esta?… no entiendo por que tienes que estar una semana allá.
-Porque Mitsumi-san no elige sus vestidos en un día, le gusta hablar, tomar el té, ver diseños, luego dar una vuelta por la ciudad, beber otro té… e igual entonces elige un traje…
-Lo que decía, una vieja amargada que no sabe que hacer para que le presten atención.- volvió a farfullar Ishida con enfado.
-Tal vez, pero que una mujer como ella renueve su vestuario conmigo, me dará mucho prestigio, ya lo sabes.
Tras esta pequeña discusión, a Yamato no le quedo más remedio que aceptar aún a regañadientes el trabajo de su mujer, pero había una cosa que le preocupaba enormemente, ¡sus adorados hijos!
-¿Y que hay de los niños?, ¿Quién se va ocupar de ellos?.- preguntó Yamato con naturalidad.
-Eh… si… espera, déjame que piense… mmm ¿su padre?.- sentenció Takenouchi cruzándose de brazos con desaprobación por la pregunta de su marido.
-¡Claro!, para ti es muy fácil decirlo, pero yo también tengo que trabajar.- se apresuró a defenderse el rubio.
-Yamato, tranquilo, he dicho que su padre se ocuparía no tu, llamare a Taichi.- dijo Sora con burla dando la espalda al rubio.
Ese comentario obviamente molestó al astronauta y ofendido dijo:
-Yo no le veo la gracia por ningún lado.
Al percibir el tono de su marido, Sora recordó que ese tipo de bromas nunca han sido del agrado de Yamato por eso rápidamente se volvió a él y abrazándole por el cuello dijo con una sonrisa.
-Era broma amor, no te enfades, pero es que a veces haces unas preguntas.
-No me enfado, pero sabes que no me gustan ese tipo de bromas.- volvió a decir el rubio haciéndose más el enfadado para que su mujer no parase de hacerle mimos.
-Vale, lo siento.- dijo Sora en tono de niña buena mientras besaba los labios de su esposo.- lo que quería decir es que su padre, es decir, tu Yamato Ishida, te ocuparas perfectamente de los niños mientras este fuera, ¿verdad?
-Pe… pero… una semana… es mucho tiempo para ocuparme yo solo de ellos.- se excusó el hombre sentándose en el borde de la cama.
Y eso ya fue demasiado para Sora, que harta de las estúpidas excusas del rubio, estalló de furia y poniendo los brazos en jarra gritó con desaprobación.
-¡¡Yamato!!, te recuerdo que cuando pisaste Marte estuviste casi un año fuera, ¡un año! ¡¿y quien se ocupo de los niños?!… ¡¡yo!!, ¡¿y quien continuo trabajando?!… ¡¡yo también!!, así que ahora no me vengas con el drama porque tenga que irme una semana.
-Sora, pero eso es diferente, además los niños eran más pequeños y no daban tanta guerra.- intentó de nuevo excusarse el astronauta.
-Yamato, Aiko tenia seis años y Yuujou dos, ¡¡daban más guerra que ahora!!, y me ocupe de ellos, así que ahora te toca a ti.- volvió a gritar la pelirroja intentando dar por concluida la conversación.
-Pe… pero…
Yamato se encontraba totalmente apurado, sería la primera vez que se quedaría tanto tiempo solo con los niños, y aunque les adoraba no las tenía todas consigo de que pudiese hacer un buen trabajo. Al ver la cara de desesperación del hombre, la diseñadora volvió a su habitual dulzura y tomando asiento junto a su esposo dijo:
-Cariño, ya veras como lo haces muy bien, eres un gran padre y los niños te adoran… además siempre estas quejándote de que no tienes tiempo para estar con ellos, pues esta es tu oportunidad.
-Bueno, supongo.- accedió al fin Yamato un poco más animado pero aún sin mucho convencimiento.
-A si me gusta cariño, buenas noches.- se despidió la mujer dando un suave beso a su marido para acto seguido adentrarse por fin entre las sabanas.
-Buenas noches.- contestó Ishida metiéndose también en la cama y abrazando a su esposa para dormir esa ultima noche a su lado.
La mañana ya había invadido la residencia de la familia Ishida-Takenouchi, y como la noche anterior, en el dormitorio principal Sora y Yamato compartían de nuevo opiniones.
-¡Sora por favor no te vayas, te lo suplico!.- se humillaba el apuesto hombre aferrándose a las piernas de su mujer.
-Yamato, por favor, deja de hacer el ridículo.- dijo Sora mientras intentaba, inútilmente, que su marido le dejase andar.
Y en ese momento, Yamato tuvo lo que para él era la idea del año y como poseído se levanto de golpe del suelo gritando:
-¡Ya lo tengo!, me voy contigo, ¡y los niños también!, haremos unas vacaciones familiares.
