DISCLAIMER: La serie y el manga Candy Candy no me pertenece, sí fuera así Anthony y Candy no se habrían separado nunca y su amor hubiera trascendido a leyenda jejeje. Todos los personajes son propiedad de Kyoko Mizuki y a mi solo me sirven de inspiración. Muchas gracias por leer.

UN PEQUEÑO GRAN ACTO DE AMOR

Capítulo I: La escapada

-¿Usted ha sufrido?- le interrogó la misteriosa mujer a la niña. Esta lo pensó un poquito.

-No, no mucho- respondió con naturalidad

-Uhm...-meditó la gitana, volvió a consultar sus naipes como resolviéndose una interrogante para sí misma, hasta que satisfecha concluyó - bien, de ahora en adelante en tu vida todo será amor y felicidad-

Candy se emocionó, dio un pequeño brinco de alegría en la silla y le dedicó una sincera y dulce sonrisa al chico que tenía al lado quien era el responsable de todos sus alborotados sentimientos. El joven le respondió con otra sonrisa.

-Bien, el que sigue-interrumpió la mujer

-Vamos Anthony es tu turno- le recordó Candy levantándose para cederle el asiento.

El joven parecía no estar muy convencido de querer leerse el destino, sin embargo su Candy parecía estar tan emocionada con el asunto que no quería defraudarla, así que dio un paso adelante, para sentarse frente a la anciana.

Candy se acercó a él por el respaldar de la silla y le puso una mano en el hombro para infundirle confianza.

Estaban en ese lugar pequeño, a media luz, un ambiente que ambos pensaron de estar en otras circunstancias hubiera sido perfecto para estar solos, más sabían en realidad que pisaban la casa de una adivina y eso le añadía a la situación un concepto oscuro y tétrico.

La mente de Candy se perdió en algún momento mientras imaginaba el dulce futuro que le había deparado la anciana y aspiraba el ligero aroma a humedad que las primeras lluvias de otoño habían dejado sobre el tejado del sitio, y no volvió hasta que notó la mirada de preocupación de la mujer después de haberle leído por primera vez las cartas a su querido Anthony. Fue cuando no le pareció una buena idea haber entrado después de todo.

-Probaré de nuevo- expresó la adivina.

Los dos jóvenes se miraron con curiosidad ante el rostro de confusión de la mujer. Candy tomó con fuerza la mano de Anthony sin despegar la vista de la baraja, había sentido que por un corto lapso de tiempo su corazón se detenía para volver a latir con el doble de rapidez.

-¿Qué dicen?- logró preguntar a medias

La preocupación de la mujer debido a la extrañeza del asunto le formaba arrugas en la frente, que combinadas con el tono cetrino de su piel le hacían parecer más anciana. Con concentración levantó con cuidado el último naipe y palideció.

-No puede ser posible- murmuró, guardando un profundo silencio al analizar el resultado.

-¿Qué... qué sucede?- quiso saber Candy asustada, pero la mujer comenzó enseguida a recoger las cartas con visibles nervios.

-Es mejor que vuelvan a casa sin saberlo- determinó.

-Pero…pero…- balbuceó la niña preocupada

-Vámonos Candy-dijo Anthony levantándose y tomándola del brazo – No temo a lo que pueda ocurrir en mi destino- le sonrió solo a ella para tranquilizarla. Candy bajó la mirada accediendo a salir. Pero cuando estaban ya cerca de la puerta una fuerza mayor la hizo detenerse en el umbral de la puerta, una sensación de dejavú, de algo que parecía ya haber vivido y se volteó para hablar por última vez con la mujer. Quien para su sorpresa la estaba mirando, como esperando por su reacción.

-Sí he sufrido- le confesó con sinceridad respecto a la pregunta que le hiciera al momento de leerle su suerte, y que ella entonces había negado.

-Ya lo sé-respondió la mujer naturalmente. Candy dio un paso hacia adelante con lentitud y tristeza.

Por favor- le suplicó -Él es lo que más quiero en este mundo-

La mujer pareció no supo que contestar ante aquella respuesta

Yo… yo no soy la que hago el destino- titubeó- sólo lo leo a quienes me lo piden…y doy advertencias si es necesario- Tomó la esfera de cristal que tenía en el centro de la mesa y empezó a consultarla. De cuando en cuando alzaba la mirada hacia la chica, hasta que sentenció en voz baja, como impresionada por lo que ella misma había descubierto:

-Aléjate de él o correrás con la misma suerte-

-¿Qué?- Candy se impresionó, aquello le había confirmado sus temores.

-Candy vamos, te estoy esperando- Anthony volvió a entrar para sacarla del lugar, dieron último vistazo a la anciana pero ésta ya tenía la vista en sus objetos y no la volvió a levantar.

-¿De qué estaban hablando?- le preguntó Anthony cuando estaban afuera y caminaba abrazándola suavemente. La calidez de su voz le hizo volver a Candy a la realidad y despegar del mundo de sombras en el que había caído en la última media hora.

-No… es nada- le respondió. Estar con él era lo que realmente importaba, nada debía arruinar ese día tan especial.

Escondiendo una lágrima en sus ojos se dejó llevar lejos de ese lugar.


-Vamos Candy no te aflijas, no creamos en esas cosas- le decía tratando de tranquilizarla, mientras tomaba asiento a su lado en una banca del parque.

La tarde ya estaba cayendo y la alegría de Candy parecía apagarse con ella, veía el sol brillar a lo lejos, veía a los niños jugar y reír, pero ella no podía hacerlo porque algo la preocupaba.

-Candy ya no soy un niño para dejarme asustar por lo que una cartomántica diga de mi futuro, no voy a perder el tiempo en esas tonterías-

Candy lo escuchó, maravillada de que fuera tan auto controlado y seguro de sí mismo, eso le inyectó valor en las venas.

-Sabes qué… tienes razón- dijo levantándose repentinamente, volviendo a su habitual alegría

Pensándolo bien, si fuera verdad lo que ella predice… - Se rascó la barbilla con una mueca pensativa - …porque no adivina cual será el número ganador de la lotería y ¡se vuelve millonaria!- exclamó amenamente, haciendo reír al chico de ojos azules. -No dejemos que esto nos afecte- recalcó –Además cualquier cosa que el destino nos depare la pasaremos juntos. Te lo prometo Anthony-

Candy le tomó la mano, el joven no podía sentirse más felíz, estar con ella era todo lo que quería, sentía que cada día la quería más.

-Y ahora ¿a dónde quieres ir princesa?- le preguntó sonriendo

-¡A un lugar muy alto!- exclamó Candy con emoción alzando los brazos.

-¡A la torre del reloj!- propuso Anthony con júbilo y se la llevó corriendo de la mano. Ambos bromeaban y reían.

El resto de esa tarde fue maravilloso, vieron la puesta del sol desde lo alto, sintieron el vértigo de las alturas, respiraron la libertad teniendo la certeza de saberse amados mutuamente. Fue mágico todo, contando hasta el ensordecedor ruido del campanario que los hizo abrazar.

Cuando estaban juntos todo era perfecto, no existían el miedo ni las complicaciones, solo existían ellos dos y nada más.