Me levanté rápidamente. El celular no paraba de sonar, lo apagué y miré a mi madre de soslayo. Seguía dormida. Tomé la mochila del suelo y salí de la habitación. Busqué a Rosie, la enfermera, para decirle que me iba al colegio. Escuela nueva, con gente nueva e idioma nuevo. Hallé a Rosie y luego de despedirme de mamá, pasé por el baño donde me cambié con rápidez.
Salí con urgencia del hospital y tomé mi bicicleta del poste donde la había enganchado. Un par de pedaleadas y ya estaba en el colegio. Me bajé de la bicicleta y metí el pie en un charco. Con furia encadené la bicicleta a un árbol no muy grueso y acomodándome la mochila ingresé al establecimiento.
Pasé por administración donde me dieron el horario de mis clases. Suspiré, algo bueno para comenzar: Español. Una manera de sentirme más cerca de casa. Entré al aula rodeada de miradas inquisitivas. Odiaba Forks, no entendía porqué mi madre se había obstinado tanto en hacerse atender por un tal doctor Cullen que trabajaba allí.
Busqué un asiento vacío, encontré una mesa sin ocupantes y me senté allí. Entró el profesor y un joven rubio con cara de dolor, junto a otro fornido con una enorme sonrisa lo siguieron.
Llegan tarde Sr. Hale y Sr. Cullen - dijo el profesor en español
Lo sentimos Sr. Salvo. Tuvimos un incidente en el camino –
Los jóvenes se dirigieron a la mesa en la que yo estaba ubicada, percibí con intensidad el aroma dulce y penetrante que emanaban. Ese aroma creó una infinidad de sensaciones dentro de mí. Un sentimiento de violencia y deseo que no podía controlar. El muchacho alto se acercó y tendiéndome una mano dijo:
Emmet. Un placer conocerte... –
Victoria, Victoria Martínez – dije tomando su mano. Sus ojos dorados
Hipnotizaban. Sin saber lo que hacía me afiancé en su mano y me levanté de la silla. Mis ojos miraban a los suyos y sin darme cuenta lo besé.
El joven me apartó de su lado con una mirada extraña, aún no había soltado su mano.
Lo, lo siento – Dije en español
No hay nada que debas sentir dijo el joven en voz baja – Me dirigió
una última mirada y se sentó en otro banco junto al chico rubio.
Me sentí extraña hasta que la clase terminó. Cuando tocó el timbre salí del aula, detrás de mí venían Emmet y Hale. Una muchacha rubia, la más bella que jamás había visto lo esperaba. En el momento en que él traspuso la puerta lo besó.
En mis otras clases me encontré con dos personas más de apellido Cullen, un chico muy atractivo y una joven llena de energía. Al llegar el almuerzo me senté en una mesa sola con la decepción de que la bella rubia no estuviera conmigo en ninguna de mis clases.
Comí sola y observé que en una mesa sola se sentaban los Cullen y el muchacho Hale junto con la rubia. Pude comprobar que Emmet y la chica eran novios, así como Alice (creo que así se llamaba) y Hale. Sonreí con amargura. ¿Qué había pasado por mi cabeza para besar al muchacho? Ni siquiera me gustaba, por el contrario, el otro chico Edward, quien parecía aburrido era muy atractivo.
Tocó el timbre y me dirigí a clase, al pasar por su mesa sentí el mismo olor dulce y penetrante que cuando estaba en clase. En ese momento una muchacha pasó junto a mí. No pude resistirme a su olor embriagante, olía a caramelo... Me lancé a su cuello, sentía latir su corazón, su sangre fluir. Era una sensación tan embriagante. No pude llegar a ella porque Edward me había abrazado. La muchacha cayó al suelo. Ante una fría mirada de desdén por parte de Cullen se levantó aterrorizada.
Luchaba contra él, quería beber de la joven, quería saciar esa sensación de sed que me invadía.
Tranquilízate – dijo Edward – No te soltaré hasta que lo hagas –
Comencé a respirar con normalidad y me largué a llorar, Edward me soltó y salí corriendo del comedor. Corrí hasta mi bicicleta y una vez sobre ella pedalée hasta el hospital. No sabía que era lo que me sucedía. Me sentía tan horrorizada de mi misma.
Entré a la habitación de mi madre enjugándome las lágrimas. En ella se encontraba el Doctor Cullen haciendo su pase diario.
Buenos días- Saludé
Buenos días, Victoria, cuando termine con tu madre, ¿Puedes pasar
por mi despacho?
Por supuesto. ¿Quiere que vaya ahora y lo espere allí?-
Sería mucho mejor-
Caminé hasta el despacho del Dr. Cullen y entré. Sorpresivamente en una de las sillas destinadas a los pacientes se encontraba Edward. Cerré y abrí los ojos pero él seguía allí. "Pobrecilla, debe estar aterrada" dijo Edward.
No lo estoy – Respondí desafiante.
No dije nada- Dijo Edward sorprendido
Te oí, dijiste pobrecilla, debe estar aterrada-
No dije nada – Respondió Edward – Lo pensé-
El Dr. Cullen entró en su despacho. Tomó mis manos y me guío hasta la silla. Hizo que me sentara. Puso su mano sobre el hombro de Edward al pasar y se sentó en su silla. Antes de que pudiera mencionar palabra alguna, Edward dijo:
- Carlisle, ten cuidado. Creo que Victoria puede escuchar lo que pensamos-
- Está bien hijo, ya me he acostumbrado a la pequeña falta de privacidad que supone tener a alguien con tu habilidad en la familia – Dijo el Dr. Cullen mientras sonreía.