-¿Estoy bien así o te parezco demasiado informal?.- preguntó Sora, que como era de esperar ignoró por completo la ocurrencia de su esposo.- mmm… mejor me cambio, Mitsumi-san es muy tradicional, me pondré un traje formal, ¿o kimono?, no, mejor me lo pongo cuando llegue, sino es un poco incomodo en el avión y todo eso…- hablaba consigo misma mientras se desvestía y se volvía a vestir, se adentraba en el baño a maquillarse, y se volvía a desmaquillar.
-Sora, ¿Qué hay de mi idea?.- protestó el rubio, al que obviamente no le gusta que le ignoren.
-¿Qué color te gusta más?.- preguntó Sora, de nuevo pasando de él, mientras mostraba dos barras de lápiz de labios.
-Mmmm… ¿la roja oscuro?.- dijo Ishida, por decir algo.
-Me pondré la clara.- afirmó Takenouchi adentrándose de nuevo en el baño.
-Entonces para que me preguntas…- murmuró Yamato molesto, ya al fin se había dado por vencido y sabía que no iba a ir de vacaciones a Hokkaido.
-Y bien ¿Qué te parece?.- preguntó Sora rotando sobre si misma para que su marido contemplase su formal traje de falda y chaqueta.
-Estas muy guapa cariño.- contestó Yamato con una ligera sonrisa.
-Yamato, ¡no te pregunto si estoy guapa, te pregunto si parezco una persona seria!
-¡Ah!, pues si, también, claro.- contestó esta vez con temor.
-Genial.
Pero al ver a su mujer tan arreglada, Yamato como buen esposo celoso y ultra protector empezó a elucubrar absurdas ocurrencias y no tardó en exponérselas a la madre de sus hijos.
-Esto, Sora ¿y para que te arreglas tanto para ir a ver a una vieja?
-¡Yamato!, trata con más respeto a mis clientas.- regañó la mujer.- tengo que darle buena impresión, se supone que le diseño sus trajes, ¿Qué pensaría de mi si voy en chándal y chanclas?
-Yo no dejaría mi vestuario en manos de una persona que combinase chanclas con chándal.- afirmó Ishida con una sonrisa, por el ingenio de su esposa.
-Pues eso, tengo que dar buena imagen.- dijo de nuevo la portadora del amor, mientras terminaba de maquillarse, acción que no pasó desapercibida para su esposo.
El hombre se puso detrás de ella con los brazos cruzados y mirando la imagen de su esposa en el reflejo del espejo preguntó con desconfianza.
-Sora… ¿no me estarás engañando?
Esta vez Sora no le ignoró, ese comentario le dejo petrificada y dejando de maquillarse en el acto miro también el reflejo de su esposo y con estupefacción preguntó:
-¡¿Qué?!
-Lo has oído Sora.- afirmó el hombre con seriedad.- este repentino viaje es muy sospechoso, si hay algo que quieras ocultarme, o si tienes alguna… alguna aventura, dímelo me dolerá menos que si me engañas.- terminó de hablar demostrando que aunque pasen los años siempre seguirá tan celoso como cuando era un adolescente.
-Esta bien Yamato.- afirmó también la mujer con seriedad, dejando a Yamato en shock.- me has descubierto.
-¿Eh?… es… es… ¡¡no quiero saberlo!!.- gritó Ishida, tapándose los oídos, al borde de las lagrimas y deseando poder volver atrás en el tiempo para no haberle hecho nunca esa pregunta a Sora.
-Ahora tendrás que escucharme.- prosiguió la pelirroja con determinación mientras le apartaba a su marido las manos de las orejas.-… hace años que llevo una doble vida.
-¿Eh?… no… no… no es verdad- tartamudeó Ishida cada vez más paralizado por el miedo.
-Si, Yamato… en Hokkaido… por las mañanas soy una inocente e ingenua reportera del Daily Planet y por las noches me transformo en… ¡¡¡la Geisha justiciera!!!, una geisha que se dedica a atormentar a maridos infieles y que utiliza su abanico de doble filo para cortarles la cabeza.- finalizó Takenouchi haciendo una pose de samurai.-…. ¿crees que harán un manga de mi historia?, lo que esta claro es que si hacen anime la protagonista tendrá el triple de pecho que yo jajaja…
-No… ti… ti… tie… ne gra… gra… cia…- seguía tartamudeando el hombre que aún estaba sudando por el susto que se había llevado por pensar que Sora pudiese tener una aventura de verdad.
-¡¡Pues deja de decir tantas paridas!!, cariño, tengo que ir una semana a trabajar, no hay más.
-Esta bien.- accedió al fin Yamato con desgana.- Piyomon va contigo ¿verdad?
-Si.
-Entonces todo esta bien.- finalizó el rubio con una sonrisa, puesto que le tranquilizaba que alguien estuviese con su Sora, aunque fuese un digimon despistado como Piyomon.
-Yamato ¿en serio no te fías de mi sino esta Piyomon?.- preguntó Sora indignada a la par que cabreada.
