Los personajes son de Stephenie Meyer excepto los que no conozcan que son exclusivamente míos.
¿Eres nueva?
Acababa de llegar con su padre y su hermano a su nueva casa. Un lugar que ella pensó que nunca llamaría hogar. Se mudaba al estado de Washington desde el estado de Louisiana. Su madre llevaba viajando todo el verano para llevar todas sus cosas y organizarlo todo. Esta era la primera vez que vería el pueblo de La Push y no podía estar menos emocionada. Había dejado a sus amigos y familia todo por culpa de su ya no tan querido hermano.
Siempre se había llevado bien con él e incluso le había admirado. Su hermano, Thomas, había sido adoptado cuando apenas tenía un mes de edad y fue muy esperado pues su madre no podía tener hijos o eso es lo que le habían dicho los médicos, pues a los pocos meses de que Thomas llegará a su casa se enteraron de que estaba embarazada de ella. Y así nació ellla, Olivia, un año más pequeña que su hermano y al contrario de lo que todo el mundo podía pensar, no la mimada de la casa. No es que sus padres no le quisieran sino que en un intento de que él no se sintiera desplazado hacían todo lo contrario, desplazarle a ella.
¿Y cuál era la razón por la que iba a vivir en un pueblo indígena y alejarse de todos los que le importaban? Eso es muy fácil de explicar. Su hermano empezó a preguntar sobre sus padres biológicos hacia un año y lo único que sus padres sabían de su madre, lo único que había escrito en los papeles de adopción era La Push. No un nombre. Ni una dirección de contacto. Sino el nombre de una reserva india al norte del país.
Por lo que su hermano se enteró en ese momento de que era indio o al menos medio indio y empezó a interesarse y a buscar más información sobre las tribus indígenas de América. Un día decidió hablar con sus padres y les pidió visitar el susodicho pueblo pues quería conocer sus raíces. Sus padres no se lo negaron y finalmente tras pensarlo mucho decidieron trasladarse allí. Y esa era la razón por la que estaban en el lugar menos soleado de todo Estados Unidos y rodeada por un profundo y espeso bosque.
Miró suspirando a la casa en la que iban a vivir a partir de ahora. Era bonita pero un poco más pequeña a la que tenían en Nueva Orleans. Estaba limitada por el bosque ya que había que cruzar un pequeño camino para llegar a ella y tenía un jardín inmenso. Por un momento pensó que podría tomar allí el sol feliz hasta que se dio cuenta de que allí casi nunca hacia sol y se entristeció aún más. Y la verdad es que el tiempo que hacía en esos momentos no le daba muchas esperanzas futuras pues solo estaban a 1 de septiembre y el cielo estaba totalmente encapotado. No se veía ni un solo pequeño hueco de azul ni se colaba un mísero rayo de sol entre todas esas nubes grises.
Subió las escaleras del porche, pasando de largo a su madre sin siquiera mirarla y entró en la estancia. Su madre la había decorado creando un bonito espacio abierto en toda la planta baja en la que se veía la cocina, el comedor y el salón que aunque no tenían puerta entre ellos estaban correctamente espaciados. No se quedó mucho rato mirando y se encaminó hacia las escaleras ya que supuso que su habitación estaba en la planta de arriba. Encontró la puerta en la que ponía su nombre con letras negras de madera colocado por su madre que siempre cuidaba hasta el más mínimo detalle pues era decoradora de interiores. Abrió la puerta y se quedó asombrada. Esa habitación era mucho más grande que la que poseía en su antiguo hogar. Tenía una cama de matrimonio para ella sola en medio de la habitación, a la derecha había un escritorio para hacer sus deberes que en ese momento estaba lleno de cajas al igual que el suelo y pegado a este un armario gigante de cuatro puertas; a la izquierda había una cómoda y dos butacas a juego con toda la habitación en la que predominaba sobre todo el blanco y beige.
