Estando aburrida en la cama, enferma, me entraron los delirios del aburrimiento, y saqué como 5 fics xDDD. Bueno, este es el que más me gustó como para publicar. Espero que os guste, y que no me mateis ;) xDDDDDDDDDDDDD
Buenno, aqui lo dejo.
Capitulo 1
Era un frío día de invierno y la noche ya empezaba a cernirse sobre la ciudad de Londres. Aunque a nosotros nos interesa más una parte de ella, una parte alargada, algo oscura y poco transitada. Y para ser exactos, Fleet Street en particular. Todos dormían. Todos, excepto la extraña pareja de la esquina de la calle, que se hallaba inquieta cada uno en una habitación diferente. Nadie sabía porque el olor de la chimenea de la tienda era tan horripilante y mucho menos la relación de los ocupantes. Pero todo el mundo había notado que la mujer estaba enamorada del barbero, tan solo por las frecuentes miradas al piso de arriba y como se le iluminaban los ojos al verlo. En cambio, ninguna persona o animal se atrevería a afirmar lo mismo de él. Siempre distante y ajeno, aunque, según decían, afeitaba de maravilla. Todos se preguntaban como aquella hermosa de mujer podía profesar tanto amor por aquel… ser.
Definitivamente, nadie, ni hombre ni mujer, ni animal ni objeto desearía o buscaría encontrarse con él en una noche oscura lejos de casa.
La dueña estaba sentada en una mesa, dentro, tomando un té, pero sin ganas. Mirando la desierta calle que se oscurecía más y más, preguntándose si alguna vez la querría cierto hombre, si tal vez alguna vez pensaría en ella de la forma en la que ella pensaba en él.
El candelero ya encendía las farolas de la calle, ya eran las ocho de la noche. Con un suspiro, se levanto y se fue a preparar para irse a dormir. Toby, el pobre, ya lo hacía. Habían tenido un día muy duro. Aunque, claro, los Sábados siempre eran duros.
Después de ponerse la correspondiente ropa, se metió entre las sabanas, imaginándose el futuro que le gustaría con el barbero y el niño a los que adoraba, lejos de cadáveres y venganzas.
Momentos después, Sweeney Todd llegaba arrastrándose a su barbería, situada encima de la "maravillosa" tienda de la Sra. Lovett. La nieve –que había caído y cuajado el día anterior- estaba totalmente helada, y le había calado prácticamente entero. Se había caído en múltiples ocasiones, cayendo en la nieve de rodillas. Subió a duras penas las escaleras, con un esfuerzo sobrehumano.
Se habían cebado con él. Sí señor. Se habían cebado con él hasta hartarse y después le habían dejado tirado en una esquina, sangrando. Y todo por haber sido tan estúpido como para salir una fría tarde de invierno –en Londres-desarmado, sin sus queridas amigas. Lo habían pillado desprevenido, y no había podido defenderse contra cuatro. Luego descubrió que estaban borrachos y que eran hombres del Alguacil, aunque no actuaban bajo órdenes de él en ese momento. Pero se vengaría. ¡Claro que se vengaría! Acababan de adquirir el 3º puesto en la lista de venganzas.
Por ahora, lo mejor sería intentar curarse, y procurar que la Sra. Lovett no le viese en ese estado. Sería como mostrar debilidad, y él NO era débil. Sería preocuparla sin sentido, pues él mismo podía curarse.
Llevaba varias horas intentando dormir, pero le era imposible. Le faltaba algo. Pensó. Llevo el camisón, estoy en mi habitación, tumbada en la cama, mi cama, estoy tapada con las sabanas… Exactamente igual que ayer, salvo porque… no estoy dormida. ¡Ah! ¡Ya sé lo que falla! El Sr. Todd era lo que fallaba. Aún no había empezado su paseo al lado de la ventana, como de costumbre. Por la noche no dormía y se la pasaba paseando, y, por el día, se sentaba a pensar y a mirarse en la navaja –aparte de sus "trabajos", claro está-. Eso era lo que hacía todo el día, pensar.
Se levantó y se puso una bata de color negro, su preferida, y se encaminó con intenciones de saber que le pasaba. Si hiciese falta, ella misma le haría caminar para poder dormir.
Subió las escaleras corriendo del frío que hacía, abrazándose a si misma para mantener el calor, aunque en vano.
Abrió la puerta lentamente, intentando que la campana no hiciese mucho ruido.