-Cielito, claro que me fío de ti, lo que no me fío es de los hombres en general y si ven a una mujer como tu sola, tal vez quieran hacerte compañía, por eso es preferible que vayas con Piyomon… por tu bien.- explicó el portador de la amistad intentando sonar lo menos penoso posible.
-Eres increíble Yamato.- dijo la mujer no dando crédito a lo que oía y volviendo de nuevo la vista al espejo para terminar de arreglarse.
Pero Yamato, esa frase desaprobatoria la transformó en un piropo y tomándoselo como tal se situó detrás de su esposa y abrazándola con delicadeza de la cintura le susurró con picardía.
-Oye cariño, eso que has dicho de geisha justiciera, me ha excitado mucho.
Sora lejos de seguirle el juego se asustó a mas no poder y volteándose para poder contemplar la cara de su marido preguntó con temor.
-¿Qué parte de cortar cabezas con un abanico de doble filo te ha excitado?
-Bueno esa parte no, pero me gusta eso de tener una mujer vestida de geisha impartiendo justicia, siempre me han gustado las mujeres heroínas, cuando era pequeño mi fantasía era Elektra… el cómic, la peli fue una mierda…- hablaba Yamato que creemos que se ha perdido entre sus recuerdos de adolescencia friki y esta inmerso en otra realidad, finalmente volvió en si y abrazando de nuevo a su esposa susurró.-… lo que quiero decir es que… ¿lo hacemos?
Y sin esperar respuesta Yamato ya se estaba deleitando colgado del lóbulo de la oreja de su mujer ante la estupefacción de esta, que finalmente reaccionó.
-¡¡Yamato!!.- gritó empujando a su marido.- ¡¡llevo dos horas vistiéndome!! y mi avión sale dentro de.- miró el reloj y el pánico se adueñó de su rostro.-… ¡¡una hora!!, tengo que irme.
-Jo…- protestó Ishida como si de un niño pequeño se tratase.
-Cariño.- dijo Takenouchi con dulzura tomando el rostro de su marido en sus manos.- tu pórtate bien y cuando vuelva, tal vez tengas a tu geisha.- finalizó ofreciéndole un profundo beso.
-Me gusta esa idea.- contestó el rubio con una sonrisa.-… ey, te llevo al aeropuerto.
-Mi amor, mejor ya me pido un taxi, tu ocúpate de los niños… ¡¡niños!!.- se gritó a ella misma como si hubiese recordado algo importante.- casi se me olvida, toma.
Sora entregó un taco de folios a su esposo dejando a este completamente alucinado.
-¿Qué es esto?
-Son pequeños apuntes, sobre los niños, la casa y ese tipo de cosas…
-¿Huh?.- confuso empezó a leer ese extenso manuscrito.-… el autobús del colegio de Ai-chan pasa a las 8,00, el de la guardería de Yuu-chan a las 8,30.… bla, bla, bla… la lavadora se separa ropa de color y ropa blanca, (adjunto instrucciones de lavadora)… bla, bla… bla….- prosiguió leyendo las instrucciones de su esposa cada vez más anonadado, hasta que llegó a una parte que le sorprendió considerablemente.-…¿no dar azúcar a los niños después de las seis de la tarde?, ¿Por qué?
-Hazme caso, sino se ponen hiperactivos y no hay quien los domine.- explicó la mujer como si hubiese tenido ese contratiempo con sus hijos en multitudinarias ocasiones.
-¡Sora por favor!, tenemos hijos, no gremlins… ¡¡y ya se como se pone una lavadora!!, ¡¡solo faltaría que me hayas dibujado un croquis de cómo están distribuidos los alimentos en el armario!!…- gritó Yamato indignado por la poca confianza que su mujer mostraba.
-Pagina 17... Aunque esta sin actualizar la compra que hice ayer.- señalo la mujer que obviamente no quería dejar ni un cabo suelto, cuando se trataba de su hogar.
-Esto es un insulto, no lo necesito.- dijo el rubio enfadado, acto seguido rompió las hojas, bueno más bien lo intentó, ya que un taco de 68 folios no era fácil de romper, finalmente desistió de seguir haciendo el ridículo y lo tiró para atrás.
-Yamato, ¿no vas a hacer caso de mis apuntes?
-Sora tranquilízate, se llevar una casa perfectamente, lo llevo haciendo desde pequeño y por los niños no te preocupes, me las apañare, ahora vamos que al final vas a perder el avión.- dijo Ishida con una sonrisa recogiendo la maleta de su mujer y empezando a salir de la habitación, pero antes de cruzar la puerta aún tenía una pequeña duda.- esto… Sora, si por casualidad, cuando volvieses alguien hubiese sufrido un accidente, y tuviese, umm… no se, alguna extremidad rota, por ejemplo, ¿te enfadarías?
-Depende…- contestó la portadora del amor con naturalidad.
-¿De que?