- No quise besar a su hijo Emmet, entiendo si usted supone que eso es un problema, pero por favor que no interfiera con el trato que le dispensa a mi madre – dije rápidamente
- Jajaja, parece que hubieras estado conteniéndote para decir eso desde que llegaste – dijo Edward.
"Gran idiota este Cullen" pensé con desprecio.
- No soy un idiota, pero si eso es lo que piensas está bien. No voy a contradecirte – Dijo Edward.
Lo miré con odio y dije:
- Puede ser que no sepa qué está pasando conmigo y que clase de fenómeno eres, pero puedo asegurarte que si vuelves a meterte en mi cabeza, acabaré contigo –
Edward me miró con desprecio y el Dr. Cullen debió de haber percibido que los ánimos se exaltaban, así que intervino:
- Victoria, lo que Edward hace es involuntario, con esfuerzo logra no oir lo que pensamos, pero esto dura tan sólo unos momentos – Juntó las yemas de sus dedos y prosiguió – Pero aquí, lo más importante no es el hecho de que mi hijo pueda saber lo que piensas, sino que tú puedas saberlo – Hizo una pausa y mirando detenidamente a Edward dijo – Edward, llamaste porque algo había sucedido en el colegio, ¿Puedes contarme? –
- Verás Carlisle, creo que Victoria es... como nosotros, o algo parecido –
- Pues, no me preocupa que sea como nosotros, sino que sea "algo parecido" a nosotros. Hijo, no conozco "algo parecido" a lo que somos. O lo eres o no – Puntualizó Carlisle.
- Disculpen, pero ¿Qué es lo que son? porque no veo muchas diferencias entre ustedes y yo – Pregunté impaciente. Intentaba escuchar lo que pasaba por sus cabezas pero no podía.
- No podrás oir nada – Repuso Edward – Con Carlisle tenemos, ¿Cómo es que los humanos lo llaman? Ah, si, "Mente en blanco" – sonrió forzadamente – Hasta que no sepamos lo que eres, no oirás nada –
- Está bien, como ustedes quieran. Me largo de aquí, y mi madre también. Pediré el traslado al hospital de Seattle. Dr. Cullen, es un gran médico... Con un pequeño problema de... identidad – Me levanté de la silla y tomé mi mochila del suelo – No sé qué es lo que pasó hoy, pero sucedió cerca de sus hijos. No entendí, ni entiendo la obstinación de mi madre en hacerse atender por usted. Muchas gracias, pero no será su médico nunca más – Caminé hasta la puerta y salí.
Llegué a la habitación de mi madre quien estaba semi despierta. Besé su frente y con cariño acaricié su mano. Me incliné a su oído y le dije:
- Mamá, iremos al hospital de Seattle, allí poseen mejor equipamiento y podrán atenderte mejor –
- NO – Gritó mi madre – Debemos quedarnos aquí... Vos tenés que... – En ese momento mamá dejó de respirar.
Salí de la habitación gritando como loca, caí al suelo. Veía manchas blancas, azules y verdes pasar a mí alrededor. Entre esas manchas distinguí a Edward Cullen quien me alzó y me llevó nuevamente al despacho de Carlisle.
Patalée, grité e intenté arañar a Edward Cullen con todas mis fuerzas pero era imposible. Nada de lo que hacía podía liberarme de sus brazos de acero. Lo único agradable de ser su prisionera era sentir la tibia calidez de su piel sobre la mía. Agotaba dejé caer mi cabeza sobre su cuello. Edward sonrió y una vez en el despacho de Carlisle se sentó en el suelo con mi persona sobre su regazo.
Comencé a llorar de forma desconsolada, no entendía lo que había pasado, dentro de mí reinaba la confusión. Podía oír la voz de Edward intentando tranquilizarme pero no quería obedecerle, me regodeaba en mi confusión. Me hacía sentir normal, no deseaba volver a sentirme como en la cafetería. En medio de mi llanto me sentía simplemente humana, sin deseos extraños que satisfacer.
La puerta se abrió y esta vez entraron Emmet, Jasper, Alice y la rubia novia de Emmet. Sentí la sangre subir hacia mis mejillas, me acurruqué aún más sobre el cuerpo de Edward y lloré más fuerte. En ese mismo instante sentí que toda la confusión y el dolor desaparecían. Una especie de calma invadió mi cabeza y relajó cada músculo de mi cuerpo. Los problemas ya no existían.
Muchas gracias Jasper- Dijo Edward - ¿Puedes levantarte?- Me preguntó.
Si- Me incorporé con lentitud y me marée.
Edward me sostuvo y me ayudó a sostenerme. Me acercó a una silla y me senté en ella. Sumamente nerviosa pensé en mi madre y en el estado en que la había dejado. Miré a Edward interrogante, sentía muchos zumbidos cambiantes a mi alrededor.
Lo siento- Dijo Edward – Pero creo que debes prepararte para lo peor, tu madre no pudo recuperarse...
Lancé un grito ahogado y caí al suelo. Me desperté en una habitación desconocida, lo único que recordaba era el rostro de dolor de Edward al anunciarme la mala noticia.