Igual ha conseguido finalmente dormir. En ese caso, no se lo perdonaría.
Pero no estaba en la ventana. Ni delante del tocador. Ni en la silla. Ni en la cama. Por no estar, no estaba ni sentado en el baúl.
El baúl…
Vio una cosa negra al otro lado del baúl, algo que sobresalía. Había algo o alguien detrás. Y eso, lo que fuese, ya sabía que ella estaba allí.
Genial –pensó Sweeney- A nadie más que a la Sra. Lovett se le ocurre venir a hacerme una visita una noche de invierno, justo cuando yo estoy deseando que no lo haga.
Genial –pensó la Sra. Lovett- A nadie más que a mí se le ocurre subir a la barbería una noche como esta. Ahora ya sabe que estoy aquí, sea lo que sea.
Lentamente, se acercó a la caja de las navajas. Al menos, tener algo con lo que defenderse.
Cogió una con sumo cuidado, cuando distinguió un mechón color blanco puro.
-¡Sr. Todd! –exclamó mientras la dejaba en su sitio y se acercaba.
Estaba sentado contra la pared, con las piernas abrazadas sin fuerza y la cabeza entre las rodillas, fuera de la vista. Aun así, ella supo que algo le había sucedido. Se arrodillo delante de él, sentándose de paso en sus talones.
-Sr. Todd ¿Qué ha…? –el aludido negó con la cabeza, aun entre las piernas-. Sr. Todd, míreme –le pidió. Él no se movió-. Sr. Todd, por favor, míreme –sin respuesta-. ¡Sr. Todd! ¡MÍ-RE-ME! –nada- Sweeney, mírame –le volvió a exigir, a ver si escuchando su nombre reaccionaba. La misma respuesta-. ¿Me va a obligar a utilizar su otro nombre? –le preguntó. No quería hacerlo, pero si no quedaba más remedio…-. Está bien –puso las manos a ambos lados de los pies de él y acercó su boca al oído de él-. Sr. Benjamin Barker –susurró-. ¿Me haría usted el favor de mirarme?
Al instante, el Sr. Todd levantó la cabeza, causándole dolor. Ella recibió una mirada de profundo odio. Sonrió satisfecha. Se le cambió la cara cuando descubrió los morados –más aún- ojos de él, y los cortes en las mejillas. De la nariz salía un chorro de sangre y caía lentamente por su barbilla, perdiéndose en la camisa, que la tenía desgarrada. Alcanzó a ver hematomas en su pecho, además de mucha sangre y heridas. Pero no eran síntoma de una pelea… Más bien de…
-¡Oh, dios! ¡Sr. Todd! –se levantó de un brinco, con la mano en la boca y se alejó de él, horrorizada. Él la miraba con desdén por haberle descubierto en aquel estado.
Corrió a la puerta y bajo corriendo las escaleras. Todd no se esperaba esa reacción, más bien esperaba una avalancha de preguntas o algún amago de abrazo, por supuesto, frustrado porque él no la dejaría. ¿Pero huir corriendo? Tal vez la había asustado. ¿Y si había ido a por la policía? No… Ella no sería capaz.
Había bajado corriendo, con lágrimas en los ojos. Había cogido unas toallas y un cubo de agua y volvía en dirección a la barbería cuando se acordó de algo.
-Toby –le despertó suavemente – Despierta, hijo.
-Uh… eh… ¿Qué pasa? –dijo adormilado-.
-Escucha, no puedes subir a la barbería hasta que yo te diga. Bajo ningún concepto ¿de acuerdo?
-Por supuesto pero… -bostezó-. ¿Por qué?
-Por nada, querido. Sigue durmiendo –le dio un dulce beso en la frente, y recuperando su expresión de extrema preocupación subió las escaleras -. Sr. Todd, ya estoy aquí –dijo mientras cerraba la puerta con el pie.
Él no se esperaba que ella volviese, y menos con un cubo y toallas.
Vio como se agachaba lentamente al lado suyo y dejaba las cosas en el suelo.
-Tengo que curarle –dijo.
Él le miro como si se estuviera negando en rotundo.
-Tengo que hacerlo. O llamaré al médico –sabía que él no querría que nadie más lo viese así-.
La miró como diciendo "No serias capaz"
-Lo haré, si no me deja.