-Pues de la persona, mira, si eres tu el convaleciente no me enfado, en cambio si les ha pasado algo a alguno de mis niños, tu también sufrirás un accidente, ¿has entendido?.- amenazó claramente Takenouchi.
-Si, cielito.- asintió el hombre como un perrito obediente mientras salía de la habitación.
Finalmente Yamato y Sora bajaron las escaleras que llevaban al piso bajo de su hogar, y tras despertar a los niños, la mujer al fin pudo despedirse de su familia como es debido.
-¡¡Mami, por favor no te vayas!!.- suplicaron los dos pequeños agarrándose a las piernas de su mama.
-Niños, volveré en una semana, tranquilos.- intentó tranquilizar la madre a sus apurados hijos.
-¿Y por que te tienes que ir tu?.- preguntó el pequeño pelirrojo de 4 años.- ¿Por qué no se va papa?
-¡¡Ey!!.- protestó Yamato ofendido por ese comentario.
-Veras cariño, porque papa no sabe nada de kimonos.- explicó la mujer con dulzura.- tengo que ir yo.
-Vale, "señora diseñadora de éxito".- dijo el rubio molesto porque delante de sus hijos Sora siempre le dejaba como un inútil.- puede que yo no sepa de kimonos, pero que levante la mano el que alguna vez ha estado en Marte.
Finalizó Ishida con superioridad levantando la mano, observó a su familia y vio que Gabumon también había levantado la mano, pero lo que le desconcertó fue ver que su pequeño vástago también tenía el brazo alzado.
-Esto, Yuu-chan, tu no has estado en Marte.- intentó sonar amable con su hijo.
-Si, vivo en Marte.- afirmó el chico con naturalidad, ante el desconcierto de toda su familia.- es verdad papi, cuando volviste me trajiste rocas y las pusiste en mi habitación, y dijiste que ya no te ibas a volver a ir nunca más porque ya tenias Marte en mi cuarto…
-Siempre que vuelvo de los viajes digo muchas paridas, debe ser por el cambio de aires.- explicó Ishida a su esposa en un susurro, para que sus hijos no lo oyesen, y demostrando que no recordaba para nada esa conversación.
-¡Ah!, pues entonces yo también he estado en Marte.- dijo Aiko completamente emocionada.
-De hecho, creo que ayer pase la aspiradora por Marte.- finalizó Sora divertida, viendo como su marido se desesperaba por momentos.
-No, si esta claro que aunque viaje por todo el sistema solar, en esta casa yo siempre seré el ultimo mono.- murmuró para si mismo Yamato con enfado.
-No gruñas cariño…- dijo Sora acariciándole con dulzura el pecho.
Pero ese momento especial fue interrumpido por un sonoro grito de una digimon rosácea.
-¡¡Oye Sora!! hace un cuarto de hora que hay un taxi esperando en la entrada.- anunció Piyomon que llevaba un cuarto de hora observando por la ventana como el taxista no paraba de tocar el claxon.
-¡¡Y por que no me lo dices antes!!.- gritó Sora fuera de si.- tengo que irme ya… niños, portaos bien y no deis mucha guerra a papa, os quiero.- besó la frente de cada uno de sus hijos, luego poniéndose a la altura de su esposo le sonrió con ternura.- cariño, te llamo en cuanto llegue ¿de acuerdo?, pórtate bien.
Tras besar una vez más los labios de su esposo, Sora acompañada de su inseparable digimon abandonó la vivienda dejando a tres Ishidas abandonados a su suerte.
Yamato decidió tomar las riendas de su hogar en el acto y por eso una vez que se hubiese marchado su esposa, rápidamente se volvió a sus hijos y dando una palmada preguntó con diversión.
-Bueno niños, ¡aquí estamos!, ¿Qué queréis hacer?
-¿Desayunar?.- dijo Aiko, como diciendo "¿en serio hace falta preguntarlo?".
-Desayunar, vale, yo me encargo, Ai-chan tu mientras tanto vístete y ayuda a tu hermano ¿de acuerdo?, ya veréis que bien nos lo vamos a pasar.- gritó Yamato revolviendo de forma amistosa el pelo de su primogénita mientras sus pensamientos eran "Sora vuelve, ¡¡vuelve!!".
Si hay algo que Yamato dominaba en un hogar, eso eran los fogones, de hecho aún estando Sora en casa, Ishida era el responsable de cocinar la mayoría de las veces, por lo que dar un desayuno a sus hijos no le fue nada difícil, tras esa comida, lo que tocaba era ir a trabajar y tanto los niños como Yamato ya estaban perfectamente uniformados para esa labor.
-Muy bien niños, ¿Cuándo pasa vuestro autobús?.- preguntó Yamato mirándose el reloj con nerviosismo, ya que nadie le iba a librar de llegar tarde a su trabajo.
-Papa son las nueve.- apuntó Aiko sosteniendo su fiambrera con la comida.
-¿Y?
-Pues que mi autobús hace una hora que ha pasado.