Cerró la puerta tras ella e intentó cambiar su cara de asombro pues estaba claro que su madre le había dado la habitación más grande por un intento de que les volviera hablar. Sí, llevaba tres meses, desde que se enteró de que se mudaban, sin dirigirle la palabra a ninguno de los tres pues que te obliguen a mudarte por el simple hecho de que tu hermano conozca sus orígenes no es algo que le gusté a una chica que tiene ya su vida hecha en una ciudad aunque lo que menos le gustaba de todo era que se hubiesen ido a vivir a un pueblo. En su opinión en los pueblos solo se podía quedar uno en casa encerrado sin hacer nada pues no había ni centros comerciales ni una gran variedad de cafeterías donde podía pasar el rato con sus amigos. Y eso es lo que le esperaba en los próximos dos años ya que tenía planeado que en cuanto cumpliera los 18 se iba a ir de esa casa y no volver nunca más.
Empezó a abrir las cajas que había en la habitación en busca de su pijama pues pensaba quedarse en la cama todo el fin de semana. Justo encima de él encontró un portarretratos en el que había una foto suya y de Thomas de cuando fueron a Disneyland. Sonrió al verla. Los dos estaban haciendo una mueca y tenían unas orejas de Minnie puestas sobre la cabeza con su lazo rojo con lunares blancos. Él no quería ir pero al final le convenció para que fuera con ella pues sino sus padres no la hubieran dejado ir sola. Thomas estuvo con las orejas los cuatro días que estuvieron en el parque y ella no podía parar de reír cada vez que le veía con ellas. No le pegaban nada. Él era alto y musculoso y el contraste con ellas era ridículo. Pero así era él, espontáneo y aunque le costase un poco decirlo muy buen hermano. Siempre había cuidado de ella como si fuera su tesoro más preciado.
Justo en ese momento llamaron a la puerta pero no contestó pues no hablaba a ninguno y además estaba absorta mirando la foto. La persona que llamó decidió abrir la puerta al ella no contestar y al girarse vio a su hermano y se lanzó a sus brazos llorando. Él la abrazo sin dudarlo como hacia siempre y la acompaño a su cama para que se sentara en ella mientras sus brazos seguían rodeándola.
-Nos lo pasamos muy bien esa semana ¿verdad? –le preguntó Thomas cuando ella pudo calmarse y él notó la foto que aún sostenía en sus manos.
-Sí, ¿te acuerdas de cuando Garfio la tomó contigo y te seguía a todas partes? – le preguntó mirando la foto también.
-Y tú no parabas de reírte –respondió sonriendo con melancolía- Oli, llevo intentando hablar contigo todo el verano pero entre que no nos hablas y estabas todo el día fuera con tus amigas no he tenido ocasión.
-Lo sé, ¿y quieres que haga? Me habéis obligado a venir aquí ni siquiera han dejado que me quedé a vivir con los abuelos –dijo molesta y fulminándolo con la mirada.
-Veo normal tu reacción, un poco exagerada pero al fin y al cabo normal –hizo una pausa- yo lo que quería es pedirte perdón. Solo intentaba conocer mis orígenes –suspiró- en ningún momento pensaba que a papa y mama se les iba a pasar por la cabeza venir a vivir aquí. Yo también tenía su vida allí y por eso te comprendo. Así que lo siento –finalizó apesadumbrado.
Olivia le miró durante unos segundos considerando perdonarle pues sabía que su disculpa era sincera. Y, además, con alguien se tenía que llevar bien de la casa y prefería que fuera con él que con sus padres. Y también estaba el hecho de que le había echado muchísimo de menos esos tres meses sin hablarse.
-Te perdono pero te sigo odiando un poquito –le dije indicando con sus dedos el "poquito".
-Me conformo con que me hables y no solo me gruñas –contestó éste mientras le revolvía el pelo de cabeza.
Hacia dos segundo que le había perdonado y ya le estaba fastidiando con esa manía que tenía él de revolverla el pelo y que ella odiaba. Se lo intentó arreglar con los dedos como pudo fastidiada lo que provocó una carcajada de su hermano.
-¿Estás nerviosa por empezar en un nuevo instituto? –le preguntó después de un rato.
