Disclaimer: Todos los personajes y lugares que reconozcas pertenecen a JK Rowling.
Este fic participa para el reto especial de aniversario "Lo bueno viene de a cuatro" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Infancia
- Narcissa, deja de corretear y ven aquí inmediatamente.
La voz de su madre hizo que la pequeña rubia de 7 años se detuviera en seco y suspirara. ¿Qué querría ahora? Se acercó a ella con desgana, pero con su mejor mirada de niña buena dibujada en la cara.
- ¿Qué sucede? – Le preguntó, intentando que no notara el tono molesto de su voz.
- No puedes seguir jugando.
- ¿Por qué?
- No eres una cría, ya empiezas a tener una edad y debes aprender cuál es tu lugar.
- Pero, madre, yo quiero jugar con mis amigos.
- No insistas. Estás dejándonos en evidencia, siéntate con tus hermanas y empieza a comportarte como una señorita. Esto es una reunión de la alta sociedad, no una vulgar fiesta campestre. – La sujetó del brazo y empezó a tirar de ella hacia la mesa.
- Pero, madre, todos…
- ¿Todos? – La cortó antes de que pudiera seguir protestando. – El niño de los Malfoy y algún otro muchacho más, pero todas las chicas están sentadas, como debe ser. No nos dejes en ridículo, Narcissa.
- De acuerdo, madre…
Tomó asiento junto a Andromeda, que sujetó su mano bajo la mesa y le dio un apretón de ánimo. A ella tampoco le gustaban aquellas reuniones en lo que lo único que podía hacer era permanecer sentada en silencio.
- Ya mismo nos iremos, no te preocupes. – Le dijo, encogiéndose de hombros. – Bella tiene que terminar de recoger las cosas para ir a Hogwarts.
Ella asintió lentamente. No quería irse, quería seguir jugando con Lucius y los demás, ¿por qué no podía? Nunca podía hacer las cosas que le apetecían. Le encantaba correr descalza por el césped en verano, pero su madre no se lo permitía porque las señoritas no corren ni, mucho menos, van descalzas; adoraba tumbarse bajo el sol y contemplar las nubes, pero ella siempre le repetía que si hacía eso su piel se estropearía y se llenaría de horribles marcas y pecas y la obligaba a regresar al interior o cubrirse. Sabía que era una Black y que eso implicaba ciertas cosas – aunque todavía no estaba muy segura de cuáles exactamente –, pero aún así no llegaba a comprender por qué los chicos podían jugar e ir de un lugar a otro y ella y sus hermanas debían quedarse quietas todo el tiempo.
- ¡Cissy!
Giró la cabeza al escuchar la voz de Lucius. El rubio corría hacia ella con una sonrisa dibujada en sus labios pero, al mismo tiempo, con la preocupación reflejada en sus ojos.
- ¿Sí?
- ¿Por qué no juegas ya?
- Mi madre no me deja. – Se encogió de hombros antes de añadir, tratando de imitar el tono que siempre usaban tanto Druella como Bellatrix. – Soy una señorita, Lucius, y no puedo correr, ni ensuciarme, ni hacer cosas de chicos.
- ¿Entonces no vas a jugar más con nosotros? – Le preguntó, algo sorprendido.
- No puedo.
- ¿Y si hablo yo con tu madre? – Sugirió. – ¡A lo mejor puedo convencerla!
- Lucius, no.
Narcissa intentó detenerlo, pero él fue más rápido y echó a correr hacia el lugar donde se encontraban los adultos. Se puso de pie y lo siguió, pero no logró alcanzarlo a tiempo.
- ¡Señora Black! – Tanto Druella como Walburga se giraron al escuchar el grito y la madre de la chica frunció el ceño, consciente de que se estaba refiriendo a ella.
- ¡Lucius! – La señora Malfoy, visiblemente azorada, se puso de pie y agarró a su hijo del brazo. – ¿Qué son esos gritos? ¿Dónde has dejado tus modales? ¡Y mira cómo te has puesto! ¡Abraxas, dile algo a tu hijo!
- Pero, madre…
- Pero nada. – Lo cortó la mujer.
- Lucius, deja de comportarte como un crío y siéntate. – Intervino Abraxas Malfoy.
- Pero, padre…
- Deja de protestar y compórtate de una vez.
- Lo lamento mucho, Druella. – La señora Malfoy suspiró. – Creo que tienes razón, va siendo hora de que empiecen a actuar como lo que son.
- Como te he dicho, querida, un poco de disciplina nunca viene mal. – La mujer sonrió al decir aquello. – Así nuestros hijos seguirán nuestros pasos y se convertirán en personas de provecho.
- Totalmente de acuerdo contigo. – El señor Malfoy asintió. – Y ahora, vamos, Lucius.
El chico refunfuñó un poco, pero finalmente asintió y tomó asiento. Narcissa, preocupada, se acercó a él, pero su madre la vio antes de que llegara a sentarse y volvió a cogerla del brazo.
- Vuelve con tus hermanas.
- Madre, no vamos a seguir jugando, solo a estar aquí sentados. – Se apresuró a decir. No entendía por qué no podía quedarse con el chico.
- Ya me has oído, vuelve con Andromeda y Bellatrix y aprende de ellas. – Bajó el tono de voz para que los demás no pudiera escucharla. – No me obligues a hacer algo que no quiero.
- De acuerdo, madre.
Intercambió una última mirada con Lucius mientras se encogía de hombros antes de regresar con las otras dos chicas. Cygnus Black se acercó a su esposa entonces y la miró con una ceja enarcada.
- ¿No crees que estás siendo muy dura con ella? – Le preguntó en voz baja.
- Debe aprender, igual que Andromeda. – Contestó. – Que sea tu favorita no la exime de cumplir ciertas responsabilidades. Cuanto antes comprenda que su felicidad está supeditada a un bien mayor y al interés de los Black, mejor le irán las cosas. – Suspiró y relajó levemente la postura. – Quiero muchísimo a Narcissa, es mi pequeña, pero precisamente por eso no voy a permitir que se enamore sin mi consentimiento y, mucho menos, que corrompan su pureza así que, de momento, más le vale mantenerse alejada de ese Malfoy.