-¡Ah!, vaya, bueno pues acompaña a tu hermano a la parada.- ordenó Ishida mientras observaba como su hijo menor tiraba por los suelos toda la comida de su fiambrera.
-Papa son las nueve.- repitió la niña con dulzura.
-¿Y?.- preguntó Yamato empezando a perder la paciencia, mientras intentaba recoger un poco el estropicio causado por su Benjamin.
-Pues que el autobús de Yuu-chan hace media hora que ha pasado.
-¡Ah!, bueno pues entonces, entonces…- empezó el rubio con nerviosismo mirándose de nuevo el reloj, hasta que tuvo una de sus grandes ideas.- ¡¡hoy fiesta!!
-¡¡Si!!.- gritaron al unísono los niños, empezando a corretear.
Yamato les observó con ternura y asintiendo con triunfalidad puesto que consideraba que había tenido una de sus mejores ideas, pero su compañero le hizo poner los pies en la tierra.
-Yamato, no creo que sea buena idea dejar que tus hijos no vayan al colegio.- dijo Gabumon, que veía que si se quedaban en casa, seria a él al que le tocase hacer de canguro.
-Claro que es buena idea, total a esta edad el cole solo sirve para jugar, no aprendes nada.
-¿Y que pasa si Sora se entera?
-No tiene porque enterarse.
-Papi, voy a llamar a mami para decirle que nos has dado fiesta.- dijo Yuujou con alegría tomando el teléfono en sus manos.
-Los llevare yo.- accedió Yamato abatido, dándose cuenta de que con los bocazas de sus hijos, no pasaba nada en esa casa sin que Sora se enterase.
Saliendo de la casa, los niños se encontraban más entusiasmados por momentos puesto que, que su padre les llevase a la escuela significaba una cosa, ¡¡iban a ir en el coche de papa!!, y su alegría no era para menos ya que el coche de Yamato era un lujoso deportivo que en segundos alcanzaba los 300Km/hora.
-Yo delante.- dijo Aiko pegándose a la puerta del coche, esperando que su padre la abriese.
Y al ver tan ilusionados a sus hijos, Yamato se dio cuenta de que tal vez no fuese buena idea llevarles en ese coche, sobre todo cuando Sora se enterase, ya que le tenía terminantemente prohibido que sus hijos se montasen en ese automóvil aún cuando estaba parado.
-Cielito, vamos en el coche de mama, ¿vale?.- dijo Yamato dirigiéndose al monovolumen familiar, que ya esta equipado con las sillitas homologadas para niños, puesto que era donde la familia Ishida viajaba normalmente.
-Jo…- se quejó Aiko, dirigiéndose con desgana al coche.-… pero voy delante.
-¡Ni hablar!, atrás, en la sillita.- ordenó Yamato abriendo el asiento trasero del coche.
-¡¡Yo no quiero ir en la silla!!.- protestó la niña.- ya soy mayor, quiero ir delante.
-Cielito, yo no elijo cuando una persona es mayor.- empezó mientras hacia que su hija se sentase en la silla y la abrochaba.- lo dice la ley, y si la ley dice que a los 8 años aún tienes que ir en sillita homologada, iras en sillita homologada, de esa forma no multan a papi, y mami no rompe extremidades a papi, ¿has entendido?.- finalizó el rubio con una sonrisa.
-¡Es humillante!.- protestó de nuevo la chica cruzándose de brazos.
-No te quejes tanto, mira a tu hermano que formal esta en su sill… ¡¿Dónde esta?!.- gritó el padre con preocupación al ver que la sillita de su hijo estaba completamente vacía.
Yamato alzó la vista buscando a su hijo con la mirada y al no encontrarlo el pánico se adueñó de él.
-¡¡Yuu-chan!!, ¡¡Yuu-chan!!, ¡¿Dónde estas?!.- gritó paseándose de un lado al otro del jardín de su vivienda, hasta que al fin encontró a su hijo.
Tirado en la hierba, un hermoso Shiba Inu le lamia la cara sin cesar.
-Jajajaja… para ya Garu… jajajaja…- reía el niño, intentando apartar al cariñoso perro.
-¡¡Garu!!, ¡aparta!.- gritó Yamato con autoridad, haciendo que el perrito se fuese a un lado.- hijo, mira como te has puesto.- dijo con desesperación al contemplar los ropajes manchados de su hijo.- anda, vamos a cambiarte.
Mientras el grifo sonaba sin parar y Yuujou se limpiaba nuevamente, Yamato elegía un nuevo traje para que su hijo pudiese asistir al fin a la guardería en el día de hoy.
-Papi, ya estoy.- dijo el niño adentrándose a la habitación.
-Muy bien pues ahora ponte esto…
Yamato entregó una camiseta y un peto a su hijo, pero parece ser que a su hijo no le convenció en absoluto el gusto de su padre.
-Ese no me gusta.- dijo el niño cruzándose de brazos.