-¿Tú que crees? ¿No lo estás tú? –le devolvió ella la pregunta.
Pero no le contestó pues su madre les llamó para que bajaran a cenar y ambos se levantaron de la cama. Él salió de su habitación corriendo como siempre que oía algo respecto a comida y ella más tranquila después de dejar el portarretratos sobre su mesita de noche.
¿Qué si estaba nerviosa por su primer día de instituto? Por supuesto. ¿Cómo no iba a estarlo? Iba a ser la chica nueva a la que todo el mundo mira. Además, era un instituto quileute ¿había alguna posibilidad de que hubiera alguien de fuera de la reserva? No lo creía. Su hermano se iba a adaptar rápido pero ella sabía que a ella le iba a costar bastante.
A unos metros de allí y unas horas más tarde…
Cuando sonó el despertador no se lo podía creer ¿De verdad ya era lunes? La semana de mudanza se le había pasado volando. Y hoy empezaba en un nuevo instituto en La Push. El lugar en el que peor clima hacía de todo el país aunque no se podía quejar mucho porque comparando el tiempo entre Port Angeles y La Push la diferencia era de apenas un par de grados.
¿Y todo por qué? El amor. Su madre se había enamorado de un hombre de la reserva y se había casado con él en Las Vegas. Como pensaba ella irónicamente todo muy romántico y típico de películas. Aunque parte de la culpa de mudarse a La Push la tenía ella, Lucia Benson. Su madre le preguntó si le importaba cambiar de ciudad porque aunque su nuevo marido trabajaba en Forks podía irse a vivir con ellas a Port Angeles, pero Lucia le dijo que no pasaba nada que estaría cerca de sus amigos, a muy poca distancia. No sabía exactamente por qué había aceptado. Quizás era porque ese mismo día se había enterado que su novio le había puesto los cuernos con su mejor amiga. Un clásico donde los haya. Ella misma les había pillado besándose en un banco del parque cerca de su antigua casa. Así que vio el irse como una buena forma de cambiar de aires y empezar de cero. Pero ahora que lo pensaba no había sido muy buena idea.
Se levantó de la cama sin muchas ganas y miró por la ventana. Para su sorpresa y seguramente la de más en la reserva parecía que iba a ser un día soleado. Cosa que no había ocurrido en la semana que llevaba allí por lo que escogió una falda beige y una camisa suelta de manga tres cuartos marrón a juego para aprovechar el buen tiempo que supuso que iba a escasear y se dirigió a la ducha.
Una vez lista bajó a desayunar. David, el marido de su madre, estaba preparando unas tortitas que depositó en la mesa cuando se sentó en su sitio o al menos en el sitio que había ocupado los demás días.
-¿Estás nerviosa por tu primer día? –le preguntó mientras cogía una botella de zumo de naranja de la nevera y se la pasaba.
Le iba a contestar un seco "obvio" pero no quería ser borde con él ya que desde que empezó a salir con su madre se había esforzado para llevarse bien con ella. No tenía hijos y eso era lo que más le gustaba de él porque aunque no tuviera mucho tacto con una adolescente al menos no tenía que lidiar con un hermanastro o hermanastra. No sabía lo mucho que se equivocaba.
-Sí, un poco –le contestó sonriendo ligeramente mientras cogía dos tortitas y pinchaba un trozo de una con su tenedor.
-No te preocupes. El primer día siempre es duro pero pronto harás amigos –le intentó animar.
Ella simplemente le sonrió y siguió comiendo su desayuno. No era una persona que le gustara hablar mucho por las mañanas pues cualquier cosa que le dijeran le solía molestar y no quería discutir con su padrastro tan pronto. Al menos hasta que no hubiera confianza.
Su madre entró en la cocina para desearla suerte mientras Lucia cogía su mochila y salía con David que era el que la iba a llevar al instituto para que conociera el camino. Mientras estaban en el coche le estuvo explicando las cosas en que se tenía que fijar para volver a casa ¡Cómo si fuera muy grande la distancia que tenía que recorrer!
