Descargo de responsabilidad: Desafortunadamente para mí, Skip Beat no es mío.

NOTA: Soy consciente de que la palabra 'cuchara' tiene ciertas connotaciones sexuales en algunos países. No es este el caso. Solamente voy a hablar de cucharas.


CUCHARAS

Hay cucharas de sopa, grandes y hondas. Cucharas de postre, de mástil largo y estilizado, pero solo si el postre se sirve en copas de vaso alto. Si no fuera así, las cucharas de postre son tan solo un poquito mayores que las de café, pequeñas y delicadas. Las hermosas cucharas chinas de porcelana, de fondo plano y laboriosamente decoradas, mal llamadas de salsa por europeos ignorantes. La cuchara de ensalada, enorme, solo útil para lo que su nombre indica. Luego está también la cuchara de servicio o cucharón, inmensa y de gran capacidad, para servir líquidos. Sin olvidar la cuchara del consomé, que solo vale para el consomé, totalmente incómoda para cualquier otro menester, porque es mucho más grande que la sopera. La más extraña de todas es la cuchara para helado, de pala casi plana, y borde recto. Y no debe olvidarse uno de las cucharas dosificadoras con sus marcas y medidas, para jarabes o para preparar papillas para bebés, o lo que quiera que se tercie, mientras tenga que ser medido.

Están también las cucharas para regalo, las que celebran el nacimiento de un retoño, o conmemoran alguna otra clase de evento. Suelen ser de plata y exquisitamente labradas, con filigranas que las embellecen. Pero no son funcionales. Solo puro adorno.

Pero de todas las cucharas, la que más le gusta a Hizuri Kuon es la que dibujan sus cuerpos todas las noches. Él hunde el rostro en el pelo corto de su esposa, mientras ella reposa su cabeza en el brazo de su marido. El otro brazo de él descansa sobre su pequeña cintura como si ese fuera su lugar natural, mientras su pecho acoge la espalda de su esposa. Después, sus cuerpos terminan de amoldarse como si fueran cucharas gemelas descansando en su gaveta. Luego, finalmente el agotamiento de la jornada les alcanza con la bendición del sueño y el abrazo compartido. Sí, esa es la cuchara más hermosa para Hizuri Kuon.

Eso no es obstáculo para que algunas mañanas, mientras están más dormidos que despiertos, ciertos movimientos del trasero de su esposa despierten partes de su cuerpo que aún dormían… Y sin variar apenas su postura, él llena de besos el cuello de su esposa, y sus manos juegan con los botones del pijama para tocar su pecho, mientras ella, con la mano que tiene libre (la otra está ocupada bajo la ropa arrancando gemidos a su esposo) trabaja para tirar del elástico de sus pantalones lo justo para recibirlo. Ella se mueve un poco para ponérselo más fácil, y es entonces cuando él entra en ella, desde atrás, sin deshacer nunca ese abrazo, suavemente y despacio, hasta que los dos exhalan un suspiro de satisfacción. Todo está donde debe estar… Él estrecha ese abrazo a la vez que ella se pega más aún hacia atrás buscando el punto exacto que la hace temblar. Luego se inicia el baile. Sosegado, lento. No hay prisas en esta danza. Solo ellos dos. La intimidad perezosa de sus cuerpos les va despertando, y el ritmo tranquilo y calmo del principio se acelera en sus momentos finales cuando Kuon siente que Kyoko va a explotar. Su cuerpo empieza a tensarse, buscando retener la sensación que le nace en algún punto más allá de sí misma. Hasta que los últimos empellones de Kuon hacen que el mundo estalle en explosiones de luz. Para los dos. Siempre juntos.

Y solo después, saciados y satisfechos, se dan el beso de buenos días. Un beso más largo y más húmedo de lo que suele ser lo habitual en un beso de tal clase.

Así que la cuchara de la noche solo es superada por la cuchara de la mañana.

Siempre.