-¡¡Yuujou!!.- gritó Yamato, perdiendo por completo la paciencia, pero al ver la cara de susto de su hijo se lo pensó mejor y abatido dijo.- elige tu lo que quieras.
Al fin, la crisis de la ropa del pequeño Ishida finalizó y Yamato pudo dirigirse con él al coche, pero de nuevo, una nueva desdicha le impediría ponerse en marcha.
-¡Yamato!, se esta inundando el baño de los niños.- dijo Gabumon, observando con la más absoluta tranquilidad como empezaba a salir agua por la puerta.
-¡¿Qué?!
-Creo que no cerré el grifo.- dijo el pequeño pelirrojo poniendo carita de niño adorable para que su padre fuese considerado.
-Genial…
Y mientras el rubio iba en busca de la fregona y Gabumon se daba por satisfecho por haber avisado a Yamato de la inundación y volvía a vegetar al sofá una cabeza rubia se asomó por la puerta del baño.
-Papi, ¿nos vamos ya?.- preguntó Ai-chan, que como era de esperar no había aguantado ni cinco minutos parada en el coche.
-Aiko, llevo a tu hermano al coche y ¡¡átalo!!, yo voy ahora.- dijo el portador de la amistad agotado mientras fregaba el pequeño inundamiento provocado por su hijo menor.
Tras achicar el agua del baño, y guardar la fregona, el rubio, rezando para que no hubiese más contratiempos, se fue directo al coche donde le esperaban sus impacientes hijos, que se habían hecho notar durante todo el rato que Yamato había estado recogiendo el baño tocando el claxon, para desesperación de todos los vecinos.
-Niños, ¿estáis bien abrochados?.- preguntó el padre adentrándose en el coche, una vez ahí miró por el espejo retrovisor para cerciorarse de que sus pequeños realmente estaban ahí, vio como su pequeño Yuujou le sonría feliz y le saludaba con la mano desde su sillita, pero de nuevo el pánico le invadió cuando vio la sillita de su hija vacía.- ¡¿y ahora donde se ha metido esta otra?!
-¡¡Arranca papi!!.- gritó Aiko abrochándose el cinturón del asiento del copiloto.
-¡¡Aiko, te he dicho que tienes que ir en la sillita!!.- gritó Yamato alterado al ver a su hija a su lado.
-Seré buena papi, venga.- suplicó la niña poniendo carita adorable, que derretiría a cualquier padre.
-Esta bien, pero agárrate bien, y pon cara de mayor.- accedió finalmente Ishida, que al ver en su reloj que ya llegaba dos horas tarde a su trabajo, había decidido que lo mejor seria dejar de intentar educar a sus hijos por hoy.
Sin más contratiempos y sin pasar de los 20Km/hora, el reconocido viajero del espacio al fin pudo dejar a sus hijos en sus correspondientes centros de reclusión, es decir, el colegio y la guardería, y agotado llego a su puesto de trabajo en las oficinas centrales de la JAXA.
-Ishida-san.- llamó un compañero de trabajo.- ¿Dónde te habías metido?, el jefe hace rato que pregunta por ti, y ya sabes que esta semana esta de los nervios con eso de la visita del Emperador.
-¿Huh?.- se dio la vuelta Yamato viendo a su compañero.- ah, hola Katsura, que día, es que mi mujer se ha ido una semana a Hokkaido y los niños se han puesto imposibles…
Explicó con desgana Yamato adentrándose en su despacho, pero su compañero Katsura, tardó dos minutos en contar el pequeño chascarrillo de Yamato, y ya se sabe como suelen ir estas cosas.
...
-Pobre Yamato, míralo que desganado, normal su mujer se ha ido una semana, pobre.- hablaba Katsura con otro compañero.
...
-Lo que te decía, que la mujer de Ishida hace una semana que le ha abandonado y le ha dejado ahí con los niños y todo.- explicaba ese compañero a otro.
...
-Parece ser que su mujer se ha fugado con un tenista, lo conoció en el club de tenis, y se han ido juntos a Hokkaido..- hablaba el compañero a otro compañero.
...
-Se fugo con el de tenis, pero por lo que he oído no funciono, y al final se fue con su hermano.- decía el ultimo al que le había llegado la información.
-¿El hermano de ella?
-No, el hermano de Ishida, hay rumores que dicen que esta embarazada…
...
-¿Te has enterado que la mujer de Ishida esta embarazada del hermano menor de este y se han fugado juntos?, pero eso no es todo, el hijo menor de Yamato ya era de su hermano, por lo que su mujer lleva con esta aventura mucho tiempo, pero parece ser que al fin le ha dejado.- finalizó otro compañero, que con esta historia, obvio que había formado un gran corro de oyentes.
Entre esas oyentes, se encontraban la Srta. Tanaka una mujer al borde de los 40, que le tiraba los tejos a Yamato desde el primer día y también había puesto su radar en marcha la Srta. Otsuko una veinteañera morena y con unos grandes atributos, que también tenía fichado a Yamato.