Una vez llegaron al instituto se bajó del coche mientras él le deseaba un buen día. El instituto era mucho más pequeño que el de Port Angeles unas tres veces más pequeño. Tenía un patio con un par de canchas de baloncesto y un campo de fútbol y estaba formado por un solo edificio blanco que parecía bastante viejo. Tenía un aparcamiento lateral en el que había varios coches aparcados y algunos alumnos estaban apoyados en ellos conversando.
Decidió entrar lo más rápido posible para llegar a la secretaría que es donde tenía que pedir su nuevo horario para las clases. Caminó rápido esquivando a algunos alumnos que ya estaban entrando por la puerta y buscó con la vista donde estaba la secretaría. Por suerte, estaba situada a la derecha nada más entrar. Así no tendría que preguntar a nadie.
Abrió la puerta y esperó a que la secretaría le atendiera ya que estaba hablando por teléfono. En ese momento entraron dos personas más hablando y se dio la vuelta para observarles.
La chica era morena y tenía unos ojos verdes como esmeraldas vestía unos pantalones cortos negros de tallo alto y una camiseta roja y era más o menos de la misma altura que Lucia. Sin embargo, el chico era mucho más alto que ella y bastante guapo, era moreno y con la piel morena, muy parecida a la de todos en La Push. Él tenía pinta de ser un nativo pero ella no lo parecía.
-¡Hola! ¿No serás nueva, verdad? –le preguntó el chico con una sonrisa muy bonita.
-Sí… -iba a contestar algo más pero en ese momento le interrumpió la chica.
-¡Genial! No voy a ser la única –contestó entusiasmada y acercándose a ella –soy Olivia y este de aquí es mi hermano Thomas –le dijo mientras extendía su mano.
-Yo soy Lucia –le contestó dándoles la mano a los dos- así que ¿vosotros también sois nuevos? ¿A qué curso vais?
-Yo voy a último curso y ella a penúltimo –le respondió Thomas.
-Yo también voy a penúltimo curso.
No pudieron añadir más pues en ese momento les atendió la secretaria y les dio a cada uno su horario. Olivia y Lucia compararon los suyos y comprobaron que les tocaba en todas las clases juntas menos en dos por lo que ambas estaban contentas. Ninguna esperaba que hubiera otro nuevo alumno pues La Push era un sitio pequeño. Y conocerse les dio fuerzas. Además, gracias a esa pequeña reunión en secretaria tenían una persona conocida en clase.
-Nos toca en la clase 20 –comentó Olivia mientras miraba el horario y a los lados confundida- la verdad es que nos podían haber dado un mapa.
-Pues si –la apoyó su compañera mirando también confundida a su alrededor.
-Mirad ahí está la clase 2 –dijo Thomas señalando a una puerta de su derecha- y la de la izquierda es la 3 así que supongo que irán en orden –comentó. Ninguna se había fijado en el numerito de encima de la puerta- bueno chicas yo me voy que me toca en la 3. Nos vemos luego –dijo mientras se dirigía a la clase y se despedía con la mano de ellas.
Las dos chicas siguieron los números por el pasillo. Varios alumnos se les quedaban mirando e incluso las señalaban cuchicheando. Lucia iba a comentar algo pero vio como Olivia les miraba de reojo y decidía ignorarlos así que ella hizo lo mismo y comenzaron a hablar sobre de dónde eran y su vida antes de llegar a la reserva.
Finalmente llegaron a la clase que era la más alejada de la puerta principal y entraron en ella. Había algunos alumnos ya sentados en su sitio y hablando entre ellos pero cuando entraron todos se quedaron callados mirándolas. Decidieron sentarse en la última fila detrás de dos chicos que no las habían mirado tan descaradamente. Se sorprendieron por lo altos que eran pero eso no las acobardo. Al sentarse se dieron la vuelta para saludarlas.
-¿Sois nuevas? –les preguntó uno con una sonrisa blanca en su cara.
Supusieron que esa iba a ser la pregunta del día.