Finalmente, se rindió. Movió un poco los brazos e intento estirar las piernas. Ella le ayudó a tumbarse cerca de la silla de barbero. Con mucho cuidado, cogió una toalla y la mojó en el agua. No estaba muy fría, más bien, templada. Con suaves movimientos fue limpiándole la sangre de la cara. Él tenía los ojos cerrados y de vez en cuando notaba escozor, pero no se quejaba.
Todd
Tenía cerrados los ojos. Ella le curaba con mucho esmero, ni le hacía daño. Con mucha suavidad y cariño le limpiaba la cara, como si lo hubiese hecho toda su vida.
Hasta su nariz llegó el olor de un perfume barato. Supuso que ella no tendría dinero suficiente como para comprarse uno bueno de verdad. Eso le enfado un poco. Ella debería llevar un buen perfume, y no aquél. Se prometió, que por Navidades le regalaría uno mejor.
Notó también la cercanía y nervios de ella. Como le tocó un poco los cortes para comprobar lo profundos que eran. Afortunadamente, debió decidir que no merecían mayor atención.
Después, sintió como se alejaba y metía el paño en el agua. Supuso que el agua estaría llena de sangre. Su sangre.
Una mano temblorosa agarró el primer botón de su camisa. Oh no. Eso sí que No. Lo había curado un poco, bien, pero de ahí a verle más vulnerable aún, NO.
Le cogió la muñeca con la poca fuerza que tenía y la miró severamente como diciendo que ni se atreviese (a partir de ahora lo que digan las miradas lo pondré entre ".")
Lovett
Observó como cerraba los ojos e intentaba relajarse. Tuvo mucho cuidado limpiándole la cara, aunque su cara se contrajo alguna vez en una mueca de dolor. Se preguntó cómo se habría hecho todo aquello. Bueno, saber, lo sabía, pero no el… ¿Por qué? ¿Quién?
Estaba muy nerviosa, nunca había estado tan cerca de él de manera tan… intima. Suponía que debía estar pasándolo realmente mal. El Sr. Todd era una persona, según ella suponía, orgullosa, y por eso no soportaba que nadie le viese tan vulnerable.
Se acercó un poco más, para observa de cerca las heridas. No eran muy profundas, no necesitarían puntos, aunque posiblemente de alguna quedase cicatriz. Se apartó y hundió en el agua el paño lleno de sangre.
La sangre se fundió con el agua, pero no se quitó del paño. Lo había teñido entero. Tendría que bajar a por otro.
Vale, una vez terminada la cara, tendría que pasar al torso. Que vergüenza, cada vez estaba más nerviosa. Iba a verle desnudo. Bueno, SEMI-desnudo. Le iba a quitar la camisa. Uyyyyyy que nervios. No es que tuviese algo de especial. No sería la primera vez que veía a un hombre así ¿no? Pero era él. Y él era Sweeney Todd, protagonista de todas sus fantasías y todos sus sueños.
Tímidamente –y con un rubor en las mejillas- deslizó su mano hacía el cuello de la camisa, dispuesta a descubrir lo que había debajo de ella.
Empezó a desabrochar el primer botón cuando una mano aprisionó su muñeca.
"No te atrevas" decía con la mirada.
-Tengo que hacerlo. O… ¿llamo al doctor? –amenazó-
"Eres mala" le dedicó pensando.
-Déjeme –suplicó
Alzó la mirada al cielo con resignamiento y asintió levemente. Pero ella no siguió con su labor de desabrocharle la camisa y se levantó.
"¿Pero que hace?" se estaban mirando mientras ella avanzaba lentamente al tocador.
-No me mire así, no voy a poder quitarle la camisa sin ayuda –desvió la mirada a la caja abierta mientras con una mano acariciaba los mangos de las navajas.
Ahora estaba asustado. No, MUY asustado. Observó como lentamente cogía una y la abría. Se vio a si mismo, -obviamente, un reflejo de si mismo- observándose en la reluciente navaja, recelosa, como si aquello le entregase el poder absoluto.
Se deslizo a su lado y de nuevo se puso de rodillas a su lado. Él seguía… 'algo' asustado, y la miraba así.
Aún con la navaja abierta, acercó la hoja –fría- de la navaja a su cuello, y él la miró con horror.