-¡Oh!, pobrecito, siempre supe que esa mujer no era para él.- dijo Tanaka.
-Oh, creo que necesita consuelo.- dijo Otsuko, mientras se bajaba el escote considerablemente y se dirigía al despacho de Ishida.
-¡¡Espera!!, tu ni siquiera sabes como le gusta el café.- dijo la otra mujer subiéndose la falda y siguiéndola a los dominios de Yamato.
Ajeno a todas estas nuevas informaciones de su vida sentimental, Yamato, estaba repasando los cálculos del ultimo informe que debía entregar a su jefe, de repente la puerta se abrió y de ella entraron las dos mujeres que estaban dispuestas a consolarle en este duro día.
-Hola Sr. Ishida, ¿Qué tal esta?, ¿puedo ayudarle en algo?.- preguntó con coquetería la más joven de las mujeres.
-Tome le he traído un café, como le gusta, sin azúcar.- se adelantó la otra mujer dejando el café en la mesa.
-Eh… eh… gracias señorita Tanaka.- respondió amablemente, aún estupefacto por esta visita.
-De nada.- contestó Tanaka echando a su compañera una mirada triunfal.
Pero Otsuko no se daría por vencida tan fácilmente y con gran habilidad tiró el bolígrafo sobre la mesa de Yamato.
-¡Oh!, que torpe soy.- dijo, mientras se echaba prácticamente encima de la mesa recogiendo el bolígrafo de una forma que Yamato pudiese contemplar toda su delantera.
Pero obviamente la otra mujer no se iba a quedar atrás en su lucha por conquistar a Yamato por lo que con la mayor sutileza posible derramó el café que acababa de entregar por encima de los pantalones de Ishida.
-¡Aaaahhh!.- gritó el hombre levantándose de golpe del asiento.
-Uy, Sr. Ishida cuanto lo siento, déjeme yo se lo limpio.- dijo la mujer todo convencida arrodillándose a la altura donde Yamato tiene su hombría.
-¡Ya esta bien!.- gritó Yamato levantando con brusquedad a Tanaka.- señorita Tanaka, señorita Otsuko, muchas gracias por su dedicación, pero váyanse ya de mi despacho por favor.- finalizó el rubio intentando no perder por completo los nervios mientras empujaba a las descaradas mujeres fuera de su despacho.
-La culpa ha sido tuya, eres una descarada.- recriminó Otsuko a su compañera.
-¡Por favor Otsuko!, ¡Oh!, que torpe soy.- dijo la otra mujer con enfado imitando a su compañera.- siempre estas abusando de tu gran delantera, pero que sepas que con el tiempo se te caerá, como a todas.
-Envidiosa.- repitió la chica a la vez que se acomodaba de nuevo los pechos.
Tras esta inestimable visita, el pobre y abandonado Yamato pudo de nuevo concentrarse en su trabajo.
A tres puertas del despacho de Ishida, se encontraba el del señor Fukiyama o lo que era lo mismo, el jefe de Yamato. El señor Fukiyama era un hombre hiperactivo y mandón que había dedicado toda su vida a la agencia especial japonesa, y ahora al borde de los sesenta, los superiores habían decidido recompensarle toda su dedicación a la empresa haciéndolo director de las oficinas centrales que la JAXA tiene en Tokio. Desde su despacho siempre se escuchaban sus clamorosos gritos ya que sus trabajadores como el los definía más de una vez eran "una panda de inútiles", pero los gritos de hoy eran más insultantes que de costumbre.
-Esto señor, ¿se puede?.- preguntó Yamato discretamente asomándose por la puerta.
-¡Ishida!, por su puesto que se puede, las puertas de mi despacho siempre están abiertas para ti.- gritó el hombre con alegría, ya que Yamato era su ojito derecho puesto que tener un reconocido astronauta trabajando para él le daba bastante prestigio, luego dirigiéndose al pobre pintor, que era el sujeto contra el que estaba descargando su furia gritó de nuevo.- ¡¡lárgate inútil!!, luego te llamo y espero que traigas el color verde claro que te pedí.
-Sr. Fukiyama, le he traído los informes con los cálculos que nos pidieron desde la NASA…
-¡Olvida eso Yamato!, concentrémonos en cosas importantes… ¿Qué color crees que le quedara mejor a mi despacho?, he pensado el verde, ¿crees que al emperador le gusta el verde?.- interrumpió el jefe, que estaba más preocupado por la inminente visita del Emperador que de cualquier cálculo.
-Señor yo…
-No importa, haré que pinten la bandera del Japón, seguro que eso le gusta, y hablando de banderas, espero que mañana estés listo, el Emperador quiere conocer al hombre que puso la bandera de nuestra patria en Marte.
-Yo, no estaba solo…
-¡Si! es verdad, dile a Gafumon que venga contigo, el Emperador también quiere conocerle.
-Es Gabumon, señor.