-Oh, Sr. Todd, esté tranquilo. Si lo quisiera muerto, no habría esperado tanto –y con un movimiento de muñeca, empezó a rasgar desde el cuello a la manga la camisa. Después, volvió a adoptar esa tranquilidad pasmosa con la navaja, y la subió al otro lado. Él cerró los ojos e intentó serenarse, pero le era imposible. Sentir que su propia navaja, su amiga, estaba tan cerca de su cuello, que ella podía librarse de él en un suspiro si le daba la gana. Pero volvió a rasgar la camisa, sin apenas rozarle y sin causarle ninguna herida. Después de unos minutos, la parte delantera de la camisa estaba olvidada encima de la silla-. Esto ya está… -dijo mientras admiraba los marcados pectorales de él-. Es una pena la camisa, pero esas heridas hay que curarlas… -intentaba concentrarse en algo que no fuese él y su pecho-.
Lentamente, comenzó el ritual de antes. Limpió con cuidado las heridas y la sangre.
Ambos estaban nerviosos, pero no lo dejaban entre ver en sus acciones. Uno cerrando los ojos, intentando no dejarse llevar y poner de vez en cuando una cara de dolor.
Ella, procurando no hacerle daño por dejar volar su imaginación, y a la vez, controlándose para no abalanzarse sobre e intentar curar su espíritu –ahora más roto- abrazandole y entregándose al llanto en su hombro.
Entonces se acordó de que también tenía brazos. Observó con cuidado los brazos. Uno tenía una profunda herida, seguramente provocada con navaja marinera –era un suponer suyo-.
Se levantó y bajo a la tienda, a buscar vendas y todo lo necesario.
Sweeney se quedó en el sitio –obviamente, no se podía mover-, pensando. Lo había curado. Bueno, 'curado' era mucho decir, lo había 'tratado'. Sí, mucho más correcto. Y la verdad, es que ahora se sentía mucho mejor. Había decidido que el perfume que le regalaría seria más caro de lo que había pensado. En agradecimiento.
Cuando cogió el nuevo cubo lleno de agua, las manos le temblaban. ¿Era posible todo aquello? ¿Era posible, que después de intentarlo por todos los medios, su única esperanza de tocarle más 'iítimamente' fuera precisamente después de que él hubiese pasado aquella atrocidad?
Lo es –le aseguró una voz en su cabeza-.
-Lo es –repitió ella susurrando.
Se apoyó en el fregadero, buscando la fuerza necesaria para no cometer una locura. Respiro hondo. Una, dos, tres veces. Ya. Venga, había que seguir.
Cogió lo que necesitaba y volvió a subir, concentrándose en respirar. Lo siguiente a curarle los brazos y la espalda sería… buff… muy vergonzoso.
Entró. Él abrió un poco el ojo izquierdo, solo para verla entrar. No, no la dejaré hacer eso –pensaba en lo que tendría que hacer después para que fuera una cura completa.
Ella se acercó y se volvió a arrodillar. Con cuidado, volvió a limpiar todas las heridas de los brazos –las demás hemorragias ya estaban cortadas- y le puso las vendas. Aquello debía dolerle, a juzgar por las muecas de su cara y los sonidos guturales que salían de su garganta de vez en cuando.
Cuando terminó, le ayudó a ponerse de espaldas. Sorprendentemente, la espalda estaba bien –dentro de lo que cabe-, tan solo algunos hematomas y rasguños, pero nada con peligro de infección.
Bueno, ahora solo quedaba… la parte de abajo…
Le puso de nuevo boca-arriba de nuevo. Respiro hondo. Le miró como buscando permiso en sus ojos, pero él los mantenía cerrados.
Con rapidez, desató el cinturón. El Sr. Todd abrió desmesuradamente los ojos y la miró. Ella le miro con una mezcla de arrepentimiento, preocupación y algo que él no supo identificar.
"NO. NO, Sra. Lovett. NO" pensaba todo el rato
-Lo siento –dijo con los ojos cristalizados (imaginaos la cara de cuando le dice al final de la peli "Solo pensaba en usted")-. Tengo que hacerlo.
Él subió su mano y cogió la de ella.
"NO"
Y ella sabía porque. Sus sospechas quedaban confirmadas. Al Sr. Todd… lo habían violado…
-Tengo que hacerlo –dijo entre lagrimas –no pienso que quiera que llame al médico.
Genial –pensó Todd- lo que me faltaba. ¡Encima se pone a llorar! ¡Debería ser yo quien llorara!
Le soltó la mano y se preparó para lo que venía.
Bueno, no me mateís!! Echadle la culpa y los navajazos a mi enfermedad, que se lo merece ¬¬ xDDD
Please, RR!!