-¡Como sea!, Yamato mañana todos nuestros esfuerzos se verán recompensados.- dijo el hombre dando una amistosa palmada en la espalda a Ishida e imaginándose la heroica escena de conocer al mismísimo Emperador del Japón.
-Pero jefe, y los informes, los de la NASA no paran de pedírmelos.- apuntó Yamato con inocencia.
-Pues que esperen, esa misión no parte hasta dentro de un par de meses, por un día más que esperen no se van a morir… ¿de que color quieres que te pinte el despacho?
-Esta bien así señor.- contestó el hombre, que lo que más deseaba era volver a su despacho para jugar una nueva partida al mítico y nunca pasado de moda Space Invaders.
-Así me gusta hijo, sin pretensiones, te lo pintare de azul, ¿te gusta el azul?
-Si, señor…
-No hay más que hablar, ¿y ahora donde se ha metido ese inútil de pintor?…- hablaba de nuevo para si mismo el hiperactivo hombre.- es igual, esta despedido, contratare a otro, ¿sabes si el de la capilla Sixtina esa esta disponible?
-Eh… creo que no señor…
Encerrado en su despacho, jugando sin parar al Space Invaders en su ordenador, y aguantando el olor a pintura de las paredes, el interminable día de Yamato termino, o eso creía.
-Ishida, ven aquí.- interceptó el Sr. Fukiyama cuando estaba a punto de salir.
-Señor, ¿Qué desea?
-Yamato ya me he enterado, lo siento, venga vamos a tomar algo.- dijo el señor, al que como a todos ya le había llegado la desvirtuada noticia del trabajo de Sora.
-Jefe, lo siento, pero no puedo, los niños me esperan.- se intentó excusar Yamato, que lo que más deseaba era que ese horrorosa día acabase ya.
-Los niños, te aferras a ellos, te entiendo…
-¿Qué?
-Bueno, llama a alguien para que se ocupe de ellos, tu y yo nos vamos de copas.
-Pero señor…
-Ishida, quiero que mi hombre estrella este a punto cuando venga la persona más importante de Japón a ver nuestras instalaciones, de modo que se viene conmigo.- ordenó nuevamente el hombre, que por lo visto estaba más que acostumbrado a que todo el mundo obedeciese sus ordenes.
-Se lo agradezco mucho pero…
-¡Como no venga le despido!.- amenazó el señor, que ya había perdido su limitada paciencia.
-Llamare a alguien para que se ocupe de los niños.- accedió finalmente el rubio con temor.
De esa forma, el día de trabajo de Yamato terminó, pero empezó algo mucho peor para él, y no era otra cosa que la ruta con su jefe por lo bares de copas y Streep-tease más cutres de la ciudad.
-Todas las mujeres son unas guarras, como mi mujer… ex-mujer, la muy zorra me abandonó… zorra.- seguía el Sr. Fukiyama que ya llevaba unas 40 copas de más.- ¡¿Ishida no bebe?!
-No señor, el alcohol no me sienta bien.- contestó Yamato asustado mientras daba vueltas a su copa.
-Eres una nenaza Ishida, espero que no te comportes así delante del Emperador.- habló el hombre trabándosele la lengua.
-No, señor.- contesto el portador de la amistad mientras pensaba "lo que hay que hacer para conservar tu puesto de trabajo".
-¿Y que es esto?.- preguntó el jefe tomando la mano de Yamato y observando su alianza.- ¡¡debes tirar esto!!, que sepan todas estas mujeres que estas libre…
-Señor, pero es que yo estoy casado.
-Yamato, tienes que liberarte de eso, esa zorra te ha abandonado.- explicó el hombre sus teorías de divorciado amargado.
Pero esas palabras fueron demasiado para Ishida, que no dudaría en pegar una paliza a cualquiera que le faltase así al respeto a su adorada mujer, aunque sea su alcohólico jefe, por lo que tomándole de la camisa le gritó con la mirada llena de ira.
-Mi esposa no me ha abandonado, y la próxima vez que se refiera a ella de esa forma le parto la cara, aunque sea mi jefe, adiós.- finalizó el rubio con enfado, soltandolo de una manera despreciativa y abandonando por fin ese local, no sin antes tener que esquivar a las bailarinas que no paraban de ofrecerle bailes privados.
-Pobrecillo, no lo asume…- murmuró para si mismo el borracho jefe de Yamato.- ¡¡camarero!!, ¡¡otra copa!!
Y ahora si que por fin, el interminable primer día sin su Sora, terminó para Yamato, abatido abrió la puerta de su hogar, ya era de noche, al menos los niños estarían acostados y no le darían la paliza, ese era su consuelo, el saber que la cama le esperaba y podría dormir con tranquilidad, sin embargo, cuando entro en casa se dio cuenta de que tenia una visita inesperada.
-¡Que poca vergüenza!.- se escuchó la recriminadora voz de una mujer.
Continuará….
